10.27.2007

Rutas para la historia -10

Valle del Sinclinal 4-2-93
Los Caminos -1
El tobogán - 2
El canchal - 3
El fin del mundo - 4
El valle - 5
Tienda y chorrillo - 6
Los jabalíes - 7
El amanecer - 8
Los berros - 9
Los machos monteses - 10
Las perdices - 11
El sinclinal - 12

LA RUTA: Pista Riogazas, Peñón Borondo
filo de la Escaleruela, Valle del Sinclinal.
Distancia : 3 km.
Tiempo : 2 h. andando.
Desnivel : 300 m.
Camino : Vereda muy rota. Zona restringida.
Los caminos -1


- Parece una postal.
Me decía el otro día un amigo cuando le enseñé la foto.
- Es que postal es toda la sierra.
Le dije yo.
- De todas maneras este rincón parece más postal que otros.
Y en eso sí tiene razón.

Pero según por donde le entres se te presenta majestuoso, majestuoso-sublime o simplemente de ensueño. Nosotros lo tenemos gozado desde todos los ángulos y le hemos entrado por todos los extremos posibles. Porque otra cosa es la época del año. Con nieve, en otoño, con nieve e hielo, en verano y cuando la primavera estalla; todas las épocas son bellas pero cada una tiene su marco y personalidad propia. Tampoco es el mismo Sinclinal al amanecer, al medio día o poniéndose el sol.

El Sinclinal se encuentra en la misma cumbre de la cuerda del Gilillo a unos veinte minutos al levante de este pico mismo siguiendo la ruta por lo más alto de la cumbre aunque volcando un poco hacia el nacimiento del Guadalquivir. Y a la cumbre se puede llegar al menos desde siete puntos diferentes. Si te acercas desde el lado de Cazorla, ya en cuanto llegas al pueblo parece que se te va a caer encina la muralla de rocas que presenta la cuerda. En la misma Iruela sale la carretera que llega a la ermita y sigue para Riogazas. Por la ermita va una senda que llega hasta Prado Redondo, gira a la derecha, remonta al Puerto del Tejo, gira a la derecha siguiendo ya la cima que va por la misma cumbre hasta dar de bruces con el Sinclinal.

Pero antes de llegar a Riogazas, justo en el Arroyo de la Escaleruela, por un lado y otro se remonta hasta donde comienza a caer la cascada; puedes continuar arroyo arriba y después de una hora o así te lo encuentras llegándole por la parte más sorprendente. Desde el lado pequeño porque al ser barranco no se te muestra sino con un esplendor modesto. Me vine yo por aquí un día y fue una experiencia de las más gratificantes. La otra subida es desde el mismo arroyo de Riogazas hasta coronar el pequeño collado donde se junta o dividen las sendas, una que viene de la casa del Chorro, otra que entra por la misma vertiente que subimos nosotros pero pasando por las rocas de la hiedra y desde aquí se remonta, en una sola senda, a lo que se llama el Puerto del Gilillo. Cuando llegas a él hay que giran a la izquierda, tardando unos veinte minutos en encontrarte con el punto en que se divisa el valle.

Aquel día de la gran nevada que nosotros le entramos exactamente por este ángulo, vivimos una experiencia imborrable. Al llegar al pequeño collado hay una mancha de pinabetes de repoblación todavía con mediana estatura y que aún no han sido podados nunca. Como las ventiscas de nieve, en este punto, azotan siempre desde el Gilillo raspa adelante, en la zona de los pinabetes el viento se quiebra porque es donde empieza la depresión hacia el valle y la nieve se amontona en cantidades mucho más grandes que en otros sitios. No lo esperábamos y al tropezarnos con él, metidos que íbamos de nieve hasta la rodilla, quedamos atrapados con nieve hasta la cintura. Después del esfuerzo de toda la mañana subiendo aquello, más que desanimarnos nos resultó divertido. Ya teníamos ante nuestros ojos el amplio valle en cuyo centro se alzaba grandioso el singular trozo de roca; Sinclinal desmantelado porque precisamente esto es lo que le da ese aspecto de belleza única. Ha quedado al descubierto, desmantelado y alzado sobre unas cuantas rocas más como si gritara al cielo, en el centro del valle que no es valle sino una depresión casi en forma de hoya, entre llanura algo inclinada y pradera remansada.

Allí mismo nos quedamos y animándonos unos otros pusimos mano a la obra e hicimos un gran muñeco de nieve. Yo creo que el más bello muñeco que se ha hecho nunca sobre las cumbres de estas sierras, porque nos salió redondo, tan grande como nosotros mismos y para quedarnos con el recuerdo de aquel tan especial momento, rodeados de tanta nieve, los pinos que solo se les vía las copas, el valle al fondo y la cumbre del Escribano más al fondo, nos hicimos unas fotos. Además, el muñeco fue vestido con el gorro de uno de nosotros, el guante de otro y la bufanda de un tercero. Total, todo un gran señor que hasta nosotros llegamos a creernos que estaba allí dormido en el collado esperando que llegáramos y nos pusiéramos a darle vida. Luego, aquel día, al llegar a la laguna, mucho más adelante, nos pusimos a patinar sobre su hielo sin más instrumentos que nuestras botas de montaña y el gran río de entusiasmo que por nuestras almas corría. Comimos allí cerca, bajo los pinos, junto a la lumbre y frente a la cumbre de la Mesa.

