3.13.2008

Entorno a Segura de la Sierra -5

La reserva de los burritos serranos
Segundo verano en Segura de la Sierra

Si te gusta o necesitas expresar tus sentimientos con las palabras, que es una de las cosas más hermosas que puede hacer el hombre, no te conformes con forjarlo de cualquier manera, busca lo mejor, saca lo óptimo de ti, aprende, crece y cree en lo que haces, tanto como puedas. Que yo seguiré leyéndote, porque si te esfuerzas, cuando pase el tiempo, todo lo que llevas dentro sabrás expresarlo de forma maravillosa y darás lo más excelente de ti. Amigo anónimo



Índice
11 de agosto: Preparando las cosas para volver a Segura de la Sierra
12 de agosto: Primeras noticias del gran incendio de Cazorla
13 de agosto: Compartiendo la mañana del verano
14 de agosto: El charco de la playita de arena donde se baña la niña
15 de agosto: Disfrutando la mañana con ella junto al charco
16 de agosto: Preparando el viaje a Segura de la Sierra
17 de agosto: Las lágrimas de la niña
18 de agosto: Aproximación a la sierra y el gran incendio

La llanura del castillo de Bujaraiza
Arroyo Rovuelto (antes del gran incendio del verano 2005)
19 de agosto: El charco grande de arroyo Romillán
20 de agosto: Un repaso a lo que por el pueblo hemos encontrado
21 de agosto: Revelación de un sueño y la Mariposa Marta
22 de agosto: Solos con nuestros sueños
23 de agosto: Ruta al corazón del gran incendio, Guadalquivir y Arroyo de María
Vivencia íntima: “Tocando la vida en la tarde de la muerte”
24 de agosto: Por entre las cenizas del gran incendio
25 de agosto: Otra vez se nos rompen los sueños
26 de agosto: Algunas claves de lo que pasa este año
27 de agosto: Van llegando los primeros borriquillos al Prado del Molino
Las cartas de los amigos
La carta de la niña nuestra
Sueño de una tormenta de verano
28 de agosto: Tarde mágica como un sueño
29 de agosto: El sueño más bello
30 de agosto: Algo más del Pueblo de la Cumbre y despedida
Saboreando el encuentro con la niña nuestra




11 de agosto: Preparando las cosas para volver a Segura de la Sierra


Y si Lucera no está este año en el pueblo de Segura de la Sierra, nosotros la lloraremos pero de una forma especial. Recorreremos las calles y los rincones por donde iba y vivía ella y, mientras la vamos añorando, la recreamos en nuestros corazones y la lloramos. Ojalá no tengamos que llegar a esto pero yo ya te lo digo: vete preparando porque las cosas puede ser que nos las encontremos muy distintas a como nosotros las hemos soñado. ¿Cómo serán las calles del pueblo de Segura de la Sierra si ya allí no queda de Lucera nada más que el recuerdo? ¿Y cómo te sentirás tú cuando recorras conmigo aquellas calles añorándola a ella? Pero no adelantemos acontecimientos. Porque pudiera ser que nuestros sueños sean de otros colores y nos los encontremos repletos de praderas bellas. Ya veremos.

Y mientras tanto que llega ese día, Sinombre, borriquillo amigo, hoy tengo muchas noticias y todas muy interesantes. Nos ha escrito la Princesa, lo que parecía mentira, y hay que celebrarlo. Tengo aquí conmigo un nuevo regalo para la niña nuestra y, en mi cuaderno anotado, tengo lo del incendio de la Alhambra y el de Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Lo de la Alhambra al final ha sido casi nada pero lo del Parque Natural que te digo, es lo más grande que nunca se ha conocido. Te iré contando según yo lo vaya sabiendo y asimilando. Este verano los bosques arden como ningún otro año. Y yo esta mañana, otra vez me he venido contigo al cerrillo de los almendros. A la sombra de uno de ellos, para aprovechar el fresco de este día mientras observamos el paisaje que desde aquí se ve. Todo lo que contarte quiero me gustaría también compartirlo con la niña y su amigo pero hay cosas que mejor es que no las sepa por lo que a continuación te digo.

Fíjate tú qué rápido está pasando el verano. Ya estamos casi a mediados de agosto y esto se acaba. Pero nosotros, dentro de unos días y como el año pasado, nos iremos a Segura de la Sierra. Solo quince días pero no podrá venir la niña y esto me apena y no sé cómo decírselo. Algo ya le he comentado y, aunque ella quiere conocer aquellas sierras, creo que no será posible este año. Lo siento pero luego te cuento por qué ella no podrá venirse con nosotros aunque lo queramos. Pero para la niña, ¿mira, ves? aquí tengo ahora mismo otro regalo. ¿Te acuerdas que las de la hípica le daban envidia con su pequeño aparato, reproductor de música y radio? Pues ya le hemos comprado a ella este singular cacharro. Míralo, aquí lo tengo. Lo estoy probando para asegurarme bien que no tiene ningún fallo. Los de la tienda, dan quince días para devolverlo en caso de que no sea bueno y, antes de irnos a Segura, quiero dárselo para que lo disfrute estos últimos días de verano. Y por si se encuentra con las de la hípica que no la hagan rabiar más. Porque de todos modos creo yo que es un buen invento este pequeño cachirulo. ¿Tú quieres probarlo? Estos dos auriculares pequeños se ponen en las orejas, las tuyas son demasiado grandes, y se le da aquí y ya se oye la música. Es fantástico ¿sabes? También se puede oír la radio y se pueden grabar tus rebuznos y cuando yo te esté llamando y se guardan fotos y muchas más cosas. Yo creo que este aparatito le va a gustar mucho a ella porque es bonito, muy sencillo y bastante mágico. Que lo disfrute en estos días de verano ahora que nosotros la vamos a dejar sola por aquí en sus campos. Pero volveremos y le traeremos más regalos y, sobre todo, mi cuaderno repleto de historias, cuentos y relatos. Yo este año quiero escribirlo todo, tengo necesidad, para luego contárselo a ella. Y en lo que tengo más interés es en el incendio de aquel rincón que tanto amo. Y también quiero recoger el sueño que contigo, junto al arroyo de Romillán, las ruinas del molino y la higuera vieja, desde hace tiempo estoy soñando. Tú te vendrás conmigo y ella no pero, a la vuelta, la niña nuestra lo sabrá todo y bien detallado.

¿Y sabes una cosa? Segura de la Sierra no será lo mismo para nosotros este año. Tengo de allí muchas noticias y, aunque en el fondo todo sigue igual, muchas cosas han cambiado. Ya lo verás. Y en estos últimos días, los de la segunda ola de calor de este verano, por aquellas tierras los bosques se han quemado. Muchos incendios, en un solo día, han arrasado los parajes más fabulosos de aquellos campos. Yo lo he seguido todo por la radio y por la prensa y por las personas que me conocen y, por lo que he visto y me han contado, los incendios de Segura de la Sierra en este verano, son tremendos. En cuanto estemos por el lugar vamos a dedicar mucho tiempo a recorrer los montes quemados para verlo todo y para luego, cuando volvamos, contárselo a la niña nuestra.

¿Y sabes algo nuevo que deseo compartir contigo desde hace ya más de un año? Desde que estuvimos el verano pasado en Segura de la Sierra. No llegué a contártelo porque fue tan intenso y rápido todo lo que vivimos que ni tuve tiempo pero este año, ahora ya, sí quiero compartirlo contigo. Del Prado del Molino del río, una tarde, te hablé yo un rato. ¿No te acuerdas? Es el prado que hay junto a las ruinas viejas del molino de Santiago en el arroyo de Romillán, parte alta del río Trujala. Hace mucho tiempo que a mí me contaron el misterio que allí hay y todavía no lo he investigado pero este verano, en los días que estemos en aquellas sierras, vamos nosotros a comprobarlo. Y lo que me contaron y las noticias que tengo son estas:

Hace tiempo, antes de que el molino fuera abandonado y se convirtiera en ruinas, en unos cortijos por allí cerca vivía una familia. Tres muchachas, hermanas y las tres muy guapas, tenía esta familia. Y eran las tres muy amantes, tanto de los paisajes de las montañas donde vivían como de los animales que le rodeaban. Un día, a esta familia, alguien trajo un precioso pollinillo y las muchachas en seguida lo hicieron su amigo. Para jugar con él y para recorrer los caminos de estas sierras y para ir de un lado a otro siempre montadas en su grupa como tres princesas bellas. Eran felices ellas y era feliz el animal hasta que un día, tampoco nadie sabe cómo, la familia tuvo que irse de la sierra y tuvo que abandonar las tierras, sus animales y al borriquillo. Como tantas familias serranas en estas montañas. Pero ocurrió algo que nunca nadie se ha explicado. Aquellas tres muchachas guapas y de gran corazón y lleno de ternura y amor, no querían irse de sus tierras ni peder para siempre a su amigo el borriquillo. Y expresaban con tanta fuerza este deseo que, al pasar el tiempo, y tampoco nadie sabe cómo, a estas tres muchachas muchos dicen que las han visto por el Prado del Molino Viejo. Decían que estaban encantadas y otros dijeron que cuando las encontraron hasta pudieron hablar con ellas y que una vez dijeron:
- A este rincón del mundo, un día tenemos que traer nosotros ciento y pico borriquillos. Un paraíso para los burros serranos haremos aquí para que nunca desaparezcan de estas montañas estos preciosos animales. Y será en estos Prados del Molino junto al río porque es donde nosotras hemos nacido.
Y desde aquel mismo momento, muchas personas, le llaman a ese rincón “La Reserva de los Burritos Serranos.” Esto que te cuento me lo contaron a mí y, lo crea o no, este verano tenemos que irnos a ese Prado del Molino Viejo a ver si descubrimos algo.

Que esta es una de las razones por lo que no nos la llevamos con nosotros a la niña nuestra. Ya te relataré con más detalle y más despacio. Que en estos momentos y, desde el cerrillo de los almendros, voy a seguir probando el aparato mp3 que le vamos a regala a ella. Y sigue tú conmigo mirando todo lo que desde este montículo se ve. Con el fresco de la mañana y con los paisajes, frente a nuestros ojos, a lo ancho ¿a que el verano es mucho más llevadero? Hasta parece que su fin viene llegando aunque no sea cierto.


