2.23.2008

Entorno a Segura de la Sierra -2

Desde Segura de la Sierra,
hacia río Madera, todo el río hasta las juntas

Carretera asfaltada. En coche o en bicicleta
Plaza de Segura de la Sierra desviación a Linarejos 6 km.
Plaza Segura de la Sierra Fuente Bermeja 8 km.
Plaza del pueblo Segura de la Sierra Era del Fustal 9 km.
Era Fustal desviación Morilla, Huecos Bañares 9, 6 km.
Era del Fustal campamento juvenil río Madera 7+ 9 km.
Al Campamento de río Madera 15,8 km.
Campamento de la Morringa 19,6 km.
Segura de la Sierra aldea de la Toba 37 km.
Desviación a las Gorgollitas 46 km.
A las Juntas del río Segura con el río Zumeta 57 km.

Mañana fresquita
de primavera en flor
el viento acaricia,
canta un ruiseñor
y esta vida mía
en su dolor.

Al amanecer salgo a la puerta de la casa que por estos días me recoge. Se encuentra esta casa en el mismo corazón del grandioso pueblo de la cumbre. Conozco esta casa, la puerta, la calle que pasa y baja, la fuente de piedra que hay enfrente, el pilar donde el agua se remansa, el caño de hierro por donde mana el agua y la pared donde crecen las plantas rupícolas. Conozco a este pueblo, el nombre de sus calles, las escaleras que la van sujetando para subir o bajar por ellas y conozco a las personas que en las viejas casas viven. No a todas pero hasta conozco el horno donde se cuece el pan y me es familiar el olor que cada amanecer sale de este horno y del rincón por donde se encuentra. Hoy no me voy a parar en las cosas de este pueblo porque ya lo tengo contado en otro libro que escribir unos años atrás. Hoy salgo de la casa, subo el trozo de calle que termina en la plaza, subo en el coche que ahora puedo usar, arranco y por la carretera que parte hacia el lado norte, avanzo. Enseguida dejo atrás las casas del pueblo y compruebo que desde la plaza a la piscina donde se bañan las personas de este pueblo hay quinientos metros. Enseguida una indicación en la carretera donde se señala que hay curvas en cinco kilómetros. Es esta una carretera casi de alta montaña, muy estrecha y con un asfalto regular.

La mañana es muy hermosa. Fresca, llena de un limpio perfume a bosque de pinos y espliegos y como me acompaña una sencilla música hasta me animo y canto. No canto nada pero canto el estado de mi alma por el momento tan bello que estoy viviendo aunque no estés. Desde la plaza del pueblo al collado donde por la izquierda se aparta una pista de tierra hay tres kilómetros ochocientos metros. Esta pista de tierra no va a ningún sitio concreto. Solo le da la vuelta al cerro que también por la izquierda he dejado y que se llama Fuentecicas, 1341 m. Pero esta pista de tierra roza las tierras por donde estuvo el cortijo de la Zarza, un manantial que se le conoce con el nombre de Tejadilla, otro cortijo más que se llama Hoya Chapinas y por ahí cae hacia el nacimiento del arroyo Nacimiento. Es el que se junta con el río Orcera un poco por debajo de Amurjo. Por este collado pasa la carretera y se viene para el lado izquierdo a fin de esquivar un cerro que se alza por la derecha. Dos señales al borde de la carretera indican que puede haber hielo y que no se puede rodar a más de treinta kilómetros por hora. En este collado por la derecha me queda el nacimiento de otro arroyuelo. Es el conocido por el nombre de arroyo Corazones que lleva sus aguas al río Trujala. Así que discurro por las divisorias de dos vertientes y por eso a ambos lados me quedan dos grandes barrancos. El del río de Orcera y el del río Trujada. Justo por donde nacen estos dos ríos.

Unos metros más adelante del primer collado la carretera se viene otra vez para el lado del barranco Trujala. Por este lado y en este punto mismo hay una salida que lleva a la aldea de Moralejos. Una aldea muy pequeña pero muy hermosa que se recoge justo por las tierras llanas de la cañada donde va naciendo el río Trujala. Hoy me encuentro asfaltada esta carretera. A lo largo de muchos años la estuve viendo en una simple pista de tierra. La carretera que voy recorriendo se vuelve a venir para la izquierda para soslayar una cumbre muy rocosa. Por la izquierda se viene la carretera que sigo y por la derecha se va la que lleva a la aldea de Moralejos dejando en el centro la cumbre que he dicho. En lo más alto de esta cumbre es donde dicen estuvo construida la primitiva Segura de la Sierra. Al lugar se le conoce por las ruinas de Segura la Vieja. A cuatro kilómetros y medio desde la plaza del pueblo por la derecha se me abre un agreste barranco. Cae desde la cumbre donde estuvo la antigua Segura y por eso aquí mismo brota agua. La recogieron en unos tubos y le hicieron una fuente al borde mismo de la carretera. La construyeron no hace mucho y la blanquearon. Le pusieron un caño de hierro y por ahí ahora mismo mana un delgado hilo de agua. Es muy bonito este barranco pero en invierno tiene mucha nieve. De las paredes rocosas que me van escoltando por la derecha mana mucha agua. Con las bajas temperaturas del invierno estas delgadas capas de agua se convierten en hielo. En carámbanos que caprichosamente modelan las más originales y bellas figuras.

En un nuevo panel junto a la carretera puedo leer lo siguiente: "Sierra de Cazorla, Segura y las Villas. Orcera, Campamento Juvenil las Acebeas, Campamento Juvenil río Madera y los Negros, Siles, el Yelmo y la Toba". A seis kilómetros justos desde la plaza del pueblo de Segura me encuentro con la desviación que por la izquierda llevaría a Orcera. Es una pista de tierra (ya carretera asfaltada) que se aparta de esta que llevo justo en un collado. Esta pista de tierra recorre la ladera conocida con el nombre de Cuesta del Rey y por el Puerto de Siles se viene para el barranco de Linarejos y por esta ladera sur va cayendo hasta alcanzar el río Orcera y Amurjo. El recorrido de esta carretera es muy bello. Es bastante larga pero los paisajes que recorre son muy bellos. En este punto me encuentro otros paneles con el anuncio del campamento juvenil, lo de la ruta fotovoltaica de la sierra, scout y camping. Por la derecha sigue la carretera que voy recorriendo y que me llevará a la Era del Fustal, a Navalcaballo y desde ahí para el corazón del río Madera. En este mismo punto por la derecha me queda otro letrero más. Hay aquí cuatro tipo de paneles informativos distintos que corresponden a organismo u organizaciones diferentes y también diferentes etapa. Como si se tratara de un a competencia a ver quién lo hace mejor y diferente. Unos los puso la Junta de Andalucía hace mucho tiempo, otros los puso el Ceder, organismo que gestiona subvenciones de la Comunidad Europea para el desarrollo de la zona, otro de estos paneles los ha puesto la Diputación y otro que es muy antiguo.

Justo en el punto de la desviación que he dicho la carretera vuelca otra vez para la cuenca del río Trujala. Por estas partes altas de este río es por donde construyeron la bonita aldea de los Moralejos. Avanzo y a pocos metros me encuentro un cortijo por la derecha al borde mismo de la carretera. Se le conoce con el nombre de los Royos. Algo más adelante por la izquierda me queda un arroyuelo con su caño de agua. Es la fuente de los Royos. Hicieron aquí una fuente para recoger el agua que mana y le pusieron un tubo para que se pueda beber o coger este fresco y limpio líquido. Viene esta agua de la cumbre que me va quedando por la izquierda. Una cresta rocosa con tres puntos que miden 1448,1451 y 1469 metros respectivamente. El agua que mana en esta fuente se la llevan para regar las huertas que por la derecha y algo retirado de la carretera hay. Enseguida por la izquierda un pequeño pilar con su buen caño de agua. Es otra fuente y esta sé que se llama Fuente Bermeja y por ella brota el agua que se almacena en las entrañas de la muralla rocosa que me va quedando por la izquierda y que es Piedra Bermeja. Nunca vi seco este manantial y sí en más de una ocasión al pasar vi coches parados y personas bebiendo. Mana aquí un buen caño de agua muy fresca y pura. Sabe a lo que saben todos los manantiales que brotan en estas sierras pero es más rica. Podría decir que este arroyuelo, conocido con el nombre de arroyo de Piedra Bermeja, es el comienzo del río Trujala, los primeros metros de este río porque en realidad es aquí donde nace y en la Era del Fustal que la tengo a solo unos metros más adelante. La carretera discurre suave, en malas condiciones en cuanto a su asfalto y estrecha. Pero este rincón es de una gran belleza por sus pinares, la muralla rocosa que escolta por el lado norte, el valle que van formando los primeros arroyuelos del río Trujala y la limpieza de sus praderas por entre los pinares.

Estoy en la Era del Fustal y compruebo que desde la plaza del pueblo de Segura de la Sierra a este punto hay 9 Km. Este lugar se llamó en otros tiempos Collar Loboso. Era cuando había lobos en la sierra y también muchos serranos viviendo en ella. En este punto es donde se dividen o cruzan las carreteras. Para la izquierda sale la que lleva la pueblo de Siles por la Peña del Olivar y para la derecha continua la que traigo que lleva al río Madera, a las cumbres del pico Yelmo y desde ahí para Hornos de Segura, Pontones, nacimiento del río Segura y Santiago de la Espada. En este punto vuelvo a leer los distintos paneles que para oriental han colocado al borde de la carretera. Lo mismo que en el cruce que dejé atrás hace un rato. En uno de estos paneles leo: "Ruta fotovoltaica" y ahora recuerdo que esto fue un proyecto que realizó la Junta de Andalucía hace ya varios años y que no sirvió casi para nada aunque lo anunciaron a bombo y platillo por todos estos lugares. Por aquí crece un álamo que al verlo me llama la atención porque compruebo que ya se le están cayendo las hojas. Ya anuncia la presencia del otoño. Los álamos son de los primeros árboles que presienten el otoño.

Sigo por la carretera que continua por la derecha y a seiscientos metros me encuentro la desviación que lleva a los Huecos de Bañares. Es una pista forestal de tierra en buenas condiciones que conozco bien. Si me fuera por ella llegaría a la Nava del Espino, que es nava y casa forestal, al Navalasno por donde nace el río Tus, a la cañada del Saúcar, a Morilla, a los Huecos de Bañares y también a los Anchos por donde vendría a salir otra vez al río madera por la Venta del Pescador. A diez kilómetros doscientos metros me encuentro la casa forestal de Navalcaballo. La construcción queda por la derecha mía según la dirección que llevo y aquí mismo y por el lado izquierdo me queda la fuente. Es un bonito fuente construida de cemento y piedra de cuyos caños a veces sale un chorrillo de agua. Hoy no salen. Por aquí y a lo largo del verano en más de una ocasión he visto manadas de cabras acostadas a la sombra. Lo que hoy me encuentro al pasar es un grupo de hombres algo mayores que se mueven haciendo ejercicios físicos.

Solo unos metros más adelante, 11,7 Km. desde la plaza del pueblo de Segura de la Sierra, por la derecha se aparta una pista de tierra. También la conozco de haberla recorrido en otros tiempos. Si me fuera por ella iría a salir a Dehesa Carnicera, a las laderas norte del gran pico Yelmo, a la Fuente Zamarrilla y por ahí a la aldea del Ojuelo, el Robledo, Cortijos Nuevos y Hornos de Segura. No me voy por ella sino que continúo por la carretera que vengo siguiendo aunque el recorrido de esta pista forestal es de una gran belleza. Atraviesa parajes muy hermosos por estar repletos de pinares, surcados de arroyuelos con abundantes aguas limpias y por discurrir a media ladera entre las cumbres del Yelmo y el valle del río Trujala a lo largo de todo su recorrido se gozan de grandiosas panorámicas. Veo que esta pista en estos días la está arreglando la Junta de Andalucía. A la distancia de 11,9 Km. me tropiezo otra vez con los mismos letreros que he visto por la Era del Fustal. En el panel que puso el Ceder puedo leer: "Está usted en el Parque Natural (borrado) Hornos, Santiago de la Espada, río Madera, el Yelmo, Garrote Gordo". Puedo ver el panel informativo que también ha puesto la Junta de Andalucía, el que puso la Diputación, el que puso Icona y así hasta una buena galimatías. Ya no me asombra encontrarme con estas cosas porque en los pueblos de este grandioso Parque Natural ocurre esto. A veces uno tiene la impresión como si la lucha fuera cada pueblo con cada pueblo porque cada uno defiende y muestra sólo aquello que considera que le pertenece y los demás o desde fuera no se lo reconocen o valora. Y creo sinceramente que esto en más de una ocasión sirve sólo para confundir a los turistas que aparecen por estos lugares que por supuesto no tienen tanta información de las cosas ni necesitan tantos matices. Ellos vienen al visitar y conocer el Parque Natural.

Entonces, a 11,9 Km. por la izquierda me sale la carretera que lleva a río Madera y a los campamentos que en su primer valle hay. Es una carretera estrecha, con un asfalto bastante regular, con muchas curvas y que recorre todo el curso del río Madera desde estos primeros metros por el valle donde va naciendo hasta las juntas con el río Zumeta que es el que baja desde las aldeas de los Teatinos, la Matea y el pueblo de Santiago de la Espada. Por esta carretera me voy. Quiero decir que de todos los paneles informativos que por estos lugares me voy encontrando los que más me llaman la atención son los que hace unos años puso el Ceder. Desde mi punto de vista creo que los instaló con el deseo de significarse y separarse del resto de las sierras que conforman este grandioso Parque Natural. No me gustó aquello en aquellos tiempos ni me siguen gustando todavía. Pero estos paneles informativos ahora me lo voy encontrando muy deteriorados. Pienso que pasará como ha pasado tantas otras veces: los que tuvieron el mando y los dineros decidieron por su cuenta en forma de protesta y como no contaron con la mayoría de los habitantes de la zona con el paso del tiempo las cosas se irán acabando en su propio abandono e indiferencia. Quisieron protestar por la forma en que la administración aquella hizo las cosas y ellos han caído en el mismo error. Como siempre pasa aquí en estas sierras: llegan unos y deciden que las cosas tienen que ser según sus puntos de vista y en cuanto llegan otros deciden que los de atrás se han equivocado y que lo bueno es lo que es lo que ellos traen.

Me encuentro por la derecha las ruinas de un cortijo que se llama Montesinos. A 13,1 Km. por la izquierda se desvía la pista de tierra que lleva a la gran llanura por donde tiene sus primeros nacimientos el río Madera. Es la conocida llanura de la Tiná Chinchilla. También conozco a fondo este rincón y camino. Es una pista de tierra en buen estado que lleva a un bonito cortijo por la izquierda de la llanura de los manzanos. Es una llanura donde en otros tiempos sembraron hortalizas y cereales y que ahora la tapiza un buen matorral de espliegos. Los manzanos todavía crecen al final de esta llanura. Hermosos y verdes, puestos en fila tal como lo sombraron aquellos serranos que ya no están y hasta dan sus buenas cosechas de manzanas. Son manzanas menudas y que al comerlas presentan un sabor ácido y dulce muy agradable. Por la preciosa llanura de este bonito rincón crecen hermosos pinos laricios y se remansan cristalinos charcos de aguas. Por entre todos estos pinares se dan muy bien los níscalos. Los serranos lo saben.

