2.13.2008

Segura de la Sierra - 1

Desde Segura de la Sierra, el pueblo de la Cumbre


INDICE

1 ‑ De cuando esto era un país
2 ‑ El encuentro
3 ‑ Primeras preguntas
4 ‑ Las gallinas
5 ‑ Trujala
6 ‑ Por la calle de Las Pesas
7 ‑ Huelga Utrera
8 ‑ Los Jesuitas
9 ‑ Por los Baños del Moro
10 ‑ La sequía
11 ‑ Plano de la Escuela Taller
12 ‑ El aceite
13 ‑ Calle del Altozano
14 ‑ Por donde huele a pan
15 – Un trozo de aquellos tiempos
16 ‑ Buscando la Toba
17 ‑ Por la Toba
18 ‑ Donde se cuece el pan
19 ‑ Del horno para arriba
20 ‑ Sierras del Agua
* II, III, IV, V, VI.
21 ‑ Jorge Manrique
22 ‑ Calle Higuericas
23 ‑ El Ojuelo
24 ‑ Catorce hermanos
25 ‑ La cumbre del Yelmo
26 El Robledo y los grillos
27 ‑ El cardo Azul
28 ‑ Los cuervos
29 ‑ Las torres del valle
30 ‑ La torre del tesoro
31 ‑ La carta
32 ‑ Segura silenciosa
33 ‑ Plantas rupícolas.
* Culantrillo menor
* Doradilla
* Ombligo de venus
* Beleño Blanco
34 - Torre del Agua
35 ‑ Los Moralejos
36 ‑ El árbol en peligro
37 ‑ Los de la tele
38 - Camino de regresa.
39 ‑ El Castillo
40 - Y la despedida
41 - El pueblo de la cumbre



Amarte a Ti, Señor,
en todas las cosas
y a todas en Ti.

DE CUANDO ESTO ERA UN PAIS ‑1

Te pusiste a buscar el otro día de qué manera podrías explicar las cosas, casas, calles y silencios de esta villa, mientras pensabas en el fin que tanto quieres y te duele y buscando la manera sencilla y exacta de recorrer la senda para hablar de los montes, ríos, caminos y caminantes y sin más, te pusiste a leer por aquí y por allá.

Y aunque de siempre habías creído que este pueblo no era otra cosa de lo que a primera vista parece: un pueblo más entre los muchos que forman el conjunto de los pueblos de la Sierra de Segura, en un libro viejo encontraste unos escritos antiguos y te entró la curiosidad de ver qué se decía y allí, hace casi doscientos años, se dijo que:

“SEGURA DE LA SIERRA está situada en la falda occidental de un alto cerro sobre cuya cima descuella un fuerte y antiguo castillo; como su altura sobre el nivel de mar es muy considerable, sufre la acción de todos los vientos: su CLIMA es sano y las enfermedades más comunes anginas, catarros y pleuresías.

Tiene sobre 200 CASAS pequeñas y mal construidas, que se distribuyen en calles incómodas por efecto de su posición, y solo hay llano un pequeño sitio que llaman Plaza, en la que hay una magnífica fuente edificada en 1.511; hay casa para la municipalidad y cárcel, una antigua casa de jesuitas medio arruinada; 2 escuelas, una para niños dotada con 1.460 rs. y asistida por unos 40; y otra de niñas á la que concurren 12, que pagan á la maestra una retribucion convencional; una iglesia parr. reedificada en 1815 por el Srmo. Sr. Infante D. Francisco de Paula Antonio, á quien pertenecía la encomienda de esta misma v. y la de su part. ecl., la cual es de una sola nave bastante espaciosa; está dedicada á María Santísima del Collado, dependiendo de ella los 2 anejos de Pontones y Beas de Segura, los cuales tienen pila bautismal: la sirve el vicario a cuyo cargo esta anejo el del cura párroco, cuya vacante se provee por el Tribunal Especial de las Ordenes Militares, por ser esta de la de Santiago, y un teniente, con 2 eclesiásticos, mas un sacristan mayor organista y otro menor; existen por último otras 2 fuentes en la pobl. siendo de ellas la mas notable la nombrada del Baño.

La fortificacion que en otro tiempo tuvo esta v. fue respetable; asi lo acreditan los restos de su sólida muralla y su casi inexpugnable cast. no menos que las vetustas torres de vigia que en direcciones diferentes se encuentran. Confina su TERM. por N. con Horcera y r. Guadalimar; E. Santiago de la Espada; S. Hornos y O. Beas y Puerta: aunque su extension hoy es reducida fue muy dilatada en otros tiempos, en que eran sus ald. casi todos los pueblos que hoy forma su part. pero á medida que aquellos se fueron erigiendo en v., fue adquiriendo cada uno su térm. y jurisd. separad, aminorando de este modo el de Segura: hay dentro de su jurisd. muchas cortijadas, entre las que son principales, la de Catena, la llamada Nueva y la de Gutamarta: tambien tiene una deh. y una llanura de este nombre que contiene varias cortijadas, cuyos vecindario se compone de 40 vec. No muy lejos de la pobl. levanta erguida su cab. el célebre cerro del Yelmo, nombrado asi por la semejanza que tiene con un yelmo, el cual domina á todos los demas y en cuya cúspide se descubre restos de ant. edificicacion.

En su térm. se encuentran asi mismo buenos montes poblados de pinos y otras maderas que sirven para la construccion civil y náutica. Tres son los r. mas principales que nacen dentro de este térm.: el Trujala, Hornos y Madera: todos ellos fertilizan sus tierras y mueven algunos molinos y batanes, llevando el primero y segundo su caudal al r. Guadalimar en donde esta el embarcadero para conducir las maderas, y el otro la deposita en el r. Segura en los térm. de Santiago de la Espada y Pontones: tambien tienen su origen innumerables arroyos que seria dificil determinar su nacimiento y curso; pero entre ellos los que tienen mas significacion son los nombrados Millan, Elena, Miguel Sancho, Borracho, Catena, Arroyo Frio y Zumeta. El TERRENO es por lo general quebrado y montuoso, sin embargo de lo cual tienen algunas llanuras fértiles, tales como la ya nombrada de Gutamarta, que es de buena calidad, de riego casi todas sus tierras y plantada de olivos.

Los CAMINOS son todos de sierra, ásperos y en muy mal estado, habiendo necesidad de arreglarlos, siempre que es necesario conducir las maderas al embarcadero de Horcera para su navegacion por el r. Guadalimar. La CORRESPONDENCIA la recibe por un baligero que la conduce de la adm. de Infantes, todos los viernes por la noche, saliendo al dia siguiente por la mañana. PRD. : trigo, cebada, avena, centeno, mucho maiz, escaña, judias, patatas, vino, aceite, muy buenas frutas, escelentes pastos y legumbres; cria ganado vacuno, lanar, cabrio, de cerda, mular, caballar y asnal, el cual constituye su principal riqueza; caza menor y muchos lobos, zorras, jabalies, venablos y corzos, y pesca de peces delicados y de esquisitas truchas. IND. : la mayor parte de las vec. se dedican á la agricultura y ganaderia: sin embargo de esto, hay en la pobl. y cortijadas de 20 á 30 telares de lana, y lienzo de lino y cáñamo, 3 molinos harineros, un batan y una almazara; algunos vec. se dedican á cortar madera y otros á estraerlas. COMERCIO: una tienda de escasos comestibles. POBL. 634 vec., 2,474 alm. El PRESUPUESTO MUNICIPAL asciende á unos 17,000 rs. que se cumbren con los fondos de propios y lo que falta por reparto vecinal.

HISTORIA. Se equivocaron los redactores del Diccionario de Barcelona diciendo que, los antiguos llamaron a esta v. CASTRUM ALTUM; al menos no consta. Es sin embargo pobl. ant. y suena como importante en la historia de la dominacion musulmana con el nombre arabizado Schakura. En 748 se apoderó de ella el ciego Abul‑aswad, primogénito de Yusuf, habiendo conseguido fugarse de la prision en que lo tenian en Córdoba. Despues de la derrota que sufrió este el 24 de septiembre de 748 salvándose como pudo en el Algarbe, su hermano Kasem se guareció en Segura, de donde hubo de salir tambien pronto y aunque el valeroso Hafila se esforzó en sostener la guerra contra el emir en este pais, sucumbió por fin y volvió á Segura la obediencia de Córdoba. En 1.091 se apoderó de ella Schyr, caudillo de los almoravides y la dejó guarnecida de sus tropas.

Creándose el emirato independiente de Murcia por el rompimiento de la unidad musulmana, Segura vino a ser una de las fort. mas importantes de aquel nuevo estado, y ella misma encabezaba varias dependencias considerables. En 1.147 era su gobernador, aunque se hallaba de nail en Valencia Ebn hamsck, yerno del Ghazami que fue proclamado por los valencianos y murcianos. Ebn Hamsek habiendo obtenido el waliato de Murcia en el mismo año, colocó de gobernador en Segura al caudillo Ebn Suar. En 1.171 Ibrahim hijo de Hamsek retirándose de Murcia cuya c. gobernaba, se declaró independiente en Segura, armándose contra su emir Ebn Sad, y fortificó los cast. de su dependecias; pero fue reducido.

Los grandes disturbios que por cada día se agravaron entre los musulmanes facilitando los progresos de los cristianos, llegaron á dar ocasión á que Segura pasase al poder de estos. Hay quien fecha su conquista por el rey de Castilla en 1.200. Este rey la concedió á la orden de Santiago y fue una de las mejores encomiendas. Nada ofrece sin embargo digno de especial mención desde aquel tiempo hasta la historia moderna. En 1.810 su civismo privado contra la injusta agresión que trabajaba la Península, dio lugar á que los franceses la quemasen casi toda. Se duda si es patria del distinguido escritor prelado D. Martin Pérez de Ayala, muerto en Onteniente año 1.566.

SEGURA DE LA SIERRA: part. jud. de entrada en la prov. de Jaen, aud. terr. y c. g. de Granada; se compone de 12 v. que forman otros ayunt. y varias ald., cortijos y dependencias.

TERRITORIO. El terreno es quebrado y sus montes ásperos y elevados; todas las montañas de este pais estan enlazadas con las de Alcaraz, Yeste, Huescar y Cazorla; se hallan colocadas en todas direcciones, siendo las principales Oruña, Calderon, Calar del Mundo, Almorchón, Banderillas, Risco, Calar de las Palomas, Peña Corva, la Cumbre, Caballo de Juan Perrera, Peña Mujo, Poyo Segura, Calar de María Aznar, Peñolta, Solana, Peña Rubia, Calar de los Peones, el Yelmo, Collado Serrano, Yedra, Pinarejo, Quebrada y Barrancos. El Calar del Mundo, el Yelmo y Almorchón se distinguen desde la Mancha á muchas leg. de dist., y las Banderillas desde cerca de Jaen; tiene todo ó su mayor parte puertos y gargantas que facilitan su paso. Pocos paises habrá tan ricos en pro. vegetales; por sus altas sierras y profundos valles se ven árboles, arbustos y plantas de muchos climas y exposiciones; se cría con abundancia el pino rodeno, el carrasco, el negral, el salgareño y el doncel, el fresno, el roble, la encina, el chaparro, el avellano, el álamo, el plátano, la maraña, el olmo, el serval, la sabina, el durillo, el espejón, el acebo, el tejo, el aliso, el alcornoque, la cornicabra y otra infinidad de especies que sería prolijo enumerar, sacándose muchas y muy buenas maderas de construccion parte de las cuales se conducen a Sevilla por el Guadalquivir, y la Mancha, no siendo menos abundantes las de carboneo, que solo se benefician para las fraguas del par.

Las rocas de este hermoso par. son calizas; se encuentran en ellas brillantes cristalizaciones, cuevas con estalactitas de un mérito singular; el hierro se halla bajo diferentes formas, y el plomo ordinariamente bajo la de sulfuro; el cobre se presenta en algunas partes en estado nativo, y en muchos en el de carbonato; las piritas cobrizas y ferruginosas son muy abundantes y el lignito de superior calidad, no deja también de serlo. En épocas no muy remotas se denunciaron varios criaderos y se practicaron en ellos algunos trabajos mineros, que fueron abandonados. Solo se ha levantado, casi en ángulo que forma Agua‑mula con el Guadalquivir al entrar en él, una hermosa fáb. de hierro conocida con el nombre del Amparo, que en el dia tiene suspendidos sus trabajos.

CAÑADAS Y VALLES. Innumerables son las de esta dilatada comarca; pero todas de corta extension, si se eceptua las vegas Siles, Benatae, Ornos, Puerta, Santiago de la Espada, Valle de Segura y Cañada‑hermosa. Los terrenos en su mayor parte son calizos y ciliceos, aunque los hay también arcillosos. Estas diferentes tierras, combinadas en distintas proporciones y beneficiadas continuamente con los despojos vegetales y animales, que desde las laderas de los montes son arrastrados por la lluvia á las hondonadas, producirian mucho teniendo mejor cultivo; las de las laderas, por flojas, solo pueden criar centeno.

RIOS Y ARROYOS. Tres son los principales r. de este part.: el Guadalquivir, el Segura y el Guadalimar. El primero entra en él por el sitio de la Torre de Vinagre, y aumenta desde luego sus aguas con los de arroyos y rios de la Torre de Vinagre, Borosa, Aguamula, Bujaraiza y Ornos; sigue la direccion E. hasta que replegándose a la izq. cerca de Bujaraiza, forma un semicírculo y se dirige al O. para salir del part. por el sitio de Tramo, dejando antes dos vados, uno en el cortijo del Rios y otro cerca de Bujaraiza.

Fertiliza poca tierra y cria truchas y algunos otros peces. El r. Segura nace en térm. de la v. de Pontones, en la falda de un elevado y áspero monte; su direccion es de O. á E. hasta salir del part. por Parolis y entrar en Yeste; sus afluentes son: Masegosa que principia á formarse al pie de la sierra de la Cumbre en el prado de las Zanjas trm. de Ornos; el r. Madera que nace en los prados de la Mesta trm. de Segura, recibiendo las aguas de los arroyos Canales, Maguillo, Tormo y Espinares; el arroyo de las Casicas de Rios Segura, que tiene origen en la cortijada del mismo nombre; el arroyo Cubero, que sale de la raiz de la peña de los Aguijones; el arroyo Frio, que nace en el Calar del Cobo trm. de Segura; el Zumeta, que sale en Prado Muso, recibiendo las aguas de los arroyos Bachiller, las Fuentes y el Peral, Frio Muso, Tobos, Royo Sebastián, Marchena, todos los impulsan muchos molinos harineros y fertilizan bastantes fan. de tierra.

El Segura antes de entrar en el part. de Yeste corre por solos los térm. de Pontones y de Santiago de la Espada, dejando á su der. estas dos pobl.; tiene un puente de mamposteria cerca de la cuesta de Despierna Caballos, que en el dia está inutilizado; otro de madera mas abajo de las Casicas del Rio Segura, y otro de igual clase en frente de Miller.

El Guadalimar nace bajo la peña del Cambron, térm. de Siles; se dirige al O. NO.; sigue casi constantemente esta dirección hasta salir del part. para entrar en el de Villacarrillo; durante su curso recibe las aguas del r. Siles que sale del Poyo de los Alamos, térm. de la v. del mismo nombre, despues de fertilizar sobre 450 fan.de tierra; el Onsaren, que nace en el puerto de Villarrodrigo; el Trujala, que se forma de varias fuentes que se desprenden de la deh. Carniceria y del Yelmo grande, térm. de Segura, el cual tiene tres puentes y fertiliza sobre 400 fan. de tierra, plantada en su mayor parte del frutales, olivos y viña, recibiendo en su marcha las aguas del arroyo Ornos, que riega unas 300 fan. de tierra, y el Linarejos, que se forma en la cuesta del Rey, térm. de Siles. Multitud de fuentes brotan tambien en este part., algunas de ellas muy abundantes, cuya minuciosa relacion omitimos por no parecer sobradamente difusos.

CAMINOS. Ademas de los locales hay dos de herradura que conducen á la Loma de Úbeda y cond. de San Estéban desde algunos pueblos de la prov. de Alicante, Murcia y Valencia; el primero pasa por la Puerta, y el segundo va por Santiago de la Espada y Beas. Todos los pueblos del part. Tienen posadas, que aunque pequeñas, llenan del objeto, encontrándose ademas dos vetas: la de Paules y la de la Vega de Ornos.

INDUSTRIA Y COMERCIO. La principal industria es la agricultura y ganaderia, sin que se desatiendan las artes mas necesarias. Hay telares de lienzos caseros, varios molinos de aceite y harineros, y otros artefactos. Se esportan maderas, carnes, pieles, lanas, cereales y alguna seda en rama, y se importan telas de seda y de algodon, sederia, vino, aguardiente, aceite, arroz, cáñamo, lino, esparto y algunos otros artículos. No hay ferias propiamente dichas, ni mercados; pero en las fiestas principales de los pueblos concurren forasteros con mercancias de las que consumen sus habitantes.

ESTADISTICA CRIMINAL. Los acusados en este pat. jud. en el año 1.843
fueron 52, de los que 6 resultaron absueltos de la instancia, libremente 1, penados presentes 43, contumaces 2, reincidentes en el mismo delito 2, en otro diferente 8 con el intérvalo de 2 meses á 7 años; de los procesados 6 contaban de 40 á 20 años, 36 de 20 á 40, y 8 de 40 en adelante; 50 eran hombres y 2 mujeres; solteros 14 y 36 casados; sabían leer y escribir 47; ejercian ciencias ó artes liberales 3 y artes mecánicas 47; de 2 acusados se ignoraba la edad, el estado y el ejercicio, y de 35 la instruccion.


EL ENCUENTRO ‑ 2

Y ahora, casi doscientos años después de que se dijese lo que se dijo del pueblo y su comarca, te encuentras, en el mismo centro de la población y te ocurren dos cosas: tienes algo importante de qué hablar que se relaciona contigo y la pequeña tristeza que en estos momentos hay en tu alma pero que no vas a decir de ello ni de ella una sola palabra porque no viene al caso y el segundo asunto es que ni siquiera sabes qué haces en estos momentos.

Está ahora en el centro del pueblo y no es porque hayas venido ni a conocerlo ni a recorrerlo ni a saber más de él y es verdad que esto también forma parte del gran mundo serrano donde el cielo es azul y las nubes saltan de montaña en montaña. Si no, prueba: sólo tienes que abrir la ventana y frente, en la calle, las casas clavadas sobre la ladera y en lo alto el castillo silencioso gritando hermosura. En primer plano, que son diez metros, la gran fuente de piedra que ya conoces por lo que de ella se dijo hace tanto tiempo y que aún sigue aquí: construida en la misma pared también de piedra y a pesar de la sequía, con su chorrillo de agua fresca. Junto a ella una farola, el pequeño árbol, algo más arriba, tres casas de paredes blancas y tejados rojos y cien metros “allá lantico”, las rocas, los pinos un poco amarillos y la muralla del castillo.

Son las cinco de la tarde y como el sol cae de lleno sobre la ladera, da la impresión que la luz surgiera del mismo color blanco de la cal que cubre las paredes de las casas. “Allá lantones”, por donde se acaba la montaña y un poco después el castillo, se alza el cielo teñido de azul brillante y el viento mueve tantos las ramas del pequeño árbol de la fuente como las copas de los pinos. No se oye nada más que el silencio y hasta parece que nadie habita en el pueblo. Esto es lo que parece pero sabes que sí vive gente en la villa que tan lejos tiene sus raíces y que aún sigue aplastada, extrañamente remontada en lo alto de la cumbre.

