3.19.2007

BAJO LAS AGUAS DEL PANTANO DEL TRANCO-26

EL TIO DEL PEQUEÑO RUISEÑOR

También me acuerdo mucho de un hombre de Cañá Morales que se llamaban José, le decíamos “Josico” y de apodo “Pocho”. Era tío del Joselito el cantante, al que le decíamos “El Pequeño Ruiseñor”. Era hermano de Petra, su madre. Este hombre era una persona de esas que las personas muy listas, llaman “tontas”. Porque son personas que cuando les golpean en una mejilla, en lugar de vengarse, lo que hacen es poner la otra. Y esto es lo que hacía Pocho, siempre poner la otra mejilla. Por esto decían que era un poco simplón y de tonto no tenía nada.

Cuando ya lo cabreaban demasiado sabía dar sus respuestas. Salidas que algunas veces sorprendía a muchos porque descubrían que aquel hombre era mucho más inteligente, sin parecerlo, que otros que lo parecían. Y lo que pasaba es que era un hombre bueno. Con nosotros, cuando estábamos en Orcera, estuvo trabajando. Y le tomamos un cariño muy grande porque era un hombre que de verdad era como un niño grande. Y él nos quería a nosotros mucho también. Ya cuando nos vinimos para Úbeda, él se quedó allí. Pero ya te digo que era muy querido por todo el mundo.

Esto que te voy a contar ocurrió cuando trabajaba con un señor de allí que le decían Félix Espinosa y de apodo le decíamos “El Gato”. Se le decía Félix el Gato. Este hombre tenía varios hijos. Yo me acuerdo de uno que se llamaba Manuel. Otro se llamaba Adolfo y otro Ebelio.

Pues este José, Josico, estaba trabajando entonces en la casa de Félix Espinosa. Estaba en el campo, en los rastrojos. Como entonces todo se hacía a mano, segar, acarrear... el trabajo que él tenía allí, era guardar los cerdos. Yo no sé cuál de los hijos de Félix el Gato, o Adolfo o Manuel, uno de los dos fue el que le gastó la broma que te voy a decir. Porque le gastaban muchas bromas pero él siempre ponía buena cara a todo y no se enfadaba. Y aunque aquellas bromas no fueran con mala intención, algunas veces Pocho sufría. Pero disimulaba. No lo daba a entender. Todo lo aguantaba.

Y una de las bromas que le gastó fue que como dormían allí en el rastrojo, le decía: “Pocho, por la mañana cuando nos despertemos vamos a decir cada uno el sueño que hemos tenido. Y el que haya tenido el sueño más bonico, ese se va a comer toda la comida que nos traigan y el otro que se coma el pan solo”. Allí se le decía “engañifa”. Si llevaban chorizos, morcillas o tocino a todo esto se le decía engañifa. Y claro, como este hombre sabía leer y era más culto y Pocho era un hombre bueno, a la buena de Dios, pues a otro día, cuando empezaban a contar sueños, el otro decía: “Cuéntame tu sueño, Pocho”. Y Pocho que había soñado que tenía muchas ovejicas, otras veces le decía que una marrana había parido muchos lechones... Él decía su sueño con arreglo a la vida que estaba viviendo.

Y como el otro tenía más cultura, pues le contaba cosas mucho más bonicas. “Yo he soñado que he ido volando por tal sitio...” Y siempre resultaba que el sueño que decía el patrón con el que él trabajaba, era el más bonico. Y de este modo el otro se comía todo lo que le llevaban de matanza y a Pocho le dejaba sólo el pan. Una broma un poco pesada, que tal vez no la hiciera con mala idea pero aquello no era noble.

Y Pocho callaba y así un día y otro hasta que un día este buen hombre se dijo para sí mismo: “¿Pero tan tonto crees que soy que no me doy cuenta de que me estás engañando? ¿Va a dar la casualidad de que todas las noches sueñes esas cosas tan bonicas que me cuentas? Pues te vas a enterar de que yo también sé responder a esta broma tuya. Ahora me toca a mí gastar unan buena broma”. Y por la noche, estando durmiendo el hijo de Félix el Gato, Pocho se levantó en silencio y la comida que le habían llevado aquella tarde, que eran peces fritos, fue y se comió todos los peces y dejó sólo el pan.

Y al otro día cuando el amo le dijo: “Venga, Pocho, vamos a contarnos los sueños”. Le dijo él: “Cuéntamelo hoy tú a mí primero”. Y le contó muchas maravillas que había soñado a lo largo de toda la noche. Y cuando terminó le dijo: “Ahora, Josico, te toca a ti. ¿Qué has soñado esta noche?” y Pocho dijo: “Pues yo he soñado muy poquita cosa. Sólo que a media noche me levanté y como tenía hambre, me comí los peces”. Cuando echó mano el otro y vio que era verdad que se había comido los peces, se dio cuenta que aquel hombre no era tan tonto porque le había dado una respuesta contundente a sus bromas pesadas.

Pasado el tiempo me enteré que este hombre, un día bañándose en el charco del pantano, se ahogó. Cuando lo supe me dio mucha lástima y me quedé en la duda pensando: “¿Llegó Josico a enterarse del triunfo de su sobrino, el Pequeño Ruiseñor?” No lo sé pero yo digo que aquel hombre bueno si hubiera conocido a su sobrino en el éxito y triunfo que tuvo, hubiera gozado muchísimo.

Cantinuará…

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