Al Sinclinal también se le puede llegar viniendo desde el Puerto de Lorente, por la zona oriental. Desde allí mismo parte una senda, mas o menos siguiendo los rastros de lo que en otros tiempos fue camino de trashumancia y después de muchas curvas y arroyuelos, asciende resta hasta el Puerto del Gilillo. Y desde la casa forestal de Los Rasos, también hay sendas y alguna pista que desde el Guadalquivir asciende ladera arriba en busca de la gran cordillera del Gilillo, siempre barrera entre el pequeño valle del río que nace y el gran valle del río que se va.

El Tobogán -2

Sin embargo, también por la misma ruta que lleva a Riogazas, un trozo mayor todavía antes de llegar a este sitio, nos dejó un compañero nuestro allá en la Navidad de hace unos años. Allí mismo preparamos las mochilas y comenzamos a subir por la ladera en busca de los pinos piñoneros y que son de los pocos que de esta especie crecen en la sierra. Como sabíamos exactamente donde estaba ese lugar enseguida dimos con ellos y trepamos por sus troncos a por las piñas. Cogimos tantas como creíamos que íbamos a ser capaces de transportar teniendo en cuenta que la ruta, hasta el mismo Sinclinal, era todo casi un puro paredón rocoso que más que andar había que escalar. Desde los pinos se distingue la senda que al principio zigzaguea ladera arriba hasta el pequeño collado por detrás de una enorme roca. Aquí comienza la lengua por donde bajan las aguas del deshielo y de las tormentas y como era pleno invierno, toda esta lengua que es como un desagüe en forma de tobogán, está helado. Un puro bloque de hielo que impresiona sólo verlo.
- Mucho ojo con poner un pie en nada que no sea un trozo de roca sin hielo, una sabina o algún otro arbusto.
Les digo.
- ¿Por qué tanta precaución?
- Atravesamos una pared que tiene mucho riesgo; en cuanto pisemos la placa de hielo el resbalón es seguro. Caeremos al final de la montaña por lo menos cuarenta metros más abajo.
- Si eso sucede nos tendrán que recoger con pinzas.

Y aquello sucedió, aunque por un milagro, el montañero Bernardo no rodó hasta el final. En un descuido pisó el hielo, perdió el equilibrio, giró sobre sí mismo y cayó de espaldas y tobogán abajo se deslizó con los brazos abiertos. Oímos el grito y el corazón se nos paró al ver lo que ocurría. Pero como todo fue en menos de quince segundos, el corazón siguió latiendo exclamando un potente gracias a Dios al ver que se salvaba. A los dos tumbos y tres metros o así quedó enganchado en el enrevesado bosque de ramas y troncos de la vieja sabina clavada en la misma roca.
- ¡No te muevas! Quédate ahí quieto, recobra la calma y antes de hacer ningún movimiento conviene estudiar bien la situación para no dar ni un paso en falso.

Durante unos minutos allí se quedó tumbado contra la sabina mientras estudiábamos un poco el terreno. Se movió luego dando la vuelta, se agarró a las ramas, cogió una piedra que también había rodado con él y golpeó el hielo. Hizo el primer pequeño escalón. Luego otro y otro y así hasta un total de diez. A cada escalón nuevo, que era sólo un paso rampa helada arriba, un eslabón más de esperanza en nuestros corazones. Se sujetaba en el nuevo escalón y ahí se quedaba hasta que terminaba el siguiente. Golpeando el hielo y subiendo por él, de escalón en escalón, fue escalando la cascada hasta llegar a nosotros que lo esperábamos sobre la roca firme. Fue un respiro para todos y aunque en esos momentos necesitábamos sentarnos allí y quedarnos un buen rato todos juntos frente al barranco y sin decir nada, en cuanto lo abrazamos por el gozo de tenerlo vivo otra vez junto a nosotros, seguimos subiendo.
- Tenías razón cuando nos pediste cuidado al pisar el hielo.
- De todos modos, la experiencia es el mejor método para conocer las cosas siempre que, como en este caso, quedes vivo para poder luego contarlo.
- Una gran suerte la que hemos tenido.

El Canchal -3

El escalón rocoso, todo cubierto de hielo, que por fin hemos logrado remontar nos deja al final de un amplio canchal. Se llama canchal a un peñascal o sitio de grandes peñas descubiertas. Montón de piedras generalmente angulosas, frecuente en las zonas de glaciares.

Nosotros fuimos a salir al final del canchal. Bueno al final empezando por abajo, porque desde donde estamos el final sería la parte alta, donde comienza la ladera. Resulta que si tú entras por la llanura del Sinclinal para abajo, al llegar al borde de este cortado rocoso, primero te encuentras un declive terroso o semi terroso mezclado con trozos de rocas. Los primeros cincuenta metros están formados por una ladera muy inclinada toda cubierta de trozos de rocas pequeños. Canchal que es como se llaman estas laderas. Al final de esta torrentera se juntan todas las piedras y es donde están los primeros metros de la canal o tobogán tallado ya en roca viva. Cualquier trozo de piedra que en su rodar llegue hasta esta rampa, irremisiblemente, sigue rodando por ella y va a caer al final de la montaña, allá por donde pasa la pista. A veces, cuando por aquí caen algunas rocas gordas forman un escándalo de mil demonios. Las piedras se quiebran, saltan en mil pedazos, echan chispas, después polvo, rompen monte y cuando llegan al fondo ya van convertidas en multitud de trozos.