"Estoy por la llanura que he dado en llamar nacimiento del río Madera. Es una llanura muy grande, tapizada de pasto, mejorana, espliego, poleo, perales y algunos ciruelos. Por donde la pista que lleva al cortijo de las Herrerías cruza el cauce del río Madera, éste lleva un chorrillo de agua. Sólo unos metros más abajo se pierde. Por aquí revolotean muchas mariposas. Por entre la vegetación del río y las flores de los espliegos florecidos. Me he encontrado varias apareadas. Crecen por aquí muchos majoletos ya con sus frutos algo desarrollados. En las aguas de este río hay ranas y renacuajos. Crecen muchos pinos lirios y robles. También descubro algunas matas de endrinos. El espliego que por esta llanura crece es muy sano, con una espiga muy robusta y con un olor intenso. Es una especie de espliego distinta a la que conozco por otros rincones de estas sierras. En las flores de estos espliegos hay muchas abejas y otros insectos que liban el néctar. Las mariposas van de unas matas a otras en bandadas hasta de cinco. Algunas de estas mariposas tienen ya las alas rotas. Se nota que están llegando al final de su ciclo. En cuanto llegue el otoño y caigan las primeras lluvias morirán.

Siguiendo el curso del río por encima del puente hay descubro algunas matas que extrañan. Parece narcisos y también parecen lirios. No tienen flores. Las aguas por este tramo del río discurren muy remansadas. Cayendo la tarde, son las siete y medie del día doce de agosto, se oye el canto de los mochuelos. También he oído varias veces los graznidos de las águilas. Parado entre las matas de espliego que son muchas y grandes pienso que uno aquí se podría pasar las horas solo contemplando y oliendo tan delicado perfume amenizado por el revoloteo incesante de las mariposas. Son de varias especies así como las libélulas y los abejorros. Cuando vuelan en parejas la hembra avanza como con un temblor de alas y en línea recta. El macho o los machos la van siguiendo dándole recortes de arriba abajo. Por entre el bosque de pinos laricios muy jóvenes que crece casi al mismo borde de las aguas y entre las esplegueras también al caer la tarde se van reuniendo los pajarillos. Carboneros y currucas que lanzan sus trinos como llamándose. Hay muchos pajarillos. Estoy descubriendo que en esta extensa llanura existe todo un mundo repleto de vida.

Entre los manzanos y las tierras repletas de espliego también descubro muchos hormigueros. En esta época del año las hormigas se afanan y traen todas las semillas que pueden a su hormiguero. Almacenan comida para los meses del invierno. En la puerta de cada hormiguero hay un montón de cáscaras de semillas y otros deshechos. Al menos cuatro o cinco especies diferentes de cardos he descubierto por esta llanura. Según la voy recorriendo en la soledad de la tarde y acariciado por el viento me resuenan las notas de una canción que nunca oí. No suenan de ningún modo ni por ningún sitio pero yo las oigo. El cortijo que se levanta sobre la ladera frente a la llanura tiene tres puertas. Fue este cortijo vivienda para tres familias. En la parta alta tiene seis ventanas. Abajo tiene cuatro ventanas. En la misma puerta hay una explanada grande y al borde de la torrentera crece un bonito pino laricio. A la sombra de este bello ejemplar he comido y a lo largo de un buen rato he dormido la siesta. Apetece dormir la siesta en un rincón como este, al fresco del aire que pasa, abrazado por el hondo silencio y acompañado por el monótono concierto de las chicharras que no paran. He llegado sobre las tres de la tarde y a las cinco todavía estoy aquí.

He puesto el coche a la sombra del pino, he abierto las puertas y mirando frente al pico Espino donde de verdad nace el río Madera, me he quedado bastante tiempo. Según miro desde este espacio mío tan solitario, hermoso y apartado del mundo veo que por encima de la cumbre del pico Espino se van acumulando algunas nubes blancas. Las hermosísimas nubes blancas de estas sierras recortadas sobre el intenso cielo azul. Puede que esta tarde estas nubes se conviertan en tormenta que descarguen agua o granizos por estas sierras. Ya han caído algunas gotas y las nubes se van acumulando con negrura cada vez más densa. Me gustaría mucho que lloviera. Es uno de los más hondos placeres para mí: gozar de la lluvia en medio de los bosques, barrancos y montañas de estas sierras. Me gustaría que esta tarde se formara una tormenta y descargara. Este cortijo es conocido por la Tiná Chinchilla, la llanura se le conoce por los llanos de las Herrerías y también por la Cañá de la Tiná de Chinchilla. El Coto de las Herrerías y el cortijo también con el mismo nombre están algo más adelante. El vivero Montesino está antes de llegar a la Tiná Chinchilla. Y al final de este carril hay un chalé. Desde este silencio tan singular y esta soledad mía te recuerdo. También me gustaría que estuvieras y me regalaras el tono de tu voz y la belleza de tu presencia. Me gustaría mucho pero sé que este deseo es el sueño más imposible. Pero aun así dejo aquí escrito que en todo momento estás en mi mente y como siento dolor creo que las cosas tiene una belleza especial precisamente por eso.

Una tarde azul,
de aire fresco y sol de verano
estoy solo en el rincón de tus sierras
y aunque no estás
te recuerdo y te quiero.
Para ti mi pensamiento.

El otro día me contaron algo que por primera vez he oído. Me dijeron que si ahora en el mes de agosto o primero de septiembre descargan las tormentas allí donde se acumulan los granizos nacerán luego muchos níscalos. Y donde los granizos se amontonan más, como tardarán más tiempo en derretirse la humedad se acumulará en la tierra y por eso justamente ahí es donde nacerán más níscalos".

El primer campamento de río Madera se me presenta por la izquierda pegado al cauce del joven río y lo tengo a 14 Km. del pueblo de Segura de la Sierra. Solo un kilómetro más adelante por la derecha me queda el cortijo Montero. Una bonita construcción serrana con sabor a rancio porque es un cortijo viejo. Aquí mismo y muy cerca de la carretera crece un magnífico ejemplar de pino laricio. Siempre que pasé por este punto me llamó la atención por su grandioso porte. Por detrás de este cortijo y ladera arriba crece un singular bosque de pinos laricios todos de tronco resto y blanco y de porte señorial. Son ejemplares muy hermosos. Por entre estos pinos nace un manantial y en la tierra crece poleo. Las gallinas corretean por entre el pasto y la hierba.

Por la izquierda y entre el cortijo y el río queda una gran llanura de tierras buenas. En otros tiempos estas tierras fueron huertos. Hoy ya no las cultiva nadie. Siempre que pasé por aquí me llamó la atención esta preciosa llanura donde solo algunas veces he visto sembrado maíz, patatas y habichuelas. Algunas veces me paré en este cortijo por si encontraba alguien en él para preguntarle cosas de los rincones de por aquí pero nunca tuve suerte aunque sé que todavía está habitado. La llanura este verano está sembrada de cereales. Sólo unos metros más adelante el campamento por la izquierda. Es el campamento de la Junta de Andalucía llamado de río Madera. La distancia desde el pueblo de Segura es de 15,8 Km. La carretera sigue discurriendo por la suave tierra de las riberas del río y enseguida un cruce. Por la derecha se aparta un ramal de carretera que lleva a la aldea del río Madera y desde ahí a la Cumbre por donde discurre la carretera que lleva a Pontones y a Segura de la Sierra. Hasta este punto y desde el pueblo la distancia es 18,5 Km. En los paneles que por aquí hay puedo leer lo de la ruta fotovoltaica, bar restaurante río Madera y lo que puso el Ceder que casi todo está roto. Por la parte de abajo la pintura se ha descascarillado y en otros sitios lo han borrado. Quiero decir que el rincón por donde se asienta la bonita aldea de río Madera es muy bello. Cerca del cauce del río y al borde mismo del arroyo Canales. Conozco bien este recogido rincón.

Solo unos metros más y enseguida la carretera cruza el puente del arroyo Canales. Por aquí se tupen las zarzas y en las tierras llanas que fueron huertas en otros tiempos ahora libremente crece la hierba. Por la derecha y en la llanura un caballo amarrado a su estaca. Es un caballo negro, gordo y con un brillo especial en su pelo. Me paro y durante un rato me dedico a curiosear por estas tierras. Las moras todavía están verdes. Crecen por aquí varios ejemplares de pinos laricios muy hermosos. Hay un cortijo que me lo encuentro cerrado. Por la parte de arriba le entra una acequia que es la que en otros tiempos traía el agua desde el arroyo Canales para regar las tierras por donde hoy pasta el caballo. Hay por aquí membrillos, nogueras, por las laderas los pinos laricios y por el arroyo las zarzas. Hay aquí en este arroyo y a lo largo del río Madera una especia de zarza que no la he visto yo nunca en estas sierras nada más que aquí.

Por aquí está el cortijo del Peñón, el cortijo del Cardador, la aldea de río Madera con la iglesia, el restaurante, el supermercado, la casa forestal de río Madera, Loma de los Rebozos, el Carillón o Cerrico del Reloj por donde está el cementerio de la aldea de río Madera, el Calarejo, el Barranquillo, Huelga las Vigas, también el cortijo Huelga de las Vigas, Praos de la Mesta por donde hay algunos cortijos y donde vivieron varias familias con cinco, seis, siete y hasta diez hijos. Un cortijo que también se hundió por ahí se llamaba la Tejera. La familia que vivió en este cortijo tuvo diez hijos a todos los crío nada más que con lo que les sacaban a la tierra. Tenían vacas, ovejas, cabras y tierras que sembraban. Por estos rincones ahora casi no hay nadie. En los meses de julio y agosto sí hay por aquí más personal pero en cuanto se pasan estos meses estos rincones se quedan casi solos. No habita por aquí nadie. Según dicen algunos del lugar los montes están perdidos, no se permiten ovejas ni vacas y por eso no hay trabajo para nada.

A 19,6 Km. me encuentro el campamento de la Morringa. El nombre lo han tomado de un cortijo que desde tiempos lejanos se llamó de la Morringa. Ya más adelante otro cortijo se llama de Mesina. La carretera que recorro siguiendo el curso del río en este punto se ha retirado bastante para salvar el arroyo que llega por esta derecha mí y luego se acerca otra vez al río. Una pista de tierra que se aparta por la derecha y que lleva a los cortijos de Romaguillo, cortijos del Sesterohono, cortijo del Canalón, Torcales del Zorro y cortijo de los Asperones. Esta pista se une a la carretera que desde la aldea de río Madera sube para la Cumbre. La entrada al camping de Garrote Gordo. A 24 Km. una fuente por la derecha con su buen caño de agua. "A las doce de la mañana me he parado donde la carretera cruza el río Madera para irse al otro lado. Por donde se levanta la Venta del Pescador y discurre el arroyo de los Anchos. La que fue Venta del Pescador porque ahora ya la han quitado. Por lo menos en estos días no existe. El puente es muy bonito, está rodeado de espesas alamedas, por la derecha según se baja le entra al río un arroyo con mucho agua. Es el arroyo de la Nogueruela que viene del cortijo la Nogueruela y del pico Calarejos. Hay por aquí bastantes edificios. Algunos están reconstruidos y otros no. Miro y por donde el río Segura se junta con el río Madera descubro muchas nubes muy densas y muy negras. Puede llover hoy y me gustaría.

El río Madera por aquí lleva hoy mucha agua limpia y fresca. Es un rincón este muy bonito. Antes de cruzar el río según se baja hay un edificio que tiene apariencia de casa forestal. Pero sé que hace años estos fueron las escuelas. Por aquí mismo se aparta una pista forestal de tierra que lleva a la aldea de Cabeza Gorda. Otra de las casas que veo por aquí en otros tiempos fue una venta y también hubo un molino. Entre la carretera y el río, entes del puente, muchas tierras que en otros tiempos fueron huertas. Hoy no están sembradas.
- Aquello que se ve allí se llama la Venta del Ché. En otros tiempos el camino que llevaba a Segura de la Sierra pasaba por aquí. Por la misma puerta de la venta que te he dicho. Todo esto era el camino real. Iba y va casi por donde ahora la carretera. Además de los rebaños de ovejas, cabras y vacas por aquí iban los arrieros con los burros cargados de madera, de trigo, de aceite, de lo que tuvieran que llevar.

Eso de ahí enfrente era el molino de la Chica. En él se molía trigo, centeno, maíz, cebada, garbanzos y todo lo que se necesitara. Se movía con el agua del río. La piedra que se ve ahí nosotros siempre le hemos dicho la Piedra del Molino. Luego está Hoya Honda que está detrás del molino, la finca que tiene el molino se llama el Sargatillo, por este lado tenemos el Pedroche que es ese cortijo que se ve, este otro es el cortijo de Jacinto que fue del abuelo Paco que se lo cambió a Manuel de los Regazos. Al cortijo verdadero le decían Machaca que es más antiguo todavía. Ahí también había taberna pero esto hace más de cien años. Ese es el arroyo del Prao la Empinara. Por debajo del cortijo del tio Machaca hay otra construcción que se llama los cortijos. El otro arroyo de allá es el de Torno que nace entre las Seteras y el recó de las Moreras.

La casa esta que se ve junto a la carretera le decimos el Barrancón. Es de cuando hicieron la carretera. Las escuelas son las que hay al lado que las construyeron en el año 1959. Entonces había por aquí mucha gente. El nombre de la Venta del Pescador se lo he puesto yo. Venía un hombre por aquí a pescar y por eso me dio por ponerle ese nombre. Frente está la venta de la Justa que era la madre de Gallineta. Más abajo está la Venta de Rampia y la Venta de la Sofía que era donde verdaderamente se vendía. Más abajo estaba el Hoyado que también vendía que era de la abuela Sofía. Frente a Huelga Utrera estaba la Venta del Tío Benito, cerca está el molino, el cortijo de Arrancapechos era también de la abuela. Ella era la dueña de toda la finca esta. Del Prao de la Presa río Madera arriba tenemos la Laguna, que se llama así porque en una ocasión hubo un desprendimiento de tierra y se tapó el río y por eso se formó la laguna. Había ahí un cortijillo de uno que le decían el Colorao. El Colorao se lo vendió al Patrimonio Forestal. Seguimos y nos encontramos con arroyo Maguillo de Abajo y de Arriba. Seguía el camino y llegaba al Collao de los Asperones a dar a la carretera de la Cumbre a las faldas del Yelmo, al cortijo de las Gallinas y de ahí a Cortijos Nuevos. Esto primero que se ve es la Umbría de Cabeza Gorda, el cerro está en lo alto y al otro lado están los cortijos de Cabeza Gorda. En la Tobilla y los Pinares también hay casas".

