11.10.2007

Paisajes del Alto Guadalquivir//Rumor de poemas-5

Cuántos pajarillos hay a lo largo y ancho de estas sierras? Cada uno tiene su belleza particular, canta con su trino único, vive en su árbol predilecto y, además de llenar de armonía los campos, los visten y los cuidan a su manera. Este que vemos en la foto fue sorprendido, un amanecer, en las aguas del abrevadero de Rambla Seca, Campos de Hernán Pelea, Sierra de Segura.

TE LLAMARÉ SOLITARIO *


Te comparo con los cromos
que compraba cuando niño
cambiando los repetidos
por aquellos que no tenía,
y que más tarde pegaría
en las hojas
de un álbum coleccionable.

Desconozco el nombre de tu raza
porque yo, de pájaros no entiendo,
aunque si tuviera que darte uno
te bautizaría con el nombre de "Solitario",
porque así llegaste a la verde rama que aguanta
el diminuto peso de tu cuerpo.

Después, te dejaría en la misma
libertad que tienes, para que alegraras
con tu piar los lugares donde vives,
sabiéndote admirado, no prisionero.

Yo no tengo jaula y por lo tanto,
puerta ni llave con que cerrarla,
y es curiosa la coincidencia
que vengas hoy a visitarme
para que haga la siguiente reflexión:

Yo prisionero del mundo
siempre sujeto a la tierra
volar como tú quisiera
por esos cielos de Dios.

Tú, aunque solitario, alegre,
con libertad suficiente
desde tu rama me miras
pensando qué pienso yo.

Es la oruga de la preciosa mariposa Graellsia. Nos la encontramos recién caída de su pino laricio y junto a una fuente de agua fresca. Ya estaba buscando donde enterrarse para dar paso a la metamorfosis que le dejaría en mariposa. Fue una alegría y un gran gozo porque una vez más comprobamos que la sierra premia hasta con los detalles más menudos.

LA MARIPOSA MÁS BELLA #
Veníamos, aquella mañana
de los misterios de la sierra
y de donde el arroyo tajado
se retuerce y quiebra
y habíamos, luego, pasado
por la llanura de la hierba
que tiene el río donde nace
y un poco más a la izquierda
nos vinimos por el lado
de la fuente de la hiedra
y el acebo plateado
que sangra en primavera.

Nos paramos a descansar
y a beber en la fuente fresca
cuando al mirar para el suelo
por entre las hojas secas
vimos el gusano escarbando
en la pura tierra.
Se nos llenó de gozo el alma
porque tal gusano era
oruga de la mariposa
más bonita de la sierra.

Allí estuvimos observando
su color verde de hierba,
su bregar para esconderse
y tejer su capullo de seda
y luego le hicimos una foto,
para guardar bien la belleza
y nos vinimos y lo dejamos
en su soledad serena
soñando que cuando llegara
la florida primavera
se abriría él en la mariposa
más hermosa de estas sierras.

Los pastores de estas sierras, sus luchas, ovejas, perros, corderos y sueños, merecen un homenaje. Desde siempre los he admirado y en mi corazón los llevo con el cariño más grande. En las cumbres del gran río, ellos son pieza importante. Si un día no estuvieran algo muy hermoso también se habrá perdido y que no podrá ser reemplazado ni por la planta más bella ni por la fuente más transparente.

LAS OVEJAS DESCANSAN *
Bajo la frondosa sombra de los pinos
un rebaño de ovejas descansa.
El pastor, sentado, las mira y vigila,
y siempre cerca de su mano, el cayado,
su honda, su botija y su barja.

A veces, para romper el silencio,
la canción que aprendiera de sus padres,
incesante la repite y monótona se oye
en los aires musicales de una flauta.

Su fiel acompañante, inseparable amigo
de alegrías, tristezas y nostalgias,
como él, recostado en el suelo
mira, vigila, se levanta y ladra.

Mientras...

Besa el sol con sus rayos verticales
los mágicos cristales de las aguas,
a las flores y a la fauna, árboles y aves
que van de la pradera a las montañas.