Sabes también que en esta época del año y a estas horas del día, los pocos que aún viven aquí, se refugian en sus casas como si pacientes esperaran a que el sol se vaya y la tarde termine de caer. Quizá luego a esas horas sí salgan de sus casas y entonces se les vea ir y venir por algunas de estas, ahora, desiertas y silenciosas calles.

Pensabas que esto harían los que todavía viven en el puñado de casas del pueblo y en tu interior estabas proyectando lo que realmente ibas a hacer tú. Porque, cuando ya la tarde terminó de caer, saliste de la casa y te fuiste a dar una vuelta por la calle y lo primero que observaste es que todas las calles del pueblo parecen que fueran de piedra viva y como si se empinaran para subir por la ladera, al revés de lo que son en otros sitios donde las calles pasan y desde ellas tú vas a las casas, aquí las calles no pasan; cada calle va a cada casa, siempre subiendo escalones, porque a parte de ir a cada vivienda, las calles del pueblo no van a ningún otro sitio porque no tienen espacio y por eso son personales y con raíz propia.

Subiste por la calle del Portillo de la Iglesia que aún sigue llamándose Santa María del Collado y recorriendo el mirador del trocito de carretera, llegaste a la entrada. Donde según sales del pueblo, a la derecha queda el gran edificio de piedra, antiguo colegio de la Compañía de Jesús aunque por aquí al parecer no lo tienen muy claro y hoy el Ayuntamiento. Giraste un poco a la izquierda y te encontraste con lo que aquí llaman punto de información y que es un espacio habilitado en el muro, gran edificio de piedra y montado por los de la Escuela Taller.

En el lugar te dan algunas fotocopias de un plano del pueblo, un folletico con fotos en color también del pueblo, hecho por la Junta de Andalucía, Diputación y Ayuntamiento, otro plano grande con algunas posibles rutas por el término, horarios de misas en el pueblo y aldeas y algunos papeles de la Junta de Andalucía.
‑ ¿Y cómo se encuentra de turismo la población este año?
Le pregunta a las dos zagalas, mozuelas ya que hoy atienden en el punto de información.
‑ Yo me llamo Paqui Gil y ella Yolanda Guirado y somos alumnas de la Escuela Taller y de turismo, este año estamos mal. Parece ser que la gente no tiene dinero. Al menos por aquí vienen pocos turistas y los que aparecen siempre van de paso.

Lo sientes y se lo dices. Te acercas a las estanterías del fondo y ves que ahí, en pequeños botes de cristal, tienen envasados trozos de sierras en forma de perfume.
‑ ¿Son aromas de espliego?
Les preguntas recordando que en otros tiempos, Domingo el que vive en la carretera frente a la iglesia, sí vendía este perfume.
‑ Todo el mundo nos pregunta por lo mismo pero no tenemos. Lo que ves en los botes son pedacicos de algunas de las plantas aromáticas que se dan en nuestros montes. Domingo ya dejó de sacar perfume.
‑ ¿Por qué?
‑ Toda su vida se ha dedicado a ello pero en cuanto le empezaron a pagar la pensión dijo que no quería trabajar más aunque se perdiera una hermosa tradición. ¿Usted sabe cómo se elaboraba la esencia de espliego?
- Algo me contaron pero nunca lo vi. ¿Vosotras sí lo sabéis?
- A nosotras nos lo han dicho nuestros padres pero también está muy bien explicado en el libro de Lola Saurdíaz. En el capítulo dedicado a los oficios y trabajos en estas sierras, ella dice que: “En septiembre se procedía a la recogida del espliego, ya bien maduro y oloroso, que se iba segando y se precedía mediante destilación en calderas a su obtención. Se hacía en la cercanía de un curso de agua, debido a la gran cantidad que requería. La esencia recogida, muy perfumada, se vendía al exterior, en donde era filtrada y empleada en industrias tanto españolas como extrajeras. Su producción se ha venido haciendo de manera usual hasta los años noventa, fecha en la que se produjo una caída en su cotización y demanda, que ha dado al traste por el momento, con esta producción tradicional”.

‑ ¿Y qué más vendéis?
‑ Vendemos estas gorras que valen 500 ptas. ¡Cómpranos una!
Y te lo pedían con tanto interés que en fondo estaban diciendo que vender una gorra era algo importante para ellas. Como un logro personal. Por eso dentro sentiste como un poco de pena pero no era eso. Sentiste como que faltaba mucha gente; muchos turistas en fila unos detrás de otros hambrientos de conocer tanto a esta villa como a sus montes y por supuesto, comprando gorras y lo que fuera necesario.

Simplemente esto las animaría y hasta se sentirían felices si vendieran no una sino veinte gorras en una tarde. Total para los turistas 500 ptas. no es dinero y para ellas seguro que es un capital. Sentiste que faltaba esto y otras cosas a pesar de lo hermoso y agradable tanto del rincón con su punto de información como de las jóvenes, su pueblo, el sol silenciosamente cayendo sobre las casas, las laderas que lo sostienen y el macizo del pico Yelmo saludando desde enfrente. Y, además, en este momento, sentiste con más fuerza la soledad durmiendo en cualquiera de las calles escalonadas del pueblo de piedra. Les preguntas cuántos son los que ahora forman la Escuela Taller y orgullosas y llenas de gozo, responden:
‑ Somos treinta.
‑ Luego os voy a comprar una gorra.
‑ ¡Vale!
Dijeron ellas y saliste fuera.

En tu interior te decías que sí, que ibas a volver y si te acordabas, comprarías una gorra. Ahora ya caminabas como de vuelta y antes de llegar al rincón de la fuente, sobre la pared que hace de muro, de balcón, de asientos y algo de jardín y que al mismo tiempo sujeta la carretera para que surque por la ladera y atraviese el pueblo, saludas al grupo de hombres mayores. No les preguntas qué hacen porque ya lo estas viendo con tus propios ojos. Toman el sol aunque el sol caliente a estas horas de la tarde y al mismo tiempo aprovechan el poco aire fresco que desde el valle, el de los tonos rojos y lleno de hileras de olivos por donde Corre el Guadalimar y el Trujala, sube.

A esta cuadrilla de hombres mayores no les preguntas qué hacen porque se ven que se dedican a lo mismo que tantas otras cuadrillas en muchos pueblos y aldeas de esta comarca: a sentirse jubilados, matar el tiempo en la plaza de cada pueblo, observar quién pasa, quién llega, quién entra y quién sale; comentar lo malo que estaban los tiempos aquellos cuando nadie cobraba una pensión y lo bien que viven ellos ahora, cada uno con su pensión, aunque pequeña pero que cobran al final de cada mes. Y además de esto, si les preguntas qué otra cosa hacen te dirán que aburrirse. Pero sabes y ellos también que en aquellos tiempos no estarían aquí perdiendo la tarde en la plaza del pueblo.

Cada uno andaría ocupado en regar la huerta, en labrar las tierras, en cuidar a los animales, en echar una mano en las labores del campo para cuando llegara el duro invierno; en fin, en mil trabajos por el cortijillo o por las tierras de la vega pero ocupados en tareas útiles aunque estuvieran jubilados. Y sabes también porque lo dicen los médicos, que el estar ocupados, tener algo que hacer en la vida, es bueno para la salud del alma y del cuerpo.

PRIMERAS PREGUNTA ‑ 3

Por esto no les preguntas qué hacen pero sí les interpelas por el tiempo, tema favorito de todos y del que saben mucho.
- “A la paz de Dios”
- Venga usted con Él.
‑ ¿Cuándo va llover?
‑ Ojalá lloviera este año y como en aquellos tiempos.
‑ ¿Cómo llovía en aquellos tiempos?
‑ ¿Usted ve el Yelmo?
‑ Lo tengo tan ahí mismo que hasta creo que puedo tocar su cumbre con mi mano si lo intento.
‑ Desde que mi madre me trajo al mundo, todos los años lo he visto yo cubierto por la nieve. Hasta dos metros bastante veces. Ahora lleva más de tres que escasamente se tapa, algún día a lo largo del invierno, con una capilla de nada.
- ¿Y qué pasa?
- El refrán lo dice: “Viento descuernacabras, quita nieve y quita agua”
- Ni lo oí antes ni sé que significa.
- Pues que cuando el viento viene de nordeste, nunca trae agua.
- Estamos en el mes de agosto. Alguno de estas tierras me ha dicho que es el momento de hacer las cabañuelas. ¿Es cierto?
- Con las cabañuelas de agosto, siempre fuimos capaces de averiguar, el tiempo que hará a lo largo del año.
- ¿Y cómo se hace esa predicción?
- Se fija uno en el tiempo que hace los doce primeros días del mes, que son las cabañuelas y luego vienen las retornas, que es lo mismo pero al revés. Unas y otras corresponden, según una serie de claves, con el tiempo que hará en los doce meses del año venidero.

Este sistema es tan antiguo que incluso algunos dicen que viene de la época de los persas. Pero en estas sierras también hay quien lo predice por las cabañuelas de enero. Y entonces son las nieblas y escarchas, en vez de las nubes y las lluvias, las que señalan el tiempo. Alguno afirman que lo pueden predecir por la observación de la luna, aviso de insectos y pájaros. En estos saberes los pastores nos ganan porque son los que más horas pasan contemplando lo que ocurre en el cielo. Hay quien dice que: “Si el Yelmo tiene montera, llueve aunque Dios no lo quiera”.

Al oír la frase enseguida exclamas:
- Me es familiar.
- ¿De qué?
- En Cazorla, también se dice que: “Si el Gilillo tiene montera, llueve aunque Dios no lo quiera”. Y lo mismo ocurre con el macizo montañoso de Mágina, en Úbeda y otros pueblos de la Loma. “Si el Aznaitín tiene montera, llueve aunque Dios no lo quiera”. En Siles, el pueblo vecino, también se dice que: “Cuando la Peña del Cambrón tiene toca, o va a llover o es que está loca”. “Cuando el Calar del Mundo tiene gotera, llueve aunque Dios no lo quiera”. “Cuando la Piedra Peñalta tiene montera, lloverá quiera Dios o no quiera”. Pero claro, también creo que a pesar de la repetición, el método y su ciencia puede ser perfectamente válido.
- Puede serlo. Y volviendo al principio, según los fenómenos que ahora en agosto estamos observando en el clima, el próximo año sí va a ser de lluvias abundantes. Nevará bastante y lloverá como hacía mucho que no llovía.
-¿Eso quién los dice?
- Los “Astrágalos”. Personas que observan el clima y entiende de él.
- Es decir: meteorólogos aficionados.
- Sí señor.
- ¿Se llenarán los pantanos?
- Se llenarán.

‑ Y la juventud ¿dónde está?
‑ Ya no hay juventud. Somos ahora aquí unas cuatrocientos personas y de ellos, la mitad, como nosotros: viejos. La juventud tiene que marcharse del pueblo porque no encuentra trabajo ninguno. Yo por ejemplo tengo seis hijos y ninguno vive aquí ahora conmigo. Dos se fueron a Madrid, otros dos a Barcelona, uno a Mataró y el quinto vive en Alemania.
‑ Pero volverán alguna vez.
‑ Mas bien poco y ellos ya ni quieren estar ni se sienten de aquí.

- Dicen que lo más temible del mundo es el hombre que se aburre.
- ¿A qué viene eso ahora?
- Como os veo aquí tan solos, sin nada qué hacer.
- Claro, tú también eres de los que piensas que nosotros somos los de la “tercera edad”, los de la “edad de oro”, los de la “segunda juventud” y otras cursilerías similares. Es lo que desde hace algunos años por muchos sitios repite un montón de gente.
- De todos modos, yo os envidio. Siempre, desde que tuve contacto con estos terrenos, os envidié.
- ¿Y a qué se debe esa envidia? Si se puede saber.
- Porque vuestros ojos, pueden ver todos los días estos paisajes y los míos no.
- En eso sí que tienes razón.

Además de estas realidades te dijeron que en otros tiempos, por las laderas y barrancos de las sierras se sembraban “esplegueras”, que luego segaban para sacar la esencia de su flor. Aceite esencial, el perfume de espliego que hace un rato le querías comprar a Paqui y Yolanda.

‑ Ahora ya nadie destila espliego. .
‑ Sin embargo, el pueblo es hermoso, aquí en el centro de sierras tan bellas, casi en la cumbre del cerro, su castillo de piedra y recién restaurado, coronándolo, el silencio que se respira, la gran visión sobre el amplio valle y en cualquiera de las direcciones que mires, el Yelmo tan altivo y único y sobre todo, el silencio. Tenéis vosotros lo que todos consideran como el mayor tesoro del mundo: campo y aire puro. ¿No estáis satisfechos?
‑ Es que todo ello, aún siendo verdad, en el fondo a los que tenemos que vivir aquí todos los días del año, no nos sirve de mucho. Mas bien no llega a cansar. Si al menos ello nos dejara algún dinero en forma de turismo, porque viniera mucho pero ni eso tenemos.

LAS GALLINAS ‑ 4

Como no sabes de qué otras cosa hablar con ellos, te dispones para despedirlos pensando que aunque es verdad eso de la belleza, el silencio, el aire fresco y la visión sobre el valle, también es cierto la realidad que sienten.

En estos momentos, en la vivienda de abajo, la que tiene su entrada por la calle de Las Pesas y el portón verde que da al patio con leña y la casa construida encima, a la derecha subiendo de la iglesia a la carretera, se forma el escándalo.

Por la puerta sale la mujer mayor y al entrar al corral donde picotean las gallinas y los gallos, se lía la escandalera. Las gallinas cacarean alegres y los gallos cantan como si se tratara de anunciar el nuevo día. Al oírlo tú, que estás aquí mismo, en los primeros escalones de la calle del Portillo que es la que baja a la iglesia, te quedas extrañado. Esto es nuevo para ti y por eso miras interesado y despacio observas durante un rato. Luego te vuelves y le preguntas a los mayores del pueblo que toman el sol y el fresco de la tarde que empieza a caer.
‑ ¿Qué pasa en el corral?
‑ Las gallinas han “barruntado” a su dueña. Los animales reconocen a la mujer y como es la que siempre les trae la comida, en cuanto la han visto asomar por la puerta con el melón partido, se les ha revolucionado la sangre. Es como un saludo. Los animales la sienten dueña y amiga y de este modo parece que le expresan su agradecimiento.
‑ ¡Curioso ¿verdad?
‑ Para ustedes los turistas será una curiosidad como tantas otras peculiaridades en este pueblo pero para nosotros, el “cisco” que se ha armado en el patio, es la normalidad de la vida cotidiana que cada día tocamos.
‑ No si lo decía por la relación de amistad y cariño entre las gallinas de este singular corral y la señora mayor. No es corriente, no se ve esto todos los días.
‑ Usted lo que tiene que hacer es recorrerse el pueblo. Debe irse por él asimilando cada calle, y cada rincón de cada calle a todas las horas del día, por la mañana temprano, al medio día, por la tarde y luego por la noche. Descubriría un montó de matices en cada rincón y en cada calle. Así vería y se empaparía de algunos de las mil personalidades propios que se dan en el pueblo y a lo mejor hasta podría gustarle algo más el silencio y la soledad que duerme por los rincones. Nuestras calles casi todas son de piedra, estrechas, empinadas y llenas de escaleras con macetas.

TRUJALA ‑ 5

‑ No es mala idea pero, por ejemplo esta tarde, parece que voy a ir por la zona que llaman Trujala. ¿Qué puedo aprender del rincón en dos o tres horas?

Y ahora descubres lo que ya esperabas y sabes es peculiar en los serranos: cuando se encuentran con algún turista o desconocido, el principio lo tratan de usted y al rato, en cuanto sienten la confianza, ya empiezan a tratarlo de tú. Algo curioso que no es ni más o menos cortesía o lo contrario. Es la manera de ser de ellos, su costumbre mezclada con mucha nobleza y bondad.

‑ Del rincón puedes aprender, en tan cortico tiempo, lo fundamental: que Trujala es el nombre del río que baja desde las laderas del pico Yelmo, ya con todos los arroyos sumados a él. Y de puente a puente, del Puente del Moro al Puente del Soto, las casas que a lo largo de la carretera en ese trozo se encuentran, todo eso se llama Trujala. Pero el núcleo de arriba, el pequeño grupo de casas de arriba, se llama El Batán y el puñado de abajo se llama Porche. ¿Sabes lo que es un batán?
‑ No tengo ni la menor idea.
‑ Es una máquina movida por fuerza hidráulica, es decir, por el agua y lleva muchos mazos que giran alrededor de un eje y golpean los paños recién fabricados para desengrasarlos, o tensar el tejido. Creo que en otros tiempos hubo por aquí un cacharro de esos.
‑ Muy curioso y me alegro saberlo.

‑ En el segundo grupo de casas se encuentra la capilla, en el rellano de lo que sería la plaza de la aldea y en la pared de abajo, como aquí, que da a la carretera y al río, crecen tres grandes árboles que llaman almortejas. Desde allí mismo, enfrente, por las que serían las laderas del Yelmo que al principio chorrean de olivares y luego toman el relevo pinos y romeros, se ve la otra aldea, ya abandonada, y que se llama Zamarrilla.
‑ El nombre de Zamarrilla me suena. Creo que es una fuente que brotaba por las laderas del Yelmo a la altura de la aldea de El Robledo.
‑ ¿Te refieres a esa fuente que mana como metida en una cueva y cerca crece un alerce?
‑ ¡Exacto! A esa me refiero.
‑ Andas algo equivocado. El nombre de Zamarrilla te sonará seguro de la fuente pero desde luego no se encuentra por esa zona que dices sino por aquí enfrente de la aldea de Trujala; aquella otra fuente es la del Tejo. La fuente de Zamarrilla, en los años normales de lluvia y nieve, desde la misma aldea del Porche se oía el rumor del agua brotando por el manantial y cayendo luego ladera abajo hacia el río.
‑ ¿Y ahora?

‑ Ya se ha secado casi por completo. Un chorrillo pequeño brota de allí que ni la sombra de lo que en otros tiempos fue, es. Así que si vas por esas aldeas, esto será lo más importante, a grandes rasgos, que del lugar te interesa saber a parte de los hombres que como nosotros, matarán el tiempo a la sombra de los árboles, tomando el fresco, y observando quién llega y sale de la aldea. Ya cayendo la tarde por el rellano puede jugar una niña con su hermano pequeño. Las mujeres se asomarán a las puertas y hasta podrán juntarse en grupos de cinco o seis en cuanto te vean y preguntes alguna cosa, por aquello de la curiosidad y la novedad y alguna zagala también se vendrá con ellas para ver qué pasa.
‑ Pero por allí, si corren ríos y manan fuentes, habrá bastantes tierras llenas de verdor y muchos árboles y por entre aquellos huertos se oirá el rumor del último chorrillo de agua bajando por el cauce
‑ De todo eso hay y es lo que más le llama la atención a los turistas que por el lugar pasan.
‑ En fin, estoy enterado un poco de las realidades de estas aldeas. Así que ahora parece que me animaré a recorrer las calles del pueblo trazando el itinerario que en el plano me indican los de la Escuela Taller.

‑ Será una buena idea porque lo conocerás bien, se te quedará ordenado y hasta puede que te llenes de asombro. Pero deberías de hacer lo que te dije: el recorrido lo empiezas aquí, justo donde comienza la calle Portillo que donde primero va es a la entrada de la iglesia. Se bajan dos o tres escalones porque ya ves que la calle es como todas las del pueblo, escalonada y enseguida tienes un descanso en el rellano de la entrada de la iglesia. Si es por la mañana, ahí mismo tienes dos asientos a un lado y otro de la puerta de la iglesia. En los poyetes, podrás sentarte un rato a gozar del fresco del nuevo día. Del silencio que tanto te gusta, del olor a pan recién cocido y que a estas horas tempranas ya empieza a extenderse por el pueblo y del rumor del pequeño chorrillo de la gran fuente de piedra. Pero la fuente la dejamos para después.

