8.15.2007

Rutas para la historia- 4

Camino del cortijo de Tejerina 17-6-95

LA RUTA:
Puerto de las Palomas, arroyo López. Cruz del Muchacho, Monte Malo, cortijo de Tejerina, Fuente de la Tejadilla, Narigón, Blanco Carrasquea, Las Albardas, Salto del Moro, Puerto de las Palomas. Zona restringida, alambradas en las propiedades particulares.
Distancia : 8 km.
Tiempo : 6 horas andando.
Desnivel : 350 m.
Camino Carril, vereda y campo a través.

Comenzando – 1

Quiero aclarar que esta no es una ruta al estilo en que son casi todas las rutas en las guías para montañeros o turistas. El recorrido que va trazando esta ruta no discurre por ningún camino concreto ya que en muchos tramos avanza campo a través y por donde puede siempre buscando el mejor paso para lograr el objetivo final. Por donde el Chaparral, la Cruz del Muchacho y más arriba hay alambradas protegiendo las tierras que son propiedades privadas. Desde el cortijo Tejerina a la fuente de la Tejadilla subía una vereda para enganchar con la que iba por el puerto del Narigón para los Poyos del Rey, la Nava del Puesto y los cortijos del Palancar. Esta vereda se ha borrado mucho de no andarla y por eso se hace difícil encontrarla. Y quiero aclarar que la ruta, aun no siendo una ruta clásica, es de una belleza sin comparación. Los paisajes por donde discurre son realmente bellos así como los rincones que recorre y los distintos niveles que va superando.

Arranca esta ruta en el mismo Puerto de las Palomas, baja hasta el barranco de la Cruz del Muchacho y aquí se viene para la izquierda campo a través buscando el collado de los Gitanos y el cortijo de Tejerina. También se puede hacer esta ruta desde el valle del Guadalquivir. Al pasar el Puente del Hacha, bajando para la Torre del Vinagre, en la primera llanura por la izquierda se coge esta ruta. Asciende por el carril de tierra y al poco deja a la derecha los cortijos del Chaparral. Unos metros más arriba aparecen las cercas cortando la entrada. El cortijo de la Cruz del Muchacho nos queda por la izquierda sobre el cerrillo casi asomado al Puente del Hacha y al valle que el río Guadalquivir va modelando por el rincón. Describo las cosas según mi vivencia y con mi estilo personal.

Preámbulo – 2

Entras al cortijo y de la estancia principal, donde está la chimenea y en ella las trébedes colgadas, coges dos sillas. No son sillas de aneas ni altas ni bajas porque las sillas de los cortijos de la sierra son de cordel de esparto y bajitas. De unos cuarenta centímetros para estar cómodamente sentado frente a las llamas de la lumbre. Las sacas fuera y en el rellano de la entrada, el que es todo un grandioso balcón clavado en mitad de la solana y alzado frente al precioso valle que el Guadalquivir traza por aquí. Más lejos y al frente se ve el gran macizo de las Banderillas desde el Calarillas hasta el Yelmo. Hoy sobre el rellano en la entrada del cortijo se derrama la fresca sombra de los tres grandes robles. Su espeso bosque de hoja se mece al paso del suave vientecillo que sube desde el río. Me ofreces una silla y me pides que me siente.
- Desde aquí, desde este balcón del mundo perdido en las laderas y bosques de esta mágica sierra te voy a explicar el camino. ¿Qué es lo que me decías antes?
- Quisiera saber por donde va el camino que desde el valle del Guadalquivir subía al cortijo de Tejerina. Esto es lo que ahora quiero porque llevo media vida queriendo venir al cortijo de Tejerina y aunque ya lo he preguntado muchas veces nadie me dice con exactitud dónde se encuentra ese cortijo. Ahora necesito conocerlo, quiero verlo con mis propios ojos, quiero tocarlo con mis manos y quiero oler el perfume que se respira en su interior.
- Pues siéntate tranquilo y mientras en estos momentos respiras el aire fresco que sube del río te voy a explicar. Ya verás que sencillo y bonito es el camino que sube a Tejerina.

Me siento en la silla de esparto y ya empiezo a comprobar que tiene razón: desde este balcón y con una panorámica como la que frente a nuestros ojos tenemos gozamos de medio mundo. Pero de pronto le pregunto:
- ¿Qué hago yo aquí sentando en la misma puerta del cortijo Tejerina?
- ¿Que qué haces aquí?
- Eso es lo que me pregunto y te pregunto. Si estoy queriendo aprender el camino que lleva al cortijo es señal de que todavía no he venido ninguna vez a este rincón. Pero si ahora mismo ya estoy sentado en la puerta bajo la sombra de los robles y en las viejas sillas de los serranos de aquellos tiempos ¿Por dónde he venido yo si no sé el camino?
- Es cierto que no sabes el camino. Nunca en tu vida tú has venido a este cortijo y si ahora estás aquí sentado no es porque hayas venido sino porque lo estás soñando.
- ¿Entonces estoy aquí pero no es de verdad porque lo vivo en sueño?
- Eso es. Estás aquí pero no has venido por ningún camino de los muchos que surcan estas sierras sino que andas dentro de un sueño.
- Sin embargo esta silla es real, también los robles, el balcón frente al valle y el viento que acaricia.
- Todo es real porque esto es el cortijo de Tejerina pero al mismo tiempo tú no has venido andando caminos para llegar aquí.
- Y estando aquí y siendo todo sueño ¿puedo aprender los caminos que tanto tiempo llevo queriendo?
- Los puedes aprender y los vas a recorrer.

El comienzo -3
Te explico: el camino que a ti te interesa es el que arranca del mismo Puerto de las Palomas y en sus primeros cien metros es el mismo camino que lleva al Salto del Moro y a los Poyos del Rey. Pero cuando llegas a la cueva te fijas bien, antes está la lastra donde brotaba la fuente del Cocón, te desvía para la derecha siguiendo el carril de tierra. Sigues esta pista y en cuanto vuelca te encuentras con el arroyo López. En algunos mapas aparece como arroyo del Zorro. Bajas un poco y si es sábado o domingo puede que ahí te encuentres a los pastores, con sus esposas e hijos todos sentados bajo la sombra de los pinos y desayunando. Ahí mismo está la nave donde ellos tienen encerradas sus ovejas y como le preguntas a ellos te dirán que vas bien para llegar al cortijo de Tejerina.
- El carril de tierra, la pista que desde el Puerto de las Palomas ha traído hasta aquí en este punto tiene su fin.
- ¿Pero se puede bajar por aquí para enganchar con la pista que sube desde la Rejona?
- Sí que se puede pero tirando por detrás de la nave y siguiendo la vieja vereda que lleva al cortijo de la Cruz del Muchacho.

Y eso es lo que tú quieres. Te gusta que el camino siga y que sea vereda de aquellos tiempos. Una hora y media después de haber salido del Puerto de las Palomas llegas a lo que tú llamas la casa forestal de la Cruz del Muchacho. Ya te animas porque desde aquí para abajo sí conoces el camino y por eso en lugar de seguir para la vieja piscifactoría de la Rejona te vienes para el lado izquierdo para pasar por otro cerro hueco y buscar ese otro cortijo que aquel día viste. El que está al final del gran barranco de Cerro Campanilla, casi escondido entre encinas, rodeado de almendros, parras, higueras y hasta algún álamo. No sabes cómo se llama este cortijo y como buscas el de Tejerina hasta puedes creerte que el que tienes ante tus ojos es Tejerina.

Desde aquí bajaste aquel día y por eso sabes que en una meseta que existe al final de la ladera, se alza otro cortijo. Es una construcción nueva en forma de nave y viste que hasta le estaban poniendo antenas de televisión y radio. Al ver esta construcción te preguntas si es o no Tejerina o la casa forestal que alguien te ha dicho hay por el rincón. Por su volumen y aspecto nuevo tiene pinta de un proyecto moderno más que de viviendas antiguas. Pero sabes que todo este rincón se recoge dentro del nombre “La Cruz del Muchacho”.

Puente del Hacha, Cruz del Muchacho – 4

Recuerdas en este momento cuando aquel día, al pasar el Puente del Hacha, te viniste por la pista que sube para el Chaparral y también te tropezaste con este edificio. Cogiste el carril por donde viste los robles arrancados de raíz porque les estorban a los que hicieron la pista. Subiste por este camino y te encontraste con el chalé y por donde las ciervas que es justos en los cortijos del Chaparral. Te llamó la atención el gran manzano aun con las manzanas verdes junto a la pista y por la derecha. Estaba doblado de tantas manzanas como tenía. Te quedas un rato frente a árbol y mientras te dices que cuando pase unos días volverás cuando ya estén maduras las manzanas sigues subiendo. Miras para la parte alta y descubres toda una huerta por las tierras de la ladera. Busca el cortijo de la Cruz del Muchacho. Al ver tantos árboles te animas.

Son las tres de la tarde del día veinte de julio. Aunque por la mañana sí ha estado nublado y con una temperatura muy fresca a estas horas el sol calienta fuerte y sobre todo en esta solana. De entre la vegetación brota todo un gran concierto de cantos de chicharras. Al oírlo recuerdas tantos y tantos días de verano en cualquier rincón de estas sierras. La pista pasa por detrás del cortijo Cruz del Muchacho, atraviesa las tierras fértiles y sigue en busca de la nueva construcción algo más arriba. Te encuentras que las tierras del cortijo Cruz del Muchacho están valladas.

Pasas porque la puerta de la alambrada está abierta. Te acercas al cortijo. Los ves solitario, derruido, quemado por el sol que cae y en silencio. Con un gran respeto y casi con miedo entras. La puerta está abierta. Con un respeto aun mayor los recorres durante un buen rato. Meditas mientras descubres tanta y tanta presencia humana ahora toda ausente. Pasado casi una hora sales fuera. Tienes hambre. En la misma puerta pones una silla vieja de las que has encontrado dentro y te sientas. Descuelgas tu mochila, sacas la comida y te pones a comer. A la sombra de la vieja encina, en la misma puerta del cortijo Cruz del Muchacho y frente al precioso valle del Guadalquivir. Una delicia de comida con un buen trozo de lomo y la vista que la sierra te regala.

¿Qué has encontrado dentro del cortijo? Mientras devoras tu alimento meditas en el corazón lo que dentro de este cortijo has encontrado. Dos grandes vasijas de cobre que has visto en la parte de arriba, en la buhardilla. Sabes que son los calderos que ellos usaban cuando hacían la matanza. Donde se cuecen las cebollas, las patatas y la carne. Los calderos de cobre ahora se pudren en el silencio de la buhardilla. Hace ya muchos años que se pudren en esta soledad y nadie sabe si algún día volverán por aquí sus dueños.

Entre tus manos tienes las cartas que acabas de encontrarte dentro de una bolsa de plástico. Unos papeles viejos con fechas muy lejanas que ni por asomo esperabas encontrar por aquí. Hasta llegas a pensar que alguien los ha dejado en este viejo cortijo para que tú hoy los veas. En seguida te dices que esto es un tesoro. Un documento valiosísimo que por pertenecer a personas humildes aun nadie se le ha ocurrido mostrarlo en museos. Las tienes en tus manos y mientras las vas desdoblando compruebas que están escritas por personas que apenas saben escribir. Las letras son desaliñadas y la ortografía ni existe. En esto es donde tú encuentras valor. Te pones a leer despacio para gustar mejor lo que transmiten.

Los documentos – 5

Valencia 13 del 3 del 72
quridas hermanas y sobrinas mucho me alegria que sial ser esta entupodel hos encontras disfrutando de un perfecto estado de saluz que es lo que yo mas deseo para bosotros yo por este momento vien solo con mucha ganas de veros a todos.

Vueno esta es para daros contestacion ha vuestra cariñosa carta por la cual mea servido de mucha halegria hal saber que estais vien y hal mismo tiempo para contaros cuanto en eya medecis vueno Jofia hayer sabado estube en lo de la Julia y estan todos mui vien vueno tanvien hos digo que aquí ya son las fallas y lo pasamos muí vien y nos divertimos muchos haora tendre cuidado que no me pase lo que este haño pasado pues cuando pasen ya hos lo dire como las e padado porque haora estan empezando vueno ya me contareis como vais por porai con vuestras faenas que no me contais nada La nieve segun me dijo Ramon en una conferencia que tuve haller sea ido vueno me direis como vais con la aceituna si las haveis hacavado vueno ya no hos cuento nada mas porque ya no me acuerdo de nada mas por haora y sin nada mas por este momento se despide vuestra querida hermana y tia con un millon de vesos y habrazos de desta que veros desea mas que escriros y lasoi Mari adios asta la vuestra que sea pronto perdonal por los vorrones un veso muy fuerte de mi partepara Germanito de quien no le horvida vueno luisito cuentame como vas con nobias que no me cuenta nada de tu vida vueno si no tengo carta antes hos deseo que lo paseis vien en la semana santa pues yo ha lo mejor me voi ha lo de la Julia a Dios asta la buestra que sea pronto.

A 18 de agosto del 1979
querido ermano i cuñada i sobrinos nuestra mallor alegría es que al sel estas cuatro letras en buestro podel sos encontreis bien nosotros quedamos bien solo con muchas ganas de beros a todos bueno german de lo que nos dices que sos andicho que seabia cortado josemaria con el sierro pues si que es berda pero ha esta mejor gracia a dios i de lo que me dices que como esta mama y la martina y todos pues te digo que gracias a dios estamos bien y de lo que nos dices que si tiene josemaria trabajo pues te digo que si que te puedes benir cuando quieras que aora tiene dos ombres a enrique y su ermano i a los zagales de pili y el de candido i el de manuel y elemiliano i a miguel i el luis de la francisca y sin nada mas que te bengas cuando quieras i se despide buestro ermano i sobrinos con un millon de besos i josemaria consolacion besos para las nenas i el nene adios.

Castellón a 1 del 11 del 78
Querida esposa ijas ijos me alegrare que a la llegada de mi carta os encontrarais bien yo quedo bien en compañía de mis ermanos i sobrinos y cuñados A D G. bueno despues de saludarte paso a contestar tu carta la cual me a servido de mucha alegria ar saber que estais bien bueno de lo que me dices de la mantanza pues yo que me alegro que todo alla salido bien pero que me acuerdo de que aberos tenido demasiado leña i de lo que me dices de los matanceros pues te digo que los aberos atendido bien porque sino pues el año que viene pues no iran a alludarte bueno de lo que me dices de anger pues te digo que a la fuerza… no me quedo yo en lo de tu ermano fidel i benimos y no nos dejo nada de nada pero que lla ire si dios quiere a la feria bueno de lo que me dices que a nebado pues te digo que en todabia no a llobido nada a lo mejor lluebe que lla ace farta que llueba bueno me diras como ban las bestias que no me dices nada i la perra si la tienes todabia debajo de la carrasca que lla hace un poco de frio bueno me diras si as sembrado las abas que eso es un poco trabajoso pero que si no puedes lla se sembraran bueno lla se despide tu querido esposo con besos y abrazos para ti para nuestros queridos ijos y lo soi.

Dale recuerdos a todos los becinos y a Felipe y su familia a la loisa i antonio y a la nena dale recuerdos a tu tia toribia y a su familia.

17 del 10 del 78
Querida esposa ijos me alegrare que a la llegada de mi carta os encontreis bien llo quedo bien en compañía de mis ermanos i sobrinos A D G. bueno despues de saludarte paso a dar contestacion a tu carta la que me a serbido de mucha alegria ar saber que estais bien que es lo que llo os deseo en todo momento bueno de lo que me dices que bas a matar pues te digo que agas lo que tengas que hacer lo mismo que si llo estuviera lla beremos a todabia quedan dias para eso pero que si lo tienes que hacer no pasa nada lla beremos lo que pasa bueno de lo que me dices que a llobido pues te ditgo a todabia no ha llobido nada pero que aquí todas las mañanas ai niebla bueno de lo que me dices que tienes … pues si tienes leña pasa hacer fuego pues no es de lo mas malo de lo que m dices de la cebada pues aces lo que tu mejor beas pero lla sabes que la cebada (no se entiende) lla lo sabes bueno de lo que me dices de la perra pues no lo entendido lo que me dices bueno de lo que me dices de la boca pues te digo que mu bien no me a dolido nada de nada bueno de lo que me dices que si estoi en la sierra pues te digo que estoi en lo de josemaria bueno me diras como esta la loisa i la nena i antonio que no me dices nada de ellos dime algo de ellos bueno sin mas se despide tu querido esposo con besos y abrazos para ti i para nuestros queridos ijos i lo soi Germán Carrión.

Recuerdos de mis ermanas i ermanos i sobrinos Dale recuerdos a la familia y a tu familia Dale recuerdos la loncia francisca i demas becinos i a felipe german cuentame argo como bas con la cuela que no me dices nada de la perra ni de nada besos para todos de buestro padre xxxxxxx

Recorriendo el rincón – 6.
Terminas de comer. Terminas de leer las cartas. Te levantas y las vuelves a dejar donde te las has encontrado. Has visto que estas cartas ya las han dejado por aquí abandonadas para siempre pero piensas que no te pertenecen. Sientes respeto por las personas que en otros tiempos vivieron en este cortijo y en estos rincones de la sierra. Aunque estén rotas y deterioradas por el tiempo entiendes que estas cartas no son tuyas y por eso crees que es mucho mejor que el tiempo termine de pudrirlas y en este cortijo desaparezcan para siempre.

