4.21.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-29

LA RESERVA

Uno de los muchos días que después de venirnos del cortijo, he vuelto por el lugar, me animé y subí hasta el rellano de la fuente. Nos sentamos en aquellas rocas blancas y nos pusimos a contemplar las tierras que se recogen entre los dos arroyos. Uno de los vecinos de aquellos cortijos que como yo, sentía la añoranza de la tierra y por eso me acompañaba, me dijo:
- ¿Sabes lo que es ahora ese trozo de tierra?
- Un bosque de pinos y un paraíso para los bichos.
Le dije. Nosotros siempre hemos llamado animales a las cabras, vacas, ovejas y marranos que teníamos en los cortijos y bichos a los ciervos y gamos que ellos soltaron por el monte.
- Un desierto para los bichos sí que es, pero, además, ellos dicen que este rincón es también “La Reserva”. No sé qué es lo que reservan ahí, pero por lo visto lo que les interesa es que el monte crezca mucho, que se borren todas las veredas que en otros tiempos hemos andado nosotros y que los bichos anden a su antojo por donde quieran. Y si te fijas bien te darás cuenta como las tres cosas primeras ya son realidad.

El monte ha crecido mucho. La pequeña vega que antes era casi pura tierra color naranja, ahora mismo está cubierta por un espeso bosque de matorral y pinos. Las sendas ya no se conocen y aunque nosotros sí sabemos por donde van, si nos pusiéramos a recorrerlas, seguro que nos perderíamos. Y bichos salvajes son los únicos animales que se ven por esas tierras. Todas aquellas manadas de cabras, vacas y cerdos que en nuestros tiempos pastaban por ese mágico rincón entre los arroyos ya son puro sueño en la imaginación de nuestros recuerdos.
- ¡Hay que ver lo que pueden conseguir los que tienen el poder a pesar de lo fuerte que es el cariño que nosotros sentimos por estas tierras!
Fue lo que yo le dije. Luego, aquel día, durante largo rato estuvimos sentados en las rocas que rodean la fuente. Despacio y mudos estuvimos contemplando la deliciosa belleza que en silencio duerme por el rincón de los arroyos. Estuvimos gozando del dulce sonar del agua cayendo por la cascada desde la fuente hasta los charcos alargado y azules donde nadaban los marranos y cuando ya la tristeza nos inundó el alma, nos fuimos.

¿Qué íbamos a hacer? Los recuerdos nos barrenaban y nos barrenan el alma y la añoranza nos tiñe de amargor el aliento y a pesar de que poco a poco nos vamos muriendo, el único consuelo que encontramos es ir por el rincón de vez en cuando. Ya hemos aceptado que las tierras no nos pertenecen y como en la lucha ellos vencieron, lo único que trae un poco de felicidad a nuestras vidas son los recuerdos. Eso y los trozos de alma que tenemos enganchados en cada una de las piedras de estos montes, no habrá nunca nadie ni nada en este mundo que pueda arrebatárnosla.

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-28

CUANDO AQUELLO DE LOS PINOS

Pues vivíamos de lo que hacia de madera: mesas, sillas, ubios... en fin, de todo. Cuando ya nos echaron, le dijeron que podías seguir trayéndose la madera de allí. Pues ni para una cosa ni para la otra quiso ir a su casa. Y fue el último que firmo. ¡Tú te crees la miseria que se pusieron a darle! Tenían unas tierras que eran buenísimas, dos hectáreas o tres, por la Cañá del Fraile. Pues se lo pusieron de pinos y tubo luchas, porque como hacían lo que les daba la gana. Ya ves tú, salir el agua de ahí y esto ponerlo de pinos, fíjate qué faena. Era mejor sembrar habichuelas, patatas, trigo... en fin, cosas para comer y no los pinos.
¡Hombre, porque aquello no lo tenían que haber hecho! Pero como hacían lo que les daba la gana, pues ya está. Es que se llenaban de autoridad más que les pertenecía. Yo soy partidaria que cumpla cada cual, en el puesto que ocupe, con su deber, pero sin abusar de nadie. El abuso no debe de existir, porque produce malas cosas.

DE CUANDO PEQUEÑA

De lo de aquella tierra mía y cuando yo era pequeña, me acuerdo especialmente de un paisaje muy bello que recorrí mucho de pequeña. Era el trozo de tierra que se recoge entre los dos arroyos. No tiene nombre ese trozo de tierra, pero por la casualidad o no, fue uno de los terrenos que más anduve de pequeña. Lo comenzaba a recorrer entrando siempre por la parte de abajo, donde se junta los dos arroyo que es donde forma como un ángulo. Subía ladera arriba y como la tierra no estaba muy pendiente me gustaba a mí mucho remontarme por allí enmedio hasta lo más alto del collado. Aquella tierra, por aquel entonces, no tenía mucho monte. Casi estaba pelada y por eso lo animales la tomaban con tanta querencia. En cuanto caían las primeras lluvias del otoño, todo el suelo se llenaba de hierba y ya permanecía verde todo el año.

Mucho de aquellos días yo le entraba al rincón remontándome por el lado de la derecha. La ladera de los voladeros que cae en picado hacia la junta de los arroyos. Me subía despacio y justo donde nace la fuente me paraba. Desde este punto miraba hacia lo que yo llamaba el valle y aquello era maravilloso. Justo desde mis pies nacía la fuente de las rocas, la del agua más buena y cristalina de toda la sierra. Se despeñaba por el primer voladero y enseguida caía al gran cauce del arroyo. La corriente seguía cayendo y unos metros más abajo de la cascada se extendía el gran charco. Un charco largo que parecía todo un mar por su anchura y su profundidad. Las aguas eran azules tirando a transparentes y aquello resultaba precioso verlo desde el rellano pequeño de la fuente.

Mas que agua la superficie ancha de aquel embalse azulado parecía la montaña derretida meciéndose a los pies del valle. Y aquel cuadro adquiría su máxima belleza cuando por allí entraban el hatajo de marranos. Llegaban desde el lado del cortijo y como tú sabes que los marranos siempre son valientes para el agua, al llegar al charco no se paraban. Desde la orilla de la fuente uno detrás de otro se iban tirando y en un abrir y cerrar de ojos todos estaban nadando por entre las aguas del charco. Por completo unidos cada uno de ellos y con la cabeza fuera del agua avanzaban por la superficie en busca de la otra orilla. ¡Que espectáculo más bonito y a la vez qué emocionante por la cantidad de sencillez y vida que todo aquello exhalaba!

Pero con el tiempo pasó lo mismo que con el resto de aquellas tierras. Las tuvimos que dejar en manos de ellos y lo primero que hicieron fue llenarlas de pino. Prohibieron luego, que por allí pastara ningún animal de los nuestros y soltaron los bichos. A la fuente ya no pude subir más ni tampoco pude gozar del nado de los marranos atravesando el charco en busca de la otra orilla. No puede meterme por las tierras que se recogen el en pequeño valle porque los pinos comenzaron a crecer y tampoco pude asomarme al otro lado del collado. Las sendas se borraron por no usarlas y la tierra, aunque la seguía considerando mía, ya no era igual. Notaba que les pertenecía y en el fondo, hasta un poco de miedo sentía andar por allí no fueran a complicarme la vida.

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-27

OTRA VEZ CON LOS RECUERDOS

- Y cuando tú eras pequeña ¿qué hacías, además de ir y venir por los caminos?
En estos momentos llegando a la puerta se siente la burra. Se le siente a él y enseguida asoma por la puerta. Al entrar me saluda. Como ha oído la pregunta se apresura a responder.
- Ella iba a regar a los piazos y todo eso. Vamos cuando era más chica, pues jugar allí con los otros. Con los primos que el otro día vinieron los nueve que todavía viven. Hasta el de Francia. Éramos dieciocho primos y no creas que nos lo pasábamos bien.
- ¿De qué juego te acuerdas?
- Pues jugábamos a las chinas, a la comba. Mi hermano que era músico pues cogía la guitarra y nos alegraba la vida. Un artista que ha sido mi hermano con la guitarra. Ya porque nos vinimos y se la dio a un sobrino que vive en Cananea, que sino todavía sabría él tocar.
- ¿Ya no tienes ninguna guitarra?
- Ya no. Porque ya, lo que pasa, la vida ha venido más tirante y no hemos hecho por comprar. Hasta se me ha olvidado a mí tocar la guitarra. Si me pongo y ensayo, pues de algo me iría acordando, pero seguro los dedos no los muevo con tanta agilidad como antes. A estas cosas han logrado que vayamos perdiéndolas. En estos lugares y este mundo de ahora es distinto.

Hace ya cincuenta años que no he tocado. Como tú dices estos hechos no se debían olvidar porque son bonitas, pero es que la vida ha traído muchas cosas en contra de nosotros. Todo se ha roto y ahora ya con tantos años como tengo ¿a ver cómo lo compongo? Eso de querer tener una cosa porque se la quitan a otro, eso no es de persona. Una persona de orden no deber quitarle al otro lo que tiene y es suyo.
- ¿Tú sabes lo que le dieron a mi marido por la casa y las tierras?
Miro a la hermana y le digo que no lo sé y que quiero que me lo diga.
- Pues primero empezaron a expropiar por La Aldea, por las Lagunillas y por esas tierras. A nosotros nos quitaron las tierras cuatro o cinco años después. Por parte de mi marido eran tres hermanos, porque eran cuatro, pero una había vendido su parte. Y quedaban tres en la casa. Pues les dieron veintiún mil pesetas. Aun tengo yo todavía los papeles donde escribieron lo que les correspondía. Partieron a siete mil pesetas cada uno. Que tanta rabia le dio que no quiso ni ir a cobrarlas. ¡Qué te perece la miseria que se pusieron a darle después de tanto como nos estaban haciendo pasar!