POR LA CALLE DE
LAS PESAS ‑ 6

‑ ¿Entonces ahora qué vamos a ver?
‑ Desde el rellano de la puerta de la iglesia, a la izquierda, sale una calle que ya antes la rozaste un poco. Es la calle de Las Pesas. Desciende lentamente sujetada por dos o tres escaleras o desniveles, tocando la pared de piedras tobáceas o calizas, de la iglesia y enseguida descansa en el rellano de la primera casa. Ahí te puedes parar porque los niños estarán jugando en la puerta mientras aparecen otros por abajo.

Pero antes, por donde has descendido, a la derecha, verás la leña apilada, aprovechando un pequeño rincón entre la pared de la iglesia y la cuestecilla de la calle. Por abajo y por donde te has parado ahora, verás los pequeños muros, el rellano de la primera, segunda y tercera casa que es donde la calle ya se termina. Es decir, el fin; y sobre los pequeños rellanos y por los rincones de una casa y otra y la misma calle, verás las macetas. Todas son de plantas vivas, auténticas y no de plástico como en otros lugares y en casi todas las épocas del año, se mecen florecidas. En el pueblo, las calles, los rincones y desniveles de las casas, se encuentran llenos de macetas auténticas. Son como el reflejo de la gente que vive en las casas de esta ladera rocosa, como el sello propio del pueblo para que nadie nunca lo pueda confundir con otro.

Es como un detalle silencioso, verde y fresco que te lleva a pensar que el pueblo entero no es si no una sola casa grande, ocupada también por una familia grande. Una amplia casa con pequeños pasillos al aire libre, escalones llenos de macetas y montones de leña y muchas habitaciones, puertas y ventanas donde un poco independiente pero unidas, vive cada familia. ¿Te has fijado en eso?
‑ Me he fijado y a parte de lo que me acabas de indicar también me llama la atención la limpieza en cada puerta y rincón.
‑ “Como que” se podría decir que la mitad del pueblo, al menos el trozo antiguo de las calles estrechas, no necesitan barrendero. Cada mujer al caer la tarde riega su parte de macetas y al venir el nuevo día barre su porción de calle y hasta la friega.
‑ Es que vas andando y tienes la impresión de ir pisando un trozo de pasillo de una casa grande. Algo así como en aquellos tiempos ¿Verdad?

‑ Siempre fuimos pobres pero entre nosotros y el entorno que nos rodeó y del cual hemos vivido, se establecía un profundo respeto y agradecimiento. Lo que produce el campo va a la casa y a los animales, lo que no sirve para comer, se usa para tejer y lo que no sirve para nada, va a parar a la lumbre. Después esas cenizas se utilizan para limpiar o hacer la colada, se arrojan a la cuadra y de la cuadra, mezclada con la basura de los animales, ya hecha abono, va a fertilizar las huertas. Los tiempos modernos han cambiado muchas cosas pero como por estas calles de casas antiguas todavía vive o mejor, casi todos los que en ellas viven son personas de aquellos tiempos, practican ellos un poco aquello que fueron y vivieron de pequeños.
‑ Algo de esto había intuido ya.

‑ Como en el rincón de la calle de Las Pesas ya se nos acaba el pueblo, porque la calle muere en el rellano de la tercera casa, después de ojearla despacio para no olvidarla y después de echar otra mirada tanto al tejado de la primera casa para ver como con un sólo techo en una sola agua se cubren las tres casas, para que tengas claro que no hay muchas viviendas sino, en la medida de lo posible, una muy grande; después de echar otra ojeada a la ladera final por donde crecen los pinos y la carretera se va hacia el valle grande por donde se ven los olivares y al fondo, en la lejanía, Cortijos Nuevos, te vienes.

Subes otra vez la pequeña gran calle que no tiene más entrada ni salida que por aquí y después de pasar por la puerta de la iglesia te vienes para el lado de la fuente de piedra. Aquí bajas enseguida otra reducida repisa y lo primero que te encuentras es el rellano de la casa del cura por donde de pronto te llama la atención la cantidad de macetas que por la explanada, los escalones y los poyetes, hay. Te llama la atención eso e inmediatamente piensas: “¿Quién las cuidará para que estén tan verdes a pesar del calor y de la traza de abandono?”.
‑ ¿Y quién las cuida?
‑ Las atiende y vela por ellas, una vecina que vive ahí, un poco más abajo y que todos los días, en cuanto amanece, lo primero que hace es regarlas con el agua de la misma fuente. ¿Qué te parece esa disposición?
‑ Realmente ejemplar pero antes de seguir calle abajo y empezar a perdernos por el pueblo quisiera saber algo nuevo.
‑ ¿Qué quieres conocer?
‑ Vamos a ver: si algunos de estos días, queriendo o no, tuviera que ir por la zona de los campamentos, por donde se juntan los cauces del Segura y Madera, de aquello ¿qué puedes decirme desde aquí y ahora?

HUELGA UTRERA ‑7

‑ Mira, en ese mismo rincón existe una recogida aldea que es pura joya. Huelga Utrera se llama y ya sabes que huelga significa huerta. La Huerta de Utrera o Huerta Utrera sería lo claro pero su nombre de siempre es tan bonito que nosotros no vamos ni a tocarlo. De la carretera se aparta una pista a la derecha y metiéndose por entre fresnos, cruzando el río que ya es el Segura, subiendo una pequeña cuesta y dando unas curvas, se llega a la aldea. Se ubican estas casicas justo en la misma orilla del río Segura cuando ya a éste sólo le quedan unos metros para entregarse a las aguas del río Madera. Nada, diez casas que ya te decía antes son como las perlas de la joya grande donde la vegetación es abundante y espesa y el agua lo baña todo.

Quiero que sepas una cosa: “la apariencia engaña”.
- Explícate.
- Al ver un río y otro puede darte la impresión que el principal, el importante no es el que desciende desde las aldeas de Pontones y se hunde en el barranco por donde te encuentras ahora, sino que el río grande, el real, es este: el Madera.
‑ ¿Por qué puede aparentar esto?
‑ Porque el río Madera va recto, hermoso, señorial bajando decidido por su también gran barranco y el otro, el realmente grande y principal, el Segura, sin pretenderlo y sin que se entere el Madera, se le cuela por el lado derecho, agazapado por entre las casas de la aldea y más aplastado aún por entre los fresnos y las zarzas. Y como el gran Segura viene misteriosamente oculto en la zanja que tuvo que horadar en las laderas desde las que descuelga y como también viene torcido y al llegar al Madera es cuando se endereza y levanta con altivez, no te crees la realidad hasta que te entra por los ojos. El río Madera no es el principal aunque lo parezca sino el río Segura aunque no lo parezca.

Tú llegas después de recorrer el kilómetro de pista de tierra, al corazón de lo hermoso, dentro de lo modesto y sencillo. Al girar a la derecha, la pequeña plaza, con la gran noguera en su centro y un señor mayor sentado en los espléndidos bancos de hierro bajo la espesa sombra. Si le pregunta, porque es casi lo primero que en ese momento piensas, te dirá que la noguera, que este año sí tiene nueces, ha vivido ya 38 inviernos.
- Tantos como tú.
- Pongamos la mitad que yo.
- ¿Y qué aguardas aquí?
- Esperar es existir.
- Pero se dice que en la espera se sufre tanto por lo que se desea, que no se puede soportar otra presencia.
- Y también se dice que la espera comienza cuando ya no hay nada que esperar, ni siquiera el fin de la espera. La espera es fruto de grandes corazones y muy fecunda en aciertos. Pero en fin: Mato el tiempo. Se está aquí tan fresquito, a estas horas del día, todo silencio y paz, que de aquí a la gloria, sólo un paso.
Te dirá él expresando así lo feliz que se siente en su noguera, su sombra, el fresco que bajo ella corre y el gran silencio roto sólo por la corriente del Segura que la roza.

El edificio que hay ahí mismo es el de correos. Clavado en el tronco de la noguera pusieron el buzón. Si le preguntas.
- ¿Y para ir a las juntas?
te dirá que:
- Donde las aguas limpias del río Segura se besan con las aguas inmaculadas del río Madera, para llegar al punto que por aquí conocemos como Las Juntas, usted se va por aquí; por esta calle que tiene enfrente y nos queda un poco a la izquierda. Enseguida sale a la presencia de las dos encinas más grandes de estos contornos. Centenarias son y tienen hasta sus parras trepando por los troncos y encaramadas por entre todas las negras ramas de las viejas encinas.

Usted se mete por debajo de ellas y justo ahí tuerce a la izquierda. Es una sendilla de tierra de la cual siempre se lamentan los turistas cúrsiles pero usted no se lamente sino goce de la belleza para así no caer en la impersonalidad. En cuanto baja una corta cuestecilla se extiende la pasarela. El es un puente de los de aquellos tiempos. Así que sólo verá como una gran plancha de hormigón que va de un lado a otro del río sin baranda a los lados. En aquellos tiempos sólo necesitábamos lo necesario, lo realmente importante que era poder cruzar el río para ir y venir a los cortijos de unas laderas y otras. Y ya desde ahí no tiene pérdida.

Y no tiene pérdida: en pasando el puente ya no hay nada más que seguir la sendilla de tierra que avanza descendiendo ahora por el margen izquierdo río Segura adelante en busca del amigo para entregarse a él.
- A usted le acompaña en todo momento el sol que le da de lleno, el rumor de la corriente del río que por aquí sí lleva mucha agua a pesar de la gran sequía y el verdor por la hondonada del cauce. Nada, cinco minutos y acaba usted en una explanada repleta de espliego, mejorana, ajedrea y otros arbustos. Cuando de pequeño yo iba por el lugar, siempre me decía mi padre: “El que coge mejorana hace lo que le da la gana”. O también, cuando iba con mi hermana me decía que: “El que pasa por el romero y no coge de él, no tiene amor ni piensa tener”.

Y es que ahí, parece como si se hubieran concentrado las mejores, las más sanas y vigorosas plantas aromáticas de estas sierras. El llano aún pertenece a las riberas del río Madera. Por entre los tomillos, atravesando el campo, porque la senda ya se desdibuja, usted avanza torciendo un poco hacia la derecha y repentinamente, descubre las aguas del río Madera. Una fina sinfonía de corrientes mansas, surge del cauce. La sigue usted unos metros, saltando de piedra en piedra ya metido en la corriente y de pronto, se encuentra frente a las sosegadas aguas del Segura.

El río avanza por entre el bosque de zarzas y otras mil plantas y sereno, grandioso, limpio y saltarín se acerca al Madera que le recibe asombrado. El Madera, con ser más pequeño y parecer el principal, se le inclina, se le entrega humilde sabiendo que a partir de aquí él muere para que el Segura viva. Y como el Segura serrano, nunca ha sido ni será un río soberbio ni bravío ni pedante sino que desde los Campos de Hernán Pelea, las sierras bajas, su pequeño pueblo de Pontones y hasta aquí, recala lleno de franqueza y humildad, el abrazo con el hermano es también desde la pequeñez. Como si en el fondo no quisiera ser lo que en realidad es. Como si estuviera practicando lo que tan normal siempre fue en los serranos. A pesar de caudal tan noble y aguas tan limpias, su encuentro con el Madera es como un abrazo desde el corazón y en silencio. Y aquí, en este mismo rincón que tampoco es grande ni ampuloso.

El río Madera sabe que su hermano mayor trae entre sus aguas limpias el mismo aroma de sencillez que brota de los pastores que en las altas cumbres lo ven nacer. Sabe que a lo largo de su recorrido también se va entregando a él, el Arroyo Azul por el barranco del Vierzo y el manantial del Molino de Loreto, donde ahora él tiene su nacimiento. Conoce esto y otros mil mundos bellos y por eso, a partir de esta junta, ya se deja enredar en los remolinos blancos y para siempre los dos se hacen uno. Los helechos ahora parecen más grandes y hasta el mirlo acuático salta de acá para allá lleno de gozo. Usted se queda por ahí un rato gozando de la música del bosque, de matices tan único en el mundo, del fresco que las aguas van dejando a su paso por la ribera y del alegre remolino en el pequeño y azul charco donde ambos ríos han decidido para siempre fundirse en uno. Luego regresa tranquilo por la misma senda. Una excursión cortica, redonda en sí y completa como lo es el pequeño rincón por el que usted se mueve y el paseo discurre.

Y con esto concluimos.
- No del todo porque algunas cosas quería yo preguntar.
- Pues es el momento. ¿Qué quieres saber?
- Hace un rato sacaste a colación algunos representantes del reino vegetal correspondiente al grupo de las plantas aromáticas y medicinales. Mi pregunta es sobre el romero. Eso de “una medicina en la cocina” ¿cómo lo aplicáis vosotros por aquí?
- Pues muy sencillo. Queda explicado con la frase que también dice: “mala es la llaga que el romero no la sana”. Las heridas deben ser lavadas al menos dos veces al día con esta agua que se prepara de nuevo cada vez. Es espíritu del romero es perfumado, curativo, alegre. El olor que deja en nuestras manos si las rozamos al pasar, no deleitará durante el tiempo que dure su aroma. Si al caminar pisamos algún matojo su fragancia suave y dulce, nos hará ensoñar un instante. De la flor del romero extraen nuestras abejas aromas para la miel. Es, me atrevo a afirmar, la más natural de las recetas del romero.

Pero antes de seguir yo quisiera oír de ti lo que sabes de esta planta.
- Sé que es verdad: este arbusto que crece abundante en toda España, está lleno de virtudes. Entre ellas, su excelente aroma que es una razón para que haya llegado a formar parte de nuestros platos de cocina. Su nombre oficial es Rosmarinus, que antes se creía formado por el vocablo “Ros”, arbusto y “marinus”, marino. Pero actualmente los entendidos se inclinan por hacer derivar el nombre de la voz griega “Rops”, que significa arbusto y “myrinos”, es decir, aromático. En la simbología cristiana el romero representa la fidelidad. Y en Inglaterra es muestra de lealtad y de dulces recuerdos, razón por la que se le hace crecer en los cementerios. Ofelia lo expresa clara y bellamente en Hamlet cuando dice: “Este es el romero para el recuerdo. Te ruego amor que recuerdes”.

También las damas de hornos, en las bodas antiguas, llevaban ramos de romero con sus florecitas azul pálido como signo de la constancia en el amor. Y aunque la palabra romero tiene otra acepción, pues se llama romero a aquel que fue a Roma en peregrinación y de ahí la palabra romería, en mi infancia yo nunca pensé en tan larga historia. Siempre creí que las romerías se les llamaban así porque todo el mundo llevaba ramitas, generalmente de romero.

- Y de la parte medicinal ¿qué me dices?
- De sus virtudes medicinales tenemos noticias desde antiguo. Andrés de Laguna hace de él los siguientes comentarios: “Es el romero caliente y seco en el segundo grado. Sirve admirablemente a la tose, al catarro y al romadizo. Preserva la casa del aire corrupto y de las pestilencias y hace huir las serpientes della. Comida su flor en conserva, conforta el cerebro, el corazón y el estómago. Aviva el entendimiento, restituye la memoria perdida, despierta el sentido y en suma, es saludable remedio contra todas las enfermedades frías de cabeza y del estómago”. Pero no sigo porque era yo el que había preguntado.

- Pues hace un rato te decía que nosotros por aquí siempre le dimos mucha importancia a la planta del romero. En la cocina lo empleamos en carnes, pescados, escasos por estas sierras pero muy buenos, en las aceitunas aliñadas, en salsas... Proporciona un sabor agradable a los guisos y facilita mucho la digestión. Yo siempre oí decir a mis padres que la naturaleza es sabia y por eso hace que nos guste aquello que sienta bien para sus fines y facilita buenas digestiones. Siempre me decía él que las especies proporcionan una buena ingestión de las comidas por cuanto aumenta su sabor. Pero también contribuyen notablemente a la digestión de esas comidas. Usar sabiamente del tomillo, ajo, perejil, romero y cuantas especies tengamos por aquí a la mano, es bueno. La carne de un cordero o cabrito preparado con la receta del romero, siempre fue para nosotros un bocado exquisito. Y con esto ya termino. ¿Tú tienes que añadir algo más?

- Poca cosa, porque mi ignorancia, por ahora, ha quedado saciada pero ya que hablamos de planta tan florida, por si no lo sabías, te contaré unas cuantas curiosidades.
- Pues venga.
- En relación con su flor, no es de extrañar que con tantas y tan preciosas cualidades, el romero entrara a forma parte de nuestros sentimientos colectivos y nuestras leyendas. Así cuentan que María, en su huida a Egipto, echó su manto azul sobre el romero, que en aquel tiempo tenía las flores blancas, y a partir de entonces y en su honor, florecen de color azul. Los antiguos pensaban que el romero era capaz de rejuvenecer. Durante el siglo XVI se preparaba el agua de la reina de Hungría, quién según narra la leyenda, estando muy entrada en años, quería casarse. Comenzó a tomar tres veces al día un baño de agua de romero. Al cabo de algún tiempo su vieja piel cayó y en su lugar, le quedó otra, tersa, joven y suave.

La fama del romero era en efecto, mucha en los tiempos antiguos. Lo encontramos en el Quijote formando parte, nada más y nada menos, que del bálsamo de Fierabrás. Remedio último y poderosísimo que usa Alonso Quijada cuando se ve apaleado por arrieros en una venta. No es seguro que le curara pero desde luego, le removió las entrañas no menos que al pobre Sancho, que también lo tomó a escondidas. Y con este asunto ya pongo punto y final.
- Pues entonces, con esto yo también concluyo. Le he contado algunas cosicas de por aquí y el rincón que desea visitar. Luego otro día si vuelve por esta aldea y tiene tiempo, hablamos de nuevos asuntos”.

Estas son algunas de las palabras que oirás del hombre mayor que toma el sol bajo la noguera de 38 años que llena con su sombra la plaza de la aldea. Esto te dirá y no te equivoca ni te engaña, ni se queda corto ni se pasa. Todo es exactamente tal como él te lo cuenta y si acaso algo más en cuanto a transparencia y sencillez pero ya sabes que los serranos son comedidos en la ponderación de sus excelentes realidades.
‑ En cuanto regreso ¿ya lo tengo todo visto en esta pequeña aldea según dices tan vergel?
‑ Eso depende de la urgencia que lleves, el cariño que sientas, tanto por la pluralidad de estas sierras como por los serranos y sus vidas. Pero al subir por las encinas verás ahí mismo que ya se amontonan los turistas que van llegando. Aunque si te fijas bien también verás que estos no son turistas del todo. Son los serranos que un día se fueron y como por aquí tienen ellos todavía raíces y sus trozos de tierras, vuelven en verano con los hijos y las familias y aquí se quedan el tiempo que puedan.

Por aquí ya los verás a ellos y hasta si te encuentras alguna muchacha rubia, alta y guapa hija de los serranos que un día se fueron, le puedes preguntar por curiosidades de la aldea. Le puedes preguntar por el bar y ella te dirá que aquí no hay ningún.
‑ Entonces, para tomar unos refresco ¿no existe ni un pequeño bar?
Vuelves a preguntarle insistiendo de nuevo.
‑ Sólo hay una casa donde tienen un teléfono y se puede llamar.

En estos momentos se asoma a la puerta de la casa una señora diciendo que sí, que ella tiene aquí algo de eso que buscas. Al principio te extrañas un poco porque, como buen cateto y cursi que eres para no desmerecer en nada a la gente que son y viven en la ciudad y se pasan la vida nadando en la abundancia de la civilización y todas esas cursilerías, no haces nada más que mirar a ver si encuentras algún letrero que te diga que aquello es un bar, un restaurante, una discoteca o cualquier otra cosa que te remita a ese mundo tuyo.