Sales del cortijo a donde has entrado para dejar las cartas en el mismo sitio que estaban. Te mueves para la parte de atrás del cortijo. Ahora que empiezas a irte en el alma te duele algo. Las toscas y casi desmoronadas paredes del viejo cortijo, su tejado casi hundido, las vigas de madera que han sujetado a las tejas hasta estos días, los trozos de palos que por la parte de atrás han puesto apuntalando a las paredes para que resistan un poco más, y se puede caer en cualquier momento… Te vas retirando del viejo y hermoso cortijo Cruz del Muchacho y en el alma te duele no sabes qué fibra. Te despides sin saber cómo hacerlo. Vuelves a pensar que nunca será posible despedirse de las cosas que siempre fueron y lo serán un trozo de eternidad. Te vas despidiendo y sientes que quizá nunca más vuelvas por este rincón. Desde hace mucho tiempo tú también presientes que se te acabarán los días por los caminos de estas sierras. Por eso en estos momentos el sentimiento se te aviva. Quizá nunca más vuelvas por este rincón y eso te entristece hondamente. Comienzas a cruzar las tierras llanas que se extienden por detrás del grandioso cortijo ahora ya casi podrido y olvidado.

Aquí mismo, frente a la vieja y negra encina, estuvo la era donde ellos trillaban trigo, cebada, garbanzos y habas. Las cosechas que le sacaban a la tierra. Por aquí ruedan todavía algunos papeles de cuando ellos estaban. Son recibos de distintas clases. Los de la Cámara Agraria que ellos pagaban para no ser menos que los demás ciudadanos. Los recoges con respeto. En el primero de ellos, amarillento y roto, lees lo siguiente: “Cámara Agraria Provincial, Jaén. Pueblo de la Iruela. Año 1977. El agricultor en el pueblo indicado ha satisfecho sus cuotas a esta Cámara en el año expresado por el concepto e impuesto que se indica. Concepto: 2,5% sobre la cuota de contratación rustica. Ministerio de Agricultura 23-4-1933. Cuota aprobada por la Junta General 15,00. Total a pagar: 25’00 Pts.”

Pegado a este pequeño papel y con una grapa que ya está más que oxidada, casi podrida, está el tique de máquina con la cantidad de 1358 Pts. Y entre ele primer papel y el tique otro recibo donde se puede leer lo siguiente: “Seguridad Social Agraria. Exacción Profesional enero-junio 1977. Delegación de Jaén, municipio la Iruela. Periodo anual.” Aparece luego el nombre y en el apartado del domicilio y DNI no hay nada escrito. Pero en el apartado de superficie puedes leer el número 3,3250 sin más. No expresa si corresponde a la extensión de la finca propiedad de esta persona. En el apartado de jornales trabajados aparece un 26 y en la cuota a pagar 1333 Pts.

Curioso documento que lees con mucho interés y cariño sabiendo que todos estos datos te acercan un poquito más a la comprensión de las tierras que tanto quieres y a la historia personal de los que las poblaron en tiempos pasados. Y como todavía te quedan unos cuantos papeles de estos que por aquí te has encontrado los sigues leyendo. “Para votar en las elecciones a Procuradores en cortes representante de la familia. 10 de octubre de 1967. El colegio electoral en el que le corresponde votar está sito en la calle de Casa del Médico.” Lo dejas en el suelo y te dices que ya tienes más información de aquellas personas y de aquellos tiempos.

El siguiente papel, también roto, amarillo y tamaña octavilla, es tan curioso o más que los primeros. En él lees: Ayuntamiento de la Iruela. Recaudación de impuestos municipales. Ha satisfecho don … con domicilio en Carrascal la cantidad de 140 Pts. correspondiente a los siguientes impuestos municipales del ejercicio de 1963. Tránsito de animales, 20. Prestación de transporte, 90. Arbitro sobre perros, 30. Total 140. La Iruela 14 de Septiembre del 1963. El recaudador.”

“¡Qué curioso!” Te dices mientras sigues ojeando para descubrir hasta el último detalle que estos documentos contienen. Deliberadamente no quieres recordar el nombre de la persona a la cual se le extienden estos recibos. No es la persona en concreto lo que en estos momentos te interesa sino el conjunto de estos datos que para ti son importantísimos. Otros dirán que papeles como estos existen a toneladas en los ayuntamientos. Te los has encontrado por pura casualidad y no en los archivos sino en las tierras de los cortijillos más humildes de la sierra. Si en lugar de haber venido hoy por aquí llegas unos días más tarde ya no los habrías visto.

Esto te dices mientras empieza a surgirte una duda. En el recibo de recaudación, en el apartado del domicilio, has leído “Carrascal” y sin embargo en los sobres pequeños de las cartas, en la parte de la dirección has leído “Cruz del Muchacho, Burunchel y Jaén”. Y lo que te intriga es que el nombre a quine vienen dirigidas estas cartas es el mismo que hay escrito en los recibos. ¿Qué pasa? ¿El cortijo donde te has encontrado las cartas no es el de la Cruz del Muchacho? Seguro que no. Esto sí lo tienes claro. El cortijo de la Cruz del Muchacho seguro que sí es donde hoy has estado comiendo sentado en la puerta y a la sombra de la vieja encina. El Carrascal queda abajo. Más cerca de las aguas del Guadalquivir. Lo del recibo y la dirección de las cartas debe tener otra explicación.

Y para acabar de completar este especial y bello manojo de documentos rodando por la era del cortijo te queda el último. La pequeña tira de papel color trigo con el sello de “Juzgado de paz de la Iruela”. Arriba lees: “Recibo de la declaración de nacimiento a Registro Civil. De Ángeles Carrión Salas en el Registro Civil de la Iruela. La Iruela a 27 de abril de 1966.” Sin duda que Ángeles sí vivió aquí y hasta seguro que sería propietaria de estas tierras. Ella era una niña cuando en aquellos años 78 y 79 llegaban las cartas a este cortijo. Por eso, el que las escribía, que sería el padre, preguntaba por la nena. Hasta se te pone la carne de gallina pensar que por esta era, por este cortijo y por entre la sombra de esta negra encina jugó y corrió Ángeles en compañía de sus hermanos también niños. Claro que el padre tuvo que emigrar como lo hicieron otros muchos en aquellos tiempos.

Un poco más arriba de la llanura que vas atravesando ya vas viendo las huellas de los “directores” de estos nuevos tiempos. Aquí mismo está la pista que arranca de la carretera por donde crecían los robles. El carril que sube todavía no ha llegado a su fin y como al encontrarse con estas tierras debe seguir subiendo las rompe y continúa. Las rompe y sigue adelante con el mismo orgullo y prepotencia que aquellos que la proyectaron. El carril ni siquiera llega al cortijo. Lo pasa por la parte de atrás, sube y se aleja y busca la casa nueva y lujosa algo más arriba.

Antes de encontrarte con este carril de tierra te vas para el lado de la izquierda. Descubre que por ahí y en la llanura hay una fuente. Hay por aquí como una pequeña depresión, una hondonada en el terreno que desde el mismo cortijo se ve toda repleta de hierba. Crecen muchos juntos y eso indica que mana agua. Tú ya sabes que junto a los cortijos serranos siempre hay un venero. Antes de llegar a los juncos te tropiezas con pequeñas matas de poleo. Te agachas, cogen unas ramitas, las hueles. ¡Qué perfume tan limpio y fresco desprende el poleo serrano! No sabes por qué pero ahora que andas por esta llanura repleta de juncos y de poleo tu espíritu parece como captar el perfume de aquellos tan dulces y extraños momentos. El corazón se te encoge traspasado por una extraña sensación. Es dolor, placer, gozo y al mismo tiempo tristeza. ¿Qué ovejas eran aquellas y quienes eran los que las guiaban? ¿Hacia dónde iban aquellos rebaños y por qué se perdían por tierras misteriosas allá donde terminan las montañas? ¿Por qué dejaron por aquí un perfume invisible y tan potente?

Tus preguntas quedan temblando en la soledad de estas tierras como si esperaran el momento exacto. Terminas de recorrer, despacio y con algo de tristeza, la llanura. Atraviesas la pista que sube. Ojeas las ruinas de dos cortijos por el lado de arriba de la pista. Dejas atrás la alambrada que rodean las tierras del cortijo Cruz del Muchacho. Oyes que alguien dice:
- Qué se han creído los serranos estos. Hay que humillarlos y demostrarles que nosotros no jugamos.
Preguntas:
- Pero es que en menos de quinientos metros he visto tres puestas con candado y esto es un parque natural para todas las personas.
Oyes:
- Con lo nuestro podemos hacer lo que nos apetezca.

Te alejas de la pista. Dejas atrás la alambrada. Se ha nublado. Por el cielo se amontonan espesas nubes negras. Temes que de un momento a otro pueda crujir el trueno. Y estalla. Primero se ve el fogonazo del relámpago y en uno segundos explota el trueno. Comienza a llover. Por entre el monte te mueves para el lado de la derecha y entre unas rocas encuentras una pequeña covacha. Sopla con fuerza el viento. Caen granizos mezclados con gruesas gotas de agua. Refugiado en la sencilla cueva aguantas el chaparrón. Es una tormenta muy violenta. Dura más de dos horas y en este rato cae mucha agua.

Ya con la tarde bastante avanzada sales de tu refugio. Sigue tu camino y ahora casi no puedes andar por el campo de tanta agua como ha caído. Por las cumbres a un lado y otro la tormenta sigue con su actividad de viento, relámpagos, truenos, lluvia y granizos. Descubre que todo el campo ha quedado casi blanco. Han caído tantos granizos que parece una gran nevada. Los arroyuelos bajan reventando de agua. Al día siguiente leíste en el periódico lo siguiente: “La unánime plegaria de los jiennenses fue escuchada. En la provincia de Jaén llovió. El agua que cayó sobre las tierras agonizantes de la provincia sirvió más para crear molestias que para aliviar la situación de la sequía que se padece. Tres pueblos de la provincia de la comarca del Condado y uno de la Loma se han visto afectados. Los daños más importantes se han registrado en los caminos rurales, en las huertas familiares, en la ganadería y en las viviendas”.

Por el cortijo de los almendros – 7

Durante un buen rato merodeas por los alrededores del cortijillo de los almendros. Vas comprobando que aun todavía crecen por aquí además de los almendros, muchas higueras, parras y nogueras. Las cuatro especies de árboles frutales que siempre acompañaron a los serranos allí donde alzaron su cortijo o aldea. En esta ocasión este viejo cortijo también está rodeado de cornicabras, amapolas y unos cuantos chopos por donde debió brotar el manantial. El siempre también presente manantial allí donde había un cortijo aunque ha sido al revés: donde brotaba un manantial los serranos levantaban un cortijo, sembraban huertas y construían tinadas para los animales.

Te mueves para el lado del levante cortando la ladera a media altura con la idea de seguir tu rumbo y ver si encuentras alguna senda que vaya en esa dirección. Pasas por debajo de los viejos almendros. Te llama la atención que tengan tantas almendras. Es normal que los árboles se cargue de fruta pero lo que a ti te sorprende es que con el año tan malo de lluvia y frío los almendros se haya cargado tanto. Las higueras también tienen muchos higos. Entre los almendros y las higueras crecen algunos ciruelos que también están muy cargados de frutas. En las parras cuelgan los racimos de uvas todavía muy verdes.

Crees sin dudar que este fue el rincón donde ellos tenían sus huertos. Según lo vas recorriendo te dices que más adelante volverás un día por aquí al coger algunos puñados de estas frutas. Está claro que nadie viene a por la fruta de estos árboles. El rincón queda lejos de la carretera y las zonas por donde se mueven los turistas y por eso nadie recoge la fruta de estos árboles. Dejas atrás los bancales de las tierras que fueron huertos y enseguida descubres las tierras húmedas. Ya tienes lo que intuía y buscabas: el manantial que le daba agua al cortijo y a las tierras de la huerta. En esta ocasión bien alzado sobre la ladera. Por entre los juncos verdes que se extienden desde los álamos ladera abajo caminas. Huele a humedad y a juncos verdes. Pasas por entre ellos, rozándolos, tocándolos con tus manos como si un sentimiento interior te impulsara a unirte con las plantas y con la tierra. Intuyes que en otros tiempos por aquí tuvo que brotar mucho agua. Hoy, a parte del verde intenso de los juncos no se ve nada más que tierra seca. Tierra llena de grietas y como a estas horas de la mañana ya calienta bien el sol las cigarras desgranan sus monótonos cantos. La sensación de desolación y pérdida se acentúa. Por entre los juncos estuvieron los jabalíes aprovechando los últimos charquillos de agua para bañarse en el barro. También ahora estos charcos se han secado y las hozaduras y pisadas de los animales han quedado en lo que fue barro y en estos momentos un bloque duro y reseco de tierra arcillosa.

Te mueves para la parte de arriba que es por donde el viento mece a los álamos y sigues buscando. Te encuentras con lo que parece fue la alberca. Es como un charco de agua estancada contenida por una especia de pared de tierra hoy ya casi rota. Por aquí manaría el manantial más importante. Por el lado de arriba crece un roble muy grande. A su sombra y por entre sus raíces estuvo la alberca. Te aproximas lleno de emoción y la descubres. Te la encuentras llena de agua pero estancada. Como si llevara ya mucho tiempo sin que a esta alberca entre o salga agua. Por el lado de arriba le entraba el chorrillo. El agua que en estos momentos recoge esta alberca le entra por el fondo. Manan unos hilillos que se van remansando en el estanque. Tienes claro que este era el gran depósito de agua para abastecer a las tierras de la huerta y a los animales del cortijo.

Desde este punto mismo y todo para abajo es un gran juncal. El roble que te queda por el lado de arriba sí está muy verde. Por entre sus ramas se enredan las parras. Compruebas que el rincón es de ensueño. Bello como pocos rincones en estas sierras porque no se parece a ninguno. Por aquí te quedarías una vez más no un rato ni unas horas sino toda la vida. La eternidad entera. Y de pronto un cierto sentimiento de melancolía se apodera de tu alma. En forma de tristeza te brotan unos extraños versos.

Qué poco me han dado los humanos
que a lo largo de mi vida
he rozado.

Cada vez que estuve entre ellos
me condenaron
porque no me comportaba como querían
ni a sus rezos hacía caso
ni sonreía al modo de ellos
y ni quiera he rezado
los rezos que ellos rezaban
para llegar a santo.

Cada vez que estuve junto a los hombres
me juzgaron
me amenazaron con desafíos
me condenaron,
me dijeron que era un maldito
descarriado
y que por no cumplir las normas
era malo
no digno de estar en sus mesas
ni a su lado.
A nadie quise bajo el sol,
de todos fui rechazado
porque no acepté sus normas
de sus mundos raros.

Buscando el collado Gitano – 8

Saturado ya del pequeño rincón del álamo, el roble, la alberca y las ruinas del cortijo reemprendes la ruta dirección al Narigón. Este punto sí lo tienes claro y como por ahí es por donde adivina a Tejerina busca una seda. Algunas de las pistas que te han dado te animan a creer lo que estás creyendo. En un minuto vuelcas y llegas a un arroyuelo. Te sorprende un poco porque tu sentido de la orientación te decía que por aquí no había ningún arroyo. Y además tampoco aparece en los mapas. Es un cauce menor entre el arroyo del Zorro y el mayor que es el del Saco. Este pequeño cauce sin agua ha corrido no hace mucho. La tormenta de la otra tarde descargó fuerte por aquí y se nota que el agua bajó en gran cantidad. Ves que por el lado derecho sube una pista forestal. De nuevo crees que ésta sí es la buena. Cruzas el arroyuelo y la sigues remontando por el cauce.

Tiene un tramo por donde se aparta del cauce y se va para el lado derecho. Sigues por el cauce porque te crees que es mejor dirección y mientras avanzas vas observando como todo el cauce está lleno de barro y monte arroyado. Son los restos de la gran tormenta que por aquí cayó el otro día. En cuanto remontas un poco más y vas llegando a tierras más llanas descubres juncos y mastranzos. Te dices que esto son señales de agua y vas reflexionando cuando te vuelve a tropezar con el mismo carril de tierra que has dejado algo más abajo. El carril traza una curva para ira ganando terreno solana arriba. Sin saberlo le has entrado por una trocha cauce arriba y le has ganado terreno.

Ahora sí la sigues. Presientes cada vez con más fuerza que de un momento a otro te vas a encontrar con el cortijo que buscas. Es tu intuición la que te guía porque datos reales no tienes ningunos. Las tierras que empiezas a recorres y a ver, llanuras y laderas repobladas de pinos y con muchas carrascas, te indican que estos lugares fueron de labor en otros tiempos. Atraviesas una pequeña llanura de tierra roja y paras. Descansas un poco para respirar el aire fresco que baja desde la cumbre. Miras para atrás y dejas que tus ojos se derramen por el gran valle del Guadalquivir. ¡Qué profundo placer y qué universo más profundo!

“Valle ameno, recio nido de quietudes,
melancólica vivencia del sosiego
donde apenas de la muerte y de la vida
vagamente se perciben los senderos
que se borran en los diáfanos ambientes
del reposo, de la paz y del sosiego.”

Así que quedándote, como siempre, en cada trozo y brizna de hierba y los paisajes de este Parque Natural sigues tu ruta. Diriges ahora tus miradas al horizonte que te desborda por la parte de arriba. Te dices que el cortijo no puede andar muy lejos. Te haces esta reflexión cuando al coronar un pequeño collado divisas, por entre los pinos, una gran pared de piedra sobre un montículo. Eso es Tejerina, te dices enseguida y aligeras el paso. Ahí está lo que buscas.