12 de agosto: Primeras noticias del gran incendio de Cazorla

Sinombre, yo tengo ahora mucho interés en hacer cada día algo especial para la niña nuestra. Ella es tan frágil y pequeña que, en el corazón, parece que hay como una necesidad urgente y fuerte de atenderla. Y como dentro de unos días ya no estaremos por aquí con ella, aunque volveremos pronto, parece que más necesidad tengo de estar a su lado haciéndole la vida bella. Por esto, esta mañana de verano, también una mañana fresca y con el cielo vestido de azul intenso, me he venido contigo a este rincón del campo. Un poco antes incluso de que amanezca nosotros ya estamos regando el césped, verde puro, que rodea a la piscina donde la niña juega. Para que, cuando ahora dentro de un rato con su amigo venga a darse un baño en esta piscina alberca, ella se lo encuentre todo limpio y perfumado. Y si no, mira y verás, cuando ahora ya amanece, el brillo que tiene la hierba de este rincón tierno y recogido que tanto le gusta a ella.

Y en cuanto terminemos, los dos porque tú me das compañía mientras trabajo, vamos a darnos una vuelta por las higueras más grandes. Ya han madurado los primeros higos y, en las cepas de la viña, también jugosos racimos de uvas, cuelgan. Algunas son deliciosas porque ¿sabes qué ha pasado? Como este año la tierra está tan seca por la falta de lluvia, las uvas de la viña son de excelente calidad, muy buenas. Las mejores en muchos años igual que las almendras. Porque así son las cosas: cuanto más calor hace y la tierra está más reseca por la falta de lluvia, la cosecha de estos frutos que te digo, es de mejor calidad y más abundante y recia. Venga, vente por aquí conmigo que le vamos a coger a ella, para que desayune, los mejores higos y los racimos de uvas más frescas. Y mientras tanto que voy contigo, soñando con ella y respirando el aire fresco de esta mañana nueva, mira lo que te digo: para que lo sepas, del incendio de Cazorla, aquí tengo estas letras. Una persona amiga buena me escribe esto:

¿Qué tal? Tras las malas noticias sobre los incendios, me gustaría saber cómo te ha afectado, pues supongo que estarás por esas zonas donde la desgracia y la tristeza lo invade todo. Tenía pensado visitar esas tierras unos días pero creo que no voy a poder contener las lágrimas y la pena y marcharé hacia otro lugar, pero si estás por esa zona me gustaría enviar un gran abrazo de consolación a todas esas personas afectadas, también yo me siento afectada, pues todos esos recuerdos de animales y plantas ahora desaparecidos, los llevaré siempre en mi corazón, no por eso dejaré de visitar esas tierras, seguiré buscando entre las cenizas lo que tanto nos une a las personas amantes de la naturaleza, siempre quedarán nuevos brotes y ahí estaremos nosotros para admirarlos y protegerlos. ¿No crees? Bueno me gustaría me contaras tu punto de vista de lo ocurrido.

Y a esta preocupación y cariño suyo le he contestado del siguiente modo: “Gracias por tus letras y te respondo. No estamos, en estos días, todavía en las sierras que tanto te gustan. Nos iremos dentro de poco hasta final de agosto. Pero claro que tengo noticias concretas de los incendios que están arrasando unos buenos trozos de este Parque Natural. Por la información que he podido recabar los tres incendios más grandes no ocurren en las sierras de Cazorla, sino en las de Segura y en las de las Villas. Este último creo que es el de mayor envergadura y el que más bosques y grandiosos paisajes se ha llevado por delante.

En foco que se ha desarrollado en las Sierras de la Villas, espacio dentro del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, ha comenzado en uno de los rincones más hermoso de todo el parque. En concreto en un monte que se le conoce por el Caballo del Torraso, en la cabecera y parte alta del río Aguascebas Grande y Arroyo de María. Esta zona es muy abrupta y por eso ha sido imposible poder sujetar el fuego. A parte que por estas montañas no existe ni un solo carril forestal para que puedan entrar las máquinas o camiones. Hasta las viejas veredas ya se han perdido por estas altas montañas. Pero los bosques de pinos laricios eran impresionantes y ¿sabes qué te digo? Yo he recorrido todos estos rincones en muchas ocasiones y no sé por qué, siempre que lo hacía tenía la sensación de que esto que ha ocurrido era inevitable que pasara. El bosque era muy grande, la vegetación baja muy espesa, nadie pasaba por estos lugares, ni siquiera dejaban entrar a los rebaños de ovejas que por las zonas cercanas existen... Un bosque así, yo siempre tengo la sensación que no tiene más remedio que ser arrasado por un incendio. Es como si todo lo fueran dejando para que un día las llamas encuentren su mejor alimento. Pero en general, por esta zona lo que se ha quemado son pinares aunque eso sí, de gran porte y belleza.

Grandes pinares, repletos de mucha vegetación, mucho pasto y por completo dejados en la mano de Dios. Un bosque como estos no cabe esperar sino las cosas que estos días estamos viendo. ¿Que quién tiene la culpa? Yo creo que la naturaleza tiene sus mecanismos y actúa, en muchas ocasiones, al margen de todos los planes de los humanos. Y si, además, los humanos actuamos con desacierto, a veces la naturaleza explota y sigue el curso que le corresponde. Pero ciertamente que es una gran pena. Conozco muy a fondo todos estos rincones que han ardido y por eso, en los días que esté en Segura de la Sierra, seguro que los visitaré. También te comentaré con más conocimiento de causa lo que por estos rincones vea. A lo largo de muchos años son muchos los incendios que he visto en este Parque Natural. Y es curioso: siempre que recorría los lugares que al final las llamas arrasaron, me decía lo mismo: "Irremediablemente esto tiene que arder algún día.” Y así ha ocurrido en casi todos los incendios que he vivido en estas montañas a lo largo de los años. Gracias por tus letras y espero que pases un buen verano. Ya te contaré.”

13 de agosto: Compartiendo la mañana del verano

Íbamos nosotros ayer, cuando todavía no había salido el sol, a por los higos a las higueras y pasábamos por el charco. El de la playita de arena fina y aguas claras y, al verlo tan apetitoso, te dije:
- Sinombre, bebe tú un trago mientras tanto que yo, en un periquete, me doy un baño. No puedo pasar por aquí y marcharme sin nadar un rato en las aguas puras de este charco.
Y te fuiste tú a la corriente a beber un trago y yo, antes de que te dieras cuenta, ya me estaba zambullendo y disfrutaba nadando. ¡Qué aguas más frescas y buenas regala el remanso en esta mañana tibia de verano!

Y veinte minutos después seguimos nosotros caminando y nos acercamos a la higuera. La que no es muy grande y tiene las ramas aparaguadas y, por eso, bajas. Y ahí vimos los higos, maduros ya muchos, otros empezando y algunos comidos por completo por los pájaros. Te volví a decir:
- Vamos a coger solo unos pocos, los más gordos y maduros porque la niña nuestra no se come tantos.
Tú te dedicaste a buscar, por debajo de la higuera, los higos pasos. Los que ya se han caído de las ramas y quedan por entre el pasto como esperando a que vengas a buscarlos. Puse yo la cestica de mimbre chica en el suelo y la tapicé por dentro con varias hojas verdes de la misma higuera. Sobre ellas fui poniendo, bien colocados, los higos que iba cortando de las ramas. Y cogí uno muy gordo que colgaba en un tallo alto, te lo enseñé y te dije:
- Mira qué presencia tiene. Parece que está gritando: “Comedme, comedme, comedme.” Y ya verás que color muestra por dentro.
Y con cuidado abrí el higo entre mis dedos y al verlo tan repleto de miel y tan colorado qué ganas daban comérselo todo de un bocado.

Con la cesta ya bastante llena de higos frescos y blandos regresamos nosotros por la veredilla al rellano del césped junto a las nogueras y piscina. Y cuando llegamos allí estaba la niña nuestra con su amigo y sus caballos. Ya el sol se derramaba sobre los campos y empezaban a cantar las chicharras. Al verla nosotros, enseguida la saludamos y le faltó tiempo a ella para venirse a nuestro lado, dándonos un beso a cada uno y en seguida ofreció, agasajando:
- Esto que tengo aquí me lo ha dado mi madre para vosotros. Venga, ahora mismo os ponéis a probarlo.
Y en un cartucho de papel de traza ella nos ofreció cuatro magdalenas jugosas y doradas y con olor a nardo. Y sin esperar más te dio una a ti y te la comiste toda de un bocado. ¡Qué glotón eres a veces! Me ofreció otra a mí y en este momento le di yo a ella los higos y, sin perder un segundo, dijo rápido:
- Son los mejores higos que vi nunca. En cuanto vosotros os comáis las magdalenas me como yo unos cuantos y, mientras tanto, os explico los ingredientes con los que están hechas veréis qué ricos y qué sanos.
Sobre el recién regado césped nos sentamos y mientras nos comíamos las magdalena nos decía:
- Están hechas por mi madre y cocidas en el horno de leña. Y para ciento veinte unidades de magdalenas estos es lo que usa ella: un kilo de azúcar, un kilo de harina, un litro de aceite, dieciséis huevos, dos sobre Royal, dos sobre el Tigre y la ralladura de un limón. ¿A que están buenas?
Y le respondí:
- Tan buenas que ya se nos han acabado.
Y comenzó ella a compartir con nosotros los higos que la habíamos regalado.

