3.13.2008

Entorno a Segura de la Sierra -5

La reserva de los burritos serranos
Segundo verano en Segura de la Sierra

Si te gusta o necesitas expresar tus sentimientos con las palabras, que es una de las cosas más hermosas que puede hacer el hombre, no te conformes con forjarlo de cualquier manera, busca lo mejor, saca lo óptimo de ti, aprende, crece y cree en lo que haces, tanto como puedas. Que yo seguiré leyéndote, porque si te esfuerzas, cuando pase el tiempo, todo lo que llevas dentro sabrás expresarlo de forma maravillosa y darás lo más excelente de ti. Amigo anónimo



Índice
11 de agosto: Preparando las cosas para volver a Segura de la Sierra
12 de agosto: Primeras noticias del gran incendio de Cazorla
13 de agosto: Compartiendo la mañana del verano
14 de agosto: El charco de la playita de arena donde se baña la niña
15 de agosto: Disfrutando la mañana con ella junto al charco
16 de agosto: Preparando el viaje a Segura de la Sierra
17 de agosto: Las lágrimas de la niña
18 de agosto: Aproximación a la sierra y el gran incendio

La llanura del castillo de Bujaraiza
Arroyo Rovuelto (antes del gran incendio del verano 2005)
19 de agosto: El charco grande de arroyo Romillán
20 de agosto: Un repaso a lo que por el pueblo hemos encontrado
21 de agosto: Revelación de un sueño y la Mariposa Marta
22 de agosto: Solos con nuestros sueños
23 de agosto: Ruta al corazón del gran incendio, Guadalquivir y Arroyo de María
Vivencia íntima: “Tocando la vida en la tarde de la muerte”
24 de agosto: Por entre las cenizas del gran incendio
25 de agosto: Otra vez se nos rompen los sueños
26 de agosto: Algunas claves de lo que pasa este año
27 de agosto: Van llegando los primeros borriquillos al Prado del Molino
Las cartas de los amigos
La carta de la niña nuestra
Sueño de una tormenta de verano
28 de agosto: Tarde mágica como un sueño
29 de agosto: El sueño más bello
30 de agosto: Algo más del Pueblo de la Cumbre y despedida
Saboreando el encuentro con la niña nuestra




11 de agosto: Preparando las cosas para volver a Segura de la Sierra


Y si Lucera no está este año en el pueblo de Segura de la Sierra, nosotros la lloraremos pero de una forma especial. Recorreremos las calles y los rincones por donde iba y vivía ella y, mientras la vamos añorando, la recreamos en nuestros corazones y la lloramos. Ojalá no tengamos que llegar a esto pero yo ya te lo digo: vete preparando porque las cosas puede ser que nos las encontremos muy distintas a como nosotros las hemos soñado. ¿Cómo serán las calles del pueblo de Segura de la Sierra si ya allí no queda de Lucera nada más que el recuerdo? ¿Y cómo te sentirás tú cuando recorras conmigo aquellas calles añorándola a ella? Pero no adelantemos acontecimientos. Porque pudiera ser que nuestros sueños sean de otros colores y nos los encontremos repletos de praderas bellas. Ya veremos.

Y mientras tanto que llega ese día, Sinombre, borriquillo amigo, hoy tengo muchas noticias y todas muy interesantes. Nos ha escrito la Princesa, lo que parecía mentira, y hay que celebrarlo. Tengo aquí conmigo un nuevo regalo para la niña nuestra y, en mi cuaderno anotado, tengo lo del incendio de la Alhambra y el de Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Lo de la Alhambra al final ha sido casi nada pero lo del Parque Natural que te digo, es lo más grande que nunca se ha conocido. Te iré contando según yo lo vaya sabiendo y asimilando. Este verano los bosques arden como ningún otro año. Y yo esta mañana, otra vez me he venido contigo al cerrillo de los almendros. A la sombra de uno de ellos, para aprovechar el fresco de este día mientras observamos el paisaje que desde aquí se ve. Todo lo que contarte quiero me gustaría también compartirlo con la niña y su amigo pero hay cosas que mejor es que no las sepa por lo que a continuación te digo.

Fíjate tú qué rápido está pasando el verano. Ya estamos casi a mediados de agosto y esto se acaba. Pero nosotros, dentro de unos días y como el año pasado, nos iremos a Segura de la Sierra. Solo quince días pero no podrá venir la niña y esto me apena y no sé cómo decírselo. Algo ya le he comentado y, aunque ella quiere conocer aquellas sierras, creo que no será posible este año. Lo siento pero luego te cuento por qué ella no podrá venirse con nosotros aunque lo queramos. Pero para la niña, ¿mira, ves? aquí tengo ahora mismo otro regalo. ¿Te acuerdas que las de la hípica le daban envidia con su pequeño aparato, reproductor de música y radio? Pues ya le hemos comprado a ella este singular cacharro. Míralo, aquí lo tengo. Lo estoy probando para asegurarme bien que no tiene ningún fallo. Los de la tienda, dan quince días para devolverlo en caso de que no sea bueno y, antes de irnos a Segura, quiero dárselo para que lo disfrute estos últimos días de verano. Y por si se encuentra con las de la hípica que no la hagan rabiar más. Porque de todos modos creo yo que es un buen invento este pequeño cachirulo. ¿Tú quieres probarlo? Estos dos auriculares pequeños se ponen en las orejas, las tuyas son demasiado grandes, y se le da aquí y ya se oye la música. Es fantástico ¿sabes? También se puede oír la radio y se pueden grabar tus rebuznos y cuando yo te esté llamando y se guardan fotos y muchas más cosas. Yo creo que este aparatito le va a gustar mucho a ella porque es bonito, muy sencillo y bastante mágico. Que lo disfrute en estos días de verano ahora que nosotros la vamos a dejar sola por aquí en sus campos. Pero volveremos y le traeremos más regalos y, sobre todo, mi cuaderno repleto de historias, cuentos y relatos. Yo este año quiero escribirlo todo, tengo necesidad, para luego contárselo a ella. Y en lo que tengo más interés es en el incendio de aquel rincón que tanto amo. Y también quiero recoger el sueño que contigo, junto al arroyo de Romillán, las ruinas del molino y la higuera vieja, desde hace tiempo estoy soñando. Tú te vendrás conmigo y ella no pero, a la vuelta, la niña nuestra lo sabrá todo y bien detallado.

¿Y sabes una cosa? Segura de la Sierra no será lo mismo para nosotros este año. Tengo de allí muchas noticias y, aunque en el fondo todo sigue igual, muchas cosas han cambiado. Ya lo verás. Y en estos últimos días, los de la segunda ola de calor de este verano, por aquellas tierras los bosques se han quemado. Muchos incendios, en un solo día, han arrasado los parajes más fabulosos de aquellos campos. Yo lo he seguido todo por la radio y por la prensa y por las personas que me conocen y, por lo que he visto y me han contado, los incendios de Segura de la Sierra en este verano, son tremendos. En cuanto estemos por el lugar vamos a dedicar mucho tiempo a recorrer los montes quemados para verlo todo y para luego, cuando volvamos, contárselo a la niña nuestra.

¿Y sabes algo nuevo que deseo compartir contigo desde hace ya más de un año? Desde que estuvimos el verano pasado en Segura de la Sierra. No llegué a contártelo porque fue tan intenso y rápido todo lo que vivimos que ni tuve tiempo pero este año, ahora ya, sí quiero compartirlo contigo. Del Prado del Molino del río, una tarde, te hablé yo un rato. ¿No te acuerdas? Es el prado que hay junto a las ruinas viejas del molino de Santiago en el arroyo de Romillán, parte alta del río Trujala. Hace mucho tiempo que a mí me contaron el misterio que allí hay y todavía no lo he investigado pero este verano, en los días que estemos en aquellas sierras, vamos nosotros a comprobarlo. Y lo que me contaron y las noticias que tengo son estas:

Hace tiempo, antes de que el molino fuera abandonado y se convirtiera en ruinas, en unos cortijos por allí cerca vivía una familia. Tres muchachas, hermanas y las tres muy guapas, tenía esta familia. Y eran las tres muy amantes, tanto de los paisajes de las montañas donde vivían como de los animales que le rodeaban. Un día, a esta familia, alguien trajo un precioso pollinillo y las muchachas en seguida lo hicieron su amigo. Para jugar con él y para recorrer los caminos de estas sierras y para ir de un lado a otro siempre montadas en su grupa como tres princesas bellas. Eran felices ellas y era feliz el animal hasta que un día, tampoco nadie sabe cómo, la familia tuvo que irse de la sierra y tuvo que abandonar las tierras, sus animales y al borriquillo. Como tantas familias serranas en estas montañas. Pero ocurrió algo que nunca nadie se ha explicado. Aquellas tres muchachas guapas y de gran corazón y lleno de ternura y amor, no querían irse de sus tierras ni peder para siempre a su amigo el borriquillo. Y expresaban con tanta fuerza este deseo que, al pasar el tiempo, y tampoco nadie sabe cómo, a estas tres muchachas muchos dicen que las han visto por el Prado del Molino Viejo. Decían que estaban encantadas y otros dijeron que cuando las encontraron hasta pudieron hablar con ellas y que una vez dijeron:
- A este rincón del mundo, un día tenemos que traer nosotros ciento y pico borriquillos. Un paraíso para los burros serranos haremos aquí para que nunca desaparezcan de estas montañas estos preciosos animales. Y será en estos Prados del Molino junto al río porque es donde nosotras hemos nacido.
Y desde aquel mismo momento, muchas personas, le llaman a ese rincón “La Reserva de los Burritos Serranos.” Esto que te cuento me lo contaron a mí y, lo crea o no, este verano tenemos que irnos a ese Prado del Molino Viejo a ver si descubrimos algo.

Que esta es una de las razones por lo que no nos la llevamos con nosotros a la niña nuestra. Ya te relataré con más detalle y más despacio. Que en estos momentos y, desde el cerrillo de los almendros, voy a seguir probando el aparato mp3 que le vamos a regala a ella. Y sigue tú conmigo mirando todo lo que desde este montículo se ve. Con el fresco de la mañana y con los paisajes, frente a nuestros ojos, a lo ancho ¿a que el verano es mucho más llevadero? Hasta parece que su fin viene llegando aunque no sea cierto.


12 de agosto: Primeras noticias del gran incendio de Cazorla

Sinombre, yo tengo ahora mucho interés en hacer cada día algo especial para la niña nuestra. Ella es tan frágil y pequeña que, en el corazón, parece que hay como una necesidad urgente y fuerte de atenderla. Y como dentro de unos días ya no estaremos por aquí con ella, aunque volveremos pronto, parece que más necesidad tengo de estar a su lado haciéndole la vida bella. Por esto, esta mañana de verano, también una mañana fresca y con el cielo vestido de azul intenso, me he venido contigo a este rincón del campo. Un poco antes incluso de que amanezca nosotros ya estamos regando el césped, verde puro, que rodea a la piscina donde la niña juega. Para que, cuando ahora dentro de un rato con su amigo venga a darse un baño en esta piscina alberca, ella se lo encuentre todo limpio y perfumado. Y si no, mira y verás, cuando ahora ya amanece, el brillo que tiene la hierba de este rincón tierno y recogido que tanto le gusta a ella.

Y en cuanto terminemos, los dos porque tú me das compañía mientras trabajo, vamos a darnos una vuelta por las higueras más grandes. Ya han madurado los primeros higos y, en las cepas de la viña, también jugosos racimos de uvas, cuelgan. Algunas son deliciosas porque ¿sabes qué ha pasado? Como este año la tierra está tan seca por la falta de lluvia, las uvas de la viña son de excelente calidad, muy buenas. Las mejores en muchos años igual que las almendras. Porque así son las cosas: cuanto más calor hace y la tierra está más reseca por la falta de lluvia, la cosecha de estos frutos que te digo, es de mejor calidad y más abundante y recia. Venga, vente por aquí conmigo que le vamos a coger a ella, para que desayune, los mejores higos y los racimos de uvas más frescas. Y mientras tanto que voy contigo, soñando con ella y respirando el aire fresco de esta mañana nueva, mira lo que te digo: para que lo sepas, del incendio de Cazorla, aquí tengo estas letras. Una persona amiga buena me escribe esto:

¿Qué tal? Tras las malas noticias sobre los incendios, me gustaría saber cómo te ha afectado, pues supongo que estarás por esas zonas donde la desgracia y la tristeza lo invade todo. Tenía pensado visitar esas tierras unos días pero creo que no voy a poder contener las lágrimas y la pena y marcharé hacia otro lugar, pero si estás por esa zona me gustaría enviar un gran abrazo de consolación a todas esas personas afectadas, también yo me siento afectada, pues todos esos recuerdos de animales y plantas ahora desaparecidos, los llevaré siempre en mi corazón, no por eso dejaré de visitar esas tierras, seguiré buscando entre las cenizas lo que tanto nos une a las personas amantes de la naturaleza, siempre quedarán nuevos brotes y ahí estaremos nosotros para admirarlos y protegerlos. ¿No crees? Bueno me gustaría me contaras tu punto de vista de lo ocurrido.

Y a esta preocupación y cariño suyo le he contestado del siguiente modo: “Gracias por tus letras y te respondo. No estamos, en estos días, todavía en las sierras que tanto te gustan. Nos iremos dentro de poco hasta final de agosto. Pero claro que tengo noticias concretas de los incendios que están arrasando unos buenos trozos de este Parque Natural. Por la información que he podido recabar los tres incendios más grandes no ocurren en las sierras de Cazorla, sino en las de Segura y en las de las Villas. Este último creo que es el de mayor envergadura y el que más bosques y grandiosos paisajes se ha llevado por delante.

En foco que se ha desarrollado en las Sierras de la Villas, espacio dentro del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, ha comenzado en uno de los rincones más hermoso de todo el parque. En concreto en un monte que se le conoce por el Caballo del Torraso, en la cabecera y parte alta del río Aguascebas Grande y Arroyo de María. Esta zona es muy abrupta y por eso ha sido imposible poder sujetar el fuego. A parte que por estas montañas no existe ni un solo carril forestal para que puedan entrar las máquinas o camiones. Hasta las viejas veredas ya se han perdido por estas altas montañas. Pero los bosques de pinos laricios eran impresionantes y ¿sabes qué te digo? Yo he recorrido todos estos rincones en muchas ocasiones y no sé por qué, siempre que lo hacía tenía la sensación de que esto que ha ocurrido era inevitable que pasara. El bosque era muy grande, la vegetación baja muy espesa, nadie pasaba por estos lugares, ni siquiera dejaban entrar a los rebaños de ovejas que por las zonas cercanas existen... Un bosque así, yo siempre tengo la sensación que no tiene más remedio que ser arrasado por un incendio. Es como si todo lo fueran dejando para que un día las llamas encuentren su mejor alimento. Pero en general, por esta zona lo que se ha quemado son pinares aunque eso sí, de gran porte y belleza.

Grandes pinares, repletos de mucha vegetación, mucho pasto y por completo dejados en la mano de Dios. Un bosque como estos no cabe esperar sino las cosas que estos días estamos viendo. ¿Que quién tiene la culpa? Yo creo que la naturaleza tiene sus mecanismos y actúa, en muchas ocasiones, al margen de todos los planes de los humanos. Y si, además, los humanos actuamos con desacierto, a veces la naturaleza explota y sigue el curso que le corresponde. Pero ciertamente que es una gran pena. Conozco muy a fondo todos estos rincones que han ardido y por eso, en los días que esté en Segura de la Sierra, seguro que los visitaré. También te comentaré con más conocimiento de causa lo que por estos rincones vea. A lo largo de muchos años son muchos los incendios que he visto en este Parque Natural. Y es curioso: siempre que recorría los lugares que al final las llamas arrasaron, me decía lo mismo: "Irremediablemente esto tiene que arder algún día.” Y así ha ocurrido en casi todos los incendios que he vivido en estas montañas a lo largo de los años. Gracias por tus letras y espero que pases un buen verano. Ya te contaré.”

13 de agosto: Compartiendo la mañana del verano

Íbamos nosotros ayer, cuando todavía no había salido el sol, a por los higos a las higueras y pasábamos por el charco. El de la playita de arena fina y aguas claras y, al verlo tan apetitoso, te dije:
- Sinombre, bebe tú un trago mientras tanto que yo, en un periquete, me doy un baño. No puedo pasar por aquí y marcharme sin nadar un rato en las aguas puras de este charco.
Y te fuiste tú a la corriente a beber un trago y yo, antes de que te dieras cuenta, ya me estaba zambullendo y disfrutaba nadando. ¡Qué aguas más frescas y buenas regala el remanso en esta mañana tibia de verano!

Y veinte minutos después seguimos nosotros caminando y nos acercamos a la higuera. La que no es muy grande y tiene las ramas aparaguadas y, por eso, bajas. Y ahí vimos los higos, maduros ya muchos, otros empezando y algunos comidos por completo por los pájaros. Te volví a decir:
- Vamos a coger solo unos pocos, los más gordos y maduros porque la niña nuestra no se come tantos.
Tú te dedicaste a buscar, por debajo de la higuera, los higos pasos. Los que ya se han caído de las ramas y quedan por entre el pasto como esperando a que vengas a buscarlos. Puse yo la cestica de mimbre chica en el suelo y la tapicé por dentro con varias hojas verdes de la misma higuera. Sobre ellas fui poniendo, bien colocados, los higos que iba cortando de las ramas. Y cogí uno muy gordo que colgaba en un tallo alto, te lo enseñé y te dije:
- Mira qué presencia tiene. Parece que está gritando: “Comedme, comedme, comedme.” Y ya verás que color muestra por dentro.
Y con cuidado abrí el higo entre mis dedos y al verlo tan repleto de miel y tan colorado qué ganas daban comérselo todo de un bocado.

Con la cesta ya bastante llena de higos frescos y blandos regresamos nosotros por la veredilla al rellano del césped junto a las nogueras y piscina. Y cuando llegamos allí estaba la niña nuestra con su amigo y sus caballos. Ya el sol se derramaba sobre los campos y empezaban a cantar las chicharras. Al verla nosotros, enseguida la saludamos y le faltó tiempo a ella para venirse a nuestro lado, dándonos un beso a cada uno y en seguida ofreció, agasajando:
- Esto que tengo aquí me lo ha dado mi madre para vosotros. Venga, ahora mismo os ponéis a probarlo.
Y en un cartucho de papel de traza ella nos ofreció cuatro magdalenas jugosas y doradas y con olor a nardo. Y sin esperar más te dio una a ti y te la comiste toda de un bocado. ¡Qué glotón eres a veces! Me ofreció otra a mí y en este momento le di yo a ella los higos y, sin perder un segundo, dijo rápido:
- Son los mejores higos que vi nunca. En cuanto vosotros os comáis las magdalenas me como yo unos cuantos y, mientras tanto, os explico los ingredientes con los que están hechas veréis qué ricos y qué sanos.
Sobre el recién regado césped nos sentamos y mientras nos comíamos las magdalena nos decía:
- Están hechas por mi madre y cocidas en el horno de leña. Y para ciento veinte unidades de magdalenas estos es lo que usa ella: un kilo de azúcar, un kilo de harina, un litro de aceite, dieciséis huevos, dos sobre Royal, dos sobre el Tigre y la ralladura de un limón. ¿A que están buenas?
Y le respondí:
- Tan buenas que ya se nos han acabado.
Y comenzó ella a compartir con nosotros los higos que la habíamos regalado.

Y ahora esta mañana, aquí nosotros en la orilla del charco, sobre la playita de arena otra vez ya la estamos esperando. Va a venir ella con su amigo y los caballos pero antes de que lleguen nosotros ya estamos preparados. También hoy vamos a regar la hierba de la orilla de este charco y a quitar las piedras y a limpiarlo todo mucho y con cuidado. Y mientras tanto te cuento algunas cosas más del incendio de Segura. Para que te vayas enterando de lo que por allí nos vamos a encontrar este año y así, cuando dentro de tres días ya estemos por aquellos montes trotando, no nos sorprendan las cosas tanto. Te cuento lo que dicen los periódicos y la radio:

El incendio no se ha controlado. Se ha extinguido solo porque no puede arder más terreno. Se ha quemado todo. Es la idea de los vecinos de Villanueva del Arzobispo, acostumbrados a vivir a las puertas de un bosque centenario de pinos laricios. Creen que el control del que hablan las autoridades es ficticio porque acceder a estas tierras por ciertos lugares es imposible. Y es que los escarpes de la sierra de Las Villas no dan opción al hombre en su lucha contre el fuego. Nada pueden hacer los retenes en pendientes imposibles, sobre quebrados de vértigo, en gargantas profundas por las que el Guadalquivir se abre paso a duras penas. Sólo los medios aéreos atacan con efectividad, porque los operarios y técnicos de las brigadas, llegadas de toda Andalucía y de otras comunidades como Castilla-La Mancha y Murcia, apenas consiguen trazar algunos cortafuegos efectivo rozando la vegetación arbustiva en jornadas calurosas interminables.
- La culpa de que este fuego se haya extendido tanto se debe a que no nos han hecho caso a los nativos, pues deberían haber atacado las llamas desde Poyo Segura, ya que si el fuego salta aquellas lomas se coloca en nada en Coto Ríos y no hay quién lo controle, como ha ocurrido, pero se han equivocado y por eso han tenido que desalojar la aldea.
Y quien esto dice, porque asegura conocer la sierra, sostiene que siempre que ha habido un incendio por rayos o por descuidos:
- Lo hemos apagado con menos medios de los que existen ahora, porque conocíamos el terreno. Nunca se nos fue de la mano un fuego, como sí está ocurriendo en este caso, que es el más fuerte en cien años. Caen 35 grados. Debe ser insoportable pero quieren atajar un incendio que se está controlando solo porque avanza hacia lo ya desvastado. Hay zonas en las que nada más puede arder porque ya no hay nada. Han sido más de cien años sin incendios, cuentan los vecinos. Sin embargo ya hacen falta otros cien años para que aquella cordillera caliza recupere el esplendor serrano que nunca debió perder.