Pues al salir de la rampa encontramos el canchal que es el último tramo de la subida antes de la llanura que acoge al Sinclinal. Ya por aquí no hay hielo pero tampoco senda. La subida tiene que ser a discreción. Cada uno por donde quiera y pueda teniendo cuidado sólo de apoyar los pies en las rocas más gordas que son las que ofrecen más seguridad. Si pisas en los trozos pequeños te resbalas y bajas más que subes. Pero como nosotros no tenemos prisa, nos dedicamos a buscar el mejor camino hasta que de pronto descubrimos la emoción: un fósil que es de ammonites. Entre las rocas rotas es donde quedan más el descubierto tanto el positivo como el negativo. A continuación de éste vemos otro, luego otro y así hasta más de treinta. Nos viene muy bien porque aunque no los coleccionamos, el irlos encontrando, nos distrae y así la subida se nota menos. Nos animamos haber quién se lo encuentra más grande, entero y bonito. Y como son tantos seleccionamos sólo unos cuantos que sí nos llevamos con nosotros.

El confín del mundo -4

Está ya bastante avanzada la mañana cuando por fin acabamos de remontar el embarazoso canchal. Lo coronamos y estamos en lo alto de la cordillera, al comienzo del valle que ni es lo más alto de la cuerda ni es el valle. Pasa lo siguiente: que visto desde abajo, desde la pista de Riogazas que es donde nosotros hemos comenzado la ruta, exactamente el punto donde ahora estamos es la máxima altura. Como si fuera la cima de la cuerda. Pero en realidad no es así. La máxima altura queda más arriba del Sinclinal, una distancia muy considerable desde donde ahora mismo estamos, visto el rincón desde la cima máxima, el trozo éste que vamos a empezar a recorrer dentro de un rato, es un valle. Pero ya ves, ni es valle, porque no está totalmente llano ni es una cima porque más arriba tiene otra altura. Y precisamente esto es lo que ahora mismo nos emociona. ¡Hoy por fin hemos conquistado el confín del mundo! ¿Sabes por qué?

Resulta que nosotros tenemos muy recorrida toda la zona siguiendo la pista que viene desde el Chorro, pasa por Riogazas y llega a la Iruela o al revés. Como la pista va a media ladera buscando el paso más fácil y luego se hunde cada vez más hacia el valle para meterse por el centro de los pueblos, la Iruela y Cazorla, desde ahí, cuando tú vas por la pista, miras para arriba y la punta de esta cuerda es el fin del mundo. Siempre te parece el confín del mundo. Ves en primer plano la gran pared de rocas y por lo alto la raya del horizonte donde termina la cumbre que no termina.

Si es un día de sol, de cielo despejado y azul que siempre está azul, no pasa casi nada. Aunque tengas la sensación de que en cualquier momento se te puede caer la cumbre encima por la altura tan completamente a plomo y tan casi imposible de ascender por ella, no pasa nada más que esto. Pero si es otro día sin sol, por ejemplo, de semi niebla porque hay niebla por las partes más altas pero por las zonas bajas, el valle y las laderas, no hay niebla ninguna sino que está todo limpio y se ve perfectamente hasta los montes más lejanos, tampoco hoy pasa nada, sólo que la cumbre es como una cumbre mágica. Parece mucho más grande porque la niebla unas veces la oculta y otras la destapa. La ves y te dices que subir hasta lo alto no es posible de ninguna manera y menos aún con los paredones chorreando y la sombra casi borrando los caminos.

Si cuando tú pasas por aquí no es ninguno de los dos días que hemos visto atrás sino que unos días antes le ha caído una gran nevada y ahora está toda blanca o en todo caso casi blanca y algunas rocas o rodales, desnudos, sin el vestido de la nieve, la cordillera sigue siendo la misma pero infinitamente más imponente. No es posible ascenderla por ningún punto que te lo propongas. Todo se te presenta señorial, majestuoso, grandioso, sublime, misterioso, solemne y, además, inconquistable. No hay montañero en el mundo que se atreva con ella y si alguno lo intentará, no sería capaz de coronar su cumbre.

Ahora, no creas que ya te he dicho todo lo que se puede decir de esta cumbre. Te he puesto un ejemplo sólo de algunos de los días y aspecto del año; en total son casi tantos como el asombro de los horizontes que la orlan. Y lo que nos ha pasado a nosotros es que siempre la hemos visto tan grande, tan superior, tan inconquistable que hoy, cuando por fin la hemos coronado, se nos ha llenado el alma de profundo gozo. La que tan inaccesible y majestuosa se nos presentaba, por fin está bajo nuestros pies y precisamente por aquí, por la cara norte y el punto exacto más complicado de todos. Rozamos el horizonte sobre el horizonte de sus cumbres y ahora lo que realmente nos parece pequeño es el camino pista que surca la ladera, el pueblo de Cazorla y el valle de los olivos por donde va el Guadalquivir. La panorámica, a parte de todo el otro gran esplendor, es magnífica y especialmente de la ladera donde se asienta este pueblo de Cazorla que significa orla precisamente por esta cumbre que tenemos dominada que es la que lo circunda o corona.

Hacemos nosotros aquí un pequeño alto no ya tanto para descansar sino para, mientras gozamos la visión, desayunar y tomar fuerzas antes de proseguir. No podemos disimular el gozo, la alegría que nos corre por el alma y el placer que supone tomar nuestro desayuno sobre un tan privilegiado escenario. Tanto tiempo soñándolo y deseándolo y por fin ahora mismo se ha realizado el sueño.

El Valle -5

Desde donde hemos establecido nuestro rato de descanso seguimos remontando todavía un poco más y salimos al arroyuelo que viene por el centro del barranco. Es esto ya el valle y no lo es porque tiene algo de barranco, de rambla, de hoya, de nava y de llanura. A veces, en estas sierras, sucede esto: muchos accidentes geográficos no son puramente una sola cosa; las vaguadas pueden ser cañadas, praderas, arroyuelos, barrancos, valles, llanuras...