A la distancia de 26,6 Km. de Segura de la Sierra cruzo el río y lo hago por un pequeño puentecito de los de aquellos tiempos. Este es el conocido Prao de la Presa. A partir de este punto la carretera discurre por el otro margen del río y por terrenos bastante suaves. Como si descendiera en un juego divertido con el curso del río, sus riberas, sus álamos y las huertas que todavía labran y siembran por aquí algunos serranos. Una construcción que se llama el Molinillo. Es aquí donde se encuentra el Prao de la Presa. Y por aquí me voy encontrando la Venta del Pescador que ya ha dejado de ser venta al menos por este verano, la venta de Rampia y otras construcciones que alquilan a los turistas. Justo a 26,7 Km. la carretera cruza el arroyo de los Anchos y por la izquierda me queda la desviación. Siguiendo este trazado que hoy me lo encuentro asfaltado se llega a la aldea de los Anchos y algo más arriba Prao Maguillo y Cañada del Saúcar.

Unos metros más y me encuentro con otro arroyuelo que se le conoce por arroyo Blanquillo. Por aquí hay algunas casas que también alquilan a los turistas. Al comienzo de esta arroyo queda la Fuente del Pino y más elevado la Cuerda del Mosco. Al Frente el Cerro de la Misa y una agreste ladera que cae hacia el río. La carretera remonta un buen puntal y luego baja mucho buscando otra vez pegarse al río. A 30,4 es donde la carretera baja mucho en busca del cauce del río. Creo que este tramo es de los más hermosos en todo el recorrido de este río Madera. Son todos hermosos pero estos parajes asombran. Cruzo un arroyuelo y por la izquierda me queda un chorrillo de agua deslizándose por una teja. Aquí me paré a comer el otro día. Por aquí cerca queda el cortijo de Arranca pechos. La gran cumbre del Calar del Pino queda por la izquierda y por la derecha monte de Cabeza Gorda por donde se asienta la aldea con el mismo nombre, cortijo de los Fresnos y molino de Arranca pechos. Al gran barranco que va atravesando la carretera se le conoce con el nombre de Barranco del Goterón.

Los terrenos por donde se recoge la bonita aldea de Huelga Utrera me los voy encontrando a 32 Km. desde Segura de la Sierra. Venta del Santo, un pilarillo muy blanqueado con su chorrillo de agua, las ruinas de cortijos abandonados y otros reconstruidos para recreo. Ya estoy frente a las casas de la aldea de Huelga Utrera que me quedan al otro lado del río y junto a las aguas del Segura. Aquí es donde el río Segura se junta con el río Madera. Un rincón realmente hermosísimo. Y me encuentro la desviación para llegar a esta aldea a 33 Km. justo y por la derecha. Ya es por debajo de las juntas. Huelga Utrera es una aldea muy bonita. La describo bien en mi libro "El Pueblo de la Cumbre". Solo unos metros más y una fuentecica y toma de agua para incendios que fue construida por Icona.

Por aquí el terreno casi se torna llano por las riberas del río que ya es el Segura y la vegetación es muy espesa. Por la izquierda me queda el Risco del Engarbo y por la derecha la impresionante umbría de Despierna Caballos. Por la derecha me va quedando una tiná con sus álamos y sus tierras de cultivo. Las ruinas de lo que fue un puente romano quedan por aquí cerca. Algo más adelante también por la derecha presencia de un cortijo grande que se llama del Labrador. Por aquí ya la altura sobre el nivel de mal es de mil metros poco más o menos. Los dos ríos fundidos en uno me van quedando por la derecha y una gran espesura de álamos me dan compañía. Ya estoy 35 Km. de segura de la Sierra. Este rincón es muy bonito por la gran belleza que las laderas y las cumbres dibujan. Hoy y por aquí el río lleva mucha agua.

Campamento Juvenil la Toba y me lo encuentro a 36 Km. de Segura. Miro y hoy me lo encuentro vacío. Nadie acampa en él. ¿Por qué será? Un poco antes de llegar a la aldea de la Toba las tierras que a un lado y otro se acurrucan junto al río se van ensanchando y se tornan cada vez más llanas. Crecen por aquí muchas nogueras y este verano me las encuentro muy repletas de nueces. Por la derecha la desviación para la aldea de la Toba y es a 37 Km. de Segura de la Sierra. Por aquí me encuentro varios paneles informativos. Para la derecha todos: Fuente del Esparto, Casicas del río Segura, Embalse de Anchurica, las Gorgollitas, arroyo de Quesadas, Paralelos, el Tornadizo, Miller, las Juntas y Yeste. Para la izquierda: río Madera. Sigo mientras voy gozando al otro lado del río y algo elevada sobre la ladera las blancas casas de la Toba. No me paro ni habla de su manantial bajo la roca y su abundante agua cristalina y fresca. El cauce del río se hunde en el terreno la carretera se aleja de él por entre pinares y arroyuelos. un cortijo por la derecha y lado de debajo de la carretera donde me paro porque veo que hay personas. Pido permiso, me acerco, están sentados en la puerta y a la sombra de la parra, junto a un buen montón de tabaco verde extendido en el suelo para que se seque. Los saludos y les pregunto por los nombres y algo más.
- el cortijo de las Anchurica de siempre ha sido este. Cuando hicieron el pantano le pusieron el mismo nombre.
- ¿Y este arroyo?
- Su nombre es arroyo o barranco de la Carrasquilla. Los montes que sobresalen le dicen la Loma del Calar del Pino. La casa de la Malea está por ahí, por donde los pinos esos se llaman la Alberca, el Banal, los Paulinos, la Fuente del Esparto, el Haza, las Casicas viejas y las nuevas. Aquello que se ve enfrente es la Cueva de los Aguijoneas, el Collar, la Era de las Cuevas, el Taragallo, el Chaparral, el Vado los Grillos, los tres Puentes, el puente del Rincón, el Salto del Moro, el Higuerón.
- ¿Y en lo que ahora cubren las aguas del pantano?
- Por ahí estaba el Molino del Robledillo, el Trapicheo, el Higueral, Huelga de las Parras, Huelga del Majano, el Ranchal, la Fuente del Osico.

Me regalan una ristra de tabaco verde y los despido. Desde el pueblo de Segura hasta este cortijo hay 44 Km. En el día de hoy el sol cae quemando. Son las primeras horas de la tarde. Las chicharras desgranan sus cantos sin parar. Continúo la ruta y ahora la carretera se eleva sobre la solana por donde se asienta las aldeas de las Gorgollitas, la Carrasquilla, el Paralelo, el Madroño y Peguera del Madroño. Al llegar a la desviación que por la izquierda se aparta para las Gorgollitas dudo porque qué trazado seguir. La desviación parece ser la carretera buena y, sin embargo, no la principal es la que gira un poco para la derecha. Por ella sigo. Desde segura de la Sierra hasta este punto hay 46 Km.

Unos metros más adelante por la derecha me encuentro un bar. En su puerta leo el nombre. "Bar Chacón". Es un respiro en la larga ruta porque en todo este recorrido es el único lugar donde poder tomar una cerveza. La aldea del Paralelo me queda sólo un kilómetro más adelante. En el Km. 48 de este recorrido. La carretera traza una curva para la izquierda y se mete en una hondonada para cruzar el cauce de un arroyo. Es el conocido por el arroyo de la Hila que baja desde el Puntal de la Misa, pasa por las Gorgollitas y se une al río Segura por debajo del muro del pantano. Unos metros más adelante me sale la desviación a Peguera del Madroño. Hasta este punto son 51 Km. en el recorrido que vengo haciendo. El trazado de la carretera se torna algo recto y por la izquierda me sale la bonita fuente de los Cuatro Caños. Hoy también salen llenos de agua fresca y limpia. Me para y bebo. He recorrido 52 Km. Desde este punto se va complicando por la estrechura de la carretera y sus muchas curvas. Los paisajes siguen sorprendiendo por su belleza, sus tonos verdes, los arroyuelos con sus chorrillos de agua y las riberas del río Segura que acompaña por la derecha. Me encajo en la misma fuente de las Juntas. Y hasta este punto y desde el pueblo de Segura de la Sierra son 57 Km. Por aquí me encuentro un grupo de hombres. Son los llamados retenes contra incendio. Aquí mismo y una vez pasado el puente sobre el río Segura se aparta la carretera que lleva al pueblo de Miller.

Con el Pastor

Me dice que nació y se crió en los Huecos de Bañares y que cuando vino la guerra civil los animales que tenían se los quitaron. En esta tarde de agosto me lo he encontrado junto a la carretera con su rebaño de ovejas. Las ovejas ya suben por entre los pinares hacia lo más elevado del monte donde tienen su majada. Ahí duermen todas las noches en estos meses de verano.
- Estamos en las mismas ruinas del cortijo Montesino. Ahora ya no vive nadie aquí pero en otros tiempos sí vivió una familia. Lo que sigue se llama la Solana Montesinos. Algo más abajo está el vivero que tiene el mismo nombre. Por aquí está la linde de la Dehesa y de los Pinares. Toda esta vega es la Cañá de Montesinos. Al cerro de la Chaparra es a donde van a dormir las ovejas y que está por encima del cortijo Montesinos. Más allá está la Cañá de los Linderos, las Mojoneras que lindan con la Dehesa de la Carnicera. Son los términos de Orcera y Segura.

Las ovejas remonta para las partes altas del monte y nosotros nos venimos para las llanuras de los pinares. Antes de la llanura un rincón que se llama Risca de la Nava. La nava es la que le da nombre al todo el terreno conocido como Navalcaballo. Es justo por donde la carretera que lleva y recorre río Madera se aparta de la que desde la Era del Fustal lleva hasta el Puerto de la Cumbre y a Pontones.

- Esto, ya verás. El agua se mete desde la llanura y no pasa por aquí.
Dejamos la carretera y por entre los pinares andamos. Llegamos al borde de una gran dolina, lo que aquí en la sierra llaman "Sorber". Las aguas y las nieves que se acumulan en la llanura de la nava ni tienen salida natural ni hacia la vertiente del río Trujala ni para el río Madera. Se encharcan y con el tiempo el terreno se ha ido hundiendo y ahí se ha formado una gran dolina. El agua se filtra y no corre superficialmente sino subterránea. Casi me lleva de la mano y al borde de la dolina nos paramos. Me pide que la mire.
- Esto se llama los Sorbiere. Aquí mismo hay un sorber que se mete el agua por ahí no sale fuera. Aquí hay otro. Todo esto es la Nava del Caballo. Estas tierras de la nava la sembraban en otros tiempos. Luego la repoblaron de pinos y cuando ya expropiaron las tierras se dejó de sembrar para siempre.

Las tierras llanas de esta gran nava son las divisorias de las dos grandes cuencas. Para el norte cuenca del Guadalquivir en el río afluente que por aquí se llama Trujala y para el lado sur la cuenca del río Segura en el río afluente que se llama Madera. Nosotros nos movemos por la raya de la cumbre que es divisoria de las dos cuencas.
- Si nos meamos aquí las aguas se van para el río Segura y si nos venimos dos metros para acá las aguas corren para el río Guadalquivir. ¿Qué te parece?
- Lo que me gustaría es que me dijeras dónde está el caballo que le da nombre a esta nava.
- Ya estamos en la casa forestal de Navalcaballo. Si nos ponemos mirando para Segura de la Sierra el Caballo nos queda a la derecha y en lo más alto de la cuerda que nos corona. Ese terreno es el caballo de toda la vida y es porque se forma como una loma que tiene figura de caballo. Como más abajo tenemos la nava ¿pues qué nombre le íbamos a poner a la nava? Nava del Caballo que luego se ha ido juntando y se ha quedando en Navalcaballo.

Por la casa forestal de la Laguna

En el mismo cauce de río Madera, unos metros más arriba del puente Prao de la Presa, está la casa forestal de la Laguna. Se le conoce a este rincón con el nombre de la Laguna por un movimiento de tierra que hubo y dejó taponado el río y por eso se formó la Laguna. En esta tarde de agosto el cielo se ha cubierto de nubes espesas y negras y ha comenzado a llover. Nada más caer las primeras gotas de lluvia el viento se ha llenado de un delicioso perfume a tierra mojada. Es el perfume de los campos en el otoño. Entre la carretera y el río es donde levantaron este edificio. Son dos edificios separados. La más grande por la parte que mira al río tiene seis ventanas y por delante tiene una puerta con un porche. El edificio menor tiene también su chimenea y su porche. La mayor parece como si hubiera sido la casa de los ingenieros. Las cuadras están separadas. Era una casa muy bonita construida de piedra y junto a las mismas aguas del río Madera. La que está en el centro, la más pequeña, está abierta. Tiene su tejado todavía, su horno, su habitación, su cuadra y su camarilla. Hay aquí trastos viejos. Las puertas están abiertas. La que está más separada tiene un candado cerrando.

Por aquí cerca crecen algunos ciruelos, de ciruelas blancas y amarillas y algunas ya están para comérselas. Por la parte de atrás cerca corre el río. Crecen cerezos y membrilleros. Llueve y el rumor de las gotas cayendo sobre las hojas de bosque es muy agradable. Uno de estos cerezos está cargado de fruta. La tormenta viene río Segura arriba y para las cumbres por donde nace este río. Hay cuatro troncos de pino que sirven para asiento. En uno de ellos me he sentado y son las cuatro y media de la tarde. Quiero gozar de esta lluvia y este rincón de la sierra aunque sea en la misma soledad que siempre me acompaña. Truena y llueve. Dije hace unos días que sentía ganas de una nueva experiencia de tormentas en esta sierra y ahora mismo la estoy teniendo. Ya hace tiempo que no puedo gozar como sí años atrás. Pero hoy tengo un dolor en mi corazón que me hace ser distinto. El cielo se ha cubierto por completo y mansamente cae la lluvia. Estallan los truenos y la oscuridad aumenta. Me siento bien y soy feliz porque estoy gozando de lo que más me gusta en este mundo pero me faltas. Ahora mismo te recuerdo en este tranquilo y escondido rincón de la sierra. Me falta un abrazo y un beso y al no tenerlo ni hoy ni ayer ni desde hace mucho más grande es mi necesidad.