En el mágico engranaje de la sierra
todo está concertado y bien previsto,
y a esta hora,
bajo la frondosa sombra de los pinos
un rebaño de ovejas descansa.

Desde la pista forestal por el Barranco de la Canal, hacia Puerto Llano, antes de Torcal Llano. Arropan las ramas de un pino laricio y al fondo, la cumbre del pico Cabañas. En este macizo nacen los arroyos de la Canal, de los Tornillos, de Guazalamanco y otros menores. Todos vierten sus aguas al río Guadalentín y éste, ya fuera del parque, al Guadalquivir. Sierra del Pozo.

AUNQUE SEA LEVE #
Ante la imagen limpísima
de este cuadro intenso,
aunque sea un poco y leve,
se me refina por dentro
el amargor que me tiene
invadido todo el tiempo,
parte del espíritu mío
y el corazón de mi aliento.

Aunque sea un poco y leve
ahora descanso y recuerdo
aquella tarde de verano
que siguiendo el impulso ciego
remonté la pista de tierra
y sin rumbo, me fui perdiendo
en lo más hondo de la sierra
cuando al dar la vuelta al cerro,
por entre los pinos y al frente,
la cumbre del gran misterio,
me saludó todo hermosa
como en un misterioso juego.

Ahora recuerdo y descanso
aunque sea un leve momento
de la desolación mía sin nombre
cuando vivo y voy corriendo
por mis libres campos de luz
como en aquellas tardes y encuentros.

Tomé esta fotografía una mañana de primavera y el pantano se mostraba así de bonito y reflejando tanta paz.
PANTANO DE AGUASCEBAS #
"La sed que siento
no me la calma el beber"
del agua que va corriendo
por el río del vergel
ni las mil fuentes que manan
donde Tú sabes y yo sé
porque la sed que siento
)sabes Tú, Dios, de qué es?
Si Tú me quisieras dar,
aunque yo no sea quién,
un puñado más de días
para gozar en tu Edén,
un trozo más de vereda
que pudiera recorrer
en mis horas solitarias
mientras me muero de sed,
si Tú me quisieras dar
otra noche en que poder
sentir los gallos cantar,
ver los campos florecer,
observar a las tormentas,
ver los arroyos correr
y oír cantar a los ruiseñores
como hoy y ayer,
qué gozo para mi alma
y cómo apagaría la sed
de la que me estoy muriendo
amargo y de pie.

La sed que yo siento
bien, Dios mío, que lo sé,
es de Ti y del paraíso
que me entregaste anteayer
y ahora parece que pierdo
y a Ti un poco en él
y mira que me estoy muriendo
sabiendo claro y concreto
qué es lo que apaga mi sed.

Lo encontré por las cumbres del Gilillo, pero abundan en todas las cumbres de este parque natural. Ellos son como los eslabones que unen este presente con aquel pasado lejanísimo y claro que también, además de su belleza, orientan al alma en su duro camino hacia la luz del sueño que persigue.

FÓSIL DE CARACOL *
Miles de años quizás tengas.
Y te imagino con tu casa a cuestas
sumergido en los fondos de un océano.
En la arena de una playa jugando con las olas.
O sobre la granítica roca
recibiendo la brisa de las marinas
encarado al tibio sol de la tarde.

Hoy, fosilizado en tu propia concha
me recreo pensando en cuanto digo,
y acercándote a mis oídos
percibo el suave bramar
de las olas del mar en que viviste.

Recuperado de la tumba en que yacías,
ahora, te exhibes gracias a la generosa mano
que delicadamente te desprendió
de la materia a la que estabas adherido,
para traerte a donde los expectantes ojos
se preguntan hasta qué punto es cierto
que tú seas, un caracol fosilizado.

Pero sí, lo eres, y aunque la duda
de los más incrédulos siempre esté presente
porque fuiste encontrado en la montaña,
yo, sin lugar a supuestos, aseguro,
que antaño eras un hijo de los mares.