Y ahora esta mañana, aquí nosotros en la orilla del charco, sobre la playita de arena otra vez ya la estamos esperando. Va a venir ella con su amigo y los caballos pero antes de que lleguen nosotros ya estamos preparados. También hoy vamos a regar la hierba de la orilla de este charco y a quitar las piedras y a limpiarlo todo mucho y con cuidado. Y mientras tanto te cuento algunas cosas más del incendio de Segura. Para que te vayas enterando de lo que por allí nos vamos a encontrar este año y así, cuando dentro de tres días ya estemos por aquellos montes trotando, no nos sorprendan las cosas tanto. Te cuento lo que dicen los periódicos y la radio:

El incendio no se ha controlado. Se ha extinguido solo porque no puede arder más terreno. Se ha quemado todo. Es la idea de los vecinos de Villanueva del Arzobispo, acostumbrados a vivir a las puertas de un bosque centenario de pinos laricios. Creen que el control del que hablan las autoridades es ficticio porque acceder a estas tierras por ciertos lugares es imposible. Y es que los escarpes de la sierra de Las Villas no dan opción al hombre en su lucha contre el fuego. Nada pueden hacer los retenes en pendientes imposibles, sobre quebrados de vértigo, en gargantas profundas por las que el Guadalquivir se abre paso a duras penas. Sólo los medios aéreos atacan con efectividad, porque los operarios y técnicos de las brigadas, llegadas de toda Andalucía y de otras comunidades como Castilla-La Mancha y Murcia, apenas consiguen trazar algunos cortafuegos efectivo rozando la vegetación arbustiva en jornadas calurosas interminables.
- La culpa de que este fuego se haya extendido tanto se debe a que no nos han hecho caso a los nativos, pues deberían haber atacado las llamas desde Poyo Segura, ya que si el fuego salta aquellas lomas se coloca en nada en Coto Ríos y no hay quién lo controle, como ha ocurrido, pero se han equivocado y por eso han tenido que desalojar la aldea.
Y quien esto dice, porque asegura conocer la sierra, sostiene que siempre que ha habido un incendio por rayos o por descuidos:
- Lo hemos apagado con menos medios de los que existen ahora, porque conocíamos el terreno. Nunca se nos fue de la mano un fuego, como sí está ocurriendo en este caso, que es el más fuerte en cien años. Caen 35 grados. Debe ser insoportable pero quieren atajar un incendio que se está controlando solo porque avanza hacia lo ya desvastado. Hay zonas en las que nada más puede arder porque ya no hay nada. Han sido más de cien años sin incendios, cuentan los vecinos. Sin embargo ya hacen falta otros cien años para que aquella cordillera caliza recupere el esplendor serrano que nunca debió perder.

14 de agosto: El charco de la playita de arena donde se baña la niña

El charco de la playita de arena es algo alargado, estrecho por el lado de arriba y ancho por el lado de abajo. Parecido a una gota de agua colgando de las ramas de un árbol, a punto de caerse y salir volando. Por el lado de arriba el charco queda incrustado entre dos bloques de rocas calizas y un estrecho tajo por donde salta el agua que entra y llena al remanso. Por la derecha, le adorna un arriate de juncos y juncia y a, acariciada por olas claras, que le gusta a la niña para acostarse a tomar el sol y para jugar sus juegos en la quietud serena. Y el agua remansada en el charco parece como la superficie de un espejo donde brillan y se concentran los colores del cielo, los del entorno del lago y los del viento. Y se forma este remanso con los veneros del Cerro de la Viña y con el del balneario.

Pues ayer nosotros nos vinimos temprano, antes de que el sol saliera, y en estas aguas transparentes me di yo el primer baño. Y luego te dije:
- Sinombre, con el fresco de esta mañana, vamos nosotros a echar un buen rato y limpiamos de piedras sueltas y de palos secos y de pasto el trozo de terreno que circunda a la playita de arena. Para que la niña nuestra y su amigo y Enebro y Bandolero, cuando dentro de un rato vengan, se encuentren todo esto bien cuidado. Limpito y la hierba regada y la arena perfumada para que ella se sienta cómoda mientras juega y se baña en este charco.
Y tú me comprendiste. Sabes que dentro de unos días nos iremos y dejaremos aquí a la niña. Y para que mientras tanto que nosotros volvemos, en estos días que aun quedan de verano, ella se encuentre a gusto y disfrute de su charco blanco.

Y cuando ya calentaba el sol y nosotros casi habíamos terminado de apropiarle a ella este rinconcito mágico, nos pusimos a la sombra del tejo centenario y te dije a ti de nuevo:
- Le expliqué yo ayer a la niña porque no podemos llevárnosla a la sierra donde, el martes dieciséis, nosotros nos vamos. Se lo expliqué despacio y con mucho tacto para que no se sintiera mal y, después de escucharme con gran interés, ¿sabes lo que me dijo?
- Pues si aquellas sierras están ardiendo y vosotros vais a recorrerlas, tened mucho cuidado.
Y le la tranquilizaba yo:
- Conozco todos los caminos de aquellas montañas porque a lo largo de los años los fui recorriendo despacio.
Y, como preocupada, me seguía diciendo:
- Pero después de un incendio en las montañas, con todo quemado, hay que andar los caminos con mucho cuidado. Que no quiero yo que os pase nada. Porque ¿qué sería de mí si ya no volvéis más a este rincón mío, a estos campos?
¡Y me entró un miedo cuando oí esto! No quiero ni pensarlo.

Sinombre, del incendio que estamos hablando en aquellas sierras de Segura, mira lo que siguen diciendo los periódicos y la radio: Las llamas han afectado en Cazorla a una zona protegida como reserva paisajística. El incendio, que ha arrasado caso seis mil hectáreas del parque natural, ya está controlado. A primeras horas de la mañana de ayer quedó atajado el incendio que afectaba a los términos de Villanueva del Arzobispo y a Santiago Pontones, en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Después de cinco días de lucha contra el fuego, los efectivos de Plan Infoca de la Junta de Andalucía, preveían extinguirlo durante el día de ayer. Un centenar de especialista y dos aeronaves refrescaban las seis mil hectáreas arrasadas por las llamas para evitar que se reavivaran. Una tercera parte de esta superficie está catalogada y protegida como reserva paisajística dentro del parque natural.

Este es el caso del paraje conocido como Bujaraiza y Cabeza de la Viña, cerca del pantano del Tranco de Beas, en el río Guadalquivir. Es aquí donde se encuentran formaciones de vegetación mediterránea de elevado interés ecológico, además de formaciones de pinos autóctonos que dibujan un paisaje de naturaleza casi pura, según dice el director de la conservación del parque. Sin embargo matizó que aun se desconoce el daño producido en esta área protegida ya que el sesenta por ciento del fuego ha afectado solo a matorrales y sotobosque. Además, insistió en que solo se ha visto dañado el uno y medio por ciento de la superficie total del parque, el más grande de Europa, con 214.000 hectáreas y subrayó que éste sigue manteniendo su misma belleza.


15 de agosto: Disfrutando la mañana con ella junto al charco

Hoy, con la luz del nuevo día, corre un fresquito delicioso. Hay algunas nubes en el cielo y el color es gris caramelo. Puede hacer mucho calor en las provincias de Jaén y Almería pero, por otras zonas de Andalucía, quizá bajen las temperaturas. Esto es lo que dicen las noticias. A las siente y media de la mañana aun no cantan las chicharras y ayer sí lo hacían. La niña nuestra todavía no se ha levantado y nosotros no tenemos prisa. Junto a su limpio charco, con la playa de arena fina, te voy a ir contado, mientras va creciendo el día. Porque tengo nuevas noticias del incendio de la Sierra de Segura y las Villas.

Ayer, nosotros fuimos a por la niña a la misma puerta del cortijo. Nos la trajimos a su azul charco montada sobre ti por la senda de las nogueras y la venía acompañando su amigo y sus caballos. Bandolero, tu fiel amigo del alma, yo creo que ahora la quiere a ella más que a ti. Nunca se aparta de su lado. Y mientras orgullosa y feliz venía sobre tu lomo, de ti y de la mañana gozando, me decía:
- ¿Sabes lo que me han dicho las de la hípica?
Y le contesté que no lo sabía.
- Pero dímelo tú para saborearlo.
Y me respondió:
- Me dijeron ayer que por qué no dedico a mi caballo Enebro a semental. Porque dicen que es un gran caballo y que puedo ganar mucho dinero dedicándolo a esto. ¿Tú qué dices?
Y no le di ninguna respuesta ni hice ningún comentario. La niña nuestra sabe que, cuando en cosas como esta yo me callo, siempre es una forma de respuesta que tiene el tiempo entre sus brazos.

Y unas horas mas tarde, cuando ya el sol calentaba, ella se bañaba en el charco. Con su amigo del río surcaba las aguas de un lado a otro y luego salía y se subía en las rocas de la derecha y desde ahí se volvía a tirar y seguía nadando. Desde la orilla, a la sombra del fresno y sobre la hierba, la mirábamos nosotros y también sus caballos. ¿A que daba gusto verla tan alegre disfrutando del agua fresca y limpia de este charco? ¿Y a que nosotros éramos los más felices de todos viéndola a nuestro lado tan hermosa ella nadando? Nos miraba y nos saludaba con sus manos y, cuando ya se cansó, se salió y se vino despacio y se sentó sobre la arena de la playa del charco. Guardó silencio un rato, mientras nosotros la seguíamos mirando, cuando de pronto preguntó:
- ¿Te has traído el plano?
Le respondí:
- En mi mochila lo tengo junto con mi cuaderno.

Me preguntaba ella por el mapa que hice yo, hace varios años, de todo el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Quería que sobre este mapa le mostrara el trozo de terreno que se ha quemado. Y quería que se lo fuera explicando para así enterarse y tenerlo todo más claro. Pero antes de extender el mapa le dije, aclarando:
- Ya tengo noticias directas de todo aquello y también lo que siguen diciendo la prensa y la radio. Pero a mí me han dicho que con la sequía de este año, por aquellas montañas, se habían secado los bosques. Que los pinos, antes del gran incendio, estaban como quemados. Y que el incendio comenzó exactamente donde yo había imaginado. En el barranco de Arroyo de María, cerca de las ruinas de la aldea de Prao Chortales y en los picos inaccesibles de los Hermanillos. Que con el viento de la tormenta y la sequedad del terreno ardió todo como la pólvora. Que cuando acordaron ya no había manera humana de controlar las llamas. A mí me han dicho tanto, tanto y tanto, que voy a necesitar muchos días para contártelo. Pero en los periódicos mira lo que explican:

El incendio ha sido un daño al pulmón de la provincia. Las llamas, según las primeras estimaciones, han arrasado 5.116 hectáreas en Las Villas, entre doscientas y cuatrocientas en Tovilla, Santiago-Pontones, y cuarenta, en Orcera, estos dos siniestros en Segura. Así las cosas, el Parque Natural habría visto cómo se pierden unas seis mil hectáreas del total de su superficie. Se trata de una mínima parte de este espacio natural protegido, el más grande de España, con una extensión de 214.000 hectáreas. No obstante, si la medición del perímetro quemado, la cifra que actualmente se aporta por la Junta de Andalucía, coincide con la zona calcinada finalmente, según la medición con el sistema GPS, la mitad de la Sierra de Las Villas se habría quemado. Desde la Consejería de Medio Ambiente se hace hincapié en que la orografía escarpada del Parque Natural habría permitido que se formaran “islas verdes” en medio del área afectada. Así, el número de hectáreas quemadas, incluso, podría descender.