La tormenta de una tarde de agosto

Ya cayendo la tarde, a las siete, estoy llegando al pueblo de la Cumbre desde el lado de Segura la Vieja. La tormenta se ha extendido por todos estos barrancos y cumbres y por donde se muestra con más fuerza es por el lado del pico Yelmo. Entre este monte y la carretera que recorro se abre el gran barranco de la cuenca del río Trujala. Las espesas nubes negras cubren densamente y de ella surgen los rayos y los truenos. Según recorro la carretera en este regreso mío voy mirando para gozar del espectáculo que la naturaleza me regala y de pronto veo el fuego de un gran rayo. La culebrina chispeante recorre todo el corazón de la negrura de la nube y luego abre una senda brillante clavándose en la misma cumbre del Yelmo. Tiemblo paralizado por tan hermoso espectáculo y al mismo tiempo me felicito por la suerte que tengo. El trueno estalla y retumba por los barrancos y las laderas que me van quedando por la izquierda. Arrecia la lluvia y el viento zumba con fuerza. La nube descarga su mar de agua y la sierra se llena de una extraña y hermosa vida. La naturaleza me regala con una emoción única y dulcemente excelsa. Por lo que puedo observar desde la carretera que voy recorriendo toda la gran sierra se ha cubierto con la espesa nube negra. Es una tormenta con mucha fuerza y el que se dé en esta precisa tarde de agosto me gusta mucho.

Antes de llegar al pueblo donde voy a terminar mi ruta me he parado. Me he salido del coche y he dejado que la lluvia me caiga y el viento azote mi cara. Es delicioso y por eso me digo que ningún otro regalo me podría hacer más feliz. Frente a la impresionante figura del monte Yelmo me extasío mirando. No sé ni qué siento ni tampoco sabría qué decir pero en mi corazón y alma noto que esto me gusta. Me siento bien y soy feliz. Como tantas veces, días meses y años estoy solo en el centro de un universo de bellezas hondísimas. Estoy solo y aunque soy feliz por la caricia que me regala la naturaleza que amo te necesito. Te echo de menos y por eso hay un dolor fino en mi alma. Un dolor que no se me calma sino que aumenta cuanto más es la belleza que me regalan los bosques, las cumbres, las nubes, la lluvia y el viento. Te echo de menos y así lo digo en esta tarde tan original con el cielo de tus sierras cubierto por las nubes y las cumbres tapadas por las nieblas. Durante un rato dejo que la lluvia me empape. No me importa mojarme. Quiero mojarme. Quiero que el viento se rompa en la piel de mi cara y en todo mi cuerpo. Quiero que esta tormenta me empape mientras los rayos caen sobre la cumbre del Yelmo. Es muy hermoso este espectáculo. Cae otro rayo por donde la casa forestal de Navalcaballo y el trueno retumba por los barrancos. La nube está por completo encima. Te la regalo aunque no estés ni lo sepas nunca. Pero te regalo este momento tan bello desde esta soledad mía y la lluvia que me empapa. Sé que no hay ni puedo hacer ninguna otra cosa mejor en esta vida y en este suelo. Que lo bendiga el cielo si es que le parece bien. Te quiero aunque no estés.

2.14.2008

Entorno a Segura de la Sierra - 1

DESDE SILES A SEGURA DE LA SIERRA
Las páginas que siguen a continuación son el resultado de un proyecto que realizo casi diez años después de haberlo soñado. En el verano del 2001 estuve unos días en el precioso pueblo de Segura de la Sierra y ello me dio la oportunidad de recorrer despacio y saborear a fondo los hermosísimos paisajes que conforman el río Madera, afluente del Segura en su tramo alto y parte del río Segura, también en su tramo alto. El más hermoso de todos los ríos del Parque Natural de las sierras de Cazorla, Segura y las Villas. El más limpio y dulce río del mundo entero y por eso yo lo tengo bautizado con el nombre de “río diamantino”. Por donde este río tiene su fuente primera mi corazón tiene su paraíso particular. Unas vivencias estremecedoramente bellas. Bajo en sol y en el Planeta Tierra no hay rincón más hermoso ni consuelo más grande para el alma que llevo en mi cuerpo. Lo que sigue a continuación es el resultado de un latido muy íntimo y por eso primero ha sido sueño en mi espíritu, deseo de libertad y amor purísimo y hondo como el azul del cielo que siempre cubre a estas sierras. Para mi gozo particular, en agradecimiento al Dios que me ha dado la vida y en homenaje a personas muy queridas, las páginas que siguen a continuación.

En la soledad más absoluta,
en un silencio hiriente,
dulce pero amargo, muy amargo
y esperando no sé qué
te escribo por entre los pinos
de tu país mágico
y el desconocido rincón
de mi cuarto,
en la tarde y en la mañana
de tu adiós callado.

Sólo me regalas ausencias,
un mudo llanto, un río de tristeza
que a sorbos lentos trago,
tres nubes blancas por el cielo
y todo lo demás roto, callado:
hasta Dios y la hierba verde
de tu país mágico.

Y sé que eres belleza
y por eso te amo
a mi modo, con mi sangre
y solitario.

Me digo y me repito que puede que un día vuelva todo aquello. Y en más de un momento, mientras vivo solo para llorar mi sueño roto, me digo y me repito que ya no va a volver nunca más nada de aquello. ¿Para qué tendría que volver? Porque también me digo que si volviera ¿para qué serviría? Ni siquiera a mí me haría bien y sé que mucho menos le haría bien a ningún otro ser humano bajo el sol que alumbra al Planeta Tierra. Sin embargo, por si algún día sirve de algo, para ti o para alguien, te digo que en mi corazón lo tengo guardado como lo más puro y bello que gustado en los días de mi vida. Se hizo eternidad en aquel momento y ahí permanece como si fuera un trozo de cielo que nunca debe morir.

Qué bonita es la sierra que te dio cuna y cuánto duele cuando como yo se tiene en ella tantas y tantas horas trabadas el los viejos senderos, por donde brotan las fuentes claras, a la sombra de los pinos y robles, frente a los horizontes azules observados desde las cumbres y por donde corre tu diamantino río. Que bonita es la sierra y cuanto la quiero aunque ni siquiera tú lo sepas.

En este momento, mientras intento dejar escrito lo que ven mis ojos siente mi corazón, suena una sencilla música que me va acompañando. Es una música compuesta, tocada y grabada en cede por mí. Desde y en la soledad del cuarto donde vivo. Es un intento más de comunicarme contigo y de decirte lo que nunca podré por más palabras que salieran de mi boca y dejara escritas. Pero es bella esta música sin nombre porque me salió del dolor que me muerde por dentro y la tristeza de tu ausencia. Lo siento y pido perdón por no saber hacer otra cosa mejor. Lo siento y pido perdón por no haber sabido, ni antes ni ahora, transmitirte la energía y vida que eres en mi alma. Lo siento y te pido perdón.

Qué bonita es la sierra y cuánto duele. Qué bonita es tu sierra. Al remontar la carretera, la misma de aquellos tiempos pero hoy ya mejor arreglada, con asfalto nuevo y más ancha, enseguida el pueblo al frente. Aplastado en la ladera, entre pinares, al sol de la media mañana y todo hermoso. Ahí están las huertas, las casas blancas, algunas todavía con el color de los ladrillos, el río amado que me atraviesa el alma, la nave, las ovejas, los tornajos, los álamos, el bosque de majuelos, el rumor de agua, tu perfume y el silencio de siempre. El terrible silencio que tanto me ha matado y dado vida a un mismo tiempo.

La carretera sube un poco, remonta al pueblo y de ella se aparta un tramo menor que se va río arriba. Por ahí me voy a meter para recorrer algunos de los mil rincones bonitos que por ahí tenemos. Los tengo yo soñados, pisados, llenos de la mejor belleza y la mejor aroma. El río con su vega de huertos a un lado y otro, sus álamos jugando con el suave viento, las chicharras arropándolos con sus cantos y el gran silencio de esta sierra tan amada por mí. La carretera que remonta al pueblo. Dios mío cuánta belleza por aquí. La higuera de la curva donde nos paramos tantas veces a coger higos hoy no está. La busco con mis ojos y no la veo. Cuanto arreglaron esta carretera, la quitarle la curva, se la llevaron por delante. ¿Te acuerdas de aquel verano, del siguiente y de los siguientes? Seguro que tienes que acordarte porque tus juegos por aquí fueron muchos, tu sonrisa y el gozo por la vida y el momento. Fueron muchos y todos muy bellos. Todos impregnados de una fuerza y vida que se escapaban al tiempo y a la belleza de estos paisajes. ¿Te acuerdas? ¿Quién me iba a decir a mí que después de tantos años, tantas heridas en el alma, tantas batallas perdidas, tantos sueños rotos y tantas veredas recorridas buscando un sorbo de agua fresca, iba a volver por aquí? ¿Quién me iba a decir a mí que este verano, sin nombre, más árido que nunca en mi espíritu y en la soledad más grande iba a volver por aquí?

Me paro en la curva de la higuera donde, en aquellos veranos, tantas veces cogimos higos maduros y miro despacio. Y no está, la higuera no está. Para arreglar la carretera rompieron el pequeño cerrillo por donde corrías tras tus juegos, se llevaron por delante a la higuera y a todas las plantas que por aquí crecían. Varios pinos, algunas carrascas, retamas y el cerrillo de tus juegos en aquellas tardes de verano. Me duele la soledad que traigo en mi alma y me duele lo que mis ojos ven por aquí y por allí. ¡Qué rara ha sido mi vida a mi paso por este mundo! Se me va acabando y por eso siento con más intensidad lo extrañamente rara que ha sido mi vida a mi paso por esta tierra. Te voy viendo, en ausencia, en cada puñado de tierra, cada metro de la carretera, cada recodo del río, cada sombra de álamos, pinos y encinas y en la silueta de las montañas que me rebosan por los lados. Te voy viendo y no estás. Sólo estuviste en aquellos días y aunque eras real y muy bella, fuiste como un sueño dulcísimo y suave que se tragó el mismo viento que en cada momento por aquí nos abrazaba.

La carretera remonta recta para el pueblo y por la derecha se aparta la que voy a tomar. La que lleva a donde el río se remansa, crecen los romeros, saltan las ardillas y por la sombra de los pinos aun revolotean tus juegos y sonrisas. Un poco antes de la piscina natural donde la gente se baña y te bañaste tantas veces me encuentro el camping. Lo construyeron al año siguiente de irte de mi vida. Por eso no tengo en él ni recuerdos ni añoranzas tuyas. Lo siento y me duele porque en el fondo es igual. Por esta estrecha carretera que sigue igual pasaste y pasamos muchas veces y por eso saben a tanto a ti. Mientras avanzo lento por esta estrecha carretera de asfalto rugoso me voy encontrando con las huertas. Por la derecha y entre la carretera y el río siguen las huertas y como en aquellos veranos repletas de tomates, pimientos, lechugas, cebollas y las acequias por donde llega el agua que riega las tierras. Todo igual. Como si lo de aquellos días fuera hoy mismo. ¡Cómo pasa el tiempo y como silenciosamente va tiñendo de gris lo que ayer fue azul, alegre y bello!

No puedo apartar de mis oídos el canto de las chicharras que en estos momentos desgranan sus conciertos por entre estos pinos y álamos y aunque todo es en otro tiempo y otro verano suenan con las mismas notas de aquel verano. El perfume que mana de los romeros, la mejorana y los espliegos es el mismo y sabe a muerte. Sabe a ti y por eso acentúa el amargor de tu ausencia y la belleza de lo perdido. Qué normal sigue siendo todo lo que por aquí mis ojos van redes cubriendo. La misma normalidad que encontraba por aquellos días en la gente que por aquí vi y es la aceptada por la gran sociedad. Y sin embargo sigo creyendo que el más rica y hermoso de todos los estados del ser humano es la LOCURA. Sólo este estado permite sentir y percibir sensaciones y realidades que de ningún otro modo es posible gustar. La paz, la tranquilidad y el equilibrio no llevan nunca a la locura. La pasión que siempre ardió en mi alma, en aquellos veranos y en este de hoy, me llevaron a sentir y gustar el sabor de la vida y de la muerte. Por eso ahora lloro mientras recorro la estrecha carretera que lleva al rincón de los pinos y a la piscina remansada. Suenan las notas del piano que tocaba el otro día. Es un tema que me salió de pronto y lo grabé en una cinta. Ahora, mientras voy recorriendo los rincones que pisé en aquellos veranos en que estabas, voy gozando de la belleza de estas notas. Me ayudan a que el dolor sea más dolor y la soledad más densa. Nunca oíste esta música porque ha nacido no hace mucho. Por eso no la conoces ni tengo esperanza que la conozca nunca. Es una música única, mía, salida de mi alma, tocada y grabada por mí con la fuerza de tu añoranza y tu lejanía y por eso me ayuda en estos momentos. A sentirme más triste y a sentirte más lejos y ausencia.

Cruzo el viejo control. Donde ya en aquellos días no controlaban nada y aún sigue igual. Pero aquí sigue la vieja construcción, los postes que cortaban el paso, los pinos y el asfalto de la carretera. Rozo las rocas que escoltan a un lado y otro y antes mis ojos ya tengo las aguas azul diamante en la piscina remansada en el río. La que primero fue un charco, luego una balsa natural y más tarde una piscina artificial para que las personas se bañen en ella. Lo hiciste muchas veces en aquellos años de tu gran belleza porque eras inocente como las flores de la primavera en estas sierras. Mis ojos te vieron y aunque era cierto que estabas y eras tú nunca llegué a creérmelo. Tan bello me resultaba a mi alma y a los sueños de mi corazón que nunca llegué a creérmelo aunque podía tocarte y sentir los latidos de tu corazón.

En aquellas misteriosa y hondas tardes de verano nunca podía creerme que fuera cierto tu presencia surcando las aguas de este delicado charco. Tampoco me lo cría cuando ya la tarde caía y la sombra de la noche me arropaba con tu recuerdo en mi mente. Una vez y otra soñaba, saboreaba los juegos que por la tarde habías jugado y aunque daba gracias al cielo jamás me convencía de que aquella realidad me estuviera pasando a mí. Pero era cierto y por eso ya en aquellos momentos mi dolor era tan grande o más a como lo es hoy. Sabía que el tiempo me lo arrancaría y solo pensarlo se me llenaba el alma de angustia. Y el tiempo me lo arrancó. El tiempo te alejó de mi, te borró de mi mente, de mi corazón, de la sangre de mis venas y aunque grité como el loco más loco que nunca haya existido nada cambió. Nadie lo supo, nadie me echó una mano, nadie me ayudó ni me regaló un sorbo de agua para calmar un poco el dolor que me mataba en vivo. Tampoco tú. Y mi amor era sincero. Yo que lo conozco porque se hizo muerte y vida en el corazón que aun me late en el pecho digo que fue el amor más sincero y grande que nunca jamás nadie haya experimentado bajo el sol. Pero te fuiste, te alejaste llevándote la vida, el perfume de estas sierras, mis ríos de sueños y los latidos de las primaveras que por aquí me abrazan y me quedé con mi dolor. Por aquí paso hoy y sigo con mi dolor. Más grande, extraño y ácido que nunca porque ahora ya ni siquiera puedo venir, de vez en cuando, por estos rincones. Aunque ni estés ni vuelvas nunca más yo ahora ya ni siquiera puedo venir por estas sierras a llorar mi dolor mientras se me remueven los recuerdos. Ahora soy un desterrado en una ciudad que muchos llaman hermosa pero que está lejos de aquí y allí sigo muriendo. Muriendo más triste aún que cuando estabas y mis ojos podía verte y más triste que en estos mismos momentos. En aquella tierra extranjera y ácida para mí me muero entre cuatro paredes, frente a unos árboles que ni me conocen ni conozco y contemplando un trozo de cielo que ni es azul ni tiene belleza. Lo siento y lloro mi dolor y por eso como tantas veces ni doy gracias al cielo ni le pido nada. Sé que todo me viene de él y todo se me regala para mi dicha pero como a tontos otros en este mundo me siento desgraciado, muy desgraciado e injustamente tratado. Tanto he amado y creo que desde lo más limpio que no merezco la cárcel y la angustia que día tras día estoy viviendo. No doy gracias al cielo ni pido nada porque aunque todo sea digno y todo sea hermoso se me está obligando a vivir una vida que no es la que me pertenece según el alma y el corazón que llevo en mi cuerpo. Lo siento.