14 de agosto: El charco de la playita de arena donde se baña la niña

El charco de la playita de arena es algo alargado, estrecho por el lado de arriba y ancho por el lado de abajo. Parecido a una gota de agua colgando de las ramas de un árbol, a punto de caerse y salir volando. Por el lado de arriba el charco queda incrustado entre dos bloques de rocas calizas y un estrecho tajo por donde salta el agua que entra y llena al remanso. Por la derecha, le adorna un arriate de juncos y juncia y a, acariciada por olas claras, que le gusta a la niña para acostarse a tomar el sol y para jugar sus juegos en la quietud serena. Y el agua remansada en el charco parece como la superficie de un espejo donde brillan y se concentran los colores del cielo, los del entorno del lago y los del viento. Y se forma este remanso con los veneros del Cerro de la Viña y con el del balneario.

Pues ayer nosotros nos vinimos temprano, antes de que el sol saliera, y en estas aguas transparentes me di yo el primer baño. Y luego te dije:
- Sinombre, con el fresco de esta mañana, vamos nosotros a echar un buen rato y limpiamos de piedras sueltas y de palos secos y de pasto el trozo de terreno que circunda a la playita de arena. Para que la niña nuestra y su amigo y Enebro y Bandolero, cuando dentro de un rato vengan, se encuentren todo esto bien cuidado. Limpito y la hierba regada y la arena perfumada para que ella se sienta cómoda mientras juega y se baña en este charco.
Y tú me comprendiste. Sabes que dentro de unos días nos iremos y dejaremos aquí a la niña. Y para que mientras tanto que nosotros volvemos, en estos días que aun quedan de verano, ella se encuentre a gusto y disfrute de su charco blanco.

Y cuando ya calentaba el sol y nosotros casi habíamos terminado de apropiarle a ella este rinconcito mágico, nos pusimos a la sombra del tejo centenario y te dije a ti de nuevo:
- Le expliqué yo ayer a la niña porque no podemos llevárnosla a la sierra donde, el martes dieciséis, nosotros nos vamos. Se lo expliqué despacio y con mucho tacto para que no se sintiera mal y, después de escucharme con gran interés, ¿sabes lo que me dijo?
- Pues si aquellas sierras están ardiendo y vosotros vais a recorrerlas, tened mucho cuidado.
Y le la tranquilizaba yo:
- Conozco todos los caminos de aquellas montañas porque a lo largo de los años los fui recorriendo despacio.
Y, como preocupada, me seguía diciendo:
- Pero después de un incendio en las montañas, con todo quemado, hay que andar los caminos con mucho cuidado. Que no quiero yo que os pase nada. Porque ¿qué sería de mí si ya no volvéis más a este rincón mío, a estos campos?
¡Y me entró un miedo cuando oí esto! No quiero ni pensarlo.

Sinombre, del incendio que estamos hablando en aquellas sierras de Segura, mira lo que siguen diciendo los periódicos y la radio: Las llamas han afectado en Cazorla a una zona protegida como reserva paisajística. El incendio, que ha arrasado caso seis mil hectáreas del parque natural, ya está controlado. A primeras horas de la mañana de ayer quedó atajado el incendio que afectaba a los términos de Villanueva del Arzobispo y a Santiago Pontones, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Después de cinco días de lucha contra el fuego, los efectivos de Plan Infoca de la Junta de Andalucía, preveían extinguirlo durante el día de ayer. Un centenar de especialista y dos aeronaves refrescaban las seis mil hectáreas arrasadas por las llamas para evitar que se reavivaran. Una tercera parte de esta superficie está catalogada y protegida como reserva paisajística dentro del parque natural.

Este es el caso del paraje conocido como Bujaraiza y Cabeza de la Viña, cerca del pantano del Tranco de Beas, en el río Guadalquivir. Es aquí donde se encuentran formaciones de vegetación mediterránea de elevado interés ecológico, además de formaciones de pinos autóctonos que dibujan un paisaje de naturaleza casi pura, según dice el director de la conservación del parque. Sin embargo matizó que aun se desconoce el daño producido en esta área protegida ya que el sesenta por ciento del fuego ha afectado solo a matorrales y sotobosque. Además, insistió en que solo se ha visto dañado el uno y medio por ciento de la superficie total del parque, el más grande de Europa, con 214.000 hectáreas y subrayó que éste sigue manteniendo su misma belleza.


15 de agosto: Disfrutando la mañana con ella junto al charco

Hoy, con la luz del nuevo día, corre un fresquito delicioso. Hay algunas nubes en el cielo y el color es gris caramelo. Puede hacer mucho calor en las provincias de Jaén y Almería pero, por otras zonas de Andalucía, quizá bajen las temperaturas. Esto es lo que dicen las noticias. A las siente y media de la mañana aun no cantan las chicharras y ayer sí lo hacían. La niña nuestra todavía no se ha levantado y nosotros no tenemos prisa. Junto a su limpio charco, con la playa de arena fina, te voy a ir contado, mientras va creciendo el día. Porque tengo nuevas noticias del incendio de la Sierra de Segura y las Villas.

Ayer, nosotros fuimos a por la niña a la misma puerta del cortijo. Nos la trajimos a su azul charco montada sobre ti por la senda de las nogueras y la venía acompañando su amigo y sus caballos. Bandolero, tu fiel amigo del alma, yo creo que ahora la quiere a ella más que a ti. Nunca se aparta de su lado. Y mientras orgullosa y feliz venía sobre tu lomo, de ti y de la mañana gozando, me decía:
- ¿Sabes lo que me han dicho las de la hípica?
Y le contesté que no lo sabía.
- Pero dímelo tú para saborearlo.
Y me respondió:
- Me dijeron ayer que por qué no dedico a mi caballo Enebro a semental. Porque dicen que es un gran caballo y que puedo ganar mucho dinero dedicándolo a esto. ¿Tú qué dices?
Y no le di ninguna respuesta ni hice ningún comentario. La niña nuestra sabe que, cuando en cosas como esta yo me callo, siempre es una forma de respuesta que tiene el tiempo entre sus brazos.

Y unas horas mas tarde, cuando ya el sol calentaba, ella se bañaba en el charco. Con su amigo del río surcaba las aguas de un lado a otro y luego salía y se subía en las rocas de la derecha y desde ahí se volvía a tirar y seguía nadando. Desde la orilla, a la sombra del fresno y sobre la hierba, la mirábamos nosotros y también sus caballos. ¿A que daba gusto verla tan alegre disfrutando del agua fresca y limpia de este charco? ¿Y a que nosotros éramos los más felices de todos viéndola a nuestro lado tan hermosa ella nadando? Nos miraba y nos saludaba con sus manos y, cuando ya se cansó, se salió y se vino despacio y se sentó sobre la arena de la playa del charco. Guardó silencio un rato, mientras nosotros la seguíamos mirando, cuando de pronto preguntó:
- ¿Te has traído el plano?
Le respondí:
- En mi mochila lo tengo junto con mi cuaderno.

Me preguntaba ella por el mapa que hice yo, hace varios años, de todo el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Quería que sobre este mapa le mostrara el trozo de terreno que se ha quemado. Y quería que se lo fuera explicando para así enterarse y tenerlo todo más claro. Pero antes de extender el mapa le dije, aclarando:
- Ya tengo noticias directas de todo aquello y también lo que siguen diciendo la prensa y la radio. Pero a mí me han dicho que con la sequía de este año, por aquellas montañas, se habían secado los bosques. Que los pinos, antes del gran incendio, estaban como quemados. Y que el incendio comenzó exactamente donde yo había imaginado. En el barranco de Arroyo de María, cerca de las ruinas de la aldea de Prao Chortales y en los picos inaccesibles de los Hermanillos. Que con el viento de la tormenta y la sequedad del terreno ardió todo como la pólvora. Que cuando acordaron ya no había manera humana de controlar las llamas. A mí me han dicho tanto, tanto y tanto, que voy a necesitar muchos días para contártelo. Pero en los periódicos mira lo que explican:

El incendio ha sido un daño al pulmón de la provincia. Las llamas, según las primeras estimaciones, han arrasado 5.116 hectáreas en Las Villas, entre doscientas y cuatrocientas en Tovilla, Santiago-Pontones, y cuarenta, en Orcera, estos dos siniestros en Segura. Así las cosas, el Parque Natural habría visto cómo se pierden unas seis mil hectáreas del total de su superficie. Se trata de una mínima parte de este espacio natural protegido, el más grande de España, con una extensión de 214.000 hectáreas. No obstante, si la medición del perímetro quemado, la cifra que actualmente se aporta por la Junta de Andalucía, coincide con la zona calcinada finalmente, según la medición con el sistema GPS, la mitad de la Sierra de Las Villas se habría quemado. Desde la Consejería de Medio Ambiente se hace hincapié en que la orografía escarpada del Parque Natural habría permitido que se formaran “islas verdes” en medio del área afectada. Así, el número de hectáreas quemadas, incluso, podría descender.


16 de agosto: Preparando el viaje a Segura de la Sierra

Bajo la higuerilla de las brevas, ahora cargado de higos maduros, estaba acostado esta mañana Sinombre. Al fresco de la sombra y mirando al valle, las laderas y prados del Cortijo de la Viña. Él me espera porque ya sabe que hoy es la despedida de la niña, de Enebro, de Bandolero y de todos los amigos de este rincón querido. Despedida solo por unos días. Y al llegar le he dicho:
- Como el año pasado y justo también por estas fechas ¿te acuerdas? Mañana temprano nos vamos y hasta dentro de unos días no volvemos. Tú no estés preocupado porque ya conoces aquello. Aunque a decirte verdad, el Pueblo de la Cumbre y las personas son los mismos, pero creo que por allí algo ha cambiado. ¿Que si tengo noticias de Lucera? Creo que algunas cosas no son como el año pasado y no puedo decirte más. Ya lo irás viendo y te irás enterando. Y también recorreremos las tierras del terrible incendio y te contaré algunos de los caminos y momentos que yo tengo, por aquellos rincones, vividos. Prepara tu corazón porque mañana temprano nos vamos. Y ya sabes, por las calles del pueblo, un día tenemos que irnos para hacer la ruta que siempre recorría Lucera cuando iba con Luis. Una experiencia como ésta, para ti y para mí, este año sí que va a tener sentido. Vente preparando. Porque te llevaré a su cuadra de primavera, a la de verano y a la de invierno. Que el año pasado, después de tanto y todo tan grandioso, ni siquiera le hicimos una visita a sus cuadras. Quizá por esto, cuando este verano las veamos, nos resulten mucho más grandiosas y revestidas de una especial belleza.

Bajo la higuerilla sigue él acostado al fresco de la mañana. Como si estuviera meditando la despedida de la niña, su amigo y los caballos. También yo lo medito con él y no le revelo lo que estoy rumiando. La mañana hoy se abre ya con cara de calor aunque el aire es fresco. Todavía no se ha retirado el verano ni se han terminados los incendios. Del que mañana veremos en aquellas montañas, hacia las que vamos, le digo:
- Estas son las últimas referencias que tengo. Dicen que cayeron 515 rayos durante la tarde del domingo día 4 de agosto y que produjeron 21 conatos de incendios en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Los dos incendios de Orcera y la Tovilla están extinguidos y se estima una superficie afectada que supera las 700 hectáreas. En Las Villas la superficie quemada es de 5.115 hectáreas, de las cuales son zona forestal 4.000 hectáreas. Suelo agrícola, rocas y cauces, 1.116. El sesenta por ciento de los árboles de la superficie afectada no han sufrido grandes daños. Los medios humanos que han intervenido son 500 personas. Gasto estimado en apagar una hectárea, 4.500 €. Tiempo de vigilancia, 48 horas. Carreteras cortadas, JH-7048 y A-319. Dificultades, terreno escarpado. Velocidad del viento, 35 km/h. Temperatura, 40º C. 1.431 personas han tenido que ser desalojadas. Y los municipios afectados por este incendio son: Siles, Orcera, Sorihuela del Guadalimar, Segura de la Sierra, Villanueva del Arzobispo, Iznatoraf, Hornos de Segura, Villacarrillo y Santiago Pontones.

Y de la Princesa nuestra ¿te acuerdas que te dije que habíamos tenido noticias? ¿Qué nos había escrito? Aquí tengo sus letras y mira lo que dice: “Veo que por ahí nada ha cambiado. Seguís con vuestras vacaciones y vuestras historias que siempre me cuenteabais. Hace mucho que no os escribo, es cierto, pero fue por un cabreo que cogí porque al parecer me echabais en cara lo de castrar al caballo y me sentó muy mal. Compadecíais al caballo como si yo fuera "la mala de la película.” Independientemente de que estuvierais o no de acuerdo, creo que ante todo hay que respetar las decisiones de los demás y no exponerlas como si fuera la peor locura jamás cometida. De todas formas da lo mismo. Eso pasó hace mucho tiempo.

Nosotros también seguimos igual. Hace una semana nos vinimos al pueblo a comenzar las vacaciones, aunque no sin antes hacer todo el papeleo que tenía el ingreso a la universidad. Que la empiezo el 26 de septiembre. La última semana del mes. Así que, aun me queda como dos meses de vacaciones casi. Bandolero está bien. Aquí se lo pasa de maravilla. Le encanta estar suelto en su terreno y salir por las tardes a dar su paseo de una hora o más por el campo. Viendo gente, animales y disfrutando de la naturaleza. Son otros paisajes y es "otro mundo" comparado con lo que rodea a la hípica. Ahí todo son ramblas de piedras y no ves otro paisaje que invernaderos. La verdad, nada que acabe entrando a la vista. Todo lo contrario, acabas aburriéndote de ver siempre lo mismo, cosa que aquí en el pueblo no pasa. Así que, bueno, aquí seguiremos hasta el último fin de semana de septiembre. Mientras me esperan dos semanas fuera de aquí, que las pasaré en Galicia de viaje. Ya os contaré.”


17 de agosto: Las lágrimas de la niña

A lo mejor yo no me he comportado de buena manera pero lo hacía para no darle a ella un mal rato. A la niña nuestra esta mañana. Sabía ella que hoy era la salida hacia las sierras aquellas y anoche me preguntaba:
- ¿A qué hora os vais?
Y eso, por no darle un mal rato le dije que a media mañana o así. Yo no quería engañarla pero se olió ella que no hablaba claro y por eso me dijo:
- De todos modos yo e despertaré temprano para estar con vosotros un poco antes de marcharos.
Y cumplió su palabra.

Yo vine a por ti al prado de la noguera, por donde la niña tiene su piscina y la casita de madera, a las nueve y media. Y creía que ella no iba a vernos y por eso pensé irnos por el lado de debajo de la viña para salir a la carretera y partir. Y no me gustaba a mí esto pero te repito lo dicho: quería evitarle un mal rato. No lo conseguí. Porque íbamos nosotros caminando, como de puntillas para que no nos viera desde el cortijo, y salió a nuestro encuentro. Desde su casita de madera y nos dijo:
- Quiero daros un beso antes de que os marchéis.
Te quedaste parado y yo sin aliento y me sentí culpable. Porque pensé que nos estábamos yendo de espaldas y no era cierto. No sé cómo podría explicártelo para que lo comprendieras. Pero tú al verla te quedaste parado frente a ella. La miraste fijo y luego moviste las orejas como diciendo: “¡Mi niña bella! Si te deberías venir conmigo por aquellas tierras.” Y le dije:
- Venga, de nosotros y con todo el cariño del mundo, para ti cien besos grandes. Y que sepas que te queremos como a la mejor de todas.

Y los cien besos grandes y, además, sinceros y limpios como la brisa de la mañana y el agua de los veneros, nos los dio ella. Y luego un abrazo y, cuando ya nos alejábamos para venirnos, nos regaló sus lágrimas y adioses con sus manos. ¡Pero cómo lloraba la niña nuestra! Me sentí culpable y las únicas palabras que me salían fueron para decirle:
- Si volvemos dentro de nada y con más fuerzas en el corazón y más ganas por la vida.
Y ella decía:
- ¿Pero y si por aquellas montañas os pasa algo? Que Dios no lo quiera porque ¿qué haría yo sin vosotros?
Y sus tiernas lágrimas rodaban finamente doliendo por su cara. ¡Como me quemaban el en corazón! te cogí a ti de la oreja que siempre te coge ella y, sin alegría ninguna caminamos hacia la carretera. Le dimos las espaldas y al poco ya nos alejábamos mientras en mi corazón me venía repitiendo: “No tenga ningún temor porque volveremos. ¿Qué haríamos nosotros si ti si eres nuestra vida, nuestro sueño?”


18 de agosto: Aproximación a la sierra y el gran incendio

Al prado del río, junto a las ruinas del molino viejo, acabo de llegar. Casi al mismo tiempo que el sol de este nuevo día y en seguida te he visto por entre el pasto. En el centro de la llanura y con un rocío muy fino trabado en tu brillante pelo. Voy a darte un baño ahora mismo en el charco grande del arroyo para que te vayas perfumando de las esencias de estas sierras y para que descases del día de ayer. Y También me baño yo para que me entre el entusiasmo después del día de ayer y lo que nos dolió el alma cuando vimos lo quemado. ¿Qué tal tu primera noche en este nuevo prado? Yo, como el año pasado, quería haberme quedado contigo. Para haber dormido esta noche pasada junto al ti y así haberme enterado de todo por aquí pero no ha podido ser. Y ya sabes por qué. Llegamos ayer muy tarde a estos rincones. Ya casi oscureciendo y yo debía hacerme presente en el Pueblo de la Cumbre. ¿No lo ves sobre la cresta de la montaña y el recio castillo coronando? ¿Que qué cosas he visto en el pueblo y en tu Prado Góntar y que cómo está Lucera y el perro Llaky y la fuente Imperial de Carlos V y los niños y las personas? Ya te iré contando porque todo son novedades y situaciones nuevas y sentimientos encontrados y la iglesia distinta y… En la iglesia, este año, hay siete campanas que dan las horas y llaman al ángelus a las ocho de la mañana, a las doce del día y a las nueve de la noche. Ya te iré contando.

Ahora, ya que te he saludado y veo que estás como en tu mundo en este prado, voy a sentarme aquí contigo. Con este fresco tan apetitoso que, a primera hora el día regala, me pongo y escribo en mi cuaderno lo que vivimos ayer. Para que nos quede todo bien recogido para luego llevárselo y contárselo a la niña nuestra como se lo hemos prometido. Aquí junto a ti me siento, cojo el bolígrafo y abro mi cuaderno. Pongo mi pensamiento en el corazón que allí hemos dejado, nuestro especial trozo de cielo, y te cuento y le cuento a ella despacio.

Al final salimos a media mañana de Granada. Hasta Úbeda, el pueblo de la loma, no paramos y fue solo unos minutos para respirar el aire de esa loma y los olivos. Ayer hacía mucho calor y estaba el cielo nublado. Hasta nos llovió, atravesando la Sierra de Mágina, pero más que lluvia fue barro. El canto de las chicharras nos acompañaba de olivo en olivo surcando el Guadalquivir y luego por la Loma hacia la Sierra de las Villas. Por Villanueva del Arzobispo nos vinimos para la derecha y cogimos la carretera de la sierra. De nuevo nos paramos en el mirador que hay cerca de la Venta de Melquiade. Ahí bebimos un trago de agua en la fuente que corre junto a la carretera, agua de montaña pura y fresca, y luego, el borriquillo tomó un bocado del pasto que cubre el mismo mirador. Mientras yo y, a la sombra frente a las aguas del río Guadalquivir, también comí un poco del lomo en adobo que la madre puso en mi macuto. ¡Qué bueno estaba y qué sabroso mezclado con el aroma de estas sierras anchas!

En el Charco del Aceite, al pasar, le dije al borriquillo:
- A este rincón es donde, los que viven en el pueblo de Villanueva del Arzobispo, vienen a bañarse en lugar de la piscina municipal como sí en tantos pueblos. Yo lo conozco desde hace mucho y quiero que lo conozca tú y que bebas otro sorbo.
Y mientras él se quedaba en la corriente embelesado yo me di mi primer baño de estos días. Recordándote a ti y disfrutando del fresco azul claro de estas aguas. Mucho más frías que la de tu charco de la playa de arena está el agua de estas sierras. Le dije a él, cuando ya nos veníamos:
- Tengo por aquí muchos recuerdos que, si nos da tiempo, en algún momento te iré contando. Pero ahora mismo, lo que más echamos de menos, es a nuestro corazón blanco. Desde este aire fresco del Guadalquivir plateado le mandamos un beso hondo y grande.

Seguimos nosotros subiendo y en la fuente de Floro otra vez nos paramos. En sus dos caños de hielo y viento volvimos a beber y luego atravesamos el túnel que da paso al Tranco, cascada, estrechura y escalón donde al río Guadalquivir, le han hecho el muro del pantano. Al asomar a la explanada, donde se concentran los chiringuitos para los turistas, no paramos sino que torcimos para la derecha. Le dije:
- Quiero que veas y, de paso yo también, algunos de los rincones por donde las llamas del gran incendio de estos días ha pasado.
Y seguimos carretera arriba hacia Coto Ríos. En seguida nos topamos con el monte quemado. Por la ladera que sube hacia las ruinas de la aldea de Las Lagunillas y luego montaña abajo hasta las mismas aguas del pantano. Sobre la cumbre por donde nacen los arroyos del Cerezuelo, del Fraile y de María, es por donde más el bosque se ha quemado. Achicharrado todo y hecho carbón los pinos, los madroños, las encinas y los robles. Todo quemado. Le decía yo al borriquillo mientras cruzábamos la desolación y el negro:
- Mira, mira Sinombre, para que compruebes que las cosas no son como nos las han contado.
Y luego, contigo en nuestras mentes, le seguía diciendo:
- Por ahí, por esos caminos achicharrados que bien me los conozco yo porque los tengo muy andados, tenemos que irnos más de un día de estos. Para recorrerlos, ver lo que por el terreno ha quedado mientras te cuento lo que por esos sitios había en aquellos tiempos. Seguro que será doloroso pero es la única manera de sentir en nuestras carnes lo que al monte le ha pasado.