4.17.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-26

EL VIAJE

Y lo que me dijeron fue que en los cortijos y aldeas la gente empezó a preparar las cosas para el viaje. Maletas viejas, costales, talegas, algún bolso un poco deteriorado y con ellos acuestas o sobre los lomos de las bestias bajabais por los caminos hacia este valle. Tristes en vuestras almas y con la curiosidad a flor de piel porque la novedad os mantenía en vilo. Cuando llegaban al poblado algunos fueron a no sé que casa a preguntar no sé qué cosa. Le dijeron que al caer la tarde saldría la primera expedición y que el viaje, en principio, no iba a ser muy largo. Se tenían que parar en no sé qué punto para recoger a otros y cuando ya llegara el momento saldríais todos rumbo a esas tierras desconocidas. Tres días os dijeron que duraba el viaje y aquello fue lo primero que algunos comenzaron a sentir molesto.

- Si andando yo con mi yegua estoy allí en un día.
- ¿No será que quieren experimentar alguna cosa con nosotros?
- Eso no pueden hacerlo porque ¿cómo nos van a engañar a tantos juntos?
- Pero lo que más me duele y ahora me molesta es lo tranquilos que hasta hace poco hemos estado en nuestros cortijos y tierras y el quebradero de cabeza y la cantidad de disgustos que en pocos días nos han traído. Yo lo que estoy ya es deseando llegar a donde haya que llegar a ver si todos estos disgustos y trastornos pasan y volvemos a tener paz y sosiego como antes.
- En eso tienes razón porque hay que ver la revolución que de pronto ha venido a estas sierras. Ayer todos tan tranquilos por los montes con el ganado y labrando las tierras y hoy, mira como andamos.

Esto es más o menos lo que a mí me fueron contando unos y otros. Lo que desde este punto sigue tú lo sabes mejor que yo.
- Lo que yo sé, porque lo viví en mis propias carnes, es que después de este viaje que acabas de contar llegué a la casa de mi hermana. En una cochera en el pueblo de Canena metimos las cosas. En su casa estuve viviendo unos años poco más o menos. Por aquellos días mi hermano empezó a resistir en el molino de la aldea de las juntas y al final se tuvo que venir. Después de él todavía quedaba otro con la fortaleza y la ilusión de quien se dispone a vencer o morir y también fue vencido el pobre. Como los bichos se comían todo ya se cansaron de luchar. El se llamaba Juan y su mujer no hace mucho que ha muerto en este pueblo. Uno a uno todos fuimos entrando por lo que ellos querían.

LA HERMANA

- Yo vi el otro día, por las tierras del cortijo donde tú viviste tanto tiempo, unas colmenas. ¿De quién eran?
- Esas eran mis colmenas. Las cuidaba mi marido y cuando empezó a ponerse malo fue por allí un señor. Le preguntó si las vendía y se las vendió. Me quedaron algunas y cuando él murió, seguí con ellas. Cuando ya me vine del cortijo, aunque las dejé allí, no he dejado de seguirlas. ¿Tú las viste el otro día?
- Las vi y según nos acercábamos parecían como si tuviera repletas de abejas. Cuando ya nos acercamos comprobamos que no. Seis o siete colmenas quedan por la puerta, muy bien puesta sobre la repisa de tierra por delante del cortijo, mirando hacia las cumbres del Banderilla, pero ninguna tenía abejas.
- Se habrán muerto por el frío, de alguna enfermedad o porque algún turista de los que han ido por allí, las haya molestado.

- ¿Tu te acuerdas de aquello mucho?
- Pues mucho porque es que es aquella la tierra donde he nacido yo. Y aunque me da pena sentirme fuera de aquel rincón, me consuelo cuando voy. El río crece mucho cuando llueve y como no hay puente no puedo cruzarlo así es que cada día encuentro más obstáculos para acércame a mi cortijo y consolarme aunque sólo sea viéndolo roto y abandonado. Aquello es nuestro aunque ellos digan que nos lo expropiaron. Lo sigo viendo nuestro y así será para siempre aunque la distancia y los años vayan poniendo barreras. Fue mi primo, el cojo de la Fresnedilla el que no vendió y por eso sigue el cortijo en pie. Se caerá con el tiempo, pero todavía se mantiene firme. Aun todavía conservo las llaves. Las guardo en mi casa como si fuera el tesoro más grande. Ya sé que está abierto y que por sus puertas ahora sin dueño, puede entrar cualquiera, pero las llaves de la entrada de mi cortijo es mi único tesoro para mí.

- De cuando tú pisabas la tierra amada ¿de qué te acuerdas?
- Que mi marido era muy trabajador. Arreglaba las olivas muy bien y cogíamos tanto aceite que hasta podíamos vender. También recogíamos mucho trigo y garbanzos. Vivíamos felices aunque trabajáramos mucho. Dinero se cogía poco, pero sin él íbamos pasando. Cuando esto de los sellos, le decía a mi marido: “Mira, contigo que te apuntes, es lo suficiente”. Y él me decía, no porque fuera mi marido, pero era una excelente persona y un talento: “No hija, no tenemos hijos ni tenemos nada, pues nos apuntamos los dos y si llegamos a cobrar, pues solamente con la paga vivimos felices”.

4.16.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-25

ALGO DE LA MADERA

Te pongo otro ejemplo para que se vea que siempre es mejor entenderse con las personas que no ir contra ellas a la fuerza. Ese pedazo de tierra que te decía antes era una huelga, lo tenía yo labrado y preparado con el estierco extendido y todo para sembrarlo. Y llegó un capataz de esos de la madera. Me dice: “Bueno, ¿qué le pone usted de precio a lo que pueda recoger del trozo de tierra ese y se lo pagamos?” digo: “Hombre, pues lo que se vea. Una cosa que nos convenga a las dos partes”. Lo arreglamos y quedamos en que me darían mil pesetas.

Ellos se liaron a ajorrar ahí madera y pasaba el tiempo sin pagar nada. Uno que se enteró de la cosa y me dijo un día: “¿, te han pagado la cosecha que ajustasteis?” Digo: “No, no me han dado nada”. “Pues espabila que son capaces de no pagarte nada”. Le digo: “Pues verás que pronto está esto ventilado”. Voy a ver al encargado y le digo: “¡Qué! ¿Cuándo se va a cumplir lo que pastamos?” Me salió diciendo: “Hombre, que... ya verás... con nosotros no hay problemas”. Salió con arengas y entonces voy y le digo: “No, mire usted: cuando pasen veinticuatro horas, si no me pagan lo que hay tratado que sepa usted que las cosas terminan mal. Unzo un par de vacas, le engancho una cadena y no queda un palo en el piazo. Esos van todos a parar al río. Eso va afuera de mis tierras. Así que ya sabe usted. Les queda ese tiempo para hacer real lo que se habló”.

¡Pues tardaron en mandarme a uno con un vale para que fuera a cobrarlo! Y me lo pagaron tal como habíamos acordado. Hombre, yo eso no. Las cosas como son.

Y ya cayendo la tarde, regresamos por la vereda, pero en lugar de seguirla fielmente, se tira derecho al río. Lo seguimos y claro: las cosas ahora en la sierra, no son como en aquellos tiempos. De no usar la senda, los pasos se han perdido, el monte se la ha comido y las zarzas lo invaden todo.

Así que nos cuesta mucho acercarnos hasta la corriente del río y cuando por fin estamos junto a las aguas, no podemos pasarlas. Hemos venido a salir por encima de los Tobones y por debajo de la huelga que el camino aprovechaba para atravesar el cauce. Pero no se arredra y por eso dice:
- ¿Para qué pensáis vosotros que me he traído el hacha?
Y le decimos que para usarla en caso de necesidad y como la necesidad se nos ha presentado, pues se pone mano a la obra y en unos minutos trocea el tronco de un pino seco que se ha caído no hace mucho.

DIA TERCERO
CON LAS VACAS POR EL RIO

Hoy es catorce de septiembre y como todavía tiene muchas cosas buenas que contarme, hemos acordado echar otro rato. Lo llamé anoche y me dijo:
- Mañana tengo yo que irme con las vacas por el río. El muchacho que las cuida tiene que ir a Cazorla y acordamos que me quedaría pendiente de ellas. ¿A qué hora vendrás?
- Llegaré a media mañana o así.
- Pues estaré por el río. Incluso por el camino puedes entrar con el coche. Sabiendo la hora ya estaré pendiente y ya mañana hablamos porque yo, como siempre digo, a los amigos hay que tratarlos como amigos. Si ahora echamos un rato por el teléfono, esto cuenta dinero y aunque no lo pague de mi bolsillo, me duele que un amigo gaste dinero pudiéndolo ahorrar.
- Pues mañana hablaremos.

Y como mañana ya es hoy, me acerco al poblado. Descubro que ella, sentada en la puerta de la casa, espera. La saludo, le pregunto y me dice:
- Pues yo lo estoy esperando porque la hora de la comida es ya y él no se ha llevado nada para comer. Sabe bien que yo no puedo ir a buscarlo, así que si quiere comer, que venga.
- Seguro que viene, pero ¿qué le preparas de comida?
- Ya ves que estoy pelando unas patatas. Pondré un arroz con patatas, pimientos rojos, chicha y un trozo de chorizo. Yo otra cosa ya no puedo hacer.