Rozo las aguas de este azul charco que ni siquiera me conoce aunque tanto me duela y sigo. Sigo sin poder seguir porque hasta mis oídos llega el rumor del agua en forma de chapoteos y juegos tuyos. No quisiera oír, no quisiera oler, no quisiera sentir pero sucede todo ello y con una fuerza que me tortura. Miro y descubro que las aguas son azules verdes, transparentes y claras. Como en aquellos días y también como en aquellos días juegan los niños y las personas mayores se lo pasan bien jugando con ellos. Los coches se amontonan bajo los pinos, junto a las mesas se apiñan las personas frente a los vasos llenos de cerveza y los chorizos recién asados. Cantan las chicharras y el sol quema. Hace calor. Tonto o más como en aquellos días.

Mientras voy pasando y me muero a chorros también como en aquellos días me digo que tampoco hoy tiene sentido mi presencia por aquí. No tiene sentido y por eso me digo que es absurdo el que haya vuelto. Es absurdo que haya vuelto y pasa por este rincón tan solitario como en aquellos días y con el mismo amargor. La sombra de los pinos me acaricia levemente para que el sol me queme un poco menos y mis ojos se fijan en el mural de azulejos que tantas veces vi. Es el mural que levantaron para dibujar en él un breve mapa con los puntos y caminos más importantes que rodean a este rincón. Siempre me resultó simple este panel y me lo sigue resultando pero es indudable que tiene su utilidad. Para los que por aquí vienen por primera vez este sencillo mapa seguro que les sirve. Todo sigue en su monotonía, en su silencio.

Son ya las doce y media de la mañana. Cae el sol y calienta con fuerza. Desde aquí para adelante en la dirección que llevo, barranco arriba la sombra de los pinos va arropando delicadamente. La carretera sigue con su mismo asfalto. Desde aquellos días a pesar de haber pasado tantos años no la han arreglado. ¿Para qué quieren arreglarla? A mí desde luego no me sirve para nada pero a los que son de por aquí, a los que viven en estos pueblos les vendría muy bien. Cuando termine de hacer la breve visita que en estos momentos estoy realizando será mi final total. Nunca más volveré a venir ni a pasar por aquí. Ahora sí que ya será nunca más. Por eso digo que no me sirve para nada o en el fondo me da igual que arreglen esta carretera o hagan cualquier otra cosa. Pero ya lo he dicho: creo que las personas que viven en este pueblo y en los otros que conozco tienen derecho a una carretera mejor y a otras muchas cosas.

Avanzo y mis ojos van recorriendo los paisajes, los rincones, los barrancos, los caminos... Por todos estos sitios estás. No como yo quisiera y necesito pero estás. Eres esencia viva y por eso te palpo, me dueles y me das las vida. Dios mío qué extraño es lo que en esta vida me está tocando beber. Por todos estos sitios estás. En aquellas tardes de primavera, en las mañanas del otoño gris, en las horas de los inviernos repletos de nieve, escarchas, hielos colgando en las cascadas y charcos helados. Por todos estos sitios estás y ni pude beber en aquellos tan bellos momentos ni ahora ni nunca. Nunca podré beberte ni tocarte ni saciarme de ti según me grita la sangre que me da vida.

Cuando el frío, junto a las lumbres que encendimos una vez y otra al borde de los arroyos y cerca de las fuentes. Cuando asábamos las castañas en las brasas de estas lumbres mientras tus juegos y mis juegos llenaban las horas de dicha y luz. ¿Te acuerdas de aquellos chorizos crujiendo sobre las ascuas de las lumbres? ¿De aquellos bocadillos cuando ya el chorizo estaba bien asado y entre aquellos trozos de pan recién amasado? ¿Te acuerdas de aquella ardilla saltando por las ramas de los pinos a cinco metros de donde jugábamos? Tantos días han pasado y tantas cosas nuevas fueron trayéndote cada uno de estos días que seguro ya no te acuerdas de nada de aquello. En el fondo me da igual. Ni gano ni pierdo si recuerdas o has olvidado pero en el fondo no me da igual. Yo salí perdiendo y mucho y desde entonces y hasta final de mis días y puede que toda la eternidad esté añorando la belleza que se me murió a pesar de haberla amado y abrazado tan fuertemente en mi corazón.

En este punto la carretera se empieza a separar del río que va quedando por la izquierda. La carretera se pega al arroyo y unas veces por la derecha y otras por la izquierda sube por el amplio barranco y la espesura de los pinos. A cada metro que recorro me digo las emociones saltan en mi mente. Me sé de memoria esta carretera. Cada curva, cada bache, cada trozo de cuneta, cada pino clavado a los lados… todo me lo sé de memoria y eso que parecía que ni siquiera prestaba atención cuando la recorría en aquellos días. A cada metro que recorro las emociones me brincan en la sangre y en la mente y para auto ayudarme, como tantas veces en esta vida mía, me digo que recorro esta carretera libremente. Solo por el placer, aunque se me vaya convirtiendo en dolor, de revivir las emociones de aquellos días y de sentir la angustia de mi honda soledad.

¿Dónde estás en estos precisos momentos? ¿Qué tienes en tus manos que le hayas arrancado a la vida? ¿Qué casa te cobija, por qué calle vas, qué aire te besa y qué ilusión llena los pliegues de tu alma? También digo en que en el fondo me da igual. Que hagas o seas en estos momentos esto o aquello en el fondo me da igual. Nunca pude gozar ni siquiera de aquello que rozaste y menos de aquello que amaste. ¿Por qué me torturo ahora pensando en lo que es sólo puro sueño en mi mente? Y vuelvo a repetirlo: los sentimientos y realidad que en estos momentos atravieso sé que será para siempre. Para siempre ya.

Por la derecha se me presenta la fuente donde bebimos tantas veces. Entre pinos y álamos se me presenta la fuente y ni siquiera me paro. La miro sin detenerme demasiado y compruebo que por su caño de hierro hoy no corre el limpio caño de agua. Enseguida intuyo que se la han quitado un poco más arriba. Un poco más arriba está el camping que por aquellos días construían. El agua que debería salir por el tubo de hierro que hace de caño en esta fuente la han cogido para las necesidades del camping. Indiferente me digo que también me da igual. Las cosas de por aquí, aun siendo tan importantes en este trozo de vida que me está tocando vivir, me dejan indiferentes. Me da igual que le hayan quitado el agua a esta preciosa fuente donde tantas veces bebimos y por eso tanto sabe de nosotros. Me coge tan lejos y es tan extraña a las realidades del dolor de mi vida que me da igual aunque me duela mucho. Todo lo que voy viendo y recorriendo me duele mucho pero me da igual porque no tengo otra alternativa.

Unos metros más delante de la fuente la carretera se empina ladera arriba. La pendiente por aquí es mucha porque por los lados rebosan grandes montañas. Paso ahora por el sitio donde están los tornajos. Los que pusieron cuando jugábamos aquella tarde casi acurrucados a las llamas de la gran lumbre. Tiene su nombre este rincón y bien que me lo sé pero ¿para qué quiero decirlo? Pero por si algún día alguien lee estas líneas y desea enterarse diré que este rincón se llama Peña del Olivar. En un sentido amplio a todo este rincón y desde la piscina remansada para arriba se le conoce por la Peña del Olivar. Al menos esto es lo que por aquellos días aprendí y todavía recuerdo.

En los tornajos que me van quedando por la derecha y el lado de abajo, entre el arroyo y la carretera, se extiende la llanura de los olivos. Cerca la cascada de la acequia y los pinos de bello porte. En aquellas tardes, más de mil y todas deliciosamente bellas, junto a estos tornajos estuvimos comiendo los bocadillos de chorizo, las castañas asadas en la lumbre de la llanura y jugando los juegos de la ilusión más limpia. En aquellas tardes, al principio, todavía no estaban los tornajos. Sólo había una pequeña fuente con su chorrillo limpio y la música del agua cayendo de este chorrillo. Luego construyeron estos tornajos y aunque nos extrañó un poco enseguida nos acostumbramos a su presencia. Todavía siguen aquí y sólo Dios sabe hasta cuándo.

Por el carril de tierra que desde esta carretera se aparta para los tornajos suben dos burros muy viejos y famélicos. Sobre sus lomos dos ancianos sentados que ni siquiera me miran al pasar. Sus caras están arrugadas, tostadas por el sol y resecas. ¿De dónde vienen y quienes son? Ni me conocen ni los conozco. Por la derecha y remontado en todo lo alto de la cumbre me va quedado la Piedra de los Agujeros. Un bonito peñón donde anidan las águilas y que siempre me llamó la atención pero que nunca toqué con mis manos. Por las cumbres de estas sierras nunca anduve. Por eso desde aquellos días me siguen pareciendo misteriosas, lejanas y llenas de secretos. Al fondo veo al pueblo sobre la ladera. Recostado como en aquellos días y sumido en sus sueños también para mí misteriosos. Por aquellos días y hoy también envidiaba y sigo envidiando a las personas que viven en este pueblo. Siempre los sentí mejores que yo. Igual me ha pasado con todos los habitantes tanto de los pueblos como de los cortijos de estas sierras. Todos sois mejores que yo y sin embargo ninguno ha llegado a ser amigo sincero mío. Por más que lo he querido y hasta lo he suplicado en más de una ocasión no logré la amistad sincera de nadie de estas sierras, de sus cortijos, de sus aldeas y de sus pueblos.

La otra fuente a la sombra de los pinos y esta sí tiene su chorrillo de agua. ¡Qué bonito es todo este rincón! Rozo ahora el recogido lugar por donde corría el arroyo y se despeñaba la cascada de aquellos juegos en las tardes y mañanas. Hay una acequia tallada en el tronco de un pico que cruzaba de un lado a otro de la cascada para conducir el agua a las tierras que debía regar. ¡Cuántas veces fuiste y viniste por este tronco de acequia! Te inventabas un juego y enredado entre sus brazos te ponías a hacer equilibrio por los bordes de la acequia tallada en este tronco de pino. Hoy no veo este tronco de pino. Estoy seguro que ya no está. Ha pasado tanto tiempo que no puede estar. Se tiene que haber podrido y seguro que la acequia también se ha roto. Ya no riega ninguna de las tierras que regó en aquellos tiempos porque estos rincones ahora son Parque Natural.

Más adelante del rincón de la cascada y también por la izquierda se aparta un ramal de carretera. Va al rincón del que por aquí llaman antiguo Seminario. Un edificio muy grande que construyeron en tiempos lejanos y que en los últimos años lo fueron adaptando hasta rematarlo en un lujo hotel. Por este ramal de pista me aparto y en unos metros ya estoy en los aparcamientos de este lujoso y amplio hotel. Dejo el coche junto a los otros coches lujosos que esta mañana hay aquí y mientras me dirijo a las puertas de este edificio miro y observo. Desde hace mucho tiempo me intrigó este rincón y el edificio que digo. Pero en aquellos días y los que siguieron no vine nunca por aquí. Era como si respetara algo muy privado y a la vez extraño. Al pasar hoy no he podido contenerme y aquí estoy.

Sé la historia no del edificio viejo sino la del hotel que de aquello construcción ha resultado. Una historia que se mezcla y enreda con las de otros edificios y hoteles dentro de este Parque Natural. Y las personas que protagonizan la leyenda de esta historia tienen mucho a sus espaldas. Una extraña fábula a la que dieron lugar ellos mismos y que ha dañado a muchas de las personas nativas de este Parque. No diré nada más porque creo que de mi parte no debo perder ni un minuto en los cuentos de estas personas. Me duelen porque no las encuentro correctas pero a mí no se me ha perdido nada en esto.

Entro al lujoso y nuevo hotel. Saludo y pido alguna información. Como me esperaba todo está enfocado para gente con mucho dinero. Dormir una noche aquí no está a mi alcance. No puedo yo gastarme el dinero que cuesta una habitación para una sola noche. Lo siento y doy las gracias. Salgo y me retiro. Observo que el edificio está levantado en un rincón muy bello. Quizá el rincón más bello de todas estas sierras. Le han construido amplios y buenos aparcamientos, campos de golf, piscina y hasta algunos espacios para que se lo pasen bien los niños. Han levantado un buen hotel y con mucho lujo en este rincón del Parque Natural.

Me pongo en marcha y por la misma carretera que he llegado regreso, al llegar a la que sube desde la Peña del olivar tuerzo para la izquierda y sigo remontando. A los parajes que ahora voy a recorrer siguiendo la carretera hasta la cumbre se le conocen con el nombre de la Umbría de los Talazos. Una extensa umbría tupida de pinares de la especie laricios que son los que tienen troncos recios, rectos y blancos. A pesar de aquellos “Talazos”, gran tala, quizás descontrolada y por eso a lo bruto, en la hermosísima umbría crecen ejemplares de pinos muy bellos. Por aquí la carretera asciende mucho más llana y va cortando la curva de nivel de los mil trescientos metros hasta llegar a los mil cuatrocientos y algo más.

En poco rato corono a la cumbre. Por aquí la carretera se endereza un poco y lo hace justo cuando ya se torna llana y se mete por entre un espeso y recio pinar de pinos laricios. Es muy bello este rincón. Desde el primer día que lo vi me gustó por la belleza de sus pinos, las tierras que lo conforman, las sombras que proyectan estos pinos, los amplios horizontes que desde aquí se abren y otros mil matices que me llegan a alma y no sé que nombre tienen. Recorro despacio el trozo de carretera que corona y vuelca y al girar para la derecha y comenzar a bajar por la que ahora es vertiente del río Tus y terrenos próximos a las Acebeas, por la izquierda se me queda un carril de tierra. Lo recuerdo. Es el carril que baja a la serrería del río Tus y que recorrí y recogí en mi libro “Desde Segura de la Sierra el pueblo de la Cumbre”. ¡Qué tiempos aquellos y con cuanto sentimiento los revivo en estos momentos!