En la fuente del Cerezuelo bebimos otro trago y luego subimos hasta la Huerta Vieja y la ruinas de la aldea de Bujaraiza y el mirados de los Cerrillos y el arroyo Rovuelto y… ¡Qué daño más tremendo ha hecho por aquí el gran fuego! Al verlo, mientras lo íbamos atravesando, le seguía diciendo:
- Yo sabía que esto tenía que arder algún día. Al verlo, hace años y luego te lo cuento porque lo tengo escrito, sentía que en estas malezas tenía que suceder esto. Las Malezas de Rovuelto es como siempre le han llamado y ahora fíjate, tan achicharrado ha quedado todo que deberíamos llamarlo, a partir de ahora, “la desolación color carbón” o “el paraíso quemado.”
Algo más adelante descubrimos como el fuego ha llegado hasta el mismo mirador de Rodríguez de la Fuente, a los llanos de Bujaraiza, donde en otoño es la berrea y a dos metros del Parque Cinegético.
- ¡Qué tremendo es todo esto y eso que no es el corazón de lo que se ha quemado!
Le seguía yo comentando.

Y a ti, niña nuestra del alma ahora en la distancia más hermosa y querida por nosotros, ya te seguiré contando. Te recordamos. Porque el día de ayer, nuestro primer encuentro con este sueño nuestro, ha sido doloroso y excelso. Pero aunque todo, para nosotros sigue siendo hermoso, según estamos viendo, nos alegramos que no hayas visto estos montes. Tanto dolor sobre las montañas arrasadas no es para que lo vean tus ojos. Y quería decirte que, como llegamos tarde a este rincón del Pueblo de la Cumbre, en el Prado del Molino Viejo he dejado a Sinombre. Temprano hoy me he venido con él y aquí mientras le digo:
- Luego te iré contando lo que ya me he encontrado en el pueblo blanco de la cumbre y que conoces del año pasado. Todo es largo, hondo y ancho.

Y lo que dicen del incendio son cosas como estas: Un paisaje virgen que se pierde. El mayor incendio en el Parque Natural. Las devastadoras consecuencias del fuego tardarán en recuperarse, aunque las administraciones proponen fórmulas. Una semana que ha quemado el corazón verde de los jiennenses. La provincia no se puede permitir el lujo de perder sus vergeles. Hace sólo ocho días la superficie de terreno quemado en Jaén era mínima, a pesar de un invierno con riesgo constante de fuego. Sin embargo, la fuerza de una tormenta originó lo que ya es el mayor incendio de la historia en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas.


La llanura del castillo de Bujaraiza
Arroyo Rovuelto (antes del gran incendio del verano 2005)

Desde el puntal de los granados, la gran llanura queda a tus pies. Despacio la recorres con la vista y un poco de nostalgia sientes por el recuerdo de aquel día. Como si el tiempo, a veces, también se encargara de seleccionar lo que tiene que pudrirse y lo que debe permanecer para la eternidad. Quizá por eso ahora, al recorrer con tus ojos la llanura, de entre la tierra callada, lo ves emerger. Es 26 de noviembre casi media mañana. Lleva ya cinco días lloviendo sin parar y esta mañana él se plantea recorrer la gran llanura. Quiere empezarla desde abajo, para recorrerla hasta donde pueda. Ha sido el diluvio. Durante toda la noche ha soplado el viento y con fuerza la lluvia se ha estrellado por entre los pinos, las lastras blancas de la ladera y la tierra roja de la llanura. No ha parado de llover en toda la noche y con fuerza.

Ahora, aunque sigue soplando el viento y sobre las cumbres de la sierra de la Cabañuela y Las Lagunillas, se amontonan espesas nubes negras, en estos momentos ya no llueve. De vez en cuando se abre el cielo y por ahí el sol se cuela para derramarse sobre Peña Amusgo y las cumbres de las Banderillas. Valle abajo desde las partes altas donde nace el Guadalquivir, bajan grandes vellones de nubes que amenazan con inundar toda la sierra. Pero por el momento, se queda sólo en amenaza. El viento sí soplando fuerte valle abajo pero no es frío.

Aunque mil veces el joven tiene ya recorrido las tierras llanas y conoce cada trozo de la vieja pared del castillo que sobre el cerro se desmorona al final de la llanura, esta mañana quiere andarlas de nuevo.
- No sé que vas a encontrar hoy que no estuviera ayer por estas tierras.
Le dice el padre.
- Una noche de lluvia como esta, lo cambia todo. Tú fíjate cómo baja el arroyo y fíjate cuantos chorrillos rezuman por las torrenteras. Ha sido tanta, la lluvia de esta noche, que el río vendrá desbordado. Me atravesaré la llanura y escalaré al castillo para verlo.
- Ganas de mojarte y luchar con el viento. Además, ¿por dónde cruzarás el arroyo con el agua que trae?
- Lo seguiré cauce arriba y ya verás como encuentro una estrechura o un vado.

El arroyo, el que baja desde el monte que queda en el centro entre el cortijo del Aguadero y la Cabañuela, hoy cae repleto. Al principio se despeña un poco antes del Collado del Almendral y por ahí le entra a la llanura desde el lado izquierdo. Pero por ese lado, lo que el arroyo cruza son rocas calizas y por eso el agua que ladera abajo se despeña es cristalina y llena de espuma blanca. A partir de ese punto se mete en la llanura, primero dirección a Cabeza de Viña y luego gira buscando el río. Cuando ya se convence que por este lado no puede pasar, se ciña al cerro y corre paralelo al río por la ladera norte de Cabeza de Viña. Como por aquí lo que hay es mucha tierra, el agua la perfora y en unos metros se torna color chocolate. De un lado y otro a la llanura le va quitando tierra y cuando ya llega a la altura de la ermita de la aldea, sus aguas son casi cieno. “Rovuelto”, es el nombre que ellos le dieron al arroyo y bien saben por qué.

Pero hoy a él no le asusta ni que venga tan crecido ni que traiga tanto barro.
- Pues ya verás como tendrás problemas.
Le seguía diciendo el padre.
- Bajaré hasta el cauce y lo cogeré por donde el cerrillo se hunde en el barranco. Trazaré la ruta corriente arriba.
- ¿Y tú sabes lo duro que es el viento?
- Sé que se aplasta por la llanura y veloz se quiebra por el barranco.
- Cuando el tiempo se enfurece como hoy, no hay quien dé un paso arroyo arriba. Te tumbará y si te descuidas te arrastrarás hacia lo hondo del valle.
- Pero es que a mí me gusta ese juego.
- Y luego están los regatos. De este lado de la aldea, al arroyo se van juntando pequeños arroyuelos que ni siquiera llegan a la categoría de arroyos pequeños porque casi todos son veneros. Hermosos surcos abiertos en la tierra viva que el agua de los manantiales de la ladera abre buscando el cauce del gran arroyo.
- Ya los salté otras veces.
- Pero no cuando como hoy, toda la ladera ya es un puro manantial.

Tú sabes que cuando cada año llega el invierno, si las lluvias son generosas, como lo están siendo este otoño, de la ladera sur no sólo desciende mil arroyuelos en forma de hermosas cascadas blancas, si no que las aguas revientan por cualquier grieta de cualquier roca. Las llanuras de este pueblo nuestro, son entonces una pura laguna de tanta agua como le llega desde los arroyos y por los veneros. Sabes que casi todos los inviernos ocurre esto y este año es uno más de esos muchos. Pero, además, hoy, con la gran lluvia caída por la noche, el valle y sus laderas recogen más del doble de agua que otras veces.

- Pues me pego al arroyo y en cuanto vea la posibilidad de cruzarlo, salto al otro lado. Recorro ese trozo de llanura que me separa del cerro y me subo en las paredes viejas de las rocas donde el castillo se desmorona. Quiero ver esa otra llanura por donde desciende el río porque hoy el Guadalquivir tiene que estar impresionante.
Le decía al padre.
- No será fácil. Tan repleto hoy el arroyo baja que parece todo un río. Y aunque el cauce que atraviesa la llanura, baja sin ruido por lo llanas que son estas tierras, el caudal está ahí: velozmente aplastado en el surco del arroyo y lleno de asombro.
- ¡Será posible que tanta agua haya caído esta noche!

- Y como, además, las lluvias de este año han sido tempranas, las tierras de la llanura entre el monte de Cabeza de Viña y el Cerro el Almendral, ya están un poco tapizadas de hierba. Un tapiz verde que espeso ya crece vigoroso, lavado por las lluvias de la noche pasada.
- De todos modos, no voy a desistir. Hoy tengo que llegar hasta el castillo. Quizá por allá al final, donde el arroyo deja la llanura y se va para la ladera, sí se estreche y por ahí lo saltaré.
- ¿Pero sabes lo que te vas a encontrar al final?
- ¿Qué me encontraré?
- Cuando el arroyo va cayendo ladera abajo en busca de la llanura, todo es una pura cascada. Más imposible será cruzarlo por ese punto. Nadie ha sido nunca capaz de atravesar el arroyo por la ladera cuando baja tan lleno como hoy.

Ese rincón es muy feo, muy malo de andar. Cuando se acaba la llanura y comienza la ladera, están las malezas de Rovuelto. Un gran bosque repleto de viejos robles, gruesas encinas, lentisco y zarzas, tan tupidas y tan enredadas que es imposible atravesar esas malezas. Te harás polvo si te metes por ahí.
- Pero en ese punto, precisamente porque es todavía mitad ladera y mitad llanura, sí hay muchas rocas. El agua se desparrama. Saltando de una piedra en otra podré cruzar.
- Yo te lo advierto, como te metas en el bosque de las encinas, te verás negro para salir. Las zarzas se enredan tanto que no te dejarán ni andar. Es verdad que el agua se desparrama pero tanto y por tantas piedras y tanto monte, que por ahí no hay quién pase.
- Ya sé lo que voy a hacer. Cuando hace unos días estuve por allí, al lado derecho y al comienzo de las malezas, vi un pino caído. Lo tronchó el viento la otra tarde. Cogeré una de sus ramas, me la llevaré al arroyo, buscaré un sitio donde crezcan las junqueras, tiraré la rama procurando que caiga encima de las cepas de los juncos para que sirvan de apoyo en un lado y otro y ya tengo un puente. Sólo me queda caminar por encima de la rama y así tranquilamente cruzar de un lado a otro. Verás como yo le doy una solución a esto.
- Será fácil y puede que hasta logres cruzar la corriente pero allí donde crecen las junqueras es precisamente por donde el arroyo tiene más de un metro de profundidad. Si pierdes el equilibrio ¿qué me dices?
- Primero pisaré con cuidado en la rama para ver si resiste. Clavaré luego el palo que llevo en la mano en el centro de la corriente. Me apoyaré en él y cuando esté seguro que tanto la rama que me sirve de puente como la otra más delgada que uso como bastón, aguantan, saltaré rápido. Después en dos minutos ya estaré en lo alto del castillo gozando de aquel otro valle y del gran río Guadalquivir que hoy debe ser de espanto.

- ¿Y si al pisar se rompe la rama?
- Ya ni lo pienso.
- Porque es que eso sólo se le ocurre a un loco como tú.
- Tendrás razón, papá pero lo que sí te digo es que tendrías que haber estado allí como yo lo he estado hace un rato. Lo que desde el viejo castillo vi, es fabuloso. La pradera, la ancha pradera de los llanos del Hoyazo, estaba verde, casi del color de la esmeralda. El bosque al frente también era un sueño de tanto verdor y tantos pinos y el río se cruzaba por la llanura en forma de serpiente. Y como bien dices, el agua era tanta y de color chocolate, que aquello no parecía un río sino un océano navegando por un edén. Yo ni lo pensé pero aquella visión tan bella merecía la pena. Y, además, desde las viejas paredes de ese ruinoso castillo con Peña Amusgo sobre la cumbre iluminada por los rayos del sol escapándose por entre las nubes, te digo que aquello merecía la pena. Si se hubiera roto la rama, si el viento me hubiera arrastrado o hubiera caído otra nube, las cosas habrían sido distintas pero te digo sinceramente que aquello mereció la pena.
- ¡La verdad es que tú estás loco!
Fue lo último que le dijo el padre.

Hoy la llanura y el viejo castillo siguen ahí. Desde el mirador de Los Cerrillos y el de Rodríguez de la Fuente, los paseantes la contemplan y lo contemplan cuando pasan por la carretera. Las llanuras de Bujaraiza lo llaman a eso y también al castillo lo llaman con el mismo nombre. El arroyo, nadie de los muchos que por aquí pasan, saben cómo se llama. Tampoco nadie sabe dónde se encuentra el puente que el joven construyó ni nunca han visto el arroyo con tanta agua como llevaba aquel día. No importa, porque hasta incluso puede que así sea mejor


19 de agosto: El charco grande de arroyo Romillán

Con la primera luz del día me acerco al charco, entre los pinos, y me preparo para darme un buen baño. Agua fresca con olor a romero y resina de pinos y canto de chicharras. Pero antes de meterme en las aguas me siento sobre las rocas por donde salta la corriente y cojo mi cuaderno. Pensando en la niña y, con tigo mirándome desde el lado de arriba, escribo:

Sinombre, está ahora mismo, al amanecer de este nuevo día, junto a mí en el prado tercero. Porque aquí, en este arroyo de Romillán y junto a las ruinas del molino de Santiago, hay muchas tierras llanas y son los prados donde estos días pasta y duerme. Por el lado de arriba del molino y las aguas mansas, se extiende el prado de los álamos, el tercero. De terreno alargado arroyo arriba por la derecha de las aguas. En esta llanura, la más amplia y repleta de misterio, no hay mucho pasto. El año, con haber sido tan seco, ni siquiera pasto tienen los campos ni están verdes los romeros ni los manantiales tienen mucho agua y ni siquiera las zarzas tienen buenas moras. Pero en este prado de los tres álamos sí hay algo de pasto y, junto a la corriente del arroyo, mucha hierba fresca y abundante agua. Crecen tres álamos al borde del arroyo en este trozo de tierra llana. Por la derecha, tiene dos viejas higueras, romeros y pinos y, al final y también por la derecha, un fresno gigante. Luego lo orla muchos pinos sin importancia y en el mismo centro crecen las retamas, algunas matas de tomillo y muchas mejoranas. También hay por aquí abundantes hormigueros con sus montoncitos de pasto en la misma puerta y los caminillos que cruzan la llanura por donde las hormigas van y vienen buscan y trayendo las escasas semillas que por el prado encuentran.

Por el lado de abajo del molino, y siguiendo el cauce del arroyo, se encuentra el segundo prado. Un trozo de terreno que en otros tiempos fueron las huertas del molino. A este prado lo han bautizado con el nombre de Los Parras porque, junto a las aguas y en la torrentera, crecen muchas. Entre las higueras y las cañas y todas están cargadas de frutas. Las uvas ya están maduras y cuelgan hermosas entre las pámpanas. De vez en cuando yo le cojo a Sinombre racimos de uvas de estas parras y se las doy. También le cojo higos, redonditos como ciruelas y de color marrón rayados y se los come con gusto. Estos higos son distintos a los de las tierras del Cortijo de la Viña. Más pequeños, de color caramelo claro y por dentro están muy dulces. Él se los come con agrado porque saben a miel.

Algo más abajo del Prado de las Parras se encuentra el tercero. El del Trébol y la grama. Y lo han bautizado con este nombre porque en sus tierras crecen abundantes estas hierbas. Mucho trébol tupido y fino. Es este el prado que más le gusta al borriquillo y su razón tiene. Aquí encuentra él mucho más alimento, queda muy pegado a la corriente del arroyo y una pequeña acequia lo riega casi continuamente. Me alegro yo mucho que este rincón del arroyo Romillán y, junto a las ruinas de este viejo molino, el borriquillo mío esté tan a gusto. En la tranquilidad total con muchas sombras, comida y agua y con mi compañía, el canto de los grillos por las noches y el de las chicharras durante el día. También tiene la compañía de muchos arrendajos y algunas ardillas.

Ayer por la tarde me recorrí con él todas estas praderas y las tierras por la parte alta del cerrillo, donde todavía está la vieja era empedrada. Ahí mismo tenían las colmenas el año pasado pero este verano, ni una sola hay y es porque las abejas se han muerto de los venenos que le echan a los olivares. Y el problema, en este año, también es por lo poco que ha llovido. Ni siquiera han florecido los espliegos ni otras plantas. Las abejas no tienen donde libar néctar ni polen y también por esto se mueren. No hay abejas este año en la vieja era pero sí un par de colmenas vacías. Dentro todavía se ven los panales sin miel y casi derretidos por el calor de estos días. Estuve yo por ahí, ayer por la tarde, con el borriquillo viendo la desolación del terreno y luego nos fuimos por el prado de los álamos. Tampoco tiene nueces la noguera y, las tres higueras de este prado, están sin higos. Todo el terreno muestra una sequedad tremenda y, por eso, las plantas y los árboles, los que no crecen cerca del arroyo, se mueren de sed. Todo está casi seco, con un color pajizo y desolado. “Este año pasado ha sido el más seco de los últimos sesenta años.” Esto es lo que repiten también todos los serranos.

Y luego, ayer por la tarde, el borriquillo y yo nos vinimos arroyuelo abajo recorriendo el terreno y disfrutando del rumor de la corriente y de la soledad del campo cuando, antes de llegar al gran charco donde yo me voy a bañar dentro de un momento, oímos voces de personas. Le digo en seguida:
- Calla tú y vamos a ver qué hay por aquí. Este rincón no es nuestro, pertenece al Parque Natural y por eso es de todos, pero nosotros somos forasteros. Así que calla y vamos muy sigilosos a ver qué encontramos.
Y por la vieja senda que sale desde el molino arroyo abajo en busca del puente Moro, bajamos con cuidado. Y antes de llegar al gran charco de nuevo oímos rumor de personas hablando. Le vuelvo a decir:
- Parece gente joven.
Y al aproximarnos al charco, por entre los romeros, las vemos. ¿Sabes quienes eran? Tres muchachas que se bañaban el en charco y estaban sentadas sobre la misma roca que yo ahora. Tomaban el sol y charlaban ocultas en la profundidad del arroyo y disfrutando del hondo silencio y la densa soledad. Le volví a decir al borriquillo:
- Vamos para atrás despacio y déjalas ahí. No las molestemos. Pueden asustarse al vernos y no quiero yo eso. Nos volvemos pero con la intranquilidad en el cuerpo. Y en este día, en esta mañana, de nuevo estoy yo aquí y él conmigo preparados para bañarnos. Luego investigaremos más a ver quienes son ellas.


20 de agosto: Un repaso a lo que por el pueblo hemos encontrado

Ayer sí amaneció con algunas nubes muy espesas que tenían mucha pinta de lluvia. Hoy es todo lo contrario: ni siquiera una nube se ve en el cielo y el color que presenta es naranja. Parece que todo anuncia un día de mucho calor. Más, sin embargo, hace y corre ahora mismo un fresquito muy fino. Yo me despierto en el prado tercero del molino viejo junto al arroyo. El prado de la grama y del trébol y de las cañas y de los dos álamos. Desde mi tienda, por la puerta asomado, miro y veo al borriquillo guapo por entre las cañas muy cerca de la corriente. Donde más hierba hay y el agua se desliza cristalina. Sabe él que estoy aquí pero aun no nos hemos saludado.

Sin embargo, salgo de la tienda y me voy para el charco, el que hay por encima del grande y, quiero invitarle para que se venga conmigo y se dé también un reconfortante baño. Le digo:
- Tengo mucho, pero mucho que contarte pero antes necesito ordenarlo. En cuanto me dé el primer baño de todos los días, cojo mi cuaderno y escribo contándole las cosas a la niña. Pero a ti te voy a decir ahora mismo que a Segura de la Sierra, el Pueblo de la Cumbre y que vemos desde aquí sobre las peñas, aun no te he llevado. A ver si subimos, desde el molino viejo de Santiago en el arroyo de Romillán, un día de estos. Muchas personas por ti ya me han preguntado porque te recuerdan. Les digo que estás por aquí cerca pero que este año las cosas son distintas a como el año pasado. Te cuento algo:

Lucera no está en el pueblo. Al final, Luís la vendió y, aunque todavía vive, está de aquí lejos. Ni siquiera sé dónde ni tampoco sé si ella quiere vernos. No ha nacido de Lucera ningún pollinillo y ¿Por qué no? Tampoco lo sabemos. Por esto a Segura de la Sierra, aunque ahora mismo vivimos aquí a dos pasos, ¿para qué voy a llevarte? Sin la borriquilla de tus sueños, el bonito pueblo que juntos y llenos de ilusión recorrimos el año pasado, no es lo mismo. Las cosas de la vida y de este mundo.

Pero sí tengo que darte una muy bonita noticia. ¿Te acuerdas que todo lo que hicimos en año pasado en Segura de la Sierra yo lo escribí? Pues Pedro, y luego te cuento más de él, al fin lo ha publicado en un bonito libro. “Lucera, la novia de Sinombre”, es como yo lo he titulado y ahí está todo recogido. Ya lo he visto y lo he tocado. Ha quedado muy bonito ilustrado con dibujos a plumilla y todo fabricado en Barcelona de donde es Pedro. ¿Y sabes una cosa? Estamos esperando que llegue en estos días para presentarlo. En la iglesia de los Jesuitas y algunos ya lo saben y lo están celebrando. Y si por casualidad no llegara en los días que estemos por aquí, lo presentaremos paras las fiestas de la Virgen del Rosario. Son el día siete de octubre y, aunque ahora mismo nos parece lejos, ya verás qué pronto llega ese día. Y me gusta a mí mucho esa fecha para presentar el librito que te estoy comentando. Tengo la intuición de que va a ser un pequeño texto muy hermoso. Y por cierto y ya que te menciono lo de la Virgen del Rosario, recuérdame luego que te lea algo muy bonito que en mi cuaderno tengo apuntado. Me sucedió la otra mañana en la iglesia del Pueblo de la Cumbre y es de la Virgen y de una niña. Te iré contando porque ahora te digo otras cosas.