Sales un poco más a un claro y lo descubres con toda su grandiosidad. Es Tejerina, te vuelves a repetir y en unos minutos ya estás tocando sus paredes. Le entras por el lado del norte y empiezas a rodearlo sin salir de tu asombro por lo grande que es esta construcción. Vas descubriendo que no es un cortijo. Su forma es la de un gran corralón. Sigues descubriendo y ya compruebas que son varios corrales unidos. También ves que un trozo sí se parece a vivienda para humanos pero es un espacio muy reducido. Una vivienda casi ridícula si la comparas con la gran construcción del corralón que has descubierto sobre el puntal. Por el lado que da al valle se levanta un gran morro de rocas calizas muy blancas y con grandes grietas.

Desde las rocas blancas – 9

Has seguido girando sobre ti mismo en la dirección en que en lo hondo del valle estaría el hotel Noguera de la Sierpe. Ves el cerro, como un balcón de rocas grandes y blancas. Siente el deseo de irte por ahí y recorrerlo para observar las vistas que este púlpito te ofrece. Por otro lado te dices que no vas a irte por ahí porque a simple vista parece complicado andar por el paisaje rocoso. Por entre las rocas crecen muchas cornicabras.

Sin embargo el corazón se te divide y esa fuerza interna que siempre te empuja cuando recorrer estas sierras tira de ti y te lleva hacia el balcón. Es tan hermoso esto que ya que hoy has venido hasta este rincón de la sierra no vas a irte ahora sin recorrerlo ni conocerlo. Así que te mueve para donde el balcón de las rocas blancas. Enseguida descubres que lo que sobre este cerro hay es un magnífico lapiaz. Sigues avanzando con el deseo de remontar hasta lo más alto y asomarte al valle del Guadalquivir. Atraviesas la pequeña y hermosa dolina y la emoción te crece en el pecho.

Ya te encuentras en todo lo alto. Miras para el barranco del arroyo del Saúco y la vista es grandiosa. En primer plano te queda, bajando un poco para el Guadalquivir, una ladera muy áspera, toda pelada o más bien con solo cuatro encinas clavadas en la tierra. Es por ahí por donde se desliza el arroyo del Saúco. Más arriba ves otro cortijo. Desde este balcón se ve perfectamente la pista que desde este collado avanza para el cortijo. El pinar que se ve por aquí mismo sigue siendo de pinos carrascos, muy raquíticos y además teñidos de color amarillo por la gran sequía que sobre estas sierras se derrama. Mira para arriba y por encima del cortijo se ve el surco del gran arroyo y coronando las preciosas rocas del Narigón. Se ve con toda claridad desde este balcón y también todo el barranco por donde se despeña el arroyo del Saúco. Entre el Narigón y el cortijo coronan unas grandes rocas con tonos colorados. Son las rocas que te describió el pastor cuando aquel día por el valle del río.

Si miras para abajo, hacia la derecha que es por donde te cae el valle del Guadalquivir, al fondo descubres Noguera de la Sierpe, el lago artificial que le construyeron, toda la ladera que sube por el arroyo Polo para la caza forestal Fuente de la Zarza. Al otro lado del río y frente a ti tienes en Cantalar, Cabeza Rubia y el valle por donde Collado Verde. Sube por ahí un cortafuegos y se distingue la vereda por donde baja con su monto para los hoteles el hijo del guarda del Chaparral. Baja con su monto para trabajar en los hoteles siguiendo una vieja senda que surca la ladera de Cabeza Rubia hasta el Guadalquivir.

Los tres pollitos -10

Fue por la ladera áspera que te queda por la parte de abajo, a este lado del arroyo del Saúco. En aquellos tiempos, una tarde subía el joven ladera arriba y como el día estaba nublado y hasta llovía un poco y hacia algo de frío los tres pollito de perdí no podían volar. Se había separado de la bandada, se les habían mojado las alas y desorientados bajaban por la ladera llamando a sus hermanos y a su madre. Subía por allí el joven y al oírlos piar se acercó a ellos y en cuanto los cogió. Los animales estaban tan exhaustos que al notar el calor de las manos del joven creyeron que era la madre y en lugar de asustarse y luchar para escapar se sintieron salvados y empezaron a piar agradecidos. Se acurrucaron en las manos del joven y tranquilos y satisfechos se dejaron acariciar y calentar.

Lleno de gozo con ellos siguió subiendo la cuesta y cuando llegó al cortijo a la primera persona que buscó para mostrarle los pollitos fue a su madre.
-¡Fíjate qué bonitos!
- Se te morirán. Están tan ateridos y tienen ya tan pocas fuerzas que seguro se te morirán.
- Tú trae ahora mismo un puñado de trigo que ya verás como no se mueren. En cuanto empiecen a comer recuperarán fuerzas y eso los salvará.

Y así fue. El joven los puso en el suelo y allí delante de ellos le derramó el trigo. Los pollitos en cuanto vieron las semillas se pusieron a picotear y en dos minutos tenían sus buches llenos.
- Tú ves como sí se van a salvar. Esta comida los llenará de fuerzas y en cuanto entre en calor se acabó el peligro.
Le dijo el joven a su madre.

El pequeño mirador -11

Desde el cerro de las rocas blancas que es donde te encuentras sigues descubriendo mundo. Miras paras tus espaldas y frente te queda el Cerro Campanillas, toda la llanura que es pinar además de llanura y repleta de mejorana. En el collado más próximo a ti te quedan las ruinas de los edificios que acabas de descubrir. Ahora es cuando descubres con toda claridad que se encuentran en las tierras mismas de un pequeño collado. Entre la llanura de la mejorana del cerro Campanillas y el barranco del arroyo del Saúco. Por el lado de arriba del balcón de rocas blancas y por debajo del cerro albarda. Aquí es donde se levantan estas ruinas. Y sigues distinguiendo que en la dirección que llevas queda el cortijo que todavía no has pisado y en el terreno que se te ha quedado atrás se encuentra el pequeño cortijo de los almendros. Al menos dos cortijos y estas ruinas en el centro es lo que hasta estos momentos tienes descubierto.

Desde tu mirador te vuelves buscando el macizo de las Banderillas. Te detienes en la gran oscuridad que sobre esas cumbres se acumula. Truena de vez en cuando. Las tormentas se han fraguado y como hace unas tardes en cualquier momento puede empezar a llover. Por la parte de la sierra que tú recorres se ha quedado despejado. Ahora mismo hace un bochorno que agobia. Es la una y veinte de la tarde. Te dispones seguir hacia el cortijo que ves por el barranco. Luego continuarás subiendo, para Piedra Colorá y el Narigón.

Huellas eternas – 12

Estás ya bajando las rocas del balcón y ahora ves que por entre las grietas crecen muchas esparragueras. De otras veces sabes que es zona de muchos espárragos toda la ladera de la Cruz del Muchacho y Tejerina. Para que luego te digan a ti que en la sierra no se dan buenos espárragos. Y recuerdas ahora que también te dijo el pastor que el camino a Tejerina subía por un sitio que se le conoce por el Collado Gitano.
- Donde hay muchas rocas grandes y algunas cuevas que habitaron los gitanos. Que por eso le pusieron a ese collado de Los Gitanos.
Estás comprobando que las ruinas de este corralón y casa se encuentran en un collado y hay por aquí un buen montón de rocas.

Ta vas viniendo por el otro lado de la pared del corral y de cercas te cercioras mejor de las cosas que has observado desde las rocas. Tenías la sensación de que esto se parece a las murallas de un castillo y según las vas rozando más lo confirmas. Desde lejos, la tiná del Collado Gitano, parece una fortaleza y desde cerca lo sigue pareciendo aun más. Llegas a la puerta que da entrada al primer corralón. Te encuentras que el escalón es de cemento. Aquí mismo está el horno lo cual te indica que además de corral para animales también hubo por aquí viviendas para las personas. El horno todavía se conserva en perfecto estado. Al final del gran corral y cerca de donde estuvo la casa. El pavimento que tuvo esta vivienda fue una simple capa de cemento y sobre él, con rayas, trazadas las baldosas.

Te alejas. Por donde viene llegando el carril de tierra, por entre los pinos de donde se ha levantado una bandada de palomas, se ve una alberca. Igual que en tantos otros cortijos es donde recogían el agua del manantial para luego regar y dar de beber a los animales. Te tienes atraído para este punto. Por la pequeña sendilla que sale por el lado de arriba del corral avanzas para donde la alberca. Lo primero que te asombra es el viejo olivo. Un magnífico ejemplar de olivo con un solo pie. Se te antoja que este señor olivo es como el vigía, el testigo mudo de cuantas cosas ocurrieron, ocurren y seguirán ocurriendo por el rincón. Tanto te gusta su presencia y tanto te anima su majestad que te acercas a él. Lo tocas, acaricias su tronco. Notas que está reseco, envejecido y áspero. Como le corresponde a un ejemplar que ha vivido, posiblemente, cientos de años. Por eso es el testigo mudo del trajín de aquellas personas, de los que ahora vienen por aquí y de la soledad de estas montañas. Desde hoy lo recordarás como el olivo centenario del Collado Gitano por donde el cortijo de Tejerina.

El chorrillo del la alberca – 13

Desde la sombra del viejo olivo y con tus manos apoyadas en su tranco, como si de alguna manera quieras meterte en él para conocer algo de los muchos secretos que guarda, miras para el barranco del valle y la oscuridad que por ahí sube. Te sigue preocupando la tormenta que se ha fraguando en el mismo centro de la sierra. Desde una nube a otra se ven saltar los relámpagos y como el viento sopla valle arriba los crujidos de los truenos no tardan en oírse. No es nada de extraño que esta oscuridad te alcance y de un momento a otro comience a llover reciamente. En la sierra las tormentas habituales. Como trozos mismos de la misma sierra. Te dices que desde los tiempos lejanos sobre estas sierras habrán descargado muchas tormentas. Millones de tormentas en las tardes de verano, en los otoños, en los inviernos y en las primaveras. Si estas sierras, este olivo, las rocas y el silencio de estos barrancos, cuántos secretos y cuántas horas de profundos misterios no descubrirías en estos momentos.

Te dices que si hoy, dentro de un rato, empieza a llover, te darás prisa y avanzarás hacia el cortijo que has visto por el lado del Narigón y ahí te refugiarás. Si se extiende por este lado de la sierra la gran nube se te estropeará el plan que tienes en mente pero te gustará. Como es una tormenta tienes cierta esperanza que llegue, descargue y se vaya pronto. Las nubes son así.

Sigues tu ruta y desde el viejo olivo avanzan algo más para el rincón de la alberca. Entre otras cosas te llama la atención los cinco magníficos robles que crecen pegados a la alberca. La alberca es preciosa. Cuadrada, por completo seca y como esperando no se sabe qué. Le cae un chorrillo de agua por una teja que tiene por el lado de arriba. Precioso el cristalino chorrillo. Pero como la alberca no está taponada tal como le entra el agua se le va por la parte de abajo. Y se pierde por ahí, por entre los juncos de la ladera. Sigue tronando. Ya llega hasta ti el viento que precede a la nube. Te das prisa para acercarte al cortijo lo antes posible. Con esta misma prisa repasas con la vista al más viejo de los cinco robles. Lo descubres hermoso y gigante pero sintiéndolo mucho te vuelves. Temes que la tormenta te alcance antes de que llegues al cortijo. Y mientras te retiras te haces la siguiente reflexión:

Si después de años tan secos a estas alturas de la ladera, en esta solana y en esta época del año, esta alberca tiene su chorrillo de agua ¿qué no sería en aquellos tiempos cuando llovía tanto? Así que es normal que por aquí la vida se diera porque en abundancia existía el agua. Y existía el agua a pesar de eso: de encontrarse esta manantial casi por completo en la cumbre.

Las cabras blancas – 14

Has corrido a toda prisa por el miendo que la tormenta te alcance en el descampado. Ya estás llegando a este segundo cortijo que has visto desde el balcón de las rocas blancas. Antes de llegar, cortando la pista de tierra, descubres una cancela. También tiene su alambrada este cortijo. No te gusta pero la alambrada te indica que tanto las tierras como el cortijo tienen su dueño. Que son propiedad privada. Miras para ver si encuentras un paso. No llegas con la intención de hacer daño a nada. Ves un gran agujero en los alambres y por ahí pasas. ¿Quién habrá cerrado esto? Te preguntas. Tu conciencia te dice que esto tiene dueño. Le pides permiso y como llegas sin que el dueño te haya autorizado le pides perdón. No eres ningún intruso.

Ya dentro de las tierras cercadas miras para la cumbre porque de nuevo desde este lado te llega el sonido de unas cencerrillas. Las estás oyendo a lo largo de toda la ruta. Piensas que pueden ser algunas vacas y ahora se te viene al recuerdo lo que te contó tu amigo el pastor. Estaba ya llegando la primavera y tanto esta ladera como los llanos de la cumbre y los claros por la solana se encontraban repletos de hierba fresca. Aquella mañana la manada de cabras blancas había tomado esta ladera desde la llanura de la mejorana hasta la punta de la Hazadilla por donde nace el arroyo del Saúco. Y aquella mañana el joven pastor en lugar de irse por la cumbre y desde allí acompañar a su rebaño de cabras se vino por la parte baja. Surcando la ladera a media altura y por el lado de abajo del rebaño.

Cuando el rebaño llegó precisamente a la altura en que tú estás hoy desde el cortijo el joven se quedó parado y durante un rato observó los movimientos del rebaño. Se extendía éste a lo largo de la gran ladera y tranquilamente los animales comían su alimento. Los tallos más tiernos de los arbustos y las briznas más sabrosas de la hierba. Y el macho blanco, el ejemplar más hermoso del rebaño, avanzaba en la cabeza del rebaño. Se estiraba el animal cuesta arriba y ladera adelante cada vez que avanzaba unos pasos y cada vez que tenía que saltar de una roca a otra.

Durante un rato el joven pastor observa la hermosa silueta de este rebaño suyo y al ver la gran figura del macho blanco concentrado en él se quedó y fue precisamente justo cuando el animal se acercó a la roca. Una gran roca blanca y que formaba como una pequeña cueva por el lado de abajo. Por esta cueva es por donde el macho se acercó. Y como la piedra le quedaba por el lado de arriba el animal quiso rascar su cornamenta. Movió su cabeza de un lado para otro y algunas piedrecillas se desprendieron de la gran roca. Ni se inmutó el gran macho blanco. Siguió intentando rascar su cornamenta contra la roca. En unos de los movimientos se desprendió un buen bloque de la roca. Primero se oyó un fuerte crujido y luego las piedras rodaron por la ladera. Tan derecho al joven rodaron las rocas que éste tuvo que correr para no ser atropellado por las piedras.
- ¡Será posible que este macho sea capaz de echar abajo la montaña!
Se dijo el joven para sí al tiempo que miraba de nuevo para arriba. Una enorme avalancha de rocas rodaban por la ladera. Al huir asustado el gran macho chocó con el resto de aquellas rocas y estrepitosamente todas salieron rodando ladera abajo. De nuevo ahora tuvo que correr más el joven para no ser alcanzado. La primera avalancha empujó a otras rocas y en unos minutos parecía que toda la ladera se caía para el amplio valle del río. Se fueron estrellando contra los robles, las carrascas, las rocas que se clavan en la ladera y al llegar a la llanura ésta quedó casi cubierta por completo.

Pasaron unos minutos y el estruendo cesó. Se paró el joven y volvió a mirar para donde por última vez había visto al gran macho. Se dijo para sí:
- Seguro que las rocas le han alcanzado de lleno y ahora está todo destrozado.
No tardó en comprobar que se equivocaba. El animal no solo había resultado ileso del incidente sino que sobre las rocas que por la ladera habían quedado el gran macho blanco se estiraba majestuoso. Hermosamente seguía yéndose para el barranco de arriba marchando al frente de la manada con la solemnidad del gran rey.

El verdadero cortijo – 15

Ya estás llegando a la nueva y vieja casa. Según te aproximas en tu mente se confunden las ideas. Te preguntas si será o no éste el verdadero cortijo de Tejerina. La emoción te crece al mismo tiempo que también el respeto. Le entras por la puerta de atrás y descubres una llanura. Es la era donde crece un gran roble. Ves que la casa es alargada con tejado a dos aguas. Por el lado que tú has llegado tiene una puerta. Parece un establo que tiene unos quince por cinco metros de ancho y por la parte de lo que sería la fachada principal un gran rellano. Mira para el valle del Guadalquivir y el rellano es precioso. Las vistas que desde este rellano se alcanzan son grandiosas. Se ve el cortijo del Chaparral, cosa que no ocurría desde las ruinas que has dejado sobre el collado. Te dices: Claro, cuando aquel día el guarda del Chaparral te decía “Aquello es Tejerina”, lo que desde allí estaba viendo era este cortijo y no los que has dejado atrás. Así que sin lugar a dudas el cortijo de Tejerina es la construcción que ahora mismo tienes ante tus ojos.

La fachada tiene dos puertas. Una de ellas da entrada a un establo. La otra es la de la vivienda para las personas. Entras. A la izquierda tienes una escalera que son tres tablas puestas en forma de rampa y en las tablas clavados troncos que son los peldaños. Subes. Ves que la buhardilla está dividida en tres estancias. Una de ellas es grande y larga. Es la que coge todo este primer establo por donde has entrado. La otra parte es donde está la vivienda y está dividida en dos. Por aquí están los serones de esparto y las botellas de cristal. Del rincón se descuelga un murciélago. Nervioso cruza la estancia y sale por la ventana. Dos o tres cestas grandes de mimbre que servían de serones para acarrear cosas con las bestias. Sales a la puerta. Miras y aquí descubres, entre las dos entras que hay en la fachada del cortijo, un pequeño arriate donde se amontonan las piedras. Por entre la hierba todavía crece la parra agarrada a unos alambres oxidados. Por aquí tendrían ellos sembradas sus plantas además de la parra que ya está por completo raquítica y envejecida.