PELANDO PATATAS

Ella estás esperando que la llamen para ser operada de la vista. No ve casi nada. Mucho menos que su marido. Le digo que yo traigo una tortilla y otras cosas que nos la podremos comer como hicimos el otro día. Le digo que voy a esperar un poco por si se presenta y si no, me iré a buscarlo.
- Pero es que yo hoy tengo interés en hablar con la hermana. ¿Dónde estará?
- Pues yo que sé. Seguro en su casa o por la casa de alguna vecina.
- Si me dices donde vive voy a ver si la encuentro.
- Ahora te acompaño. Mucho, no puedo moverme, pero vamos a ver si la encontramos.

Deja de pelar las patatas, busca un bastón y encorvada se mueve hacia la calle. La calle donde ella vive precisamente este mañana me he dado cuenta que tiene el mismo nombre del río donde nació. Calle Aguasmulas y ellos nacieron en este río hace ya muchos años. Se mueve hacia la esquina de arriba, la sigo y cuando llegamos a la casa donde vive la hermana, golpea con su bastón y no está. Le preguntamos a la vecina y nos dice que se ha ido a la casa de una amiga suya por la parte de arriba del poblado, junto a las escuelas. Un niño pequeño que juega en el patio, sale corriendo a buscarla y mientras la esperamos volvemos otra vez a la casa de.

Casi a la par llegamos los tres. Saludo a la hermana y le digo que hoy quiero que ella me hable de la tierra donde nació. La vi el otro día con mucho deseo de contarme sus recuerdos, pero como estábamos todos juntos, su hermano no le dejaba entrar en profundidad en las cosas que ella quería contar.
- ¿Y qué quieres que te diga?
Me pregunta algo emocionada, pero ciertamente satisfecha de que en esta ocasión la haya elegido.
- Podríamos empezar por la mudanza. Como fueron los últimos días en aquellas tierras y cortijo tuyo y cómo fue luego el momento de cargar con los bártulos y salir de la tierra para siempre.
- Del tema tú ya has odio algo de boca de mi hermano. Pero en fin, me experiencia particular sí que la tengo y aquellos días los viví con especial emoción por el gran ajetreo y la cantidad de sensaciones desagradables que a todas horas sentías. ¿Qué es lo que a ti te han contado?

- Lo que a mí me han contando coincide un poco con lo que me dices. Las personas vivisteis unos días llenos de confusión. Tristes lo más de los ratos, llenos de entusiasmos en algunos momentos, desconfiados y perplejos a todas horas. Cuando ya se acercó el momento en que de verdad tenías que dejar las tierras, por lo que me han contado, a muchos les pidieron que se concentraran en este pueblo. Por lo visto tenían preparado algo así como un autobús y subidos en él, os iban a llevar a lo que vosotros llamabais una excursión a lo desconocido. Ellos os dijeron que os pagarían todos los gastos y que tardarías tres días en llegar. Bueno tres días en llegar, no era por la distancia, sino que aprovechando el viaje os querían llevar a sitios que nunca había visto para que así os empezara a gustar vuestra nueva vida.

4.15.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-24

MEDIO CORAZÓN ENTERRADO

Le hemos dado la vuelta a las ruinas del gran edificio con todos los anejos de cuadra, era y horno. Ya nos despedimos. Recogemos las uvas que hemos dejado sobre las piedras mientras recorríamos las tierras de las fuentes y ahora buscamos la senda que baja. Ya nos despedimos de este extraño, hermoso y, además, perdido rincón serrano. Ni me ha dado tiempo de enterarme de lo que por aquí todavía existe. Me digo que ya vendré más despacio cuando pueda otro día y siguiendo a buscamos la senda. Comenzamos a bajar y nada más cruzar la hondonada del arroyuelo, por el lado de abajo un endeble olivo medio seco. Frente a él, se para y dice:

- Ahí tengo yo enterrado medio corazón mío.
- ¿Y cómo es eso?
- Aquella perra que antes os decía, era mi mejor compañera y tanto me ayudaba en el ganado, que cuando murió la enterré junto al tronco de este olivo. Se llamaba “Perrota” y tenía, entre otras, una condición especial: estaba mi mujer haciendo de comer y ella siempre así acostada frente a la comida, mirando fija en todo momento, pero sin tocar jamás a la comida. Si mi mujer se iba al cuarto, a la cámara o a cualquier otro sitio en busca de algo que necesitaba y allí se dejaba la comida en el suelo. La perra no tocaba y mucho menos dejaba que por allí se acercara un gato. En cuanto lo veía se tiraba para él y lo hacía botar. Ella estaba allí fija de guardiana. ¡Mi Perrota! ¡Qué animal más noble e inteligente!

Se me murió de vieja y ahí la enterré, encima del tronco de esta oliva que estamos viendo. No la han sacado, no. Me ponía yo así de pie derecho y le decía: “Perrota, vamos a rezar”, pegaba un salto y me quitaba la gorra. Y a todo los que hubiera allí conmigo. Otras veces, queriendo, me dejaba la gorra en el cortijo. Cuando iba por el vado del río, decía: “Perrota, cago en la mar, que me he dejado en la casa la gorra. Pues vas a tener que “golverte” tú que estás más ágil que yo”. Ya no tenía que decir nada más.

Salía corriendo camino arriaba y al rato asomaba por ahí con su gorra en la boca más contenta que la mar. Cuando íbamos por el monte, una culebra, un lagarto y cualquier otro bicho, era echarle las uñas y del primer “zaleón”, ya lo tenía listo, aunque fuera grande. Era la guardiana que tenía ahí en el río por si acudían los bichos a la niña. Estábamos yo y mi mujer y teníamos que irnos a trabajar y como no había quien se quedara con la niña aquí, pues ella la cuidaba.

Un día me enteré que por estos montes, estaban poniendo veneno. Cuando aquello del coto hasta a los perros mataron con veneno. Me fui a los Aguaciles y al llegar pregunto: “¿ Y Donato?”, que era el guarda de la caza. Me dicen: “Está por ahí”. Entonces les digo: “He llegado a verlo” “¿Qué querías?” “Pues mira, que no tenemos más defensa ni más guardiana de mi niña, que la perra. Si a Donato le ordenan que eche veneno, pues muy bien. Si a él se lo ordenan, tiene que hacerlo, pero que no eche veneno sin avisarme a mí. Que me avise y yo ataré la perra y haré lo que tenga que hacer para que no me la mate. Porque claro, si me mata este animal tan querido para mí, tenemos un disgusto demasiado feo. Ea, tenemos un disgusto y una cosa que se puede “enmendar”, pues no tiene que llegar a esos extremos”.

Entonces tenían mucha autoridad. Pero en fin, dijo la mujer: “Descuida que yo se lo diré”. Pues se lo dijo. Estuvo la cosa fea, pero luego se mejoró. ¿Y sabes lo que hacían? Tenía yo las vacas ahí “cariar” y algunos días yo tenía que hacer aquí cosas y el guardar al pasar me decía: “, no vayas a ver las vacas que como hemos pasado por allí, las hemos visto y están bien”. Hombre, pues aquello era un detalle porque me ahorraban tiempo trabajo, subiendo estas laderas. Es lo que yo digo: las cosas haciéndolas como hay que hacerla, con todo dios se tiene uno que llevar bien. Hay que respetar a cada cual sus derechos y deberes y cada uno en sus casas y Dios en la de todos, así es como se debe ir por la vida. Ahora, si lo atropellan a uno, pues uno se rebela y atropella también.

- ¿Y aquella otra perra que tanto quería la hermana?
- También era un animal inteligente. Se llamaba Forosa. Cuando nos juntábamos los amigos, sacaba la petaca, porque antes no era como ahora sino tabaco del que sembrábamos, y le decía: “Forosa, toma la petaca y darle tabaco a los amigos”. Cogía su petaca en la boca y de uno en uno les iba dando tabaco para que fumaran. Lloraba mi hermana que pa qué cuando echaron veneno y me la mataron. Nuestros perros de siempre, no podían esturrear a los bichos que ellos echaron en estos montes, ahora, los bichos sí se podían comer lo que sembrábamos en las huertas para alimentarnos nosotros y no pasaba nada. Pues si es que la perra, hasta los turones, que entonces pagaban muy bien las pieles de los turones, cazaba. A la perra les gustaba mucho. Una noche bajábamos por más arriba del cortijo, unas olivas que teníamos allí que le decían “El Encapao”. Cuando la siento ladra. Entonces digo: “Ya tiene la perra un turón”. El se quedó allí en el tronco del pino y yo bajé a por la escopeta. Le pegó un tiro y lo echó abajo. Pues nos dieron veinte duros por la piel, que este dinero entonces, era mucho dinero. Es que entonces los duros eran de plata.

4.13.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-23

POR ENTRE LAS RUINAS LATE LA VIDA

Le decimos que ahora, que ya se nos está acabando la tarde y tenemos que irnos de las tierras de este cortijo, ha llegado el momento de recorrer estas ruinas y saber de ellas y sus antiguos habitantes, algo más.
- Éramos cuatro de familia, pues nosotros, de estas tierras, recogíamos para comer. Para vender e ingresar perras, tampoco. Nada más que para ir viviendo. Mi tío es que tenía ya diez hijo y poseía menos tierra. Esto era suyo. Ahí de la reguera para abajo y desde ahí más allá, toda la solana esta sí era suya. Unas trescientas olivas tenía él ahí. Es que era mucho jaleo con diez hijo. Esta carrasca era suya por el camino este para abajo iba la linde. De este lado para acá ya era de otro tío mío. Esto de aquí fue la era de arriba. La hicieron para trillar, pero nosotros en esta era no trillábamos. Eso fue la casa de mis primos esos que habéis visto esta mañana en el poblado.

