3.28.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-6

EL RECUERDO DE AQUELLO

Ahora, ya que llevo mucho tiempo viviendo en este poblado, de vez en cuando me acuerdo de aquel sitio. Me acuerdo de todo. Me da alegría de ir a donde viví. Recuerdo yo con especial cariño una cueva, entre las muchas que por allí hay, que le dicen el Poyo del Agua. Dentro de la misma cueva nace una fuente. Hay una pila y cae allí el chorrillo. Aquello no se ve. Pasa uno a cinco metros de la entrada y no ve la cueva. Toda la puerta esta tapada con los bujes. Pero es una cueva que da gusto de ver. Hasta das allí una voz y retumba y aquello da gloria. El agua es buenísima. De la mejor que puede uno beber.
- ¿Cómo me has dicho que se llama?
- Eso se llama la Cueva del Agua.

Por allí sale una garita, un poyo con un camino por donde podían subir las bestias y todo. Por eso te decía que aquello se llama el Poyo del Agua. Va a salir a las Pegueras. A la entrada del Cinto de Majatraga, enfrente de la Fresnedilla. De lo que había por aquellas tierras, ya verás tú si me acuerdo. En la aldea de las juntas vivía una hermana de mi madre, mi tía Consuelo y un tío mío que le decían Demetrio. Que era el padre de uno que he nombrado que le dicen el “cojo de la Fresnedilla”. Ese es primo hermano mío.

Que Majatraga y, haciendo un descanso, se le dice porque allí había una majá donde se guardaba mucho ganado. Como entonces había bichos por la sierra, llegaban y se comían a las ovejas, las cabras o lo que fuera. Por eso le pusieron el nombre de Majatraga. Que los bichos se tragaban todo lo que pillaban.

UN RECUERDO PARA MÁXIMO

Sigue conversando y dice:
- Desde que nació lo conozco yo, porque ya te he dicho que era primo hermano. Su padre y mi madre eran hermanos. ¿Pues cuantas noches habrá dormido en mi casa? Como él estaba soltero, pues se venía aquí y se quedaba con nosotros. Donde estaba el cojo era una finca. Una propiedad que compró mi abuelo. Tenía una escritura, pero no movieron las cosas y él ha estado probando a sacar esa escritura. El por los animales, no ha pagado pastos, pero ¿cuántas denuncias le habrán puesto? ¿Cuantas veces no le habrán amenazado? Y lo más malo de todo, hasta pegarle. Le han pegado muchas veces y en silencio él sufría. No se lo contaba a nadie y por eso se ensañaban tan duramente con él.

Le ha pegado mucho, pero él no ha cedido. Si lo matan, lo matan y él no cede porque estaba defendiendo una cosa de amor propio, que era suya. Siempre decía: “Si me matan que me maten, pero yo defiendo lo mío mientras que viva”. Hasta morirse. Pero luego se hizo amigo de los ingenieros y todo. Les decía: “Ustedes denuncien. Yo por eso no lo tomo a mal, pero yo defiendo lo mío y a ver”. De la Fresnedilla se vino cuando se vio mal. Se fue con una sobrina suya a Andújar y allí ha muerto. Eran nueve hermanos y ya no queda nada más que una hermana que es de mi tiempo que ahora vive en Barcelona con una sobrina suya. Que como se dice, la ha criado como si hubiera sido su propia madre.

- Que tu primo era de los que le gustaba quedarse en su tierra.
- Eso es verdad. Ese ha estado aquí mientras ha podido andar. No se fue de su casa y allí sigue como testimonio de su cariño por esta sierra. No está expropiada y hasta en el Cortijo tiene una parte. Tampoco lo han derribado porque tenía él parte, aunque ya estará casi en el suelo. En la Fresnedilla, lo suyo, tampoco. Vamos, una casa que no tenía él parte, sí la han derribado, pero la otra, no la han tocado aunque también estará en el suelo ya. Hace tiempo que no he ido por allí, pero donde el cojo, que estaba cojo, tenía parte, no lo han derribado. No ha dado él lugar a que lo derriben.

Lo que sí te digo, por si alguna vez vas por aquel rincón, es la emoción que se siente cuando uno entra a aquella casa. No sé qué tendrá ni por qué será, pero pisar aquella casa, observar las paredes y contemplar las vigas viejas de madera, el alma se te llena de temblor y encogimiento. Vamos, que te asusta ver aquello tan en silencio, impregnado de tantas emociones de las personas que a lo largo de los años han ido pasando por el recinto y tan lleno ahora de abandono, polvo y telas de araña. Un día, cuando tú puedas y quieras, tenemos que ir y ya verás como no te miento. Sólo por gusto de entrar a la casa y respirar un poco el aire y la soledad que de aquellos rincones ahora manan. Pero sobre todo las vigas de madera que sujetan el tejado, con su color pardusco y su humedad rezumando nostalgia y ausencia.

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