Las aguas salvajes proceden de las lluvias y de la fusión de la nieve y, como sucede en este lugar, discurren sin cauce fijo por la superficie. Son aguas superficiales puesto que circulan por la superficie. Para que se originen aguas salvajes es preciso que el aporte del agua, tanto en precipitación como por fusión de la nieve, sea superior a la capacidad de absorción de agua del terreno. Estas cualidades se dan claramente por toda la zona que vamos recorriendo. Las aguas salvajes, también en este lugar concreto, actúan como agente geológico modelando el paisaje puesto que las corrientes por aquí circulan a gran velocidad y el terreno es fácil de erosionar.

Hay por aquí escasa vegetación. Sólo majoletos, almohadillas espinosas, alguna sabina y enebros y poco más. La pendiente de las laderas, a un lado y otro, es muchísima. Las rocas, al ser calizas y estar rotas por lo que se llama gelivación, rotura de las rocas debido a la formación de cristales o cuñas de hielo entre sus poros, están todas erosionadas. Forman muchos materiales sueltos que andan disgregados por toda la zona. Así que nuestro rincón podría ser un precioso barranco encima de la misma cumbre por donde el flanco de la derecha es la misma ladera de la cumbre próxima al Gilillo y que es un extenso lapiaz. Por el centro viene el cauce principal que tiene más bien forma de vaguada ancha y casi seca todo el año excepto en los meses de invierno y primavera. Por donde vamos nosotros es otra ladera con pequeñas colinas por donde la tierra predomina sobre las rocas y hacia donde subimos, hay algunas llanuras del Sinclinal y al final del todo, por donde construimos nuestro muñeco de nieve, las cárcavas. Hoya o zanja grande excavadas pendiente abajo y aunque parezca raro, se han originado sobre areniscas y margas.

En fin, una maravilla de paisaje en el que nos vamos adentrando con la emoción a flor de piel. Aunque conocemos algo el lugar, con los matices que ahora mismo lo estamos descubriendo, es la primera vez que lo gozamos.

La tienda y el chorrillo -6

Nada, un rato subiendo por el pequeño arroyuelo, otro rato superando la ladera de la izquierda hacia el Sinclinal, cuatro regatos por entre los majuelos y damos en el lugar.
- Aquí plantamos la tienda.
- Parece que nos lo han preparado para nosotros.
Y en realidad eso es lo que parece. Es un delicioso rellano entre muchos majoletos color chocolate porque están despoblados de hojas y tanto las ramas como las bayas que cuelgan de ellos, el frío las tiñe de color otoño. Por aquí mismo pasa el chorrillo de agua que viene del complejo rocoso donde se alza el Sinclinal y por donde todavía hay algunos rodales de nieve. Se está derritiendo y el líquido se descuelga ladera abajo, parte en un pequeño chorrillo y parte en veneros que brotan por aquí mismo.

Mientras ellos preparan el campamento me dedico a construir una cascada en el chorrillo que hemos procurado pase a dos metros de la puerta de la tienda.
- La música que de él brota será esta noche la canción de cuna que relaje nuestro sueño.
- El chapoteo de un chorrillo de agua, toda la noche sonando junto a la misma cabecera, es el mejor sedante natural que existe.
Y me queda bien la cascada que además de caer desgranando pequeñas notas de cristales líquidos nos sirve como fuente o grifo donde coger el agua par las necesidades. He aprovechado un pequeño escalón en la tierra y donde cae el chorrillo he excavado un remanso de un metro o así de perímetro. Por la parte de abajo le pongo unas piedras buscando que forme canal y por ahí corre el agua que al caer, en otra pequeña poza que tengo abajo, desgrana su cascabeleo.
- ¡Casi de ensueño!
- Parece de juguete porque fíjate que casi todo cabe en un puño pero al mismo tiempo mira que sensación de serenidad y plenitud imprime.

El chorrillo es lo más bonito, junto con la tienda pegada a los majoletos y del mismo color. Todo nos ha salido redondo y no pretendíamos nada. Sólo venir por aquí y gozar un poco el rincón.

Los jabalíes -7

Reinó toda la noche una gran calma. Ni el viento sopló y fue extraño porque en estas zonas siempre azotan las corrientes y con fuerza, en muchas ocasiones. Toda la noche estuvo el cielo lleno de estrellas brillantes.

La limpieza de la atmósfera que cubre las sierras del parque es de una transparencia tal que en los días sin nubes el cielo aparece teñido de azul intenso y oscuro. Por la noche, este mismo cielo contemplado desde las cumbres de cualquier cordillera, muestra miles y miles de estrellas brillantes como ascuas. Los amaneceres y atardeceres se cargan igualmente de preciosos tonos y contrastes. Gozar y contemplar el cielo desde estas sierras, mientras se recorren, es también un espectáculo de los que cada día van siendo más raros en el Planeta Tierra.

Como es que, en cuanto cae la noche, sobre estas cumbres hace mucho frío, nos metemos nosotros en la tienda enseguida y en poco rato, con el chorrillo cantándonos su canción de cuna, nos dormimos. Personalmente quiero madrugar para encontrarme frente a frente con el amanecer desde el centro de estas cumbres.