Pero no, sigues lleno de asombro porque ante tus ojos no aparece nada que se parezca a la imagen que tienes en tu mente. Lo único que ves es una sencilla casa y eso sí: limpia. El cemento de la puerta recién fregado, las flores en la misma entrada frescas y regadas, en las paredes de la fachada, reluciendo el sol y en su interior, oliendo a limpia.
‑ Sí, aquí tengo lo que usted quiera, así que dígame qué le pongo.
Te sigue diciendo la señora dueña de la casa y con acento serrano.
‑ Pero si vengo buscando un bar.
Sigues recalcando.
‑ No importa. Esto es una casa particular pero sin ser un bar puede serlo porque si usted quiere tomarse algo no tiene nada más que decírmelo. Pero antes pase “para adentro”, por favor.

Te insiste ella para convencerte de que, en su casa, puedes encontrar lo que buscas. Pasas por fin al interior. Es una sala amplia con televisor, nevera, mesa y sillas donde se encuentra sentada la familia. Ella abre la nevera y te ofrece el refresco.
‑ ¿Este es entonces el bar del pueblo?
Machacas tozudamente. Te explican que este cortijo no es un pueblo y que su casa tampoco es un bar.
‑ Estas cuatro casas que usted ve por aquí, todas tan limpias, ordenadas, arropada por la sombra de la noguera y arrulladas por las aguas frescas del río Segura, no es un pueblo. Ya hace algún tiempo, en el principio, esto fue un cortijo y ahora es una reducida aldea. Huelga, para que usted lo sepa, significa huerta y Utrera puede ser el nombre o el apellido del que al principio tenía por aquí su huerta. Así que esto es la aldea de Huelga Utrera y en mi casa sólo tengo algunas cosillas para cuando, así como usted, viene algún turista. Aunque el agua del río y la que corre por la canal que pasa por la puerta, es buena y está fresca, ellos prefieren beber cerveza o refrescos de latas. Son así.

Algo confuso, humillado y aleccionado por la sencillez y nobleza de esta gente, su aldea y su huerta, empiezas a preguntarle que cómo están sobrellevando la escasez de lluvia.
‑ Mal. Nosotros antes oíamos hablar que había sequía y siempre decíamos que eso no era por aquí, que nunca llegaría tal problema a estas tierras pero fíjate ahora lo que tenemos.
Te dice Teófilo, el marido de la señora que te ha dado el refresco. Y como le haces algunas preguntas más, te propone que esperes:
‑ Aquí mismo tengo unos gemelos que compré cuando estuve en Andorra. Vamos a ir a la era del cortijo y desde allí le voy a enseñar las crestas y cumbres que busca.

Se mete uno de los aposentos del fondo y al rato sale con el sombrero de paja y sus gemelos y gozosamente amable te lleva por donde crecen las encinas. Detrás de la casa de los que han vuelto, rincón donde juegan los niños, se extiende el pequeño rellano empedrado con cantos rodados del río.
- Esto fue la antigua era, donde toda la vida se trillaron las mieses en aquellos tiempos.
- Más tardío que en otros sitios habrán granado siempre aquí las sementeras.
Le preguntas.
- ¡Depende! Primero se decía: “Si en marzo oyes tronar, agranda la era y limpia el pajar”. Al final de la primavera ya se oían otros como: “Al llegar junio, le dice a mayo, tal te encuentro, tal te grano”. Aludiendo al grano del cereal. También otros decían: “Cuando junio llega, busca la hoz y limpia la era”. A punto de comenzar la faena, a unos y otros se nos oía decir: “En julio, lo verde y lo maduro”. Había que segar los cereales. O también: “Dijo el trigo al sembrador, con un grano o con dos, para julio estoy con vos”. Porque ya sabe usted: “Agua por San Juan, quita aceite, vino y pan”.

- Y la faena de la era ¿cómo resultaba?
- En todas las partes de esta gran sierra, las cosas eran así: una vez segado el trigo era transportado por caballerías a la era para ir extendiendo la mies hasta formar la parva. Subidos en un trillo era tirado por un par de mulos para dar y dar vueltas a la parva hasta triturarla. Se amontonaba la parva y se procedía a separar el grano de la paja. Proceso que se hacía aventando. Aventar es echar al aire el grano y la paja para que al caer, aprovechando el viento, se vaya por un lado el trigo y por otro la paja. Y por último, encerrar el grano en los trojes que son unos recintos cortados por tabiques situados en las partes altas de las casas y meter la paja en el pajar. Pasando el verano se decía que: “por septiembre cosecha y no siembres”.

- Y de la huerta ¿qué me dices?
- La huerta la teníamos aquí mismo; todas estas tierras que se ven hacia el río, eran y siguen siendo los hortales. Disponer la tierra con la azada según convenga, para plantar y poder hacer el riego, nosotros siempre lo hemos llamado “tajear”. Se tajeaba bien basándose en caballones y surcos encerrados entre madres, bien en tableros, bien en eras.
- Explícame lo que es una cosa y otra.

- “Encerrado entre madres”, se refiere a caballones longitudinales que encierran todo el cuadro. “Tablares”, es cuando se traza entre madres y cerdones laterales, serpenteando la tierra. Las “eras”, son cuadros lisos entre cerdones.
- ¿Por qué fecha comenzaba la tarea?
- En febrero o marzo y una vez labrada o cavada la tierra, según se hiciera con arado o con azada, se pueden plantar los tomates tempranos que han de ponerse en casillas.
- Tampoco sé lo que son “Casillas”.
- Hoyos en donde se planta la simiente, se tapan con algo de tierra y se cubren con estiércol para que no se hiele. En marzo se siembran las patatas y en abril, el resto de los hortales que se plantan en casillas.

Cuando crece la planta hay que dejar una sola por casilla en el caso del tomate, y para el resto, se deja a dos pies, dos plantas por casilla. La tierra tiene que estar húmeda y suelta para la siembra de las habichuelas, que se siembran hacia San Pedro. Se hace a azaonazos, levantando la tierra con la azada, dejando la simiente en el hueco que se tapa con la tierra que se ha levantado con la azada. Había costumbre de plantarlas en los rastrojos de trigo o de cebada. El “verde”, que es parecido al maíz, se siembra con arados y mulos. El melón se suele poner un poco a parte porque necesita menos agua. Se debe sembrar a plena solanera para que los melones no se apepinen y hay que levantar mucho polvo con la azada para que la planta se cubra con él y sean mejores.

Las patatas hay que regarla cada ocho días excepto cuando están en flor que es cuando está cuajando la patata, que se puede regar más. Se deben sembrar en menguante para que engorden. Son muy aguarinas que quiere decir que les gusta mucho el agua. Los pepinos por el contrario, hay que regarlos sin sol y a la misma hora, sin mudarla, para que no amarguen. Se deben coger temprano, siempre sin sol. Las cebollas hay que pisarlas para que engorden y también les gusta el agua pero sin exceso para que no se pudran. Hay que sacarlas en menguante para que no entallezcan.

Las habichuelas quieren dos o tres riegos en semana al igual que la calabaza, pues sino se abochornan: quedan chuchurrías o mustias. Tampoco les gusta un sitio cercano a las zarzas y herbazales. Hay que limpiarles los “cibantos” de alrededor de las malas hierbas para que les dé bien el aire y crezcan. Las habichuelas, pimientos y tomates no son aguarinos de lluvia, pues las habichuelas se aculebran y los tomates y pimientos se ponen blanquizos. También hay que darle seca, es decir, un período sin riego, de unos quince días antes de la cuaja. Si hacen muchos calores el tomate se acentella, saliéndole unas manchas o trozos blanquecinos quemados.

También se acentellan los pimientos si tienen una falta excesiva de agua. La cebolla y la remolacha cuando ya están agarradas, hay que desaporcarlas, descubriéndolas de tierra, para que crezcan. Los nabos y los cebollinos se riegan diariamente y se les hecha un poco de hierba por encima para que guarden el terreno y no se sequen nunca. El perejil también hay que cubrirlo. Hacia Los Santos, ha de quedar recogida toda la huerta. Durante el invierno se deja parada, labrándola o cavándola para impedir que las heladas la acostren. Y ante de empezar la nueva temporada también hay que darle una vuelta.

- Y actualmente, en tu huerta ¿qué se siembre?
- En mi huerta, cuando ya va llegando el final de la primavera, se siembra de todo. Si usted viene por aquí sobre el diez de junio, ya verá sembradas las patatas, las lechugas bien grandes e incluso atadas, que algunas les podré dar para que las pruebe, los ajos gordos y altos, también le daré un manojo para que se haga una tortilla. Las habichuelas, por esos días aunque ya están sembradas, todavía se les verás pequeñas igual que los tomates, los pimientos, los melones y las calabazas. Aquí mismo, al lado de mi casa, tengo un bancal de zanahorias y el semillero de todas las otras plantas. En fin, que con lo que yo ahora siembro en mi huerta, tengo más que suficiente para la casa a lo largo del todo el verano.

Desde la vieja era, te pide que mires hacia las cumbres por donde detrás se extiende Cañada Hermosa.
‑ Ahí se ve la caseta de fogoneros donde he estado trabajando de vigilante cuarenta años. Cuarenta minutos tardaba en bajar desde lo alto, atravesando el campo, a por alimentos a esta casa mía y dos horas echaba luego en regresar a la cumbre.
‑ ¿Cómo se llama aquello?
‑ Ese pico se llama la Campana y ya son dos con el otro cerro de la Campana por donde nace el río Aguasmulas. Al macizo entero se le llama la Buitrera y aquellos dos escalones, aquello los Poyos de la Toba y por allí es por donde desde la Toba sube una pista que engancha con la que viene de Santiago en Cañada Hermosa justo donde se agazapa la “Tina del Organista”. Por aquí a la derecha del río Segura tenemos Cabeza Gorda que además de ser un monte con 1536 m. también es o más bien fue una pequeña aldea, una cortijada... El Portillo, las Varas o Castellón de las Varas, junto con Poyo Escribano, Picón de Rufino y los Algaides. En las cumbres de Buitreras, la Piedra Dionisia, Poyos de Diego Martínez, Tola del Aljibe, cortijo del Aljibe, Charco, cueva o cascada del Aljibe el Portillo, Cerro de la Misa y el Calar del Pinos que como su nombre indica es un calar, es decir, un buen conjunto de montes, llenos de grandes rocas calizas. Al menos cinco de ellos rozan y hasta pasan los 1.500 m.

- ¿Y lo de la cueva que me dijiste?
- Pues lo de la cueva esa que me preguntas, te lo voy a explicar: se sube por ahí, una sendilla que se aparta del lado de arriba de la pista, en la misma curva. Una vereilla de na que hay que conocerla muy bien ya que la trazaron las cabras y por eso ni va recta ni se ve con claridad pero yo la conozco. En unos metros remontas el poyo que se llama de la Cruz y se mete en el barranco, cruza las tierras llanas que en otros tiempos fueron huertas y pasando bajo la noguera redonda, cae al surco del arroyo. Un poco antes de llegar, nos encontramos un mojón que divide tres lindes: el Coto de Huelga Utrera, Poyos de la toba y Coto de Despiernacaballos.

¿Qué cómo se llama ese rincón?
- Claro que me gustaría saberlo.
- La cueva siempre nosotros la hemos llamado con el nombre de Cueva de la Aljibe. Y esto se debe a que en su interior se forma un precioso charco de aguas transparente, motivo por el cual también la llamamos Cueva del Charco. Pero como la cueva se ha ido formando de la cascada que por ahí cae, también la cascada la llamamos del la Aljibe. Un cortijo que existe algo más abajo lleva el nombre de cortijo de la Aljibe y hasta el mismo barranco. ¿Me explico?
- Con toda claridad pero según vamos avanzando me surgen curiosidades.
- Dime una.
- Si la cueva se encuentra en una cascada, explícalo.
- No es fácil pero como la idea sí la tengo clara, lo intento:

Por el surco del arroyo, desde lo alto de la cumbre, la cascada cae. Hay un gran escalón de rocas por donde salta la corriente. En la parte de abajo, donde ya se quiebra el chorro, entre la cascada y la pared queda como una oquedad y resulta lo siguiente: como tú sabes que el agua de las corrientes, al pasar por las rocas siempre va cuajándose, pues aquí empezó a cuajarse desde arriba. Con el correr del tiempo, por donde mismo caía el agua, se fue fraguando un pequeño tabique de ese cuajado del agua. La delgada pared se empezó a formar también desde abajo y más con el correr del tiempo, el tabique de arriba y el de abajo, se unieron. Por detrás, entre este tabique y la oquedad de la pared rocosa, ha quedado un gran espacio cerrado. Eso es hoy en día la cueva.

Y claro, como aquello es la corriente de un arroyo que al pasar por allí se hace cascada, el agua mana por cualquier sitio. Incluso en verano, por cualquier punto de aquellas paredes, brotan gotas de agua limpia que lentamente va embalsándose en la parte baja donde se forma el charco. De ahí el nombre de la cueva. ¿Qué te parece?
- Más que interesante.
- Pues otra curiosidad.
- Como me has dicho que aquello tiene tanta agua y como estoy viendo, queda en umbría, si esa cueva, además, tiene buena luz, ¿qué plantas curiosas crecen en las paredes?
- Esa es otra: porque las plantas son muchas y entre ellas dos muy originales: la Aguileña de Cazorla, según me han dicho a mí, y la famosa insectívora. La pingüicula. ¿Te lo crees?
- Me lo creo pero te confieso que es una sorpresa para mí. Según esta cueva y esas flores, la Aguileña de Cazorla no sólo crece en aquellas tierras, sin también en estas de Segura. Y lo de la Pingüicula vallisnerifolia, aunque su territorio es más amplio que el de la Aguileña, también es una novedad para mí en este lugar.

- Pues si tú vieras los chuzos de piedra que dentro de aquella cueva crecen, te asombrarías. Aunque ya muchos están partidos. ¿Y sabes por qué?
- Me lo imagino.
- Son pocos los que conocen el lugar pero ya sabes tú cómo es la gente: uno se lo cuenta a otro y el segundo al tercero y el cuarto viene con un regimiento. Comienzan a decir que esto es bonito y que sería interesante llevarse un recuerdo y ya ocurre lo trágico. Uno arranca el mejor chuzo de la cueva, otro corta una flor, el tercero se lleva un ramo de culantrillo para sembrarlo en su chalé y los cuartos, quintos y demás, amarran cuerdas para escalar por las rocas. ¡Una pena porque este rincón que era bonito y estaba lleno de tranquilidad, empieza a estropearse y a llenarse de personas!

- ¿Y qué solución le ves tú al problema?
- La solución, cuando las cosas ya se desmadran, es muy difícil pero los vecinos de esta aldea, cualquier día de estos podemos comprar vallas y cercar esta cueva. Queremos y nos gusta que el personal que venga por aquí disfrute pero si la gente no sabe comportarse y respetar lo que aquí tenemos, vemos con malos ojos su presencia por estas tierras. Pasa lo mismo con los cortijos.
- ¿Qué es lo que pasa con los cortijos?
- Pues que como resulta que casi todos se han quedado abandonados, ahora los están comprando gente de fuera. Muchos de otros lugares de España y otros del extranjero. Compran los cortijos y las tierras que les rodean y claro, así poco a poco, la sierra puede pasar a mano de personas de fuera y luego vienen los inconvenientes: como esas fincas tienen dueño, ya nadie puede pasar por las tierras ni tampoco nadie puede disfrutar de las cosas que las tierras tienen. Eso es un fastidio y una cosa mala para estos montes.

Así que resumo para que te quede claro: la cueva, el charco, la cascada y el cortijo se llaman de la Aljibe. El otro cortijo que existe un poco más abajo, se llama Despiernacaballos, como la ladera y el puente que del tiempo de los moros existe por ahí. Más abajo el arroyo de Cañada Hermosa, se junta con el de Segura. Y desde aquí, lo que nos queda enfrentado con la Cueva de la Aljibe, se llama Piedra de la Ventana, Cueva de la Paja, con el Puntal del Calar del Pino, el Cerro de la Misa que ya lo conoces, Piedras Bermejas, arroyo de la Tejera, Barranco y Cortijo de los fresnos que es donde yo nací y me críe y arroyo Patas. También se encuentra por ahí la Venta de Benito y el Molino de Arrancapechos que es donde en aquellos tiempos, se molía todo el trigo que por aquí se cosechaba.

Por supuesto, el molino se movía con el agua del río Madera. Y para terminar, te voy a decir que nosotros por aquí siempre hemos dicho que “cuando el Barranco de los Fresnos tiene niebla, mañana lloviendo está”.
- Claro, es parecido a lo que dicen del Yelmo en Segura o del Calar del Mundo en Siles.
- Pues ya queda todo explicado aunque bastante a lo grande. ¿Qué era lo que antes me decías?

- ¿Te preguntaba por lo de aquel día?
- ¿A cuál te refieres?
- Al día que los niños se mudaron, que no fue mudanza sino una visita temporal en forma de juego, del cortijo de arriba al de abajo porque el tío Valeriano se puso tan grave que se moría.
- El tío Valeriano se murió. Aquel mismo día, cuando amaneció, ya no tenía vida. Tuvo por la noche un fuerte dolor en el corazón y como también estaba malo de una gran úlcera en el estómago, cuando alboreaba el día, sus familiares preparaban el caballo para sacarlo de estos barrancos y llevarlo el pueblo pero no dio tiempo. ¿Cómo sabes tú lo de aquel día?
- Me contaron sólo un poco y como me gustaría conocerlo completo, por eso te he preguntado.
- Pues yo lo sé porque también me lo contaron. Aquello ocurrió hace muchos años. Yo no había nacido todavía y claro, en tiempos tan lejanos, es normal que ni hubiera carreteras ni coches, ni médicos y menos aún dinero para curar las dolencias y enfermedades de las personas que vivían por aquí.

Uno se ponía malo de úlcera o de cualquier otra enfermedad y si no se curaba con las plantas que tomaba, se moría porque nadie podía hacer otra cosa. Los serranos desde siempre tuvimos nuestros propios remedios para curar las enfermedades. Los cocitorios de mejorana, tomillo, espliego, hiedra y romero, era lo más corriente.
- ¿Y cómo era la relación de los vecinos con los enfermos y familiares?
- Siempre acudía el vecindario a preguntar por el enfermo y a ayudar, si hacía falta, sin interés ninguno. Jamás se desasistía a un enfermo y se consideraba una gran falta social el no visitarlo en tal trance. Si el enfermo carecía de parientes que lo cuidase, los vecinos remediaban tal falta.

- Así que esto es lo que a mí me contaron. Si quieres ahora seguimos con los nombres de estos lugares.
- No mucho rato más porque tengo prisa. Pero antes yo quisiera una cosa.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Ya que estamos metido en faena, podríamos darle un “repasico” al rincón ese de la aldea de Los Anchos. Cuando pasé por allí me debí haber parado y preguntar. Aunque lo mejor hubiera sido ir a la aldea pero con estas prisas, a ver quién es el guapo que goza de estos lugares como ellos se merecen.

- De la aldea de Los Anchos yo no te puedo decir demasiado.
- Para ir hasta ella ¿Por dónde tengo que coger?
- Cerca de la Venta de Rampias, se gira a la izquierda si vienes bajando, pasas un puente sobre el arroyo de Los Anchos y justo a la salida, a la izquierda, un indicador te señala la ruta que tienes que seguir. Es un carril con ocho kilómetros, de tierra todo polvoriento. Antes de llegar a la aldea, a la izquierda se te queda el “cortijo de la Maja Oscura” y luego ya en ella te saluda la capilla. Esta aldea serrana llegó a tener más de treinta vecinos y actualmente sólo viven allí unas tres o cuatro familias durante todo el año aunque como ya sabes, en verano vuelven los que se fueron.