¿Te acuerdas tú de la Mariposa Marta? Un familiar muy cercana a ella hoy se casa en la iglesia de Segura de la Sierra. Hoy es la boda y con mucha resonancia. A las siete de la tarde y a mí me han invitado a dos cosas. Para que les ponga la música en el momento de la ceremonia en la iglesia y para que luego los acompañe en la cena. Será en el rincón de Amurjo, en el río de Orcera. Y el novio es abogado y ella procurador, él de Segura de la Sierra y ella de Madrid. Por eso ayer se llenó el pueblo de invitados venidos de fuera y hoy, no te digo nada lo que tienen montado en la iglesia. Anoche mismo se fueron a la Fuente Góntar, ¿a que te suena este nombre?, y allí celebraron la despedida del novio. Por eso yo vine a este prado ya con la luna y las estrellas y el concierto de los grillos. Me invitaron y allí estuve con ellos un buen rato tomando una cerveza y unos pinchitos. Nada del otro mundo pero los de la rondalla de Segura de la Sierra, tocaron y al poco ya me vine. Hoy estoy invitado, como te decía, a la boda y a poner la música. Esta boda lo tiene todo revolucionado. Algo salido de lo normal.

Pero ahora estoy aquí contigo y no vayas a pensar que por cumplir. Como siempre, a tu lado y con el recuerdo de nuestra niña y de Enebro y Bandolero. No hay nada más sinceramente amable que vuestra amistad y compañía. Pero hoy también estoy invitado, al mediodía, a comer unas chuletillas de cordero segureño. Igual que el año pasado y también la misma persona, Ricardo y su esposa Enriqueta, nos invitan. Será a las dos en el restaurante Peñalta, al entrar al pueblo subiendo por la carretera. Iré porque nos invitan con cariño y son muy buenas personas ellos. Luego te cuento porque ahora ¿sabes lo que pasó ayer también? Después de darme el primer baño aquí junto a ti y en el gran charco, subí a Segura y en la Fuente Imperial me encontré con Lucía. La que tú conoces de otros años y es tan buena. Me preguntó por ti y me dijo que quiere verte y, estando con ella charlando, llegaron dos jóvenes y me preguntaron:
- ¿Podemos ver la iglesia?
Y les respondí:
- En seguida os la abro.

Y en dos minutos se la abrí y estando con ellos comentando, ella Guadalupe, me dijo que es de Cazorla y que estudia cartografía. Me interesé, por el mapa que yo hice de todo este Parque Natural hace unos años, y resulta que es hermana de Luís Cano, un amigo grande que conocí hace muchos años en la Sierra de las Villas. Por donde la Lancha de la Benita, a la derecha del arroyo de Gil Cobo. Al descubrir esto me dio mucha alegría y ella, la que es toda risueña porque le sale la alegría nada más abrir la boca, también me dijo que quiere conocerte. Cuantas cosas y cuantos momentos y cuanto entusiasmo ¿verdad? Y todavía no te he contado todo porque tengo para un largo rato. Pero ahora, vamos a darnos el primer baño del día, que luego le escribo a la niña nuestra y te voy contando el misterio de las tres muchachas en el charco grande. El de la isla. En mis sueños ya las he visto y al hablarle de ti ¿sabes que me han dicho? Vamos, vamos al agua y mientras nadamos te cuento con detalle y despacico.


21 de agosto: Revelación de un sueño y la Mariposa Marta

Hoy hace frío y fíjate qué curioso: ayer hubo muchas nubes en el cielo y, por la tarde, estuvo apunto de llover. Por la noche, a las doce, estaba el cielo cuajado de grandes nubes negras y, como la luna brillaba llena la cumbre con su pueblo y su castillo, se veía muy bella. ¿Y sabes por qué lo sé y con tanta certeza os lo digo? A los dos, a la niña nuestra y a ti borriquillo amigo. Os lo voy a contar ahora mismo. Pero empiezo por el comienzo.

Ayer hubo boda en la Iglesia del Collado del Pueblo de la Cumbre, junto a la fuente vieja. Laura se llama ella y es de Madrid y Jorge él y es de Orcera. Una boda muy solemne con flores, música, muchos trajes de lujo, abundancia de arroz y, al final, una gran cena fiesta. “El convite”, que es como lo llaman las personas expertas. Con muchos platos de mariscos y fue en Amurjo, en la piscina natural, ahora artificial, que hay en el centro de la sierra. A esta boda y a esta cena a mí me invitaron y fui solo un rato y, a las doce de la noche y con luna llena, volvía al pueblo. Subiendo por la cuesta es cuando vi, sobre la cumbre, iluminado el pueblo y, entre las nubes y a lo lejos, la luna vieja brillaba nueva como un ascua encendida. Por entre los olivos y los pinos y el fresco de esta mañana de verano bella. Fresquito como si fuera un día de invierno o de primavera.

En Amurjo yo estuve solo un rato entre un grupo de personas buenas y allí estaba Marta, la Mariposa de la Sierra. Marta nuestra amiga ¿te acuerdas? ¡Y qué guapa! Pero como tú ya sabes, borriquillo amigo y tú también niña nuestra, yo no soy ni de estas cosas ni de estas fiestas. Pero ahí nos pusieron a nosotros, en el banquete de la boda, y entre personas verdaderamente sinceras. Mariscos de todas las especies y de todas las maneras y yo probé algo pero tantas cosas pusieron en la mesa… No soy de este mundo y anoche, una vez más, me di cuenta y claro que os echaba de menos. Me sentía solo, muy solo en medio de tanta abundancia. ¿Qué serán estos sueños y esta forma de ver nosotros las cosas en esta tierra?

Son ya las nueve de la mañana de este día fresco y, dentro de un rato, nos vamos a Río Madera. Hoy es la fiesta. ¿Te acuerdas tú, Sinombre, del año pasado? Hoy no te llevaré conmigo por los caminos de la sierra porque este año, los dos ya estamos viendo, las cosas son distintas con caras viejas. Por eso yo esta mañana, muy temprano, y por la vereda que baja al Puente del Moro, he bajado cantando a la pradera del río donde tú estás. Al saludarte y darte la buena nueva de este día frío de verano añejo. Y al llegar te he visto comiendo en la pradera de las cañas, junto al agua del río y al verme tú, con tu orejas de caramelo, me has saludado y me has preguntado: “¿Qué pasa por aquí este año?” y te he respondido:
- Este año todo es nuevo pero hasta yo había pensado esta soledad de otra manera. Aunque, de todos modos, en mi cuaderno, yo tengo bien anotado las cosas que están pasando para que luego las sepa la niña nuestra. Esta mañana hace frío y anoche estuve de fiesta por donde la Mariposa Marta volaba y tuve que venirme. No era aquella mi casa y te recordaba y a la niña. Tampoco yo sé lo que pasa este año ni por qué me siento como fuera de este mundo y de las cosas de esta tierra. Hoy, en cuanto vuelve de las fiestas de Río Madera, sí me vengo aquí contigo. Al charco grande del agua de color de cielo y hierba y aquí me quedo tranquilo. ¿Por qué será que junto a ti y la niña nuestra y, en mi sueño y corazón, yo sí me siento bien y soy feliz y en otros sitios no? No sé yo lo que nos pasa este año pero ¿sabes lo que te digo? En el charco grande del río yo las he vuelto a ver a ellas. Eran tres y como las he visto en sueño me he acercado sin miedo y al verme me han preguntado:
- ¿Y tu borriquillo mágico?
Les he respondido, como si de mucho tiempo las conociera:
- Lo tengo en mi corazón, está conmigo a todas horas recorriendo los caminos y yo no dejo de atravesar el monte agarrado siempre a su rabo. No tengo a nadie más en esta tierra.

Y ellas tres ¿sabes tú, Sinombre, lo que me han dicho? Como muy seguras de sus palabras y como si fueran tres diosas de estos montes y cañadas me han confirmado:
- Tu borriquillo guapo hace falta en estas sierras. En esos prados del fresco, primaveras y veranos, vamos a crear un reino tapizado de flores y con mucha hierba donde tu borriquillo sea un rey y, que en las riveras de este río se junten y retocen y rebuznen y beban, mil borriquillos más. Todos los que en otros tiempos fueron amigos de los serranos por los caminos ásperos de estas tierras. Para que aquí, en este rincón de las montañas de este Parque Natural, haya mucha abundancia de borriquillos serranos.
Y les pregunté yo a ellas, a las tres diosas de los romeros y la hierba:
- ¿Y cómo será eso?
Y en ese momento se me acabó el sueño. No las vi más ni puedo decirte ahora más cosas de esta fantasía bella.
¿Que dónde estabas en ese momento tú? En mi sueño también te vi y ¿sabes de qué modo y dónde? Por entre las ovejas de nuestro amigo el pastor de las montañas. Iba el rebaño tomando las tierras del cerrillo de los almendros y desde lo alto caían para la llanura de este río. Era primavera y por eso toda la tierra estaba cubierta de espesa y tierna hierba y el bosque relucía de verde. Por lo alto del cerrillo y, entre las ovejas, asomaba el pastor y se complacía él en sus animales cuando llegaste tú. Te vi yo desde la loma de enfrente y, al descubrirte, me interesé mucho mientras me preguntaba:
- ¿A dónde irá y qué tramará?

Mis ojos te descubrieron muy hermoso. Regordete como siempre estás, limpio y lustroso tu pelo, con tus orejas muy vivas y alegres y con el rabo estirado al viento como te veo desde que te conozco. Tú no me viste a mí ni tampoco te apercibiste de la presencia del pastor en lo más alto del terreno. Quizá por esto o quizá porque tenías ganas de jugar el caso es que bajabas con las ovejas para las riveras del río y venías entre ellas como uno más del rebaño. Pero estabas contento y tenías ganas de jugar. Por eso, sin avisar a nadie, te pusiste a trotar detrás de la primera oveja que se acercó a ti. El animal, al verte tan grandote, corrió asustada y a ver tú que se te escapaba te fuiste detrás de otra y luego la siguiente y así fue que en un momento revolucionaste al rebaño entero. Desde la ladera de enfrente yo me reía viendo tus juegos y complaciéndome en el brillo mágico de tu pelo. Desde lo alto del cerrillo se reía el pastor viendo tus travesuras de niño pequeño. Y al llegar a este punto se me acabó otra vez el sueño.

Pero te repito: a la Mariposa Marta anoche la vi en Amurjo, en la fiesta de la boda, y que hermosa estaba ella. Solo pude intercambiar tres palabras y luego, por entre la luna redonda que alumbraba al pueblo y las nubes negras, se me fue toda volando. ¿A dónde iba ella y por qué no pude verla más que un momento y como en un breve amanecer de primavera? La Mariposa Marta guarda en sí muchos secretos que quizá yo nunca sepa. Y sin embargo, la llevamos en el corazón y la queremos.

Venga, cierro mi cuaderno y te despido que la mañana de este día de verano fresco se alza excelsa. Tengo que irme ahora mismo a la aldea de Río Madera y volveré a caer la tarde. Luego te cuento y le cuento a la niña nuestra y al caballo Bandolero y a la Princesa. A todos los recordamos y les decimos que por estos montes y estas praderas vuela y esparce su perfume de nardo la Mariposa Marta y regala sueños. ¿Nos tocará a nosotros algo y nos dirá ella qué es lo que por aquí pasa este verano?


22 de agosto: Solos con nuestros sueños

Una de las razones por las que este año no te llevo conmigo por los caminos de la sierra, es la sequía. La más grande de los últimos cien años y, en estas montañas, se nota igual o más que en toda España. Los campos están secos y tanto que ni siquiera hay pasto. No hay agua en casi ningún sitio excepto en ríos como éste de Trujala-Romillán y, las fuentes, muchas se han secado. Pero sin embargo hoy voy a llevarte conmigo. A la Sierra de las Villas, al lugar llamado Arroyo de María. Vamos a ver un poco lo que por allí ha desbastado el gran incendio y esto será dentro de un rato. Primero, en este Prado del Molino Viejo, voy a cogerte unos higos de las higueras al borde de las aguas. Te los voy a dar y también unos racimos de uvas. Y yo me voy a comer algunas de estas frutas contigo y luego nos lavamos un poco en la corriente. El agua, esta mañana, está fría como el hielo porque las temperaturas siguen bajando. Esta noche pasada me he tenido que meter en mi viejo saco de dormir porque he tenido mucho frío.

¿Que te cuente lo que hubo ayer, por fin, en la aldea de Río Madera? Todo ha sido casi como el año pasado pero a ser otra vez, parecía nuevo y por eso distinto y no. Vino mucha gente a la misa, me saludaron algunas personas que me conocen del pueblo de la Loma y luego fue la procesión por entre los pinos con la imagen de la Virgen de Fátima y la de San Francisco Javier. Nos invitaron a una cerveza con pinchitos a la brasa y allí estaba Mirian. ¿Te acuerdas? Sí, esa amiga nuestra que nos sonreía el año pasado. Y me animé mucho porque estuvo, junto a mí, en la misa, me dio su mano de paz, regaló a las personas una estampa de la Virgen del Rosario, la Patrona de Segura de la Sierra, y luego, con dos niñas chicas, fue la primera en la procesión. ¡Qué sonrisa más limpia y honda siempre tiene Mirian! Sigue ella en Granada y ahora estudia para sacarse el doctorado. Y cuando ya terminó todo lo religioso nos invitaron a unos pinchitos bajo la sombra de los pinos. Estuvo presente ella, su madre y abuelo, Fernando y su hija Eva y Ginés Donaire. ¿Que quién es? El que siempre ha escrito mucho, en el diario Jaén y en el periódico El País, de estas sierras. Me alegró conocerlo y él también y por eso le dejé mi libro inédito: “Vacaciones Junto al Río”, todo de las Sierras de las Villas. Y esto fue todo.

Pero te digo que me faltaban algunos latidos en el corazón y uno eras tú, otro, era la niña nuestra y Bandolero y la Princesa y, el más grande de todos, el que corresponde a mi sueño. Cuanto más acompañado estoy de personas y cuanto más me hablan y me cuentan más noto que, lo que amo y tengo como principal en mi sueño, me falta. ¿Qué quieres que haga yo? Cuando volví contigo quise decirte, ahora te lo digo, que las tres diosas del charco grande, de nuevo me han dicho:
- Tenemos que irnos por los caminos de la sierra en busca de borriquillos. Antes de que os vayáis, a este rincón del río, tenemos que traer muchos borriquillos. Que comience a ser esto el símbolo, la reserva, el paraíso de todos los borriquillos de la sierra.
Fíjate qué sueño tienen y me cuentan. Y ni siquiera les he dicho todavía que Lucera, la borriquilla de Segura de la Sierra, de por aquí ya se ha ido. Ni la recuerda el pueblo y me da pena. Pero ya veremos en qué acaba, este año, este sueño nuevo. Por ahora, vete preparando que nos vamos hoy a las Sierras de las Villas a ver lo que por allí se ha comido el incendio. Se lo contaremos todo a la niña, a la Princesa, a la Mariposa Marta y a Mirian. Y si acaso, también, a las tres diosas de este río si por allí vemos o encontramos a algún borriquillo aunque sea viejo. A todos los tenemos en el corazón arropados con la mejor ternura y ya ves: solos los dos, cada vez más solos.

Entorno a Segura de la Sierra -4


23 de agosto: Ruta al corazón del gran incendio, Guadalquivir y Arroyo de María

Nos despertamos junto al río Guadalquivir. Por debajo del Charco del Aceite, a cincuenta metros del Puente de los Agustines y justo donde el Arroyo de María se entrega al río. Muy cerca del puente de piedra que da paso al cauce de este arroyo, a la derecha y bajo el álamo y el viejo cerezo, hemos pasado la noche. Escoltados por la corriente del Guadalquivir al norte y, al saliente y sur, protegidos por las aguas del Arroyo de María. Aquí es donde esta noche hemos dormido los dos. Tú, borriquillo amigo, no has dormido nada. Toda la noche te la has pasado buscando el mejor pasto y la más tierna hierba de este rincón. Porque a pesar de la escasez de lluvia en todo lo que va de año, en este rincón, es abundante el pasto y la hierba. Las aguas del río y del arroyo lo mantienen vivo.

Ahora mismo empieza a salir el sol y yo me estiro dentro de mi saco. Te miro y te veo muy cerca del charco. Y miro y veo la ancha corriente del río y las claras aguas que por el arroyo saltan. Sigo mirando y veo las ramas de los álamos temblando empujadas por el vientecillo de la mañana y, desde el lado de arriba, me llega el olor de la sierra quemada. Nos estamos aproximando al corazón del gran incendio que hace unos días se ha llevado por delante lo mejor de la Sierra de Las Villas. Desde aquí y, según me voy incorporando, me llega el olor de los pinos quemados y veo las crestas y laderas achicharradas. Abro mi mochila, cojo mi cuaderno y, con el fresco de este nuevo día y el arrullo de las aguas del río y el arroyo, te digo:
- Sinombre, mi buen amigo, voy a escribir en estas páginas lo que vivimos ayer para que quede recogido y pueda saborearlo luego la niña nuestra, la Princesa y todas aquellas personas que creen en nosotros. Sigue tú en tu tarea y come del pasto y de la hierba que en seguida termino y reanudamos el camino. La ruta al corazón de lo ardido. Ninguno de los dos estamos cansados y sí, en el corazón, nos empuja la ilusión y el deseo de recorrer los caminos de las montañas que conozco y por aquí han ardido. Escribo en el cuaderno.

Ayer por la mañana, temprano salimos del Prado del Molino, bajamos al Puente Moro, dejamos atrás las aldeas de Trujala y El Batán y, atravesando los olivares, llegamos hasta la aldea de Rihornos. Mientras atravesábamos esas tierras le decía yo al borriquillo:
- Mira cuantos olivos se han secado. De los grandes hielos en este invierno pasado y de la sequía a lo largo de todo el año. Y son los mismos olivos que fumigaban las avionetas el verano pasado cuando por aquí también pasábamos nosotros. Y con tanta sequedad y desolación, los olivareros de la Sierra de Segura, también este verano quieren que las avionetas vengan por aquí a echar veneno. Me lo han dicho unos amigos que acabo de conocer en Segura de la Sierra. Me dijeron:
- Si no han fumigado ya es porque todas las mañanas nosotros vamos al Conicabra, que es de donde salen las avionetas con el veneno, y antes de levantar vuelo las paramos. No queremos nosotros que vengan otros de fuera a experimentar en nuestras tierras y a dejarnos los campos intoxicados, sin vida y con miseria.
Me dolió oír esto y los comprendí porque en el fondo nosotros estamos con ellos.

De un peral silvestre que hay junto al camino antes de la aldea de Rihornos cogimos unos puñados de peras chicas. Maduras y dulces y le di unas cuantas la borriquillo. Las otras me las guardé en la mochila. En Cortijos Nuevos, la gran aldea de la llanura y al borde del pico Yelmo, nos paramos solo unos minutos. Lo justo para comprar una barra de pan, un trozo de queso y nada más. Le seguía diciendo al borriquillo:
- Agua tenemos mucha por toda la ruta y fruta, ya verás como encontramos moras, higos y almendras. Cogeremos de todo un poco y con esto nos iremos apañando estos días. A ti no te faltará pasto, hierba y agua, ya lo verás.

En Fuente Mala, antes del camping de Montillana, nos volvimos a parar a beber un trago. A pesar del nombre es muy buena esta agua y siempre está fresca y agrada mucho beber en ella frente a las aguas del pantano del Tranco. Desde esta Fuente Mala hay una bonita visión del pueblo de Hornos de Segura y todo el valle que cubren las aguas del pantano. Otra vez le dije al borriquillo:
- Y las tierras y laderas y montañas que se ven al otro lado, todo lo conozco y lo tengo andando y soñado y bañado con mis lágrimas. Aquello que se ve allí es Hornos el Viejo, más abajo se alza la Platera, la Canalica y Fuente de la Higuera. No iremos por ahí ningún día de estos y puede que nunca pero mira desde aquí y recréate en su belleza. Te contaré, si nos queda un rato libre, algunas de las mil aventuras que por ahí tengo vividas.

Y seguimos. En el muro del pantano del Tranco tampoco nos paramos porque este rincón es, en exclusiva, de los turistas. Todos los que por aquí pasan se paran a beberse su “cervecita”, a contarse sus cosas o simplemente porque al llegar ven a otros parados. Así son la mayoría de los humanos. Nosotros seguimos. Atravesamos el túnel que salva al Tranco y volvimos a rozar la fuente Floro. Bebimos un trago y el siguiente fue en el arroyo de Masegoso. Donde el agua cae como en una gran ducha para que los camiones que usan para apagar los incendios puedan llenar. Otra vez le dije al borriquillo:
- Este rincón y esa carretera que sube a la Hoya de los Trevejiles también los tengo muy andados y soñados y llorados. Te contaré un secreto: en otros tiempos, yo disfruté mucho recorriendo todas estas montañas pero al mismo tiempo también me dolieron mucho y por eso lloré hasta el límite. No sé si lo entenderás. Nosotros hoy tampoco vamos a recorrer estos lugares que te digo porque sino nunca llegamos. Pero sí te digo que mires al frente, al otro lado del río Guadalquivir. Fíjate como están todos aquellos montes de achicharrados. Vamos a seguir que tenemos todavía mucho que recorrer y quiero enseñarte mi querida madroñera. La que, desde que era niño, me ha regalado madroños rojos y flores blancas y olores deliciosos a miel y a cielo. Quiero que vea la madroñera que tiene más de trescientos años si es que el fuego de estos días la ha dejado con vida. Sería una gran pena que haya ardido. Como esta madroñera que te digo no hay otra en todo el Parque Natural ni creo que en el mundo entero.