Cuando el otoño se presenta por estas sierras los paisajes y los cielos que lo arropan, se visten con tonos que no tienen parecido. Desde su esbeltez y temblor de infinitos, los álamos que engalanan arroyos, fuentes, linderos de huertas y riveras de ríos, surgen con la desnuda belleza del alma que busca el rostro de Dios. En cualquier rincón de las sierras de este parque natural.

SIENDO LUZ, PLACER Y ALBA #
- Alma,
¿de dónde vienes en la mañana
tan radiante en tu rostro,
con tanta alegría sana
inundándote por dentro
y con esa sensación de libertad
tan azul y blanca?

- Mientras dormía he soñado
que era dueña y volaba
siguiendo las aguas del río
desde el charco desconocido
hasta la curva ancha
y junto a mi vuelo que era juego
han estado las bandadas
de patos y aves silvestres,
mil mariposas de nácar
y además nos han acompañando
el perfume y verde plata
de álamos, fresnos y juncos
que al río siempre engalanan.

- Pero alma
si todavía eres tierra
¿cómo tienes alas?
- Cuando el amor es tanto
que se convierte en llamas,
tú sabes como yo,
que puede mover montañas
y esta noche que ha pasado
¡qué hermoso el río estaba
y yo allí sin estorbos,
siendo luz, placer y alba!

Uno de los muchos robles centenarios que pueblan las cumbres y hondonadas de este parque natural. Este me saludó grandioso frente a Piedras Rubias y el arroyo del Vinagre cuando aquella mañana buscaba la luz de la montaña. Sierra de Cazorla.

QUISO SER PÁJARO *
Quiso volar, mas no pudo.
Era un árbol, no un pájaro.
Tuvo sueños de ave
pero sus raíces lo apresaron en el suelo.

Cuando joven, no lo entendía,
por eso su tronco se inclina
queriendo saltar a la hondonada
para desde allí remontar el vuelo.

Cuando adulto, la madurez
le hizo comprender su condición
y aceptó ser lo que es hoy,
el centenario roble asomado
al balcón de su incondicional destino.

No fue pájaro,
pero en sus ramas tiene nidos.

No fue pájaro,
pero divisa la lejanía.

No fue pájaro,
pero sus alas juegan con el viento
dando sombra al caminante, al gañán, al pastor...
Y sus brazos tienen hojas y flores,
vistiéndose en cada estación con los colores
que el alma de la sierra le dispensó.
Mañana...
Cuando su viejo corazón deje de latir
será cuna, arado, mecedora, bastón...
Sencillamente leña para el fuego
o transporte sagrado para llegar a Dios.

Uno de los muchos nogales que se reparten por las amplias sierras de este Parque Natural. Es todavía joven y clava sus raíces por las tierras llanas de la Fuente del Pino, cerca de la Nava del Rico. El otoño lo ha llenado de oro y en la soledad de sus campos, se deja llevar por el rodar del tiempo mientras lo arropa el azul del cielo. Sierra de las Villas.

TODAVÍA EL CORAZÓN #
Y como, igual que ahora, ya ha llovido mucho, pero también han venido muchos días de sol y ha hecho mucho viento. La tierra, en el camino que sube rozando el arroyo, está seca y en la hierba, a los lados y por las grandiosas praderas, tiembla el rocío en tanta cantidad que si nos vamos por ella nos ponemos chorreando. Pues al pisar el polvo del camino, se van quedando las huellas de sus pasos y los míos y aunque, como tantas otras cosas en este rincón, no parece tenga mucha importancia, a ella le alegra y le divierte. Por eso, mientras vamos caminando, juega su juego de sueños celestes. Hoy es el de las huellas de las pisadas que se quedan grabadas en el polvo del camino y en la muda tierra mientras el arroyo corre y, desde las encinas de la orilla, nos mira el otoño que parece primavera.

Llegamos a la llanura donde, al principio, crece la higuera. Ponemos la cesta en el suelo y de sus hojas anchas, que fueron verdes y ahora son amarillas porque, con el otoño se secan, cogemos un puñado e igual que cuando hace unas tardes recogíamos los higos, tapizamos, con las hojas amarillas y verdes de la vieja higuera, el fondo de la cesta de mimbre que padre nos ha regalado. Sobre el tapiz húmedo de esta canasta bella, vamos poniendo las manzanas que arrancamos de las ramas de los manzanos y que también ya están amarillas oro y desprenden esencia de miel y son redondas como puños y, de apariencia tan buena, que sólo tocarlas con las manos y acariciarlas con los ojos, ya el estómago y el alma, llenan.