Era la casa de mi tío Alejo. Por aquí entraban. De siempre este trozo de vivienda había sido el pajar, pero cuando partieron, la convirtieron en casa, por eso le decían el pajar. Pero luego al casarse los hijos, pues aquí hicieron cámaras. Lo que se ve aquí, ya se ve: corralillos, chiqueras para los marranos, el horno para cocer el pan.
- ¿Quién cocía el pan?
- Pues nosotros, mis tíos, mi madre, mi mujer, mi hermana... todo el mundo. Y esto la casa de mi tío. Aquí tenía una parte el “Cojo de la Fresnedilla”. Que por eso no han derribado el cortijo todavía. Ya sabes tú lo que el Cojo fue en este barranco de la Fresnedilla y claro, ahora después de machacado y muerto, parece que quieren respetar algo tanto este cortijo como aquel de la Fresnedilla. Pero claro: como se suele decir, a burro muerto, cebada al rabo. ¿Para qué necesitará él ahora el respeto si la ayuda la necesitaba antes, cuando luchaba con estas tierras para sacar de ellas el alimento? Entonces lo machacaron y ahora, parece como si lo veneraran.

Pero en fin, donde él tenía lo suyo, no lo han derribado y aquí está cayéndose poco a poco ayudado por la lluvia, el viento y el tiempo. Y esta la era de abajo. Aquí se trillaba toda la cosecha. Del castellón aquel de los Toros que ahora mismo tenemos enfrentico, he bajado garbanzos, trigo, centeno y lo he traído hasta esta era que ahora mismo estamos pisando y aquí lo he trillado.
Miro despacio y me parece tremendo. En línea recta desde esta era al Castellón no habrá más de ochocientos metros. Pero como en aquellos tiempos y nosotros ahora mismo no somos pájaros, no podemos ir en línea recta hasta lo alto de aquel cerro. Para ir desde este punto hasta las tierras del Castellón, es necesario bajar a lo hondo del río y luego subir hasta la misma cima del monte que tenemos enfrente. Y si recorrer esta distancia es dura de por sí por lo accidentado del terreno, recorrerla bregando con las bestias cargadas, me hago una idea del esfuerzo y la lucha que ello suponía. ¡Lo que penaban estas personas para sacarle a la tierra las cuatro cosas que necesitaban para alimentarse!

- Por ahí enfrente bajaba un camino, por el portillo aquel que antes hemos dicho que se llama el Collado Quejial, barranco ese abajo a caer ahí a la huelga del Maguillo. Por ahí colábamos el río para seguir luego camino arriba por donde hemos venido, aquí veníamos y aquí lo trillábamos.
Me asomo al borde de la era y descubro que es todo un balcón alzado sobre el barranco y el río al fondo.
- Sobre esos palos que ves ahí acinábamos las mieses y desde ahí, conforme se iba trillando, se iba echando a la llanura de la era.
- Según veo, cuando hacia mucho viento, la paja se iría por la pendiente de estas laderas para abajo.
- Eso lo teníamos muy bien pensado nosotros. Sólo se aventaba cuando venía el aire de abajo. Mucha de la paja se metía en el mismo pajar empujada por el viento.

El pajar queda por delante de la puerta del cortijo, entre las parras y la era. Es también un gran edificio con dos plantas.
- La parte de abajo era la cuadra, mi cuadra, y la parte de arriba, el pajar. Aquí metía yo paja para todo el invierno.
- Pues por lo que estoy viendo esto era un cortijo, una huerta, una era y construido todo encima de un balcón.
- Precisamente por esa verdad que dices es por lo que se ve tanto desde aquí. Mira recto hacia el barranco donde nace el río Aguasmulas. Lo que se ve por la parte de abajo, se llama la Charca y por debajo, ahí donde cae, se llama la Majal del Cantorral.
- ¿Allí es donde nace el río?
- No, el río nace arriba, en la Piedra Aguasmulas. El Cinto que ya lo hemos dicho y luego el Collado de los Pinos Blancos, por debajo hay otro que le dicen el Collado de la Escalerilla, más abajo están las Hoyicas de la Cueva, por encima de ésta
.

4.09.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-22

EL NOMBRE DEL ARROYO

- ¿Es buen momento para contar la historia del arroyo del Hombre?
- Sí que es buen momento. Pues que le llaman de esta manera porque decían que había una mujer que tenía la manía, porque no era buena, de llevar a la Sima de Pinar Negro. Ella le contaba cosas hasta que ya una vez lo arrancó y fueron a verla. Ya cuando estaban allí, a ella le chocaba mucho, que estaba bien... dice: “Oyes, dicen que sale por aquí un airecillo muy fresco, acércate a ver que a mí me da miedo”. Pues el hombre se acercó distraído y entonces ella le dio un empujón. Cayó, pero tuvo la suerte de quedarse agarrado a un durillo que había en la entrada. ¡Hombre, yo no lo vi, lo he oído contar! Ella al ver que no había caído a lo hondo salió corriendo para venirse.

Bregando el hombre pudo salir fuera y echando a correr, desde Pinar Negro vino a agarrarla ahí al arroyo del Hombre. Se la llevó y cuando llegó a la sima, la echó dentro. Él no la echó para que se quedara en el durillo, la tiró fuerte y cayó a lo hondo. Se vino y a partir de entonces, como vino a agarrarla ahí, le pusieron a ese lugar el “Royo del Hombre”. Porque hizo una hombrá. Cuando ya apretaron los temporales, decían que habían visto, las enaguas blancas que llevaba, no sé si era por los Chorros de Aguasmulas o por los Chorros de Aguas Negras. Por un manantial de esos, decían que vieron las enaguas salir.

La historia, sencilla, algo trágica y con sabor a leyenda, ya la he oído yo en más de una ocasión. Que arranque de alguna realidad concreta ocurrida en otros tiempos por estas sierras ¿quién lo sabe y quien lo pone en duda? Nos levantamos de donde, por unos minutos, nos hemos sentado y seguimos bajando por lo que fue el borde de la canal que traía el agua desde la fuente de Arriba hasta los hortales de la misma puerta del cortijo. Salimos a la cañada de los olivos y como por aquí también crecen bastantes ejemplares de viejas encinas, él nos las vuelve a recordar.
- Fijaros que jaleo de carrascas tan hermosas y en la misma puerta de nuestro cortijo. No recuerdo yo que alguno de nosotros los serranos que vivíamos aquí, cortara una carrasca de estas. En invierno sí era verdad que las talábamos. Les cortábamos las ramas más viejas para ramón de los animales y eso hasta es bueno para los árboles. Las encinas, como cualquier otro árbol, es necesario podarla y eso es bueno para que se renueven con ramas sanas. Pero nunca nosotros fuimos capaces de cortar un árbol de estos. A la vista está. Cualquier encina de estas puede tener trescientos años.

A la vista queda que estas encinas tienen muchos años así como también los olivos y las parras que por los troncos de las encinas se enredan.
- Y por estas u otras cosas ¿cómo fueron las luchas?
- El más antiguo por todos estos contornos soy yo. Siempre tuve vacas, cabras, pedazos de terreno que sembraba y en ningún momento tuve problemas con nadie. Casi todos los que tienen vacas por estas tierras son de las mías que se las he vendido yo.
Saltamos la reguera y nos vamos acercando a las paredes del cortijo.
- Hace ya más de cincuenta años, limpiando esta reguera para que bajara el agua, me hernie yo. Me hernié de este lado y a mí no se me conoce nada. Cuando se me salen las tripas, me pongo con los pies para arriba, me las entro y santas pascuas.

4.06.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-21

TAMBIÉN SE SECO LA FUENTE

Nos retiramos de la noguera. Quiere que veamos la Fuente de Abajo.
- De ahí cogíamos el agua para el cortijo y para regar la huerta.
Por la parte de atrás nos vamos a media ladera dirección al la gran molen de la Piedra del Mulón. Los granados también están repletos de frutos. Las encinas siguen enredando entre sus ramas a las viejas parras y los olivos, a pesar del ataque de los ciervos, están cargados de aceitunas.
- Las de este son de agua.
- ¿Quieres decir que las cogías para endulzarlas?
- Y eran unas aceitunas riquísimas. Entre estas y las de arriba había alrededor de dos mil olivas. Ahí mismo había una casa de uno que le llamaban Sinando. La de la Ramona estaba más arriba.
- ¿Qué hacías con estas aceitunas?
- Pues cogerlas y llevarla a la Venta de Luis para molerlas. Del aceite que sacábamos nos alimentábamos a lo largo del año.
- La Venta de Luis coge lejos de aquí.
- Pero no había más cerca.

Y ahora caigo en la cuenta que hay que pararse un poco. Hay que mirar despacio hacia lo hondo del abarranco y verlo avanzar por la senda con las bestias cogidas del cabestro. Los animales van cargados con los negros sacos de aceitunas y caminan cansados. Son muchos kilómetros desde aquí a la Venta de Luis. Son muchas las cuestas, las hondonadas, el monte, los cauces y las horas. Ahora lo veo en el molino del río Grande moliendo sus aceitunas y un rato después lo veo subir otra vez por la misma senda. Un día largo entre ir y venir y no se ha terminado la faena. Mañana hay que volver otra vez, pasado también y así hasta que todas las aceitunas estén molidas y el aceite descanse en las vasijas y entre las paredes del Cortijo.