16 de agosto: Preparando el viaje a Segura de la Sierra

Bajo la higuerilla de las brevas, ahora cargado de higos maduros, estaba acostado esta mañana Sinombre. Al fresco de la sombra y mirando al valle, las laderas y prados del Cortijo de la Viña. Él me espera porque ya sabe que hoy es la despedida de la niña, de Enebro, de Bandolero y de todos los amigos de este rincón querido. Despedida solo por unos días. Y al llegar le he dicho:
- Como el año pasado y justo también por estas fechas ¿te acuerdas? Mañana temprano nos vamos y hasta dentro de unos días no volvemos. Tú no estés preocupado porque ya conoces aquello. Aunque a decirte verdad, el Pueblo de la Cumbre y las personas son los mismos, pero creo que por allí algo ha cambiado. ¿Que si tengo noticias de Lucera? Creo que algunas cosas no son como el año pasado y no puedo decirte más. Ya lo irás viendo y te irás enterando. Y también recorreremos las tierras del terrible incendio y te contaré algunos de los caminos y momentos que yo tengo, por aquellos rincones, vividos. Prepara tu corazón porque mañana temprano nos vamos. Y ya sabes, por las calles del pueblo, un día tenemos que irnos para hacer la ruta que siempre recorría Lucera cuando iba con Luis. Una experiencia como ésta, para ti y para mí, este año sí que va a tener sentido. Vente preparando. Porque te llevaré a su cuadra de primavera, a la de verano y a la de invierno. Que el año pasado, después de tanto y todo tan grandioso, ni siquiera le hicimos una visita a sus cuadras. Quizá por esto, cuando este verano las veamos, nos resulten mucho más grandiosas y revestidas de una especial belleza.

Bajo la higuerilla sigue él acostado al fresco de la mañana. Como si estuviera meditando la despedida de la niña, su amigo y los caballos. También yo lo medito con él y no le revelo lo que estoy rumiando. La mañana hoy se abre ya con cara de calor aunque el aire es fresco. Todavía no se ha retirado el verano ni se han terminados los incendios. Del que mañana veremos en aquellas montañas, hacia las que vamos, le digo:
- Estas son las últimas referencias que tengo. Dicen que cayeron 515 rayos durante la tarde del domingo día 4 de agosto y que produjeron 21 conatos de incendios en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Los dos incendios de Orcera y la Tovilla están extinguidos y se estima una superficie afectada que supera las 700 hectáreas. En Las Villas la superficie quemada es de 5.115 hectáreas, de las cuales son zona forestal 4.000 hectáreas. Suelo agrícola, rocas y cauces, 1.116. El sesenta por ciento de los árboles de la superficie afectada no han sufrido grandes daños. Los medios humanos que han intervenido son 500 personas. Gasto estimado en apagar una hectárea, 4.500 €. Tiempo de vigilancia, 48 horas. Carreteras cortadas, JH-7048 y A-319. Dificultades, terreno escarpado. Velocidad del viento, 35 km/h. Temperatura, 40º C. 1.431 personas han tenido que ser desalojadas. Y los municipios afectados por este incendio son: Siles, Orcera, Sorihuela del Guadalimar, Segura de la Sierra, Villanueva del Arzobispo, Iznatoraf, Hornos de Segura, Villacarrillo y Santiago Pontones.

Y de la Princesa nuestra ¿te acuerdas que te dije que habíamos tenido noticias? ¿Qué nos había escrito? Aquí tengo sus letras y mira lo que dice: “Veo que por ahí nada ha cambiado. Seguís con vuestras vacaciones y vuestras historias que siempre me cuenteabais. Hace mucho que no os escribo, es cierto, pero fue por un cabreo que cogí porque al parecer me echabais en cara lo de castrar al caballo y me sentó muy mal. Compadecíais al caballo como si yo fuera "la mala de la película.” Independientemente de que estuvierais o no de acuerdo, creo que ante todo hay que respetar las decisiones de los demás y no exponerlas como si fuera la peor locura jamás cometida. De todas formas da lo mismo. Eso pasó hace mucho tiempo.

Nosotros también seguimos igual. Hace una semana nos vinimos al pueblo a comenzar las vacaciones, aunque no sin antes hacer todo el papeleo que tenía el ingreso a la universidad. Que la empiezo el 26 de septiembre. La última semana del mes. Así que, aun me queda como dos meses de vacaciones casi. Bandolero está bien. Aquí se lo pasa de maravilla. Le encanta estar suelto en su terreno y salir por las tardes a dar su paseo de una hora o más por el campo. Viendo gente, animales y disfrutando de la naturaleza. Son otros paisajes y es "otro mundo" comparado con lo que rodea a la hípica. Ahí todo son ramblas de piedras y no ves otro paisaje que invernaderos. La verdad, nada que acabe entrando a la vista. Todo lo contrario, acabas aburriéndote de ver siempre lo mismo, cosa que aquí en el pueblo no pasa. Así que, bueno, aquí seguiremos hasta el último fin de semana de septiembre. Mientras me esperan dos semanas fuera de aquí, que las pasaré en Galicia de viaje. Ya os contaré.”


17 de agosto: Las lágrimas de la niña

A lo mejor yo no me he comportado de buena manera pero lo hacía para no darle a ella un mal rato. A la niña nuestra esta mañana. Sabía ella que hoy era la salida hacia las sierras aquellas y anoche me preguntaba:
- ¿A qué hora os vais?
Y eso, por no darle un mal rato le dije que a media mañana o así. Yo no quería engañarla pero se olió ella que no hablaba claro y por eso me dijo:
- De todos modos yo e despertaré temprano para estar con vosotros un poco antes de marcharos.
Y cumplió su palabra.

Yo vine a por ti al prado de la noguera, por donde la niña tiene su piscina y la casita de madera, a las nueve y media. Y creía que ella no iba a vernos y por eso pensé irnos por el lado de debajo de la viña para salir a la carretera y partir. Y no me gustaba a mí esto pero te repito lo dicho: quería evitarle un mal rato. No lo conseguí. Porque íbamos nosotros caminando, como de puntillas para que no nos viera desde el cortijo, y salió a nuestro encuentro. Desde su casita de madera y nos dijo:
- Quiero daros un beso antes de que os marchéis.
Te quedaste parado y yo sin aliento y me sentí culpable. Porque pensé que nos estábamos yendo de espaldas y no era cierto. No sé cómo podría explicártelo para que lo comprendieras. Pero tú al verla te quedaste parado frente a ella. La miraste fijo y luego moviste las orejas como diciendo: “¡Mi niña bella! Si te deberías venir conmigo por aquellas tierras.” Y le dije:
- Venga, de nosotros y con todo el cariño del mundo, para ti cien besos grandes. Y que sepas que te queremos como a la mejor de todas.

Y los cien besos grandes y, además, sinceros y limpios como la brisa de la mañana y el agua de los veneros, nos los dio ella. Y luego un abrazo y, cuando ya nos alejábamos para venirnos, nos regaló sus lágrimas y adioses con sus manos. ¡Pero cómo lloraba la niña nuestra! Me sentí culpable y las únicas palabras que me salían fueron para decirle:
- Si volvemos dentro de nada y con más fuerzas en el corazón y más ganas por la vida.
Y ella decía:
- ¿Pero y si por aquellas montañas os pasa algo? Que Dios no lo quiera porque ¿qué haría yo sin vosotros?
Y sus tiernas lágrimas rodaban finamente doliendo por su cara. ¡Como me quemaban el en corazón! te cogí a ti de la oreja que siempre te coge ella y, sin alegría ninguna caminamos hacia la carretera. Le dimos las espaldas y al poco ya nos alejábamos mientras en mi corazón me venía repitiendo: “No tenga ningún temor porque volveremos. ¿Qué haríamos nosotros si ti si eres nuestra vida, nuestro sueño?”


18 de agosto: Aproximación a la sierra y el gran incendio

Al prado del río, junto a las ruinas del molino viejo, acabo de llegar. Casi al mismo tiempo que el sol de este nuevo día y en seguida te he visto por entre el pasto. En el centro de la llanura y con un rocío muy fino trabado en tu brillante pelo. Voy a darte un baño ahora mismo en el charco grande del arroyo para que te vayas perfumando de las esencias de estas sierras y para que descases del día de ayer. Y También me baño yo para que me entre el entusiasmo después del día de ayer y lo que nos dolió el alma cuando vimos lo quemado. ¿Qué tal tu primera noche en este nuevo prado? Yo, como el año pasado, quería haberme quedado contigo. Para haber dormido esta noche pasada junto al ti y así haberme enterado de todo por aquí pero no ha podido ser. Y ya sabes por qué. Llegamos ayer muy tarde a estos rincones. Ya casi oscureciendo y yo debía hacerme presente en el Pueblo de la Cumbre. ¿No lo ves sobre la cresta de la montaña y el recio castillo coronando? ¿Que qué cosas he visto en el pueblo y en tu Prado Góntar y que cómo está Lucera y el perro Llaky y la fuente Imperial de Carlos V y los niños y las personas? Ya te iré contando porque todo son novedades y situaciones nuevas y sentimientos encontrados y la iglesia distinta y… En la iglesia, este año, hay siete campanas que dan las horas y llaman al ángelus a las ocho de la mañana, a las doce del día y a las nueve de la noche. Ya te iré contando.

Ahora, ya que te he saludado y veo que estás como en tu mundo en este prado, voy a sentarme aquí contigo. Con este fresco tan apetitoso que, a primera hora el día regala, me pongo y escribo en mi cuaderno lo que vivimos ayer. Para que nos quede todo bien recogido para luego llevárselo y contárselo a la niña nuestra como se lo hemos prometido. Aquí junto a ti me siento, cojo el bolígrafo y abro mi cuaderno. Pongo mi pensamiento en el corazón que allí hemos dejado, nuestro especial trozo de cielo, y te cuento y le cuento a ella despacio.

