4.03.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-16

POR EL VIEJO CAMINO

Le pedimos que nos guíe y nos ponemos en ruta.
- ¿Llevamos el hacha?
- La llevamos.
- ¿Y el ramal?
- También.
- Pues entonces vamos para delante.
Cruza la pista, desciende hacia el barranco, busca el trozo de pista que se aparta de esta principal y baja hacia el arroyo, la seguimos unos metros y enseguida dice:
- Nosotros vamos por aquí arroyo abajo en busca del paso.

Como esta tarde nos acompaña su hermana, porque ella también tiene un gran trozo de vida desparramada sobre este rincón y como él cree que ella no puede subir la cuesta que precede al cortijo, le dice:
- Tú te vas por este camino y mira a ver si puedes colar por el río. Con nosotros no puedes venirte porque esto de Los Tobos esta malo para ti. En todo caso nos esperas en el río que ya te traeremos uvas de las parras de tu cortijo.
- Pero es que a mí me gustaría subir a ver mis colmenas.
- Si eso ya estarán las abejas muertas.

Se resigna sin quedarse satisfecha y se va siguiendo el camino que baja. Ella también está mayor, no se le ve tan ágil, pero quiere subir a ver las ruinas del cortijo donde durante tanto tiempo vivió. A la hermana se le amontonan los recuerdos y por eso a cada instante le salen, en forma de nostalgia por su boca. Se va siguiendo el camino, pero quiere venirse con nosotros, mas ciertamente con nosotros no puede venirse. Baja recto hacia el cañón del cauce sin reparar ni en el monte ni en las rocas ni en los barrancos que el agua del arroyo ha ido tallando por la hondonada que vamos recorriendo. Por eso ya en estos primeros pasos, descubrimos que a pesar de sus años, este hombre se siente dueño total del terreno por donde nos quiere meter.

Y nos mete por donde a nosotros jamás se nos hubiera ocurrido. Desde los surcos y hondonadas del arroyo que baja, se viene hacia la derecha, sube a la superficie de una gran roca que en picado cae hacia en surco del río y por encima de ella, sin ni siquiera agarrarse, salta decidido. Mi asombro es tal que enseguida pienso que nos va a meter en el peligro más grande. Lo llamo con el deseo de frenarlo y ni siquiera hace caso.
- ¡Pero, que aquí nos despeñamos!
Sigue saltando por los salientes de la gran roca sin hacer caso a ningunas de mis palabras. Se asoma al surco que el cauce ha tallado en la pura roca y aunque el surco es profundo, parece como si no le importara. Se hunde hacia él y ya aparece la impetuosa corriente y el Charco Azul. Es una pura cascada la corriente del río por este punto. Una pura cascada entallada por completo en los surcos de las rocas y, además, sonora y grande. El río Aguasmulas, a mi parecer, en esta ocasión trae más agua que el Borosa. Incluso creo que le gana al Guadalquivir. Es un río respetable este Aguasmulas sin dejar de mostrar también su perfecta transparencia y el cascabeleo dulce de cascadas inigualables.

Un poco antes de tocar la corriente, se para y desde lo alto de la roca mira en la dirección que baja el río y dice:
- Esa huelga que se ve allá arriba, donde muere el trozo de pista que sigue ella, era de mi hermana.
- ¿Y el camino colaba por el vado de esa huelga?
- No, no. Por ahí lo que colaba era una senda que hicimos nosotros para salir desde el cortijo, pero sólo cuando íbamos con bestias. Si veníamos andando, siempre saltábamos por donde ahora mismo vamos a colar. Y aquello que se ve, era otra huelga también de otra hermana mía.

Aprovecho el momento para ponerme delante. Sigo bajando por la superficie de la rugosa roca tobacea que forma como una rampa y al llegar al filo, salto. La corriente del río, en este punto, se queda encauzada por debajo del pico de la roca que hemos bajado. Y al otro lado lo que hay es también una pequeña plataforma rocosa y es tan perfecta y llana que al saltar, quedas encima de ella. Pero el salto no es pequeño. Metro y medio largo. Salta también el compañero que hoy se interesa por las cosas de y las cosas de estas tierras y ahora nos preparamos para cogerlo a él. Caemos en la cuenta que con sus ochenta y tres años, un salto de esta envergadura, tiene su riego. Le pedimos que se deje ayudar y no quiere.
- Toda mi vida he estado yo saltando solo este escalón. Aunque tuviera los ojos vendados me sabría mover por aquí sin peligro ninguno.
- Pero el hombro y la mano de un amigo a veces es necesaria para andar el camino. Ya no son aquellos tiempos aunque para ti sí lo sean a pesar de los años.

Se apoya en nuestros hombros y en un abrir y cerrar de ojos pasa de una roca a la otra. Ya tenemos la corriente del río cruzada al estilo y modo de aquellos tiempos. Sin necesidad de puente ni camino.
- Ahora sigue tú.
Y él, que no es necesario animarlo para nada, de nuevo se pone al frente. No hay senda y eso lo vemos enseguida. Arremete contra la ladera agarrándose al monte y penetrando por entre su follaje. Una vez más lo miramos y no acabamos de creerlo.
- Pero, por aquí ¿a dónde vamos?
- Yo conozco el terreno y aunque ya veréis que si sube una senda al cortijo, como yo sé por dónde tengo que ir, llegaremos igual, pero adelantando mucho terreno.
- ¿Adelantando terreno cuesta arriba?
- Un serrano como yo siempre sabe lo que se dice y hace.

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