Y en compañía de la hermana hermosa como fulgurante primavera, en la mañana que se abre y de luz y de perfume y de rocío y de hierba fina y de madroños y de manantiales y de rebaños de ovejas que pastan por la llanura, se ve tan plena, la niña de mi corazón y yo, llenamos la cesta de manzanas amarillas. Luego cogemos, de los almendros que van por la reguera, las almendras que también están secas y les quitamos las cáscaras ya arrugadas y viejas. Partimos algunas y nos las comemos. Otras, las va echando a la cesta. Vamos rellenando los huecos que han dejado las manzanas entre ellas y luego, cogemos nueces del nogal y las probamos para cerciorarnos que estén buenas y completamos el cargamento. Otra cesta pequeña, con los higos chumbos y gordos y dorados que hermosos cuelgan de las hojas espinosas y anchas que muestran las chumberas. Nos ponemos en camino y regresamos a la casa donde madre nos espera.

Y en la mañana que resplandece y cantan las perdices y el sol, de luz y de fuego, la llena, regresamos por el camino jugando con las pisadas que grabadas se han quedado en la tierra. Al pasar por la encina grande que clava sus raíces en la misma torrentera que baña el agua del arroyo, como las bellotas en sus ramas, ya están negras, son gordas, dulces y muchas ya, por el suelo, ruedan, nos paramos y cogemos todas las que podemos. Colmamos y rellenamos las cestas y ya satisfechos, en la mañana de plata del otoño que parece primavera, mientras regresamos, jugando con el perfume del bosque y la hermana me dice, contenta:
- ¡Ya verás madre, qué tarta más rica va a preparar hoy, para el abuelo y la abuela!

Cañada de las Fuentes, por donde el Guadalquivir tiene sus manantiales primeros. Los pinos laricios, los más bellos por sus blancos troncos, rectos y gruesos, crecen llenos de dignidad. Le dan compañía los majoletos, limpísimos cielos azules, nubes blancas y las nieves. Un susurro acaricia, aunque sea invierno, que el alma, de Él se empapa para seguir viviendo. Sierra de Quesada.

PREGUNTABA EL CUERPO #
Preguntaba el cuerpo:
- ¿Dónde conociste a Dios
que yo no me acuerdo?
- Era yo todavía una flor,
rocío con el alba
o arroyuelo,
no sabía andar
y hablar, sabía menos
y ya iba por los campos
jugando con los corderos
que retozaban en las llanuras
y por los cerros.

- ¿Estaba Él por allí
dándote besos?
- Yo no sabía hablar
ni sabía los secretos
de las cosas y los nombres,
pero allí estaban los pájaros
con sus vuelos,
las flores de las praderas
vestidas de terciopelo
y la lluvia rítmicamente
dulce cayendo.

- ¿Y Dios
era eso?
- Iba yo por las cañadas
y cuando corría el viento,
brisa suave que acaricia
y da consuelo,
con amor
un susurro me decía:
"Te quiero,
visto a los lirios de los campos
y a ti con ellos".

La flor que muestra la foto me la encontré por la cañada que baja desde el Collado Bermejo hacia la laguna de Valdeazores, pero crecen por todos los rincones de estas sierras. Da cierta alegría verlas junto a los cauces como si ellas también quisieran irse con las corrientes para hacerse río.

NO LA TOQUES *
No la toquéis,
que vuestros dedos de hombre
la dejarán marcada para siempre.

Miradla de cerca si queréis.
Susurrarle un piropo, una alabanza.
Dedicarle un canto, una oración,
un poema o una semblanza.

Mas no la toquéis, porque ella
nació para ser hermosa
y dar brillantez
al recatado lugar
donde hay que saber se esconde
para encontrarla.