¿A quién se le ocurriría construir un cortijo tan lejos y en lo más alto de estas cumbres? La cantidad de pasos que hay que dar para reunir el alimento necesario a fin de que siempre haya algo que comer y sobre todo, en la temporada de las nieves. ¿A quién se le ocurriría construir un cortijo en semejante lugar? Las cuestas son tremendas y el esfuerzo al límite de lo que se puede aguantar. ¿O es que quizá ellos eligieron este rincón porque está a dos pasos del cielo, escondido casi entre las estrellas y, además, el aire es puro? Hay que ver lo que fueron aquellos serranos.

La Fuente de Abajo, de la que ellos cogían el agua para beber en el cortijo y para regar los hortales, no tiene agua. Se ha secado. Sólo muchas zarzas, un puñado de juncos, mucha mejorana, las viejas encinas y la tierra seca.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo puedo explicar. Nunca, a lo largo de tantos años viviendo en este cortijo, yo he visto esta fuente sin agua.
- Pero ahora mismo estamos aquí y con nuestros ojos lo estamos viendo. Está por completo seca. ¿Qué ha pasado?
- Vamos a llegar hasta la Fuente de Arriba. Es que eran dos manantiales. Donde brota esa fuente de arriba es lugar de tierra tan buena, que era gloria pura. Ahí se criaba de todo y de una calidad insuperable.
- Ya que estamos aquí, vamos a llegar a la Fuente de Arriba.

En mi interior pienso que también estará seca. Si ya no tiene agua la Fuente de Abajo, seguro que tampoco corre la Fuente de Arriba. Atravesamos las zarzas, rozamos las parras repletas de uvas, algunas negras que son las soteñas y otras blancas que son las buenas, apartamos las zarzas, rozamos las matas de mejorana y ajedrea y llegamos al rincón. También esta seca está fuente.
- Pues si no lo veo con mis propios ojos no lo hubiera creído.
- Los tiempos que ya son otros. Fíjate que hasta las fuentes dejan de manar aunque el agua sea abundante. Todos sabemos que este año ha sido un buen año de lluvia. Pero las fuentes ya no brotan por el mismo sitio.
- Como si con nuestra ausencia hasta la misma sierra hubiera perdido un poco su identidad.
- La sierra ya es otra a la que cuando vosotros estabais por aquí. Y por eso ahora me pregunto: si en estos días vivierais en el cortijo ¿qué hubiera sido de vosotros sin agua en vuestras fuentes?
- También habría que preguntarse: si todavía nosotros viviéramos en el cortijo ¿se habrían secado las fuentes?

- Claro que es una buena pregunta, pero ten en cuenta que en las fuentes no han intervenido los hombres. Es una decisión de la naturaleza y a mayor profundidad, puede que hasta un deseo de Dios. Pero la pregunta sigue valiendo. ¿Por qué se han secado las fuentes ahora que vosotros ya no estáis y antes nunca dejaron de manar?
- Cuando se lo diga a mi hermana y a mi mujer, no se lo van a creer.
Nos sentamos en el borde de lo que fue el canal que llevaba el agua desde esta Fuente de Arriba hasta las tierras de los olivos y los hortales de la puerta del cortijo y como si quiera encerrar lo que por mis ojos ahora mismo está entrando, digo: “Desde la Fuente de Arriba, por el lado que pega a la Piedra del Mulón, la panorámica es impresionante hacia el cerro de las Canalejas. A nuestra espalda queda la preciosa Piedra del Mulón ahora a dos pasos de nosotros”.

- Pues esa tierra que se ve ahí mismo se llamaba la Fuente del Ranchal. Aquí “en derecho”, donde hace hoyo. Por ahí mismo sube el camino que ya hemos comentado antes. Cruzaba e iba a salir a los Cenajos de la Piedra del Mulón. Aquello, la Orquilla del Mulón y el punto más elevado, pues la piedra.
- A lo alto ¿has subido tú alguna vez?
- Mucho más de una. Se sube por aquel lado, siguiendo la lancha.
- Sigue ahí mismo y me dices si aquel monte que estoy viendo enfrente se llama Puntal.
- Es el Collado de las Cabras o el Puntal de Majá las Cabras. Si observas bien, se encuentra entre los dos morros aquellos. Por debajo esta Cubero. Más abajo quedan los Chorreones. Aquel lado están las Canalejas. Un poco más para acá, por este monte que asoma, se encuentran los Aguaciles. Aquel puntal más alto que se ve, es Majal Alto, donde está la caseta de los fogoneros. Fuente del Roble cae por de bajo, enderecho, aquí a la izquierda.

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-20

LAS UVAS

Desde la puerta, nos movemos un poco hacia los bancales donde estuvieron las huertas. Se entusiasma y al ver los racimos colgando de las ramas, trepa por el tronco de la vieja encina. Intentamos sujetarlo porque nos parece que a sus años, una aventura de estas puede ser grave y no podemos. Ni nos hace caso ni se arredra ante la dificulta que presenta el viejo tronco.
- Si esta encina y el tronco de la parra me conocen a mí. Ciento de veces he subido yo por aquí a coger las uvas que esta tarde, quizá por última vez en mi vida, también quiero cortar con mis manos.

En un minuto se encarama en lo más alto. Con su garrota engancha las ramas de las parras, con la navaja corta los racimos, lo echa a la bolsa que se ha subido con él y cuando ya la tiene llena, la amarra con una cuerda y nos pide que la cojamos. Las uvas no están maduras todavía, pero es verdad que se pueden comer. Aunque a él no le importa amucho: en el fondo lo que quiere es llevarse un puñado para así sentir el gozo de que aún todavía algo en este rincón es suyo. De que por lo menos puede palpar algunos de los racimos de uvas que da las parras que él sembró hace tantos años. Se las lleva a su boca y aunque están fuertes, le saben a gloria. El es el mismo sabor que sitió cuando era niño y también el que paladearon sus padres, sus hermanos y tantas otras personas queridas suyas.

Lo dejamos que goce porque en el fondo también nos interesa penetrar, siquiera un poco, en las sensaciones y realidades que por el rincón laten. Lo seguimos con la actitud del que se siente perdido y lo ignora todo y cuando ya baja de la encina, le ayudamos a trazar una escalera. Quiere coger otros pocos racimos de la parra que se enreda en la carrasca pequeña. Los ciervos medio se la han comido. Pero en las partes alta, donde no llegan, los racimos cuelgan hermosos. Las uvas son gordas y a pesar de lo verdes que están aún, resultan agradables al paladar.
- Y porque ya estáis viendo: nadie las riega, nadie las poda, nadie cuidad de ellas y hasta la tierra de los hortales está comida por las zarzas. Si esto fuera lo que era en aquellos tiempos.

Y estamos viendo que ciertamente la tierra está seca. Ni una gota de agua corre por ningún lado. Hasta la noguera, la gran noguera que crece por el lado de arriba unos metros antes de llegar al cortijo, se está secando.
- Pero seguro que tiene nueces.
Miramos detenidamente y sólo vemos una o dos en algunas de las ramas más verdes.
- Pues en aquellos tiempos, sacos enteros cogíamos nosotros de esta noguera.
La recorre por entre los peñascos que bajo las ramas se amontonan y deja que nosotros miremos despacio por si podemos coger aunque sólo sea un puñado. Mientras lo intentamos, nos mira sentado en lo alto de la piedra con la majestad del más solemne de los reyes. Nos lo estamos pasando bien y descubrimos que él también goza, pero en el fondo no nos ha hecho participes de lo que de verdad corre por su alma. Yo sé que es mucho, pero también sé que no se puede forzar, porque puede que a él también le pase como a tantos: no tiene palabras o mejor, no hay palabras. El río que por su alma corre no se puede encerrar en simples palabras y menos cuando el río es tan denso y lo forma tantos trozos de vida.

4.05.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-19

POR ENTRE LAS RUINAS

Junto a la pared todavía está el viejo trillo. Una tabla ancha con trozos de hierro incrustados.
- ¿Es con el que tú trillabas?
- Este era de un cuñado mío.
- ¿Quieres que nos lo llevemos?
- ¿Ya para qué? Yo tengo trillo y a mi edad y sin tierras donde sembrar y recoger cosechas ¿de qué me sirve a mí otro trillo más? Tengo el mío de siempre que lo guardo de recuerdo.
- Y en este recinto de la concina ¿qué es lo que en silencio late?
- ¡Cuatro bailes tengo yo aquí disfrutados...! Madre mía.
- Cuatro que quieren decir muchos.
- Catorce primos hermanos nos hemos criado en este cortijo, con lo cual ya puedes hacerte una idea. Esto que se ve aquí le decíamos el pozo de las patatas.

