3.31.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-11

PARADOS FRENTE A LAS TIERRAS

Nos paramos. Desde el mismo borde de la pista nos situamos frente a las tierras llanas que forman un pequeño valle por donde todavía crecen espesos, los álamos. El Aguasmulas baja repleto y el arroyo que a él se une, lo mismo. Enseguida entra por los ojos lo hermoso que era este rincón. Repleto todavía de higueras, parras que trepan por los troncos de las gruesas encinas, granados, ciruelos... señales ciertas de que en otros tiempos este lugar estuvo ocupado por un puñado de serranos. Y entran por los ojos lo buenas que son estas tierras para sembrar. Tanto entran que se adivinan las huertas que ellos aquí tenían tan repletas de todo tipo de hortalizas y tan regadas con la abundancia de las aguas limpias que por el río bajan. Se adivina el magnífico trozo de paraíso, extendido junto a las riveras de los dos cauces.

- Ese trozo de tapia que todavía se ve ahí, era la casa de unos que les decían los Jesusos. Esta otra casa que se adivina estuvo aquí abajo, era de otro que le decían José María, que es donde ha vivido la Pepa aquella que tiene el bar y el supermercado en el poblado. Todo esto eran las huelgas donde sembraban los que vivían aquí. Allí enfrente, en las casas aquellas que se ven, o al menos yo si las veo, las escuelas. Siguiendo el río arriba había otro cortijo que era donde vivía el tío Josico. Era la casa del tío Basilio. Era toda una aldea lo que aquí había con su maestro de escuela y todo. Esos riscales que se ven ahí se llaman Los Pajarillos. En aquello que se ve algo más lejos, hay una hoyica que le dicen Hoya Alta. Y por la parte de arriba, al otro lado, se encuentra la Piedra del Mulón. El cerro de la Campana está algo más arriba que también le dicen el Calarejo. Es aquél alto que se ve en la punta de arriba.

Por ahí iba un camino para allá y era también paso de ganado. Siguiéndolo se llega a las Presas y luego al poblado. Si miras bien verás muchas olivas y para que también lo sepas, muchas veces he labrado yo cada una de estas olivas. Es que, además, toda la tierra que ahora mismo estamos viendo llena de tantos pinos, en aquellos tiempos eran puros sembrados.

Aquí pegado al cauce del río estaba la bolera y justo por ese rellanillo tengo yo un recuerdo muy bonito de mi niña. Ahí enfrentico, por aquel pedazo que se sembraba, mi niña le dio una gran lección a su profesora de escuela. ¿Preguntáis que cómo sería eso? Pues os lo voy a decir para que lo sepáis y para que se vea que muchas veces, las personas más sencillas, pueden dar lecciones a las personas con carreras.

LA NIÑA

Yo tenía las vacas ahí en todo eso, para acá y para allá. Y la profesora le temía mucho a las vacas. Mi niña con doce años, cogió así a su profesora y le ayudó a pasar por entre las vacas para que no le hicieran nada. La profesora por ese lado, las vacas por este y mi niña dividiendo el camino al tiempo que protegía a su profesora para que las vacas no le hicieran nada. Los animales conocían a mi niña tanto que hasta incluso sí las miraba y les decía: “Para fulana”, la atendían, la respetaban y se “ladiaban”.

Y la maestra, pues claro, iba con miedo. Así es que ahí le enseñó una lección que ella desconocía. Para que se vea lo que vale el saber. Yo siendo un analfabeto, que nunca he pisado una escuela, y mira como comprendo las cosas que tienen valor. Mi niña, que ya es una mujer casada y con hijos, pero que ahora mismo la estoy viendo por aquí jugar y correr con aquellos hermosos doce años. De la maestra sólo me acuerdo que se llamaba doña Carmen y el apellido de una hija era Navaja. Pero ese es el apellido del padre.

De la madera que bajaban por los cauces de estos ríos y arroyos, me acuerdo yo también. La bajaban haciendo balsas y las traían de los Cuchareros, de los Pardales y de otros muchos sitios. Por aquí pasaban para abajo en busca del río Grande. El barranco ese que se ve, también que eran olivas y se llama el Vallejo de la Grama. Aquellos riscales de allí que hacen filo, se llaman la Lastrilla.