En la ladera, casi en el centro del barranco, se alza la aldea. Cuando la nieve cae sobre estas sierras, casi siempre se cubre pero luego al llegar la primavera, desaparece la nieve y brota la hierba. Por detrás y por delante, corren los arroyuelos y por la fecha en que brotan las flores, todavía algunas veces llueve, bajan las nubes por los barrancos y al amanecer la niebla sube por los pinares de la ladera. El arroyo grande, se llena de agua por la nieve que arriba se funde y al despeñarse buscando al río Madera, desde la aldea se le oye cada vez más claro.

La capilla es un edificio muy sencillo que fue construido sobre las ruinas de un antiguo templo que se hundió del peso de aquellas grandes nevadas de otros tiempos. Tú continuas, pasando un pilar lavadero y desciendes por la ladera del valle por donde se encuentran edificadas las viviendas. Todas esparcidas en calles de trazado irregular y con vegetación natural y espontánea. Aquellas calles todavía están sin asfaltar y aún no tienen alumbrado público. Como por aquí, allí también crecen los grandes nogales. Entre los muchos elementos que aún se conservan con la personalidad de aquellos tiempos, destacan los hornos para cocer el pan. Son ahora tres aunque hubo algunos más en tiempos pasados. Uno de ellos se hunde sin remedio, los otros dos se conservan bien, aunque sólo uno se pone a veces en funcionamiento.

Por el valle te puedes encontrar con la fuente conocida con el nombre de El Peñón. Tiene agua muy fresca y es de este manantial de donde se abastece la aldea. De este manantial se riegan, además, las huertas, se nutre el hermoso cauce del arroyo de Los Anchos y el aire del barranco, se llena de rumor. Y ya no te puedo decir más de esa aldea. Creo que lo mejor es que un día te vayas por allí y despacio te empapes de ella.
- En cuanto pueda, eso es lo que tengo que hacer pero ahora mientras tanto, cuando llega el otoño por ese barranco que me han dicho, es tan hermoso ¿qué sucede?

Y él durante todo este largo rato, te ha atiborrado no sólo de nombres, sino de pequeñas historias ocurridas por estos lugares.
- Si quiere usted podemos seguir tres días sin parar.
- Es una pena pero hoy sí tengo prisa para parecerme bien a un buen turista. Otra vez será.
- Cuando usted quiera.
Le dices que otro día porque hoy tienes que irte. Te quedan muchos valles, barrancos y laderas por recorrer. Es decir: la cantidad más que la calidad a pesar de que sabes bien esa máxima de San Ignacio: “No el mucho saber sacia el alma sino el gustar profundamente de las cosas”.

Pero aquí lo dejas en su era, con sus gemelos, su acogedora morada donde te has saciado de aquello que tanto deseabas, y te vas. Cruzas el canalillo de agua que baja desde el río y pasa por la misma puerta de su casa. Ahí mismo, en la reguera repleta de tan limpio líquido, y en la losa tallada en el cemento del canal, lava la señora que has saludado hace un rato. Al pasar y mirar ella te dice que sí.
- ¿Sí a qué?
- Que esta es la mejor “lavadora” del mundo. Agua limpia de los montes, los nudillos de los dedos de mis manos que son duros y la losa de cemento. Como he lavado toda mi vida y antes que yo mi madre y mi abuela y mucha más gente. Así y aquí se ha lavado siempre.
- ¡Claro! Antes las mujeres penabais mucho.
- ¡No le digo ná lo que penábamos con la ropa y lo probes que éramos! Que eso pa qué.

La sigues, mirando mientras te habla, para convencerte y porque te gusta ver el agua correr por el surco de cemento tan inédito y tan lleno de cristal.
- ¿Y de dónde viene?
- Del río Segura. La desviamos por allá arriba, hacemos que pase por delante de nuestras casas, cruzando la aldea de arriba abajo, la conducimos por las tierras de las huertas para regar las hortalizas y después la volvemos otra vez al río.
- Pues según lo que veo y me dices, nadáis en la abundancia y nunca mejor dicho.
- Más bien estamos rodeados de abundancia. Si queremos podemos abrir el grifo y llenar los vasos de ahí. Pero también si se nos antoja, salimos a la puerta de la calle y cogemos del agua que corre por esta reguera. Así es como riego yo cada día las macetas que usted ve en la fachada de mi casa. Agarro un cacharro, salgo, lo lleno en la reguera, ando dos pasos y lo vacío en las macetas.
- Y, además, agua de calidad. ¿Verdad?
- De la más limpia.

También ahora quieres. Te gustaría pararte aquí otro buen rato. Te agradaría seguir charlando con esta mujer y oír todas las cosas que, al parecer, ella tiene ganas de contarte. Pero hoy no puede ser. Tienes prisa.
‑ En fin, otra vez vendré por aquí.
Le dices a él y a la mujer en la misma puerta de su casa.

Te despides también del hombre que toma el fresco a la sombra de la noguera y aunque antes de que te alejes parece como si él quisiera decirte que: “Usted vive en otra dimensión lejana y rara que ni por asomo se parece a este mundo mío”, ni le haces caso. Pero está claro que él no tiene prisa ninguna porque aquí en la sombra de su noguera, que casi ha crecido con él, se pasa el día, los meses, los años y la vida entera y tú en una mañana quieres recorrer media comarca. Absurdo y deprimente que vengas a estos campos y te pasees por ellos con la misma angustia y apuros que cada día soportas en tu mundo civilizado. Es absurdo y perdona que te diga: así no se puede ir por la sierra. Con tu urgencia degradas y ofendes tanto a los paisajes como a los que son y viven en ellos.

LOS JESUITAS ‑ 8

Pero en fin, como ahora nosotros estamos y nos movemos por las calles del pequeño pueblo de piedra que se asienta en la cumbre y respira donde respiran las nubes, seguimos nuestra ruta y desde la puerta pequeña de la gran iglesia nos vamos por otra calle. En ese rellano tienes un montón de macetas y casi siguiéndolas te vas por el callejón que lleva al horno. Primero bajas once escalones de estos que tienen las calles y que son como grandes rellanos que van sujetando la pendiente a fin de que no sea tan pendiente. En el mismo centro de la cuesta la calle se remonta siguiendo las espaldas del edificio donde se abre el bar más importante del pueblo, el horno del pan que ya conoces y aunque no conociera enseguida lo descubrirías con sólo irte detrás del olor a pan recién cocido.

No remontas ahora este camino porque llevas otra dirección. Vas para abajo, por la calle que pasa y al mismo tiempo es casi la puerta de la iglesia de los Jesuitas. Termina justo en la que se llama del Altozano que gira a la derecha y la que tiene por nombre Caballeros Santiaguistas que gira a la izquierda. Pero antes del final y esos dos nuevos comienzos, pasas por la misma puerta de la vieja iglesia. Te saludan al menos tres hermosas realidades: la muchacha de los cascos que sentada en su poyete escucha música y parece como si estuviera esperando a alguien, la cuadrada, fresca y verde plaza que es la entrada a esta antigua iglesia y los Jesuitas de aquellos tiempos y los de estos tiempos.

La muchacha ni te mira porque se recoge ella entusiasmada con su música dando la sensación de que se lo pasa bien pero en el fondo se encuentra aburrida como una ostra y por eso su presencia en el poyo y a la sombra de los árboles que ella misma cuida en la puerta de esta iglesia. La miras, la saludas y le preguntas si es esta la iglesia que crees y como si no le interesaras demasiado ni tú ni tus cosas, ella sigue con sus cascos escuchando la música y sentada en el poyete. Crees que anda aburrida y por eso se ha salido a la puerta de esta casa suya, por si pasa algún turista, que siempre pasan algunos buscando los Baños Moros y así distraerse un poco pero no quiere demostrarte que su presencia aquí es por esto. En fin, hasta piensas que podrías pedirle que se pusiera ahí para sacarle una foto. Así tendría dos recuerdos bonitos: el de la iglesia y el de la muchacha que vive en el rincón de la iglesia y escucha música con los cascos puestos mientras espera ver pasar a los que llegan para distraerse un poco.

La plaza no dice nada. Te sale al paso y se te abre silenciosa, con sus macetas y sus árboles aquí en el rincón donde parece, donde más parece que se ha detenido el tiempo por su sombra, su silencio, la gran fachada de piedra y arropada por el verde de las macetas y las ramas del árbol que riega la muchacha. Hasta un poco desconcertado te has quedado al ver lo que aquí ahora mismo te encuentras. Nadie te lo había dicho y de ello te alegras: como tantas veces a lo largo y ancho de estas cordilleras tuyas, has llegado a las concreciones, al conocimiento de las cosas, por pura casualidad y sin más información que lo que descubres en el mismo momento en que te encuentras con ellas.

Por experiencia sabes que esto tiene una emoción especial y que se produce un impacto en el espíritu que para siempre ya se te queda grabado con la hermosura de aquello que pertenece a la escala de lo puro. Tan de pronto te ha cogido esta pequeña plaza de la iglesia que lo único que has sabido ha sido pararte y mirar. Se mueven levemente las ramas verdes de los árboles, se reflejan algunos rayos de sol en la fachada de piedra, se derrama la sombra por los rincones y las macetas que llenan la plaza y se rebulle la muchacha en su poyete oyendo su música. Y por encima, como arropándolo, el silencio profundo que parece aquí más denso y bastante más silencio. Y, en su centro, a la sombra y al fresco de todo, en la entrada de la casa de la derecha que ésta sí se ve habitada, toma el sol la que quizá sea la madre de la joven. También es probable que ella sea la que riega las macetas y hasta si le pregunta, te dará información de la iglesia.

Pero de la iglesia, en una guía de este Parque que escribió Manuel y Lola, leíste el otro día lo siguiente: “Desechado el proyecto de construir un colegio de dicha orden en Segura, se decidió edificar esta iglesia y remozar una casa para residencia de unos cuantos sacerdotes, estando unidas ambas mediante un arco que las comunica, Arco de Cavalcavia. El proyecto fue hecho por Juan Bautista Prioli y la deseada inauguración se hizo el 25 de marzo de 1.593, viviendo aún francisca de Avilés, la única hija que había quedado del patrocinador segureño, Cristóbal Rodríguez de Moya. Contaba con dos altares laterales, con dos bellos cuadros, uno de pintor italiano traído de Roma y otro de San Ignacio de Loyola, pintado por Sánchez Coello; ambos destruidos en el incendio de la ocupación francesa. Contigua se alza la Casa del Celemín, mansión que para algunos es de ejecución mudéjar pero que guarda enorme fidelidad a la vivienda romana, con su atrio, impluvium y hortus y sus dos columnas casi cegadas, de orden jónico. Después de su desalojo por los jesuitas fue sede del Ayuntamiento y también cárcel y cuartel durante bastante tiempo”.

La preguntaste luego sobre el tema a tu amigo Leonardo y él te digo que: “Los fundares de los Jesuitas aquí en Segura fue don Cristóbal Rodríguez de Moya, hombre labrador y señor de ganado y principal que dio sus bienes en 1.589 al padre provincial de Toledo. El colegio pertenecía entonces a la diócesis de Toledo, por tanto, estaba dependiendo de la provincia de Toledo, sin embargo, otros autores citan como fundadora a Francisca de Avilés y Moya. Parece que aunque los tratos para fundar vienen del generalato de San Francisco de Borja, la inmediata gestión se hace entre los años 1.583 y 1.593.

Por el aspecto de lo que queda del colegio da la impresión de que la parte docente ocupaba poca importancia y que era, más bien, una residencia apostólica con irradiación por toda la sierra de Segura y las tierras de Murcia. Sólo un hermano enseñaba a leer y a escribir. Los demás padres atendían el culto en su bonita iglesia y misionaban en los pueblos de los alrededores. En cuanto a la parte artística apenas queda nada. Solamente la iglesia construida en el lado bajo del pueblo que actualmente es garaje y sala de reuniones con sólo la estructura exterior; y la “casa de los padres”, actual ayuntamiento con su preciosa fachada plateresca. Junto a la iglesia un angosto patio rodeado de las clases para niños.

La iglesia fue diseñada por el Padre Bustamante; proyecto revisado por el arquitecto Juan Bautista Prioli, encargado entonces del palacio del don Alfonso de Bazán el Viso del Marqués. Es de estilo manierista y las obras comenzaron en el año 1.585, terminándose en el 1.592. Existía como arte menor un cuadro de San Ignacio de Sánchez Coello, una reliquia de San José de Arimatea y otras de San Luis y Santa Inés.

La distribución de los libros de la biblioteca fue al Ayuntamiento y a la Parroquia. La comunidad estaba constituida por 5 padres y 7 hermanos y solamente uno enseñaba. Los demás padres eran predicadores ambulantes y los hermanos, además, eran los administradores de la finca de fundación”.

SEGURA DE LA SIERRA EN EL ARCHIVO HISTORICO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS EN ROMA.EL ARSI (ARCHIVUM ROMANUM SOCIETATIS IESU), UNA FUENTE DOCUMENTAL PARA LA HISTORIA MODERNA DE JAÉN (1) Por Francisco Juan Martínez Rojas. Seminario Diocesano
RESUMENEl Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), es el archivo general de la Compañía de Jesús, que recoge diversos fondos donde se refleja la presencia y actividades de los jesuitas en los distintos lugares donde la Compañía de Jesús desarrolló sus diferentes ministerios. El presente trabajo ofrece una escueta narración de la implantación de la Compañía de Jesús en Jaén, Segura de la Sierra. La sección más importante del trabajo es el regesto de 196 documentos del siglo xvi conservados en este archivo y que están relacionados con Jaén. A través de ellos, el investigador puede conocer las vicisitudes de la fundación de algunos colegios de la Compañía, diversos aspectos de las actividades de los jesuitas en Jaén, y otras circunstancias de la historia del Santo Reino en el Quinientos.
41. 1569, junio 15. Segura de la Sierra.
Cristóbal Rodríguez comunica a S. Francisco de Borja el envío de una carta del p. Bustamante, en la que se le notifica la intención de Rodríguez de facilitar el patrimonio necesario para abrir una casa de probación de la Compañía en Segura de la Sierra, y pide que en esta casa se enseñe también gramática.
Hispania 111, 19 r.
43. 1569, junio 29. Villarejo de Fuentes.
El p. Bustamante narra a S. Francisco de Borja su viaje a Beas de Segura y Segura de la Sierra; cómo estando en Caravaca, el concejo de Beas le invitó a ir a esa localidad, donde predicó, y sabido esto en Segura, también le invitaron, sobre todo Cristóbal Rodríguez, el mayor ganadero de la sierra de Segura, quien ofrece su patrimonio para fundar un colegio de la Compañía en Segura de la Sierra; ofrece datos sobre esa localidad, su comarca y la viabilidad del proyecto.
Hispania 112. 269 r. - 271 r.
49. 1569. Roma.
Copia de la escritura de donación realizada por Cristóbal Rodríguez ante Pedro de Mendoza, escribano público de Segura de la Sierra, por la que dona 150 ducados a la Compañía de Jesús con tal que el Prepósito General acepte, apruebe y confirme dentro del tiempo que señala y con ciertas cláusulas y condiciones contenidas en dicha escritura la dotación y donación. S. Francisco de Borja acepta la escritura de donación con todas sus condiciones para la fundación del colegio de la Compañía de Jesús de Segura de la Sierra.
Hispania 112, 104 r.
51. 1569 ca. S.l.
Documentos relativos a la fundación y dotación del colegio de la Compañía de Jesús en Segura de la Sierra. Fondo Gesuitico 159 1/206.
58. 1570, mayo 25. Córdoba.
Bustamante comunica a S. Francisco de Borja que había permanecido todo el invierno en Segura de la Sierra a la espera de la patente de fundación de aquel colegio que debían enviar desde Roma, y que ese período había sido como una probación de dos o seis años; manifiesta también su rechazo a participar en más fundaciones, porque es padecer; también afirma que había leído algunos libros de arquitectura y diseñado algunos edificios, como el hospital de Toledo y la iglesia de Caravaca; que D. Luis Manrique, limosnero de Felipe I le había pedido su opinión sobre la planta del Escorial, y que, aunque había visto algunos errores, no los quiso decir por haber traído el rey tan importantes artistas de España e Italia para edificar ese monasterio.
Hispania 114, 164 r. - 165 y.
61. 1570, julio 18. Segura de la Sierra.
Catalina y Francisca, hijas de Cristóbal Rodríguez, agradecen a S. Francisco de Borja que la Compañía acepte la donación realizada por su padre para fundar un colegio en Segura de la Sierra; piden que se las admita en la Compañía y que el padre provincial les comunique sus reglas, santo modo de aprovechar lo más estrechamente que sea posible.
Hispania 114, 301 r. -
62. 1570, julio 18. Segura de la Sierra.
Cristóbal Rodríguez agradece a S. Francisco de Borja que la Compañía haya aceptado la fundación del colegio de Segura de la Sierra; le comunica las dificultades que pone el Consejo de Órdenes para dar la oportuna licencia, aunque cree que si el provincial fuese a Madrid, se allanarían los obstáculos.
Hispania 114, 303 r.
63. 1570, julio 30. Villarejo de Fuentes.
Manuel López ofrece a S. Francisco de Borja los principales datos sobre la fundación del colegio de Segura de la Sierra.
Hispania 114, 327 r. - 330 r.
67. 1570, septiembre 26. Roma.
S. Francisco de Borja contesta a la carta de Cristóbal Rodríguez fechada el 18 de julio, agradeciendo la generosidad de éste para fundar el colegio de Segura de la Sierra y se congratula de que el provincial haya tomado esta obra con tanto interés.
Hispania 69,59 y.
68. 1570, septiembre 26. Roma.
S. Francisco de Borja contesta a la carta remitida el 28 de julio por Catalina y Francisca Rodríguez y les anima a consagrarse enteramente al Señor, como era su intención les agradece asimismo el apoyo a la fundación de Segura de la Sierra mientras augura que ésta sirva para el provecho espiritual de aquella localidad.
HispanIa 69, 59 y.
72. 1570, octubre 9. Alcalá de Henares.
El p. Manuel López a S. Francisco de Borja comunicándole que se han allanado las dificultades surgidas para la fundación del colegio de Segura de la Sierra; las hijas del fundador han sido emancipadas legalmente y han consentido libremente en la donación realizada por su padre a la Compañía; aconseja a Borja que escriba tanto a Cristóbal Rodríguez como a sus hijas Catalina y Francisca dándoles las gracias en nombre de la Compañía.
Hispania 115, 191 r. - 194 r.
73. 1570, noviembre 13. Madrid.
Manuel López comunica a S. Francisco de Borja que tras solucionarse los problemas existentes para la fundación de Segura, se ha hecho una nueva escritura ante notario y el Consejo de Órdenes ha dado finalmente licencia para la apertura del colegio; también avisa que el fundador ha renunciado a la pretensión de que hubiese escuela y estudio, y se contenta con que los jesuitas se limiten a trabajos pastorales en aquella población; también hace referencia al negocio de Carleval, aunque no ofrece más de talles.
Hispania 115, 269 i.
77. 1571, enero 10. Beas de Segura.
Cristóbal de Figueroa, regidor de Beas de Segura, a S. Francisco de Borja, mostrándole su contrariedad por la fundación del colegio de Segura de la Sierra, lo que, según el remitente, reduce las posibilidades de que la Compañía abra otro en Beas de Segura, para el que el ayuntamiento de la lo calidad había ofrecido renta suficiente.
Hispania 116, 1 r.
78. 1571, enero 10. Reas de Segura.
El concejo, justicia y regimiento de Beas a S. Francisco de Borja comunicándole su pesadumbre por la apertura del colegio de Segura, lo que resta probabilidades para que la Compañía abra el que el ayuntamiento ofrecía en Beas; de todos modos, suplican que la Compañía siga favoreciendo aquella población.
Hispania 116,2 r. - y.
83. 1572, enero 10. Segura de la Sierra.
El p. Millán García comunica a S. Francisco de Borja que no hay novedad en el colegio de Segura de la Sierra; el fundador, Cristóbal Rodríguez, desea ver a Borja, por lo que suplica que se le avise cuando el General esté en Belmonte, para ir a visitarlo; envía también una carta de Dña. Leonor Guerrero, madre del hermano Sandoval, suplicando que éste sea transferido a esta provincia, lo que, según García, se podría hacer por ser sus padres los más principales de todas estas villas.
Hispania 116, 69 r.
84. 1572, abril 12. Segura de la Sierra.
Cristóbal Rodríguez expone sus dudas sobre la proveniencia del dinero para la construcción del colegio de Segura de la Sierra.
Hispania 116, 245 r.
86. 1572, abril 12. Segura de la Sierra.
Cristóbal Rodríguez a 5. Francisco de Borja exponiéndole sus dudas sobre si el colegio se debe construir con la renta con que ha sido dotado o con otra, y que esta renta sirva sólo para su sustento.
Hispania 116, 249 r.
87. 1572, julio 20. Segura de la Sierra.
El p. Esteban Pérez comunica a S. Francisco de Borja que ha sido enviado por el p. Manuel López, provincial, al colegio de Segura de la Sierra, donde residen trece jesuitas; el espacio de la casa, aunque no mucho, es ampliable; el fundador, Cristóbal Rodríguez, ha hecho los ejercicios espirituales con gran fruto.
Hispania 117,43 r.
88. 1572, agosto 15. Roma.
Jerónimo Nadal ofrece a Cristóbal Rodríguez noticias sobre S. Francisco de Borja: que estaba de vuelta a Roma pero se había detenido en Ferrara por enfermedad; asimismo le explica que el dinero de la fundación que había hecho en Segura y que en parte se había empleado en beneficio del colegio o casa de probación de S. Andrés de Roma, a la que debía el colegio de Navalcarnero 350 ducados de pensión; le asegura que la renta del colegio de Segura de la Sierra salía indemne de esta operación.
Hispania 69, 120 r.
92. 1572, diciembre 18. Segura de la Sierra.
Cristóbal Rodríguez a Polanco, acusando recibo de una carta de éste en que le comunicaba la redención de un censo del colegio jesuita de Navalcamero con dinero de la fundación de Segura, que se había realizado por disposición de S. Francisco de Borja; Rodríguez da su consentimiento a tal operación.
Hispania 118,23 r.
93. 1572, diciembre 19. Segura de la Sierra.
El p. Millán García a S. Francisco de Borja acusando recibo de la comunicación de provincial según la cual el Prepósito General de la Compañía había concedido que en el colegio de Segura hubiera escuelas de niños, para lo que el visitador había inspeccionado la casa, determinando que fuese después el hermano Juan García, albañil, para ver las obras de adaptación que convenía realizar.
Hispania 118,25 r.
94. 1572, diciembre 28. Segura de la Sierra.
Esteban Pérez comunica al vicario general de la Compañía de Jesús que en el colegio de Segura de la Sierra residen 3 padres y 9 hermanos; describe la edad y características personales de cada uno de ellos.
96. 1573, febrero 17. Segura de la Sierra.
Esteban Pérez comunica a Polanco que el p. Luna había llegado de Sevilla para dar cuenta a Cristóbal Rodríguez del cobro de sus rentas en Italia. y cómo éste se consideraba engañado por la Compañía por esta operación, por lo que amenazaba con dar cuenta al Prepósito General y a Gregorio XIII de cómo la Compañía no respetaba la voluntad del fundador.
Hispania 118, 219 r.
102, 1573, julio 24. Roma.
Everardo Mercuriano, nuevo Prepósito General de la Compañía de Jesús, se pone a disposición de Cristóbal Rodríguez, y le asegura que los padres de la provincia de Toledo que vuelven a España tras su elección le de volverán la suma que se había empleado para el colegio de Navalcarnero, y que procedía del legado con que Rodríguez había dotado el colegio de Segura de la Sierra.
Hispania 69, 161 y. - 162 r.
119. 1579, junio 17. Segura de la Sierra.
El p. Alonso Muñoz a Mercuriano preguntando si se debe retener el colegio o dejar la fundación de Segura de la Sierra; afirma que para la obra del colegio, además de la madera, el ayuntamiento de la localidad ha dado, con licencia de Felipe I 1.200 pies de pinos, valorados en 1.300 ducados y también ha otorgado permiso para cortar seis nogueras para hacer tablas de refectorio, cajoneras de sacristías y otros muebles necesarios para el colegio.
Hispania 127, 341 E
120. 1579, junio 22. Segura de la Sierra.
El p. Antonio Ibáñez, visitador, comunica a Mercuriano que se encuentra visitando el colegio de Segura de la Sierra.
Hispania 127, 354 r.
121. 1579, junio 23. Segura de la Sierra.
El p. Alonso Muñoz comunica a Mercuriano que el visitador se encuentra en Segura de la Sierra, y pondera la importancia de que llegue antes de S. Miguel la licencia para vender la casa donde está el colegio y cambiarlo a otro sitio.
Hispania 127, 359 r.
122. 1579, julio 9. Segura de la Sierra.
Francisca Rodríguez de Avilés, hija de Cristóbal Rodríguez, a Mercuriano alabando el gran fruto que realizan en Segura los jesuitas y suplicando que la Compañía apoye el colegio de esa localidad, como lo ha hecho saber al visitador que ha pasado por Segura recientemente.
Hispania 128, 29 r.
123. 1579, julio 12. Villarejo de Fuentes.
El p. Antonio Ibáñez, visitador, comunica a Mercuriano los pros y contras del traslado del colegio de Segura de la Sierra; hallé aquel colegio bueno, donde estuve mes y medio.
Hispania 128, 41 r.
125. 1579, agosto 6. Segura de la Sierra.
Francisca Rodríguez de Avilés, hija de Cristóbal Rodríguez, vuelve a urgir a Everardo Mercuriano la concesión de la licencia para dar comienzo al colegio de Segura de la Sierra.
Hispania 128. 136 r.