Entras al segundo edificio y aquí está la cocina. Ves que alguien ha hecho fuego no hace mucho. Las trébedes cuelgan de la pared. A la izquierda de la cocina una puertecita que da a una segunda estancia. Sería esto una de las habitaciones. Entras y ves clavos en la pared para colgar cosas. Una pequeña alacena con estantería muy rústica y otra puerta que da al establo. A lado izquierdo de la cocina una sartén colgada en la pared. La sartén es antigua. Una tabla sirve de alacena. Por la parte de atrás, al fondo de la cocina, otra puerta que da a una segunda estancia muy grande. Te dices que seguro esta estancia sería el dormitorio del matrimonio. No hay nada en esta habitación pero sí tres sillas bajitas, como de unos cuarenta centímetros, hechas con cordeles de esparto y muy bellas. Por el suelo una azada oxidada, una mesa redonda con la parte de abajo cuadrada. Descubre señales que te indica que esta mesa fue fabricada en este cortijo. Encuentras preciosa esta estancia y las cuatro cosas viejas que por aquí estás viendo. Te extraña que este cortijo se haya salvado de los derribos que se llevaron por delante tantos cortijos serranos. Ahora ya sí estás seguro que este es el cortijo Tejerina.

El abrazo con tu tesoro – 16

Empapado del silencio, la soledad y gran mundo hermoso durmiendo entre las paredes del cortijo te mueve para la parte de fuera. Para la llanura en la misma puerta que además de entrada sirve de balcón natura sobre la gran ladera y el valle del Guadalquivir. Al pasar por la estancia de la cocina descubres unos papeles en el suelo. Te agachas y los coges. Lo que más te gustaría ahora es encontrar por aquí algún escrito que te dijera algo sobre el cortijo, las tierras, el ganado y las personas que por aquí vivieron. Pero los papeles son hojas sueltas de revistas. Lees algunos títulos por curiosidad y el primero dice así: “Un paraíso ecológico en el corazón de la Patagonia.” La fecha es 25-12-89. Piensas que esto no tiene nada que ver con este cortijo ni rincón. Alguien de los que se han refugiado aquí lo ha traído y dejado tirado.

Te levantas y al fijarte en la sartén que cuelga en la pared y en las trébedes sientes impulsos de llevártelas. Son piezas únicas por su antigüedad y el puro hierro del que están fabricados. Pero no te las vas a llevar primero porque desde aquí hasta donde tienes el coche hay varios kilómetros y segundo porque aunque consiguieras llegar con ellas hasta el coche ¿qué harías tú luego con estos utensilios por más joyas y bellos que sean? Los dejas en su rincón y quietud. Y como estás esperando que pase la tormenta coges una de las pequeñas sillas y te sales a la puerta. A la sombra del gran roble te sientas frente al valle. Una vez más y ahora con gran calma y con muchos más datos en tu mente se te clarifican las cosas. El Chaparral te queda por completo al frente, los corralones del collado a la derecha. Estos corralones se alzan exactamente en el Collado Gitano. El cortijo donde te encuentras es Tejerina. No te dijeron que en el collado se encontraba el cortijo porque no es cierto.

Sentado en la puerta y el bello rellano desde donde tantas veces ellos observaron el valle contemplas ahora mismo el macizo de las Banderillas. Desde aquí era todo un auténtico paraíso el que poseían ellos y por donde tú hoy intentas quedarte. Tienes conciencia que de que no podrás pero al mismo tiempo crees sinceramente que un día volverás. Será cuando llegue el que sueñas como el gran día. Sientes que te pertenecen todos estos paisajes y aunque ahora solo los puedas gozar en forma de visita rápida y en un sueño, sabes que cuando llegue el gran día y por fin seas libre y ya no tengas que dar cuenta a ningún ser humano te vendrás a estos campos tuyos para quedarte aquí con ellos en un abrazo eterno. Por eso ahora los sientes como a tu auténtico tesoro sobre el cual ningún humano manda nada al menos en la dimensión que lo abrazas y eres dueño.

Por esta realidad y otras en estos momentos hasta te sorprende el magnífico paraíso que ellos tenían cuando vivían aquí. Hasta con tres robles, tres magníficos robles clavados en la puerta. Ahí aquí también como unos tornajos de madera colgados en la misma pared y otros por la puerta. Es donde le echaban de comer al ganado. También en estos momentos estás tú dando cuenta de la comida que traías en tu mochila. Mientras saboreas el alimento del cuerpo y del alma te dices que cuando dentro de un momento sigas la ruta tienes que ponerte a resolver un problema: ¿De dónde cogían el agua los que en aquellos tiempos vivían en este cortijo? El arroyo del Saúco queda cerca. Por la parte de arriba, el Narigón y la Fuente de la Tejadilla, hay agua. Puede que ellos se abastecieran de la corriente de este arroyo que todavía no has comprobado si por aquí lleva caudal o no. De una cosa estás seguro: cuando ellos construían un cortijo en estas sierras siempre lo hacían cerca de un buen manantial. Este cortijo no puede ser la excepción. Por cierto, la tormenta sigue con sus truenos y viento pero se va deshaciendo sin dejar ni una gota de lluvia al menos por esta parte de la sierra.

Se ama lo que se conoce – 17

Y para aclararte un poco mientras sigues con tu comida desde el centro de esta soledad y abrazo sincero de tu alma con el mundo el mundo de tus sueños te pones a ordenar la ladera que acabas de recorrer y ya la sientes tan tuya. Tu ladera de hoy comienza en el Puerto de las Palomas y vienes con ella hasta Peña Rubia y desde ahí todo el arroyo del Vinagre para abajo hasta el cortijo y cauce del Guadalquivir.

Tiempos atrás creías tú que en este trozo de ladera no existía ningún cortijo. Sin embargo hoy ya sabes que empezando en el Puerto de las Palomas, por el arroyo López te encuentras primero con la nave para el ganado. Más abajo y en la hondonada las ruinas del cortijo de los “membrillos”. La gran casa nueva y de lujo. El cortijo Cruz del Muchacho. Más arriba se levanta el que tú llamas cortijo de “Los Almendros”. Sobre el collado Gitano la gran tinada y cerca del arroyo del Saúco el cortijo Tejerina. Por encima y ya casi en la cumbre queda el cortijo del Comino, la casa forestal de la Fuente de la Zarza. Por ahí cae el arroyo de la Torre del Vinagre que también tiene su cortijo pero ya casi en la vega del Guadalquivir. Desde este punto te vienes para atrás y todavía en esta solana y lado del río te queda el Cortijo del Carrascal y los chalés que has visto por debajo del cortijo Cruz del Muchacho. Más para arriba y en el mismo río está el molino de la Rejona, la piscifactoría y el cortijo de Caravacas.

Así que fíjate: casi una vida entera intentando descubrir las huellas de aquellos tiempos sobre esta ladera y hoy ha venido a confluir todo justo en el rellano del cortijo Tejerina. En el más hermoso de todos los balcones naturales de estas sierras y en una tarde singularmente bella y extraña. Por fin ya en tu mente tienes claro otro trozo más de estas grandiosas sierras. Ya sí puedes decir con cierta sinceridad que “se ama lo que se conoce”. Tú ya llevas mucho tiempo amando pero hoy conoces un poco más las sierras que recorres porque tanto te intrigan y tan especialmente las sientes parte de tu alma.

Buscando la fuente – 18

Desde la explanada a la sombra de los robles, frente a las cumbres de las Banderillas, con el valle a tus pies y coronándote las nubes negras de la tormenta mientras has recorrido esta ladera en un abrazo sincero y hondo, tú terminas de comer. Son las dos y veinte de la tarde. Ha sido una experiencia única comer en un lugar como este rodeado de tanta hermosura y tan limpia soledad. Las negras nubes de la tormenta te han arropado por encima y ahora ya parece que no lloverá al menos por esta parte de la sierra. Te sientes más tranquilo pensando que la lluvia no va a sorprenderte por mitad de la ladera. Así que te levantas, coges la silla y decides volverla a su sitio. Al entrar de nuevo en la estancia sobre las piedras de la pared de la puerta descubres un hierro de marcar animales. Es una letra y enseguida deduces que con esto marcaban ellos tanto sus ovejas como sus cabras y vacas. Esto sí te lo vas a llevar como recuerdo de este cortijo Tejerina. Al cogerlo de la pared compruebas que en el arriate donde crece la raquítica parra hay también unas cuantas plantas de orégano. No es abundante esta planta por el rincón que andas recorriendo y en cambio sí lo es por las laderas de la misma cordillera pero al lado norte que es algo más umbría. Las tierras que forma la Sierra de las Villas. Seguro que ellos cogieron esta planta de alguna de esas laderas o por el valle del Guadalquivir por donde también crece abundantemente. Lo sembraron en el arriate, en la misma puerta del cortijo para tenerlo cerca.

Y como la tormenta se ha deshecho por las cumbres de las Banderilla y los Campos de Hernán Pelea, por este lado solo han llegado ráfagas de viento frío, unas cuantas nubes negras con dos o tres gotas de agua. Así que ya te dispones para despedirte del cortijo. Ya te vas y al pasar por el final del edificio, el lado que da para el barranco del arroyo de Saúco, ves una construcción menor y el horno. Te alejas con tu interés puesto ahora en averiguar de dónde cogían ellos el agua para sus necesidades. La fuente, el manantial que das por seguro debe brotar por aquí cerca.

Y lo encuentras. Por la parte de atrás, pegado al arroyo ves un tubo de plástico. En la llanura descubres un tornajo. Es el tronco de un pico en forma de pileta y el tubo vierte su chorrillo de agua en esta pileta. Sobre la alambrada ves otros dos tornajos. Uno de ellos es un tronco grande y la pileta que le han hecho es casi rectangular. Te gusta descubrir cosas tan rústicas y a la vez tan perfectas y bellas. Ya oyes el rumor de la corriente del arroyo. Lo tienes a dos pasos y hasta con su buen caño de agua como esperabas. Desde el cortijo por la llanura se alargan los bancales y eso te indica que estas tierras fueron sus huertas. La noguera y otros árboles te van saludando.

Es lo que siempre te has dicho: en aquellos tiempos para llevar el agua de un lado para otro ellos siempre construía acequias. El surco que formaba la acequia que por aquí hubo todavía está bien marcado en el terreno. Desde un tiempo para acá las acequias por estas sierras han sido sustituidas por tubos de plástico. No es tan bonito y la naturaleza lo sufre. Junto a las acequias siempre crecían árboles, juncos, de toda clase de hierbas y prados. Por donde discurre un tubo de plástico de los de estos tiempos toda la vegetación se empobrece y el paisaje es mucho más feo.

Vas metido en esta reflexión y sin buscarla te tropiezas con la senda que sube. Antes de llegar al arroyo vuelve a encontrarte con otro tornajo más pequeño. Por aquí está la alberca donde retenían el agua para no quedarse sin ella. Brota un chorrillo pero de poca entidad. Se retiene algo en la alberca y luego sigue ladera abajo buscando al arroyo. Por donde se va el chorrillo estaban los huertos. Ya tienes claro lo que venías buscando. Por aquí estaba el manantial que daba agua a su cortijo, a las tierras y a los animales. Sigue brotando este manantial recogido junto al arroyo y arropado por una espesa vegetación robles mezclados con pinos y helechos. Propiamente esto ya es el arroyo del Saúco aunque todavía no esté aquí mismo el cauce. Por eso sigues atraído por el cascabeleo de la corriente. Tienes que hacer frente a un montón de zarzas y a la pronunciada torrentera pero llegas hasta el agua y te quedas satisfecho. Ya has visto su corriente y has tocado con tus manos la fresquita y cristalina agua que baja desde las cumbres del Narigón. Compruebas que por este arroyo baja un buen caño de agua. Sabes que unos metros más abajo, los de los hoteles y otros, se la llevan por tubos de plástico para los servicios de esos edificios.

Buscando la senda -19

Como si ya tuvieras colmado la mitad del ansia y sueño que te corre por el alma una vez que has llegado al arroyo, atraído por la música de su corriente, una vez que has lavado tus manos en el fresco de esta agua tan cristalina, te reorientas y decides seguir el plan. Y el plan es no seguir arroyo arriba sino venirte para la ladera del lado izquierdo y buscar la senda por ahí. La única información que tienes de la senda es la que te dio el pastor del valle. Te dijo él que desde la Fuente de la Tejadilla baja una senda que pasa por Piedra Colorá y llega hasta el cortijo de Tejerina. Así que esto es lo único que sabes de la senda que ahora mismo te dispones a buscar por la ladera. La que tú quieres que te lleve hasta la Fuente de la Tejadilla y parte baja del Narigón para de este modo dejar completada la ruta de hoy. Ni siquiera viene en los mapas la senda que buscas. Tienes la certeza que debe existir.

Desde el agua del arroyo subes por la ladera viniéndote para la izquierda y ya estás casi a la altura de las rocas por donde el año pasado ardió el monte y no has dado con la senda. Pero sí ahora con más claridad y más cerca ten llegan los sonidos de la cencerrilla que no has dejado de oír en todo el tiempo que andas por esta ladera. Crees que son las vacas que viste el otro día. Desde donde empezaste a oír la cencerrilla hasta este punto hay mucha ladera y mucho monte. Así que los animales se han movido casi en la misma dirección que tú pero más elevado en la ladera. Sientes también los ruidos de una sierra mecánica. Sobre las rocas de la ladera al otro lado del arroyo, para el lado de la Fuente de la Zarza, ves los troncos de pinos cortados y pelados. El año pasado hubo un gran incendio por este lugar de la sierra y ardió mucho monte. Hace unos mese viste como metían máquinas por aquí para abrir carriles y ahora descubres que están cortando los pinos que se quemaron. Digan lo que digan unos y otros cada vez que hay un incendio los pinos quemados sirven para madera y por eso los están cortando y se los llevan nadie sabe a dónde.

Frente a estos hermosos troncos blancos, achicharrados por el fuego de aquel día, triturados por las sierras ahora y tumbados por las laderas de las montañas entre cenizas y tizne, frente a estos hermosos troncos blancos pero más cerca de ti se elevan unas rocas coloradas. No dudas pensando que son estas las rocas que el pastor te describía. Sigues y te remontas sobre la ladera cortándola para tropezarte con la senda que buscas. Miras para las cumbres de las Banderillas. La tormenta se ha deshecho casi por completo. Por el cielo solo quedan mares de nubes blancas y negras pero con poca fuerza. Sin embargo de los barrancos a un lado y otro del valle del Guadalquivir suben bellísimos chorros de niebla que se pierden por entre las nubes que coronan las cumbres. De vez en cuando tienes que pararte para respirar un poco y limpiarte el sudor que chorrea por tu frente. Es normal que a las tres de la tarde de un día como el de hoy el calor sea intenso.

Según vas subiendo, y todo es como un gran balcón desde donde se divisa medio mundo, a cada paso se te abre otro mundo rebosante de belleza y misterio. Sientes los balidos de las cabras. Ya las tienes muy cerca. Vas mirando y de pronto las ves. Se han subido sobre la gran roca colorada que vas buscando y te miran algo extrañadas. Antes de llegar a la roca te tropiezas con un trozo de tierra llana. Parece que el asombro te espera agazapado. Crece por aquí un espeso bosque de cornicabras tan espectaculares que parecen árboles. La tierra de la llanura que te regala asombro parece haber sido labrada en otros tiempos. Las piedras están recogidas y forman montones. Como si las hubieran recogido para dejar la tierra libre de ellas y así sembrar con más comodidad. No hay esta pequeña llanura más vegetación que las asombrosas cornicabras y los montones de piedra. Se ve que es una tierra muy fértil.

Tanto es así que como vienes buscando la senda al tropezarte con la llanura te dices justo por aquí debería pasar. Hasta parece que la preciosa llanura lo está pidiendo a gritos. Pero por más que la buscas no la ves. Lo que sí ves y oyes, por la ladera de enfrente, que acaban de cortar un pino. Al caer el tronco ha rodado por la ladera dando un gran crujido y creando un desprendimiento espectacular. Media montaña se ha caído para el barranco del arroyo. El monte que ardió el año pasado en estos momentos se ha roto un poco más.

Remontando Piedra Colorá – 20

Ya has superado lo que a partir de hoy recordarás como la preciosas llanura de las cornicabras y un poco antes de llegar a Piedra Colorá miras para atrás como si quisieras, en lo más hondo de ti, llevarte todas las tierras, bosques y silencios que acabas de recorrer. Y lo que ves, entre otras cosas, es un bosque de cornicabras tan espeso, bello, viejo y señorial como nunca en tu vida has visto. En ningún rincón de estas sierras tú has visto un bosque como este. Son las cornicabras más hermosas que jamás nadie podrás contemplar bajo el sol. Y te dices que sólo por ver estas joyas merece la pena venir al rincón. ¡Fantástica esta llanura y la vegetación que en ella crece!