Al final salimos a media mañana de Granada. Hasta Úbeda, el pueblo de la loma, no paramos y fue solo unos minutos para respirar el aire de esa loma y los olivos. Ayer hacía mucho calor y estaba el cielo nublado. Hasta nos llovió, atravesando la Sierra de Mágina, pero más que lluvia fue barro. El canto de las chicharras nos acompañaba de olivo en olivo surcando el Guadalquivir y luego por la Loma hacia la Sierra de las Villas. Por Villanueva del Arzobispo nos vinimos para la derecha y cogimos la carretera de la sierra. De nuevo nos paramos en el mirador que hay cerca de la Venta de Melquiade. Ahí bebimos un trago de agua en la fuente que corre junto a la carretera, agua de montaña pura y fresca, y luego, el borriquillo tomó un bocado del pasto que cubre el mismo mirador. Mientras yo y, a la sombra frente a las aguas del río Guadalquivir, también comí un poco del lomo en adobo que la madre puso en mi macuto. ¡Qué bueno estaba y qué sabroso mezclado con el aroma de estas sierras anchas!

En el Charco del Aceite, al pasar, le dije al borriquillo:
- A este rincón es donde, los que viven en el pueblo de Villanueva del Arzobispo, vienen a bañarse en lugar de la piscina municipal como sí en tantos pueblos. Yo lo conozco desde hace mucho y quiero que lo conozca tú y que bebas otro sorbo.
Y mientras él se quedaba en la corriente embelesado yo me di mi primer baño de estos días. Recordándote a ti y disfrutando del fresco azul claro de estas aguas. Mucho más frías que la de tu charco de la playa de arena está el agua de estas sierras. Le dije a él, cuando ya nos veníamos:
- Tengo por aquí muchos recuerdos que, si nos da tiempo, en algún momento te iré contando. Pero ahora mismo, lo que más echamos de menos, es a nuestro corazón blanco. Desde este aire fresco del Guadalquivir plateado le mandamos un beso hondo y grande.

Seguimos nosotros subiendo y en la fuente de Floro otra vez nos paramos. En sus dos caños de hielo y viento volvimos a beber y luego atravesamos el túnel que da paso al Tranco, cascada, estrechura y escalón donde al río Guadalquivir, le han hecho el muro del pantano. Al asomar a la explanada, donde se concentran los chiringuitos para los turistas, no paramos sino que torcimos para la derecha. Le dije:
- Quiero que veas y, de paso yo también, algunos de los rincones por donde las llamas del gran incendio de estos días ha pasado.
Y seguimos carretera arriba hacia Coto Ríos. En seguida nos topamos con el monte quemado. Por la ladera que sube hacia las ruinas de la aldea de Las Lagunillas y luego montaña abajo hasta las mismas aguas del pantano. Sobre la cumbre por donde nacen los arroyos del Cerezuelo, del Fraile y de María, es por donde más el bosque se ha quemado. Achicharrado todo y hecho carbón los pinos, los madroños, las encinas y los robles. Todo quemado. Le decía yo al borriquillo mientras cruzábamos la desolación y el negro:
- Mira, mira Sinombre, para que compruebes que las cosas no son como nos las han contado.
Y luego, contigo en nuestras mentes, le seguía diciendo:
- Por ahí, por esos caminos achicharrados que bien me los conozco yo porque los tengo muy andados, tenemos que irnos más de un día de estos. Para recorrerlos, ver lo que por el terreno ha quedado mientras te cuento lo que por esos sitios había en aquellos tiempos. Seguro que será doloroso pero es la única manera de sentir en nuestras carnes lo que al monte le ha pasado.

En la fuente del Cerezuelo bebimos otro trago y luego subimos hasta la Huerta Vieja y la ruinas de la aldea de Bujaraiza y el mirados de los Cerrillos y el arroyo Rovuelto y… ¡Qué daño más tremendo ha hecho por aquí el gran fuego! Al verlo, mientras lo íbamos atravesando, le seguía diciendo:
- Yo sabía que esto tenía que arder algún día. Al verlo, hace años y luego te lo cuento porque lo tengo escrito, sentía que en estas malezas tenía que suceder esto. Las Malezas de Rovuelto es como siempre le han llamado y ahora fíjate, tan achicharrado ha quedado todo que deberíamos llamarlo, a partir de ahora, “la desolación color carbón” o “el paraíso quemado.”
Algo más adelante descubrimos como el fuego ha llegado hasta el mismo mirador de Rodríguez de la Fuente, a los llanos de Bujaraiza, donde en otoño es la berrea y a dos metros del Parque Cinegético.
- ¡Qué tremendo es todo esto y eso que no es el corazón de lo que se ha quemado!
Le seguía yo comentando.

Y a ti, niña nuestra del alma ahora en la distancia más hermosa y querida por nosotros, ya te seguiré contando. Te recordamos. Porque el día de ayer, nuestro primer encuentro con este sueño nuestro, ha sido doloroso y excelso. Pero aunque todo, para nosotros sigue siendo hermoso, según estamos viendo, nos alegramos que no hayas visto estos montes. Tanto dolor sobre las montañas arrasadas no es para que lo vean tus ojos. Y quería decirte que, como llegamos tarde a este rincón del Pueblo de la Cumbre, en el Prado del Molino Viejo he dejado a Sinombre. Temprano hoy me he venido con él y aquí mientras le digo:
- Luego te iré contando lo que ya me he encontrado en el pueblo blanco de la cumbre y que conoces del año pasado. Todo es largo, hondo y ancho.

Y lo que dicen del incendio son cosas como estas: Un paisaje virgen que se pierde. El mayor incendio en el Parque Natural. Las devastadoras consecuencias del fuego tardarán en recuperarse, aunque las administraciones proponen fórmulas. Una semana que ha quemado el corazón verde de los jiennenses. La provincia no se puede permitir el lujo de perder sus vergeles. Hace sólo ocho días la superficie de terreno quemado en Jaén era mínima, a pesar de un invierno con riesgo constante de fuego. Sin embargo, la fuerza de una tormenta originó lo que ya es el mayor incendio de la historia en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas.


La llanura del castillo de Bujaraiza
Arroyo Rovuelto (antes del gran incendio del verano 2005)

Desde el puntal de los granados, la gran llanura queda a tus pies. Despacio la recorres con la vista y un poco de nostalgia sientes por el recuerdo de aquel día. Como si el tiempo, a veces, también se encargara de seleccionar lo que tiene que pudrirse y lo que debe permanecer para la eternidad. Quizá por eso ahora, al recorrer con tus ojos la llanura, de entre la tierra callada, lo ves emerger. Es 26 de noviembre casi media mañana. Lleva ya cinco días lloviendo sin parar y esta mañana él se plantea recorrer la gran llanura. Quiere empezarla desde abajo, para recorrerla hasta donde pueda. Ha sido el diluvio. Durante toda la noche ha soplado el viento y con fuerza la lluvia se ha estrellado por entre los pinos, las lastras blancas de la ladera y la tierra roja de la llanura. No ha parado de llover en toda la noche y con fuerza.

Ahora, aunque sigue soplando el viento y sobre las cumbres de la sierra de la Cabañuela y Las Lagunillas, se amontonan espesas nubes negras, en estos momentos ya no llueve. De vez en cuando se abre el cielo y por ahí el sol se cuela para derramarse sobre Peña Amusgo y las cumbres de las Banderillas. Valle abajo desde las partes altas donde nace el Guadalquivir, bajan grandes vellones de nubes que amenazan con inundar toda la sierra. Pero por el momento, se queda sólo en amenaza. El viento sí soplando fuerte valle abajo pero no es frío.

Aunque mil veces el joven tiene ya recorrido las tierras llanas y conoce cada trozo de la vieja pared del castillo que sobre el cerro se desmorona al final de la llanura, esta mañana quiere andarlas de nuevo.
- No sé que vas a encontrar hoy que no estuviera ayer por estas tierras.
Le dice el padre.
- Una noche de lluvia como esta, lo cambia todo. Tú fíjate cómo baja el arroyo y fíjate cuantos chorrillos rezuman por las torrenteras. Ha sido tanta, la lluvia de esta noche, que el río vendrá desbordado. Me atravesaré la llanura y escalaré al castillo para verlo.
- Ganas de mojarte y luchar con el viento. Además, ¿por dónde cruzarás el arroyo con el agua que trae?
- Lo seguiré cauce arriba y ya verás como encuentro una estrechura o un vado.

El arroyo, el que baja desde el monte que queda en el centro entre el cortijo del Aguadero y la Cabañuela, hoy cae repleto. Al principio se despeña un poco antes del Collado del Almendral y por ahí le entra a la llanura desde el lado izquierdo. Pero por ese lado, lo que el arroyo cruza son rocas calizas y por eso el agua que ladera abajo se despeña es cristalina y llena de espuma blanca. A partir de ese punto se mete en la llanura, primero dirección a Cabeza de Viña y luego gira buscando el río. Cuando ya se convence que por este lado no puede pasar, se ciña al cerro y corre paralelo al río por la ladera norte de Cabeza de Viña. Como por aquí lo que hay es mucha tierra, el agua la perfora y en unos metros se torna color chocolate. De un lado y otro a la llanura le va quitando tierra y cuando ya llega a la altura de la ermita de la aldea, sus aguas son casi cieno. “Rovuelto”, es el nombre que ellos le dieron al arroyo y bien saben por qué.

Pero hoy a él no le asusta ni que venga tan crecido ni que traiga tanto barro.
- Pues ya verás como tendrás problemas.
Le seguía diciendo el padre.
- Bajaré hasta el cauce y lo cogeré por donde el cerrillo se hunde en el barranco. Trazaré la ruta corriente arriba.
- ¿Y tú sabes lo duro que es el viento?
- Sé que se aplasta por la llanura y veloz se quiebra por el barranco.
- Cuando el tiempo se enfurece como hoy, no hay quien dé un paso arroyo arriba. Te tumbará y si te descuidas te arrastrarás hacia lo hondo del valle.
- Pero es que a mí me gusta ese juego.
- Y luego están los regatos. De este lado de la aldea, al arroyo se van juntando pequeños arroyuelos que ni siquiera llegan a la categoría de arroyos pequeños porque casi todos son veneros. Hermosos surcos abiertos en la tierra viva que el agua de los manantiales de la ladera abre buscando el cauce del gran arroyo.
- Ya los salté otras veces.
- Pero no cuando como hoy, toda la ladera ya es un puro manantial.