En su libro Lola Suardíaz dice que: “Había un sentido religioso generalizado. La preceptiva católica era admitida y creída. Se acudía a misa los domingos y de vez en cuando se rezaba el rosario, se guardaba la vigilia y ayunos y se celebraban bautizos, bodas y muertes por ritos de la iglesia. De noche los padres ensañaban a los niños. El descreimiento o la falta de seguimiento de las normas esenciales no estaban bien visto. Pero junto a esto existía la brujería y los encantamientos que están firmemente arraigados en el sistema de creencias”.

Y sobre el mismo tema, en un proyecto de fin de carrera realizado por ingenieros de montes y no publicado, por el año 1961 se decía que: “Era verdaderamente lamentable el estado de incultura en que se encuentra la población de la sierra. Actualmente en plantilla, que casi nunca está cubierta, existen dos escuelas con dos maestros pagados por el estado: una en San Miguel de Bujaraiza y otra en el sitio denominado Casas de las Tablas. Se comprende que el número resulta completamente insuficiente para la instrucción de casi 3.000 familias desperdigadas por esta gran superficie montuosa.

Dada la carencia de maestros, hace ya algunos años aparecieron en distintos sitios de la sierra los llamados maestros rurales, que sin título oficial de ninguna clase, pagados por los propios roturadores, recorren las principales cortijadas dando lecciones. Aunque su número ha sido siempre reducido y su labor, por la inconstancia poco eficaz, no ha dejado de notarse su efecto. En el último año tenemos noticias de la existencia de uno de ellos en el lugar llamado Los Anchos, del monte Cañada del Sahúcar en Sierra Segura. A pesar de estas raras manifestaciones de magisterio podemos afirmar que la única oportunidad que a los varones se le ofrece para redimirse de su analfabetismo consiste en el servicio militar.

La asistencia religiosa ha estado siempre descuidada en la sierra. Los conocimientos religiosos que poseen la inmensa mayoría de los roturadores son escasos y deformados, pues las visitas de los sacerdotes sobre todo en puntos un poco distanciados de las principales vías de comunicación, son muy de tarde en tarde y su labor resulta poco eficaz. Por todo esto el nivel medio de la moralidad es bastante deficiente, sobre todo en lo relativo al matrimonio, pues son frecuentes los casos de amancebamiento, aunque las parejas se guardan fidelidad recíproca durante muchos años”.

Mientras has ido repasando un poco la realidad en tu memoria sigues bajando rellanos que es como los vas a llamar a partir de ahora en lugar de escalones. Llevas ya contados 23 y parece que por fin te encuentras en el final. El número 9 y 11 ocupan el centro de la calle, justo enfrente a la iglesia y eso, fíjate qué bien puestos y qué bonitos los números de cada casa: en piedra como corresponde a un pueblo como este; como son modernos al menos el material parece piedra y esto es lo que quieres creer para no quitarle su categoría. El recorrido que baja pasando por delante de la iglesia, termina en la calle de Los Caballeros Santiaguistas, que es la de la izquierda y la del Altozano que queda a la derecha.

Aquí a la izquierda, tienes un antiguo arco de muralla por donde has de pasar para seguir bajando. La casa que te ha quedado enfrente y que ha cortado la calle para dividirla en dos, tiene precisamente el número dos y es también de piedra con las puertas y ventanas de madera. Ya has descubriendo que la de la izquierda va directamente al barrio de los Baños del Moro, un recinto antiguo por donde no has venido en tu vida pero que nada más verlo ahora ya te dices que es quizá el más bonito del pueblo. Esta calle es estrecha, de piedra y baja tan hermosamente metida en una curva que da la impresión de no tener nunca fin. Las casas, casi todas cerradas, te recuerdan que la gente se va del pueblo. Es igual a otros muchos en la sierra. Solos van quedando los mayores con su pensión, la ausencia de los hijos y sus recuerdos.

Calle arriba viene un hombre con su borriquillo.
- Del hortal que vuelvo. Tenía que regar los tomates y de paso coger un poco de hierba para los conejos.
Te dice en cuanto lo saludas.
- ¿Y tan solo?
- Los hijos están en otros lugares. En cuanto se hacen mayores y pueden, vuelan. - El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad.
Les dices con un poco de miedo a que no te entienda.
- Y también se dice que, “es de la boca del viejo de ande salen la verdades”

- Y ahora que estamos en esta calle ¿usted sabe eso del duende Martinica?
- No lo sé. ¿Qué es?
- En el número seis de esta calle de Los Caballeros Santiaguistas, dicen que vivió un duende que le llamaban Martinica. Esta que tenemos aquí mismo es la casa.
Miras y el aspecto que presenta por fuera es el típico segureño. Se ve que ya no la usan y por eso muestra grandes dosis de abandono. La fachada está pintada de marrón rojizo y la vieja puerta se encuentra cerrada con un candado.
- Y con el correr del tiempo ¿qué pasó con ese duende?
- Todavía hay por aquí algunos habitantes que piensan que el duende vive en este pueblo, escondido en un lugar muy oculto y donde no es posible llegar. Algunos que saben dónde vive, no quieren decirlo.

Descansa un poco tanto a la bajada como a la subida, esta pequeña calle, en un rellano a la izquierda donde también verás un pequeño arbolillo apuntalado con un débil palo para que con el peso de las ramas no se quiebre el tronco. Es como una plaza chiquitica junto a lo que sería la parte de atrás de la iglesia. Un poco más abajo y donde la curva, junto al rellano 12, a la derecha, te queda algo muy original: una pequeña planta que espontánea ha nacido, muy pegada a la pared y para que parezca más florida, desde los últimos tallos de la que es de verdad, pared arriba algún aficionado a pintor, con sus pinceles y su pintura la ha dejado inmortalizada. Es la misma planta con sus flores y tallos pero pintada para que sea la época que sea, siempre esté florida.

Cuando vienes bajando por la calle y las ves, sobre todo la primera vez que pasas por aquí, desde lejos, hasta te crees que toda es planta viva y no es verdad. Pero cuando te acercas y lo descubres no te quedas decepcionado: resulta bonito como detalle para que sigas creyendo que todo el pueblo es la misma casa donde cada uno pone su granito de arena. La calle tiene su fin en el escalón 13 y en el número de casas 10 y 3 porque aquí da un giro a la derecha y en número 12 se encuentra el Palomar, palabra que no te la inventas sino que aparece, sobre la pared escrita en azulejos blancos y con letras azules. Más arriba, la calle del Baño del Moro.
‑ ¿Lo de la calle del Baño del Moro qué es?
‑ Parece que ahí existieron unos baños árabes y como todavía quedan por el lugar restos de murallas, baños, fuentes y demás, que con tranquilidad y si quieres, puedes ver, pidiendo la llave, me parece que en el Ayuntamiento.

En cuanto terminas de leer verás a la izquierda otro pequeño arbolito y algunas macetas. Giras a la izquierda y te montas en el rellano 18. Al frente te queda la gran visión sobre el valle de los olivos con los pinos y sus laderas en primer plano. Te queda a la izquierda el gran arco de ladrillos y la fuente con su otro arco pero éste de piedra. La casa que antes veías por la parte de la entrada ahora la contemplas por detrás con su gran pared también de piedra, mampostería, con cinco ventanas pequeñas pero bonitas mirando al valle. Es decir: si vivieras en esta casa con sólo abrir las ventanas ya tendrías ante tus ojos la hermosa panorámica por donde duermen las llanuras fértiles. Las tierras que derramaron las montañas y hoy es el valle de los olivos. En otras épocas fue el de las huertas.

POR LOS BAÑOS DEL MORO ‑ 9

Si desde aquí te vas para la derecha sales al campo, erial, porque ya por este lado no nos quedan casas sino la pared, la parte de atrás de otra casa grande que cuando veníamos bajando dejábamos a la derecha y el techo de cemento en forma de pequeñas ondulaciones de lo que sería propiamente los baños. Te paras por aquí encima y si es por la mañana te sientas en los muros y te dedicas a gozar del valle en estos momentos en que tanto el valle como las laderas y las casas del pueblo empiezan a despertarse. Nadie te molestará porque nadie vive aquí y si acaso se te ocurre entrar a los Baños del Moro no podrás porque ya dijimos antes que los tienen cerrados. Tendrías que haberte traído la llave, una llave grande de hierro que si la pides te la dan sin ningún problema. Algo así como también hacían antes con el castillo.

Así que como no tienes prisa porque ya has aprendido bien que cuando uno anda por entre los paisajes y los tonos de estas sierras, lo primero es revestirse de tranquilidad, paz y sosiego, cosa que casi ninguno de los visitantes practican y hasta parecen que ni siquiera valoran. Lo que tanto dices: la cantidad parece lo más importante, por encima de la calidad del silencio, el rumor del bosque, el seseo de las hojas y el perderse una mañana entera, una tarde o un día o lo que sea, por la soledad y la quietud. Te sientas sobre la vieja pared de piedra del techo de los baños y te dedicas a dejar que la mañana siga adelante desde la cumbre del castillo hacia el centro del valle.

Canta por aquí un pequeño pajarillo. Al parecer ha dejado, por unas horas, a su bosque de pinos sobre la ladera algo más abajo y se ha puesto a juguetear por entre las pámpanas de la vieja parra que trepa por la vieja pared de piedra de la también vieja y gran casa que tienes enfrente. Es un bonito carbonero que hasta parece un poco extrañado de verte. No porque él no esté acostumbrado a encontrarse con gente, casas y coches subiendo y bajando por la carretera sino porque le debe resultar algo raro que a estas horas de la mañana alguien se siente sobre el muro del pétreo y silencioso Baño del Moro y no haga otra cosa sino eso: contemplarlo a él y respirar el silencio frente al valle dejando que el tiempo pase. Como si él y tú sólo tuvierais un asunto importante entre manos: dar gracias al Creador, al tuyo y al de todas las otras maravillas que desde aquí se ven.

“¿Pero dónde lleva la cámara de fotos, la del video, los pantalones cortos y ese chorro de exclamaciones que todos los que vienen por aquí, traen y expresan?” Debe preguntarse el pequeño carbonero mientras no deja de observarte saltando de una rama a otra, lanzando algún trino de vez en cuando y moviendo su cabeza como si quisiera ver más de lo que ve porque no sale de su asombro. Tampoco sale de su asombro la vecina que vive en la última casa, balcón en esta ladera rocosa por donde en aquellos tiempos vinieron a construir estos Baños Moros.

Ella blanquea su primorosa vivienda y a cada brochazo pared arriba o pared abajo te mira como si quisiera enterarse bien de lo que haces y de quién eres. “Qué rato, que ni pregunta ni trae en sus manos las llaves para ver este último rincón como siempre hacen casi todos y, además, ahí permanece en silencio como si no tuviera prisa”. Debe decirse a sí misma mientras da brillo a las paredes de su mansión y te mira.
‑ ¿Sabes dónde dan las llaves del Baño Moro?
‑ Creo que hay que pedirlas en el Ayuntamiento o al menos así parece que era antes.
‑ Claro que así era antes; ahora como todo cambia, hasta tienen una Escuela Taller que se llama Yelmo II y como el Ayuntamiento ha montado el “Punto de Información”, ahí te dan las llaves. ¿Quieres que vaya a por ellas?
‑ Por ahora no las quiero; necesito espacio, tiempo y paz.
‑ Pero es que fíjate, las muchachas que hoy atendían en el Punto de Información, que como sabes pertenecen a la Escuela Taller y viven en Cortijos Nuevos, son también de lo más agradables del mundo. Si te acercas y le pides la llave te la darán encantadas. Hasta con gusto te responderán a las preguntas que sobre estas sierras y el pueblo les hagas.

De verdad que son encantadoras y la otra cosa es que estos bonitos Baños Moros son monumentos importantes para los turistas que por el lugar vienen. ¿Por qué vas a estar aquí mismo toda una mañana entera e irte luego sin verlos por dentro?
‑ Si acaso, los veré cuando llegue su momento. Además, como de estos Baños se habla y se escribe tanto, me puede casi bastar con eso.
‑ En el fondo quizá tengas razón. En algunos escritos recientes, como puede ser el libro de Lola y Manuel, se dicen que son los únicos en la provincia junto a los de Jaén. “Entrando por la Calle de los Caballeros de Santiago, de trazado árabe medieval alterado, escalonada a tramos, se presentan diversas casas interesantes, como la Puerta ojival, en ladrillo rojo. Descendiendo esta calle, una de la de mayor sabor, se llega a la Puerta Catena, que es la que comunicaba con la senda que conducía al frontero castillo gótico de Catena y se encuentra, a la derecha, el Baño Moro y la Fuente del mismo nombre, otro de los rincones sugestivos. Este baño, el segundo árabe que se ve en Jaén, fue construido, probablemente, por Ben Hamusk, señor de esta villa y gran aficionado a los baños y a las construcciones públicas, hacia el año 1.150 y constaba de las tres salas preceptivas”.