Y a las cinco o así me salgo de la tienda sin dejar el saco y junto al rescoldo de las ascuas que todavía chisporrotean, busco un sitio. Aunque hace frío, del cuello para abajo, el saco me mantiene calentito y la cabeza la tengo protegida con un pasamontañas grueso. No sólo el silencio con la música del chorrillo es emocionante sino el brillo de las estrellas fugaces que de vez en cuando atraviesan el cielo y el dorado intenso del lucero del alba. Ellos duermen dentro y aunque el momento que estoy gozando es de los que sinceramente me gustaría compartir con ellos, no los despierto. Quizá el momento tiene su encanto especial por eso, por la soledad del momento que es donde el alma encuentra el camino libre para comunicarse con el Creador y la Creación entera.

Ya está amaneciendo y brota el nuevo día por lo alto de la pared gemela del Sinclinal. De pronto, oigo que el silencio es roto por un gran ruido de carreras en forma de tropel. Arranca de donde se alza la pared de rocas y por momentos se acerca. Lo que sea o los que sean, vienen desde arriba hacia el barranco y van a tropezar con la tienda y conmigo sin no cambian su rumbo. Intuyo que pueden ser animales salvajes que andan pastando por la zona. Intuyo esto pero como no los veo por la poca luz que hay y, además, los majoletos me quitan la visión hacia la llanura, por un momento siento miedo pero enseguida me digo que si no me muevo, si me quedo quieto tal como estoy y donde estoy, el animal que venga por ahí corriendo, no me atacará si es esto lo que pretende.

Justo cuando ya están a dos metros de la tienda los descubro. Son cuatro jabalíes que bajan embalados, como huyendo del algo o alguien. No me han visto ni tampoco a la tienda y esto lo noto en que se me echan encina. Vienen rectos hacia mí y sino se desvían van a tropezar conmigo, la tienda y todo lo que por aquí hay. Pero no; los animales me descubre a unos tres metros antes de llegar. Sin detener la carrera giran sin tener claro hacia dónde ni de qué. Ya sé lo que ha pasado: se han asustado. Los animales estaban pastando por su sitio de siempre y como el aire va desde la tienda hacia donde ellos estaban, les ha llegado el olor de nuestra presencia. No han visto nada pero el olfato les ha avisado de la presencia de algo extraño y se han puesto a huir hacia el lado que para ellos es más seguro: el barranco y a continuación la ladera norte de la cumbre.

- ¿Qué pasa?
Preguntan los compañeros saliendo de la tienda apresurados y con el sueño chorreándoles por los ojos.
- Los jabalíes.
- Pero ¿Qué jabalíes?
Ellos sólo han oído el tropel y como les ha cogido entre sueño, tardan un rato en orientarse. Intento explicarles la escena y para convencerlos salimos a ver las huellas. Como el suelo está húmedo, las pisadas han quedado perfectamente clavadas y marcadas en el barro. Se ven con mucha mayor claridad el momento en que han frenado para girar por detrás de la tienda. Son estos unos surcos arañazos mucho más grandes y profundos.
- ¡Qué suerte has tenido!
Comentan ellos y ya no vuelven a la tienda.

El amanecer -8

Aquello fue como una explosión de luz; teníamos todavía nuestros ojos enmarañados por lo de aquellos animales y algo llenos de sueño y nos sucedió como con los jabalíes: nos cogió de repente, si esperarlo.

Estábamos nosotros sentados alrededor del rescoldo porque el amanecer era fresco y reconfortaba aquel caloricio. Estábamos allí, un poco al silencio, reponiéndonos algo de aquella presencia tan en forma de huracán huyendo por lo que de siempre había sido su ladera y por nuestro deseo de naturaleza, hoy la teníamos invadida, cuando ocurrió la maravilla.

Primero fue como una flor de vistosos colores en el momento en que está a punto de reventar. Una flor que, en aquellas horas, todavía era capullo que llenaba todo el espacio-cielo que nuestros ojos podían dominar. Creció hasta ponerse a punto de abrir sus pétalos, como el capullo, ya con todos sus colores y formas, que no le queda sino extenderse para recibir la luz. Y así fue. En un abrir y cerrar de ojos, todo como un sueño, el cielo se convirtió en flor grande. Con los pétalos arrancando desde el centro, por encima de nosotros lucían todos los horizontes que al mismo tiempo se derraman desde la cumbre de nuestra montaña hacia los valles.
- Yo vi esto una vez en el cine con una rosa que fue firmada a cámara lenta. Es lo mismo pero infinitamente más bello.
Comenta Bernardo.
- Yo lo vi un día en un libro.

Me acordé, en aquel momento, de algo que había leído en algunos libros de ciencias hablando de estos amaneceres o aquellos atardeceres. “Lo que da color al cielo es la reflexión de la luz sobre las partículas de la atmósfera. La luz blanca del sol es una suma de luces coloreadas y como las moléculas del aire difunden más el azul que el rojo el cielo es azul. A la hora del crepúsculo el sol, visto a través de una gruesa capa de atmósfera, se ve rojo porque la capa de la atmósfera desvía más el azul que el rojo: es empujado hacia los bordes. El cielo que rodea al sol se enrojece y también se tiñen de color zonas más lejanas cargadas de polvo sobre las que el rojo se refleja mejor que el azul”.

- Sí pero no es lo mismo verlo como lo estamos viendo nosotros ahora.
- Es lo que sucede siempre; la viva realidad es otra cosa.
Poco a poco luego el cielo se fue llenando de más rayos dorados que era el sol ya reventando desde el centro de la cascada de colores. No se apagaba; según empezaba a levantarse la mañana, vimos que se transformaba y la impresión que tuvimos justo en el primer momento, se nos confirmaba: el centro de la flor, el núcleo, el corazón estaba justo allí, en el Sinclinal a cuyo resguardo habíamos puesto nosotros la tienda y junto a ella nos encontrábamos rodeando el rescoldo. Una visión que parecía un sueño y nosotros dentro de él sin pretenderlo.