Ya por aquellos días vivía la angustia del destierro que presentía y que se confirmó tan solo unos años más tarde. Y tengo que decirlo: a lo largo de todos los días que tuve la suerte de pisar estas sierras sentí vivamente la angustia del destierro. Lo temía en todo momento y especialmente al terminar el curso. Y un día, tal como lo había presentido el destierro se confirmó. Se hizo realidad y hoy, cuando escribo estas líneas, lo hago desde la cárcel de ese destierro. Muy lejos de las sierras que voy describiendo. La muerte y la angustia se me amontonan en la garganta y en el alma y no me deja vivir. No puedo vivir porque estoy viviendo una realidad que ni me pertenece ni amo. Lo siento de verás. Lo siento mucho.

Recién coronada la cumbre de la Umbría de los Talazos giro en la curva por donde a la derecha se aparta el carril de tierra que lleva a la Serrería del río Tus y al cortijo de Cardeña. Enfila la carretera hacia el rincón de las Acebeas y en cuento traza unas cuantas curvas muy cerradas se mete en un pequeño arroyuelo. Mas que arroyuelo es una amplia cañada donde empieza a fraguase el cortico arroyo del Tambor, afluente del arroyo Andrés y éste a su vez a fluente del arroyo del Tejuelo y del río Tus por la cascada del Saltador o del Saltillo. Justo aquí mismo, donde la carretera cruza la vaguada de este incipiente arroyo del Tambor, por la derecha se aparta otro carril de tierra. Es un carril amplio y llano pero muy misterioso para mí. No lo conozco. No lo he recorrido nunca y hoy tampoco lo voy a hacer. A pesar de mis años recorriendo estas sierras todavía me quedan muchos rincones sin pisar, sin conocer, sin amar aunque esto último no sea cierto.

Pero de este carril sé que sube llaneando por las tierras de la cañada que viene dando forma al arroyuelo del Tambor y se asoma para el barranco de la Umbría de los Talazos y el arroyo de la Canalica que es el que he recorrido desde la Peña del Olivar hasta la cumbre. Este carril de tierra o pista forestal como también le llaman en estas sierras se asoma al barranco que he dicho y un poco antes de llegar a los Pozos de la Nieve tiene un bonito mirador sobre el barranco que atrás decía. Va este carril por el lado norte del monte de las Acebeas que tiene 1536 metros de alto y en su punto más elevado alcanza los 1620 metros. En cuanto pasa el lugar de los Pozos de la Nieve se viene para el lado de la derecha que es el lado del barranco y por donde sube la carretera y comienza a bajar hacia el Camping de la Canalica. Es el camping que construyeron por encima de la cascada de nuestros juegos en aquellas tardes y por eso le quitaron el agua tanto a la cascada como a la acequia que corría por el tronco del pinto y también a la fuente que hay junto a la carretera.

El que carril que vengo comentando en cuanto pasa los Pozos de la Nieve tuerce para la derecha y enseguida roza un rincón muy bello. Se le conoce con el bonito nombre de la Fresnedilla. Esta palabra hace referencia a un lugar donde crecen fresnos pero no en gran cantidad y por eso es Fresnedilla. En diminutivo y aclaro ahora también que este nombre se repite mucho a lo largo y ancho de estas sierras. Hasta donde yo sé estas son las veces que se repite: Dehesa de la Fresnedilla, cortijo de la Fresnedilla, La Fresnedilla, casa forestal de la Fresnedilla, arroyo de la Fresnedilla, Filos de la Fresnedilla, Fuente de la Fresnedilla, Barranco de la Fresnedilla, Senda de la Fresnedilla a los Hoyos de Muñoz. Y los puntos son por el nacimiento del río Aguasmulas, Sierra de las Villas, barranco de Roblehondo, por las Acebeas y otros lugares.

En mi recorrido de hoy por este concreto rincón de la sierra y mientras una vez más me empapo de lo que tanto amo y vitalmente necesito, mientras una vez más me despido a la vez que abrazo y saludo en este tan singular encuentro, ya dejo atrás el carril de tierra que venía diciendo. La carretera ahora se pone recta sobre las llanas tierras de la cañada que va dando forma al arroyo del Tambor y los hermosos pinos laricios me siguen saludando. Es muy hermoso este rincón. Por la izquierda me va quedando el surco del arroyo, las tierras llanas y un buen bosque de pinos aun no muy grandes. Por la derecha se empieza a estirar la ladera del lado norte de las cumbres de las Acebeas. Sobre 1200 metros es la altura por aquí.

Me paro. Es tan bonito este rincón y me hiere tanto en el alma que me siento impulsado a pararme. Por entre los pinos jóvenes de la izquierda y a su sombra dejo el coche. Cojo mi vieja manta, el cuaderno y el bolígrafo y subo unos metros por la ladera de la derecha. En la vaguada de un arroyuelo y a la sombra de dos hermosos pinos laricios tiendo la mata. Sobre la fresca hierba que cubre el suelo de este recogido barranco. A pesar de ser pleno mes de agosto el suelo de estas laderas está cubierto por un espeso manto de hierba. Solo las matas mas altas se han secado, lo demás permanece verde como si fuera plena primavera. El aire que corre es fresco, muy fresco y puro. El sol cae y quema con fuerza y por eso las chicharras están excitadas al máximo. Pero el aire es fresco, el silencio total y la soledad aun más densa. De todo esto es de lo que más me sobra en la vida mía pero la soledad, el silencio, el sol, el cielo azul y el aire fresco de este singular rincón serrano tiene una característica especial. Bien lo sé yo y por eso me he detenido.

Sobre la vieja manta estiro mi cuerpo. Me tumbo a todo lo largo y boca arriba. Me dejo bañar por la densa y suave sombra de estos hermosos pinos serranos. Estoy solo. Completamente solo como tantos y tantos momentos en la vida que me está tocando vivir. Quiero escribir alto. No sé ni de qué ni qué pero quiero escribir algo. En el alma me bullen los sentimientos, la pesadumbre de tu ausencia y el desprecio de tantos y tantos. En el alma me bullen y escuecen los pensamientos y las ausencias. Estoy solo y por eso necesito escribir las cosas que ahora mismo me abrazan y queman. Es la única forma de encontrar un poco de consuelo. Te traigo a mi mente. Te paseo por mi mente con la urgente necesidad de agarrarme a ti y que me de un poco de vida. Pero el dolor se intensifica en todas las fibras de mis carnes y espíritu. Eres ausencia total. La ausencia más honda de cuantas ausencias se me han enganchado al alma. ¿Por qué? Me pregunto con la certeza ya de ante mano de que ni tu ni nadie va a responder esta pregunta mía. Pero me pregunto por qué y quiero llorar. Necesito llorar para consolarme a la sombra de este hermoso pino laricio, besado por la hierba verde y acariciado por el fresco viento de las montañas que te pertenecen.

Escribo sin ganas. Llorando y asfixiado de soledad pero escribo lo que puedo y de cualquier manera. Sobre el papel voy dejando letras y líneas que van dando cuerpo al diario que estos días voy redactando. Un diario que ya tiene casi un año de vida y que quiero continuar hasta que por lo menos se complete el año. Y también me pregunto ¿Para qué este diario y para qué las cosas que cuento en él? Sé que nunca lo leerás. Nunca lo leerán otros muchos y aquellos que a lo mejor sí le leen lo hará por la curiosidad de saber qué dije o pensé de esto o aquello. Lo leerán para criticarme y posiblemente condenarme como casi siempre han hecho desde que tengo uso de razón. Lo leerán para juzgarme y condenarme pero aun sabiendo esto escribo este diario. Desde hace casi un año ya escribo un diario que voy completando en las primeras horas de los días que llegan. En estos momentos y bajo la sombra de estos pinos escribo algunas cosas para las páginas de este diario y así se me hace más llevadera la soledad que me has regalado sin que yo te la haya pedido ni la quiera.

Cuando ha pasado media hora ya tengo escrito todo lo que creo es más importante. Ya no sé qué más dejar sobre las páginas de este diario. Suelto el bolígrafo y el cuaderno y cambio de postura. Frente al azul del limpio cielo que cubre a estas montañas sigo tumbado sobre la manta. Un pequeño pajarillo revolotea por entre las ramas de los majuelos que me cubre por el lado de arriba. Arrulla una tórtola y canta una abubilla. Las chicharras no paran en su monótono y denso concierto. El sol cae aplastante como en una lluvia recia y ancha y el viento pasa besando amorosamente. Como si no tuviera en cuenta ni mis pecados ni la desdicha que tengo clavada en esta desgraciada vida mía.

A pesar de la paz y el río de belleza que me regala la naturaleza de este rincón no me siento bien. Me falta dicha, gozo, amor, presencia humana con quien compartir este extraño sueño mío y el dolor que me va consumiendo. Estás en mis pensamientos pero con la sensación de pérdida para siempre. Tengo ya bien asumido que no te podré ver nunca más. No podré oír tu voz, no podré compartir nada contigo. Ya eres pérdida para siempre y creo que incluso en aquella otra vida que espero después de esta. Lo siento mucho. Lo siento de verás porque tan malo no fui contigo ni tampoco con los otros. Pero en mi alma tengo la sensación de que te he perdido para siempre. ¿Es decisión del cielo? Tengo que decir que hoy día ni siquiera tengo claro que el cielo decida que las cosas sean como me están ocurriendo. No lo tengo claro porque presiento que el cielo no decide estas cosas.

Con mis ojos miro fijo a las tres nubes blancas que surcan el azul que me cubre. Me recreo, como lo hiciera un niño pequeño, en el movimiento que el viento imprime a las ramas de los pinos que me dan sombra. Ni siquiera me apetece pensar. Ni siquiera deseo ocupar mi cerebro en pensar nada. Me entretengo en los pajarillos que saltan por las ramas de los pinos curioseándome. Para ellos soy algo extraño y nuevo por aquí. Quizá nunca en todos sus días hayan visto a un ser humano tumbado sobre una manta entre la hierba de la cañada y a la sombra de los pinos. Mirándolos dejo que pasen los minutos y cuando ya estoy cansado me concentro en las hojas secas que caen de los pinos. Se desprende con el calor del verano y surcando el aire caen al suelo por entre la hierba de la cañada.

Sin más dejo que pase el tiempo. No tengo casi nada que decir o comentar a pesar de morirme asfixiado en un torrente de ideas y de sentimientos. Pero en estos momentos no tengo más que decir. Repito otra vez que estoy solo en el centro de este brillante día de verano y en el centro de este hermoso paraíso verde. Dejo que mi mente se duerma aburrida y al poco me levanto. Recojo la manta y las cuatro cosas que por aquí he puesto y me voy. Subo en el coche y me pongo a rodar por la solitaria carretera que va surcando estas soledades. Las soledades de mis amores y mis desconsuelos en este terrible destierro que entre los humanos estoy viviendo. Por unos minutos he gozado el hondo silencio que regalan estas sierras, del rumor del viento quebrándose en las hojas de los pinos, del brillante cielo azul y de los horizontes recortados sobre las cumbres que me llaman. He gozado del fresco del paisaje, de la hierba, de la rectitud del tronco de los pinos laricios y de un rincón más de estas sierras que ahora tengo mucho más lejanas y prohibidas.

Sobre las seis de la tarde voy avanzando por la estrecha carretera que surca los pinares de estas montañas. Vuelvo otra vez al pueblo de la cumbre por donde en estos días me refugio. Y mientras regreso y avanzo me repito como tantas otras veces. Me repito que sin duda sería muy hermoso todo esto que estoy viviendo en estos días sin, como tantas otras personas, tuviera yo también con quien compartirlo. Aunque solo fuera en algunos momentos me sería suficiente para encontrar el consuelo y la dicha. Dios basta en algunas ocasiones pero Dios no puede llenar el vacío que hay en mi alma. El afecto de las personas es necesario para sentirse realizado y encontrar la paz. Dios existe y está pero el alma que va por los caminos de estas montañas también necesita del calor humano para sentir la vida y notar que la dicha puede ser real.

Por hoy y sin que sea el punto final termino el recorrido que he trazado por las sierras de este Parque Natural. Vuelvo al corazón del Pueblo de la Cumbre donde ya he dicho, por unos días en este mes de agosto, tengo mi refugio. Son muchos los caminos y los paisajes que por estos días quiero recorrer y pisar pero por hoy pongo punto y final a la ruta trazada. Mañana me iré por otros rincones de estas sierras y, si las cosas me salen como tengo pensado, a lo largo de los días que pienso estar por aquí viviré y contaré lo que mis ojos vean y mi corazón sienta.


HUELGA UTRERA

‑ Mira, en ese mismo rincón existe una recogida aldea que es pura joya. Huelga Utrera se llama y ya sabes que huelga significa huerta. La Huerta de Utrera o Huerta Utrera sería lo claro pero su nombre de siempre es tan bonito que nosotros no vamos ni a tocarlo. De la carretera se aparta una pista a la derecha y metiéndose por entre fresnos, cruzando el río que ya es el Segura, subiendo una pequeña cuesta y dando unas curvas, se llega a la aldea.

Se ubican estas casicas justo en la misma orilla del río Segura cuando ya a éste sólo le quedan unos metros para entregarse a las aguas del río Madera. Nada, diez casas que ya te decía antes son como las perlas de la joya grande donde la vegetación es abundante y espesa y el agua lo baña todo.

Quiero que sepas una cosa: “la apariencia engaña”.
- Explícate.
- Al ver un río y otro puede darte la impresión que el principal, el importante no es el que desciende desde las aldeas de Pontones y se hunde en el barranco por donde te encuentras ahora, sino que el río grande, el real, es este: el Madera.
‑ ¿Por qué puede aparentar esto?
- Porque el río Madera va recto, hermoso, señorial bajando decidido por su también gran barranco y el otro, el realmente grande y principal, el Segura, sin pretenderlo y sin que se entere el Madera, se le cuela por el lado derecho, agazapado por entre las casas de la aldea y más aplastado aún por entre los fresnos y las zarzas. Y como el gran Segura viene misteriosamente oculto en la zanja que tuvo que horadar en las laderas desde las que descuelga y como también viene torcido y al llegar al Madera es cuando se endereza y levanta con altivez, no te crees la realidad hasta que te entra por los ojos. El río Madera no es el principal aunque lo parezca sino el río Segura aunque no lo parezca.

Tú llegas después de recorrer el kilómetro de pista de tierra, al corazón de lo hermoso, dentro de lo modesto y sencillo. Al girar a la derecha, la pequeña plaza, con la gran noguera en su centro y un señor mayor sentado en los espléndidos bancos de hierro bajo la espesa sombra. Si le pregunta, porque es casi lo primero que en ese momento piensas, te dirá que la noguera, que este año sí tiene nueces, ha vivido ya 38 inviernos.
- Tantos como tú.
- Pongamos la mitad que yo.
- ¿Y qué aguardas aquí?
- Esperar es existir.
- Pero se dice que en la espera se sufre tanto por lo que se desea, que no se puede soportar otra presencia.
- Y también se dice que la espera comienza cuando ya no hay nada que esperar, ni siquiera el fin de la espera. La espera es fruto de grandes corazones y muy fecunda en aciertos. Pero en fin: Mato el tiempo. Se está aquí tan fresquito, a estas horas del día, todo silencio y paz, que de aquí a la gloria, sólo un paso.
Te dirá él expresando así lo feliz que se siente en su noguera, su sombra, el fresco que bajo ella corre y el gran silencio roto sólo por la corriente del Segura que la roza.