Y lo encuentras. Al coronar una pequeña torrentera y tras el grueso tronco de un mágico pino laricio acabas de encontrar la senda que venías buscando. La que desde el Narigón baja a Tejerina. Discurre por la ladera que hay en la parte de arriba de la llanura de las cornicabras. Y claro, la trazaron mucho más alzada sobre la solana de lo que tú creías. Notas enseguida que esta vereda se encuentra muy rota pero tal como te ha dicho el pastor. “Pasa por el lado de arriba de Piedra Colorá”. Remontas esta piedra y te empiezas a encontrar con un precioso bosque de pinos laricios. Vas alcanzando la curva de nivel que marca los 1100 metros de altura sobre el nivel de mal. A estas alturas los pinos laricios se desarrollan con toda su fuerza. Se estropea la senda. Por donde ha ido siempre han metido máquinas y han arrastrado troncos y todo el terreno ha quedado descarnado. Según remontas la senda se va convirtiendo en un descarnado ajorro. Desde este punto se ve con toda claridad el collado Gitano y la tinada que hace unas horas recorrías. El cortijo Tejerina no se ve porque se ha quedado metido en el barranco pegado al arroyo.

En cuanto remontas Piedra Colorá sales frente a la ladera donde están cortando los pinos que el fuego ha quemado. Ya estás casi a la misma altura. Ahora oyes con más nitidez el ruido de las sierras mecánicas. Ya ves el Narigón y por aquí te vas a encontrar con las rocas y cabras que algo delante de ti. Te tropiezas con el primer arroyuelo por el lado de arriba de Piedra Colorá. El ajorro que han trazado por donde discurría la senda por aquí ni sube ni baja. Se pone casi llano abrazándose a la ladera y busca el segundo arroyuelo ramal primero del arroyo del Saúco. Te tropiezas con el rebaño de cabras blancas. Las has alcanzado al llegar al barranco habiéndole entrado por el lado de arriba. El carril está recién arreglado llegar con camiones y máquinas hasta los troncos de los pinos que están cortando. Y como este año ha sido muy seco y ahora hace tanto calor la tierra está suelta y casi convertida en polvo. La tormenta que descargó por aquí hace unos días se llevó un montón de toneladas de esta tierra suelta. Por la ladera corrió para el arroyo y por eso la ladera ha quedado toda destrozada. Te dices como otras veces. Que los que deberían conservar el monte son lo que más lo rompen. Pero a ellos ¿quién les pone una multa?

Y por fin a estas horas de la tarde y a esta altura de la ruta y la ladera descubres el secreto de la cencerrilla que te ha acompañado a lo largo de todo el día. En la manada de cabras que acabas está la cencerrilla. Solo una de ellas lleva en su cuello colgada la esquila. Así que estas cabras comenzaron su careo por la solana casi a la par contigo y por donde iniciaste la ruta. Casi a la misma hora y mismo lugar solo que ellas han recorrido la ladera por la parte alta y por entre el monte y tú has avanzado algo más abajo y buscando el camino. Al adelantarla ahora descubres el gran macho blanco. Es majestuoso y también como el del muchacho se estira por las rocas como si fuera todo un rey.

Llegas a la curva donde ya vas a enganchar tu ruta con el carril de tierra que discurre por lo más alto de la cumbre desde el Puerto de las Palomas para el Narigón, Fuente de la Zarza y Jabalcaballo. Frente a ti se alza grandiosa pero negra y desolada el trozo de cumbre que ha sido arrasado por el fuego. Los de las sierras, los que están cortando los pinos quemados, en estos momentos están justo donde hace unos días viste la pequeña manada de machos monteses. Hoy no están por ahí estos machos. Le han quemado su monte, las sombras donde se refugiaban en las horas de máximo calor, el pasto y todo lo que por ese bonito rincón crecía. Ahí solo se ve tizne, pinos quemados, rocas cenicientas, tierra removida y desolación. La que dejó el fuego del año pasado y la que dejan estos que ahora cortan lo poco que ha quedado con vida.

Llegas al arroyo. Justo por donde la pista de la cumbre traza una curva para salvar las grandiosas rocas del Narigón. Por aquí la otra tarde te encontraste con el joven pastor, con las vacas y con las ovejas. Le preguntaste y de dijo que subía de beber agua en una fuente que brota por aquí. No la viste aquel día y por eso todavía no sabes dónde mana esta fuente. Avanzas y esperas que la fuente se te aparezca en cualquier momento.

Fuente de la Tejadilla - 21

Está llegando al final de esta ruta tuya de hoy. Ahora tu interés se centra en encontrar la fuente. Te dijo él que mana en el silencio de la cañada a la sombra de los pinos. Al asomarte a la cañada a lo lejos descubres unos tornajos. A tus oído también llega el rumor del chorrillo cayendo. Ahí tienes la fuente que buscabas. Nada más verla a lo lejos te parece preciosa. Queda por el lado de abajo del carril que recorres, en la hondonada de la cañada tal como te había dicho el joven pastor. Esta es una de las primeras cañadas del arroyo del Saúco.

Enseguida adivinas que a los tornajos de esta fuente es a donde las cabras vendrás a beber dentro de un momento. Aquí bebió el joven pastor, las ovejas y las vacas que se espantaron. Cuatro o cinco tornajos tiene este fuente y son de madera. Todos están rebosantes de agua fresquita y cristalina. El chorrillo que le entra por la parte de arriba es precioso. El agua que mana por este venero es la que desangra en grandioso pico del Narigón en la vertiente sur que en la vertiente norte, por donde va naciendo el río Cañamares, hay otras fuentes. Te apartas del camino, bajas unos metros, te acercas al chorrillo, bebes y te sientas ahí mismo. Estás cansado y por eso ahora necesitas recuperar algunas fuerzas. Te lo mereces porque ya tienes realizado el sueño que hoy te ha traído por este rincón de la sierra. Quieres gozar de tu premio que nadie te ofrece sino la sencilla fuente con su cristalino chorrillo y el fresco que de entre los pinos mana.

Caes en la cuenta de dos cosas: los pastores de la sierra no engañan. Acabas de comprobar que toda la información que de este rincón te habían regalado los pastores es exacta. Ni una sola señal tienes para pensar que ellos no te dijeron la verdad. Los pastores de estas sierras nunca engañan. Al menos a ti no te han mentido nunca. Y la segunda cosa que ahora adviertes es que justo en este punto es donde nace el arroyo del Saúco. Casi en la cumbre y ya no se deja de correr hasta que le entrega las aguas al río Guadalquivir por donde el hotel. Lo que pasa es que antes del hotel, mucho antes, se la llevan por los tubos de plástico. Y una paradoja: donde nace el agua están tornajos para que beban los animales, en el valle del Guadalquivir están los hoteles y los turistas se beben el agua que brota por este manantial y rebosa de los tornajos donde beben animales. No será malo, seguro.

Los tornajos son una verdadera obra de arte. Un grueso tronco de pino laricio, con la mitad de su madera vaciada dejándole en un lado y otro una pequeña pared para que remanse el agua. El último tiene una pequeña hendidura para que el agua sobrante salga por ahí. Hay cinco y se nota que el más nuevo es precisamente el último puestos en fila. Está muy limpio y agua hasta parece más cristalina que en los otros donde hay más algas. El rincón es de ensueño.

Sigues sentado esperando que lleguen las cabras. Ya no tienes mucha prisa porque a partir de este punto el trozo de ruta que te queda para regresar al Puerto de las Palomas, es todo pista de tierra y discurre casi llana por lo más alto de la cuerda. La conoces bien. Miras el reloj y ves que son las cuatro menos cuarto. Exactamente has tardado cinco horas en hacer el recorrido de esta ruta y has avanzado sin prisa ninguna. Parándote en muchos sitios y gozando a fondo la ladera. Te has sentado en la misma raíz de una clemátide. Gozas de los pajarillos que suben u bajan por los troncos de los pinos. Son piquituertos que buscan alimento por entre la corteza de estos árboles. Recuerdas en estos momentos que el otro día leíste en la prensa lo siguiente: “Creada una comisión para celebrar el X aniversario del Parque Natural. El balance, aunque con errores, es positivo” Diario Jaén 26-7-95.

Termina de hablar y guarda silencio. Pasa un rato y le pregunto:
- Lo que me has contado es como un resumen de esta ruta sin camino ¿verdad?
- Exacto. Como un resumen desde un sueño que algún día tú tendrás que convertir en realidad.

8.09.2007

Cortijo del Zarzarla, (La Golondrina)-3

JUNTO A LAS AGUAS DEL GUADALQUIVIR
DIA TERCERO
EL AMA

Hoy es ya diez de agosto y como Manuela todavía tiene muchas cosas que contarme de sus recuerdos por este pequeño y a la vez gran rincón de la sierra, he vuelto a verla. Hace mucha calor esta tarde y cuando llego pregunto por ella. Hoy están sentadas por la parte de atrás, a la sombra de su gran noguera y mientras su nuera Loly concluye la faena en la cocina, ella limpias los cubiertos sentada tranquilamente.
- Ya está aquí este hombre.
Le dice su nuera a la simpática Manuela.
- ¿Y a mí por qué me van a meter en la cárcel?
Contesta Manuela con su genio cariñoso.

Le doy el borrador del trabajo que de lo del otro día ha salido y Loly, la nuera, comienza a leerlo. Se parte de risa y a cada renglón le dice a la abuela:
- Pues esto es mentira.
Me pongo del lado de Muela y enseguida le digo:
- Tú no le hagas caso porque lo que quieren es oírte. Y en el fondo es porque le dan envidia de lo grande que eres.
- ¿Pero por qué va a ser mentira, si todo eso es verdad?
Pregunta Manuela llena de genio pero sin una chispa de enfado en su alma.

¡Qué grande es el alma de Manuela! Pienso yo ahora y creo que es el momento, que en este valle del Guadalquivir, a Manuela habría que hacerle el más grande de todos los monumentos. Por ser la más grande de todos los serranos, aunque lo serranos son todos grandes. Por ser noble como la nobleza de los bosques que cubren estas sierras. Por ser transparente como las cristalinas aguas que corren por la puerta de su viejo cortijo y por ser sencillas como el perfume y el viento de las laderas que tanto la conocen. ¡Qué grande es Manuela y qué nido más hermoso levantó junto a las aguas de este río suyo!

¡Qué bien se siente uno al lado de ella viéndola tan poco cosa siendo como es tan inmenso tesoro! Sus palabras pequeñas chorrean sierra por todos los poros, su mirada redonda es la pura luz de los amaneceres serranos y su genio de heroína luchadora, es la bravura de las tormentas por las cumbres pero al mismo tiempo la mansedumbre y frescura de la primavera brotada por las praderas. ¡Qué acento tan especial tiene Manuela y cuantos celemines de cielo ahora mismo ella encierra en su alma de golondrina silenciosa!

- Y esta Loly ¿quién es?
Le pregunto a Manuela.
- Ahora mismo el ama del cortijo. Desde pequeña se ha criado aquí con nosotros. Luego, como se casó con mi hijo mayor, pues ya la vez: ella también dueña. La Josefa es la mayor y luego le sigue el Francisco que es el marido de la Loly. El Manolo, es el chico que estaba ahora mismo aquí con nosotros. La otra, la Isabel que va detrás del Francisco, ya sabes que está casada con un guarda. Es la que vive en el mismo pueblo de Cazorla, en aquellos pisos que yo compré. Pero los dueños del Hotel la Golondrina, ahora mismo son: la Josefa, el Francisco, el Manolo y la Loly. Yo soy la que dispongo y no me hacen caso para nada.

- ¿La Josefa ha sido tu ojito derecho?
- Ha sido la mayor. Desde pequeña, siempre ha sido la casera. Si había que ir a algún sitio, era yo la que iba a dar la cara a Cazorla, al Tranco o a donde fuera. Y ella aquí nada más. Desde chiquitilla trabajando y así está, mírala, enratoná viva nada más que de penar.
- ¿No está casada?
-¡Que va! Le salió un novio que se fue llorando. Iba por ahí por la casa esa y todavía volvió, con el pañuelo limpiándose las lágrimas, diciéndole: AAdiós. Te quiero y no te olvidaré nunca”. Estábamos en el pilar y nos asomas a decirle adiós. Es que ella le dijo que no, que ya no volviera, porque no se casaba. Tenía unos dieciséis años o por ahí. Era muy jovencita. Pero luego, después, nunca ha quería ponerse novia. Y le han salido muchos novios, no creas. La han querido todos más que pa qué. Ha sido una tonta.

Pero es que si ella no ha querido, pues ya está. Siempre ha estado ocupada. Como se quedaron sin padres tan chicos, ella es la que dirigía todo el negocio. Primero la puse de portera. Le decía: AJosefa, hija mía, ten cuidado y si viene alguien me llamas”. Se quedaba la criaturica esperando y en cuanto llegaba alguna persona enseguida salía corriendo: AMama, ven que ahí aquí un arriero”. Ella ha sido más lista que pa qué. ¡Qué lástima de mi hija! Siempre luchando como su madre y claro, así es como se ha levantado la Golondrina.

Se hizo mayor y ya no tenía lugar ni de hablar con el novio, ni de ir a los bailes ni de ir a nada. Cuando venían a hacer fiestas o algo ahí a Coto Ríos o bailes en la venta de Mirasierra, que entonces había allí una hermana de mi marido, tampoco podía quedarse. Aquello era la venta de su tía Ramona y nos invitaban a san antones o cosas y como entonces venía mucha gente, siempre se venían siete u ocho a dormir a la Golondrina. Pues claro, la Josefa tenía que quedarse aquí para ganar lo que fuera. ¡O sea, que...!

Le ha cogido cariño a esto y le ha pasado como a mí: que no vive nada más que para su trabajo, el cariño para con los demás y su venta. Y le han salido de novios que pa qué de buenos. Pero si es que no le hemos dejado que hablara con un muchacho para que se conocieran y se tomaran cariño. Si ella lo ha querido así... pero el día que yo me muera, qué giro dará, la venta y ellos. Cuando llegan las personas y dicen: A¿Dónde está tu madre, dónde está la Golondrina vieja?” Me digo: A¡Qué poco me queda para que preguntéis por mí!”

- Pero ellos te respetan y te hacen caso.
- ¡Lástima! Eso de toda la vida. Lo mismo que siempre ha sido aquí en la sierra para las personas mayores. Donde hablaba un mayor, los otros, plegábamos todos el rabo. Se les ha respetado mucho. Y no decirle nada a los mayores ni faltarles que tu madre se quitaba el alpargate y te ponía el culo ardiendo, colorado como un tomate. Y si no te tiraba del pelo y si no te daba cuarenta guantadas en la cara. A los viejos había que respetarlos y considerarlos siempre como a los más importantes de la casa. Pero estos míos, saben que yo he sido aquí la luchadora y aunque me dicen alguna vez alguna cosa, no les hago caso.

LAS TORMENTAS
- Pues sigamos con lo nuestro.
Le digo yo a Manuela
- ¿Y qué es lo nuestro, hijo mío?
- Me prometiste el otro día que me ibas a contar tu boda.
- ¡Eso, eso, cuéntale tu boda y todas esas cosas de cuando tú eras novia con tu Pedro!
Le sigue pinchando la guasona de la nuera.
- ¿Y qué cosas le tengo que contar que no sean buenas y verdad?
- No le hagas caso, Manuela, vamos a lo nuestro. Tu boda tal como tú la viviste y te salga del alma ahora mismo.
- Pues mi boda, hijo mío, fue igual todas las bodas serranas. Dijimos de casarnos, porque eso de irse con el novio, entonces estaba mal visto. Se iban las criaturas mucho porque no podían hacer boda ¿sabes? Pero era muy ridículo irse con el novio. De mis cuatro hermanas, yo era la mayor y tenía que dar ejemplo.

- Pero un momento Manuela.
- ¿Qué pasa?
- Estoy pensando una cosa.
- ¿Qué piensas?
- Pues que como el otro día estuve por los rincones de lo que fue tu hermoso cortijo del Zarzalar y como vi por aquel rincón tantas tierras buenas, tantos árboles y tantas fuentes manando, pienso que antes de seguir con lo de tu boda, podríamos darle un repasillo a unas cuantas cosas de aquel cortijo.
- Pues tú me dices.
- Antes de meternos en faena, dime algo de aquellas tormentas que hundían la sierra sobre tu cortijo.
- Por ahí caían antes unas nubes que aquello era para morirte. El royo nuestro, eso era un miedo. Cuando caían aquellas nubes, como se juntaba toda la sierra desde Jabalcaballo para acá, todos los royos de por encima de mi cortijo, se juntaban y al pasar por las tierras del Zarzalar ya bajaba un mar de agua. Un día, la Ariá” de una de aquellas tormentas, se llevó toda una manada de ovejas y carneros. Subió el royo tanto que las aguas llegaban por todos aquellos bancales. Nos quitó los hortales, todas las huelgas que había de panizo, pimiento y tomates. Todo lo arrastró el agua. Antes caían muchas tormentas. ¿Por qué sería?

Pegaban unos crujidos y saltaban unos relámpagos que parecía que la sierra entera iba a salir ardiendo y luego tenías la sensación de que las cumbres explotaban y se hundían sobre mi cortijo. ¡Madre mía qué tremendo era aquello! A las lenguas de fuego que saltaban por todos aquellos picos, nosotros le decíamos los rayos. Donde había pinos caían unas centellas y rayos de esos y salían ardiendo. Eso hay que verlo. Casi siempre caían encima del pinaco más grande que hubiera, en lo alto de la misma corona y lo abría en canal. Algunas veces salían ardiendo todas las ramas de aquellos pinos pero la misma nube apagaba las llamas. Pero cuando los rayos descargaban donde había montes y pinos secos, ardía todo. ¡Qué tormentas más horrorosas caían antes sobre estas sierras!