A partir de ahora se mueve por encima de las ruinas sin pronunciar palabras. Lo seguimos en silencio al tiempo que intentamos comprender lo que por su alma pasa. Entra por una puerta, sale por otra, se asoma a la ventana, observa las parras, las cumbres del Banderillas y pasado y un largo rato, salimos. La visión desde la puerta del cortijo es de lo más grandiosa. El monte que nos queda enfrente es por donde baja el barranco de las Bañas.
- Explícalo para que también sepamos los nombres de las tierras que tantas veces has visto.
- Los “piazos” que se ven, es el Quejial. Por encima hay otro piazo que era nuestro que le decía el Majal. Los puntos más altos de roca viva, es el Rayo Grande y Rayo Chico. Por la izquierda del Rayo sube un jorro a todo lo alto, se llama el Jorro Cascajal, el de la Almoteja se encuentra un poco más allá. Lo que se tapa con el Rayo Grande, es un piazo que le dicen el Castellón de los Toros.
- ¿Que está muy llanico?
- ¡Exactamente! Y buena tierra. Es tierra tan buena como la mejor que haya en la campiña. Los garbanzos que da esa tierra son tiernos como el papel de fumar. Algunas veces, yo he sembrado una fanega de trigo y he recogido veinte. Eso es una tierra buenísima y la extensión no llega a las cuatro fanegas. Dos que eran nuestras y dos de una tía mía.

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-18

TOCANDO LAS RUINAS

Desde el puntalillo damos media vuelta dejando que siga al frente y antes de arrancar nos dice:
- Aquello que hemos visto se llama la Huelga el Maguillo, que era mío. Ahí había árboles de todas las clases. Melocotoneros, granadas, parras, higueras, ciruelos. Cuando maduraban los frutos no dábamos a vastos a comerlos. Y ahí pues riego, toda el agua que queríamos echarle directamente del río y limpia como el viento. Era una gloria la fruta y los hortales que se criaban por aquí en estas tierras tan buenas, con tanta agua y el buen estierco de los animales. Aquello que se ve enfrente, fijaros qué perfectas: las Tres Piedras Colorás. Las sementeras que por estas laderas y cauce del río sembraba, eran de trigo, cebada para el pienso de animales, centeno, garbanzos y avena. Del cortijo este no se sabe su antigüedad. A mi familia llego porque lo compró mi abuelo. Ya os diré a quién se lo compró. De esto hace más de doscientos años.

Vamos llegando a las tierras del cortijo. La senda, muy cómoda y muy bien marcada, sube adaptándose al terreno. Cruza la hondonada de un pequeño arroyuelo y desde este punto ya se ven las paredes del cortijo, las parras “engarbadas” por los troncos de las encinas, las colmenas de la hermana, por delante de las paredes que aún no se han desmoronado, en una repisa tallada en la tierra. A le arde la emoción.
- Por aquí mismo había una parra grande de uvas blancas. Mírala, ahí está y ha arrojado sus frutos.
De la parra, por completo extendida entre las ramas de una gran encina, cuelgan los racimos de uvas gordas ya con tonos oro.
- Todavía no estarán maduras. Pero estas uvas son tan buenas, que en cuanto terminan de engordar, se pueden comer. Mas cuando están maduras del todo, el color que tienen es dorado como los amaneceres por las cumbres de Banderillas.

Atravesamos las primeras tierras que por lo que se ve, fueron bancales en forma de escalones que caían desde la misma puerta de la vivienda hacia el arroyuelo de la entrada. Nos vamos derecho a las paredes por donde todavía se ve la puerta y las ventanas y dejamos que nos lo explique. Entramos. Las piedras y trozos de tejos llenan todo el suelo. En el rincón de la izquierda, debajo de la escalera que sube a la cámara, las cantareras con dos viejas damajuanas de cristal. Las escaleras de la cámara y otra puerta.
- Esta era mi casa. Mira el cuarto que roto lo vemos. Hay disfruté yo mi luna de miel. ¡Dios santo qué recuerdos y lo que el tiempo ha destrozado!

4.04.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-17

COMO EN AQUELLOS TIEMPOS

Y en eso estamos de acuerdo. Aunque la ruta que él ha trazado repecho arriba atravesando la espesura del monte, es dura, lo dejamos. ¿Cómo no va a conocer el camino que lleva al cortijo donde se ha criado y ha vivido casi la totalidad de su vida?
- Una cosa sí te digo: que cuando vayas andando por el monte, campo a través como nosotros ahora, aunque no haya senda, al pasar por las raíces que los árboles tienen fueran de la tierra, tú obsérvalas. Si ves que están “esolladas” es señal que por ahí han pasado tanto animales como personas a lo largo de mucho tiempo. Las “esollauras” de las raíces, con los años, cicatrizan, pero siempre se les notan arrugas y señales. Para los que son entre medio torpes y medio listos andando por laderas y cumbres como estas, es suficiente conque se guíen por estas señales, pero a los que ya hemos progresado algo más, nos sobran.

- Eso te iba a decir, porque cuando en aquellos años las nieves cubrían por completo a lo largo de tantos días las tierras y barrancos ¿cómo os las arreglabais?
- Ya te decía antes que cada uno es maestro en aquellas cosas que ha mantenido entre manos a lo largo del tiempo. Por muy grandes que fueran esas nevadas que tú imaginas ahora y yo viví tantísimas veces, nunca tuve problemas para conocer la ruta que tenía que seguir. A los serranos se nos agudiza mucho la inteligencia y la comprensión de los paisajes por el motivo de estar viéndolos y tocándolos todos los días.

Mientras nos va deleitando con estas palabras suyas tan cargadas de emoción y realismo, no deja de trepar por la complicadísima pendiente. Nos abre camino ladera arriba tan lleno de entusiasmos y con tanta agilidad que hay momentos que nos cuesta seguirlo. El sudor nos cae por la frente y la respiración es jadeante. Sin embargo, él, parece que ni quiera pisara la tierra. Como si no tuviera que hacer esfuerzo para vencer la ladera, el monte y las rocas que por la ladera existen. Como si sus años y su cuerpo encorvado no fuera ningún obstáculo para enfrentarse a estas cumbres.
- ¡Qué envidia!
Exclama el compañero de vez en cuando, expresando de esta manera el asombro por el cual nos vas llevando a lo largo de la tarde.
- Si no lo estuviera viendo, por más que me lo contaran, no lo creería.

Y en uno de estos momentos se para, mira hacia el cauce del río que ya lo hemos dejado bastante al final y dice:
- Pues el asombro para mí, era en aquellos tiempos. Tenía yo una perra que siempre me acompañaba por estos montes. Un animal noble donde los haya y de una inteligencia tan grande que aquello deba miedo. Luego os contaré qué fue de aquella perra y donde la tengo enterrada, pero ahora iba a otra cosa. Resulta que en más de una ocasión ese animal se quedaba junto a las vacas o las cabras por estos barrancos. Pero algunos días, cuando yo me encontraba sobre las cumbres donde teníamos el cortijo, la llamaba. Aquello si que era un asombro de verdad.

El animal, en cuanto oía mi voz, estuviera donde estuviera, saltaba por este monte y un abrir y cerrar de ojos estaba a mi lado. Esta ladera que ahora mismo estamos subiendo aquella perra mía se la bebía. Desde lo hondo del río pegaba dos brincos, volaba por entre las rocas y el monte y estirada como si fuera un rayo, subía por la pendiente sin apenas rozarla. En menos de lo que yo esperaba la tenía junto a mí. No nunca me lo expliqué, pero las cosas sucedían así y precisamente aquella velocidad con que la perra subía las cuestas era lo que a mí más me asombraba. No acababa de entender que fuera real lo que aquella perra siempre hacía ni tampoco acaba de entender cómo lo conseguía. Porque ya lo he dicho: más que perra parecía un soplo de viento volando por el mismo viento.

Hemos remontado el puntalillo. Hemos venido a caer a la vieja senda que baja desde el cortijo y curiosamente, en lugar de seguir para arriba, por donde intuimos queda el viejo cortijo, se viene para atrás.
- Es por aquí.
Le digo decidido sin caer en la cuenta que estoy corrigiendo al más experto de cuantos expertos puedan moverse por estos montes.
- Ahora seguimos por ahí. Nos asomamos a lo alto del puntalillo para que veáis la huelga por donde la senda que bajaba, cruzaba el río. De paso vamos a ver a mi hermana por si acaso ha colado la corriente.
Nos asomamos al puntalillo y allá en lo hondo se ve la llanura donde estuvo la huelga. En esa misma llanura muere el trozo de pista que descendía y ahí, a la sombra de los fresnos y junto a las aguas limpias de un gran charco, vemos a la hermana. También vemos a un grupo de turistas que se bañan mientras uno de los hombres sujetan a un gran perro para que no le ataque a la hermana. Se ha puesto de moda, de un tiempo a esta parte, los turistas con sus perros surcando las veredas y amontonados junto a los charcos de los arroyos y ríos.

- No cueles.
Grita fuerte dirigiéndose a la hermana que se mueve inquieta junto a las aguas del cauce. Los turistas nos preguntan, porque con el rumor de la corriente no oyen con claridad lo que pretendemos comunicarle y por eso repetimos el mensaje junto con el potente vozarrón de que sobre sale por entre todos los sonidos. Al final la hermana se entera y entonces él nos aclara que ella arde en deseos de subir al cortijo.
- Pero ya veis lo torpe que está. Le costaría mucho subir esta cuesta y luego sufriría cuando viera lo que queda del cortijo. Todo su interés está en ver cómo están sus colmenas. Tenía ocho o diez colmenas que dejó junto al cortijo y aunque han pasado tantos años, todavía cree que están aquí. Seguro ya se habrán muerto y sino, las habrán roto los que por aquí vienen.

4.03.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-16

POR EL VIEJO CAMINO

Le pedimos que nos guíe y nos ponemos en ruta.
- ¿Llevamos el hacha?
- La llevamos.
- ¿Y el ramal?
- También.
- Pues entonces vamos para delante.
Cruza la pista, desciende hacia el barranco, busca el trozo de pista que se aparta de esta principal y baja hacia el arroyo, la seguimos unos metros y enseguida dice:
- Nosotros vamos por aquí arroyo abajo en busca del paso.