Los berros -9

Un poco más arriba de donde hemos acampado, por el lado occidental del Sinclinal, brota un venero. Es una fuentecilla preciosa que viene a manar algo por debajo de las cárcavas de arenisca y casi en el centro de una pradera. En este manantial, que en cuanto aflora, ya abre un pequeño surco que va llenándose, primero de casquillos y luego de chorrillos que caen en forma de cascadas muy disminuidas, crecen los berros; Nastúrtium officinale. Les digo yo a ellos que hoy vamos a desayunar un plato especial y nos preparamos para ello. En una mochila metemos pan amasado y cocido en los hornos particulares de las aldeas de los Teatinos y El Cerezo, aceite de oliva de los olivares del pueblo de Génave que es el que llaman ecológico, tomates de esos que venden en cualquier sitio y se ven tan bonitos porque son transgénicos, con los genes manipulados, un tenedor para cada uno y para usar como plato, una fiambrera. Subimos por la ladera que es casi pradera toda repleta de majuelos y mientras vamos andando, recogemos vallas silvestres; principalmente, majoletas.

Por la tierra, tapizada de hierba, alrededor del manantial, paramos. No es precisamente la mejor época para recoger estas plantas pero hay bastantes y aunque no están muy tiernos, sí se puede comer. El berro es planta perenne de cuatro a diez palmos de altura. Tiene las hojas de un verde intenso, partidas en segmentos que llegan hasta la vena de en medio. Las flores son blancas, pequeñitas, con cuatro pétalos. Florece en abril hasta bien entrado el verano. Se cría esta planta, que es muy apetitosa usada como ensalada, en los arroyuelos y fuentecilla de aguas frías, muy claras y finas en las que forma a menudo grandes céspedes. En las que son muy calcáreas así como en las encharcadas y sucias, no vive el berro o se desarrolla mal.

Recogemos nosotros una buena porción, cortando sólo las puntas de los tallos más tiernos, los lavamos en el mimo chorrillo, los troceamos un poco mezclándolos con los tomates, les ponemos aceite, algo de sal y a comer. Este es el único plato de nuestro desayuno de hoy. Recolectadas las plantas en el momento mismo de comerlas que es cuando están apetitosas y se aprovechan todas sus propiedades.

Es que esto es una de las cosas que también nosotros practicamos. Sabemos que un buen desayuno, no es exactamente lo que tanto nos bombardean por la televisión y los comercios. Mucho menos es un desayuno bueno el que nos quieren vender los países desarrollados como los americanos. Creemos nosotros que no hay nada mejor para el organismo que alimentarse, sobre todo en la primera comida del día, sólo con frutas. Sí, digo bien: sólo frutas y nada de chorizo, jamón, tocino o cosas parecidas. Desayunar sólo frutas y luego al medio día ingerir otros alimentos, por la tarde y por la noche, es lo mejor para la salud.

- Pero nosotros hoy no es fruta lo que estamos comiendo.
- Casi como la fruta, los berros contienen esencia de mostaza y gran cantidad de vitamina A, C, D y E. Según investigaciones recientes los berros pueden contener de 19 a 88 centgr. de vitamina C por cada kilo de planta fresca. También tienen pequeñas cantidades de yodo.
- Total, que es lo mismo o casi lo mismo que si estuviéramos tomándonos unas cuantas naranjas frescas.
- Casi porque, además, los berros son buenos para combatir el escorbuto y para todos los casos de avitaminosis o de deficiencias en el organismo de la vitamina C aunque no es conveniente abusar mucho de ellos porque pueden llegar a irritar el estómago y las vías urinarias. No se deben comer los berros florecidos porque son dañinos. “A parte de sus otras cualidades dícese que los berros limpian el vientre, mata las lombrices intestinales, provocan la orina y combaten el reuma, la bronquitis y toda suerte de enfermedades catarrales. Comidos en cantidades moderadas limpian el estómago y abren el apetito”. El que va a por berros ha de guardarse de las berrazas que tienen cierto parecido. Crecen éstas en los mismos sitios que el berro aunque es menos exigente en cuanto a la pureza del agua. Se distinguen por las flores y las hojas y sino, su sabor, bien distinto al de los berros, nos sacará de duda.

No es que nosotros defendamos que nuestro desayuno es el mejor de todos pero alguna vez en la vida, si es bueno para todo y ahora que tenemos la oportunidad, porque el Creador nos los ha puesto en estas sierras casi en bandeja para nosotros, los aprovechamos con sumo placer. Y para completar nuestra deliciosa y mágica comida matutina cada uno caemos a un buen puñado de majoletas. Verdaderamente están exquisitas y más aún porque estamos paladeando sabores nuevos; algo que jamás vamos a encontrar en la civilización en que habitualmente vivimos.

Los machos monteses -10

Nos ha llamado la atención no porque, como les sucede a muchos, sean animales salvajes, sino por la gran manada. Monteses hemos vistos muchos en muchos sitios de estas sierras pero una manada como ésta, es la primera vez.