El edificio que hay ahí mismo es el de correos. Clavado en el tronco de la noguera pusieron el buzón. Si le preguntas.
- ¿Y para ir a las juntas?
te dirá que:
- Donde las aguas limpias del río Segura se besan con las aguas inmaculadas del río Madera, para llegar al punto que por aquí conocemos como Las Juntas, usted se va por aquí; por esta calle que tiene enfrente y nos queda un poco a la izquierda. Enseguida sale a la presencia de las dos encinas más grandes de estos contornos. Centenarias son y tienen hasta sus parras trepando por los troncos y encaramadas por entre todas las negras ramas de las viejas encinas.

Usted se mete por debajo de ellas y justo ahí tuerce a la izquierda. Es una sendilla de tierra de la cual siempre se lamentan los turistas cúrsiles pero usted no se lamente sino goce de la belleza para así no caer en la impersonalidad. En cuanto baja una corta cuestecilla se extiende la pasarela. El es un puente de los de aquellos tiempos. Así que sólo verá como una gran plancha de hormigón que va de un lado a otro del río sin baranda a los lados. En aquellos tiempos sólo necesitábamos lo necesario, lo realmente importante que era poder cruzar el río para ir y venir a los cortijos de unas laderas y otras. Y ya desde ahí no tiene pérdida.

Y no tiene pérdida: en pasando el puente ya no hay nada más que seguir la sendilla de tierra que avanza descendiendo ahora por el margen izquierdo río Segura adelante en busca del amigo para entregarse a él.
- A usted le acompaña en todo momento el sol que le da de lleno, el rumor de la corriente del río que por aquí sí lleva mucha agua a pesar de la gran sequía y el verdor por la hondonada del cauce. Nada, cinco minutos y acaba usted en una explanada repleta de espliego, mejorana, ajedrea y otros arbustos. Cuando de pequeño yo iba por el lugar, siempre me decía mi padre: “El que coge mejorana hace lo que le da la gana”. O también, cuando iba con mi hermana me decía que: “El que pasa por el romero y no coge de él, no tiene amor ni piensa tener”.

Y es que ahí, parece como si se hubieran concentrado las mejores, las más sanas y vigorosas plantas aromáticas de estas sierras. El llano aún pertenece a las riberas del río Madera. Por entre los tomillos, atravesando el campo, porque la senda ya se desdibuja, usted avanza torciendo un poco hacia la derecha y repentinamente, descubre las aguas del río Madera. Una fina sinfonía de corrientes mansas, surge del cauce. La sigue usted unos metros, saltando de piedra en piedra ya metido en la corriente y de pronto, se encuentra frente a las sosegadas aguas del Segura.

El río avanza por entre el bosque de zarzas y otras mil plantas y sereno, grandioso, limpio y saltarín se acerca al Madera que le recibe asombrado. El Madera, con ser más pequeño y parecer el principal, se le inclina, se le entrega humilde sabiendo que a partir de aquí él muere para que el Segura viva. Y como el Segura serrano, nunca ha sido ni será un río soberbio ni bravío ni pedante sino que desde los Campos de Hernán Pelea, las sierras bajas, su pequeño pueblo de Pontones y hasta aquí, recala lleno de franqueza y humildad, el abrazo con el hermano es también desde la pequeñez.

Como si en el fondo no quisiera ser lo que en realidad es. Como si estuviera practicando lo que tan normal siempre fue en los serranos. A pesar de caudal tan noble y aguas tan limpias, su encuentro con el Madera es como un abrazo desde el corazón y en silencio. Y aquí, en este mismo rincón que tampoco es grande ni ampuloso.

El río Madera sabe que su hermano mayor trae entre sus aguas limpias el mismo aroma de sencillez que brota de los pastores que en las altas cumbres lo ven nacer. Sabe que a lo largo de su recorrido también se va entregando a él, el Arroyo Azul por el barranco del Vierzo y el manantial del Molino de Loreto, donde ahora él tiene su nacimiento. Conoce esto y otros mil mundos bellos y por eso, a partir de esta junta, ya se deja enredar en los remolinos blancos y para siempre los dos se hacen uno.

Los helechos ahora parecen más grandes y hasta el mirlo acuático salta de acá para allá lleno de gozo. Usted se queda por ahí un rato gozando de la música del bosque, de matices tan único en el mundo, del fresco que las aguas van dejando a su paso por la ribera y del alegre remolino en el pequeño y azul charco donde ambos ríos han decidido para siempre fundirse en uno. Luego regresa tranquilo por la misma senda. Una excursión cortica, redonda en sí y completa como lo es el pequeño rincón por el que usted se mueve y el paseo discurre.

Y con esto concluimos.
- No del todo porque algunas cosas quería yo preguntar.
- Pues es el momento. ¿Qué quieres saber?
- Hace un rato sacaste a colación algunos representantes del reino vegetal correspondiente al grupo de las plantas aromáticas y medicinales. Mi pregunta es sobre el romero. Eso de “una medicina en la cocina” ¿cómo lo aplicáis vosotros por aquí?
- Pues muy sencillo. Queda explicado con la frase que también dice: “mala es la llaga que el romero no la sana”. Las heridas deben ser lavadas al menos dos veces al día con esta agua que se prepara de nuevo cada vez. Es espíritu del romero es perfumado, curativo, alegre. El olor que deja en nuestras manos si las rozamos al pasar, no deleitará durante el tiempo que dure su aroma. Si al caminar pisamos algún matojo su fragancia suave y dulce, nos hará ensoñar un instante. De la flor del romero extraen nuestras abejas aromas para la miel. Es, me atrevo a afirmar, la más natural de las recetas del romero.

Estas son algunas de las palabras que oirás del hombre mayor que toma el sol bajo la noguera de 38 años que llena con su sombra la plaza de la aldea. Esto te dirá y no te equivoca ni te engaña, ni se queda corto ni se pasa. Todo es exactamente tal como él te lo cuenta y si acaso algo más en cuanto a transparencia y sencillez pero ya sabes que los serranos son comedidos en la ponderación de sus excelentes realidades.

‑ En cuanto regreso ¿ya lo tengo todo visto en esta pequeña aldea según dices tan vergel?
‑ Eso depende de la urgencia que lleves, el cariño que sientas, tanto por la pluralidad de estas sierras como por los serranos y sus vidas. Pero al subir por las encinas verás ahí mismo que ya se amontonan los turistas que van llegando. Aunque si te fijas bien también verás que estos no son turistas del todo. Son los serranos que un día se fueron y como por aquí tienen ellos todavía raíces y sus trozos de tierras, vuelven en verano con los hijos y las familias y aquí se quedan el tiempo que puedan.

Por aquí ya los verás a ellos y hasta si te encuentras alguna muchacha rubia, alta y guapa hija de los serranos que un día se fueron, le puedes preguntar por curiosidades de la aldea. Le puedes preguntar por el bar y ella te dirá que aquí no hay ningún.
‑ Entonces, para tomar unos refrescos ¿no existe ni un pequeño bar?
Vuelves a preguntarle insistiendo de nuevo.
‑ Sólo hay una casa donde tienen un teléfono y se puede llamar.

En estos momentos se asoma a la puerta de la casa una señora diciendo que sí, que ella tiene aquí algo de eso que buscas. Al principio te extrañas un poco porque, como buen cateto y cursi que eres para no desmerecer en nada a la gente que son y viven en la ciudad y se pasan la vida nadando en la abundancia de la civilización y todas esas cursilerías, no haces nada más que mirar a ver si encuentras algún letrero que te diga que aquello es un bar, un restaurante, una discoteca o cualquier otra cosa que te remita a ese mundo tuyo.

Pero no, sigues lleno de asombro porque ante tus ojos no aparece nada que se parezca a la imagen que tienes en tu mente. Lo único que ves es una sencilla casa y eso sí: limpia. El cemento de la puerta recién fregado, las flores en la misma entrada frescas y regadas, en las paredes de la fachada, reluciendo el sol y en su interior, oliendo a limpia.
‑ Sí, aquí tengo lo que usted quiera, así que dígame qué le pongo.
Te sigue diciendo la señora dueña de la casa y con acento serrano.
‑ Pero si vengo buscando un bar.
Sigues recalcando.
‑ No importa. Esto es una casa particular pero sin ser un bar puede serlo porque si usted quiere tomarse algo no tiene nada más que decírmelo. Pero antes pase “para adentro”, por favor.

Te insiste ella para convencerte de que, en su casa, puedes encontrar lo que buscas. Pasas por fin al interior. Es una sala amplia con televisor, nevera, mesa y sillas donde se encuentra sentada la familia. Ella abre la nevera y te ofrece el refresco.
‑ ¿Este es entonces el bar del pueblo?
Machacas tozudamente. Te explican que este cortijo no es un pueblo y que su casa tampoco es un bar.

‑ Estas cuatro casas que usted ve por aquí, todas tan limpias, ordenadas, arropada por la sombra de la noguera y arrulladas por las aguas frescas del río Segura, no es un pueblo. Ya hace algún tiempo, en el principio, esto fue un cortijo y ahora es una reducida aldea. Huelga, para que usted lo sepa, significa huerta y Utrera puede ser el nombre o el apellido del que al principio tenía por aquí su huerta. Así que esto es la aldea de Huelga Utrera y en mi casa sólo tengo algunas cosillas para cuando, así como usted, viene algún turista. Aunque el agua del río y la que corre por la canal que pasa por la puerta, es buena y está fresca, ellos prefieren beber cerveza o refrescos de latas. Son así.

Algo confuso, humillado y aleccionado por la sencillez y nobleza de esta gente, su aldea y su huerta, empiezas a preguntarle que cómo están sobrellevando la escasez de lluvia. ‑ Mal. Nosotros antes oíamos hablar que había sequía y siempre decíamos que eso no era por aquí, que nunca llegaría tal problema a estas tierras pero fíjate ahora lo que tenemos.
Te dice, el marido de la señora que te ha dado el refresco. Y como le haces algunas preguntas más, te propone que esperes:
‑ Aquí mismo tengo unos gemelos que compré cuando estuve en Andorra. Vamos a ir a la era del cortijo y desde allí le voy a enseñar las crestas y cumbres que busca.

Se mete uno de los aposentos del fondo y al rato sale con el sombrero de paja y sus gemelos y gozosamente amable te lleva por donde crecen las encinas. Detrás de la casa de los que han vuelto, rincón donde juegan los niños, se extiende el pequeño rellano empedrado con cantos rodados del río.
- Esto fue la antigua era, donde toda la vida se trillaron las mieses en aquellos tiempos.
- Más tardío que en otros sitios habrán granado siempre aquí las sementeras.
Le preguntas.
- ¡Depende! Primero se decía: “Si en marzo oyes tronar, agranda la era y limpia el pajar”. Al final de la primavera ya se oían otros como: “Al llegar junio, le dice a mayo, tal te encuentro, tal te grano”. Aludiendo al grano del cereal. También otros decían: “Cuando junio llega, busca la hoz y limpia la era”. A punto de comenzar la faena, a unos y otros se nos oía decir: “En julio, lo verde y lo maduro”. Había que segar los cereales. O también: “Dijo el trigo al sembrador, con un grano o con dos, para julio estoy con vos”. Porque ya sabe usted: “Agua por San Juan, quita aceite, vino y pan”.

- Y la faena de la era ¿cómo resultaba?
- En todas las partes de esta gran sierra, las cosas eran así: una vez segado el trigo era transportado por caballerías a la era para ir extendiendo la mies hasta formar la parva. Subidos en un trillo era tirado por un par de mulos para dar y dar vueltas a la parva hasta triturarla. Se amontonaba la parva y se procedía a separar el grano de la paja. Proceso que se hacía aventando. Aventar es echar al aire el grano y la paja para que al caer, aprovechando el viento, se vaya por un lado el trigo y por otro la paja. Y por último, encerrar el grano en los trojes que son unos recintos cortados por tabiques situados en las partes altas de las casas y meter la paja en el pajar. Pasando el verano se decía que: “por septiembre cosecha y no siembres”.

- Y actualmente, en tu huerta ¿qué se siembre?
- En mi huerta, cuando ya va llegando el final de la primavera, se siembra de todo. Si usted viene por aquí sobre el diez de junio, ya verá sembradas las patatas, las lechugas bien grandes e incluso atadas, que algunas les podré dar para que las pruebe, los ajos gordos y altos, también le daré un manojo para que se haga una tortilla. Las habichuelas, por esos días aunque ya están sembradas, todavía se les verás pequeñas igual que los tomates, los pimientos, los melones y las calabazas. Aquí mismo, al lado de mi casa, tengo un bancal de zanahorias y el semillero de todas las otras plantas. En fin, que con lo que yo ahora siembro en mi huerta, tengo más que suficiente para la casa a lo largo del todo el verano.

Desde la vieja era, te pide que mires hacia las cumbres por donde detrás se extiende Cañada Hermosa.
‑ Ahí se ve la caseta de fogoneros donde he estado trabajando de vigilante cuarenta años. Cuarenta minutos tardaba en bajar desde lo alto, atravesando el campo, a por alimentos a esta casa mía y dos horas echaba luego en regresar a la cumbre.
‑ ¿Cómo se llama aquello?
‑ Ese pico se llama la Campana y ya son dos con el otro cerro de la Campana por donde nace el río Aguasmulas. Al macizo entero se le llama la Buitrera y aquellos dos escalones, aquello los Poyos de la Toba y por allí es por donde desde la Toba sube una pista que engancha con la que viene de Santiago en Cañada Hermosa justo donde se agazapa la “Tina del Organista”. Por aquí a la derecha del río Segura tenemos Cabeza Gorda que además de ser un monte con 1536 m. también es o más bien fue una pequeña aldea, una cortijada... El Portillo, las Varas o Castellón de las Varas, junto con Poyo Escribano, Picón de Rufino y los Algaides. En las cumbres de Buitreras, la Piedra Dionisia, Poyos de Diego Martínez, Tola del Aljibe, cortijo del Aljibe, Charco, cueva o cascada del Aljibe el Portillo, Cerro de la Misa y el Calar del Pinos que como su nombre indica es un calar, es decir, un buen conjunto de montes, llenos de grandes rocas calizas. Al menos cinco de ellos rozan y hasta pasan los 1.500 m.