FRUTOS ECOLOGIOS
- Y cuando las tormentas dejaban en paz las tierras de vuestros hortales, para tener tomates a lo largo de todo el año ¿qué hacíais?
- Se secaban. Cogíamos un montón de tomates y los abríamos. Teníamos unos zarzos de mimbre que hacían los gitanos. Con las varetas esas zurcido como cuando zurces tela. Los Aenrizábamos” con una aguja de red en un cordelillo. Lo colgabas en las chimeneas o así. Donde no se humedecieran, donde les diera el aire. Cuando hacías una comida, le echabas un par de aquellas rodajas de tomates al potaje, al ajo, a lo que se hiciera y eso era como si cogieras un tomate del huerto. Daba un sabor rico de verdad. En la antigüedad de todas esas cosas hacíamos. Ahora, de esto, ni caso hace la gente.

LOS HIGOS
- Vamos con el repaso de aquellas cosas de la Aantigüedad” como tú dices. ¿Qué hacías con los higos?
- Cuando ya estaban sequitos en las higueras que ya sabes que se caen retorcidos, con el rabo seco, pues entonces íbamos. Lo primero es Atraquetear” a las higueras. Y como eso, en cuanto está seco, del tronco de arriba se encuentra marchitillo, que ya no tiene Ameli”, pues en cuanto que le sacudes, caen los higos retorcidos. AEsipaos”. Entonces teníamos unos canastos grandes de esos de mimbre que también nos hacían los gitanos. Pero de mimbre muy fino. Eso lo liaban en las hojitas aquellas ¿no sabes? E iban haciendo lo que nosotros llamábamos Aun zarzo”.

Mira que te explico: iban liando las varas unas con otras hasta que salía el zarzo que a veces era grandísimo. Le dejaban unas hileras así por en medio de tres o cuatro mimbres de esos juntos. Al llegar ya que era el zarzo muy grande, entonces lo sacaba a la orilla, lo partían por en medio y un cacho para allá y otro para acá. Y de allí salían unas asas. Esto que te acabo de explicar es como se hace un zarzo.

Por las asas esas los cogíamos nosotros y en aquella cesta íbamos poniendo los higos que se caían de las higueras. Se secaban. Cuando estaban sequitos, tan limpios, le echábamos un polvillo de harina, un poquillo como cuando nos echamos polvos en la cara. Y los guardábamos en unos sacos que teníamos de la pulpa. Que no fueran apretados. Que fueran claros los sacos. Y ahí los guardábamos. Los sacos se ponían encima de unas tablas para que no tuvieran humedad del suelo. Y sino en canastos con un buen tendío de lana. Lo poníamos alrededor para que se quedara medio hueco. Y allí, cuando ya estaban con su harina, hasta el mes de mayo te duraban los higos. Todo el invierno estábamos comiendo higos secos.

Cuando luego salíamos por ahí a trabajar, a poner pinos, a labrar las tierras o a lo que fuera, por donde iban echaban meriendas los hombres en sus alforjas, echaban una Aarmozá” de higos, tan secos y tan ricos y merendabas que pa qué. Otras veces un cacho de tocino, un cuscurrillo de pan y su puñado de higos y merendaban los tíos como marqueses. Y las mujeres. Cuando íbamos a los pinos. Si todos estos pinares los hemos puesto los serranos. Los higos te lucían más que el tocino. Eso alimenta muchísimo. Nosotros toda la vida hemos secado muchísimos higos en mi cortijo. Mi madre tenía un montón de higueras que aquello era gloria. Y las nueces igual.

LAS NUECES
- Vamos a las nueces.
- Cuando llega la época de la noguera, cuando ya se suben con una vara, las varean, porque como ya están secas, se van cayendo, se abre la cáscara esa que tiene afuera y por la mañana cuando te levantas tienen una Asolá” de nueces. Pero si esperas a que se vallan cayendo por si solas, te subes con una vara, le das cuatro palicos a todos los tallos y como eso está abierto, pues se pone un suelo de nueces que pa qué.

Las recogemos, las limpiamos, le quitamos todas las cáscaras que se le han quedado y como eso sale tan nuevo y tan bonico, pues te duran un año entero. Todo el invierno estás comiendo nueces.
- ¿Teníais muchas nogueras en el cortijo?
- En el cortijo teníamos muchas nogueras pero aquello ya se quedó para el estado. Entonces se recogían muchas nueces. Por fanegas las medíamos. De nueces la dejabas hasta el colmo. Cuando se Aescagalaban” ya no podías echar más. A la mejor por una fanega de nueces te daban seis u ocho duros. Que entonces era un dineral.

- ¿ Las vendíais vosotros?
- ¡Vaya que si las vendíamos! Si en el cortijo todo eran nogueras. Unos árboles grandísimos.
- ¿Y a quién se las vendíais?
- A los que las querían. A los cortijeros. Los recoveros iban vendiendo telas, alpargates, navajas, Aabujas”, dedales. Entonces echaban de todas las cosas los recoveros en los Acorvos”. Las nueces, las que no vendíamos, como nos gustaba a nosotros también, pues te las guardabas en las canastas de mimbre. Las tapabas con un tendido y como eso esta hueco, pues te duraban hasta que se ponían rancia en el mes de mayo a otro año.

Cuando echabas merienda y llevaba una almorzada de nueces en tu taleguilla las sacabas para cascarlas y a los otros cuando sentían, les deba una envidia que pa qué. Siempre les dábamos a los compañeros. ¡Pobreticos! Te daba pena. Eso era el postre porque las nueces están muy buenas.

LAS GRANADAS
- ¿Y las granadas?
- Lo mismo. Echábamos una, y como eran gordísimas, con una tenías bastante. Detrás de la Ataja” o el chorizo o lo que llevaras. Pues si las teníamos en los árboles, cuando llegaba su tiempo, las cogíamos. Le dejas el rabo, las cuelgas con un cordelillo, con un esparto o lo que quieras, un tirajo. Con una vara las cuelgas en una habitación, en una cámara como decíamos antes, que al abrir la ventana les dé el aire y eso te aguanta, pues todo el invierno. No Aaporroteándolas” eso dura mucho. ¡No te cuento na de cosas! Si soy una abuela vieja.
- Pero todo es muy bonico, Manuela.

LAS CIRUELAS
- Las ciruelas.
- Las cogíamos ¿sabes? Pero no se podían guardar. Algunas veces las echábamos en vinagre. Las metían en las orzas y las que quería que saliera un poquillo agrillas, les echaban un poco de vinagre al agua. Luego las sacaban y echaban Aagriol” y con migas o algo, nos gustaba la ciruela agria. También con el cocido de garbanzos, con tocino fresco y de todo, eso estaba muy rico. Sacabas un platillo de ciruelas y te las ibas cascando con la otra comida y eso era delicioso.
- ¿En vinagre se conservaban bien?
- ¡Vaya! A eso no le pasa nada. Dura todo el año. Eso no se pudre ni nada. En azúcar si se pudren. Los pimientos los echas en vinagre y te duran de un año a otro. También los tomates.

- ¿Había muchos ciruelos?
- ¡Válgame Dios! En las regueras que había para el agua, pues en las orillas, plantaban los ciruelos y había unas hileras de ciruelos que aquello era impresionante. A esos árboles les gusta mucho el agua. No necesitan cavarlos ni nada. Sólo tener cuidado que no se les líen las zarzas que es lo que más había. Zarzales. Se encaramaban y los aburrían. Pero como los teníamos muy limpios. Un ciruelo lo ponías y estabas comiendo ciruelas todo el año. ¡Qué lástima!

LAS UVAS
- Y la uva.
- Lo mismo. Colgábamos grandes ristras de racimos y nosotros mucho vino. En mi casa hacíamos diez y quince arrobas de vino. Unas damajuanas que tenía mi madre y otras orzas de esas grandes de orejas. Unas orzas grandes pero por aquí llevaban unas orejas de verdad. Del mismo barro le salían cuatro por las orillas. Anchonas y estrechas del culo. Ya ve tú, la tinaja que teníamos le cogía hasta cinco y seis arrobas de vino.
- ¿Cómo se hace el vino?

- Cogíamos las uvas, las teníamos un par de días en los zarzos esos que ya te he dicho y las tendías para que se mareara una miajilla. Se terminaban de madurar y cuando ya estaban dulces como la miel, las pisábamos en la artesa. Mi padre hizo una artesa de un pino ¿Entiendes? Un pinaco grande que se cayó porque era muy viejo y lo aserró con la sierra. Teníamos Atronzadores” y de todo. Un tronzador de esos que aserraban los pinos muy grande. Fue y lo tronzó por medio. Y con la azuela le fue quitando madera del centro y construyó la artesa. Claro aquello tenía que ser así para que no tuviera rajas ni nada. Como los tornajos pero más corto.

Cogían dos o tres arrobas de vino. Con las esparteñas y alambre por la parte de abajo, nos lavábamos bien los pies y todas las piernas y mis hermanas yo nos metíamos dentro. Mi madre echándonos racimos de uvas y nosotras venga pisar. Así que ya había un montón de mosto, orillabas la pulpa a un lado de la artesa, escurrías las uvas bien, las echabas luego en los lebrillos y esperaba a que se escurrieran más. Luego le dabas otra pasá con las esparteñas, cuando ya no tenía casi nada, todavía echábamos la pulpa en una gran canasta de mimbre, ponías debajo el lebrillo y las dejaban un día, un suponer, y al final se escurría hasta la última gota. El zumo que sacábamos de todas aquellas uvas lo echábamos en unas tinajas o en las grande orzas que le cabían tres arrobas y en aquellos recipientes lo dejábamos.

Primero principiaba y chillaba, hervía. A los cuatro o cinco días, cuando se para de hervir, entonces lo sacabas, lo colabas y lo echabas en las damajuanas, lo tapabas y lo dejabas sin traquetearlo. A los siete u ocho días, destapabas la damajuana, lo catabas y si estaba todavía flojo, lo dejabas un poco más. ¡Nos salían unos vinos deliciosos!
- ¿En cuantos días se podía beber?
- A los diez días ya tenías vino. Cuando seguía todavía un mes más tapado, aquello era un vino dulce como la miel. El que salía malo, el que se agriaba, tenías que dejarlo para vinagre. Pero el vinagre era fuerte, limpio y bonico que pa qué.

Nosotras toda la vida hemos estado bebiendo más vino que los verdaderos vinateros.
- ¿Tenías para todo el año?
- ¡Bendito sea Dios! Si hacíamos quince y veinte arrobas de vino. Lo teníamos aborrecido de tanto vino. Pero buenísimo. Es que teníamos muchas chaparras. Chaparracas como las nogueras de grandes. ¿Sabes lo que te digo? Eran carrascas montesinas. Que eran de esas muy altas. Tiraba las ramas como las nogueras. Por los troncos y las ramas se enredaban las parras y se hacían grandes como bosques. Se cogía de allí muchísimas uvas. Racimos de dos kilos algunos. Comer uvas, todas las que queríamos. Se subían en lo alto de las chaparras y a coger racimos de uvas. De vez en cuando también las podaba mi padre con sus tijeras. Les iba dejando las buenas varetas que llevaban y cortaba las ramas viejas. Es que si las dejaba sin podar, se secaban.

LOS MEMBRILLOS
- Y con los membrillos ¿qué hacíais?
- Colgábamos muchos en los techos de las habitaciones. Y aquello echaba un olor delicioso. Entrabas allí y te daban ganas de dormir sin tener sueño. Se revisaban de vez en cuando y si se veía alguno que ya estaba muy maduro y que se iba a caer, lo quitábamos. Te lo comías o hacíamos carne de membrillo. ¡Mas rica estaba que pa qué! Los melones, los que eran de corteza y no estaban muy maduros, se guardaban. Los atábamos y también los colgábamos en los techos. Duraban hasta el mes de enero Los que no, se ponían en una habitación en el suelo y se tentaban de vez en cuando por si acaso se maduraban y se podrían. Salían riquísimos.

¡Vaya repaso que le estamos dando a las cosas de aquellos huertos de mi cortijo!
- Es que si tú no nos lo cuentas ahora, para siempre nosotros nos quedaremos sin saber muchas cosas buenas y bonitas que vosotros teníais y vivíais en aquellos tiempos.
- ¡Y qué es así, hijo mío! Tú fíjate ahora tanta historia con esto la de ecología y el mundo rural y nosotros lo hemos estado viviendo toda la vida sin que nadie nos diera ni charlas, ni subvenciones. Sin tantos libros y anuncios en los periódicos e historias raras como ahora se inventan unos y otros. ¿Y sabes lo que te digo? Que menos casqueras y pamplinas y más dar el callo y luchar por la sierra como siempre hicimos todos los serranos. Ahora, que si los tomates ecológicos, que si las manzanas ecológicas y antes, toda la vida lo hemos tenido nosotros en nuestro cortijo y lo único que hicieron fue quitárnoslo para siempre y darnos todos los palos que podían. ¡Será posible que las personas hagan cosas tan raras!
- ¡Y con lo buenos que los serranos siempre habéis sido!
- Eso digo yo. Nos pasamos la vida ayudándonos unos a otros y haciéndole bien a la gente.

MI MEJOR AMIGA
- Bueno, Manuela ¿nos cuentas tu boda?
- Te la voy a contar pero antes quiero que oigas lo que me pasó con la boda de una amiga mía. Mi mejor amiga de toda la vida, cuando yo era mozuela.
- Pues a ver ¿qué te pasó con esta amiga tuya?
- Se llamaba Julia y vivía en al Cortijo del Castellón. El que tú ya conoces y sabes que se encuentra por encima de mi cortijo del Zarzalar, entre el cortijo de los Cerezos, arriba casi en la cumbre y el cortijo del paraíso del Zarzalar. Se puede decir que esta muchacha me crió a mí, para el caso. Era mayor que yo. Nos queríamos que pa qué y por eso siempre me llamaba para que me fuera con ella a su cortijo. Me quería con lo cura y yo también a ella. AVente conmigo esta noche que a lo mejor no viene mi hermano”. Me decía. Y yo, hecha una loquilla, me iba con la Julia del Castellón a su cortijo. Principiamos a contar cosas y ella me contaba a mí y siempre íbamos juntas por aquellos montes, barrancos y riscaleras.

Un día ya se puso novia. Fue con un señor que era viudo. Que se le había muerto la mujer o yo que sé. Ya no me acuerdo. Sí sé que se llamaba Gaspar y era de las Canalejas. Una aldea que había por esta parte de la sierra que pega a Pontones. Y como éramos tan amigas, ella quería que yo fuera su peluquera el día de su boda. Como siempre he sido tan valiente y atrevida para todo, le dije que sí y llegó el día de la boda. Nos preparamos unos mulos en mi cortijo y montados en ellos, allá que cruzamos nosotras estos caminos rumbo a las Canalejas. Iba yo montada en mi mula tan hermosa. Con mi tapete de ganchillo que lo había hecho yo, mi colcha de color rosa y el tapete blando encima, iba yo hecha toda una señorita. Al llegar al río, colando la corriente por ahí, donde hay un royo que le dicen la Fuente de los Salaos, nos ocurrió la primera ventura.

Aquel día también nos llovió. Por eso llevaba mi paraguas y todo. Mira, llevaba una mula que era sospechosa. La mula a mi no me Aerribaba” ni de nada pero aquel día se pasó. Cruzo la corriente, me meto por el zarzal, da la mula unos brincos y con tanto traqueteo, como llevaba el paraguas abierto, se me escapó. ¿Dónde crees que fue a clavarse? Pues en el mismo culo de la mula. Aquello fue el demonio. El animal creyó que pasaba algo raro y empezó a dar saltos y patadas. Salí volando por los aires y ¿a dónde crees que fui a caer? Pues en el mismito centro del charco. Me quedé sentada de culo en medio del charco. Me puso chorreando y gracia a que no me mató.

La novia, la pobretica mía, se echó a llorar y con toda aquella tragedia que yo tenía, me levanto y le digo: ANo llores, so tonta Julia, que no me ha pasado na. ¿Que me he mojado? Ya me secaré. ¿Voy chorreando a las Canalejas? Déjalo”. AEso es lo que tú dices pero fíjate como te ha quedado tu vestido para ir a mi boda. Estás toda empapada y estropeada con lo elegante y guapa que venías”. Me decía ella. A Pero Julia, que me cago en diez, ¿tú la novia vas a llorar porque me he caído? Si no me ha hecho nada. ¿Que me he mojado? Ya me enjugaré. Tu boda es aquí lo importante y no mi vestido. Así que calla y sigamos el camino”. Yo era la que la llevaba y la que iba a peinarla después para el momento de casarse, la pobretica mía.

Cogí la mula, la arrimé a una piedra, me subí otra vez en ella y trotamos por aquellas cuestas en busca de las Canalejas. Me dolían las costillas pero a mi no me importaba. ¡Madre mía la de curvas y cuestas que subimos hasta llegar a donde vivía el novio! Cuando llegamos, me llevaron a una casa corriendo, me quitaron la batilla, me remangué las enaguas, me puse de espaldas, me enjugué un poco, me enjugaron la bata, me vestí otra vez, me peiné un poquillo y ya estaba yo preparada para asistir a la boda mi amiga Julia. De aquello no se enteró nadie. Entre mi amiga y yo se quedó aquel accidente.

Pero claro, antes de la boda, yo tenía que peinarla porque ese era mi principal empleo en esta boda. Yo antes he sido muy churreterilla y muy inquieta. Sabía peinar a mis a migas y de todo. Ellas con la risa con migo lo pasaban que pa qué. Yo lo que podía, pues le hacía a todas. Como mi amiga Julia tenía el pelo muy liso, pues había que rizárselo un poco para que estuviera guapa el día de su boda. Saqué las tenazas esas que teníamos que hacían así escalón. Así un suponer, le ponías el clavillo este y como estaban quemando, pues le hacías unas ondas preciosas en el pelo. Las pusimos en la lumbre para que se calentaran. Siento a la novia en la silla y con todos aquellos nervios de las bodas y esas cosas que tú sabes le pasan a las mujeres siempre que se casan. Allí muy asustada y nerviosa, como un corderillo manso esperando que su mejor amiga le rizara el pelo para el día más feliz de su vida. Y su amiga, la Golondrina que tú tienes ahora mismo a tu lado, más nerviosa que la novia.

