3.26.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-2

DIA PRIMERO
Repasando los recuerdos

En el poblado nuevo, vive en la calle que lleva el nombre de su río. Todo el mundo dice que él sí sabe de la sierra y, además “tiene buena labia para contarla”. Esta tarde, después de tanto tiempo, he vuelto y en la puerta de su casa, sólo he visto a su mujer, la madre buena, en silencio sentada. A caer la tarde, los ancianos, como en aquellos tiempos, se salen a las puertas de sus casas y mientras toman el fresco, observan lo que por la calle ocurre, al tiempo que charlan con los vecinos. Es costumbre que a ellos les ha quedado de aquellos cortijos donde entre los montes nacieron y hasta que el Señor se los vaya llevando, no dejarán de practicarla.

- ¿Dónde está padre?
Le pregunto. Me mira un poco fija porque ella no ve mucho.
- Vino un muchacho y se lo llevó para enseñarle unas vacas y por ahí está.
Salgo del pueblo por la parte de arriba y lo busco por donde tienen las vacas, las ovejas y las huertas cada uno de los serranos aquí recluidos. Tampoco está por los huertos que pegan al río.
- El tiene su corral entre los pinos aquellos.
Me dice una de las mujeres que con sus carreterilla de hierro lleva alfalfa para sus vacas. Subo hacia la parte alta que es el lado que pega al cerro del cortafuegos y por entre los huertos y corrales de los pinos, lo busco. Tampoco por aquí lo han visto.
- Por allí detrás tiene él el corral de sus vacas.
Y me voy por allí detrás. Miro y como no lo veo me pongo a curiosear las cosas que en el corral de sus vacas él guarda. Sogas, paja, madera, ganchos de ramas... De todo un poco tiene aquí, como en aquellos tiempos en su cueva blanca.

Miro y por entre los pinos, desde donde se pone el sol, se acerca. Viene subido en su burra blanca, con la cabeza agachada, las gafas puestas y la gorra medio tapándole los ojos. Todo un caballero de la triste figura o una visión mitológica que por entre los pinos de las profundas sierras, aparece recorriendo los caminos al atardecer o al alba.
- Te estoy esperando.
- Ahora mismo estoy contigo. Encierro las burras y nos sentamos en la sombra de los pinos.
Me uno a trote lento de sus burras blanca, llegamos al corral, las mete dentro, las traba, les quita el aparejo, les pone en el pesebre un puñado de paja y después de moverse de acá para allá rápido y encorvado, salimos a la sombra de los pinos que gritan y callan.

- Esto es para que te sientes tú.
Abre una pequeña silla de hierro con un trozo de tela de plástico y después de insistirle que ahí debe sentarse él, me siento yo.
- Pues a mi opinión, el valor de la persona, es el dote de sentimiento. Una persona que carezca de ellos no tiene valor ninguno. Cada uno opinamos de una manera. La mía, yo me creo que es opinión sana. Que sirve para todo el mundo. Porque yo me digo que no quiero nada más que lo que es mío. Para ti lo suyo y me alegro del bien de la humanidad entera y me gusta respetar a todo el mundo. Es que así de esa manera, sí se podrá marchar en la vida.

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