Y continuamos y al llegar al Puente de los Agustines, ya con el día muy vencido hacia el lado de la tarde y de la noche, cruzamos el río. Buscamos el rincón del cerezo y del álamo muy pegado al arroyo de María, nos acomodamos, bebimos en la corriente del arroyo, nos bañamos para aliviarnos un poco del calor, el sudor y el polvo del camino y junto al río y, mientras la tarde se iba, le volví a decir al borriquillo:
- Aquí nos quedamos para pasar la noche. Es este un rincón muy entrañable para mí y nos queda cerca de lo que mañana seguiremos recorriendo. Mientras se pone el sol y en las primeras horas de la noche, en esta ocasión sí te voy a contar algo de lo que por aquí viví hace años.
Y me puse y a continuación pongo, algo de lo que le fui contando. Luego nos dejamos arropar por la noche y el murmullo de la corriente y, al amanecer de este nuevo día, ya nos estamos preparando para seguir la ruta. Vamos a subir hoy hasta la Fuente de los Cerezos y veremos la madroñera que yo tanto quiero.


Vivencia íntima: “Tocando la vida en la tarde de la muerte”

Y ahora digo que aquellos días no fueron tales sino la única bocanada de vida limpia que tuve bajo el sol que ilumina el Planeta Tierra. Fueron la vida para mí y por eso se quedaron tan fuertemente grabados en mi espíritu y no los puedo borrar. A ellos vuelvo una y otra vez, aun sabiendo que ya no los podré resucitar ni tampoco podré rescatar de ellos lo que tan real y vivo fue alimento para el alma que Dios colocó en mi cuerpo. Como una bocanada de aire fresco y limpio en el espacio de la herrumbre y el veneno. Como un trocico de primavera en el centro del más extenso desierto de la aridez, la soledad y el achicharrante sol.

Así que esta tarde me aparto del carril que he traído desde el puente de los estrechos de la Hoz y para la izquierda, me vengo. Lo primero que me encuentro es el gran peñasco, rodeado de sus zarzas, el tronco del viejo cerezo, todavía con algunas ramas verdes pero sin cerezas, el llanete donde estuvo montada la tienda, el ramalejo de caminillo que se mete para las limpias aguas del arroyo y el charco remansado ahí, los troncos de los álamos donde sigue la piedra que tanto sirvió de asiento, más zarzas en el rincón final donde estuvo la hermosa tienda que arropó y dio calor al corazón cuando todavía no tenía polvo ni sabía de tristezas y la verde hierba. La hierba tapiza el oscuro color de la tierra y con el mismo verde puro y vivo de aquellos días, sigue con sus raíces clavadas en el terreno. La parra, hoy más asilvestrada que nunca, enredada en las ramas de los álamos y las zarzas y sin frutos aunque sí con pámpanas recién brotadas. Ando sin darme cuenta que piso el lugar, miro y dejo que los sentimientos fluyan. Son tantos y tan indescriptibles que lo único que se me ocurre murmurar, como expresión y resumen de todos ellos, es: Dios mío, Tú tendrás esto grabado en algún lugar para que permanezca con la eternidad que nos tienes prometido.

El rumor de la corriente del arroyo y las aguas turbulentas que esta tarde bajan por el río, ahogan los suspiros que del alma salen y por eso no se me oye. Sigo todavía unos pasos más y por el final total del rinconcico me encuentro con las matas de orégano. Ya está brotado y bastante crecido. A punto de echar sus flores. Por aquí nace mucho orégano que también cogimos en aquellas tardes y mañanas. Las cuatro matas de durillo que rozaba la tela de la tienda tienen sus semillas bien desarrolladas y ahora echa tallos nuevos. Los mismos juncos siguen tapizando hacia el arroyo y al final, por entre los tarayes y la espesura de la vegetación, las olas azules y verdes de las aguas del Guadalquivir. Quiero gritar porque de algún modo pretendo que alguien sepa lo que por el corazón se amontona pero tengo claro que no sirve para lo que necesito. Me seco las lágrimas que van saliendo por los ojos y miro al arroyo. Sin parar desde aquel día, corre limpio y siempre dibujando fantásticas volutas en sus aguas, remansándose en el charco que fue piscina y deslizándose feroz por el surco que ha tallado en las rocas. Por lo demás, todo silencio. Un silencio espeso que abraza con tanta fuerza que hasta corta la respiración.

Nadie sabe que en estos momentos ando por aquí. Nadie sabe lo que al pisar el rincón siente el corazón y menos nadie sabe de la gran belleza y sensaciones placenteras contenidas en el mundo que el alma ahora recrea. Nadie sabe nada y sin embargo en la tarde primaveral que el cielo ha sembrado por este hondo barranco del Guadalquivir, aquí estoy con más vida que nunca y al mismo tiempo, con una muerte que es más gigante y real que todas las otras.

Al rincón nuestro de la hierba
cayendo la tarde azul
de la hermosa primavera,
voy llegando río arriba
y antes de llegar me tiembla
la sangre en el corazón,
la tristeza por las venas
y, en el limpio y puro sol
tú recuerdo, hermana bella.
Al rincón nuestro que besó
aquella ilusión primera
que el cielo nos regaló
por donde crece la hierba,
vengo llegando y muriendo
de espalda a la vida entera,
escondido entre el viento
para que sólo Dios sepa
que al rincón que nos abrazó
aquella tarde primera,
vuelvo como buscando
Alivio para mis penas.


24 de agosto: Por entre las cenizas del gran incendio

Me despierto sobre las hojarascas secas al borde del Arroyo de San Martín. El cauce que se fragua en las alturas de la Albarda y laderas norte del Caballo del Torraso y desciende por la umbría de la Lancha del Tosero, pasa por el rincón de la Fuente de los Cerezos y se funde con el Arroyo de María poco antes de encontrarse con el río Guadalquivir. En este rincón me despierto en el día de hoy, bajo los pinos, casi entre las zarzas y arrullado por los tres gruesos caños que caen al pilar de la Fuente de los Cerezos. Los tengo ahora mismo a mi izquierda y los veo con solo levantar un poco mi cabeza. Mi borriquillo amigo está aquí conmigo. A solo unos metros de mí y come de la fresca hierba que hay junto a las aguas del arroyo y también al borde de la acequia que sale de la fuente.

Si miro, desde donde estoy acostado y me despierto, frente a mí tengo y se eleva la fabulosa Lancha del Tosero. Por su umbría sube la pista forestal de tierra que lleva al corazón del Caballo de la Albarda. Y miro y no quiero ver lo que por ahí hay. Toda la umbría de la gran Lancha del Tosero, hasta el mismo Arroyo de San Martín y Fuente de los Cerezos, ha sido arrasada por el fuego. Por completo calcinada y, todo para arriba, aun mucho más. Le digo a mi borriquillo bueno que come hierba junto a mí:
- Me levanto en seguida y nos ponemos en camino umbría arriba en busca de la vieja madroñera que yo, hace años, hice mía. Desde que era muy pequeño y que he visitado un millón de veces para coger sus madroños, oler el perfume de sus flores y dormir la siesta a su sombra. Sigue tú comiendo hierba que un poco más arriba ya ves como está la tierra. Toda calcinada, solo cenizas blancas y negras y ni una sola brizna ni de pasto ni de hierba. Ni romeros siquiera han quedado ni una mata de espliego ni ajedrea. Todo ha sido calcinado. Y los pinos mucho más y las encinas, las cornicabras, las madroñeras, las madreselvas, los enebros, los… ¿Se habrá salvado de este incendio mi vieja y hermosa madroñera? Vamos a verla dentro de un rato pero tengo miedo. Si se ha quemado, como todo lo que por ahí estoy viendo, me voy a sentir muy disgustado. Pero continúa y come un poco más de hierba que en seguida me levanto y seguimos subiendo a ver si somos capaces de llegar a lo alto. Al corazón mismo de estas sierras que es donde comenzó en gran incendio que, desde ese fatal día, no dejo de soñarlo. Pero te adelanto que, según estoy viendo, aquello de arriba y de lo hondo sí que estará por completo achicharrado. ¡Qué terrible ha sido este gran incendio y eso que nosotros apenas vemos algunos retazos!

Me doy media vuelta en mi saco, busco mi mochila, cojo mi cuaderno y, para que luego lo sepa la niña y la Princesa y Enebro y Bandolero y todas aquellas personas que en el corazón llevamos, me pongo y escribo: Ayer por la mañana temprano recogimos nuestras cosas en el rincón del Arroyo de María, junto al borde mismo de las aguas del Guadalquivir y seguimos subiendo por el camino. Arroyo de María arriba hasta el puente de piedra. Ahí mismo cogimos por el carril de tierra que se aparta por la izquierda y seguimos hasta mi noguera. La vieja y centenaria noguera que clava sus raíces entre las piedras. No tiene nueces este año pero casi hasta su misma sombra el fuego ha llegado. Le dije al borriquillo, como si desde el alma, se me escapara un llanto:
- ¡Qué pena!
Y luego cogimos moras de las zarzas que crecen ahí, junto a las aguas del Arroyo de María, cerca de la noguera y por debajo del embalse chico. Seguimos subiendo y antes del muro, nos paramos un momento y mirando al borriquillo le dije de nuevo:
- Aquí mismo, entre estas piedras y casi en el camino, verano tras verano yo he visto creciendo una gran mata de orégano. Planta silvestre que abunda mucho por estos barrancos y que ahora mismo, lo estás viendo, achicharrada está por el gran incendio. Y mira ese acantilado y el de la derecha y el que hay por encina del pantano chico. Ni un solo pino vivo ni una madroñera ni una encina ni una mata de orégano. Todo quemado como si por ahí hubiera pasado, en llamas vivas, el propio infierno. ¿A que te duele el corazón?

Y seguimos remontando hasta las claras aguas del embalse chico. El de una pequeña playa de arena, de granos pequeños y a los lados algunos fresnos y madroñeras por el lado de arriba y una cascada blanca entre las cornicabras y muchas encinas y muchas zarzas y muchas mariposas pero, todo esto en aquellos tiempos. Porque ahora mismo, todo está por aquí carbonizado. Como si lo hubiera devorado el mismo infierno. Ni siquiera un árbol ni una mata de orégano ni un lentisco ni un enebro ni… Y le digo otra vez a mi borriquillo:
- Pues aquí mismo, en esta playita de fina arena que moja el agua clara que viene de los veneros, se juntaban las mariposas. Cientos y cientos de mariposas de todos los tamaños, colores y formas que venían a libar las claras gotitas de agua entre los granos de arena. Era un espectáculo aquello y a mí me gustaba mucho verlo. Me gustaba a mí venirme y quedarme aquí, mirando largo rato, siempre quieto. Pero ahora mismo ya estás viendo. Ni una sola mariposa ni un solo insecto ni un solo pajarillo ni una sola águila surcando el cielo ni un solo buitre ni una sola paloma ni un solo arrendajo ni… Todo está hundido en su silencio, achicharrado, negro, cubierto de cenizas, como meditando y durmiendo un sueño que tiene olor a muerte y cara de infierno. ¡Qué pena me da a mi esto!

Desde el embalse chico nos volvemos y regresamos al puente, torcemos para la izquierda y por la carretera seguimos subiendo. Por entre los olivos de la Cuesta del Tosero y caminamos despacio, como si meditáramos no sé qué secreto con olor a bosque calcinado que ahora solo consuela el silencio. ¡Qué silenciosos se quedan los bosques después de ser achicharrados! Como si ya no tuvieran nada de vida o como si ya no pertenecieran a este suelo. De vez en cuando, nos paramos para echarle una mirada a las montañas de enfrente. Las montañas y laderas y cumbres y barrancos que han sido arrasadas por el fuego. Y le sigo yo diciendo al borriquillo:
- Aquellos voladeros de allí son los Poyos de Andaragasca, arriba están los picos de la Veleta, de las Culebras y de las Grajas. Y en aquel collado precioso es donde se encuentra Cueva Buena. Para arriba y a la derecha, lo que se ve es el Tambor de la Rosa, la Majá de la Salobreja, la Lancha de la Salobreja y ya a continuación, el barranco y las ruinas de la aldea de Prao Chortales. En todo lo alto queda el pico Almagreros que con sus 1467 metros es el más alto de la sierra por este rincón de Las Villas. Y ya estás viendo tú qué grande y qué inmenso y qué excelso es todo esto. Y porque no lo tienes recorrido como yo que si no ya verías. Que por eso sé bien lo que te digo. Pero ya estás comprobando: todo calcinado y los pinos centenarios colgando de las rocas como negros esqueletos y las cenizas blanqueando como trazando caminos hacia la desolación y la tristeza. Y arriba, donde más las montañas parecen tocar el cielo, es donde más todo está doblemente achicharrado. Como si por ahí hubieran pasado muchos más infiernos. ¡Qué pena y qué tremendo!

En la pequeña fuente del cortijo del Palancar Bajo, nos paramos y bebemos un nuevo trago. Agua fresca del corazón de estas montañas que sabe a incienso achicharrado y a rocas carbonizadas. Y, sin embargo, el aire de la mañana es fresco y, por entre los olivos de la Cuesta del Tosero, sí vuelan las mariposas y los arrendajos y algunos pájaros carpinteros. Quizá, por entre estos olivos, se hayan refugiado, los que han podido escapar de las llamas y por aquí buscan alimento. Le vuelvo a comentar al borriquillo:
- Al menos agua fresca y clara sí tienen. El corazón de las montañas, al pesar del año tan seco y a pesar del gran incendio, todavía regala savia de agua no contaminada. Agua que parece rocío de cielo. Pero si volvemos a mirar para atrás y observamos despacio lo que por allí veo ¿sabes qué me pregunto? ¿Que si nos merecemos los humanos que el cielo nos regale una mañana como esta, con este azul tan bello, con la brisa tan fresca y un manantial de agua tan clara que parece esencia de cielo?
Y el borriquillo mío no me contesta.

Seguimos subiendo y, a cada paso ladera arriba por entre los olivos, los ojos se me van para las cumbres que, según remontamos, se nos descubren más. Y le sigo yo comentando a él de vez en cuando:
- ¿Cómo es posible que hayan dejado que las llamas arrasaran todo? Dicen ellos que nadie puede entrar a esas cumbres para apagar un fuego y, sin embargo, hasta con los ojos cerrados yo sé por dónde va cada camino, cada senda, donde crece cada árbol, donde brota cada fuente y dónde anida cada águila y come y duermen cada cabra montés y ciervo y jabalí y lagarto. Te pregunto otra vez: ¿Cómo es posible que con tantas personas y con tantos aviones y tantos vigilantes y tantos gastos y tantos medios se haya quemado tanto? No lo entiendo y por eso tampoco sé explicarlo. Pero lo que sí sé, borriquillo amigo mío, es que pasarán años, quizás siglos, antes de que todo esto vuelva a ser lo que yo siempre he visto en estos campos. Quizá nunca más vea nadie madroñeras tan bellas como las que yo he visto, a lo largo de muchos años. Quizá nunca más nadie llore tanto como lo hice yo recorriendo y gozando los caminos que iban por entre los bosques que ahora el fuego ha devorado.

Y al llegar a la casa forestal del Palancar Alto, en la noguera de la curva, nos paramos. Del chorrillo que cae a la alberca bebemos otro trago y, de las higueras de los higos negros, cogemos unos puñados.
- Para cenar esta noche y para desayunar mañana. Luego cogeremos unas cuantas moras más y con esto nos apañamos.
Le comento de nuevo a mi borriquillo Sinombre y seguimos. Rozamos, unos metros más arriba, la pista de tierra que sube a la Albarda y de nuevo comenzamos a pisar más cenizas. Por aquí, por el arroyo de San Martín, en la misma carretera han sujetado el fuego. Por eso, de la carretera para arriba, todo está carbonizado y, de la carretera para abajo, a la derecha según se sube, sigue verde el bosque y los chaparros. Y al llegar a la llanura de la Fuente de los Cerezos lo primero que encontramos son letreros que dicen: “Zona de Acampada libre, organizada”, y al lado otro que acaban de poner hoy mismo donde leemos: “Prohibido encender fuego. Junta de Andalucía.” Y otra vez le comento al borriquillo:
- Nunca hubo, en estas sierras, un incendio que fuera originado en esta zona de acampada ni en ninguna otra de las muchas que conozco en este Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Pero ahora, mira otra vez conmigo y asómbrate: cuando solo hace unos días que acaban de arder lo más virgen, emblemático y bello de estas montañas, se sienten en la obligación de hacer algo y lo mejor que se les ocurre es prohibir cuando lo acertado sería amar, abrir todos los caminos, todas las fuentes, todos los ríos y enseñar a las personas que todo esto es un regalo de Dios. Regalo precioso y único que si no sabemos cuidar, amar y respetar tampoco nunca seremos completamente libres y buenos. Esto es lo que pienso y a ti te lo digo porque eres mi amigo.

Y al caer la tarde, cuando ya el borriquillo comía tranquilo junto al arroyo que se ha salvado del fuego, más de diez ardillas se acercaron por aquí a verlo y a jugar con él. Son algunas de las ardillas que han podido escapar de las llamas y han venido a este fresco rincón de la Fuente de los Cerezos en el Arroyo de San Martín. Me gustó a mí mucho ver esto y más me ha gustado la dulce noche que hemos pasado en este trocito de la sierra. Ahora, dentro de un rato y en este nuevo día, vamos a seguir la ruta hacia el corazón del incendio. En busca de mi centenaria madroñera a ver si ella se ha salvado de las llamas. Tengo mucho miedo encontrarme lo que temo y, por eso, se lo digo a él de vez en cuando. Voy a levantarme, me lavo en el agua fresca de la Fuente de los Cerezos, como algunos higos y moras y seguimos con esta ruta nuestra. Más tarde o, si no mañana, sigo y te cuento.


25 de agosto: Otra vez se nos rompen los sueños

En este prado tranquilo junto al molino viejo nos despertamos hoy. Con un día limpio de nubes y ya, a las nueve de la mañana, con algo de calor. Mi amigo el borriquillo, al contrario de lo que esperaba, no está cansado de la ruta que estos días hemos trazado hacia el corazón del gran incendio. Lo estoy mirando ahora mismo y lo veo, por entre las cañas en el prado pequeño del río, y creo que me está esperando. Ya muy tarde anoche me vine aquí con él, por lo que ahora le contaré y escribiré en mi cuaderno. Pero en estos momentos ya estoy deseando ponerme en forma y comenzar la investigación. Le digo, mientras me voy preparando para escribir lo más importante:
- Ya oíste tú que, cuando ayer por la tarde nos acercábamos a este rincón, nos dijeron que nos habían estado buscando. El hombre que, con su burro recorre los montes buscando leña seca para vendérsela a la panadería de los pueblos, al vernos nos dijo:
- Tres muchachas guapas, que nunca antes yo he visto por aquí, os han estado buscando.
No le pregunté nada pero en seguida supe que ellas son las tres muchachas encantadas, diosas de estos prados. ¿Qué querrán de nosotros? Y en la mañana fresca de este día nuevo otra vez le digo a mi borriquillo:
- En seguida me voy contigo y los dos nos ponemos a buscar por estos prados a ver si damos con estas tres muchachas que nos buscan. Algo quieren de nosotros.

Y cojo mi mochila, saco mi cuaderno, me siento en el pequeño peñasco que hay en el centro de la corriente del río y, para que luego se sepa y lo sepa la niña nuestra, me pongo y escribo: ayer nosotros, desde el rincón de la Fuente de los Cerezos, nos vinimos para el olivar buscando el carril de tierra que sube a la Albarda y por él nos pusimos a caminar. En busca de mi madroñera centenaria con la ilusión y el temor de ver lo que el incendio ha hecho con ella. Pero solo llevábamos nosotros como unos diez minutos pista arriba hacia el corazón de lo ardido cuando nos encontramos con alguien que por lo visto tiene autoridad en estas montañas y cuida y puede prohibir y hasta poner multas. Al verme con el borriquillo nos impidió el paso y me preguntó:
- ¿Qué es lo que buscas por estos montes?
Algo temeroso le respondía:
- Solo recorremos los caminos para ver los desastres del incendio. Y de paso también quiero ver si, la madroñera grande que conozco, ha ardido.
Y me respondió con autoridad:
- Está prohibido. No se puede recorrer estos caminos ni ir como lo haces tú por los montes. Así que darte la vuelta y desaparece de estas sierras.
Y extrañado le pregunto:
- ¿Ni siquiera puedo ver la madroñera que ha crecido conmigo?
Y me contesta:
- No creo que yo hable en griego. Ya te lo he dicho: no se puede andar por estos montes y más con un borriquillo como el tuyo. No tiene sentido y ni es lógico. Y lo de la madroñera que conoces desde niño no son razones suficientes para venir por estos sitios. Así que ya te estás dando la vuelta y te largas rápidamente y si no tendré que denunciarte y si te resistes llamaré a la central y te vienes conmigo a declarar. Creo que hablo claro y alto. ¿Me has oído?
Y ya no respondí a su pregunta.

Dimos media vuelta y, por el mismo camino que habíamos llegado, tristes y humillados, comenzamos a bajar despacio. Como dos delincuentes perseguidos porque detrás nuestra nos seguía el que nos había prohibido acercarme a la centenaria madroñera. Le decía yo al borriquillo:
- Lo escribiré en mi cuaderno para que se quede recogido y para que nunca se nos olvides este mal encuentro.
Pero le comentaba esto porque no sabía qué otra cosa decirle del incidente, para mí, sin sentido. Pero, como en mi mente siempre se me amontonan los recuerdos, le volví a comentar:
- De esta madroñera mía, hace muchos años, yo escribí esto que ahora mismo te cuento. Escucha verás qué bello: “¿Dónde creció la vieja madroñera que fue el asombro de aquellos serranos?”