De todos modos, en cuanto pasa un rato, te vas. También el pequeño pajarillo carbonero ha dejado de saltar por entre las hojas de la parra. El día sigue avanzando. Antes de que el sol empiece a tostar la solana del cerro, también dejas el delicioso rincón donde has respirado el primer aire del pueblo cargado del perfume que desde los pinos sube. Te mueves un poco adaptándote a los escalones y la curva de la estrecha casa, más bien pasillo y pasas por la misma puerta de estos famosos Baños. Los miras y sigues como si ahora ya te apeteciera entrar de lleno en lo hondo del pequeño pero hermoso rincón tan lleno de silencios, plantas verdes, muros de piedra y rumor de agua. La señora sigue observándote y ya se siente un poco aliviada por tu decisión de acercarte a ella. La saludas y cortésmente te corresponde dejando que por un rato la brocha descanse en el cubo de la cal.

LA SEQUIA ‑10

‑ Este es el rincón más bonito que he visto en el pueblo.
Le dices no para agasajarla sino porque así lo sientes sinceramente.
‑ Hombre, en el pueblo existen abundantes trozos bonitos pero lo que orla mi casa, donde me he criado toda la vida, desde luego que es lindo.
‑ Y lo de tantas macetas por las puertas y las calles ¿a qué se debe?
‑ No se debe a nada; sólo que nos gustan.
‑ Es que no salgo de un asombro cuando ya estoy frente a otro y ahora que llego al recodo de esta casa tuya es cuando me he quedado sin aliento. Y dicen que este año, después de tres de sequía andáis mal de agua ¿verdad?
‑ Una maceta se riega con un baso de nada y aunque este verano se me han “aborchornado” alguna, las otras, ya ve usted que lozanas están. Sólo a la del rincón le faltan unas “almozás” de tierra.
- ¿Qué significa esa palabra que me has dicho?
- Cuando a las plantas les falta riego, agua, se ponen mustias. Nosotros decimos que se ha “aborchorna”. Cuando se marchitan por calor, sequedad o falta de aireación, también decimos que se han “acentellado”. Sin con las dos manos juntas, en forma de recipiente, cogemos tierra o cualquier otra cosas suelta, decimos “almorzá”.

‑ El chorrillo de agua que veo aquí cayendo sin parar ¿de dónde viene?
‑ Claro, esos son los Baños Moros.
‑ ¿Se bebe?
‑ ¡Hombre! Potable y de la mejor calidad. Toda el agua que gasto ahora y la que he bebido a lo largo de mi vida, siempre ha sido de ahí. Es un agua muy buena y también le digo que nunca vi a esta fuente seca. Ahora lleva un tiempo que ha aminorado pero creo que este chorrillo no llegará a secarse nunca. Es decir, si algún día deja de fluir el pequeño chorro de agua que cae al pilar de piedra, es que entonces se han secado todas las fuentes de estas montañas.

Como el silencio es tan denso en el rincón, el resto de las personas que viven en la casa ya te han oído hablar y a la puerta se asoma una muchacha que al verte siente algo de “corte” y enseguida se mete para dentro. Te das cuenta de ello y te dices que habría sido interesante que hubiera salido; así la habrías saludado y le habrías preguntado sobre la juventud del pueblo. Otra vez será. Habrá muchas oportunidades a lo largo de la mañana y si no, otro día si Dios quiere.

En este momento el rincón, la casa y la señora que blanquea te tiene por completo desbordado. Quieres saber mucho y ahora ya sí parece que te queda poco tiempo. Le preguntas por las plantas verdes y con frutas moradas en pequeños ramilletes sobresaliendo por lo alto de la última pared. La que sujeta el rellano, la calle, la puerta y la casa.
‑ ¿Qué árbol es?
‑ Es un sabuco.
‑ ¡Hombre, un saúco!
‑ No sé cómo le dirán ustedes, nosotros siempre le hemos llamado así.
Quieres explicarle que una cosa y otra es lo mismo, y aunque dudas un poco, al final le dices que:
‑ Los dos nombres son buenos. Se refieren a la misma planta. Sabuco es el nombre corriente, muy bonito y se puede usar porque es castellano y también se dice sabugo, sayugo, canillero, cañilero. Luego en otras regiones como en Portugal y Galicia le dicen sabuguerio, xabucu y otros. He dicho saúco porque ese es el nombre que más se usa en los libros. Su viejo nombre de pila es Sambucus nigra, que es lo que decías antes: sabuco negro.

Durante el rato que has estado dándole estas explicaciones te ha mirado y al final no te ha dicho nada. Quizá le pase a ella ahora lo que a ti te ha pasado durante tantísimo tiempo. Hoy conoces que un nombre y otro se refieren a una misma planta pero recuerdas bien que este árbol verde, más bien arbusto, te ha traído de cabeza durante mucho tiempo. Mientras recorrías y te llenabas hondamente del arroyo del Saúco, frente al cortijo de Tejerina y manantial de la fuente de la Tejadilla, por el Narigón en la solana de Coto Ríos, lo buscabas y no lo encontrabas. Hoy ya conoces todo lo que se puede saber sobre el saúco pero aunque lo has visto en mil ocasiones, es la primera vez que tienes plena seguridad de estar delante de tan buscada planta. Por eso lo miras, lo remiras y hasta coges una ramita con su ramillete de frutas moradas para llevártela y así aprendértelo bien. Te sientes feliz porque a partir de hoy ya conoces con exactitud otro pequeño granito de arena de este gran Parque. Y fíjate a dónde has venido a encontrarte por fin esta planta: al rincón de los Baños Moros en el Pueblo de Segura de la Sierra y justo a la misma puerta de esta bonita casa de la que tan orgullosa se siente su dueña y por eso la blanquea ahora mismo. Quién te lo iba a decir.

EL PLANO DE LA ESCUELA TALLER ‑11

Y desde este rincón que tanto te ha gustado y que has descubierto por pura casualidad sigues emocionándote. Tan a gusto te sientes que ahora parece que ya no te vas a ir de aquí nunca. Desde el lugar, el balcón de las plantas y de la casa semejante a espumas de cascadas por lo blanca que la está dejándola su dueña, miras para el valle. Se ven perfectamente los huertos que escalonados, bajan ladera adelante hasta encontrarse con los pinos y luego con los olivares.
‑ ¿De quién son?
Le sigues preguntando a la señora que ha dejado de blanquear su bonita casa para dedicarse a complacer las curiosidades y dudas que sobre estas sierras y el pueblo, tienes.
‑ Son de todos vecinos y como el chorrillo que mana del Baño del Moro cae por ahí y sin parar, el agua que no gastamos, chorrea por la ladera y lo aprovechamos para regar las huertas ¿No lo ves?
‑ Sí que lo veo.

Y claro que lo ves. Precisamente esta es otra de las bellezas que te ha fascinado en el sosegado rincón: la ladera que desde el valle sube y que, en los peores terrenos, donde ya ni siquiera hay tierra porque es roca pura, han venido a construir las casas. Lo mejor, lo más llano y fértil, para el río que en este caso es el Trujala y el río Hornos. Para los olivos, desde el río para arriba hasta donde ha podido ser. Y desde ese punto hasta media ladera, para los pinos. Ya de los pinos para arriba, para las rocas y sobre ellas las casas del pueblo y al final del todo, en la cumbre, el castillo, como la roca máxima. Las huertas se han adaptado al comienzo de las casas y entre los pinos, aprovechando algunas repisas de tierras fértiles y a los pies del saltarín chorrillo de agua.

‑ ¿Qué te parece?
‑ Todo un sueño cristalizado a lo largo de los siglos. Como si se tratara de un juego de niños pero lleno de sangre, sudor y lágrimas porque entre una cosa y otra hay muchos siglos preñados de vidas humanas. Por eso ahora que veo con mis propios ojos lo que estoy viendo empiezo a darme cuenta de otra realidad: para comprender lo que aquí existe, hay que venir a verlo, quedarse el tiempo que sea necesario y mirarlo con los ojos de la cara, del corazón y del alma, bien abiertos. Aunque como es natural también es necesario que alguien lo explique; al menos en su parte más concreta y amplia.
‑ Pues aquí me tienes. Te voy a explicar a ti un poco lo que desde aquí se ve y con mi modesta inteligencia sea capaz.
‑ Me parece bien; a partir de ahora te escucho con interés.

‑ Mira, si coges el plano que te dan en el punto de información, verás que el número 17 son los Baños Moros o árabes, según se quiera. El 16 Puerta de Catena que la tenemos aquí mismo porque todo esto es la antigua muralla; el 14 la Escuela hogar aquí un poco a la izquierda; el 15 el colegio que hoy se llama de Jorge Manrique; el 13 la gran Torre de defensa que desde aquí se ve allá abajo y que es donde tienen ahora el museo popular y el 11 otra torre de defensa junto a número 12 que es el parque infantil. Ya más lejos, por ahí al final y cerca de donde sube la carretera, tiene el número 1 que es la nave de aserradora y el polideportivo pero por aquel extremo ya no existe nada interesante.
‑ Lo bueno se encuentra por este lado ¿verdad?

- Sí, y por si no lo sabías, si nos asomamos por la Puerta Catena, una de las antiguas y originales entradas de las cuatro que tiene el pueblo, vemos la Torre de Tico Medina. Es el popular periodista. La torre fue un museo de objetos típicos de la sierra y de los muchos recuerdos que este hombre trajo para Segura de la Sierra. Recuerdo como los niños del colegio le ayudaban a descargar todo el embalaje que traía para su torre. Sin embargo, este buen hombre, nunca llegó a vivir en Segura de la Sierra aunque algunos lo recordamos con cariño.

Atrás, por donde has bajado, se te han quedado grandes rincones. Pero si desde el balcón de la puerta de mi casa sigues muralla adelante, hacia la derecha que es por donde nos cae el pueblo de Orcera, junto a la muralla los números 18, 19 y 20 todas son puntos con torres de defensa. Aunque hay que aclarar que el número 20 no está localizado y el 21 es la otra puerta que se llama de Orcera por encontrarse por la parte en que cae el pueblo. Así que ya hemos recorrido y comentado un poco lo más importante que desde aquí se ve.

Ahora, cuando ya vayas de regreso siguiendo tu ruta por este tan bonito y agradable pueblo a estas horas de la mañana, fíjete bien y no te dejes atrás ninguna de las torres que aún nos quedan ni los puntos importantes que los de la Escuela Taller, gente joven y encantadora, han marcado en su plano.
‑ Tendré en cuenta esta observación tuya pero cuando ya voy a empezar a irme del rincón donde se anida tu bonita casa y tu puñado de sueños y donde en tan poco rato me ha deleitado tanto, te voy a hacer dos preguntas más.
‑ A ver que quieres saber.
‑ Primero quiero enterarme si por aquí, en lugar de volverme y pasar otra vez por el mismo sitio, se puede salir al centro del pueblo.
‑ ¡Claro hombre! Siguiendo esta senda adelante, primero pasas por la misma puerta de mi casa, subes luego una cuestecilla y enseguida te encuentras otra deliciosa casa con sus parras y sus muchas macetas y en la parte de abajo una torre.
‑ ¿Cómo se llama la torre?
‑ Mira, a ese sitio siempre la hemos llamado “la torre de la Joaquinica”.
‑ ¿Y eso?
‑ Es que ahí vivía antes una mujer que se llamaba Joaquinica y por eso ya le empezamos a llamar a la torre con el mismo nombre. Para que te orientes bien y nunca lo olvides la torre se encuentra entre la de la Puerta de Orcera y la de la Puerta Catena. Si te vas por aquí, según empiezas a subir, verás con toda claridad el camino de “Carrellana” pero ojo, no te confundas porque algunos lo llaman Correllana. ¿Y ahora ya la otra pregunta?
- La otra pregunta tiene que ver con la puerta de tu casa.
‑ ¿Qué le pasa a la puerta de mi casa?
‑ La pasa que, como me ha parecido tan bonita, no hago nada más que preguntarme que en este fresquito paraíso y al caer las tardes, ahora en estos días de verano cuando tanto calienta el sol, ¿quién se sienta?
‑ Mira, en este rellano y al caer la tarde para tomar el fresco aquí entre las plantas y a su sombra, nos sentamos todos pero el que más lo goza es mi marido. Tiene él una silla de plástico blanca que siempre la pone aquí y recreado en ella observa quién viene y quién va por entre las ruinas del Baño Moro mientras se empapa del fresco que desde el valle sube. ¿Algo más?

EL ACEITE ‑12


‑ No y voy a tener en cuenta lo que me has dicho del plano de la Escuela Taller y ahora sí es verdad que tendría que irme pero como desde la puerta de tu casa se ve lo que se ve y más se ven olivares, de lo que no se ve, por ejemplo, de los olivares del valle y de las laderas que desde el valle rebosan ¿Qué sabes?
‑ De los olivares sé tantas historias que si me pongo podría escribir un libro pero como eso a lo mejor puede ser otro día, en este momento se me ocurre lo del aceite de la Sierra de Segura.
‑ ¿Qué es eso del aceite?
‑ ¿Es que no lo sabes?
‑ Como se dice, he oído el ruido del río pero ni he visto el río ni sé cuánta agua lleva. Tanto es lo que se dice de estas sierras, de sus pueblos y de sus gentes que uno se queda siempre con lo que le interesa y lo demás se olvida o ni siquiera se aprende.

Porque ahora ¿quién puede anticipar lo que va a pasar el año que viene con tanta sequía como tenemos y la poca aceituna que hay?
‑ “Eso es una verdad como un castillo”, así que del tema, explicado extensamente lo del aceite para ti y para mí, voy a poner punto y final. No sé qué más contar.
‑ Pienso que sí. Que esta narración es más que leyenda. Un poco insólita, esa es la verdad. Pero que el presente y el futuro de esta comarca tuya a lo mejor hubiera tenido realidades distintas si se hubiera cimentado sobre la verdad de aquel joven. “El futuro no es una mejora del presente, es otra cosa”.
- Algunos dicen que el futuro es un fantasma de manos vacías, que promete todo y no tiene nada.
- Claro, porque mañana no será como ayer. Puede ser distinto y dependerá de nosotros.
‑ En fin, no tengo más que contarte. Ya sabes otro poquito de estos lugares. Necesito seguir con el blanqueo de esta vivienda mía porque dentro de unos días se casa una sobrina y quiero que el rincón de los Baños del Moro, esté bonito.

CALLE DEL ALTOZANO ‑13

Todavía antes de irte, la señora que da lustre su casa, porque se va a casar su sobrina, te dice que un familiar suyo, ahora ya no sabes quién por la cantidad de información que de por aquí te ha regalado en tan poco tiempo, del rincón tiene hecho un reportaje de fotos en madera.
‑ Medio millón vale de lo magnífico que es.
‑ Sí lo valdrá porque según lo que estoy viendo ahora, un buen fotógrafo que al mismo tiempo tenga talento, puede extraer de aquí, toda una gran obra de arte. Pero ya se dice que “La verdadera obra de arte es el artista y no el tema tratado”. Porque el arte es el presentimiento de la verdad.
- En fin. Usted sabrá de eso más que yo.

La despides y subes la calle por el mismo sitio en que has bajado porque te parece el camino más bonito y recto para de nuevo meterte en el centro del pueblo. Esto es lo que creías. Pero desde la casa de esta señora que blanquea, un poco también sabes, porque ella te lo ha dicho, que sigue la vieja sendilla. Hasta parece que por ahí se puede ir hacia esas torres de defensa, la no localizada según el plano de la Escuela Taller. Y la de la puerta de Orcera que era entrada al recinto amurallado cuando se venía por aquel lado.

Pero aún sabiendo esto te vuelves calle de los Caballeros Santiaguistas arriba. En cuanto la remontas ya pisas en el rellano de esa magna casa de piedra. La del escudo pequeño junto a la ventana, un poyete también corto pero éste de cemento y no de piedra. En una primera ojeada, parece que a partir de aquí, en la dirección que llevas que es la misma que seguía la muralla, todo el pueblo empieza a ser moderno. Es decir, las casas ya no son de piedra ni las puertas de esas viejas y gruesas tablas de madera. Las calles dejan de tener escalones‑rellanos para convertirse en calles normales por donde hasta puede entrar el progreso de estos nuevos tiempos en forma de lujosos coches.

Nada más bajar un poco ves dos que te engañan. Crees que son sólo dos y en cuanto avanzas unos metros descubres todo un aparcamiento. Los cuentas y metidos aquí, en una estrecha plaza que en lugar de asfalto tiene cemento, es una pena, hay ocho. Te repele la visión a pesar de los tiempos en que vives y te fijas bien. ¡Claro! Toda la parte de abajo es de construcción reciente. Nueva, como si fueran pequeños y hasta lujosos chalés. ¡Qué impacto, ¿verdad? En cambio, por el lado de arriba, por tu derecha según avanzas, las paredes de las casas siguen siendo de piedra aunque blanqueadas.

Alguien que tose, palomas que revolotean, el humo negro del horno donde se empieza a dorar el pan que se esparce por el pueblo mezclado con el olor a hogaza recién cocida y silencio. El castillo que eterno te mira desde la cumbre. Lo implacable se cierne sobre él. Más arriba, el cielo azul que va tornándose blanquecino. Un poco de viento fresco que sube del valle. Y más silencio. Recuerdas tú ahora aquello que se dijo de: “No esperes nada del hombre que si trabaja para su propia vida y no para la eternidad”.

Sigues. Atraviesas por entre los coches y empiezas a saltar otro segundo rellano. Frente te queda la puerta de una cochera que aunque han buscando ponerla de madera, no es bonita porque quiere ser moderna para estar a la altura de los demás, y aquí no pega. Pero en fin, quizá lo han pretendido así; hasta pueden que ya estén cansados de tantas casas de aquellos tiempos.

Eso sí: en la misma puerta se extiende una parra llena de verdes racimos de uvas. Al verlas recuerdas el refrán que ellos también por aquí repiten: “Por Santiago y Santa Ana, pintan las uvas y por la virgen de agosto ya están maduras”. Y el otro que dice: “Por San Simón y San Judas, cogidas sean las uvas, las verdes y las maduras”. Aquí mismo sale una escalera que es la calle que te llevaría a la otra más moderna si por ella te fueras. Miras para atrás y ves entre la calle del Altozano y la última del pueblo, sobre la ladera, más casas viejas; es decir, de aquellos tiempos, junto a las asfaltadas.

Podrías decir que, como las casas que por ahí se ven son nuevas, no interesan pero no te atreves a tanto. El caso es que como a ti personalmente no te dicen mucho, sigues. En la cochera, al remontar, la calle se encumbra y por ahí mismo otra que baja a esa especie de pequeño barrio moderno. Lo observas sin detenerte y luego alejas tus miradas algo más. Con toda claridad, descubres las torres al fondo.

POR DONDE HUELE
A PAN ‑14


Recorrido, ojeado, gozado de la mejor manera que puedes y sabes el pequeño rincón de las cocheras con sus coches, más deprisa de lo que también te gustaría, giras a la derecha y subes. El lado por el que ahora vas a meterte ya lo conoces un poco. Casi se da la mano con la corta calle que desde la puerta de la iglesia, baja hacia el rellano de la iglesia de los Jesuitas y al mismo tiempo es también el rincón del horno donde se cuece el pan. Es aquí donde se encuentra el único horno que amasa y cuece pan para el pueblo y por esta época, también para los turistas que se aventuran a venir al pueblo.

Así que te mueves ahora casi atraído o arrastrado por el olor del pan que ahí se cuece. La calle tiene sólo nueve escalones hasta el final y es estrecha, de piedras blanqueadas y sencillamente engalanada por las macetas recién regadas. Te dan ganas de, sólo para ti, bautizar el recodo con el nombre o con un nombre que tenga que ver con flores. No sólo se lo merece la calle y el rincón sino que sería un bonito detalle para las mujeres que aquí viven y con tanto cariño cuidan de las macetas.