Tú sabes que cuando cada año llega el invierno, si las lluvias son generosas, como lo están siendo este otoño, de la ladera sur no sólo desciende mil arroyuelos en forma de hermosas cascadas blancas, si no que las aguas revientan por cualquier grieta de cualquier roca. Las llanuras de este pueblo nuestro, son entonces una pura laguna de tanta agua como le llega desde los arroyos y por los veneros. Sabes que casi todos los inviernos ocurre esto y este año es uno más de esos muchos. Pero, además, hoy, con la gran lluvia caída por la noche, el valle y sus laderas recogen más del doble de agua que otras veces.

- Pues me pego al arroyo y en cuanto vea la posibilidad de cruzarlo, salto al otro lado. Recorro ese trozo de llanura que me separa del cerro y me subo en las paredes viejas de las rocas donde el castillo se desmorona. Quiero ver esa otra llanura por donde desciende el río porque hoy el Guadalquivir tiene que estar impresionante.
Le decía al padre.
- No será fácil. Tan repleto hoy el arroyo baja que parece todo un río. Y aunque el cauce que atraviesa la llanura, baja sin ruido por lo llanas que son estas tierras, el caudal está ahí: velozmente aplastado en el surco del arroyo y lleno de asombro.
- ¡Será posible que tanta agua haya caído esta noche!

- Y como, además, las lluvias de este año han sido tempranas, las tierras de la llanura entre el monte de Cabeza de Viña y el Cerro el Almendral, ya están un poco tapizadas de hierba. Un tapiz verde que espeso ya crece vigoroso, lavado por las lluvias de la noche pasada.
- De todos modos, no voy a desistir. Hoy tengo que llegar hasta el castillo. Quizá por allá al final, donde el arroyo deja la llanura y se va para la ladera, sí se estreche y por ahí lo saltaré.
- ¿Pero sabes lo que te vas a encontrar al final?
- ¿Qué me encontraré?
- Cuando el arroyo va cayendo ladera abajo en busca de la llanura, todo es una pura cascada. Más imposible será cruzarlo por ese punto. Nadie ha sido nunca capaz de atravesar el arroyo por la ladera cuando baja tan lleno como hoy.

Ese rincón es muy feo, muy malo de andar. Cuando se acaba la llanura y comienza la ladera, están las malezas de Rovuelto. Un gran bosque repleto de viejos robles, gruesas encinas, lentisco y zarzas, tan tupidas y tan enredadas que es imposible atravesar esas malezas. Te harás polvo si te metes por ahí.
- Pero en ese punto, precisamente porque es todavía mitad ladera y mitad llanura, sí hay muchas rocas. El agua se desparrama. Saltando de una piedra en otra podré cruzar.
- Yo te lo advierto, como te metas en el bosque de las encinas, te verás negro para salir. Las zarzas se enredan tanto que no te dejarán ni andar. Es verdad que el agua se desparrama pero tanto y por tantas piedras y tanto monte, que por ahí no hay quién pase.
- Ya sé lo que voy a hacer. Cuando hace unos días estuve por allí, al lado derecho y al comienzo de las malezas, vi un pino caído. Lo tronchó el viento la otra tarde. Cogeré una de sus ramas, me la llevaré al arroyo, buscaré un sitio donde crezcan las junqueras, tiraré la rama procurando que caiga encima de las cepas de los juncos para que sirvan de apoyo en un lado y otro y ya tengo un puente. Sólo me queda caminar por encima de la rama y así tranquilamente cruzar de un lado a otro. Verás como yo le doy una solución a esto.
- Será fácil y puede que hasta logres cruzar la corriente pero allí donde crecen las junqueras es precisamente por donde el arroyo tiene más de un metro de profundidad. Si pierdes el equilibrio ¿qué me dices?
- Primero pisaré con cuidado en la rama para ver si resiste. Clavaré luego el palo que llevo en la mano en el centro de la corriente. Me apoyaré en él y cuando esté seguro que tanto la rama que me sirve de puente como la otra más delgada que uso como bastón, aguantan, saltaré rápido. Después en dos minutos ya estaré en lo alto del castillo gozando de aquel otro valle y del gran río Guadalquivir que hoy debe ser de espanto.

- ¿Y si al pisar se rompe la rama?
- Ya ni lo pienso.
- Porque es que eso sólo se le ocurre a un loco como tú.
- Tendrás razón, papá pero lo que sí te digo es que tendrías que haber estado allí como yo lo he estado hace un rato. Lo que desde el viejo castillo vi, es fabuloso. La pradera, la ancha pradera de los llanos del Hoyazo, estaba verde, casi del color de la esmeralda. El bosque al frente también era un sueño de tanto verdor y tantos pinos y el río se cruzaba por la llanura en forma de serpiente. Y como bien dices, el agua era tanta y de color chocolate, que aquello no parecía un río sino un océano navegando por un edén. Yo ni lo pensé pero aquella visión tan bella merecía la pena. Y, además, desde las viejas paredes de ese ruinoso castillo con Peña Amusgo sobre la cumbre iluminada por los rayos del sol escapándose por entre las nubes, te digo que aquello merecía la pena. Si se hubiera roto la rama, si el viento me hubiera arrastrado o hubiera caído otra nube, las cosas habrían sido distintas pero te digo sinceramente que aquello mereció la pena.
- ¡La verdad es que tú estás loco!
Fue lo último que le dijo el padre.

Hoy la llanura y el viejo castillo siguen ahí. Desde el mirador de Los Cerrillos y el de Rodríguez de la Fuente, los paseantes la contemplan y lo contemplan cuando pasan por la carretera. Las llanuras de Bujaraiza lo llaman a eso y también al castillo lo llaman con el mismo nombre. El arroyo, nadie de los muchos que por aquí pasan, saben cómo se llama. Tampoco nadie sabe dónde se encuentra el puente que el joven construyó ni nunca han visto el arroyo con tanta agua como llevaba aquel día. No importa, porque hasta incluso puede que así sea mejor


19 de agosto: El charco grande de arroyo Romillán

Con la primera luz del día me acerco al charco, entre los pinos, y me preparo para darme un buen baño. Agua fresca con olor a romero y resina de pinos y canto de chicharras. Pero antes de meterme en las aguas me siento sobre las rocas por donde salta la corriente y cojo mi cuaderno. Pensando en la niña y, con tigo mirándome desde el lado de arriba, escribo:

Sinombre, está ahora mismo, al amanecer de este nuevo día, junto a mí en el prado tercero. Porque aquí, en este arroyo de Romillán y junto a las ruinas del molino de Santiago, hay muchas tierras llanas y son los prados donde estos días pasta y duerme. Por el lado de arriba del molino y las aguas mansas, se extiende el prado de los álamos, el tercero. De terreno alargado arroyo arriba por la derecha de las aguas. En esta llanura, la más amplia y repleta de misterio, no hay mucho pasto. El año, con haber sido tan seco, ni siquiera pasto tienen los campos ni están verdes los romeros ni los manantiales tienen mucho agua y ni siquiera las zarzas tienen buenas moras. Pero en este prado de los tres álamos sí hay algo de pasto y, junto a la corriente del arroyo, mucha hierba fresca y abundante agua. Crecen tres álamos al borde del arroyo en este trozo de tierra llana. Por la derecha, tiene dos viejas higueras, romeros y pinos y, al final y también por la derecha, un fresno gigante. Luego lo orla muchos pinos sin importancia y en el mismo centro crecen las retamas, algunas matas de tomillo y muchas mejoranas. También hay por aquí abundantes hormigueros con sus montoncitos de pasto en la misma puerta y los caminillos que cruzan la llanura por donde las hormigas van y vienen buscan y trayendo las escasas semillas que por el prado encuentran.

Por el lado de abajo del molino, y siguiendo el cauce del arroyo, se encuentra el segundo prado. Un trozo de terreno que en otros tiempos fueron las huertas del molino. A este prado lo han bautizado con el nombre de Los Parras porque, junto a las aguas y en la torrentera, crecen muchas. Entre las higueras y las cañas y todas están cargadas de frutas. Las uvas ya están maduras y cuelgan hermosas entre las pámpanas. De vez en cuando yo le cojo a Sinombre racimos de uvas de estas parras y se las doy. También le cojo higos, redonditos como ciruelas y de color marrón rayados y se los come con gusto. Estos higos son distintos a los de las tierras del Cortijo de la Viña. Más pequeños, de color caramelo claro y por dentro están muy dulces. Él se los come con agrado porque saben a miel.

Algo más abajo del Prado de las Parras se encuentra el tercero. El del Trébol y la grama. Y lo han bautizado con este nombre porque en sus tierras crecen abundantes estas hierbas. Mucho trébol tupido y fino. Es este el prado que más le gusta al borriquillo y su razón tiene. Aquí encuentra él mucho más alimento, queda muy pegado a la corriente del arroyo y una pequeña acequia lo riega casi continuamente. Me alegro yo mucho que este rincón del arroyo Romillán y, junto a las ruinas de este viejo molino, el borriquillo mío esté tan a gusto. En la tranquilidad total con muchas sombras, comida y agua y con mi compañía, el canto de los grillos por las noches y el de las chicharras durante el día. También tiene la compañía de muchos arrendajos y algunas ardillas.

Ayer por la tarde me recorrí con él todas estas praderas y las tierras por la parte alta del cerrillo, donde todavía está la vieja era empedrada. Ahí mismo tenían las colmenas el año pasado pero este verano, ni una sola hay y es porque las abejas se han muerto de los venenos que le echan a los olivares. Y el problema, en este año, también es por lo poco que ha llovido. Ni siquiera han florecido los espliegos ni otras plantas. Las abejas no tienen donde libar néctar ni polen y también por esto se mueren. No hay abejas este año en la vieja era pero sí un par de colmenas vacías. Dentro todavía se ven los panales sin miel y casi derretidos por el calor de estos días. Estuve yo por ahí, ayer por la tarde, con el borriquillo viendo la desolación del terreno y luego nos fuimos por el prado de los álamos. Tampoco tiene nueces la noguera y, las tres higueras de este prado, están sin higos. Todo el terreno muestra una sequedad tremenda y, por eso, las plantas y los árboles, los que no crecen cerca del arroyo, se mueren de sed. Todo está casi seco, con un color pajizo y desolado. “Este año pasado ha sido el más seco de los últimos sesenta años.” Esto es lo que repiten también todos los serranos.