Como esta tarde nos acompaña su hermana, porque ella también tiene un gran trozo de vida desparramada sobre este rincón y como él cree que ella no puede subir la cuesta que precede al cortijo, le dice:
- Tú te vas por este camino y mira a ver si puedes colar por el río. Con nosotros no puedes venirte porque esto de Los Tobos esta malo para ti. En todo caso nos esperas en el río que ya te traeremos uvas de las parras de tu cortijo.
- Pero es que a mí me gustaría subir a ver mis colmenas.
- Si eso ya estarán las abejas muertas.

Se resigna sin quedarse satisfecha y se va siguiendo el camino que baja. Ella también está mayor, no se le ve tan ágil, pero quiere subir a ver las ruinas del cortijo donde durante tanto tiempo vivió. A la hermana se le amontonan los recuerdos y por eso a cada instante le salen, en forma de nostalgia por su boca. Se va siguiendo el camino, pero quiere venirse con nosotros, mas ciertamente con nosotros no puede venirse. Baja recto hacia el cañón del cauce sin reparar ni en el monte ni en las rocas ni en los barrancos que el agua del arroyo ha ido tallando por la hondonada que vamos recorriendo. Por eso ya en estos primeros pasos, descubrimos que a pesar de sus años, este hombre se siente dueño total del terreno por donde nos quiere meter.

Y nos mete por donde a nosotros jamás se nos hubiera ocurrido. Desde los surcos y hondonadas del arroyo que baja, se viene hacia la derecha, sube a la superficie de una gran roca que en picado cae hacia en surco del río y por encima de ella, sin ni siquiera agarrarse, salta decidido. Mi asombro es tal que enseguida pienso que nos va a meter en el peligro más grande. Lo llamo con el deseo de frenarlo y ni siquiera hace caso.
- ¡Pero, que aquí nos despeñamos!
Sigue saltando por los salientes de la gran roca sin hacer caso a ningunas de mis palabras. Se asoma al surco que el cauce ha tallado en la pura roca y aunque el surco es profundo, parece como si no le importara. Se hunde hacia él y ya aparece la impetuosa corriente y el Charco Azul. Es una pura cascada la corriente del río por este punto. Una pura cascada entallada por completo en los surcos de las rocas y, además, sonora y grande. El río Aguasmulas, a mi parecer, en esta ocasión trae más agua que el Borosa. Incluso creo que le gana al Guadalquivir. Es un río respetable este Aguasmulas sin dejar de mostrar también su perfecta transparencia y el cascabeleo dulce de cascadas inigualables.

Un poco antes de tocar la corriente, se para y desde lo alto de la roca mira en la dirección que baja el río y dice:
- Esa huelga que se ve allá arriba, donde muere el trozo de pista que sigue ella, era de mi hermana.
- ¿Y el camino colaba por el vado de esa huelga?
- No, no. Por ahí lo que colaba era una senda que hicimos nosotros para salir desde el cortijo, pero sólo cuando íbamos con bestias. Si veníamos andando, siempre saltábamos por donde ahora mismo vamos a colar. Y aquello que se ve, era otra huelga también de otra hermana mía.

Aprovecho el momento para ponerme delante. Sigo bajando por la superficie de la rugosa roca tobacea que forma como una rampa y al llegar al filo, salto. La corriente del río, en este punto, se queda encauzada por debajo del pico de la roca que hemos bajado. Y al otro lado lo que hay es también una pequeña plataforma rocosa y es tan perfecta y llana que al saltar, quedas encima de ella. Pero el salto no es pequeño. Metro y medio largo. Salta también el compañero que hoy se interesa por las cosas de y las cosas de estas tierras y ahora nos preparamos para cogerlo a él. Caemos en la cuenta que con sus ochenta y tres años, un salto de esta envergadura, tiene su riego. Le pedimos que se deje ayudar y no quiere.
- Toda mi vida he estado yo saltando solo este escalón. Aunque tuviera los ojos vendados me sabría mover por aquí sin peligro ninguno.
- Pero el hombro y la mano de un amigo a veces es necesaria para andar el camino. Ya no son aquellos tiempos aunque para ti sí lo sean a pesar de los años.

Se apoya en nuestros hombros y en un abrir y cerrar de ojos pasa de una roca a la otra. Ya tenemos la corriente del río cruzada al estilo y modo de aquellos tiempos. Sin necesidad de puente ni camino.
- Ahora sigue tú.
Y él, que no es necesario animarlo para nada, de nuevo se pone al frente. No hay senda y eso lo vemos enseguida. Arremete contra la ladera agarrándose al monte y penetrando por entre su follaje. Una vez más lo miramos y no acabamos de creerlo.
- Pero, por aquí ¿a dónde vamos?
- Yo conozco el terreno y aunque ya veréis que si sube una senda al cortijo, como yo sé por dónde tengo que ir, llegaremos igual, pero adelantando mucho terreno.
- ¿Adelantando terreno cuesta arriba?
- Un serrano como yo siempre sabe lo que se dice y hace.

4.02.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-15

OTRO REPASO A LOS NOMBRES

Cuando ahora, dentro de un rato, nos encontremos en la puerta de este cortijo mío que ya es pura ruina, vas a comprobar que no te engaño. Ya verás cuánto es lo que desde aquel cerrete se divisa. Fíjate un momento. ¿Ves aquello al final de este gran barranco?
- Sí que lo veo.
- Pues eso se llama la Fuente de la Maleza.
- Hace unos años, cuando subí por primera vez al nacimiento del río Aguasmulas, hubo un incendio en esa zona y desde la curva de esta pista yo observé cómo ardía el monte.
- Cerca de esa zona, aquello que se ve donde hace canalizo, que a este lado hay un filete que rojea la piedra, el collado que hay encima se llama Collado de Antón.
- Y los Pardales ¿por dónde quedan?
- De allí para allá. Por donde transpone que se “desapara” el Cinto, de allí para allá son los Pardales. Donde se termina, se llama el Collado de la Basura y por debajo queda el Collado de Linarejos.

- ¿Y la Campana por dónde queda?
- Entre el Calarejo de los Villares y la Piedra del Mulón.
- Por ahí también quedan unos cortijos que yo no conozco, pero que en los mapas los he visto muchas veces y me parece que con nombre falso.
- Por ese lugar, en las partes más altas había un cortijo que nosotros siempre hemos conocido por el cortijo de Juan Dolores. Por debajo queda el cortijo de los Espardones. Yo he conocido a uno que ha vivido allí que se llamaba Emiliano, muy buen amigo mío. El otro cortijo de abajo, lo hicieron unos parientes míos, un primo hermano de mi madre. Se llamaba Antón Chacón.
- ¿Cómo se llamaba el cortijo?
- Todo el mundo lo conocía por allí por el mote que tenía. “El Cortijo de los Pelaos” era como le decíamos. Luego lo compró otro que le decían Cándido, que vivía en el Majal del Pino, en otro cortijo que hay más abajo aún y más arriba de la aldea de las juntas. Eran tres o cuatro casas también.
- ¿Cuál es el que está más cerca de la Campana?
- El cortijo de Cándido es el que está más cerca que, además, es el último que ha vivido allí.

En uno de aquellos cortijos vivían unos que le habían puesto el mote de “Los Tetas”. Aquí, en el poblado vive una nieta de esos, que le dicen Quica. Está casada con uno que se llama Lorenzo. Que por cierto es el hombre que me afeita ahora. Como ya mi mujer no me puede afeitar y yo no veo tampoco, él se ha brindado, porque es amigo mío, a venir a afeitarme. Seguramente esta noche viene. ¿Seguimos con el repaso de los nombres por estos barrancos?
- Seguimos a ver si algo se me queda.
-Pues allí, a este lado de aquello, donde hace canalizo, hay un jorro que hace vallejo que es una garita que le dicen La Soga. Por allí se sube y se baja a las cumbres de las Banderillas y desde las cumbres a estos barrancos, cuando se puede y sino con un ramal.

- ¿Y el Cinto de las Banderillas?
- Observa despacio y verás con qué claridad se ve. A media altura entre las cumbres y la ladera, de un extremo a otro va un cinto. Queda exactamente entre una hilera de piedras por debajo y otra por encima. A eso es a lo que nosotros siempre le hemos llamado El Cinto de las Banderillas. La Banderilla Grande, es esta primera, la otra se llama la Banderilla Chica.
- ¿Entonces son dos banderillas?
- A todo el macizo se le llama Cumbres de las Banderillas y son dos. A este lado, también en lo más alto de la cuerda, yo estoy viendo el Peñón de Piedra Plumera. Es aquello que se ve aquí a la izquierda de la Banderilla.
- ¿Y esta que tenemos cerca?
- Esto se llama las Piedras Colorás. Por donde transpone el camino que se ve blanquear una cosa, aquello se llama el Portillo de las Alegas.

Por debajo se encuentra el Hoyazo, los Tornajos y el Hoyazo. En el agua que brota, mete uno la mano y no la puede tener cinco minutos porque se le queda “encalambriá”.
- Y la Pasá del Durillo ¿por dónde queda?
- Algo más allá y se llamaba así por lo mismo que la Soga, era necesario ayudarse de esta planta para subir hasta la cumbre.