Esto es una pena haberlo dejado aquí abandonado. ¡Tu sabes lo bueno que era este rincón! Yo no tenía ninguna propiedad por aquí, pero una prima hermana mía, tenía una casa, tierras y muchos árboles buenos. Un día le dije: “Oye, ¿por qué no les proponemos que nos pongan aquí una alambrada? Yo dejo que me expropien el cortijo y aquí que hay mejores tierras y más vecindad, nos reunimos”. Ningún vecino me hizo caso y ¿sabes lo que pasó? En cuanto nos fuimos de aquí, alambraron todas estas tierras. Y ya no ha habido nada que hacer. ¿Y cuanto mejor no estaríamos aquí ahora mismo todos los vecinos del poblado? Con estas aguas, estas tierras y paisajes como los que nos rodean. Aquí estaríamos en la gloria. Así es que unos y otros nos fueron quitando trozos y desde que empezaron a arriconarnos, todavía no han parado.

Ya comenzamos a subir y nos tropezamos con las ruinas de otra casa. Nos queda por el lado derecho, en la parte de abajo del carril.
- Esta casa era de uno que hay en el poblado que le dicen Cerilo Suárez. No tenía familia, pero él se valía aquí haciendo sillas y otras cosillas de madera. Era un hombre muy apañado. ¡Cuántos ratos de bailes habré vivido yo en lo que ahora son las ruinas de la casa de este hombre! Fíjate, entre las piedras de las ruinas todavía siguen creciendo las parras que nosotros llamamos “soteñas”. Unos metros más arriba, fíjate y verás como todavía se adivina las ruinas del molino de la aldea de las juntas. Aquí he vivido yo por lo menos cinco o seis años. Como ya mi niña estaba grandecita, nos bajamos desde el Cortijo a este molino para que pudiera asistir a la escuela.

Mira las nogueras del molino. ¡Qué gloria de árboles! Ahí enfrente estaba y este era el que tenía dos empiedros. De aquí para arriba ya no había ningún molino más. Pero lo que sí había mucho, eran truchas buenísimas. Yo nunca he pescado, pero mi nena, sí era muy buena pescadora. Le saqué un permiso y se lo pasaba de maravilla pescando por las aguas de este río. Es que yo he tenido un hermano que era el mejor pescador de todas estas sierras. No había quien le echara, como se dice “el hacho”, para pescar.

PENETRANDO EN
LA PROFUNDIDAD


La pista, tallada en la tierra de la ladera y remontada sobre el río, avanza hacia la profundidad del barranco. Sentado a mi derecha, todo emocionado y con la presencia de un rey sin corona que vuelve a su reino, habla sin parar y a pesar de todo, se siente orgulloso. A pesar de todo, él tiene sus raíces entre las peñas y los valles que manan leche y miel. Algo que en el fondo a muchos nos gustaría aunque de palabras expresemos otra cosa. Al otro lado del río, nos queda la ladera por donde, según él, bajaba la senda.
- Desde el mismo cortijo de la Fresnedilla se dejaba caer barranco abajo y siempre iba por aquel lado del río. Cuando pasaba por aquella ladera que estamos viendo ahora mismo, se llamaba la Asperilla Húmeda. Si miras bien, aquí el río tiene otra hermosa cerrada. Lo que se ve algo más arriba es el Vallejo de los Frailes. Y coronándolo, la gran Piedra del Cortijo. Fíjate, cada vez la vemos más clara. ¡Cuantos recuerdos tengo yo por ahí!

Alfonso, que nosotros todavía le decimos sólo Alfonso, es hermano del marido de una prima hermana mía que todavía vive en el poblado.
- ¿Y lo conociste tú de pequeño?

- ¡Madre mía! ¿Sabes tú lo que dije yo la otra noche que vino la cosa bien? Como yo soy comunista y no lo niego, porque los verdaderos comunistas quieren el bien de todos. Ataca, pero es al que no quiere dar vida a los demás. Sea religión o sea lo que quiera. Y claro, pues yo, cuando vi lo que ese hombre hizo conmigo aquel día, me gustó mucho.

Tanto que aunque ahora soy comunista, como te he dicho y él cura que lo conoces de Úbeda, si ahora entrara un mando comunista y llegara y dijera: “Pues a este cura hay que fusilarlo”, ese no lo fusilaban mientras yo estuviera vivo.
- Es que don Alfonso es muy buena persona.
- ¿Sabes tú cómo yo le salvaba la vida?
- ¿Cómo?
- Lo mismo que se la salvó el padre del Almanzor y de Azulema, que fue a Lara y a Gonzalo Fernández de Córdoba. Pues lo mismo haría yo por don Alfonso para que no lo mataran. Me pondría delate de él y antes me tendrían que matar a mí y cuando ya estuviera muerto, lo mataría a él, pero antes yo y después don Alfonso aunque sea cura él y yo comunista.

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