Cuando las tenazas ya estaban calientes, las cogí, se las enredé por el pelo y enseguida, la pobretica amiga mía llorando. Unas lágrimas que le caían por la cara que pa qué. Yo pensé que lloraba por la felicidad de la boda, cuando al rato veo salir humo de su cabeza. Una humareda grandísima. A¿Qué pasa aquí?” Me digo yo nerviosa y enseguida veo que le estaba quemando el pelo. Ya salta ella y me dice: ALeche ¿pero todo lo que me estás haciendo hay que aguantar para rizarme el pelo?” AEs que Julia, esto es muy complicado”.
A¿Pero no te das cuenta que me estás quemando la cabeza entera?”. Entonces miro y era verdad: a la pobretica mía le tenía achicharra toda la carne de la cabeza.

Me picó la risa y ya no podía ni acabarla de peinar. A¡Pero mujer, Manuela, que hoy es el día de mi boda!” A¿Y a ver qué hago yo, Julia, si esto ha pasado así?”. Miro a ver si puedo apañarla como fuera y entonces me di cuenta que de verdad le había hecho dos o tres grandes Achicharros” en la cabeza. Unas quemaduras que aquello, sólo verlo, daba pena. Ya, el único apaño que pude hacer fue echarle el otro pelo para delante y taparle con él las quemaduras y los mechones de pelo que le había quemado. ¡Pobre amiga mía lo que sufrió en mis manos el día de su boda! Pero mi amiga Julia, como me quería con locura, se aguantó el quemado y luego, después me decía: AA mí me dolía mucho pero yo pensaba que eso lo hacías con todas. Que tienes que quemarlas para rizarle el pelo”. AQue no Julia, hija mía, es que yo me había creído que había nacido para peluquera y en el día de tu boda me di cuenta que lo mío era otra cosa”.

Luego, después, ya se celebró la boda. Nos bajamos otra vez por las cuestas esas subidas en las bestias y ahí más arriba de mi cortijo, en el Castellón, el cortijo de la novia, se celebró el convite. No te lo cuento porque ese convite fue tan grande y bonico como el de mi boda que te diré dentro de un rato. Pero su boda fue más bonica que pa qué. Me acuerdo que cuando ya al final de la noche, la gente se iba retirando de la fiesta, el marido me dice: ADile a la Julia que esto ya está feo, porque está cansada la gente de bailar. Están comidos y bebidos y de todo. Dile que tenemos que acostarnos un rato y ya por la mañana se da el refresco”. Se lo digo a mi amiga y ella me dice: AYo no me quiero acostar, Manuela”.

Pero a la mañana siguiente, como todavía seguía el convite, yo fui a su habitación tocando las palmas diciendo: A¡Venga, Gaspar y Julia, que ya se ha rematao la boda! Venga arriba que estamos aquí esperando. Que todavía sos queda más temporá pa dormir”. Yo de bromas y de risas. Ya se levantaron y entonces entré yo a peinarla y arreglarla un poquillo. ¡Eramos tan buenas amigas y nos queríamos tanto!
- ¿En el cortijo del Castellón se quedaron a vivir para siempre?
- Ahí se quedaron a vivir hasta que se fueron a Valencia. Se fueron y ya no la he visto más. ¡Qué lástima! La vida, hijo mío, que da muchos tumbos y a los serranos que siempre nos la han complicado todo lo que han podido. De estas sierras ha tenido que salir mucha gente echando chispas y eso si que es una lástima.

BODA DE LA
GOLONDRINA

- ¿Vamos ahora a tu boda?
- Sí Manuela, vamos a tu boda ¿cuéntanos cuando conociste a tu Perico?
Le pregunta la nuera y su compañera Santi. Y Manuela, con todo su salero, salta y dice:
- ¡Me cago en diez! ¿Cuándo conocí a mi Perico si lo tenía allí nacío en mi cortijo?
- ¡Eh! Pues cuenta de qué edad os hicisteis novios
- Pues leche, cuando éramos un poco mayores.
- ¿De cuánto tiempo se casaron? ¿Cuánto tiempo estuvieron de relaciones?
- ¿Y no Asos” podéis callar vosotras y me dejáis a mí que hable.
- Si es que le estamos preguntando.
- Aquí no pregunta nadie más que este señor y hablar, habla sólo la Manuela.
- Eso está bien. Venga, Manuela, vamos a nosotros a lo nuestro y que ellas se dediquen a lo suyo. Es que tienen que estar metidas en todo ¿verdad?
- En todo y es lo que yo digo: ellas que sabrán de mis cosas. Iros ya por ahí y dejadnos tranquilos. ¿Queréis saber cuando nos conocimos? Pues desde que nació en el cortijo que éramos parejos.

Loly y Santi, la muchacha que en estas fechas trabaja en el hostal, siguen bombardeando a Manuela con sus preguntas.
- ¿Y cuántos años teníais?
- ¡Pues leñe, yo tenía, un suponer, cuando ya éramos mayores, pues tendría unos catorce años o por ahí!
- ¿Y al cuanto tiempo de estar novia te casaste?
- Yo me estuve novia por lo menos cinco años, par caso. Porque me casé de Aveintidós” años.
- Venga ¿y qué más?
Le pregunta la nuera intentando poner nerviosa a Manuela.
- ¿Y qué más?
- ¿Qué te dijo? Vamos a casarnos y ya está.
- No pues como estábamos en el cortijo y siempre nos estábamos viendo y de todo, pues hablábamos lo que nos parecía... Mi casa y la casa de mi novio estaba como esta casa mía de ahora y la carretera que pasa por ahí ¿sabes? Mi marido vivía cerca y éramos primos. Por aquí había en medio una calle grande y había más vecinos. Nos estábamos conociendo desde chicos. No necesitábamos tonterías ni nada.

- ¿Pero te casaste de blanco?
- Yo sí. Más blanca que tú estás. Fui bien guapetona. Pasé por aquí, por la orilla del mi querido río Guadalquivir con acompañamiento de mulos, de burros, de bicicletas. Cada uno lo que tenía. ¡ Los pobreticos! El que tenía una bestia y el que no, pues andando. Se montaban unos con otros en los mulos. Llevaban un mulo muy bueno y claro, el que era amigo, lo montaba con él. Iban a dos y a tres algunas veces. Ya entonces principiaban las bicicletas. El que llevaba una bicicleta era el rey al mismo tiempo que la Arisión” de verlo. Montado en el trabuco ese espatarrado ahí, dándole regates a los burros que iba y todo. Le decían: ATened cuidado que con las bicicletas se espantan los mulos y vais a matar a alguien hoy”. Todas esas cosas ¿comprendes?

Por aquí desde el royo de Los Membrillos, el cortijo mío, hasta Bujaraiza. La aldea esa que había antigua ahí. Pues ahí bajamos. Convidamos a un montón de familias. Pues a todos estos ríos, todos los que conocíamos. Fue un montón de gente en el acompañamiento de la boda. Como en Bujaraiza tenía yo una tía mía, una hermana de mi madre, pues fuimos a su casa y nos paramos, me arreglé otro poquito. Me eché mis colonias, me peiné una miaja... Llevábamos cuerva ¿entiendes? Vino con azúcar y agua para que no se Achispara” la gente mucho.

Una damajuana llena que la bajaron en el mulo con unas aguaderas. Mientras yo en la casa de mí tía me peinaba, me daba una miajilla de apaño para ir la iglesia, sacaron cuerva, echaron en unos jarros y convidaron a toda la gente. A las familias que en el pueblo, eran mis amigas, les dije que fueran a acompañarme. También a mis tíos que estaban allí. Pues ya entramos a la iglesia y cuando se terminó la misa y me había casado el cura, pin pan, pin pan, y preguntándome cosas que por pocas el cura está todavía hablando. Se ve que le gustó mi conversación y las preguntas que me hacía y allí gastamos que pa qué. Estaban ya algunos casi Aenritados” vivos. Porque nosotros no salíamos de la iglesia. El cura allí tan cascante. Era de Hornos. Un cura nuevo también, éramos par caso, de la misma edad.

Cuando se terminó la misa que ya salí de hacerme todas las cruces del Señor para que buena suerte llevara, me vine a lo de mis tíos. En su casa dimos el refresco que dábamos entonces ¿Sabes? De cuerva, de vino, de dulces. Llevábamos mantecados de estos que hacíamos en los hornos. En fin, una cosa bonica. Allí con toda mi familia cumplí y ya me monté en la mula con mi Pedro, se llamaba Pedro mi marido, y desde La Aldea remontamos hasta lo alto del cortijo del Zarzalar así. Que eso es una distancia muy buena. Yo creo que más de quince kilómetros.

Cuando llegamos al Zarzalar, toda la gente estaba esperando. Ya habían matado los chotos de cabra o de lo que fuera y en los robles que teníamos por la puerta del cortijo y bajos los árboles, estaban colgados. Cada uno cortaba de donde quería. Entonces se hacían unas bodas de carne que aquello era hincharse todo el mundo de carne. Todo lo que cada uno quería. Pan de aceite... Todo el mundo se divertía mucho.

Loly, que todavía está junto a nosotros, ahora ya escuchando, le pregunta:
- ¿Cuánto recogiste en la boda?
- Pues recogí bastante dinero también. Hombre en aquellos tiempos el pobretico que echaba diez pesetas eran los más ricos. Cuando veías dos duros habrías unos ojos que pa qué. Pero duro a duro, casi todos los que fueron, echaron. El que echaba un duro era un rey. Los que más, a dos pesetas, a tres pesetas. Aunque me echaban tan poquillo, yo recogí un dinerillo muy bonico. Teníamos muchas amistades y eran personas que tenían dinero. Pues si recogía uno cuatrocientas o quinientas pesetas, entonces era un dineral. ¡Qué lástima! Yo hice una boda muy bonica.

- ¿Pero cuántos días duró la boda?
- Pues como se duran las bodas. Llegamos al cortijo, de vuelta de La Aldea, sobre estas horas, las seis o siete de la tarde. Iba diciendo que ya tenían preparadas las comidas, los guisados que se hacía antes. Unos de carne frita, otros de guisotes. Guisotes era casi toda carne guisada. Con su aceite, sus patatillas pero más carne que na. Porque algunos querían comer guisado y ese día había que preparar las cosas al gusto de los invitados. Y ya, pues por la noche principiaban a hacer cuervas. Esto era una bebida de vino, frutas y azúcar. También se repartían tortas. Se amasaban tortas de manteca para todo el mundo. Un cachillo, el que quería tomar para el estómago que no fuera todo bebidas. Se repartía también pan de aceite Si es que hacíamos unas bodas buenísimas. Se bailaba mucho. AMas que un grillo en un rastrojo”. Yo también que a lo largo de mi vida he sido muy bailadora. He ganado premios casi siempre que iba a un baile. Las jotas, los fandangos, los sueltos de todo. Yo he bailado muy bien. ¡Madre mía!

Cuando llegaba la hora, que era ya la madrugada par caso, que estábamos todos cansados de baile y muchos hasta estaban borrachos, pues entonces se decía que tenían que acostarse los novios. Los invitados unos se acostaban, otros se quedaban con todas su tragedias de bebidas y demás. Se tumbaban en las cabeceras que les preparábamos. Cuando se acostaban los novios, pues la boda se remataba.
Loly que sigue junto a nosotros, habla otra vez y dice:
- Pero si no te dejaban que te acostaras.
-¡Vaya! Entonces sí se acostaba una. Los padres de los novios, cuando ya faltaban un par de hora para el amanecer, decían: AHay que dejar que se acuesten los novios”. Después de todo esta juerga, nosotros pues nos acostábamos un rato. A bregar un poquillo ¿Qué íbamos a hacer? Danos cuatro besos y sea los que Dios quiera.

- Cuenta lo de la serenata.
- Ya era, un suponer, amaneciendo, a tocar la serenata a los novios. No nos dejaban ni dormir. Principiaban con las guitarras en la puerta del cuarto y aquello liaban un traqueteo de tocar y de cantarnos coplas que era Aescojonarte”. Ya te espantaban y te tenías que levantar porque no se iban de la puerta. Nos levantábamos y entonces principiaban a darnos pan de aceite, chocolate, café. Cada uno de lo que quisiera. Eran unas bodas preciosas. Unas bodas serranas de verdad.

La nuera y Santi que no se despegan del lado de Manuela, vuelven a pincharle otra vez diciendo:
- Pero es que lo más emocionante no lo has contado tú.
- ¿Y qué era lo más emocionante, leche?
- Cuando estabas novia con tu Pedro. Eso de hacer así con las palmas porque querías que te diera el novio un beso. Y tenías la contraseña y entonces pues... Y que eso no nos lo hemos inventado nosotras.
- Eso es mentira vuestra que os lo habrá contado Francisco.
- ¿Pero cómo va a ser invento nuestro?
- Para que lo sepáis ya de una vez y me dejéis tranquila, cuando nos tocaban así, con las palmas de la mano, significaba que era hora de acostarnos. Que se fuera el novio a su casa y la novia a dormir. Y vosotros pensáis que eran hacernos palma para otra cosa. ¡Sois más tontas que el zapato de un perro!

- ¿Y cuándo queríais daros un beso?
- Pues cuando queríamos darnos un beso yo no tenía que tocar palmas ni tanta tontería. Cuando ya era de noche y él se iba, como en la calle aquella ancha no había luz, nada más que el candil, pues si yo quería salir a decirle a dios y nos dábamos dos besos, en la boca o donde nos diera la gana, ¿quien pija nos iba a ver de noche? No nos veía nadie. Además, que conviene que también lo sepáis: yo he sido guardosa. Ahora la gente salen con los chiquillos acuestas y por donde les da la gana pero antes fíjate, eso esa un escándalo para una casa.

- Bueno, tú no le hagas caso que lo que tienen es ganas de guasa.
- Tú fíjate: si uno quería darse un beso ¿ibas a tocar palmas para que vinieran a verte? Eso está claro ¿Verdad? Es que no saben. Como, para tanta gente, ahora es todo a tajo parejo y esto no se sabe quien es novio ni quien es marido ni nada, pues muchos se piensan que en aquellos tiempos las cosas eran lo mismo.
- Bueno, sigue tú con lo tuyo. ¡Es que ellas quieren liarte!
- Pues claro que quieren liarme. Pero a mi no me lían. ¿Qué estábamos contando?
- Con la boda estábamos.

- Pues lo que te digo es que yo no he hecho diabluras de no hacer buena boda ni dar el espectáculo ni de na. Yo he sido una persona que hasta el cura quería subirse a mi boda, lo que pasaba es que teníamos que buscarle un mulo, en La Aldea, y no lo encontramos. A la aldea de Bujaraiza entonces veníamos todos. Hasta de las cuerdas para abajo que era del término de Santiago de la Espada, todos íbamos a Bujaraiza a casarnos. Está claro que la que se casaba por la iglesia.

Te digo una cosa: aquella aldea era muy bonica. La gente se juntaban todos a ver a los novios y aquello era tan precioso. A ver si va la novia bonica, a ver el novio si es guapo, que traje llevan, a ver si te equivocas, a ver lo que le decías al cura. Lo que hacen ahora.
- Y de aquellos tiempos ¿te acuerdas tú que alguna mocica no se casara por la iglesia?
- Había muchas que se iban con el novio.
- ¿Qué se iban?
- Que se decían esta noche nos vamos y se juntaban. ¿Me comprendes? Un suponer, tengo mi Josefa aquí y está con el novio y ella no quiere casarse por la iglesia ni na, viene el novio a las once de la noche o está hablando con ella y cuando me tomo cuenta, abre su puerta o la venta o lo que tuviéramos y se va con su nuevo y ya está casada. Y si quiere casarse por la iglesia luego, porque los hijos no sean unos Azapetos”, que no sean acompañados de iglesia, pues se casaba. Eso sí pasaba: se iban con los novios pero luego se casaban todas. Iban a echarse la bendición porque eso estaba muy feo, por los chiquillos y todo. Entonces decían que eran hijos putativos. ¡Qué lástima! Todo te lo cuento.

LAS QUE SE IBAN
- ¿Pero alguna no se casaba?
- En mi cortijo yo no conocí a ninguno. Todos los que se casaron, fueron a la iglesia. Si se fue alguno con la novia, esos fueron, antes de tener un hijo, a echarse la bendición a La Aldea que era donde teníamos la iglesia. O a la Iruela, donde no los conocían tanto, para que no les diera vergüenza. Para que la gente no dijeran: AHan venido a casarse aquí porque se juntaron antes”. Pero la gente se casaba toda por la iglesia después. Eso sí.

Mis padres eran unas personas muy educados y muy buenos. Yo que era la mayor siempre tenía que dar ejemplo. Fíjate qué bonico hubiera estado que me hubiera ido con el novio o hubiera salido preñada. ¡Mira qué bonico y qué ejemplo! Antes hubiera preferido la muerte que un mal ejemplo de aquellos.
- ¿Tú has tenido siempre las ideas muy claras?
- ¡Vaya que sí! Antes éramos tontos y ahora son muy listos pero lo que pasa ahora no se ha visto nunca por estas sierras. El respeto a las mujeres y a las personas entre sí, eso no es ahora ni mucho menos como era antes. Nos dicen que éramos tontos pero yo sé que éramos mucho más listos que todos los listos de ahora con tantas modernidades y tantas historias.