Y luego, ayer por la tarde, el borriquillo y yo nos vinimos arroyuelo abajo recorriendo el terreno y disfrutando del rumor de la corriente y de la soledad del campo cuando, antes de llegar al gran charco donde yo me voy a bañar dentro de un momento, oímos voces de personas. Le digo en seguida:
- Calla tú y vamos a ver qué hay por aquí. Este rincón no es nuestro, pertenece al Parque Natural y por eso es de todos, pero nosotros somos forasteros. Así que calla y vamos muy sigilosos a ver qué encontramos.
Y por la vieja senda que sale desde el molino arroyo abajo en busca del puente Moro, bajamos con cuidado. Y antes de llegar al gran charco de nuevo oímos rumor de personas hablando. Le vuelvo a decir:
- Parece gente joven.
Y al aproximarnos al charco, por entre los romeros, las vemos. ¿Sabes quienes eran? Tres muchachas que se bañaban el en charco y estaban sentadas sobre la misma roca que yo ahora. Tomaban el sol y charlaban ocultas en la profundidad del arroyo y disfrutando del hondo silencio y la densa soledad. Le volví a decir al borriquillo:
- Vamos para atrás despacio y déjalas ahí. No las molestemos. Pueden asustarse al vernos y no quiero yo eso. Nos volvemos pero con la intranquilidad en el cuerpo. Y en este día, en esta mañana, de nuevo estoy yo aquí y él conmigo preparados para bañarnos. Luego investigaremos más a ver quienes son ellas.


20 de agosto: Un repaso a lo que por el pueblo hemos encontrado

Ayer sí amaneció con algunas nubes muy espesas que tenían mucha pinta de lluvia. Hoy es todo lo contrario: ni siquiera una nube se ve en el cielo y el color que presenta es naranja. Parece que todo anuncia un día de mucho calor. Más, sin embargo, hace y corre ahora mismo un fresquito muy fino. Yo me despierto en el prado tercero del molino viejo junto al arroyo. El prado de la grama y del trébol y de las cañas y de los dos álamos. Desde mi tienda, por la puerta asomado, miro y veo al borriquillo guapo por entre las cañas muy cerca de la corriente. Donde más hierba hay y el agua se desliza cristalina. Sabe él que estoy aquí pero aun no nos hemos saludado.

Sin embargo, salgo de la tienda y me voy para el charco, el que hay por encima del grande y, quiero invitarle para que se venga conmigo y se dé también un reconfortante baño. Le digo:
- Tengo mucho, pero mucho que contarte pero antes necesito ordenarlo. En cuanto me dé el primer baño de todos los días, cojo mi cuaderno y escribo contándole las cosas a la niña. Pero a ti te voy a decir ahora mismo que a Segura de la Sierra, el Pueblo de la Cumbre y que vemos desde aquí sobre las peñas, aun no te he llevado. A ver si subimos, desde el molino viejo de Santiago en el arroyo de Romillán, un día de estos. Muchas personas por ti ya me han preguntado porque te recuerdan. Les digo que estás por aquí cerca pero que este año las cosas son distintas a como el año pasado. Te cuento algo:

Lucera no está en el pueblo. Al final, Luís la vendió y, aunque todavía vive, está de aquí lejos. Ni siquiera sé dónde ni tampoco sé si ella quiere vernos. No ha nacido de Lucera ningún pollinillo y ¿Por qué no? Tampoco lo sabemos. Por esto a Segura de la Sierra, aunque ahora mismo vivimos aquí a dos pasos, ¿para qué voy a llevarte? Sin la borriquilla de tus sueños, el bonito pueblo que juntos y llenos de ilusión recorrimos el año pasado, no es lo mismo. Las cosas de la vida y de este mundo.

Pero sí tengo que darte una muy bonita noticia. ¿Te acuerdas que todo lo que hicimos en año pasado en Segura de la Sierra yo lo escribí? Pues Pedro, y luego te cuento más de él, al fin lo ha publicado en un bonito libro. “Lucera, la novia de Sinombre”, es como yo lo he titulado y ahí está todo recogido. Ya lo he visto y lo he tocado. Ha quedado muy bonito ilustrado con dibujos a plumilla y todo fabricado en Barcelona de donde es Pedro. ¿Y sabes una cosa? Estamos esperando que llegue en estos días para presentarlo. En la iglesia de los Jesuitas y algunos ya lo saben y lo están celebrando. Y si por casualidad no llegara en los días que estemos por aquí, lo presentaremos paras las fiestas de la Virgen del Rosario. Son el día siete de octubre y, aunque ahora mismo nos parece lejos, ya verás qué pronto llega ese día. Y me gusta a mí mucho esa fecha para presentar el librito que te estoy comentando. Tengo la intuición de que va a ser un pequeño texto muy hermoso. Y por cierto y ya que te menciono lo de la Virgen del Rosario, recuérdame luego que te lea algo muy bonito que en mi cuaderno tengo apuntado. Me sucedió la otra mañana en la iglesia del Pueblo de la Cumbre y es de la Virgen y de una niña. Te iré contando porque ahora te digo otras cosas.

¿Te acuerdas tú de la Mariposa Marta? Un familiar muy cercana a ella hoy se casa en la iglesia de Segura de la Sierra. Hoy es la boda y con mucha resonancia. A las siete de la tarde y a mí me han invitado a dos cosas. Para que les ponga la música en el momento de la ceremonia en la iglesia y para que luego los acompañe en la cena. Será en el rincón de Amurjo, en el río de Orcera. Y el novio es abogado y ella procurador, él de Segura de la Sierra y ella de Madrid. Por eso ayer se llenó el pueblo de invitados venidos de fuera y hoy, no te digo nada lo que tienen montado en la iglesia. Anoche mismo se fueron a la Fuente Góntar, ¿a que te suena este nombre?, y allí celebraron la despedida del novio. Por eso yo vine a este prado ya con la luna y las estrellas y el concierto de los grillos. Me invitaron y allí estuve con ellos un buen rato tomando una cerveza y unos pinchitos. Nada del otro mundo pero los de la rondalla de Segura de la Sierra, tocaron y al poco ya me vine. Hoy estoy invitado, como te decía, a la boda y a poner la música. Esta boda lo tiene todo revolucionado. Algo salido de lo normal.

Pero ahora estoy aquí contigo y no vayas a pensar que por cumplir. Como siempre, a tu lado y con el recuerdo de nuestra niña y de Enebro y Bandolero. No hay nada más sinceramente amable que vuestra amistad y compañía. Pero hoy también estoy invitado, al mediodía, a comer unas chuletillas de cordero segureño. Igual que el año pasado y también la misma persona, Ricardo y su esposa Enriqueta, nos invitan. Será a las dos en el restaurante Peñalta, al entrar al pueblo subiendo por la carretera. Iré porque nos invitan con cariño y son muy buenas personas ellos. Luego te cuento porque ahora ¿sabes lo que pasó ayer también? Después de darme el primer baño aquí junto a ti y en el gran charco, subí a Segura y en la Fuente Imperial me encontré con Lucía. La que tú conoces de otros años y es tan buena. Me preguntó por ti y me dijo que quiere verte y, estando con ella charlando, llegaron dos jóvenes y me preguntaron:
- ¿Podemos ver la iglesia?
Y les respondí:
- En seguida os la abro.

Y en dos minutos se la abrí y estando con ellos comentando, ella Guadalupe, me dijo que es de Cazorla y que estudia cartografía. Me interesé, por el mapa que yo hice de todo este Parque Natural hace unos años, y resulta que es hermana de Luís Cano, un amigo grande que conocí hace muchos años en la Sierra de las Villas. Por donde la Lancha de la Benita, a la derecha del arroyo de Gil Cobo. Al descubrir esto me dio mucha alegría y ella, la que es toda risueña porque le sale la alegría nada más abrir la boca, también me dijo que quiere conocerte. Cuantas cosas y cuantos momentos y cuanto entusiasmo ¿verdad? Y todavía no te he contado todo porque tengo para un largo rato. Pero ahora, vamos a darnos el primer baño del día, que luego le escribo a la niña nuestra y te voy contando el misterio de las tres muchachas en el charco grande. El de la isla. En mis sueños ya las he visto y al hablarle de ti ¿sabes que me han dicho? Vamos, vamos al agua y mientras nadamos te cuento con detalle y despacico.


21 de agosto: Revelación de un sueño y la Mariposa Marta

Hoy hace frío y fíjate qué curioso: ayer hubo muchas nubes en el cielo y, por la tarde, estuvo apunto de llover. Por la noche, a las doce, estaba el cielo cuajado de grandes nubes negras y, como la luna brillaba llena la cumbre con su pueblo y su castillo, se veía muy bella. ¿Y sabes por qué lo sé y con tanta certeza os lo digo? A los dos, a la niña nuestra y a ti borriquillo amigo. Os lo voy a contar ahora mismo. Pero empiezo por el comienzo.

Ayer hubo boda en la Iglesia del Collado del Pueblo de la Cumbre, junto a la fuente vieja. Laura se llama ella y es de Madrid y Jorge él y es de Orcera. Una boda muy solemne con flores, música, muchos trajes de lujo, abundancia de arroz y, al final, una gran cena fiesta. “El convite”, que es como lo llaman las personas expertas. Con muchos platos de mariscos y fue en Amurjo, en la piscina natural, ahora artificial, que hay en el centro de la sierra. A esta boda y a esta cena a mí me invitaron y fui solo un rato y, a las doce de la noche y con luna llena, volvía al pueblo. Subiendo por la cuesta es cuando vi, sobre la cumbre, iluminado el pueblo y, entre las nubes y a lo lejos, la luna vieja brillaba nueva como un ascua encendida. Por entre los olivos y los pinos y el fresco de esta mañana de verano bella. Fresquito como si fuera un día de invierno o de primavera.