Porque a mí me dijeron que fue por aquí, por donde aquel ejemplar de arbusto tenía clavadas sus raíces. Entre las rocas y la espesura de este bosque. Y me dijeron que la madroñera fue el mejor ejemplar que se podía ver por estas sierras. Cinco troncos tenía y los cinco eran de gruesos como dos veces el cuerpo de un buen serrano. Clavados los cinco en una negra peana que a su vez se hincaba en las grietas de tres grandes rocas. Los cinco troncos negros surgían de la peana y retorcidos, se tumbaban en la dirección de la ladera. Como si desearan asomarse al barranco para ver el río. Las ramas se entrelazaban, llenas muchas veces de madroños y otras, de mil florecillas blancas.

Y dicen que cuando la madroñera estaba florecida, ella sola era toda una primavera plena. Manojos de graciosos ramilletes de florecillas acampanadas, se mecían al aire desde las cien ramas de la planta. Un mar de olas de perfume revoloteaba por el entorno, ciento de abejas acudían a libar por entre los estambres de tan delicadas florecillas y otras tantas mariposas surcaban el aire de un lado a otro por aquel universo en pequeño. También los pajarillos acudían a la sombra de su bosque de ramas y hasta los ciervos y los jabalíes iban y venían buscando los rojos madroños que en el otoño rodaban por la ladera. Un puro manto rojo parecía el suelo y un bosque casi completo que además de hermoso y lozano, daba vida a un sin fin de hierbecillas, setas y otras mil variadas plantas.

Así de perfecta, grande y completa, era la vieja madroñera que desde hacia ciento de años, adornaba la ladera en todas las épocas. Cuando los nevazos cubrían de blanco los montes, la madroñera crujía bajo el peso de los copos apilados en sus ramas. Crujía por las noches cuando el frío era tanto que se cuajaban los chorrillos de agua. Crujía bajo el calor de los dorados rayos de sol en las largas tardes de verano. Y crujía cada vez que el viento soplaba desde el barranco del río y bajo los hirientes zarpazos de los granizos y las lluvias de las tormentas. La madroñera crujía pero siempre clavada en su ladera, corazón de su propia vida, seguía verde y desafiaba al tiempo año tras año y así a lo largo de los siglos.”

En silencio, tristes y humillados bajamos por la Cuesta del Topadero, cruzamos el Arroyo de María, el río Guadalquivir, el muro del pantano del Tranco y, sin parar en ningún sitio, hicimos el camino de regreso. Al caer la tarde llegábamos nosotros al Prado del Molino Viejo. Y justo en el Puente Moro nos encontramos al hombre que recoge leña seca de los montes para los hornos de pan de los pueblos y, al vernos, fue cuando nos dijo lo de las tres muchachas encantadas. Esta noticia nos refrescó un poco el alma pero, el fino dolor que nos quemaba por dentro, no se nos apagaba. Le comenté al borriquillo, cuando ya estábamos en el Prado de la Cañas:
- Voy a subir al Pueblo de la Cumbre. Necesito algo que luego te digo. Pero tú no te preocupes. Ninguno de los dos somos delincuentes sino todo lo contrario: dos enamorados de las cosas, caminos, ríos y madroñeras de estas montañas y esto, para nosotros, tiene un gran sentido. Lo que nos ha pasado hoy es lo que ya otra veces te he dicho: no saben cómo gestionar con acierto las cosas y, como el incendio ha sido inmenso, sus reacciones son las de siempre: prohibir, cortar los caminos, denunciar, acorralar, echar la culpa, del gran incendio, a los que aman y recorren estas montañas. No te preocupes tú.

Y por la senda que remonta Burrueco arriba, andando y con prisa, subí yo al pueblo. Oscureciendo llegaba a la Fuente Imperial de Carlos V y por aquí me encontré con unos amigos que en seguida me dijeron:
- Esta noche te vienes con nosotros. Te invitamos y comemos en el restaurante de la Mesa Segureña.
Me fui con ellos pensando en ti, en el borriquillo, en la Princesa, en Enebro y Bandolero y en todos aquellos que llevo en mi corazón y conocemos. En la pequeña terraza, en mitad de las casas del pueblo y alumbrados con velas de cera y quinqueles de petróleo. Nos pusieron sepia, ajoatao y un helado mezclado con el fresquito que corría por entre la noche y el pueblo recostado. Hasta muy tarde estuve con estos amigos y luego regresé al Prado del Molino Viejo para pasar la noche con mi borriquillo. He dormido algo pero no mucho y es que, en el fondo, estoy preocupado. No es sencillo vivir y pasar por este mundo persiguiendo un sueño. Y menos sencillo aun cuando este sueño es distinto al que hay en el corazón de la mayoría de las personas. Pero así son las cosas y ya lo he dicho.

Ahora, dentro de un rato, ya voy a cerrar este cuaderno mío y me voy a poner al lado de mi borriquillo. Vamos a investigar, en este día nuevo, para ver si damos con las tres muchachas encantadas del Prado del Molino. ¿Por qué nos buscan ellas? Todavía no las hemos visto y lo estamos deseando. Le digo al borriquillo:
- Ea, vamos al charco grande del río, que nos damos un baño, nos ponemos al sol, nos secamos y que aparezcan ellas. Las necesitamos.


26 de agosto: algunas claves de lo que pasa este año

Esta noche no he dormido yo en el Prado del Molino sino en el Pueblo de la Cumbre. Y desde la cama donde me he despertado, conforme va saliendo el sol, miro al valle de los olivos y me recreo en panorama tan hermoso. Pero ni los olivos tienen el mismo verdor del año pasado ni las grandes piscinas que hicieron entre ellos tienen agua ni los bosques de pinos que se ven al otro lado muestran colores bellos por esas laderas. Veo los restos de otro de los incendios que este verano han quemado muchas de las montañas del Parque Natural. Éste ha sido cerca de la aldea de Valdemarín. Desde donde me voy despertando veo lo que por ahí se ha quemado.

Acabo de tener un sueño y, por eso, en cuanto termine de levantarme voy a regresar al Prado del Molino para encontrarme con mi borriquillo amigo. Quiero compartir con él y ver qué mensaje nos trae este sueño. Pensado en mi borriquillo y en la niña nuestra cojo yo mi cuaderno y escribo: Ayer no pudimos nosotros dedicar mucho tiempo a investigar lo de las muchachas del misterio. Un poco antes de media mañana, un amigo bajó del pueblo y me dijo:
- Que en la casa grande de piedra y el arco viejo, te esperan. La madre del novio Jorge, el que se casó el otro día y es de Orcera, ha tenido un detalle muy bueno. Ha hecho croquetas de jamón y almendra y un flan muy grande y quiere que os lo comáis todos juntos. Como obsequio por la boda de su hijo porque ella está contenta.
Y no se habló más. Con este amigo, a media mañana, subimos al pueblo y, al mediodía, todos juntos, comimos en la casa grande de piedra. Para complacer a la madre del novio y en agradecimiento, ellos a mí y yo a ellos. ¡Qué buenas personas hay en este pueblo!

Y fue una comida, un sencillo encuentro muy humano y lleno de amistad y respeto. La Mariposa Marta no estaba pero por la tarde, después de la misa de la siete y media, nos dijeron:
- Vamos a ir a la casa de Esperanza. Es la casa de la muchacha que hace unos meses murió en accidente. La gran amiga de Marta.
La muchacha que murió en accidente, que también se llama Marta, cantaba en el coro de la iglesia y trabajaba en el Ayuntamiento. Ella, una tarde del año que ha pasado, fue al pueblo de la Puerta de Segura y al volver se le echó encima un camión y se comió su coche. Veintiséis años tenía y era hija única, bióloga y buena como pocas personas. Eso es lo que todos dicen en este pueblo. Era ella también guapa y bella por fuera y por dentro y, por eso, todos la querían como a una hermana y con un amor sincero. Al vernos la madre, se echó a llorar y, entre suspiros y lamentos, nos decía:
- No puedo vivir sin ella. Desde que murió no tengo aliento y ni sé qué podría hacer para superar esto. ¿Por qué Dios permite cosas tan dolorosas?
Y yo no supe qué contestarle.
Como la Mariposa Marta también se llama ella Marta esta hermosa hija del pueblo que era tan buena y que la madre llora y llora en su silencio. Y luego, al caer la tarde, también estuvimos en casa de Laura, la niña que la Junta de Andalucía se llevó el otro año. Nos contaron también penas y luego me dijeron que las campanas del reloj ahora molestan a algunas personas del pueblo. Y cuando ya caía la noche me fui a mi habitación en la casa pequeña del Pueblo de la Cumbre y, mientras me dormía, se me venía a la mente los recuerdos de Lucera, la borriquilla guapa. Ya he dicho que no está este año en el pueblo y por eso, cada vez que recorro las calles por donde el año pasado la vimos, me entraba un desconsuelo. Y como rezando en silencio me decía: “Este año todo por aquí está muerto. Como lo que han dejado los incendios por la sierra. ¡Qué mal me siento!” Y mientras luego dormía he tenido un sueño. Por la llanura del Prado del Molino iba una niña jugando un juego y al verme me ha dicho:
- Tú y tu borriquillo veniros conmigo que os voy a desvelar el misterio de las muchachas encantadas. Venid por aquí conmigo.

Así que ahora mismo me levanto, me ducho y bajo corriendo al Prado del Molino. Quiero ver al borriquillo para compartir con él este sueño. Necesito luz y alegría y perfume nuevo para superar la melancolía que este año palpo por todos los rincones de este pueblo. Que no tengo yo alegría ninguna este año y por eso, una vez y otra, me digo: “Ya no vuelvo. Para sentir tanto y tener tan poca vida, ya nunca más vuelvo a este pueblo. Yo no sé lo que ha pasado pero me duele el corazón y estoy seco.”

Recordando a Marta

Yo no te conocí
o si te vi, no me acuerdo,
pero tu amiga Marta
me dijo que habías muerto
y me dijo que eras su amiga
desde mucho tiempo.
Yo no te conocí
pero en el pueblo
muchos me hablan de ti
y me dicen que tu recuerdo
permanece aquí,
tras el viento,
por donde la Fuente Imperial,
por donde el silencio
de la calle de tu casa,
el Ayuntamiento
y en cada corazón que late
por donde fuiste sueño
Yo no te conocí
pero sé cierto
que eres un ángel
que viniste del cielo

para esparcir por la tierra
incienso
mientras sembrabas sonrisas
de caramelo.
Por eso todos me dicen
que tú eras juego
vestida de primavera
regalando besos
blancos de flores blancas
y tiernos.

Todos me lo dicen,
paso y voy oyendo:
- Marta era fuente clara,
limpio venero
que a todos llenaba de vida
y de gozo fresco.
Era la aurora y el día
y el sol luciendo
regalando a todo el mundo
dicha y consuelo.
Yo no te conocí
pero en este suelo
tú has dejado un camino
tapizado de cielo
y por eso tus amigos,
tu pueblo entero,
tu amiga Marta del alma
y hasta el mismo viento,
lloran en silencio por ti
todos creyendo
que te has ido y no es verdad,
sigues viviendo
en el corazón de cada uno
y eres venero
y fuente clara y luz divina
en el centro del cielo.
Marta, tú no te has ido,
tu recuerdo
es más fuerte que la vida,
sigues incienso
y con la misma sonrisa
de aquellos momentos.
Todo y todos te quieren,
todos te queremos
porque sigues con nosotros
desde el centro del cielo.

27 de agosto: Van llegando los primeros borriquillos al Prado del Molino

Sinombre, tú vente por aquí conmigo que nos vamos a sentar en el mejor sitio para verlo todo claramente. Aquí, en la mitad de esta ladera, en la linde entre los olivos y el bosque y junto al río. En este sitio hay mucho pasto y el charco grande del río se ve a todo lo largo. Y mientras nos vamos sentado y esperamos un momento te voy a ir contando y paso a limpio las cosas en mi cuaderno porque no quiero que se me pierdan.

Ayer, como el año pasado, otra vez aparecieron las avionetas que rocían de veneno a todos los olivares de estas sierras. Los olivareros de Segura que siguen igual de locos y no cejan en su intento de dejar sin vida la tierra. Pero ayer por la mañana temprano, de Pueblo de la Cumbre, un grupo de personas fueron al Cornicabral donde está el aeropuerto de estas avionetas y pararon todo el proyecto de regar con veneno los olivos. En Segura de la Sierra hay un grupo que se llama Amigos de Segura y ayer estuve con ellos. Dicen que luchan para que no se pierdan más cosas en estas sierras y para que se rescate el cultivo de los huertos, la artesanía del esparto y otros oficios antiguos que, por aquí y por allá, todos van poco a poco abandonando. ¿A que a ti te parece bien esto? Yo me alegré de conocerlos y por ahora vamos a dejarlos. Ya veremos si algún día…

Escribo en mi cuaderno con la mente puesta en nuestra niña amada y, contigo aquí a mi lado, le digo: desde donde estamos, en mitad de la ladera y frente al río, yo he visto en mi sueño lo que a continuación te digo. Una niña hermosa, pequeña ella y muy graciosa, me traía de la mano surcando el terreno y acercándome a las aguas. Bajábamos y antes de llegar a la orilla me dijo:
- Por aquí, por este vado, nadando podrán pasar todos los borriquillos. ¡Ya verás qué hermoso cuando los veas todos juntos cruzando las aguas! Vente por aquí conmigo y subimos por este lado.
Y todo confiando la seguía yo a ella mientras le preguntaba:
- Pero esto es un sueño. Ni tú eres real ni la recua grande de borriquillos tiernos ni este río ni esos extensos y limpios prados. ¿A que de ninguna manera esto es cierto?
Y me respondía:
- Todo es más cierto que la misma realidad que por aquí estamos viendo.
Y seguimos subiendo, yo detrás de ella todo contento y, al llegar al prado donde estamos ahora mismo, nos paramos. Bajo la sombra de estos árboles gruesos y amplios. Me volvió a decir:
- Mira fijo a ese vado del río tan lleno de color blanco.

¿Y sabes, Sinombre? cada vez más confiado le hacía yo caso a la niña de mi sueño. Me puse a mirar concentrado y, de pronto, por la loma de enfrente, aparecieron los borriquillos. Un rebaño de más de cien todos preciosos y regordetes y como vestidos de blanco. Pero su color era perla claro, algunos negros, otros más blancos y algunos grises como las nubes que traen la nieve por estos campos. Y bajaban ellos, todos unidos, por los caminillos de la ladera y al llegar al vado, sin miedo, se metieron en las aguas. Fuertes y elegantes nadaron y al poco ya estaban a este lado del río. Y por aquí, por esta ladera del pasto y los bosques densos se pusieron ellos a comer cubriendo todo el terreno. ¡Qué cuadro más bonito y cuántos borriquillos todos guapos! A mí se me llenó el corazón de ternura y por eso, esta mañana, te he traído aquí. Para que veas todo lo que te he contado. A ver si este sueño se hace realidad y aparece la niña nuestra y la Princesa y Bandolero y Enebro y las tres muchachas encantadas que tanto estamos esperando.

Las cartas de los amigos

Y mientras esperamos, con el corazón en un puño y la ilusión ardiéndonos, te voy a ir leyendo las cartas que ayer me entregó el cartero. Estaba yo en la iglesia del Pueblo de la Cumbre atendiendo a unos turistas que habían entrado a verla y llegó el cartero, que es ella. Una mujer muy hermosa me saludó y preguntó:
- ¿Usted es el dueño del borriquillo que vive en el prado tercero?
Y le dije que sí aunque tú sabes que yo no soy tu dueño sino tu amigo. Pero a ella esto le daba lo mismo. Me dijo de nuevo:
- Han llegado unas cartas y aquí se las entrego.
Ilusionado las cogí de sus manos y, al mirar para ver quien las mandabas, me puse contento. Seis eran de esas personas amigas que nos escriben de vez en cuando y la séptima ¿de quién crees que era? Sí, piensas bien, de la niña nuestra. Mira, todas aquí las tengo y te las voy a leer despacio mientras esperamos pero la última, la más bella, la más tierna, la que tiene más sentimiento, es la de la niña nuestra. ¡Ya verás qué bonita! Empiezo y leo las seis primeras:

Carta- 1 La belleza también se oculta a cada paso, y sólo hace falta saber verla. En casa, también han madurado las brevas y mi niña las recoge a diario con sus blancas e inocentes manos, las comparte conmigo y con nuestros caballos. Luego, aunque a mí me cause susto, se trepa para recoger los nísperos que ya se han convertido en frutos secos bajo la vigilante y atenta mirada de nuestros enormes niños, se carga la fruta en los bolsillos y se descuelga para darles a ellos la tan deseada golosina. Cada vez que la ven trepar saben que les regalará aquel sabor diferente que les alegra un rato la vida. Ayer me alegró mucho el mal comportamiento de nuestro "viejo" que anda muy mal de sus rodillas y ya prácticamente no lo montamos sino que le permitimos disfrutar de sus últimos años a gusto. El viejo, venía muy mal y muy dolorido, todos los días me quedaba yo mirándole y razonando qué hacer para aliviarle las molestias, ya que sus rodillas deformadas se parecían a mis propios huesos estropeados (creo que por eso nos entendemos tan bien ambos), sin embargo ayer, lo amarramos diez minutos para trabajar tranquilas con una de las potras y al finalizar cuando fui a soltarlo parecía un potro salvaje nuestro niño. No más quitarle la cabezada se lanzó a correr y dar patadas y revolcarse y seguir corriendo para detenerse de a ratos tan sólo para levantar la cabeza orgulloso de su especie, nuestro niño hermoso, viejo ya pero aún nuestro niño, conserva en su interior lo mejor, el valor, la fuerza, la gracia y la nobleza... Me sonreía yo sola tan ampliamente, y comencé a reír y a animarlo, hasta que se acercó tranquilo y como de costumbre rozó mi cara con la suya varias veces, nuestro típico saludo y arrumaco, "hoy me siento mejor", parecía decirme y la felicidad le invadió. Besos.

Carta- 2 Tienes toda la razón cuando dices que me gusta la naturaleza, creo que hay personas que nacen con vocación de músicos otros con la pintura, yo por suerte nací y me crié con ella, además tengo la suerte de trabajar en lo que tanto me gusta, pues mi trabajo es la jardinería y añado que enseño mi profesión a personas discapacitadas, estas personas también me enseñan a conocer mejor las maravillas que nos rodean, sus expresiones y comentarios que otras personas no se atreverían a decir por vergüenza. Me gustaría ir a tu presentación, todavía no se si tendré vacaciones, creo que algunos días me darán, pero dime la fecha y el lugar por si acaso, de todas formas espero que tu libro sea muy bien recibido. Me gustaría que me comentaras mas cosas sobre esas joyas y lugares y que me describieras como es su belleza. Espero que la foto que te envío se vea con claridad y que te guste, ahora que ya sé cómo se hace espero poder compartir contigo la fotografías mas bonitas e interesantes. Que pases un buen día y hasta pronto.

Carta- 3 Hola, aquí me encuentro luego de varios días he encontrado tu hermoso relato que como siempre me regala el alma. Espero que tu estatuilla quede tan bella como Sinombre y que sea al menos en su imagen tan libre y natural como él mismo. Besos.

Carta- 4 ¡GRACIAS POR EL LIBRO! En verdad, como muchas veces ha sido un detalle muy lindo de tu parte, fíjate que tuve la oportunidad de imprimir el texto, le puse cinta a una cubierta para que lo proteja, esto lo hice en la oficina y vi los dibujos están muy bonitos, el trabajo en sí, quedó bien hecho, eso se plasma cuando haces las cosas con cariño y gusto como tú lo hiciste. "FELICIDADES" en verdad, me alegra que te hayas animado a escribir y plasmar cosas tan lindas, pero sobre todo gracias por compartirlas.

Carta- 5 Estamos buscando adoptantes para dos burros recogidos en la vía pública en la ciudad de Madrid. No han sido reclamados por lo que los podemos considerar abandonados. No están identificados. Su situación es muy precaria, tienen los cascos deformados, suponemos que por un nefasto manejo, uno de ellos presenta una situación de debilidad y deformación de las extremidades muy aparatosas. Interesados dirigirse al Departamento de Servicios Veterinarios, Madrid o al Centro de Control Zoosanitario, Ayuntamiento de Madrid

Carta- 6 Querido AMIGO: sé lo presente y viva que estoy en tu corazón, por eso doy gracias, soy una afortunada por sentirme tan apreciada por ti, y hay momentos que realmente no sé cómo tu gratuidad y valoración hacia mí puede ser tan grande. Mil gracias amigo, ojalá pudiese devolverte de alguna forma todo lo que haces por mí. La verdad es que lo estoy pasando regular, desde hace tiempo. Y siento que la alegría de la niña cada vez es más fugaz, mi autoestima se tambalea. Me siento frágil y débil; incluso tengo sensaciones como cuando mi padre estaba en casa y todo era tan difícil para sonreír. Todos mis amigos me dicen que desde hace tiempo no soy la misma, que mi júbilo y alegría están desapareciendo y tengo MIEDO, mucho miedo. Sabes que estoy haciendo todo lo posible por estar cerca de Rafa, mucho sacrificio, que a veces no responde con las circunstancias como quisiéramos. Se crean expectativas hacia el otro que muchas veces se ven frustradas, el poco tiempo que tenemos juntos lo queremos exprimir y algunas veces acabamos discutiendo. Los dos nos queremos con el alma, el corazón y la cabeza, pero esta distancia, a mí al menos, cada vez me duele más. Estoy impaciente, sobre todo cuando veo que al no darme traslado son 4 años como mínimo así y mientras y luego, nadie nos puede asegurar nada. Yo me he matriculado en la especialidad de inglés(y llevo 6 ni hablar nada de inglés) por si hubiese un ápice de esperanza para el aula nueva en Almería, ya que están poniendo en Safa, inglés en infantil. Si no, sirviese de nada, tras inglés me prepararé las oposiciones, tampoco me asegurarán nada, pero no puedo quedarme de brazos cruzados y esperar que otros decidan por mí. Tal vez desde el público (contando que sacase mi plaza dentro de 2 años) tenga más posibilidad de movimiento; aunque me gustan los principios y el ideal de Safa, me siento muy identificada con ella. Pero esto sólo es el cuento de la lechera...