Ya es media mañana o más bien, comenzada la media mañana, cuando nosotros dejamos el venero y subimos un poco más. Por la parte alta del Sinclinal, como si fuéramos a rodearlo, torciendo un poco a la izquierda. Volcamos una lomilla y descendemos con el máximo sigilo. Sabemos que esta cuerda es un lugar muy querencioso para las monteses. Sabemos que al otro lado de esta lomilla existe una pequeña hondonada donde crecen hierbas muy finas. Y sabemos que, o más bien intuimos, hoy es un día de cabras pastando en estas cumbres. Así que remontamos la pequeña ondulación y damos comienzo al avance lento al mismo tiempo que nos vamos tapando tras las matas y rocas.

- ¡Allí están!
Anuncia Jaunma que es uno de los más expertos montañeros del grupo.
- ¿Dónde?
- Tras aquellas sabinas hay un macho tumbado.
Lo descubrimos enseguida y cerca otro y luego varios más.
- ¡Madre mía, si hay toda una gran manada!
Exclama ahora Bernardo.

Aunque llevamos mucha precaución los animales nos huelen enseguida. Se alzan emitiendo su peculiar silbido de alarma y la manada corre primero hacia el centro de la llanura y luego, después de otear el horizonte, se van hacia la colina de enfrente. ¡Un montón! Casi cincuenta o más. No salimos del asombro y más porque vemos que los animales no se comportan como en otras ocasiones. No huyen apresurados y veloces. Todo lo contrario: aunque nosotros ya nos hemos descubierto frente a ellos, no nos temen; no se van. Parece como si esperaran a ver nuestros movimientos y como nuestros movimientos son irnos hacia ellos lentamente, con esa misma lentitud ellos se van moviendo hacia la lomilla de enfrente.

Un espectáculo fascinante verlos recortados sobre el horizonte con sus recias cornamentas, sus pechos negros que en algunos les coge casi toda la barriga y tantos que casi cubren el cerrillo.
- Todos machos.
- Todos machos y, además, de medalla de oro, dirían los que los cazan.
El momento es tan bello que lo único que se nos ocurre es gozarlo profundamente y sacarlos en una foto para quedarnos con su recuerdo.

Las perdices -11

Cuando yo subí aquella mañana por el arroyo que desde la Escaleruela viene a salir justo al mismo Sinclinal se me levantaron varias bandadas de perdices. De aquí sé que precisamente este es un rincón que lo toman muy bien estas aves. Se lo comentaba yo el otro día a un amigo mío que es aficionado a la caza y hablando del tema, me decía:

“Durante el último decenio hemos asistido a una disminución alarmante de la caza menor, y con especial preocupación en el caso de la reina del deporte: la perdiz roja. Los estudios realizados sobre los factores incidentes vienen a demostrar que la culpa está, en buena media, repartida entre los diferentes agentes negativos participantes: la pertinaz sequía que produce como resultado una importante bajada en la densidad de las poblaciones, limitando la subsistencia de las polladas a los alrededores de los contados puntos de agua, manantiales, fuentes, charcas; la concentración parcelaria con su correspondiente eliminación del anterior entramado de ribazos, lindes y arroyos, cubiertos antes de matorral arbustivo, que convierten al campo en grandes extensiones pagares de monocultivos; la construcción de una gran red de caminos de concentración, vías de acceso para el furtivismo, hacen mucho más vulnerables a las especies cinegéticas; las quemas de indiscriminadas de rastrojos, que eliminan insectos y semillas, desapareciendo los escasos recurso alimenticios necesarios para afrontar el largo y duro invierno, quedando un campo estéril, casi desierto, donde la falta de la más mínima cobertura facilita la acción de los depredadores e impide cobijarse a las especies cuando aprietan los rigores atmosféricos.

- ¿Realmente afectan de un modo tan grave a las cadenas de poblaciones faunísticas y concretamente a aquellas especies que habitan entre los campos cerealistas?
- No deja de ser curioso y en buena medida, sintomático, que los agricultores se quejen ahora de los herbicidas afirmando que han incrementado el precio y no son tan fuertes o eficaces desde hace uno o dos años y que a su vez el sector cinegético haya experimentado desde la mismas fechas una notable recuperación en las poblaciones de perdiz roja y liebre.
- ¿Qué ha ocurrido, las marcas comerciales han llegado a un acuerdo para reducir algunos componentes tóxicos o se ha legislado al respecto prohibiendo determinados aditivos?
- Desde siempre la divulgación de este tipo de información, desde un punto de vista técnico y detallado, ha sido muy escasa, cuando no nula. La caza se considera un producto secundario de la tierra y tiene prioridad la agricultura por lo que primaban intereses económicos en la pugna. Todos, en mayor o menos medida, nos hemos sentido siempre preocupados ante los posibles efectos perniciosos que pudieran producir los beocias en la fauna, por la simple evidencia de tratarse de productos tóxicos lanzados de forma masiva al campo”.

Así que nosotros ahora esta mañana, desde el rincón donde hemos visto a los machos monteses, nos hemos venido un poco a la izquierda y en lugar de irnos para el Sinclinal nos hemos introducido por el arroyo. No el que nace en el mismo Sinclinal sino el otro, el que se encuentra entre el Puerto del Tejo y el valle. Bajamos por él y ya que hemos descendido bastante torcemos más a la izquierda. Anda ya muy avanzado el día y con este trozo que vamos recorriendo casi, casi completamos el círculo en torno a nuestra hermosa roca del Sinclinal.