En Amurjo yo estuve solo un rato entre un grupo de personas buenas y allí estaba Marta, la Mariposa de la Sierra. Marta nuestra amiga ¿te acuerdas? ¡Y qué guapa! Pero como tú ya sabes, borriquillo amigo y tú también niña nuestra, yo no soy ni de estas cosas ni de estas fiestas. Pero ahí nos pusieron a nosotros, en el banquete de la boda, y entre personas verdaderamente sinceras. Mariscos de todas las especies y de todas las maneras y yo probé algo pero tantas cosas pusieron en la mesa… No soy de este mundo y anoche, una vez más, me di cuenta y claro que os echaba de menos. Me sentía solo, muy solo en medio de tanta abundancia. ¿Qué serán estos sueños y esta forma de ver nosotros las cosas en esta tierra?

Son ya las nueve de la mañana de este día fresco y, dentro de un rato, nos vamos a Río Madera. Hoy es la fiesta. ¿Te acuerdas tú, Sinombre, del año pasado? Hoy no te llevaré conmigo por los caminos de la sierra porque este año, los dos ya estamos viendo, las cosas son distintas con caras viejas. Por eso yo esta mañana, muy temprano, y por la vereda que baja al Puente del Moro, he bajado cantando a la pradera del río donde tú estás. Al saludarte y darte la buena nueva de este día frío de verano añejo. Y al llegar te he visto comiendo en la pradera de las cañas, junto al agua del río y al verme tú, con tu orejas de caramelo, me has saludado y me has preguntado: “¿Qué pasa por aquí este año?” y te he respondido:
- Este año todo es nuevo pero hasta yo había pensado esta soledad de otra manera. Aunque, de todos modos, en mi cuaderno, yo tengo bien anotado las cosas que están pasando para que luego las sepa la niña nuestra. Esta mañana hace frío y anoche estuve de fiesta por donde la Mariposa Marta volaba y tuve que venirme. No era aquella mi casa y te recordaba y a la niña. Tampoco yo sé lo que pasa este año ni por qué me siento como fuera de este mundo y de las cosas de esta tierra. Hoy, en cuanto vuelve de las fiestas de Río Madera, sí me vengo aquí contigo. Al charco grande del agua de color de cielo y hierba y aquí me quedo tranquilo. ¿Por qué será que junto a ti y la niña nuestra y, en mi sueño y corazón, yo sí me siento bien y soy feliz y en otros sitios no? No sé yo lo que nos pasa este año pero ¿sabes lo que te digo? En el charco grande del río yo las he vuelto a ver a ellas. Eran tres y como las he visto en sueño me he acercado sin miedo y al verme me han preguntado:
- ¿Y tu borriquillo mágico?
Les he respondido, como si de mucho tiempo las conociera:
- Lo tengo en mi corazón, está conmigo a todas horas recorriendo los caminos y yo no dejo de atravesar el monte agarrado siempre a su rabo. No tengo a nadie más en esta tierra.

Y ellas tres ¿sabes tú, Sinombre, lo que me han dicho? Como muy seguras de sus palabras y como si fueran tres diosas de estos montes y cañadas me han confirmado:
- Tu borriquillo guapo hace falta en estas sierras. En esos prados del fresco, primaveras y veranos, vamos a crear un reino tapizado de flores y con mucha hierba donde tu borriquillo sea un rey y, que en las riveras de este río se junten y retocen y rebuznen y beban, mil borriquillos más. Todos los que en otros tiempos fueron amigos de los serranos por los caminos ásperos de estas tierras. Para que aquí, en este rincón de las montañas de este Parque Natural, haya mucha abundancia de borriquillos serranos.
Y les pregunté yo a ellas, a las tres diosas de los romeros y la hierba:
- ¿Y cómo será eso?
Y en ese momento se me acabó el sueño. No las vi más ni puedo decirte ahora más cosas de esta fantasía bella.
¿Que dónde estabas en ese momento tú? En mi sueño también te vi y ¿sabes de qué modo y dónde? Por entre las ovejas de nuestro amigo el pastor de las montañas. Iba el rebaño tomando las tierras del cerrillo de los almendros y desde lo alto caían para la llanura de este río. Era primavera y por eso toda la tierra estaba cubierta de espesa y tierna hierba y el bosque relucía de verde. Por lo alto del cerrillo y, entre las ovejas, asomaba el pastor y se complacía él en sus animales cuando llegaste tú. Te vi yo desde la loma de enfrente y, al descubrirte, me interesé mucho mientras me preguntaba:
- ¿A dónde irá y qué tramará?

Mis ojos te descubrieron muy hermoso. Regordete como siempre estás, limpio y lustroso tu pelo, con tus orejas muy vivas y alegres y con el rabo estirado al viento como te veo desde que te conozco. Tú no me viste a mí ni tampoco te apercibiste de la presencia del pastor en lo más alto del terreno. Quizá por esto o quizá porque tenías ganas de jugar el caso es que bajabas con las ovejas para las riveras del río y venías entre ellas como uno más del rebaño. Pero estabas contento y tenías ganas de jugar. Por eso, sin avisar a nadie, te pusiste a trotar detrás de la primera oveja que se acercó a ti. El animal, al verte tan grandote, corrió asustada y a ver tú que se te escapaba te fuiste detrás de otra y luego la siguiente y así fue que en un momento revolucionaste al rebaño entero. Desde la ladera de enfrente yo me reía viendo tus juegos y complaciéndome en el brillo mágico de tu pelo. Desde lo alto del cerrillo se reía el pastor viendo tus travesuras de niño pequeño. Y al llegar a este punto se me acabó otra vez el sueño.

Pero te repito: a la Mariposa Marta anoche la vi en Amurjo, en la fiesta de la boda, y que hermosa estaba ella. Solo pude intercambiar tres palabras y luego, por entre la luna redonda que alumbraba al pueblo y las nubes negras, se me fue toda volando. ¿A dónde iba ella y por qué no pude verla más que un momento y como en un breve amanecer de primavera? La Mariposa Marta guarda en sí muchos secretos que quizá yo nunca sepa. Y sin embargo, la llevamos en el corazón y la queremos.

Venga, cierro mi cuaderno y te despido que la mañana de este día de verano fresco se alza excelsa. Tengo que irme ahora mismo a la aldea de Río Madera y volveré a caer la tarde. Luego te cuento y le cuento a la niña nuestra y al caballo Bandolero y a la Princesa. A todos los recordamos y les decimos que por estos montes y estas praderas vuela y esparce su perfume de nardo la Mariposa Marta y regala sueños. ¿Nos tocará a nosotros algo y nos dirá ella qué es lo que por aquí pasa este verano?


22 de agosto: Solos con nuestros sueños

Una de las razones por las que este año no te llevo conmigo por los caminos de la sierra, es la sequía. La más grande de los últimos cien años y, en estas montañas, se nota igual o más que en toda España. Los campos están secos y tanto que ni siquiera hay pasto. No hay agua en casi ningún sitio excepto en ríos como éste de Trujala-Romillán y, las fuentes, muchas se han secado. Pero sin embargo hoy voy a llevarte conmigo. A la Sierra de las Villas, al lugar llamado Arroyo de María. Vamos a ver un poco lo que por allí ha desbastado el gran incendio y esto será dentro de un rato. Primero, en este Prado del Molino Viejo, voy a cogerte unos higos de las higueras al borde de las aguas. Te los voy a dar y también unos racimos de uvas. Y yo me voy a comer algunas de estas frutas contigo y luego nos lavamos un poco en la corriente. El agua, esta mañana, está fría como el hielo porque las temperaturas siguen bajando. Esta noche pasada me he tenido que meter en mi viejo saco de dormir porque he tenido mucho frío.

¿Que te cuente lo que hubo ayer, por fin, en la aldea de Río Madera? Todo ha sido casi como el año pasado pero a ser otra vez, parecía nuevo y por eso distinto y no. Vino mucha gente a la misa, me saludaron algunas personas que me conocen del pueblo de la Loma y luego fue la procesión por entre los pinos con la imagen de la Virgen de Fátima y la de San Francisco Javier. Nos invitaron a una cerveza con pinchitos a la brasa y allí estaba Mirian. ¿Te acuerdas? Sí, esa amiga nuestra que nos sonreía el año pasado. Y me animé mucho porque estuvo, junto a mí, en la misa, me dio su mano de paz, regaló a las personas una estampa de la Virgen del Rosario, la Patrona de Segura de la Sierra, y luego, con dos niñas chicas, fue la primera en la procesión. ¡Qué sonrisa más limpia y honda siempre tiene Mirian! Sigue ella en Granada y ahora estudia para sacarse el doctorado. Y cuando ya terminó todo lo religioso nos invitaron a unos pinchitos bajo la sombra de los pinos. Estuvo presente ella, su madre y abuelo, Fernando y su hija Eva y Ginés Donaire. ¿Que quién es? El que siempre ha escrito mucho, en el diario Jaén y en el periódico El País, de estas sierras. Me alegró conocerlo y él también y por eso le dejé mi libro inédito: “Vacaciones Junto al Río”, todo de las Sierras de las Villas. Y esto fue todo.

Pero te digo que me faltaban algunos latidos en el corazón y uno eras tú, otro, era la niña nuestra y Bandolero y la Princesa y, el más grande de todos, el que corresponde a mi sueño. Cuanto más acompañado estoy de personas y cuanto más me hablan y me cuentan más noto que, lo que amo y tengo como principal en mi sueño, me falta. ¿Qué quieres que haga yo? Cuando volví contigo quise decirte, ahora te lo digo, que las tres diosas del charco grande, de nuevo me han dicho:
- Tenemos que irnos por los caminos de la sierra en busca de borriquillos. Antes de que os vayáis, a este rincón del río, tenemos que traer muchos borriquillos. Que comience a ser esto el símbolo, la reserva, el paraíso de todos los borriquillos de la sierra.
Fíjate qué sueño tienen y me cuentan. Y ni siquiera les he dicho todavía que Lucera, la borriquilla de Segura de la Sierra, de por aquí ya se ha ido. Ni la recuerda el pueblo y me da pena. Pero ya veremos en qué acaba, este año, este sueño nuevo. Por ahora, vete preparando que nos vamos hoy a las Sierras de las Villas a ver lo que por allí se ha comido el incendio. Se lo contaremos todo a la niña, a la Princesa, a la Mariposa Marta y a Mirian. Y si acaso, también, a las tres diosas de este río si por allí vemos o encontramos a algún borriquillo aunque sea viejo. A todos los tenemos en el corazón arropados con la mejor ternura y ya ves: solos los dos, cada vez más solos.

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