Y mientras? todos estos años con visitas de fin de semana, los que podamos? porque como dice Rafa, el matrimonio no es ninguna solución a esto, además no apuesta mucho por "un acto social"; pero quiere compartir su vida entera conmigo, verme envejecer, tener niños con mis ojos... En fin, como verás, estoy como un tornado; y esto es sólo una parte de lo que dejo ver, y contigo puedo abrir mi corazón. Con Rafa también, pero no quiero ser una carga para él, y en estos pocos días que llevamos juntos por cómo estoy ya hemos discutido más de una vez. Quiero disfrutar de estos días juntos que tanto necesitamos, pero no sé cómo quitarme las armaduras y con las lágrimas no se oxidan. No te he contado con tanta lamentación, la semana del curso en Úbeda. El lunes me encontré con que el curso de autoestima que yo había solicitado (lo necesitaba) no lo podía hacer porque Isabel Parrilla, me había propuesto junto con otras 2 chicas de infantil, de entre todas las Safas para trabajar con Ángel Arenas en el grupo de trabajo de pastoral (y por un problema de correo no se me pudo avisar antes), elaborando la semana de identidad Safa para el próximo curso y todos los centros. Un honor para mí, pero era responsabilidad que en ese momento no sabía si estaría a la altura (luego me alegré mucho de haber participado y ha salido un buen trabajo). Pues esa misma mañana me encuentro con el rector en un pasillo! e intento quedar con él para hablar; me dijo que andaba bastante ocupado, iba a ser difícil. Entonces le dije quién era yo, si recordaba mi carta... Me dijo suavemente que este año un profesor de Málaga, Gerónimo, se iba como profesor de primaria a Almería y su mujer, pedagoga y de infantil se iba con él con un año de excedencia. Venían a Almería para cuidar de su madre que tiene alzeimer y que esos eran males mayores. "síguelo intentando.” Yo le dije que sabía que este año era imposible, que yo no quería mover a nadie tampoco, que mi esperanza era el aula que tienen que abrir, pero que al irse esta señora ya de excedencia, suponía que sería esperando a que abran ese aula para ella. Él se encogió de hombros y me dijo que ella también era pedagoga, que tal vez si ajustásemos de alguna forma...que más quisiera él que tenernos a todos en el sitio que queremos. Yo lo entendí y le di las gracias, pero me subí al grupo de trabajo diciéndome "venga Marieta! ahora hay que hacer bien este trabajo! que apuestan por ti! y eso es mucha responsabilidad... aunque también sentí... unas ganas enormes de que acabase1semana que acababa de empezar y no de la mejor manera.

Pues el jueves, volví al pasillo de dirección central (es pisarlo y me tiemblan las piernas) en busca de Manuel Barraca pero me encontré con Juanma, que es quien lleva los traslados y le dije que si me podía atender, dudó y entonces le dije que sólo era una pregunta. Desde la puerta le pregunté por el tema de los traslados y me digo: "Tu traslado es negativo, hemos dado 4 de 100." Yo contaba con eso este año, pero mi esperanza es el aula que abren el próximo curso... "ese aula ya tiene nombre, es para la mujer de Gerónimo. Ella es de infantil y pedagoga" - como, yo - le dije: "Pero ella tiene más años de trabajo que tú.” Le comenté también que estaba pensando en hacer inglés, ya que en Almería no hay doble especialista de infantil e inglés, y como lo están implantando, tal vez tuviese alguna posibilidad de entrar así… Pero que si no la iba a tener, prefería que me fuese claro y no me matricularía, pues requiere un esfuerzo personal y económico al compaginarlo desde Úbeda-Baena trabajando. Se calló y me dijo que lo llamara en septiembre, entonces es cuando él sabe las necesidades que hay en cada centro. Entonces me despedí dándole las gracias y me fui a mi cuarto a "oxidar la armadura" mientras hacía la maleta. El grupo de trabajo ya habíamos acabado y por la noche era la fiesta de todos los cursos pero yo no estaba para fiestas, me fui a Linares. El viernes por la mañana temprano eché la prescripción y luego volví a Úbeda, al acto de clausura (al que pocos se quedan y eso suele molestar) después me vine a Almería. Y al atardecer estuve en la misa del marido de una compañera de Almería, que hace una semana falleció de cáncer. Allí estaban muchos de mis compañeros y el director, Alfonso Góngora, que sé que me aprecia. Pero no me dijo más que, "me alegro de verte aunque sea aquí.” Sé que no era momento para hablar, pero él debe saber que no tengo posibilidades.

Menuda paliza te estoy dando AMIGO, pero he estado mucho tiempo sin escribirte y sé que mañana te vas de vacaciones, ¿no? Y no quería que te marchases sin saber nada de mí. Perdona por no llenar de sonrisas este correo, prometo esforzarme y mejorar el próximo. Mejorar mi día a día, para recuperar lo que se haya podido extraviar en el camino. 1abrazo muy fuerte, gracias, gracias por todo, por ser como eres, por ser mi AMIGO.


La carta de la niña nuestra

Y ahora, mi borriquillo amigo, te voy a leer la carta que nos escribe nuestra niña. Pero como tú sabes que ella es pequeña, la carta que nos manda se la ha escrito la madre. La niña se lo ha contado a la madre y ésta última la ha redactado y nos la manda para que lo sepamos y la tengamos viva entre nosotros. Es muy emocionante esto y por eso merece que nosotros le prestemos nuestro tiempo y le demos el mejor cariño, como siempre ha sido. Escucha tú atento que empiezo a leer su carta verás como te gusta por lo sincera y limpia. Y, luego y como tenemos tiempo, te voy a contar el sueño que he tenido. Leo despacio para no perdernos ningún detalle:

Yo, vuestra niña del alma, os recuerdo y os quiero. Desde que me faltáis en estas tierras del Cortijo de la Viña nada es lo mismo y hasta el cielo parece tener otro color y sabe distinto el aire fresco de las mañanas y es otra cosa el silencio. No estáis vosotros conmigo y también el sol tiene otra tonalidad y por eso ni las horas ni los días son bellos. Así que, desde que os fuisteis a esas montañas del Parque Natural y a ese Pueblo de la Cumbre, solo vivo pensando en el momento de volveros a ver por aquí de nuevo. Y lo que me pasa a mí le sucede a Enebro y al caballo Bandolero. Y, sobre todo, a Bandolero. Os voy a contar lo que me ha pasado con él esta mañana mismo, hace un momento.

Estaba yo sentada, con mi amigo del río, en la roca junto a la corriente y a la sombra de los álamos y los dos estábamos entretenidos en nuestros juegos. Yo tocaba mi flauta de caña, la que me regalasteis vosotros aquella mañana, y mi amigo grababa la melodía en el aparatito que también me regalasteis antes de iros. Y estábamos grabando una sencilla pero bella canción que yo me he inventado mientras los caballos pastaban por el lado de arriba de nosotros al borde de las aguas del río. Muy tranquilos estaban ellos y, mientras hacía yo sonar mi flauta, los miraba y me gustaba verlos tan pacíficos. Pero de pronto, Bandolero alzó su cabeza, oteó el horizonte y, antes de que a mí me diera tiempo a nada, emprendió un veloz galope río arriba. Hacia la luz de la mañana y por donde se espesan los bosques. Dejé de tocar mi flauta y preocupada lo llamé:
- Bandolero, ¿a dónde vas tan rápido y sin pronunciar palabra?
Y a trescientos metros se paró el caballo. Volvió su cabeza y, como lleno de miedo, me miraba.

Salimos corriendo y en unos minutos nos pusimos a su lado. Lo acaricié ofreciéndole mi confianza y entonces vi que volvía a mirar para las montañas de la parte alta del río. En sus orejas y en sus miradas leí que me decía: “Sinombre, mi borriquillo amigo y su dueño, por aquellas montañas se han marchado. Quiero irme con ellos porque los necesito.” Y le dije:
- Lo que dices es cierto pero ellos me han dicho que volverán dentro de unos días. Que no se han ido para siempre sino por un tiempo cortito. Así que tranquilízate que no pasa nada.
Y seguía leyendo yo en sus miradas: “Pero es que yo los necesito. Sin ellos dos nada bajo el sol es hermoso y ni siquiera el agua del río corre clara.” Y miré, en ese momento, a la corriente y era cierto. Las aguas que siempre por este río han bajado transparentes, parecían como teñidas de un fino color naranja. ¿Por qué había pasado esto? Convencí yo, a duras penas, a Bandolero para que se viniera conmigo y con Enebro y se vino pero no muy contento. Y allí seguimos nosotros jugando un rato más pero con escasa alegría. Vuestro recuerdo, vuestra ausencia en estos campos, nos tiene como vacíos por dentro. Así que volved pronto. Y aunque no nos traigáis ni regalos ni historias bonitas para contarnos, no importa eso. Lo que anhelamos es que volváis sanos porque os queremos.

¡Ah! Os adelanto una noticia. ¿Os acordáis vosotros del acerolo viejo? Sí, el que crece entre el pomelo, los dos naranjos y la mata de espliego. Pues en estos días está que da gusto verlo. En sus ramas ya han madurado las acerolas que tanto le gusta al borriquillo y al caballo Bandolero. Desde lejos se ven colgando en sus ramas teñidas de roja sangre y son más gordas que nunca. Parecen cerezas y, como están engarzadas en racimos densos, hasta dan ganas de cogerlas todas y comérselas a puñados. Por el suelo ruedan las que, maduras y blandas, se caen de las ramas y por entre la espesura del árbol revolotean y revolotean los gorriones y los mirlos. ¿Y sabéis qué hago yo en mis ratos largos mientras os recuerdo? Como no tengo aquí conmigo al borriquillo de caramelo pero sí está entre mis manos la estatuilla de madera que me regalasteis, con ella me entretengo. Me voy por las sombras del acerolo buscando las frutas rojas, las amontono junto a la mata de espliego y ahí al lado pongo la estatuilla de palo. Y le digo, pensando que es el borriquillo que ahora lejos de mí tengo:
- Come un poco, corazón mío, de estos frutos frescos que yo te recojo. Ellos también son muy buenos y como te los doy yo con el mejor cariño, come tú ya verás como te saben a miel y a hinojo.
Y mirando a la estatuilla de madera me paso el rato pensando en vosotros y, aunque no debería decirlo os lo digo, a veces lloro. Así que, esto del acerolo, os lo cuento para que tengáis un motivo más para aligerar vuestra vuelta a las tierras de este cortijo nuestro.

Y ahora ya os dejo. Desde este Cortijo de la Viña os mandamos un millón de besos y os adelantamos una sorpresa: en el aparatito pequeño, el reproductor de mp3 que me regalasteis vosotros antes de iros, os estamos grabando una cosa muy graciosa y hermosa. Para que podáis oírla cuando regreséis y conozcáis un poco más lo que por aquí pasa ahora. Os queremos mucho, volved pronto, os mandamos un millón de besos.

Firman: La niña vuestra,
su amigo del río
y los caballos Enebro y Bandolero.


Sueño de una tormenta de verano.

Y a ahora te narro el sueño que he tenido contigo, en Cortijo de la Viña y con nuestra niña. Estás tú en esas tierras en tu paz y me acerco a ti y te digo: “Sinombre, mira qué viento se ha levantado justo según va llegando el día. Corriendo me he venido aquí a tu lado para compartir contigo este momento. Se presagia una gran tormenta y no estoy exagerando. Mira qué nubes más negras cubren todo el cielo y mira con cuantos nervios sopla el viento. Y es fresco, como si no fuera de verano sino de otoño invierno. Puede empezar a llover en cualquier momento y hasta pueden caer algunos rayos. ¿No oyes los truenos? Las nubes negras se arremolinean y de entre ellas saltan los relámpagos y se abren y se cierran cada vez más espesas. Escucha verás como se oye al viento silbar por entre los naranjos, por entre las nogueras, los álamos, las higueras, las encinas, los olivos y los granados. Hasta tengo miedo que se quiebre algún árbol o se le desgajen sus ramas y se quedan mutilados. ¡Qué viento más fuerte de pronto se ha levantado!

Ya ayer por la tarde empezó a cambiar el tiempo. Estaba yo contigo y con la niña entretenido y hablábamos de los caballos, de lo bonito y lustrosos que se han puesto con la llegada del verano, y aparecieron las nubes. En poco rato se llenó el cielo de densas nubes negras y comenzó a llover despacio. Como si fuera invierno y era una tormenta de verano. Y como a la niña y a su amigo les gustó, me dijo ella, con entusiasmo:
- Al menos, esta poca lluvia, ya levanta el ánimo. Comprueba como refresca y mira qué viento más delicado, de pronto, nos llega por aquí, por allí y por todos lados.
Y le dije yo a ella y a su amigo el niño del río:
- La fina lluvia que ya cae riega coqueteando y, aunque no sea mucha, el calor que nos había traído el verano parece que se queda como a un lado.
Y me respondió:
- A mí tampoco me gusta nada el verano. Y sí me llena de entusiasmo una tormenta como esta. ¡Cómo huele todo a recién regado!

Y con las palabras que pronunciaba la niña me iba yo también animando y me deleitaba gustoso con el viento tibio que iba soplando y en la lluvia fina y fría que caía como jugando. No era una tormenta dañina aunque no paraban de brillar, saltar y crujir los truenos y los relámpagos. Y luego siguió lloviendo mansamente durante un buen rato, cuando ya se ponía el sol y, a lo largo de la noche, la lluvia no ha parado. Casi no he dormido de tan pendiente como he estado del viento, de la lluvia, del crepitar de los rayos… ¡Qué noche más esponjosa y con cuanta esencia de nardo! También de las ramas de los álamos y de la tierra mojada con olor a puro campo, yo he estado pendiente toda la noche. Pero ¿Sabes qué es lo que más yo esta noche he disfrutado? Del bisbiseo del viento al romperse contra las acículas del pino largo que se alza frente al balcón de la niña. Esto, Sinombre, tiene un encanto que absorbe y emborracha al alma y la deja herida de amor blanco. Y al amanecer de este nuevo día, mira con que cara y color todo se viene presentando. Está el cielo cargado de nubes, emborrascado, y amenaza más lluvia. Y el viento, ya te lo he dicho: sopla con fuerza como si estuviera celebrando la fiesta que anuncia esta tormenta de verano. Ojalá siga lloviendo durante mucho más rato, todo el día de hoy, y hasta el sábado. La lluvia, el viento y el fresco levantan mucho el ánimo.

28 de agosto: Tarde mágica como un sueño

Ayer por la tarde se cubrió el cielo y el azul se hizo intenso, intenso. Empezó a correr un airecillo muy fresco y todo parecía avisar que, en cualquier momento de ayer por la tarde mismo o en cualquier día de estos, podría empezar a llover. Y estaba yo con el borriquillo sentado en la ladera que habíamos visto, por la noche, en sueño cuando le dije:
- Me gusta a mí mucho como se está poniendo ahora esto. Y lo que más me gustan son las nubes tan bonitas que, a lo ancho, están llenando el cielo. Ojalá lloviera en serio o que lo haga en estos últimos días de agosto o en los primeros de septiembre. Sí, que llueva y que este año sea un año bueno y que, de nuevo otra vez la tierra se empape de agua para que se recuperen los veneros y se llenen los campos de vida y de ese color verde intenso que tanto me reconforta a mí por dentro.

Y muy entusiasmado estaba yo con Sinombre, en el pequeño trozo de la ladera a la sombra de un gran fresno, cuando empezó el sol a caer por el horizonte. Allá a lo lejos y por esas cumbres que han achicharrado los incendios. Y estos últimos rayos de sol sobre los campos, vestidos de oro viejo, se derramaban sobre los pinares de las laderas del Yelmo y de las praderas y barrancos por donde vivimos ahora nosotros. Y se derramaban con tanta belleza y fuego y con tonos tan bonitos que, solo verlo, el corazón se llenaba de alegría y de ánimo y de consuelo. Por eso le dije yo, al borriquillo, de nuevo:
- Me gusta mucho lo que estoy viendo. Este sol de la tarde tan silencioso y bello y con tantos tonos tan vivos parecidos a fuego, es como la explosión de nuestro sueño. Arden los campos otra vez, todos los pinares hasta las mismas cumbres del cerro, pero las llamas que los queman no son fuegos que destruyan. Son llamaradas, reflejos de esa eternidad y paraíso que tanto soñamos en secreto. Como si los sueños más hondos del alma, los más dulces, los más bellos, los más limpios y los más tiernos, por aquí estuvieran retozando, pintando los campos de oro viejo. Me gusta mucho esto. Y por eso, ojalá mañana lloviera y que esta tarde, tan llena de rayos de sol caramelo, se convirtiera en una verdadera explosión de vida intensa y de armonía y de consuelo.

Y me embelesaba yo soñando esto y miraba los colores de la tarde sobre los pinares quietos cuando mi borriquillo amigo me sorprendió con su juego. Miraba él conmigo para el barranco del río por donde, en sueño, hemos visto llegar la recua de borriquillos serranos a este rincón del Molino Viejo, cuando explotó en un sonoro rebuzno. Alegre pero como inquieto, movía aprisa su rabo, alzó su cabeza, estiró su hocico hacia el barranco y lanzó su potente rebuzno. Como si de pronto él hubiera descubierto algo aun más bello que lo que yo estaba soñando. Le pregunté, pareciéndome hermoso su juego:
- ¿Qué está pasando o qué estás descubriendo que yo no veo y a ti te pone tan contento?
Y me miró mimoso, todavía con su rebuzno palpitando y como diciendo: “Mira lo que ocurre por el Prado del Molino Viejo. Por donde nosotros hemos dormido estas noches de verano seco.” Y miré muy interesado cuando justo estaba yo a punto de decirle a él:
- Ya se acerca el último día. Nos vamos otra vez de este mundo y con nosotros nos llevaremos de nuevo roto nuestro sueño sin saber si alguna vez más volveremos.
Pero lo que vi por el prado me hizo guardar silencio. Me agarré fuerte a su cuello para que vibrara con más poderío su rebuzno y, sin pretenderlo, se me escapó un hondo suspiro:
- ¡Es nuestro sueño que por fin se hace realidad! Sigue rebuznando animoso que ahora sí que me gusta esto.

29 de agosto: El sueño más bello

Al llegar el día, con el borriquillo, me he venido al charco grande. Para aprovechar y darnos hoy el último baño en esta laguna serrana. Está él hoy muy contento y yo también porque, a pesar de todo, nuestro sueño ha sido bello. Le digo, mientras vamos saboreando el frío del agua del charco del río:
- Ya hoy es el último día. Temprano, mañana, nos vamos. Así que aprovecha y déjame que aproveche yo contigo. Sigue jugando con el agua que y, antes de nada, voy a coger mi cuaderno y escribo las cosas para que se nos queden recogidas y la niña nuestra las sepa luego. Escribo y empiezo:

Ayer, cuando el borriquillo vio lo hermoso que se había puesto el valle, todo junto al río y las praderas, se puso a rebuznar y yo me agarré a su cuello para darle ánimo. Miré con él y lo que vi por el valle hizo que mi corazón diera brincos. En el mismo centro de la pradera más grande, la niña que me había dando su mano en sueño, leía un libro. Puesto sobre un atril de madera a la altura de su cara, la niña se erguía hermosa y, despacio, leía el libro. Era un libro gordo y grande y, sin que nadie me lo dijera, desde la distancia intuí que se trataba del libro “El Último Edén.” El mismo que yo siempre llevo en mi mochila conmigo y nos encontramos al borde del río en el nido de la nutria. Y la delicada niña leía quieta, serena, muy interesada y como si de las páginas de este libro ella bebiera esencia para alimentar la vida de su alma. Se nos escapaba a nosotros el corazón de tan contento viendo a la niña tan interesada leyendo.

Y por el valle y las praderas anchas pastaban los borriquillos. Ciento y pico borriquillos serranos que, desde todas las partes de estas montañas, los habían traído las muchachas del misterio. Por el lado de arriba, junto a la corriente y entre la hierba, estaban sentadas y miraban embelesadas a los borriquillos esparcidos por las praderas. El corazón nos saltaba a nosotros cada vez más contento viendo lo que veíamos y, por eso, Sinombre, el borriquillo nuestro, se puso a rebuznar. De esta forma saludaba él a sus colegas y a las tres misteriosas muchachas que por aquí habían traído a los borriquillos. Pero mientras rebuznaba y movía su rabo y su cabeza y estiraba su cuello, él me miraba a mí y principalmente a la tierna niña que leía en el libro. Era como si me dijera: “Mira y no te canses de observar conmigo este cuadro tan precioso y tierno. ¡Qué niña tan bonita y qué perfume exhala al viento! ¿Qué será lo que ahora mismo siente su corazón mientras, tan recogida en sí, lee en el centro del prado?” Y le respondí yo al borriquillo nuestro:
- Es un ángel ella. El ángel de nuestro sueño que se ha puesto a jugar frente a nosotros para que se nos colme el corazón de amor y para entretenernos.

Y por la ladera nos pusimos nosotros a bajar al encuentro de la niña y las muchachas y los borriquillos. Y mientras caminábamos le seguía yo diciendo a nuestro Sinombre:
- ¿Sabes qué pienso? Mira para arriba y verás sobre la cumbre al blanco pueblo de Segura de la Sierra. Quieto ahí y silencioso como esperando el momento. Y mira por este valle y verás a los cien borriquillos y a la niña y a las muchachas y a las laderas de los cerros vestidas de bosques inmensos. Pues todo esto y las cien cosas más que veo y siento, yo creo que es lo más importante de la historia y vida de los pueblos. Estas cosas siempre habría que escribirlas en un libro inmenso para que se sepan en todos los rincones del mundo y para que queden eternas. Nada hay más hermoso y grande que escribir los sueños que las personas llevamos en el corazón. Porque dime tú, un pueblo, una región, un país, el mundo sin sueños ¿qué es? Por eso, quiero decirte, que nuestro sueño, por aquí este verano y aunque solo se haya convertido en realidad en parte, es bello. Hemos soñado el sueño más bello y, ahora mira por aquí, por estos prados y por las cumbres del pueblo y por las laderas y valles, lo tenemos extendido. Quizá solo así, en puro sueño que nunca podrá hacerse realidad tangible. Pero te repito de nuevo: solo el hecho de que lo hayamos deseado y, a lo largo de todos estos días, soñado, es valioso y bello. Nada hay más valioso, en la historia y vida de los pueblos, que las personas que viven en ellos, sueñen sueños. Y nada hay más grande en este mundo que estas personas luchen por estos sueños y que los dejen escritos para que otros lo sepan y se animen también a luchar por lo mejor, por lo puro, por lo bueno.

