3.16.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO-10

JUEGOS DE MOZOS Y MOZAS

La juventud también tenía su diversión. Entre el Soto de Arriba y el Soto de Abajo, había como hemos dicho, un vado del río. Una llanura pequeña pero lo suficientemente espaciosa para que los muchachos en ella ejercitaran sus dotes deportivas. El juego que había, le decían el juego de los bolos. A la llanura, le llamaban la Abolea”. Los bolos eran unas bolas de madera, no sé, a lo mejor te lo ha explicado alguien antes.
- He oído hablar pero poca cosa.
- Unos bolos que eran aproximadamente del tamaño de un balón de reglamento. Quizá un poquito más pequeños. Todo de madera maciza. Tenía unas hendiduras exactamente para introducir los cuatro dedos por abajo y el purgar por arriba. Como haciendo un asa. Y a cierta distancia, ya no entendía yo el juego, ponían lo que ellos llamaban mingos. Era una cosa así de alta, unos pinetes así de altos de madera, más anchos de abajo y estrechicos de arriba. Lo hacían ellos mismos. Los muchachos fabricaban sus mingos y sus bolos. Los ponían a cierta distancia todos en fila. Marcaban la raya. Ellos tenían sus reglamentos de juego. Pillaban carrera y con el bolo en la mano, al llegar a la raya, buuuuun... Salía zumbando el bolón y el que más mingos de esos derribaba, ese ganaba el juego.

En la llanura se juntaban mozos de la Fuente de la Higuera, de la Canalica, de la Laguna, del Baño, de Cañá Morales, acudían también, de los Parrales. De todos aquellos cortijos. Es que no sé por qué, si porque estaba precisamente a orilla del camino real, mi Soto era muy popular. Muy pasajero, de todo el mundo pasar por la puerta, el Soto era muy popular. Allí se juntaban todos los mozos a jugar a los bolos. Y a ambos lados del camino, los viejos y los chiquillos, mirando a los muchachos compitiendo con sus bolos.

Y las muchachas también tenían su deporte. Bailar cuando hacían baile en los cortijos. Luego, en los árboles que había, que gracias a Dios eran muchos, en los que tenían ramas muy fuertes y muy macizas, una soga que fuera gorda, la enganchaban en una rama. La ataban debajo. Ponían una almohadica o algo para que no se clavara la soga y aquello era un columpio. Un mecigol. Eso eran las muchachas. Sobre todo lo hacían el día de Santa Quiteria, el día veintidós de mayo, que es cuando se hacían los hornazos. El día de Santa Quiteria.

Las muchachas meciéndose, venga. Me acuerdo que con unos cinturones se ataban la ropa, así a las rodillas, para que al tomar fuerza el columpio, no se le levantara la ropa. Y los muchachos acudían cuando estaban las muchachas meciéndose, venga. Nosotras a mecernos. Cogían la soga, buuuun... pero ellas se ataban bien el cinturón para que no se le levantara la ropa. Esas eran las diversiones que había entonces por la Vega. Pero todo tan inocente y tan bonico... que me río yo que hoy una discoteca, tenga más gozo que eso. Porque aquello era inocente y alegre.

Cantinuará…

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