Pues no hacemos nada más que empezar a bajar y una bandada de perdices. Alzan su vuelo desde una lomilla primero restas hacia arriba y luego trazan una línea horizontal dirección a las faldas del pico Escribano que aunque para nosotros queda lejos para ellas es poca cosa.
- Ves lo que te decía, este rincón es querencioso para estas aves.
Y uno del grupo que es un poco incrédulo por aquello de andar algo desinformado de las cosas de la sierra y algo más relacionado con el campo, dice:
- Si no lo veo no lo creo.
- ¿Y por qué?
- Es que perdices aquí en estas cumbres no se lo espera cualquiera. Ten en cuanta que rozamos casi los dos mil metros y por aquí lo que más abunda es viento, nieve y agua.
- Quizá los animales busquen lugares solitarios lejos de la presencia humana o quizá sólo sea que también estas cumbres son sitios buenos para ellas.
- De todos modos lo que sí está claro es que estas sierras son punto y a parte en muchas cosas.

No acabamos de terminar estas palabras cuando otra bandada se nos arranca de algo más abajo, de casi lo hondo del barranco.
- A ver si tienen el nido por aquí.

Comenta de nuevo el compañero despistado.
- Las perdices, como casi todos los animales del campo, tienen su época de reproducción al comienzo de la primavera. Sabia que es la naturaleza porque la primavera es la mejor estación del año por el buen tiempo para las nuevas crías y la abundancia de alimento. La perdiz hace su nido entre cualquier matojo, en el mismo suelo y yo me he encontrado nidos de hasta quince huevos que en aquellos tiempos, cuando estas sierras estaban llenas de cortijillos y gente viviendo en ellos, el que se encontraba un buen nido de perdiz se llenaba de gozo ese día. Con sus huevos hacía una tortilla de espárragos que quitaba el sentido o se los ponía a las gallinas cluecas para que los “engüerara”.

En fin, un mundo y formas distintas de interpretarlo el de aquella gente y estas cumbres tan llenas de perdices que ni se parece a este mundo actual y a esas cuatro perdices por los olivares y los sembrados de trigo. Y, además, estas cumbres frente al Sinclinal, un mundo fascinante dentro del conjunto de todos los mundos.

El Sinclinal -12

El universo de la naturaleza no es ni una prisión ni una decadencia sino nuestra morada auténtica hasta el momento de la consumación final que Dios dará a su obra. Ya un poco cayendo la tarde acabamos casi de completar, de cerrar el círculo que hemos trazado alrededor de la gran roca. Subimos por el cauce que brota ahí mismo pero que se va hacia el pico Escribano y llegamos al venero. Este es el tercero junto al Sinclinal, una intuición que por fin hemos comprobado. Tres vertientes tiene esta roca y en cada una de ellas su venero correspondiente. El de la tienda, el de los berros y éste último que por brotar en el lado donde las perdices tienen sus querencias, sólo para nosotros, lo llamamos precisamente así: el venero de las perdices.

Y es que la roca en sí es mucho más que una gran muralla pétrea. Se apoya en lo alto de una pequeña colina donde la tierra es abundante y como todo este complejo es un gran laberinto de placas, canales, agujeros y hendiduras cuando en invierno por estas cumbres nieva, todo el montículo del Sinclinal y él mismo se convierte en un gran receptor de nieve. Se derrite ésta y al empaparse la tierra enseguida sale, en forma de agua, a la superficie por los tres bellos veneros que hoy hemos visitado. Además, los manantiales también reciben agua de la cumbre que corona esta roca.

Junto al tercero observamos nosotros las huellas de los jabalíes. Esta noche han estado por aquí y luego se fueron para el lado de las tiendas. Se han bañando en los charcos de este venero y en las rocas que hay algo más arriba se han rascado dejando el fango y las cerdas por ahí pegadas. Llegamos a lo alto y estamos a dos pasos del Sinclinal: junto a su gemelo que aunque no es tan imponente también es bello. Entre ambos existe como una pequeña depresión que se va hacia el lado de la tienda. Por esta cisura se rompe, queda interrumpida la muralla rocosa y luego ya sigue empezando a mostrar toda su gran majestad. Es ese ya el auténtico Sinclinal. Pero por aquí, por la depresión, donde todas la rocas están rotas y la tierra se desmorona ladera abajo, aún queda gran cantidad de nieve. Se está derritiendo y los chorrillos que de ella van saliendo comienzan, poco a poco a formar el pequeño caudal que sigue bajando hasta pasar por donde tenemos la tienda. Aquí nace el venero y el arroyuelo de mi cascada cantarina.

Por lo demás, una vez junto a nuestra piedra soñada, nos dedicamos sólo a remontarla por las zonas que ella nos permite. Nos gustaría subir hasta lo más alto. A la misma cúspide pero es muy complicado y nosotros venimos poco preparados para escalar. Sus laterales son tan bellos o más que la misma cumbre. Los vamos saboreando poco a poco y como ya no tenemos prisa, por aquí nos quedamos todo el resto del día.

Sólo dos cosas finales: que nos alegramos por lo poco conocido y promocionado que está este lugar. No vemos a nadie por aquí y, además, sabemos que en las guías para los turistas no se habla de esta roca para nada. Nos alegramos sentirnos casi los únicos, en todo este año, interesados y abrazados a esta piedra y quisiéramos que con el correr del tiempo todo siguiera igual.

Y la otra cosa es que vienen aquí muy bien, para rematar, aquellas palabras de Meter Habeler pronunciadas al coronar la cima del pico Everest: “Nos sobrevino una especie de intoxicación de gozo. El sol brillaba por encima de la roca y más arriba el cielo tenía un azul tan intenso que parecía casi negro. Estábamos muy cerca del cielo. El impulso humano de seguir subiendo para llegar siempre más lejos y alcanzar la cumbre más elevada hoy por fin lo teníamos colmado”.


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