Y yo creo que esto que acabo de contar nuestro borriquillo sí supo entenderlo. Porque cuando terminamos de bajar y llegamos al valle lo primero que hicimos fue darle un gran beso a la niña que leía en el libro y luego acariciamos su pelo. Estábamos seguros: ella era nuestro ángel. La miramos despacio y allí a su lado nos quedamos como si ya todo, todo lo tuviéramos hecho. Ella era lo mejor del corazón nuestro y, en las praderas junto al río, estaban esparcidos y pastando los ciento y pico borriquillos serranos. Y junto a ellos, los miraban complacidas, las tres muchachas misteriosas. Ellas y el río y el prado y los borriquillos pastando y la tierna niña junto a nosotros, eran nuestro sueño.

30 de agosto: Algo más del Pueblo de la Cumbre y despedida

Voy a contártelo, amigo mío borriquillo, y luego nos preparamos y nos vamos. Ya es hoy el último día y, por lo tanto, la despedida. Pero antes de partir, voy a escribirlo en mi cuaderno para regalárselo luego a la niña nuestra y, de paso, que tú también lo sepas.

Ayer, tuve que subir otra vez al Pueblo de la Cumbre. Un joven, no te digo su nombre ni su cargo aunque él se proclama director, me dijo el otro día:
- Nosotros podemos colaborar en cosas como éstas.
Y tenía en sus manos uno de los trípticos que, para la iglesia, hicimos el otro año. Y también me mostraba la pequeña estampa de la Virgen de la Peña con la poesía mía. Al oír lo que me decía creí que a lo mejor él tenía interés en los trabajos literarios que tengo yo de Segura de la Sierra. Pensé: “Quizá se entusiasme por algo y quiera publicar otro librito de estas cosas mías.” Esto pensé yo y me ilusioné. Bien sabes tú cual es mi sueño. Por eso le dije:
- Un día de estos voy a tu oficina y te hago una visita.
Y me respondió:
- Te espero.
Y ayer por la mañana subí al Pueblo de la Cumbre un poco ilusionado.

Busqué la casa donde trabaja el muchacho que te digo y al llegar la encontré cerrada. Una preciosa casa todo lujo y bien restaurada. Empujé la puerta y estaba abierta. Dentro vi al joven que y a dos personas más que, con él, trabajan en la oficina. Uno de ellos lo conozco desde hace tiempo y no me cae bien porque me considera un rival, no sé de qué. Pero a ver toda esta oficina suya me quedé sorprendido. No me esperaba y sí, lo que encontré. Ordenadores últimos modelos, fotocopiadoras a todo color, lujoso despacho… Y, en seguida y para mí, me dije: “Más de lo mismo y como siempre. De algún sitio están sacando subvenciones y ya han montado aquí el tinglado para, con el pretexto de muchas cosas grandes y buenas para estas sierras, promocionarse y saquear lo que puedan. Y, como tantas veces, de espaldas a las personas de los pueblos y contra la propia señas de identidad de estas sierras. No me gusta esto porque es lo que siempre he visto en todos aquellos organismos que, con dinero de la Comunidad Europea o con la de las administraciones públicas, dicen que van a transformar la sierra y luego hacen más daño que beneficio. Poco a poco le han ido quitando a los serranos su tierra, sus señas de identidad, sus cosas, su aire, sus almas, sus… Por eso les tengo miedo a estos salvadores de corbata y lujosos despachos con los últimos inventos.

Me dijo, el joven del que estoy hablando:
- ¿Querías saber cual es nuestro proyecto? Pues siéntate y escucha.
Y le respondí:
- Solo por curiosidad.
Y se puso y largamente me explicó los planes de su fundación.
- Pretendemos que la Sierra de Segura sea una gran plataforma de los cuatro elementos. En el pueblo de Hornos el cielo y las estrellas, en Segura de la Sierra y en el Cornicabral, el aire y el agua y el fuego y un quinto elemento más. Así que si quieres te unes a nuestra asociación. Nos mandas tu currículo y te hacemos miembro.
Al oír esto me extrañé que se interesaran por mi persona pero en seguida supe por qué.
- Tú conoces la sierra en general como pocas personas y por eso me gustaría que estuvieras entre nosotros para aportar tu granito de arena.
Y no sabía él que precisamente el presidente de la asociación de la que hablaba, su asociación, hace años me dio la puñalada más baja y miserable que he recibido nunca. Y fue en nombre de los serranos y de la sierra pero para quitarme de en medio y ponerse él el galardón. Miserablemente me tendió una trampa para machacarme y encumbrarse. Pensaría que le estorbaba cosa que no habría hecho nunca un serrano. No olvidaré su deleznable comportamiento con el que consiguió lo que pretendía y por eso hoy es presidente y algo más pero con el corazón lleno de miseria. De esto no le dije nada al joven.

Sinombre, borriquillo mío, llegado a este punto me siento en la necesidad de compartir contigo algo de lo que pienso. Yo nunca he querido formar parte ni de esta asociación ni de ninguna otra que pretendiera salvar la sierra que me corre por las venas. Porque ¿sabes qué te digo? Desde hace muchos años, antes de que todas estas montañas fueran declaradas Parque Natural, ya empecé yo a ver proyectos de todas las clases para estas sierras. Recuerdo ahora, por ejemplo, lo de la Feria de los Pueblos, un invento político que acabó en nada. Lo de la Ruta Fotovoltaica, donde se invirtió mucho dinero y unos años después ya todo estaba abandonado y sin utilidad alguna. La Fiesta del Pastor, otro extraño invento político donde metieron por medio a los pastores de la Sierra de Segura y acabaron estafados y olvidados. La rimbombante idea del Parque Temático del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, lo de la Escuela de Ecología, lo del aceite ecológico, lo del Pantano del Siles, lo del Parque Cinegético, lo de las rutas a caballo en Navalcaballo, lo de la señalización de senderos, que en menos de un año y después de haber invertido mucho dinero, ya está todo roto y dejado en la mano de Dios, lo de… Y, sobre todo, me enfada ahora lo de la Escuela de Ecología y el aceite ecológico y, en estos días, igual que el año pasado, fumigan los campos de olivos con avionetas y venenos en plan de experimento.

Pues así, uno tras otro y a lo largo de los años, he visto, oído y leído mil proyectos en los que se invertían cientos de millones y luego nada sirvió para mejorar a estas sierras ni para enseñarles a los demás las verdaderas bellezas de estas montañas. El verdadero valor y señas de identidad y no los extraños tinglados que siempre han montado por aquí y nunca los auténticos serranos. Tú fíjate, de Lucera y de los demás borriquillos serranos, tampoco estos dicen nada ni muestran ningún interés en que os conozcan y os den cariño. Como si no hubierais existido nunca siendo como sois lo más importante en estas sierras y en la vida de los verdaderos serranos. ¿A que esto es una pena? Así que, al joven que te venía contando, le dije que lo de ser miembro de su asociación me lo pensaría y ya me lo he pensado. Quiero seguir siendo libre y amando y llorando por las fuentes, bosques y caminos que recorren y brotan en estas montañas. Porque nuestro sueño, tú bien lo sabes, es hablar y anunciar el camino que va desde el corazón al cielo para beber y disfrutar a fondo el aire y la luz de estos bosques. Las asociaciones política inventadas por los políticos con el dinero de las personas humildes no me gustan porque es un hervidero de mil cosas ninguna noble. Y lo siento.

Así que ayer por la tarde, me volví yo otra vez al Prado del Molino contigo. Ya ha amanecido el día treinta de agosto y es el último de nuestra estancia por estas sierras. Nos vamos dentro de un rato, vete preparando. Este año ni siquiera has subido al pueblo de la cumbre. No estaban ni están las cosas para que tú recorras las calles de este entrañable lugar pero por ti muchos me han preguntado. Y te digo que no hemos podido presentar el librito que te dije, el de nuestra historia, Lucera y tú y los caminos que recorrimos por estos rincones. Creo que quizá será para las fiestas del Pueblo de la Cumbre que es el día siete de octubre. Ya veremos. Tampoco este año hemos podido ir a todos los sitios que te había dicho y yo tenía planeado, como por ejemplo a la Fuente de las Malezas, que es donde estuvo la única mina de carbón que se ha descubierto en estas sierras. Y ni siquiera hemos podido ir a jugar uno ratico con los niños del pueblo y es una pena pero las cosas son como son.

En silencio y, desde este rincón del Prado del Molino, los dos hemos soñados sueños y hemos amado y hemos deseado lo mejor para esta tierra y para las personas que son de ella. La niña de nuestros sueños, las tres muchachas encantadas y los ciento y picos borriquillos serranos por aquí se quedan en estos prados. Lo mismo que se quedó Lucera el año pasado y ya no está. ¿Qué más podemos hacer a parte de desear siempre lo mejor y soñarlo con tanta fuerza? Todo lo del año pasado y todo lo de este año por aquí se queda hecho fantasía y silencio y muy hermoso. Te repito: como el año pasado, con todo el cariño del mundo y desde lo más sincero y limpio del corazón, lo hemos deseado. Y como ha sido un deseo y sueño hermoso, podemos irnos con la conciencia tranquila. Si quieres échale el último rebuzno a estos prados y a los borriquillos, imaginados y preciosos, que se quedan. También a la niña del sueño y a las tres muchachas encantadas. Si volvemos el próximo verano a lo mejor podemos hacer algo para convertir en realidad lo que no ha podido ser en esta ocasión. Di conmigo a todo adiós que nos vamos. Y di conmigo, a unos y a otros, que no es necesario más proyectos ni más dineros ni más fundaciones para rescatar el Patrimonio de la Sierra de Segura que hacer lo que hemos hecho nosotros: empaparse del agua fresca del río, del aire limpio de las montañas, de la soledad de estos campos, del verde de los bosques, del azul intenso del cielo y amar. Los que viven por aquí y los que venimos de fuera esto es lo que nos gusta y esto es lo que deseamos encontrar. Todo lo otro son inventos que más que conservar y construir destruyen. Así que echa el último rebuzno que nos vamos. Para todos y a todo hasta el año próximo si es que volvemos. Que lo quiera Dios.

Saboreando el encuentro con la niña nuestra

Por la carretera que va desde Úbeda, la loma de los olivos, hasta Granada y pasa por el pueblo de Jódar y Belmez de la Moraleda, nos hemos venido nosotros. Regresamos ya de los días de vacaciones y, al pasar el pueblo de Benalua, antes de llegar a Iznalloz, cuando la carretera remonta a lo más elevado, nos hemos parado. A descansar un poco y para que bebas un trago. A la izquierda de la carretera y, justo al borde mismo, crece un precioso sauce llorón y, a su sombra, se estanca limpia el agua fresca. Cae al pilar un chorrillo claro y, como hace mucho calor, te digo:
- Mira, borriquillo amigo, este rincón del mundo es desconocido para nosotros y queda lejos de nuestro Cortijo de la Viña y del Prado del Molino en el arroyo de Romillán, por donde el Pueblo de la Cumbre. Pero este rincón es bonito y, como tiene sombra y abundante agua, nos viene muy bien para descansar un rato y respirar aire puro y beber un trago. Hoy no tenemos prisas. Tú sabes que nosotros nunca tenemos prisa y, aunque hoy nos espera la niña nuestra y por eso nos arde la ilusión en el corazón, ahora es bueno que descansemos un poco. Ponte a la sombra de este bello sauce y calma tu sed y come un bocado. Mira qué buena hierba crece por donde se va el agua del pilar de cemento. Como si la hubieran sembrado para ti y estuvieran esperando que hoy vinieras por aquí. Mientras tú saboreas estos dos alimentos que tanto te gustan yo voy a sacar mi cuaderno y, sentado al borde del pilar alargado, tan rebosante de agua fresca, escribo algunas cosas para que la niña sepa también las anécdotas de este viaje nuestro.

La sierra aquella que vemos allá a lo lejos tú no la conoces pero yo sí. Es el pequeño Parque Natural de la Sierra de Mágina. Aquí, a la derecha, nos quedan las sierras de Cazorla, allá muy lejos y por donde nace el río Guadalquivir y se encuentra el pueblo de Quesada. Son rincones esos muy bellos y llenos de grandes secretos y prados verdes pero tú tampoco los conoces. Alguna vez he soñado que también podríamos recorrerlos pero hay tanto terreno por ahí, tantos caminos surcándolo, tantas montañas y tantos valles que veo imposible poder realizar este sueño. Sería precioso para dejarlo recogido todo en mi cuaderno y siempre con tu compañía. Por aquí, al frente, nos queda la sierra Arana, ya en la provincia de Granada y cerca del pueblo de Iznalloz. Y justo donde estamos, en estas tierras onduladas y casi llanas, es donde empieza a nacer el río Jandulilla. Un pequeño cauce que se entrega al río Guadalquivir justo por la estación de Jódar, algo por debajo del embalse de Doña Aldonza. ¡Qué terrenos estos todos tan espaciosos y llenos de secretos! Hubo muchas luchas y guerras por aquí en lejanos tiempos porque, la configuración de estas serranías, hacían de frontera natural hacia los reinos de Granada. Pero en fin, esto es historia y leyendas y muchas más cosas en las cuales nosotros no entramos.

Te decía que el río Jandulilla yo también me lo conozco casi en todo su recorrido porque ¿sabes una cosa? En otros tiempos, en las riveras y valles de este río, yo buscaba y cogía regaliz. Por puro entretenimiento y para regalárselo a los niños que conocía en un gran colegio en el pueblo de la Loma de Úbeda. El regaliz es una planta cuya raíz es comestible. Tiene sabor dulce, con propiedades medicinales y que se masca y está muy rico. Era la golosina natural de los niños de otros tiempos. Yo, en aquellos días que te cuento y en mis ratos libres, me venía a las riveras de este río Jandulilla y me ponía a buscar esta raíz de regaliz. Crece muy bien y se da en gran abundancia por debajo del pueblo del Belmez de la Moraleda. Es este el pueblo de las caras misteriosas que también conozco y a la dueña de la casa de estas caras que se llamaba María, porque ya ha muerto.

Nosotros hoy ni vamos a coger regaliz ni veremos las caras misteriosas porque ya hemos dejado atrás el pueblo del Belmez y el rincón donde, en el río Jandulilla, crecen las matas de raíces dulces. Aquí, donde estamos parados para refrescarnos y beber un poco, es justo por donde empieza a nacer el río Jandulilla. Pero por aquí, ya estás viendo, no hay montañas ni bosques ni nada de eso. Solo algunos cortijos y tres llanos sembrados de girasoles. Pero ¿te has fijado tú en la gran belleza que tienen estos campos de girasoles? Yo sí que lo he visto en seguida y por eso, según veníamos acercándonos, me sentía cautivado. Y al llegar y empezar descubrir las tierras estas sembradas de girasoles, sentía con más fuerza, la necesidad de parar para verlos de cerca. Hasta me entran ganas, ahora mismo, de irme por estos sembrados y coger un puñado grande de estos girasoles bonitos. Por eso me apetecía mucho pararme aquí contigo. Para que tú también veas de cerca lo que tanto me está gustando a mí. No son nuestros estos campos y, como es seguro que tienen dueño, debemos tener mucho cuidado de no pisar ni romper el sembrado. Si el dueño nos viera con toda la razón del mundo podría enfadarse con nosotros y hasta denunciarnos por invasión de propiedad y no respetar lo que es suyo. Pero que esté tranquilo que nosotros no vamos a hacer daño alguno ni cogeremos, sin su permiso, lo que no es nuestro. Pero te repito otra vez: ¿a que son hermosos estos verdes y dorados campos de girasoles?

Y me apetece que los veas y que los huelas intensamente porque yo sé que tú nunca has estado en un sembrado de girasoles. ¿Sabes? De esta planta sale una semilla pequeña que las personas llaman pipas. Y hay dos clases de pipas de girasoles. Las que tuestan y venden en bolsitas pequeñas para que los niños y las personas mayores se las coman cuando van al cine o de paseo por las calles de las ciudades y las otras. Las pipas más pequeñas de color negro. Éstas las usan para extraer de ellas aceite. Y de esta especie última que te he dicho son los campos de girasoles que ahora mismo vemos por aquí. Y otra cosa más. Fíjate que con lo poco que ha llovido este año y el calor tan grande que hace este verano, estas plantas de girasoles han nacido y mira qué grandes están. Sin riego ninguno, bajo el sol del verano, mira qué presencia más lustrosa tienen. Dentro de poco ya estarán listos para ser segados. Tendríamos nosotros que volver por aquí otro día para ver la faena de la siega de un campo de girasoles. Que esto tampoco lo conoces tú ni de ello sabe nada la niña nuestra.

Y de la niña nuestra, ahora que te lo comento y lo escribo en mi cuaderno, también quiero hablar un poco. ¿A que le gustaría mucho a ella estar aquí en este momento? Seguro que sí. Le encantaría verte como yo te estoy viendo, a la sombra de este sauce gigante, y tranquilamente comiendo de la hierba fresca que por aquí también te regala el cielo. Y tú, como si de toda la vida este rincón tan precioso, también fuera tuyo. Bebes agua en el pilar y parece que te perteneciera desde siempre. Tomas la sombra bajo el sauce y da la impresión que el árbol y la sombra te conociera desde pequeño. Comes hierba y respiras el aire de estas tierras, que es algo distinto al del Cortijo de la Viña y al del Prado del Molino Viejo, y todo se comporta como si fuera tuyo desde que eras pollinillo. Y los campos de girasoles y los blancos cortijos que, a un lado y otro, vemos y el canto de las chicharras y la soledad y el rumor del chorrillo claro que cae al pilar y… Todo te envuelve y rodea a ti con la ternura y el amor del mejor amigo y por eso parece que te pertenece desde hace mucho, mucho tiempo. ¡Qué curioso es esto! De aquí lo que venía a decirte: que pienso que si ahora mismo te viera la niña nuestra sería para ella un delicioso y feliz momento.

Mira, Sinombre borriquillo mío, allá por el lado sur y a lo lejos, sobre las altas cumbres de Sierra Nevada, se amontonan las nubes. Las estoy mirando y me gusta la cara que tienen y por eso pienso que dentro de pocos días quizá vengan las lluvias. En los primeros días del mes de septiembre, que está a punto de presentarse. Y será esto muy bueno para todas las tierras, los ríos y los pantanos de España entera. Y mientras te lo estoy contando ya me siento animado. Porque sabes, si las lluvias que te anuncio llegan de verdad, sería lo mejor para celebrar el comienzo del nuevo curso. La niña nuestra seguro que ya está también preparando su ánimo para comenzar su colegio. Este nuevo curso, el año que parece empezará dentro de unos días, para nosotros y para ella las cosas serán distintas y muy emocionantes. Y también dentro de unos días dará comienzo la recogida de la uva en el Cortijo de la Viña. Es la época de la vendimia. También en esta temporada tú tendrás que ayudar todo lo que haga falta. La recogida de la uva y su acarreo y su molturación para obtener el vino tiene una emoción única y levanta mucho el ánimo. Así que vete preparando que se acercan los momentos más bellos del año. El otoño, cuánto me gusta a mí y cuánto yo daría para que fuera muy lluvioso, cargado de nieblas blancas y largo, largo, largo. Yo creo que la eternidad, allá en el cielo, tiene que ser toda otoño, con algunos trozos solo de invierno y, lo demás, fragante primavera. ¿Qué crees tú? Así que, con todo esto que estamos soñando, fíjate cuántas razones claras y emocionantes tenemos de nuestro lado para sentirnos bien ahora mismo. Y si te confirmo que la niña nuestra, también celebra las misma cosas que nosotros, fíjate que razón más contundente tenemos para seguir el camino ahora mismo y exaltados de entusiasmo.

Sin embargo, para mí y en silencio, yo ando pensando algo que no quería decirte. La niña nos dijo en su carta que Bandolero, por ti, estaba muy preocupado. Ya sabes que él te considera su mejor amigo. Quizá su único amigo en esta vida. Desde el momento que supe, lo que nos contaba la niña, no dejo de pensar en la posibilidad de que Bandolero se haya ido de las tierras del Cortijo de la Viña. Que por buscarte a ti él se haya ido por las montañas y por ahí esté perdido. Si esto ha sucedido, Dios no lo quiera, ¿te imaginas el trago que estará pasando ella? Y si ahora, cuando dentro de un rato, lleguemos nosotros y nos dicen que esto ha sucedido ¿qué nos pasaría? Ya sé que no debería ni pensar en esto que te digo pero no puedo evitarlo. Porque, y si lo que me estoy imaginando ¿de verdad ha pasado? Venga, prepárate que nos vamos. Ya hemos descansado y ahora lo que necesitamos es estar cuanto antes de vuelta en el Cortijo de la Viña. Solo nos quedan una hora y media o dos y para encontrarnos con nuestra niña, su amigo y los caballos. Vamos y no perdamos más tiempo que lo que te he dicho de Bandolero me está, según pasan las horas, torturando. Ojalá todo sea un temor sin fundamento y ojalá que aquellas nubes densas y negras que, sobre Sierra Nevada se amontonan, sí traigan las primeras lluvias del otoño para regar los campos. Sigamos nuestro camino al encuentro de nuestro sueño amado.

José Gómez Muñoz
Segura de la Sierra, 30-8-05