- ¿Y lo de la cueva que me dijiste?
- Pues lo de la cueva esa que me preguntas, te lo voy a explicar: se sube por ahí, una sendilla que se aparta del lado de arriba de la pista, en la misma curva. Una vereilla de na que hay que conocerla muy bien ya que la trazaron las cabras y por eso ni va recta ni se ve con claridad pero yo la conozco. En unos metros remontas el poyo que se llama de la Cruz y se mete en el barranco, cruza las tierras llanas que en otros tiempos fueron huertas y pasando bajo la noguera redonda, cae al surco del arroyo. Un poco antes de llegar, nos encontramos un mojón que divide tres lindes: el Coto de Huelga Utrera, Poyos de la toba y Coto de Despiernacaballos.

¿Qué cómo se llama ese rincón?
- Claro que me gustaría saberlo.
- La cueva siempre nosotros la hemos llamado con el nombre de Cueva de la Aljibe. Y esto se debe a que en su interior se forma un precioso charco de aguas transparente, motivo por el cual también la llamamos Cueva del Charco. Pero como la cueva se ha ido formando de la cascada que por ahí cae, también la cascada la llamamos del la Aljibe. Un cortijo que existe algo más abajo lleva el nombre de cortijo de la Aljibe y hasta el mismo barranco. ¿Me explico?
- Con toda claridad pero según vamos avanzando me surgen curiosidades.
- Dime una.
- Si la cueva se encuentra en una cascada, explícalo.
- No es fácil pero como la idea sí la tengo clara, lo intento:

Por el surco del arroyo, desde lo alto de la cumbre, la cascada cae. Hay un gran escalón de rocas por donde salta la corriente. En la parte de abajo, donde ya se quiebra el chorro, entre la cascada y la pared queda como una oquedad y resulta lo siguiente: como tú sabes que el agua de las corrientes, al pasar por las rocas siempre va cuajándose, pues aquí empezó a cuajarse desde arriba. Con el correr del tiempo, por donde mismo caía el agua, se fue fraguando un pequeño tabique de ese cuajado del agua. La delgada pared se empezó a formar también desde abajo y más con el correr del tiempo, el tabique de arriba y el de abajo, se unieron. Por detrás, entre este tabique y la oquedad de la pared rocosa, ha quedado un gran espacio cerrado. Eso es hoy en día la cueva.

Y claro, como aquello es la corriente de un arroyo que al pasar por allí se hace cascada, el agua mana por cualquier sitio. Incluso en verano, por cualquier punto de aquellas paredes, brotan gotas de agua limpia que lentamente va embalsándose en la parte baja donde se forma el charco. De ahí el nombre de la cueva. ¿Qué te parece?
- Más que interesante.
- Pues otra curiosidad.

- Como me has dicho que aquello tiene tanta agua y como estoy viendo, queda en umbría, si esa cueva, además, tiene buena luz, ¿qué plantas curiosas crecen en las paredes?
- Esa es otra: porque las plantas son muchas y entre ellas dos muy originales: la Aguileña de Cazorla, según me han dicho a mí, y la famosa insectívora. La pingüicula. ¿Te lo crees?
- Me lo creo pero te confieso que es una sorpresa para mí. Según esta cueva y esas flores, la Aguileña de Cazorla no sólo crece en aquellas tierras, sin también en estas de Segura. Y lo de la Pingüicula vallisnerifolia, aunque su territorio es más amplio que el de la Aguileña, también es una novedad para mí en este lugar.

- Pues si tú vieras los chuzos de piedra que dentro de aquella cueva crecen, te asombrarías. Aunque ya muchos están partidos. ¿Y sabes por qué?
- Me lo imagino.
- Son pocos los que conocen el lugar pero ya sabes tú cómo es la gente: uno se lo cuenta a otro y el segundo al tercero y el cuarto viene con un regimiento. Comienzan a decir que esto es bonito y que sería interesante llevarse un recuerdo y ya ocurre lo trágico. Uno arranca el mejor chuzo de la cueva, otro corta una flor, el tercero se lleva un ramo de culantrillo para sembrarlo en su chalé y los cuartos, quintos y demás, amarran cuerdas para escalar por las rocas. ¡Una pena porque este rincón que era bonito y estaba lleno de tranquilidad, empieza a estropearse y a llenarse de personas!

- ¿Y qué solución le ves tú al problema?
- La solución, cuando las cosas ya se desmadran, es muy difícil pero los vecinos de esta aldea, cualquier día de estos podemos comprar vallas y cercar esta cueva. Queremos y nos gusta que el personal que venga por aquí disfrute pero si la gente no sabe comportarse y respetar lo que aquí tenemos, vemos con malos ojos su presencia por estas tierras. Pasa lo mismo con los cortijos.
- ¿Qué es lo que pasa con los cortijos?
- Pues que como resulta que casi todos se han quedado abandonados, ahora los están comprando gente de fuera. Muchos de otros lugares de España y otros del extranjero. Compran los cortijos y las tierras que les rodean y claro, así poco a poco, la sierra puede pasar a mano de personas de fuera y luego vienen los inconvenientes: como esas fincas tienen dueño, ya nadie puede pasar por las tierras ni tampoco nadie puede disfrutar de las cosas que las tierras tienen. Eso es un fastidio y una cosa mala para estos montes.

Así que resumo para que te quede claro: la cueva, el charco, la cascada y el cortijo se llaman de la Aljibe. El otro cortijo que existe un poco más abajo, se llama Despiernacaballos, como la ladera y el puente que del tiempo de los moros existe por ahí. Más abajo el arroyo de Cañada Hermosa, se junta con el de Segura. Y desde aquí, lo que nos queda enfrentado con la Cueva de la Aljibe, se llama Piedra de la Ventana, Cueva de la Paja, con el Puntal del Calar del Pino, el Cerro de la Misa que ya lo conoces, Piedras Bermejas, arroyo de la Tejera, Barranco y Cortijo de los Fresnos que es donde yo nací y me críe y arroyo Patas. También se encuentra por ahí la Venta de Benito y el Molino de Arrancapechos que es donde en aquellos tiempos, se molía todo el trigo que por aquí se cosechaba.

Por supuesto, el molino se movía con el agua del río Madera. Y para terminar, te voy a decir que nosotros por aquí siempre hemos dicho que “cuando el Barranco de los Fresnos tiene niebla, mañana lloviendo está”.
- Claro, es parecido a lo que dicen del Yelmo en Segura o del Calar del Mundo en Siles.
- Pues ya queda todo explicado aunque bastante a lo grande. ¿Qué era lo que antes me decías?
- ¿Te preguntaba por lo de aquel día?
- ¿A cuál te refieres?
- Al día que los niños se mudaron, que no fue mudanza sino una visita temporal en forma de juego, del cortijo de arriba al de abajo porque el tío Andrés se puso tan grave que se moría.
- El tío Andrés se murió. Aquel mismo día, cuando amaneció, ya no tenía vida. Tuvo por la noche un fuerte dolor en el corazón y como también estaba malo de una gran úlcera en el estómago, cuando alboreaba el día, sus familiares preparaban el caballo para sacarlo de estos barrancos y llevarlo el pueblo pero no dio tiempo. ¿Cómo sabes tú lo de aquel día?

- Me contaron sólo un poco y como me gustaría conocerlo completo, por eso te he preguntado.
- Pues yo lo sé porque también me lo contaron. Aquello ocurrió hace muchos años. Yo no había nacido todavía y claro, en tiempos tan lejanos, es normal que ni hubiera carreteras ni coches, ni médicos y menos aún dinero para curar las dolencias y enfermedades de las personas que vivían por aquí.

Uno se ponía malo de úlcera o de cualquier otra enfermedad y si no se curaba con las plantas que tomaba, se moría porque nadie podía hacer otra cosa. Los serranos desde siempre tuvimos nuestros propios remedios para curar las enfermedades. Los cocitorios de mejorana, tomillo, espliego, hiedra y romero, era lo más corriente.
- ¿Y cómo era la relación de los vecinos con los enfermos y familiares?
- Siempre acudía el vecindario a preguntar por el enfermo y a ayudar, si hacía falta, sin interés ninguno. Jamás se desasistía a un enfermo y se consideraba una gran falta social el no visitarlo en tal trance. Si el enfermo carecía de parientes que lo cuidase, los vecinos remediaban tal falta.

- Así que esto es lo que a mí me contaron. Si quieres ahora seguimos con los nombres de estos lugares.
- No mucho rato más porque tengo prisa. Pero antes yo quisiera una cosa.
- ¿Qué es lo que quieres?
- Ya que estamos metido en faena, podríamos darle un “repasico” al rincón ese de la aldea de Los Anchos. Cuando pasé por allí me debí haber parado y preguntar. Aunque lo mejor hubiera sido ir a la aldea pero con estas prisas, a ver quién es el guapo que goza de estos lugares como ellos se merecen.

- De la aldea de Los Anchos yo no te puedo decir demasiado.
- Para ir hasta ella ¿Por dónde tengo que coger?
- Cerca de la Venta de Rampias, se gira a la izquierda si vienes bajando, pasas un puente sobre el arroyo de Los Anchos y justo a la salida, a la izquierda, un indicador te señala la ruta que tienes que seguir. Es un carril con ocho kilómetros, de tierra todo polvoriento. Antes de llegar a la aldea, a la izquierda se te queda el “cortijo de la Maja Oscura” y luego ya en ella te saluda la capilla. Esta aldea serrana llegó a tener más de treinta vecinos y actualmente sólo viven allí unas tres o cuatro familias durante todo el año aunque como ya sabes, en verano vuelven los que se fueron.

En la ladera, casi en el centro del barranco, se alza la aldea. Cuando la nieve cae sobre estas sierras, casi siempre se cubre pero luego al llegar la primavera, desaparece la nieve y brota la hierba. Por detrás y por delante, corren los arroyuelos y por la fecha en que brotan las flores, todavía algunas veces llueve, bajan las nubes por los barrancos y al amanecer la niebla sube por los pinares de la ladera. El arroyo grande, se llena de agua por la nieve que arriba se funde y al despeñarse buscando al río Madera, desde la aldea se le oye cada vez más claro.

La capilla es un edificio muy sencillo que fue construido sobre las ruinas de un antiguo templo que se hundió del peso de aquellas grandes nevadas de otros tiempos. Tú continuas, pasando un pilar lavadero y desciendes por la ladera del valle por donde se encuentran edificadas las viviendas.

Todas esparcidas en calles de trazado irregular y con vegetación natural y espontánea. Aquellas calles todavía están sin asfaltar y aún no tienen alumbrado público. Como por aquí, allí también crecen los grandes nogales. Entre los muchos elementos que aún se conservan con la personalidad de aquellos tiempos, destacan los hornos para cocer el pan. Son ahora tres aunque hubo algunos más en tiempos pasados. Uno de ellos se hunde sin remedio, los otros dos se conservan bien, aunque sólo uno se pone a veces en funcionamiento.

Por el valle te puedes encontrar con la fuente conocida con el nombre de El Peñón. Tiene agua muy fresca y es de este manantial de donde se abastece la aldea. De este manantial se riegan, además, las huertas, se nutre el hermoso cauce del arroyo de Los Anchos y el aire del barranco, se llena de rumor. Y ya no te puedo decir más de esa aldea. Creo que lo mejor es que un día te vayas por allí y despacio te empapes de ella.
- En cuanto pueda, eso es lo que tengo que hacer pero ahora mientras tanto, cuando llega el otoño por ese barranco que me han dicho, es tan hermoso ¿qué sucede?

Y él durante todo este largo rato, te ha atiborrado no sólo de nombres, sino de pequeñas historias ocurridas por estos lugares.
- Si quiere usted podemos seguir tres días sin parar.
- Es una pena pero hoy sí tengo prisa para parecerme bien a un buen turista. Otra vez será.
- Cuando usted quiera.
Le dices que otro día porque hoy tienes que irte. Te quedan muchos valles, barrancos y laderas por recorrer. Es decir: la cantidad más que la calidad a pesar de que sabes bien esa máxima de San Ignacio: “No el mucho saber sacia el alma sino el gustar profundamente de las cosas”.

Pero aquí lo dejas en su era, con sus gemelos, su acogedora morada donde te has saciado de aquello que tanto deseabas, y te vas. Cruzas el canalillo de agua que baja desde el río y pasa por la misma puerta de su casa. Ahí mismo, en la reguera repleta de tan limpio líquido, y en la losa tallada en el cemento del canal, lava la señora que has saludado hace un rato. Al pasar y mirar ella te dice que sí.
- ¿Sí a qué?
- Que esta es la mejor “lavadora” del mundo. Agua limpia de los montes, los nudillos de los dedos de mis manos que son duros y la losa de cemento. Como he lavado toda mi vida y antes que yo mi madre y mi abuela y mucha más gente. Así y aquí se ha lavado siempre.
- ¡Claro! Antes las mujeres penabais mucho.
- ¡No le digo ná lo que penábamos con la ropa y lo probes que éramos! Que eso pa qué.

La sigues, mirando mientras te habla, para convencerte y porque te gusta ver el agua correr por el surco de cemento tan inédito y tan lleno de cristal.
- ¿Y de dónde viene?
- Del río Segura. La desviamos por allá arriba, hacemos que pase por delante de nuestras casas, cruzando la aldea de arriba abajo, la conducimos por las tierras de las huertas para regar las hortalizas y después la volvemos otra vez al río.
- Pues según lo que veo y me dices, nadáis en la abundancia y nunca mejor dicho.
- Más bien estamos rodeados de abundancia. Si queremos podemos abrir el grifo y llenar los vasos de ahí. Pero también si se nos antoja, salimos a la puerta de la calle y cogemos del agua que corre por esta reguera. Así es como riego yo cada día las macetas que usted ve en la fachada de mi casa. Agarro un cacharro, salgo, lo lleno en la reguera, ando dos pasos y lo vacío en las macetas.
- Y, además, agua de calidad. ¿Verdad?
- De la más limpia.

También ahora quieres. Te gustaría pararte aquí otro buen rato. Te agradaría seguir charlando con esta mujer y oír todas las cosas que, al parecer, ella tiene ganas de contarte. Pero hoy no puede ser. Tienes prisa.
‑ En fin, otra vez vendré por aquí.
Le dices a él y a la mujer en la misma puerta de su casa.

Te despides también del hombre que toma el fresco a la sombra de la noguera y aunque antes de que te alejes parece como si él quisiera decirte que: “Usted vive en otra dimensión lejana y rara que ni por asomo se parece a este mundo mío”, ni le haces caso. Pero está claro que él no tiene prisa ninguna porque aquí en la sombra de su noguera, que casi ha crecido con él, se pasa el día, los meses, los años y la vida entera y tú en una mañana quieres recorrer media comarca. Absurdo y deprimente que vengas a estos campos y te pasees por ellos con la misma angustia y apuros que cada día soportas en tu mundo civilizado. Es absurdo y perdona que te diga: así no se puede ir por la sierra. Con tu urgencia degradas y ofendes tanto a los paisajes como a los que son y viven en ellos.