Desde aquel punto se ve con toda claridad donde yo nací, la cueva o mejor dicho, el grandioso palacio de la Cueva del Torno y no del “Toldo” como en algunos libros lo he visto escrito. Las criaturas, hay que ver: pisan cuatro veces algunos caminos y rincones de estas sierras y ya están contando hazañas y escribiendo libros. Luego, así salen las cosas: equivocan los nombres, no los sitúan en su sitio verdadero, ponen caminos donde no hay... En fin, lo que yo he dicho siempre: cada uno es maestro en su mundo y siempre debiéramos tener la humildad suficiente para reconocer lo que ignoramos y el otro sabe.

La Cueva del Torno está en lo hondo, en el mismo río y en el lado de las Banderillas. ¡Qué bonito es también ese rincón! En más de una ocasión yo me imaginaba que surgía de las mismas entrañas de la gran montaña. Que ella era la que me arropaba con el cariño del más querido de sus hijos y que para mí, sólo para mí, había dejado que sus duras rocas se abrieran en forma de morada sencilla. Porque a veces, también creo, que mucha gente cuando oye hablar de cueva, enseguida piensa en pobreza y soledad. Cosa que a mi parecer, están equivocados. La dignidad, belleza y grandeza que puede tener una cueva abierta en las duras rocas de estas montañas, ya quisieran tenerlo muchos palacios construidos por los hombres. Pero en fin, de la Cueva del Torno, si quieres otro día hablamos e incluso podemos ir para que la veas.

Lo que tenemos ahora más cerca son estas rayas que se ven en los filones de rocas por donde pasa la canal del río. Esto le decían el Sestero. Fíjate que rayas traza la piedra por ahí.
- ¿Por qué lo llamabais de esa manera?
- Es que los animales, en los días de calor, era por aquí por donde ellos bajaban a beber. Sesteaban en estas sombras y luego volvían al monte con el fresco. No eran las vacas que bajaban aquí sino las cabras. Las vacas sesteaban donde había mejor terreno. Este rincón si es buena tierra para las cabras.

No se lo digo a porque me parece que no es necesario sacarlo de su convencimiento, pero las rocas que me enseña donde se ven lo que él llama “rayas”, son filones de las placas tectónicas. El río las ha cortado y con toda claridad han quedado a la vista, por completo horizontal. Y sí que son bonitas de verdad. Tanto que más parece un puro capricho de niños que en un juego silencioso hubieran dejado volar su imaginación hasta límites insospechados. Pero claro, toda la suma de estos barrancos, cumbres y laderas, no son otra cosa que eso: un puro capricho de niños graciosos que a lo largo de un mágico día de juego, se hubieran entretenido en modelar fantasías carentes de toda lógica.

En el rellano que la pista tiene, al cruzar este pequeño vallejo, nos paramos, damos la vuelta, nos bajamos y antes de ponernos en machar para bajar al cauce del río y cruzarlo por Los Tobones, le pregunto:
- ¿Cómo se llama este arroyuelo por donde vamos a bajar?
- Esto se llama el Barranco de las Bañas. Y en cuanto lleguemos al río, aunque ya te he dicho el nombre de esta cerrada, te la voy a completar: se llama los Tobones de las Bañas. Que es una piedra desde la que hay que saltar de un lado a otro para cruzar el cauce del río Aguasmulas. ¡Madre mía qué recuerdos tengo yo por aquí y cuantas veces no habré cruzado el río!

4.01.2007

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-14

EL CHARCO AZUL

Aquí debajo de nosotros, en el río, se ve un charco cuyo nombre se parece al cielo cuando está limpio de nubes. El Charco Azul. Mira hacia nuestra derecha y verás el río por lo hondo. Esa cerrada se llama los Tobones y el charco que se ve al comienzo de la cerrada no el azul; ese tiene otro nombre. Se llama el Charco de los Tobones. Fíjate qué nombres más bonitos les ponían los serranos a los ríos y monte que les rodeaban. Por aquel que ya hemos dicho que es el Charco de los Tobones, tenemos que colar andando si queremos subir al Cortijo.

Lleno de interés miro y tampoco me acabo de creer la realidad que ahora mismo entra por mis ojos. El río Aguasmulas se ha cerrado una vez más y ello me indica que este río es casi una pura cerrada desde que nace hasta que muere en el Guadalquivir. Si como me está diciendo tenemos que saltar el cauce por el cañón de la cerrada que ahora mismo estamos alcanzando, ¿dónde está el Cortijo? Desde mi asombro miro por la ladera de enfrente y no veo ningún edificio. Sólo una gran ladera que cae desde el impresionante picón de la que según él es la Piedra del Mulón, mucho monte espeso cubriendo las tierras de la ladera, cortes de rocas, hondonadas más repletas de monte oscuro, cumbres que se alzan buscando las crestas del Banderillas y cortijo o señales de él, no se ven por ningún lado. ¿Dónde está metido el cortijo en que vivió?

De nuevo me vuelve a decir:
- Pues por ahí tenemos que colar.
- ¿Por ahí?
- Sí Señor.
- ¿Y dónde está el cortijo?
- Míralo. Asoma un poco por entre los pinos de lo alto del monte como si estuviera acechando a ver quien pasa por este camino. Ahora es cuando puedes observa que el cortijo queda por completo frente a las Banderillas. Desde dentro mismo del cortijo, con sólo ponerse en la puerta, ya las estábamos viendo. ¡Qué espectáculo más hermoso cuando la gran cumbre se vestía de nieve! ¡Qué amaneceres, qué días y qué atardeceres yo tengo vividos desde la misma puerta de mi cortijo! En más de una ocasión me parecía que con sólo a largar mi mano, podía tocar las rocas blancas de esa eterna y silenciosa cumbre de las Banderillas. ¡Qué días aquellos de mi juventud en este cortijo mío tan cerca del infinito y tan perfumado siempre de romeros y bujes!

CUEVA DEL TORNO, RÍO AGUASMULAS-13

POR LAS JUNTAS DEL ROYOLHOMBRE

Esto son las Junta del arroyo del Hombre. Luego te contaré una historia que yo le he oído muchas veces a mis mayores. Por las mismas juntas pasaba el camino que hasta aquí sube, como te he dicho, por aquel lado del río. Justo en este punto lo cruza, se viene al lado contrario y sube arroyo arriba durante un buen trecho. Luego se divide y un ramal sigue, hacia la izquierda en busca de las Canalejas y el otro vuelve otra vez hacia el lado del río, dejando a la derecha este monte que vemos enfrente y se encuentra con la pista cuando ésta ya da al barranco de la Fresnedilla. Te lo explico con más detalle. En las Juntas del arroyo del Hombre, el camino se convierte en tres. El que baja por el río hasta la aldea de las juntas, el que sube por el arroyo del Hombre y llega hasta la Fresnedilla y el que se tira monte arriba pasando por el lado del abajo de la Piedra del Mulón y arriba, en todo lo alto se vuelve a dividir.

El ramal de la izquierda sube hasta la misma cumbre del Alto de la Campana y desde allí sigue hacia la caseta forestal de los Pardales y al Collado del Roblehondo donde de nuevo se divide en el que sube, que es el Tranco del Perro y en el que baja, que es el que lleva a los Villares. El ramal de la derecha, va en busca del cortijo de la Campana y desde allí vuelve para atrás. Se divide otra vez en dos. Un ramal baja paralelo al arroyo de la Campana en busca de la aldea de las juntas y otro ramal se va derecho al cortijo de la Presa, cruza el arroyo de Aguarrocín y se deja caer al poblado y estos que te acabo de explicar son los caminos antiguos que siempre usábamos por aquí y que nos servían para ir de un cortijo a otro. No hay más caminos por estos barrancos excepto las pistas y ajorros que los de la administración han hecho ahora después.

En las juntas del arroyo del Hombre también había unas huelgas muy buenas. Y si algún día tienes el capricho de meterte por aquí, ya verás como siguiendo este cauce arriba te encontrarás con varias casas. El cortijo del tío Ratón la primera y luego el cortijo de Cubero, un sitio precioso donde hubo cinco o seis casas. Si desde aquel punto nos venimos un poco para la derecha buscando la cuerda de las Banderillas, nos encontramos con el cortijo del Recó y la Cueva del Nacimiento del río Aguasmulas.

Sigue con su explicación y ahora me aclara que:
- Esto son las Caracolas de las Juntas. A eso le dicen las Caracolas. De aquí para arriba había unas huelgas, que ya no se notan, que se llamaban las huelgas del Estrellón. Entonces, un paraíso toda la orilla de este río, ahora, ya lo estás viendo: muchos pinos, algunas carrascas y un espeso matorral. A la izquierda nos va quedando un rincón que se llama Hoyica de los Almagreos, porque hay almagre. En la punta de arriba de este vallejo que yo la he labrado muchas veces. El almagre se usaba para marcar las ovejas. Y ahí, en el estrecho ese que se ve verdeguear, eso se llama el Puente de los Borregos. Es otra de las muchas cerradas del río Aguasmulas con un buen charco. Por ahí se colaba aprovechando el puente que había. Ahora vamos llegando a unos pedazos que le decían los Piazos del tío Montoya. Quedan por debajo de la pista y los regaban con el agua del río. En aquel lado del río, ya mismo veremos un peñón, tú lo verás que yo ya no lo veo, que es donde vivía el tío Montoya. Estaba sordo y vivió ahí durante mucho tiempo. No en una cueva sino en una casa pequeña. Algo más arriba ya vemos el Vallejo de la Fuente de las Ranchales. Ya estamos dando vista al Cortijo, nos queda bastante cerca.