Si la cortas,
te advierto que pronto morirá
en el ojal de tu solapa.
No nació para él.
Y aunque tú creas que allí estaría
como está la luna creciente
en el tapiz de la noche,
déjala estar en su lugar,
que ahí seguirá siendo
la estrella que da la luz
a su propio firmamento.

Arroyo de la Garganta, cerrada y fuente con el mismo nombre, antes de la Nava de San Pedro al final del invierno. Las alamedas abundan a lo ancho y largo de estas sierras allí donde brota un chorrillo de agua o donde corre un arroyo. Ponen en el paisaje una pincelada de esbeltez temblorosa y lo llenan como de más vida y misterio. Sierra de Cazorla.

DESNUDEZ FRENTE AL CIELO #
Estaba ya el invierno
remontando su cuesta
y las fuentes manaban
sus limpias aguas frescas.
Aquella mañana,
vestido de fiesta,
estaba el limpio cielo
y las hojas de hierba
sacando sus tallos al sol
y durmiendo en la tierra.

No iba yo conmigo,
pero iba en la espera
y aquella mañana,
yendo por la bella
quietud que manaba
de la soñada sierra
y estando, sin estar,
donde nace la esencia,
se me abrieron los álamos
en figuras esbeltas
y mostraron callados
su OTRA BELLEZA.

Estaba el invierno
remontando su cuesta.
Desnudas las ramas
en las luces primeras
se me abrieron los álamos
en figuras esbeltas,
mostrando callados
su OTRA BELLEZA.

A los troncos de los pinos se agarra la hiedra, planta trepadora que necesita de soporte para permanecer erecta, y chupándole la savia, no deja de ascender. La simbiosis es perfecta y la naturaleza lo permite hasta donde le sea posible. A veces, forman dibujos tan bellos como la de la foto y claro que sorprende. Por el barranco de Valdecuevas, Sierra de Cazorla.

¡QUIEN FUERA COMO TU! #
Hiedras que yo te encontré
por el barranco tercero
del monte que atravesé
siguiendo a mi sueño
y aunque el alma iba cansada
de tanto llorar en silencio,
frente a ti yo me paré
y a lo largo de un momento
de mi parte medité.

¿Cuántos años tú creciendo
llevas enredada al pie
del pino viejo?
)cuántos años tú estrujando
de la tierra, la limpia savia
que es alimento?
Y frente al calor del verano
y en los hielos del invierno,
tú sinuosa agarrada
al tronco añejo
)fue el tronco el que vino a ti
o fuiste tú a él primero?
Quizá diera casi igual
porque lo cierto
es que los dos formáis uno
hacia las nubes y el cielo.

Hiedra que yo te encontré
por el barranco tercero,
qué envidia siento de ti
que aunque seas esqueleto
tienes quién te sostenga
y te dé el volumen perfecto
que necesitas y quieres
en tu camino hacia el cielo.

Por donde el arroyo del Infierno, el que baja de Rambla Seca y antes del Pantano de la Feda tiene el manantial de Aguas Negras, sobre el puntal, crecen estos pinos. Un precioso conjunto de pinos laricios que se salvaron de aquellas cortas y ahora, majestuosos, engalanan un escondido rincón de estas sierras. Les corona la Sierra de la Cabrilla y el pico Empanadas. Sierra del Pozo.

LOS PINOS BUENOS #
Sobre el cerro, en la tarde,
acaricia el viento
y la sierra a lo grande,
como si durmiendo
y esperara conmigo
despertar del sueño.

Sobre el cerro, en la tarde,
los pinos viejos
se mecen señoriales
desde su silencio
y saludan a la sierra
que duerme a lo lejos.
Como catedrales
ellos son en el monte
testigos fidedignos
de la historia y el tiempo
trajinando y llevándose
llantos y recuerdos.

Sobre el cerro, en la tarde,
Dios mío del alma,
qué hermosa se ha puesto
la sierra a lo grande
justo en el momento
en que yo pasaba
para que te alabe
y me venga muriendo
sobre el cerro, en la tarde
que acaricia el viento.

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