10.10.2008

Algo más abajo las fantasías rocosas se asemejan al mundo de los sueños. Curvas, repisas, cornisas, galerías, remansos y mil figuras entre nieblas, destellos de fuego, algas, sombras, perfume de monte y silencios eternos. Por debajo del Salto de los Órganos y entes de la Central eléctrica. Ya en lo hondo, dejado atrás el gran escalón, antes nosotros, señales humanas: casa de máquinas de la central eléctrica movida por el agua del pantano, unos dos kilómetros más arriba.El río, la central y el agua saliendo de las turbinas. ¡Qué pena que los hombres se hayan instalado aquí con sus progresos y sus historias, justo en la cabecera donde el río empieza a tomar cuerpo y comienza a ser bello! Desde uno de los muchos remansos limpios algo más abajo de la casa de máquinas, se puede gozar de la imponente sierra que el río ha cortado y ya va quedando atrás. Las rocas junto al río, lavadas por las lluvias y la corriente, con la desnudez de sus plegamientos. Pero a pesar de la dureza para la vida las encinas clavan sus raíces en la poca tierra que aún queda sobre la ladera. El cañón por donde se desliza el río y despide poco a poco de sus cumbres. Baja cortando cerros y rocas como si, desde el momento en que nace hasta su final en el Guadalquivir, esta fuera su vocación. El cauce por donde el agua cantarina ha trazado su camino en un amoroso juego entre naturaleza que se estira y enriquece al tiempo que da vida y esparce belleza. Este limpio charco está junto a uno de los puentes que cruza el río. Y a veces los niños humanos juegan por la rivera del cauce atraídos por la bondad del agua transparente. Los juncos y el bosque verde y azul ponen marco al que es el juego más bello bajo el sol.

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