FUENTE DEL MACHO
- ¿De qué te suena la Fuente del Macho?
- De mi padre. Ya te he dicho que él era muy cazador. Lo mismo cazaba conejos que perdices. Todo lo que se le presentaba en el campo. Donde ponía el ojo ponía el tiro. Una vez se fue a cazar por ahí a un sitio que le llaman Los Villares, bien sabes por donde es. Cuando se vino para acá, mató un macho montés. A mi padre ya sabes que le decían Francisco el Piojillo, porque era muy chiquitillo y valiente como un león. A los que cuidaban estos montes, le dijeron que venía el Piojo con una cabra montesa que había matado.

El caminillo iba a salir a la misma fuente. Cerca estaba el vado por donde se podía cruzar el río. Se pusieron en la misma fuente a esperarlo. Allí lo engancharon. Llevaba el animal sin piel y la llevaba metida en el saco, liaica con otros trapicos que le había echado mi madre limpios. Lo cogieron allí mismo. Y claro, como le pusieron la denuncia, para luego acordarse en qué sitio lo habían cogido, decían que lo habían pillado en la Fuente del Macho. Así que ya lo sabes: por mi padre le viene el nombre a la fuente. Como lo cogieron allí pues ya se le quedó el nombre de la Fuente del Macho. Gracia que no le pusieron la Fuente del Piojillo.

Esa fuente está justo donde el arroyo de la Hoya de Miguel Barba cae al Guadalquivir pero mi padre se echó otra vez el macho a cuesta y se le llevó al cortijo. Lo denunciaron pero no se lo quitaron.

MUERTE DE PEDRO
Mi Pedro y yo nos queríamos mucho y en el cortijo criado de toda la vida. El sabía lo que yo era y yo lo que era él. ¡Que lástima! Y míralo: me quedé viuda hace muchos años. Ya ves tú, la Josefa que era la mayor, tenía la criaturica siete añillos o por ahí. Otros tenían dos años, otros tres. ¡Mira! Toda mi vida penando he estado. Ya te he dicho que me casé con veintidós años y la Josefa tendría siete añillos, así que puedes hacer la cuenta a qué edad me quedé viuda.
- ¿De qué murió tu marido?
- Tenía lesión del corazón. Y venga llevarlo a un sitio y otro. Pero aquello no hubo apaño ninguno, hijo mío. Cuando viene uno para morirse... Me lo llevé a Jaén, porque había unos médicos del corazón que pa qué. Le principiaron a dar pastillas y se lo cargaron. En cuanto meramente le principiaron a dar medicamentos de los que no estaba tomando le dio una noche una cosa muy mala, muy mala y dijo el médico: Asi se lo quiere usted llevar, su marido ya no tiene apaño ninguno. Su marido se le muere aquí”. Digo. A¿Pero por qué no me lo han dicho antes?” Dicen: AEsta noche esta muy grave”. Digo: APues voy a buscar una ambulancia”.

Y las enfermeras vieron que estaba ya en la agonía de la muerte. Cuando principiamos a buscar la ambulancia y de todo para venirnos aquí desde Jaén, antes de salir se me murió en el hospital. Querían enterrarlo allí y dije: ADifícil será en el mundo pero a mi marido me lo llevo a mi casa, a mi terreno, a mi sierra para que eternamente viva conmigo junto a las aguas del Guadalquivir. Allí tenemos nosotros nuestras viviendas, nuestras tierras, nuestros curas y todas nuestras cosas”. ANo, no, esto está muy lejos”. Digo: ASi está lejos, el muerto ya no va a decir que va cansado”.

AEs que está prohibido sacar a una persona muerta del hospital y menos a estas horas”. Me decía el médico. Me enganché al cuello del médico y le decía: AHay por favol, déjeme usted que me lo lleve a mi terreno. Quiero tenerlo allí cerca de mí y mis hijos”. Llorando a lágrimas vivas. Al médico le dio tanta lástima y dice: A¿Vas a llorar por el camino?” Digo: AYo no lloro, como si fuéramos de viaje”. Y así lo hice.

Mira ya los médicos y las enfermeras les dio tanta lástima de verme que dijeron: ABueno, buscad una ambulancia”. Y el de la ambulancia decía que no sabía venir de Cazorla para acá. Digo: AUsted no se preocupe, que a Cazorla voy yo y desde el pueblo hasta mi Guadalquivir, voy hincada de rodilla a mi casa. No tenga usted miedo que no pasa na”. Cuando ya lo íbamos a subir en la ambulancia le digo al hombre: AMire usted, yo no le voy a engañar, mi marido va muerto. Si usted tiene conciencia y me quiere llevar, eso que en el cielo Dios tendrá que pagarle. El no le va a dar un escándalo ni yo tampoco”. Y de verme llorar, dicen: ANo llores, no llores hija mía. Que yo de Cazorla para allá no he pasado pero ¿lo conoces tú bien?”. Digo: ANo te preocupes que no me perderé por donde he estado toda mi vida andando”. Y me trajo.

Salimos de a la una o por ahí y llegamos aquí al rayar el día. Ya estaban los pajarillos cantando y todo. Aquí se lo presenté a mis hijos, muerto. Mis cuatro hijicos, Francisco y la Josefa que es la mayor... Yo he penado... yo qué sé cómo he aguantado, lo que yo he aguantado en este mundo.
- ¿A la misma Golondrina?
- Aquí a la Golondrina. Desde aquí lo enterramos en el cementerio que tenemos en Bujaraiza. Me quedé viuda y seguí teniendo valor para todo. ¡Ay! ¡Qué lástima!

A Manuela, a la pequeña y gran Manuela de las limpias aguas del Guadalquivir se le escapa un profundo suspiro mientras lentamente las lágrimas le ruedan por su arrugada mejilla. Deja de hablar porque las palabras se le han atascado en la garganta. Mira hacia los montes de la ladera de enfrente de su hotel la Golondrina como si buscara algo. La sigo con mis ojos y me parece ver como si por ahí, por entre los olorosos romeros clavados en las blancas peñas, se escapara hacia el azul limpio de las cumbres. Como si ya volara con esa libertad de las golondrinas y llevándose enredadas entre sus alas, la esencia del viento más limpio de estas sierras, se alejara hacia esas otras praderas de la eternidad.

Hacia las praderas que el buen Dios le tiene preparadas para que ya siempre goce junto a su querido Pedro. Para que aunque un día se vaya, nunca se vaya de las riberas de este su bello río Guadalquivir donde tantos días, tantos sueños, tantas luchas y tantas ilusiones en secreto ella tiene derramabas.

PALABRAS FINALES
- Dentro de unos años, ninguno de los que ahora mismo estamos, ya no estaremos aquí. Por si tú te vas antes, para los que nos quedemos ¿qué nos dices? - ¡Ya ves tú yo que sos voy a decir! Como mi marido se me fue, mi ilusión y las pocas fuerzas que me van quedando, las pongo todas en el deseo de que mis hijos no sean nunca unos Aercichaicos”, sino amantes de su tierra y su trabajo como lo hemos sido sus padres. ¿Qué otra cosa le voy a decir yo, hijo mío? Ellos saben que yo les he dado bueno consejos para que siempre aprecien a las personas por encima de todo. Que atienda a todo el mundo como si de su propio hermano se tratara. Como siempre hemos sido los serranos de toda la vida.

Que les tengan cariño a las personas pero cariño de verdad y no por el interés de las cuatro pesetas que puedan dejar, que aunque también hacen falta, lo otro es más importante. Es un tesoro que se gana poco a poco y se conserva para toda la eternidad. A las personas no se le debe tratar mal sea quien sea. Hay que tener conocimiento y entregar el corazón a cada persona de los que por aquí pasa. Aunque esté irritado o estés llorando, ellos no tienen culpa de lo que te pasa a ti.

Muchas veces yo he estado comida de sufrimientos por dentro y bañada de lágrimas por las cosas que en la vida me ha ocurrido pero siempre me he limpiado mis lágrimas y me he preocupado del otro que también me necesita. Si me han preguntado: A¿Qué te pasa, parece que has llorado?” Siempre respondo: A¡Qué leche, que me ha caído un mosquito y mira como tengo el ojo!”

Mis hijos nunca hacen prejuicios para mí. Ayudan en lo que pueden las criaturas. La nuera también es buena persona. Ella es una persona que se han criado vecinos de por aquí y me conocen y de todo. Algunas veces nos damos una voz o cualquier cosa pero al minuto estamos como si siempre hubiéramos dormido juntas. Míralo.

Y miro. En estos momentos, la nuera come bajo la sombra de la noguera, en aquellas mesas de piedra que Manuela puso a la derecha de su casa para que los turistas comieran agusto.
- Si ella hace de comer, como yo. Si hago yo, come ella. Siempre unidos. Los serranos siempre hemos sido así: hechos para estar juntos y para ayudarnos unos a los otros como si las cosas del otro fueran más importantes que las mías. Con el tiempo, esta venta que con tantas fatigas e ilusiones levanté, lo que yo deseo es que ellos la sigan siempre. Ellos ya saben y como han recibido de mí lo más importante, saben avanzar por la vida dando a todo el mundo lo que cada uno necesita.

MEDALLA DE ORO
Va cayendo la tarde. Suave, el viento mece las verdes hojas de las nogueras que a la derecha de su casa, Manuela plantó en aquellos primeros días en que su venta comenzaba a levantar cabeza. Frente, nos queda la eterna ladera de los pinos largos. Es donde en aquellos tiempos su padre sembraba trigo y garbanzos para comer en invierno. Arriba, por lo más alto, iba la reguera que daba agua a las tierras de toda la ladera. Entre la carretera y los pinos, el chorrillo de la fuente cae lento pero sin parar. Como si fuera el puro símbolo de la que lleva nombre de ave y aquí hizo su nido. El agua se quiebra y en silencio cruza las tierras de la llanura buscando el río.

Es el Guadalquivir niño, compañero de juegos, sueños y luchas y amor silencioso de la niña que hoy se hace vieja. Al caer la tarde, en su ribera se mecen los álamos y en su corriente se estancan los charcos de las aguas que vienen de las cumbres. Por allí se ve el cielo teñido de azul y las nubes revolotean vestidas de blanco. Río y corriente, álamos y viento, cumbres y cielo, bosques y nubes, trabados del infinito parecen esperar a que llegue el momento. El gran momento que va naciendo lento pero que llegará como fue creciendo ella y ahora ya se apaga en la aurora del final.

Su rincón, el nido de la Golondrina luchadora, duerme silencioso en el centro de este valle y al mismo tiempo hierve de vida. Es ahora agosto y mucha gente viene por aquí. La conocen, la quieren, la tienen viva entre los recuerdos bellos de estas bellas sierras. Josefa se nos acerca y entonces le pido que nos traiga las fotos. Los recuerdos que a Manuela le entregaron cuando aquel día de la medalla de oro. Un sobre grande, un montón de fotos, hojas de periódico, fotocopias de aquella fiesta.

- Pero nadie mejor que tú puede explicar lo que fue.
Le digo a ella. Y como le pasa siempre, como siempre ha sido la Golondrina, responde y dice:
- Es que ahora yo te voy a decir que no sé ni qué premio es ni por qué me dieron ese premio. Me dijeron lo que ya Te he dicho y bien sabes tú: que era por ser la primera ventera del Guadalquivir. Y me llevaron ahí arriba, a un sitio que no recuerdo cómo se llama. Fue por causa de un señor que tampoco me acuerdo cual es su nombre. Siempre nos ha apreciado mucho y me aprecia y él fue el que pensó todo esto.

Pasamos una noche muy buena. Invitamos a la mitad de la gente que tengo de vecinos y de cosas. Fueron los que quisieron. Muchos no fueron porque pensaban que les iban a hacer algo. Ya sabes tú el miedo que los serranos siempre hemos tenido a que nos quiten un poquito más de ese puñadito de sierra que tanto queremos. Nos dicen que nos van a dar y luego nos quita hasta la propia identidad. Y como sabemos que, los autores de estas cosas, siempre fueron los que vinieron de fueran, pues les tememos. Si aquello hubiera sido una boda serrana de las que se celebraban en los cortijos, todo el mundo hubiera ido. Los serranos sabemos que entre nosotros nunca nos hemos hecho daño. Nunca nos hemos engañado. Nunca hemos dado para luego quitar.

Pero fue un montón de familias y todos quedaron contentos. Yo muy agradecida de todos. Así, como mi vida es esta, pues algunas veces les da la manía de decirme que me presente porque me van a premiar. Y yo nunca he trabajado por el interés de un premio. Pero hijo mío, son así. También tuve que presentarme en Jaén. Con los alcaldes y aquello fue otra cosa que pa qué. Del mérito de ser la primera ventera del Guadalquivir. Y la han tomado así conmigo y yo estoy muy agradecida pero... a ver, hijo mío. Unos me quieren bien y otros... Yo qué sé. Pero que sí: se portan todos muy bien conmigo. Yo estoy muy agradecida de todos.

- Es mérito a tu trabajo silencioso y bien hecho.
- Será por eso porque por otras cosas no creo yo que sea. Yo aquí... ya sabes tú. Cuánto llevo sufrido y cuánto llevo penado y cuantas veces las cosas han venido contra mí. Si ahora me premian, será, como tú dices: Amérito al trabajo silencioso y bien hecho”. Por otra cosa no creo yo que sea.

Abro el gran sobre que ha traído Josefa y entre muchas fotocopias y fotos, encuentro una hoja que, en un artículo de prensa, dice lo siguiente: ADoña Manuela Adán Parra: Nació el día 23 de julio de 1919 en Santiago de la Espada. En el año 1940 inició su actividad con una venta llamada ALa Golondrina”, siendo ésta la primera construida en la sierra de Cazorla y constituyéndose como un negocio familiar. Pionera del Turismo Rural y la Gastronomía Serrana en el Parque de Cazorla, Segura y las Villas. A lo largo de los años ha deleitado a los miles de viajeros que han pasado por su establecimiento. Por su constancia y dedicación hoy en día sirve como punto de referencia a muchos empresarios instalados en el interior del Parque”.

En otras partes de la hoja fotocopiada que tengo en mis manos, se ve la fotografía de muchos personajes importantes rodeando a Manuela que sostiene un gran ramo de flores en la mano. En el centro de la hoja, la medalla, cuya inscripción dice lo siguiente: AHotel Jaén. Asociación de Empresarios de Hostelería, Turismo y empresas a fines de la Provincia de Jaén. Medalla de oro 1995”.

ALGUNAS VECES SE ME
DESCUAJA EL CORAZON

Y parece como si este fuera ya el final. Uno de los muchos finales, porque como ella dice, van llegando a lo largo de la vida. Como yo lo siento así, antes de irme, quiero hacerle la pregunta. La miro y le digo:
- Atiende bien Manuela, a lo que ahora te voy a decir: no me quiero ir, de este rincón tuyo, sin hacerte la gran pregunta. O al menos para mí, si es la tremenda pregunta. La llevo en lo más hondo de mi corazón y ahí, en ese rincón intimo de mi ser, me grita con la fuerza del río cuando se desborda. Y ahora, después de todo lo que he visto, he oído y he tocado, se me remueve desde la profundidad del alma con un grito mucho más desgarrador que otras veces.
- Pues hijo mío, habla ya ¿cual es esa pregunta?
- Es muy cortita y tiene palabras tan sencillas como los que tú me has dicho.
- ¡Válgame Dios!
- Desde todo lo que tú me has cascado, ahora ya revoloteando por entre lo más transparente de este pequeño espíritu mío tan enraizado a estas tierras tuyas, te pregunto: ¿tú crees que has vencido?

Y Manuela, durante unos segundos me mira en silencio. Habla un poco más lento que otras veces y me dice:
- Algunos días, cuando estoy sentada aquí solica, me desmorono, se me descuaja el corazón y me entran ganas de llorar. Es que seré yo una tonta pero me pasa esto. Miro a esta obra mía levantada piedra a piedra a lo largo de los años y me siento feliz. Creo que mi esfuerzo al fin ha dado su fruto, ha merecido la pena. Me siento bien ahora aquí entre los míos y tan rodeada de las cosas de mi tierra y que tanto siempre quise.

Pero estando yo aquí sola sentada, al caer la tarde algunos días, miro hacia la ladera esa que tenemos enfrente, ya te digo, el corazón se me descuaja y me entran ganas de llorar. Me acuerdo de los que deberían estar y ahora no están. Los muchos que tuvieron que irse de esta tierra hermosa a otros lugares tan lejanos y tan dispersos. Ellos no tuvieron la suerte que tuve yo y lo pobreticos, tuvieron que arrancarse de estas sierras. No sé por qué pero me da pena. Eso de estar fuera de la tierra de uno, es duro y más todavía cuando en aquellos otros lugares no encuentras lo que en un principio soñabas ibas a encontrar. Es muy probable que yo haya vencido pero cuando me pregunto ¿y los que se fueron? ¿Los que tuvieron que renunciar a sus propias raíces e identidad para seguir viviendo?

A veces me digo que lo mismo que yo sigo viva en mi tierra, respirando cada día el perfume que sube del río, también deberían estar ellos. Aunque tenga mis hijos, sé que faltan muchos de los que antes estaban y eso me duele. ¿Por qué se fueron y por qué se tienen que ir? Aunque yo haya vencido, en el fondo es poca cosa, porque conmigo deberían estar muchos que son buenos y que no pudieron estar ni estarán nunca. Seré yo una tonta pero algunos días, cuando la tarde cae, se me descuaja el corazón y me entran ganas de llorar.