Cuanto más te acerca al final que es la parte de atrás del horno, el bar el Endrino y tres casas que tienen sus puertas mirando a la gran fuente y que en todo momento las has visto cerradas, más densa es la fragancia que emerge del horno. Es curiosa esta recogida calle a la que has venido a salir, porque siendo pequeña, aquí confluyen y arranca todo un mundo. Se encuentra la calle que baja del horno, la que viene desde el rellano de la puerta de la iglesia grande y la que pasa bajando por la fuente. Confluye la estrechita calle por la que acabas de subir y también la otra silenciosa que roza la puerta de la iglesia de los Jesuitas.

Así que fíjate la cantidad de direcciones que desde aquí puedes coger y la calle es casi un juguete. Primero baja trazando al mismo tiempo una curva y, donde las macetas se amontonan y las puertas de las casas se abren recién fregadas y llenas de fragancia, se dispersa en todas las direcciones. Como si esto fuera la gran avenida de una gran ciudad sin ser nada más que el pequeño rincón del silencioso pueblo.

Ahora giras a la izquierda y ya pisas en la misma puerta del horno, motivo por el cual el aroma a pan es tan intenso. No sale humo por la chimenea porque el horno dejó de arder en cuanto estuvo caldeado. Ya está preparado y a punto para que dentro se cueza el pan que hoy van a necesitar las personas que viven en el pueblo. Dice el panadero que su horno es de leña y no de electricidad porque la leña es mejor y más barata. Pero por el humo que has visto trazando caminos por encima de los tejados y por y los pequeños trozos de hollín que ruedan calle abajo, crees que aunque él use leña para caldear su horno, también lo calienta con algo de carbón. El humo es tan negro y espeso que sin duda es de carbón de piedra aunque también gaste leña y algo de electricidad para luego mantener la temperatura.

Frente a donde se modela y dora el pan en manos de los artesanos del pueblo, en mitad de los escalones de esta calle que precisamente se llama del Horno, el hombre de siempre. Es un vecino que todas las mañanas se sienta en el escalón de la puerta de su casa a contemplar el movimiento tanto de la calle como del horno y de la otra calle de las flores. Sin saber por qué, al verlo esta mañana, se te viene a la mente el recuerdo de “Platero”:

“¿Verdad que no ves pasar por la cuesta roja de la Fuente Vieja los borriquillos de las lavanderas, cansados, cojos, tristes en la inmensa pureza que une tierra y cielo en un sólo cristal de esplendor?” ¿Verdad que no ves tus mulos tordos tirando de los troncos de los pinos cortados, abriendo ajorros por las laderas de los montes y borrando caminos que para siempre mueren?

Lo saludas, te paras un rato con él pensando que ya tienes terminado el trozo de pueblo que cae de la carretera para abajo y como hoy, cuando luego a media mañana concluyas tu recorrido por las calles de este museo, tienes planeado irte por el río Madera abajo y llegar hasta La Toba, le preguntas:
‑ He oído decir que aquello es bonito.
‑ ¿Nunca estuviste por ahí?
‑ Hace algunos años pasé por allí con unos amigos pero ya sabes: tanto queríamos ver y recorrer que transcurrido el tiempo sólo veo, en el recuerdo, una imagen inconcreta. Todo es como una nebulosa donde nada tengo claro.
‑ Yo te voy decir dos palabras del lugar llamado La Toba, porque un poco sí lo conozco. Pero antes te quiero contar una historia que ocurrió por el valle de los olivos en los tiempos de la guerra.

UN TROZO DE AQUELLOS TIEMPOS ‑15

‑ ¿Y qué dice esa historia?
‑ Ese suceso, que por supuesto es real, le ocurrió a un hombre que tenía una pequeña piara de cerdos. Cochinos los llamamos nosotros. Les daba careo él todos los días siguiendo siempre el cauce de uno de los arroyos que cruzan el valle. “Disfrutas más que un cochino en un charco”, es el refrán que siempre se ha dicho. Y como en aquellos tiempos “llovía a cántaros” y a los cochinos les gusta tanto el agua, por ahí, por entre los juncos del arroyo, los charcos y los manantiales, él se pasaba el día con su piara de cerdos y su “zángano” a cuestas.

Al oír la palabra te quedas sorprendido.
- Antes de seguir, aclárame lo que dices, llevaba a cuestas el porquero.
- ¿Para ti qué es un zángano?
- Siempre oí esa palabra referida a una de las clases de individuos que hay en las colonias de los insectos sociales, como las hormigas o las abejas. Son los machos y se encargan de la fecundación de las hembras fértiles o reinas. En las colonias de hormigas suelen hacerlo uno sólo y en las de las abejas, muchos. Refiriéndose a una persona, cuando es un holgazán, o vive a costa de otro, se dice que es “un zángano”

- Pero mi “zángano”, es un instrumento que en otros tiempos se usó mucho en estas tierras. Como el valle era un puro encinar y las encinas dan muchas bellotas, para “varearlas”, los porqueros y otras personas echaban mano de estos palos. Porque el “zángano” es una simple vara larga y gruesa, con una correa de cuero en el extremo de arriba, donde se sujeta otra vara igual de larga pero mucho más fina. Cuando las ramas de las encinas quedan muy altas, para echar las bellotas al suelo, se coge el “zángano”. Se sujeta bien por la vara gruesa mientras se suelta la delgada, y con fuerza, se hace un gran vaivén para que la vara delgada dé un buen golpe contra las ramas más altas de las copas de las encinas. De este modo, cualquier bellota que allá en lo alto y esté cogida en su “cascabillo”, al ser alcanzada por la vara fina del “zángano”, cae al suelo para que los cerdos se la coman.

En la época de las bellotas, pues ya te he dicho que en aquellos tiempos existían extensos encinares por el valle y sus laderas, él se los llevaba por las llanuras para que los animales se alimentaran de esos frutos y siempre iba con su “zángano” a cuestas. Tú sabes que la carne y en concreto el jamón de los cochinos engordados con bellotas es un buen alimento y muy apetitoso de comer. Y como ya he dicho que en aquellos tiempos por todas estas tierras nuestras había tantas encinas, aquel hombre cebaba a sus cerdos con los frutos de estos densos y grandes encinares.

Se estaba terminando la primavera y una tarde andaba con su piara de cochinos en uno de esos arroyos grandes que tanto les gustaba a los animales. De pronto, sintió ruidos de tiros de cañones y tambores por la zona esa de la Puerta de Segura que es precisamente eso: puerta de entrada al valle. Miró algo asustado y enseguida descubrió que por el río subía un gran ejército que venía a luchar por las llanuras del valle. “Es la guerra”, se dijo el hombre asustado y como él ya había oído hablar mucho de la guerra y los desastres que ocurren por donde la guerra va, enseguida se asustó. Porque lo primero que el hombre pensó es que en cuanto los soldados vieran a su piara de cerdos se los quitarían como ya a otros le habían robado su ganado.

Esto es lo primero que el hombre pensó y por eso se llenó de miedo a parte del peligro que aquellos hombres de la guerra también representaban para su propia vida. Ya se había dado más de un caso que además de confiscar el ganado de la pobre gente, los soldados maltrataban a las personas y hasta les quitaban la vida.

Así que el hombre, a todo correr, metió a los cerdos río abajo, siguiendo el cauce de las aguas para que los soldados no los vieran y empezó a empujarlos para que se alejaran de aquel valle lo más pronto posible. Pensó que por allí no lo iban a ver pero ocurrió que como los cerdos siempre fueron animales bastante torpes, en cuanto cogieron el cauce del río empezaron a meterse por entre los charcos y la corriente y cuando llegaron a donde el hombre tenía pensando sacarlos del cauce y meterlos por el monte, los cerdos siguieron río abajo. Tubo que correr y ponerse delante de la piara para intentar sujetarlos y tan deprisa iban ellos y tan contentos con sus charcos que al hombre les era imposible sujetarlos. Gritaba y saltaba pero no podía pararlos porque se les iban por todos sitios.

En esto que los soldados se le echaron encima, entrando por la cola de la piara y al ver a los cerdos, enseguida se les abrieron unos ojos como platos. Empezaron a correr por aquí y por allí y el hombre, viéndose en apuros, salió huyendo río arriba dejando a sus cerdos en manos de los soldados. Y dicen que aquella noche, por allí mismo hicieron una gran matanza de cerdos y cortando árboles se pusieron a asarlos en las brasas de las lumbres mientras el porquero lloraba escondido en el monte, lleno de miedo y desesperado. Dicen que estos fueron algunos de los primeros desastres que la guerra trajo cuando los soldados entraron por le valle. Como un pequeño botón de muestra de los errores, horrores y calamidades de las guerras cuando las batallas se extienden por las ciudades.

BUSCANDO LA TOBA -16

El hombre que todas las mañanas se sienta en el escalón de su casa frente al horno donde se cuece el pan, al terminar de contarte esta sencilla pero sabrosa historia ocurrida en tiempos de la guerra por el valle de su tierra, te mira y te dice:
‑ Y ahora lo de la aldea de La Toba. ¿Es que piensas ir por allí?
‑ Ya te dije que sí, pienso aparecer por allí en forma de turista y si algo llevo ya aprendido desde aquí, a lo mejor me gusta más.
‑ Pero claro, hemos de tener en cuenta que esa aldea no pertenece al término de Segura de la Sierra, el pueblo que recorres ahora.
‑ Eso ya lo pensé. Otros quizá habrían dicho que como se trata de patearse esta zona, que también pertenece a las sierras del Parque Natural, aunque aquello no sea de Segura de la Sierra, sí puede ser un buen lugar para desde este pueblo, trazar una bonita excursión por aquel también prodigioso paraje. Al fin y al cabo todo es sierra y todo cae dentro de los límites del Parque.

‑ Sí, quizá eso habría dicho cualquier otro pero lo que más me gusta a mí es saber que aquella y otras aldeas que hoy ya pertenecen a Santiago de la Espada, fueron un día tierras de este pueblo de la cumbre. Fue en aquellos tiempos cuando las extensiones de este pueblo eran tan grandes que hasta llamaban país.
‑ También es eso verdad y no creas que no me gusta el razonamiento aunque todavía por encima de tan justo pensamiento existe otro más estimable y grande. El hecho de que las tierras pertenezcan a este o aquel pueblo no debe ser impedimento para hablar o ir a un lugar u otro.
‑ Eso lo he pensado muchas veces pero también sabes que otros no lo ven tan claro; mas lo que nos importa ahora es aquella aldea y en ello nos vamos a centrar.

Bajas toda esa carretera adelante que recorre el río Madera y pasas por un montón de campamentos, bares y aldeas.
- ¿Se encuentra por ahí el campamento de la Morringa?
- Antes de llegar a Huelga Utrera ¿por qué?
- Es que allí un amigo mío tiene un cortijo donde en otros tiempos traía de excursión a los Scouts de Úbeda.

- Seguimos cauce abajo y según te acerca a La Toba, empezarás a comprobar como el río va girando hacia el levante.
‑ Todo eso lo conozco porque hasta Huelga Utrera ya estuve. Aprendí por allí un montón de nombres, sobre todo, del lado derecho. Cabeza Gorda que es un pico que tiene 1.536 m. el cortijo de la Umbría de Cabeza Gorda, un poco al norte del gran pico otra vez el nombre de Cabeza Gorda que es en un pequeño grupo de cortijillos y el arroyo de Cabeza Gorda ya al levante y encima de los cortijos.
‑ ¡Exactamente! Algo más abajo de esos cortijos construyeron Tovilla, una pequeña aldea que pertenece al nuestro vecino pueblo de Hornos y luego el arroyo de Hoya Morena que se junta con el río Madera un poco antes de que éste se entregue al Segura. Todo esto se encuentra a la derecha bajando el río Madera y a continuación la aldea de Huelga Utrera que en otros tiempos, dicen se llamaba Hierbabuena, todo junto y de ello también puedo darte una explicación.
- Pues dámela porque hasta hoy yo tengo asociando los dos nombres a la misma aldea y no me aclaro.

- La aldea se llama como se llama, que ya sabes, en sus comienzos fue una cortijada y el nombre de Hierbabuena corresponde a otro cortijo que hay algo más arriba subiendo por el cauce del río Segura. A la derecha queda, remontado algo sobre la ladera y aprovechando unas tierras muy buenas que se remansa un poco antes de que la ladera se encuentre con el cauce del río. Todavía se ven por allí las ruinas de ese cortijo, al borde de los pinares y aplastado entre las abundantes matas de carrasca pero como puede imaginar, aquello ya está abandonado y se muere poco a poco como tantos otros cortijos y aldeas serranas. En esa misma ladera, algo más cerca ya de la actual aldea también se descompone otro bonito cortijo, en medio de las que fueron tierras de fértiles huertas.

Ahí mismo, ya el río ambos unidos, empieza poco a poco a girar hacia la izquierda. Justo donde la amplia curva comienza, frente pero arriba en la cumbre, se vez una casa de fogoneros en lo más alto del pico. Ese es Risca Buitreras que no debes nunca confundir con Buitreras que es otro pico por las cumbres de Beas, un poco al este de la Puerta de Segura. Risca Buitreras tiene 1.692 m. y Buitreras de la Puerta 1.247 m. Bien. Pues ahí mismo, siguiendo por el pico Risca Buitreras arriba te encuentras con el Alto de los Palancares. Tampoco debes confundir ni con el que existe por las cumbres del Puerto de las Palomas, ya en la Sierras de las Cuatro Villas, por un lugar que se llama Salto del Moro y el Camino del Poyo del Rey ni con los otros Palancares que también existen por las sierras de Beas. Aquellos Palancares, los de las sierras de las Villas, tienen 1.449, 1.513 y 1.518 m. respectivamente. Los Palancares de las sierras de Beas tienen 1.281 m. y estos nuestros se elevan entre los 1.688, 1.660, 1.640 y 1.600 m. todos ellos porque ahí existe un enjambre de picos.

Y como ves son de mayor entidad y más Palancares estos que aquellos aunque las tres cumbres son excepcionalmente bellas por la abundancia de picos, pequeños collados, llanuras, algunas dolinas y todas las singulares bellezas que el tiempo, las lluvias y el viento han ido tallando por esas zonas. Al norte de estos Palancares nuestros y por donde ya desciende el río Segura se encuentra la preciosa y pequeña aldea de Poyotello y más abajo, cerca de la Cueva del Agua, es donde nace actualmente el río Segura en un rincón también lleno de chopos y mucha vegetación y que todos conocen aquello por el nombre de Molino de Loreto.
Al oír el nombre te alegras y enseguida dices:
‑ ¡Hombre! Ahí estuve no hace muchos días. Me llevó por el lugar el joven Antonio que vive en Pontones y que estudia en la Safa de Úbeda. Y lo que me acabas de contar es la verdad de aquello. Es una gloria ver el agua que entre las alamedas y zarzas, brota y es una lástima ver como los 1.247 álamos de Fuente Segura, por encima de Pontones, los campos, manantiales y hasta los pinares, se han secado este verano.

‑ Ese problema a mí me duele en lo hondo pero ahora sigamos rumbo a La Toba. También sé que el carril de tierra, porque es una pista forestal la que va a Poyotello, sale de la carretera de Santiago a la izquierda según vas para el pueblo y ni siquiera tiene un buen letrero sino una tabla pequeña clavada en el suelo con un palo y las letras escritas con un pincel y pintura negra. Tan modesto, tan poca cosa es tanto el carril como el letrero, que si no vas atento, pasas por allí y ni siquiera te das cuenta ni de una cosa ni de otra.
‑ Todas las llanuras que atraviesa la carretera, por donde se desliza el camino montañoso de Poyotello, es lo que se llama Cañada Hermosa y el arroyo de Cañada Hermosa corta la cordillera rocosa por entre un pico que le llaman Los Puestos 1.785 m. y el Alto de los Palancares. Más abajo se encuentra el Cerro de los Cocones 1.716 m. y Risca Buitreras al otro lado. Desde ahí desciende ya casi en picado y viene a entregarse al río Segura justo en el mismo centro del arco de la curva que el río traza por esa zona. Al lado de arriba de un cortijo que se llama Labrador.

Desde ahí mismo cada vez más el río sigue girando hacia el levante. Si no fuera porque a la izquierda nos queda el Cerro del Calar del Pino, el de la Misa, Cerro de Poyo Alto y más adelante la gran Loma del Calar del Cobo, con el pico Cobos en el centro 1.794 m. si no fuera por el colosal macizo que a la izquierda nos queda, el río Segura se nos vendría otra vez para atrás. Atravesaría los barrancos donde nace el arroyo de los Anchos y donde también hay una pequeña aldea que se llama Los Anchos. Cerca está Prado Maguillo, las dos aldeas en el mismo arroyo que más arriba ya se llama arroyo de la Cañada.

Sobre la cumbre del Cerro de Poyo Alto, junto a una fuente que es el comienzo de otro preciso arroyo, existe una pequeña aldea que se llama Los Paulinos. Bajando el arroyo que nace un poco al norte del pico Cobos y que recibe por aquí el nombre de Barranco de la Borbúa, ya casi al final, tenemos otra aldea cuyo nombre es los Galdones y el arroyo que cae para venir a morir al río Segura.

Un poco más arriba de donde el arroyo de la Borbúa entrega sus aguas al río Segura y al otro lado, a la derecha, por la parte de abajo del Alto del Marchena 1.691 m. ya en el barranco, cerca del río, tenemos la joya que vas buscando: La Toba. ¿Qué te parece?
‑ Impresionante la vuelta que hemos dado para venir hasta La Toba pero al mismo tiempo era necesario para dejarla en el centro de la gran belleza como se merece. Ninguna aldea es menos que otra, eso es la verdad pero es que a mí me han dicho que ésta de La Toba supera con mucho lo imaginable.
‑ Y en eso no te han equivocado, porque La Toba es la joya de las joyas adornada por nuestro río Segura en su primer trayecto, en donde se derraman las laderas, se amontonan los barrancos y se apiñan las cumbres de estas sierras nuestras. ¡Es bonita de verdad!
‑ Ya estamos por entre los destellos de esta joya. ¿Qué hago y qué veo una vez me encuentro aquí?
‑ Un poquito antes de llegar, a la derecha verás una alta cumbre alargada, rocosa toda ella y de color blanco. Se llama Los Poyos de la Toba. Por ahí faldeando y buscando un poco el comienzo del arroyo de Cañada Hermosa y el final de la cañada, sube una pista forestal que aunque es de tierra está bien y va a juntarse con la carretera a Santiago por las crestas del pico Los Puestos y al lado norte de un abrevadero que se llama de Lara.
‑ También este camino lo conozco por la parte alta pero al no saber a dónde iba nunca me atreví a meterme por él.
‑ Fíjate, viene justo aquí, a La Toba y por él se va mucha gente sobre todo ahora en verano, porque en los desérticos inviernos de estas tierras, la nieve y las lluvias lo hacen casi por completo intransitable. En cuanto dejas la carretera que has traído río Madera abajo y te desvías a la derecha para entrar a La Toba, un poco antes, si miras al otro lado de la corriente verás el carril que enseguida empieza a subir. Visto desde abajo, te da la impresión que por ahí es imposible: por una ladera tan complicada, elevada y de pura roca, no pueda subir una pista para coches. Y, sin embargo, sube. “Hay que verlo para creerlo” pero cuando vayas y la veas, después de asombrarte, dirás que no te he engañado.

Pero en fin; tú te desvías a la derecha entrando por una estrecha carretera asfaltada, cruzas el río, pasas unos cortijillos y unas grandes rocas a la derecha y en cuanto empiezas a ver un espacioso bosque de verdes y espesas nogueras, ahí tienes La Toba.
‑ ¡Por fin, qué descanso!
‑ No te creas porque a partir de ahora es cuando empieza lo bueno. En este apartado pero portentoso paraje, todo es un puro sobre salto.

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