3.19.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO- 28

PROMESA A LA VIRGEN DE LA FUENSANTA

-¿Volvemos al Soto?
- Volvemos y ahora para contarte un trocico de las cosas buenas de aquella gran persona que fue mi padre. Pasado el tiempo, luego, estuvo gravemente enfermo. Muy grave durante cuatro años. Era cosa del tórax. Mi madre lo llevó a todos los médicos buenos que había en aquellos alrededores. Pero lo desahuciaron. Ya le dijeron que no tenía solución. La última medicina que le mandaron fue que tomara el sol sin darle en la cabeza. Solamente en el tórax.

Mi madre le tendía una manta en la puerta del cortijo y mi padre tomaba el sol en el pecho y luego se volvía de espaldas. Se quedó que era el hueso y el pellejo. Es que se moría. Pero según me contaba mi madre y mi padre lo decía también, todo eso fue antes de nacer mi hermano Angel y antes de nacer yo. Sólo había nacido Cesáreo.

Y un día, estando tendido en el sol, le dijo a mi madre: “María Josefa, me he encomendado a la Virgen de la Fuensanta. No quiero dejarte sola con nuestro hijo tan chico. Me he encomendado a la Virgen. Le he pedido que me deje vivo hasta que nuestro hijo sea mayor”. Y le dijo mi madre: “Ya te he encomendado yo también, lo que pasa es que no te lo había dicho. Pero tú no te vas a morir porque la Virgen te va a salvar”. Me contó mi madre que le contestó mi padre y le dijo: “Si me pongo bueno, voy descalzo desde el Soto de Arriba hasta la Fuensanta y a sus pies, con mi guitarra, le cantaré a la virgen”.

¡Bueno! Pues mi padre se mejoró. Ya ves si se mejoró que murió en el sesenta y seis y murió en Ubeda. La Virgen de la Fuensanta la celebran en Villanueva el día ocho de septiembre. Cuando se mejoró, mi padre se descalzó en la puerta del Soto. Y mi madre. Y en una talega, porque entonces no había bolsos como ahora, en una talega de tela, echó mi madre la merienda de los dos y el calzado de los dos. Salieron descalzos desde la mismica puerta de mi Soto de Arriba. Mi padre, con su guitarra a cuesta. Mi madre con su talega y la merienda.

Atravesaron la verea aquella de rocas, que entonces no estaba hecha la carretera del Tranco y con los pies descalzos llegaron los dos a la puerta del Santuario de la Fuensanta con los tobillos, los dedos y las plantas chorreando sangre y por la puerta se sentaron hasta que abrieron. Cuando la abrieron, entró mi padre, se metió en el camerín de la Virgen y con su guitarra le cantó la salve. Al salir, se lavaron los pies los dos, se calzaron y ya se volvieron a la casa. Pero ya habían cumplido. Después de todo aquello nació mi hermano Angel, nació la que murió con veintiocho meses, nació el que murió con quince días y yo, en aquella noche que cantaban los ruiseñores. Y mi padre murió de setenta y nueve años menos dos mese y medio. Lo que te acabo de contar es histórico que pasó en mi casa.

Y ahora recuerdo que mi padre, mi madre y mi abuelo, en sus ratos de conversaciones con nosotros y a modo de sentencias o consejos resumidos, nos contaban muchos refranes. Entre algunos de ellos, que ya no me acuerdo de todos, están los siguientes:

MI PADRE
Camino malo, no va a ninguna parte buena.
Peso justo en la romana, conserva la amistad sana.
Juerguistas y aventureros, en la vejez os espero.
Quien vende usada la bota, o sabe a la pez o está rota.
Cruzar el río y dar dinero, nunca lo hagas el primero.
Guarda el secreto al amigo y el tuyo quede contigo
Pastor que no vela, oveja que vuela.
Un candado para la bolsa y dos para la boca.
Quien alquila la vaca, agota la ubre.
De molinero cambiarás pero de maquila no escaparás.
Seguidilla: Todos los hortelanos
son patiabiertos,
para pisar las matas
de los pimientos.

MI MADRE:
Juego de manos, juego de villanos.
A buen hambre, no hay pan duro.
Si al prójimo quieres juzgar, ponte siempre en su lugar.
Si la mujer está en casa, estará a punto la masa.
Si buscas mujer hermosa, primero que sea hacendosa.
Siempre es mejor anotar, que esforzarse en recordar.
No hay mejor vecina, que tu cocina.
Cuidado con lo que hables a aquellos que con mentiras
sacan verdades.

MI ABUELA:
Una lengua viperina, es odiosa y dañina.
Saca tu cruz a la calle, y verás otra más grande.
Quien mal vive, mal muere.
Quien mal anda, mal tropieza.
Quien niega al pobre la hogaza, a Jesucristo rechaza.
Caridad y amor, no quieren tambor.
Remienda tu sallo y pasarás tu año.
Por una uva no revienta un cesto.
Nunca exija hojas verdes
a un árbol que se ha secado,
ni recuerdes tus limosnas
al pobre que se la has dado.

Mi abuelo tenía mucha gracia y contaba cosas que te partías de risa. Estando en Hornos de Segura, una vez iba él por la calle dando su paseíllo. Había unas vecinas que estaban sentadas en la puerta de sus casas, tomando el sol y cosiendo. Por lo menos en los pueblos chicos, esto era muy normal en aquellos tiempos.

Mi abuelo pasó:
- Buenas tardes tengan ustedes.
Y ellas:
- Buenas tardes hermano Cesáreo.
Y a continuación lo llamaron diciéndole:
- ¡Maestro, maestro!
Porque de este modo era como por allí todo el mundo llamaba a mi abuelo. Se volvió y les preguntó:
- ¿Qué se les ocurre?
- Pues que ahora que le hemos visto nos gustaría que nos contara usted un chascarrillo o alguna otra historia para que nos riamos un poco.
Esto se lo decían por lo ocurrente que mi abuelo era. Y, además, siempre respetuoso con las personas y las cosas que decía. Jamás hablaba mal de nadie ni lo dejaba en mal lugar. Y él les preguntó:
- ¿De verdad queréis que os cuente algo?
Y ellas:
- ¡Sí, sí maestro!

Y como él al pasar había oído que ellas estaban desplumando a alguien y tanto le insistieron que, mi abuelo fue y les dijo así:
- Veréis mujeres habladoras
sentadas en la puerta ajena,
murmuran de gentes buenas:
de doncellas, de casá,
de sacerdotes y seglar.
De todo se trata allí,
pero no reparan en sí
que tienen por qué callar.

Y las mujeres:
- ¡Ay maestro lo que nos dice usted!
Y mi abuelo:
- ¿No queríais que os dijera algo para reiros? Pues ya os lo he dicho.
Y así de ocurrente y gracioso era mi abuelo.

De entre las muchas cosas bonicas que aprendí de mi abuelo, recuerdo que él siempre estaba diciendo que: “Si quieres tener las puertas abiertas por donde vayas, nunca cierres las tuyas a quien lo necesite”. Se complacía mucho cuando veía que alguien se cobijaba en el Soto, casas de mis padres.


Cantinuará…
http://es.geocities.com/cas_orla/
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